HILARIO NAVARRO: EL HÉROE SORPRESA De familia humilde, trabajó en la adolescencia para poder comer. Desconocido hasta que saltó a la fama en Racing, hoy la rompe en Independiente. Su ilusión es revalidar la mística ganadora del Rojo y nacionalizarse paraguayo, pese a que aún no habló con Martino. Arquero de los buenos, atraviesa un presente exitoso. Por Darío Gurevich Nota publicada en la edición diciembre 2010 de la revista El Gráfico ALGO PERSONAL NOMBRE COMPLETO: Hilario Bernardo Navarro FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO: 14 de noviembre de 1980 en San Luis, Corrientes. EDAD: 30 ALTURA: 1,92 metros PESO: 88 KILOS TRAYECTORIA: Huracán Corrientes (2001), Guaraní (2001-2005), Cerro Porteño (2006-2007), Racing (2007-2008), Independiente (2008), San Lorenzo (2009), Independiente (2009-2010). TÍTULOS: Campeón del Torneo Clausura 2006 de Paraguay con Cerro Porteño DESDE SU ADOLESCENCIA aprendió a poner el pecho sin preguntar. No hubo opciones. Tuvo que salir a batallar la calle, más allá del verbo querer, para poder alimentarse. Criado en el entorno materno, rodeado de siete hermanos, se esforzó a destajo. Trabajar no era una elección, sino una obligación. “Fui canillita. Después vendí leña para una carbonería, cuando tenía 15 años. Hacía horario corrido de 8 a 14 y de ahí me iba a entrenar a Alvear, club de la Liga Correntina. Todos nos sacrificábamos porque había que ayudar a llevar el pan de cada día para mantener la casa. Vengo de una familia humilde que se rompía el lomo para ganarse la comida. Siempre la luché y valoro más el lugar en el que estoy porque me acuerdo de lo que pasó años atrás”. Rodeado del lujo que ofrece el Hotel Intercontinental, como si fuese una paradoja del destino, la sinceridad de Hilario Navarro conmueve. El arquero de Independiente, pieza fundamental de un equipo que al cierre de esta edición se jugaba la clasificación a la final de la Copa Sudamericana, mira por el espejo retrovisor y se enorgullece. Su realidad se dio vuelta a causa de diversos factores. Al margen de sus condiciones y su perseverancia, existe un aspecto clave: la rentabilidad que ofrece la actividad profesional. “Ser futbolista me cambió la vida, en especial en lo económico. El fútbol es corto y uno le tiene que sacar el máximo jugo porque luego la vida continúa. Se maneja mucho dinero y se trata de hacer lo mejor para meter una transferencia, sacar una diferencia y asegurar el futuro de la familia”, reconoce. -Entonces, ¿el fútbol es solamente un trabajo o también una diversión? -Se toma como un trabajo. Nosotros tenemos que demostrar siempre. A veces nos queremos divertir dentro del campo de juego, pero no se puede. Uno está contento por lo que hace, y si le preguntás a cada argentino a qué se quiere dedicar, te responderá que se muere por ser jugador profesional. -¿Qué tenés hoy que antes te faltaba? -Y... (piensa) el colegio, no lo terminé. Era muy difícil hacer todo junto. Ahora es diferente. A mi hijo, Lucas, tengo la posibilidad de darle comodidades para que estudie, y uno sabe que eso es lo primero. Después, no modifiqué mi esencia. El fútbol te da mucho, pero te saca momentos con tu familia. La profesión dura poco y hay que garantizarse un mañana. -¿Todavía te avergüenza ser figura? -Si salgo en todos los medios, la verdad es que sí. Pero lo tomo con tranquilidad. El ambiente es así y lo tengo que aceptar. Debo estar siempre con los pies sobre el suelo. -¿Por qué los arqueros de Independiente se destacaron en los últimos años? -Estamos en un club grande, en el que hay que ir a buscar los partidos. Al no acostumbrarnos a meternos atrás, al salir a jugar y arriesgar, se crean espacios y nos llegan. Y el contrario también hace lo suyo. -¿Estás en tu mejor momento? -No. Un arquero recién a esta edad, a los 30 años, empieza a entender lo que es el puesto por la experiencia que acumuló. -¿Cuál es la fórmula que usás para sostener tu buen nivel? -No hay que quedarse con lo anterior. Uno siempre debe querer más, exigirse al máximo. El partido que viene es el más importante y uno tiene que demostrar su capacidad. -Pero no hay que fiarse… -Esa es la gran verdad (interrumpe). Podés atajar 85 minutos bien, pero te mandás una macana y se termina todo en un segundo. Es muy duro. No es como en el caso de un delantero, que quizás no la toca, en una la mete y ya cumplió. Nosotros tenemos que estar 94 minutos enchufados porque la jugada termina en nuestro arco. -¿Cómo es la transformación? Sos introvertido fuera de la cancha y una fiera adentro. -Me enseñaron desde muy chico que el arquero debe hablar para ordenar. Intento leer la jugada uno o dos segundos antes, y así ganar ese tiempo para anticipar y resolver. Juego con todo mi cuerpo y aprovecho mi estatura de 1,92. Si no la alcanzo con las manos, la saco con los pies. El objetivo es no darle espacios al delantero, y entonces achico lo más rápido posible para que no tenga tiempo para pensar. Si bien el fútbol no tiene lógica y no se sabe dónde caerá la pelota, la idea es estar bien parado. Afuera soy tranquilo, pero en un partido estás con las pulsaciones altas. SUS INICIOS no fueron de galera y bastón. Empezó a tejer sus sueños entre remolinos de tierra en la cancha del campito, en su Corrientes natal. “Ahí jugaba en dos puestos. Cuando estábamos perdiendo me iba de nueve, y mientras ganábamos, al arco”, reconoce. Motivado por un amigo, se probó en Alvear como arquero (le gustaba la posición) y salió a escena en la Primera de la Liga Correntina con 16 años. “Desde aquel momento lo tomé con mucha seriedad porque me encantaba jugar al fútbol”, afirma. El primer paso ancho lo dio en su provincia al vestir los colores de Huracán Corrientes, donde lo dirigió Francisco Sá, uno de los entrenadores interinos que tuvo en Independiente durante septiembre de este año. “Sólo te pagaban un viático. El Torneo Argentino A es muy difícil: se viajaba en combi por el interior del país y llegábamos sobre la hora del partido. Había que tener voluntad para disputar el torneo en aquel momento. Por suerte, mantuvimos la categoría en 2001”, recuerda. Cruzó la frontera y se afianzó en Paraguay. Primero lo cobijó Guaraní; luego, Cerro Porteño, equipo con el que se consagró campeón del Clausura a fines de 2006, pese a ser suplente. A mediados de 2007 regresó a la Argentina de la mano de Gustavo Costas, quien lo había dirigido en el fútbol paraguayo, para anclar en Racing. Sin embargo, la operación fue complicada. Navarro se entrenó una semana en la Academia, demoró la firma del vínculo y se marchó a Núñez. “El problema es que dos grupos empresarios manejaban mi pase, y uno de ellos me dijo que me tenía que ir a hacer la revisación médica a River. Estaba en Buenos Aires y dependía de ellos. Hacía lo que se me decía. Fui a hacerme la revisación y después se armó un quilombo bárbaro. Traté de mantenerme al margen hasta que se aclaró el panorama, y arreglé en Racing. Costas, por suerte, sabía cómo era”, explica con detalles un conflicto en el que hasta Julio Grondona, presidente de la AFA, intervino. -¿Ciertos representantes exponen al jugador en busca de más beneficios? -Hay de todo. Cada día caen más empresarios porque lo económico parece que está en los jugadores, en sus pases. Ahora cualquiera se transforma en empresario. Admirador de Carlos Navarro Montoya y Oscar Córdoba, amante de atajar con pantalones largos desde el vamos, debutó en Racing justo frente a River en septiembre de 2007 y deslumbró. A partir de ahí, le ganó la pulseada a Gustavo Campagnuolo y modificó su imagen. Pasó del insulto a la ovación. No obstante, se plantó menos de una temporada con la Guardia Imperial de fondo, ya que se rompió parcialmente el ligamento cruzado de la rodilla izquierda en mayo de 2008. Quebrada la relación con los directivos de Blanquiceleste, gerenciadora de Racing, acordó su incorporación a la contra. “Lo que más me alegró es que Independiente me contrató lesionado. No lo dudé. Es importante que un club tan grande te quiera así”, reflexiona Hilario. Sin haber hecho su presentación en la Primera del Rojo, se fue a préstamo a San Lorenzo por un puñado de meses en 2009, año en el que retornó al Diablo. Se hizo cargo del arco hasta que las lesiones lo dejaron afuera. Recuperado, esperó su chance detrás de Adrián Gabbarini. Hoy es intocable para Antonio Mohamed, el entrenador. -El hincha de Racing, en su mayoría, te tilda de traidor. ¿Qué sentís? -El fanatismo lleva a eso. La gente de Racing cada vez entiende más la situación. Estaba con problemas con la dirigencia, con el pase en mi poder, sin club, e Independiente quiso contar conmigo. Tuve que agarrar porque se iba el tren. Esto es un trabajo, somos profesionales. Cuando estuve en Racing me brindé al máximo. Y en San Lorenzo e Independiente hice lo mismo. Se dicen mil cosas en la cancha, pero nunca me dijeron mano a mano que soy mala leche. Estoy tranquilo conmigo mismo porque hice las cosas de buena fe. SI BIEN AUN NO SABE manejar, ni pretende aprender, conduce de modo fenomenal al Rojo desde el fondo. Mohamed se inclinó por él en su estreno en el banco de la mitad de Avellaneda, justo ante Racing, en octubre pasado. De ahí en más, Navarro se mantuvo como titular. El Turco, sin duda, le devolvió la esperanza. “Cada técnico tiene su gusto futbolístico. Nunca dejé de trabajar. Y por más que me elija para arrancar, sigo entrenándome como si no estuviera entre los once. Cuando el entrenador te da la camiseta, hay que tratar de no largarla más”, aconseja. -¿Fue significativo el clásico en lo personal o fue un partido más? -Y sí, fue significativo. Es que los clásicos te marcan. Por mi pasado, era importante. Desde que llegué, la gente de Independiente esperaba un partido mío así. Me puso muy contento, en especial porque se ganó. -¿Qué intentan realizar en cuanto al juego? -Queremos volver a los viejos tiempos del club: jugar bien y conseguir títulos. Cuando tenés dos competencias a la vez, no se puede trabajar tanto. Lo principal es manejar la pelota. La idea es sacar ventajas por afuera porque hay jugadores desequilibrantes, y sabemos que arriba tenemos dos tanques a los que debemos asistir. -Afrontaron una situación compleja: conseguir resultados con los torneos en desarrollo y bajo las órdenes de un nuevo técnico. ¿Coincidís? -Sí, lo único que importa es ganar. No hay proyectos en el fútbol. Los técnicos no pueden trabajar tranquilos. Se piden resultados; y si no, los echan a los tres partidos. Somos conscientes de que el fútbol es así, especialmente en los equipos importantes. RECONOCE su interés por jugar en la Selección de Paraguay: "Le tengo cariño al país". -Mohamed les muestra videos de los rivales, ¿qué mirás de los delanteros? -Si son rápidos, sabemos que van a meter muchas diagonales para lastimar. Si hay un buen enganche, pondrá pelotas entre los centrales, y ahí hay que ser rápidos para salir a cortar. Estoy atento a esas cosas. -A partir de diciembre, ¿sabés qué será de tu futuro? -Mi mentalidad está en poder jugar mucho tiempo en Independiente. Estoy en un club con historia y quiero aprovecharlo. -¿Tu corazón es argentino o paraguayo? -Mitad y mitad. Mi señora, Alicia, y mi hijo son paraguayos. Empecé a crecer en lo profesional allá y nunca me olvidaré de aquellos seis años. La gente me trató muy bien y le tengo mucho cariño a Paraguay. -¿Gerardo Martino te llamó para nacionalizarte y jugar en la Selección? -Hasta ahora no hablé con él, pero sí con gente de allá. Todo jugador quiere integrar un seleccionado con el objetivo de disputar torneos de jerarquía. Yo también. SU MUJER PERDIO la batalla: Hilario Navarro mira partidos de manera constante. Ser futbolista no sólo se torna un simple oficio en su vida. “En mi caso, el fútbol es mucho más que patear una pelota. Me dio un bienestar económico que muchas personas que trabajan fuera de esto no tienen. Me siento un privilegiado”, confiesa. El afán que mostró por revertir la realidad de su adolescencia es el mismo que conserva en la actualidad, al intentar crecer aún más en su profesión. Jamás olvida su pasado cuando juega, y menos su presente. Ese sentir quizás sea su motor que, al encenderse, lo convierte en un fuera de serie. Fortaleza para reponerse HILARIO NAVARRO padeció dos lesiones severas que le costaron mucho tiempo de recuperación en momentos importantes de su carrera. Mientras defendía los colores de Racing, se rompió parcialmente el ligamento cruzado de la rodilla izquierda en mayo de 2008, cuando se rumoreaba una venta a Europa. Luego, ya en Independiente, chocó con Leonel Galeano en un encuentro ante Estudiantes, en septiembre de 2009, y sufrió dolencias en el pubis. Ahí se le abrió el arco a Adrián Gabbarini. De yapa, Hila, como lo apodan algunos compañeros, volvió en un partido de verano ante River, en enero de este año, y otro choque -esta vez con Andrés Ríos- lo mandó al hospital. El cuadro fue traumatismo de cráneo con pérdida de conocimiento. “En esos momentos parece que se viene el mundo abajo -reconoce-, pero está la familia que apoya y uno le debe meter para delante. Hay que mantener el ánimo arriba, porque esto continúa. Nunca pensé en dejar el fútbol. Siempre mi objetivo fue estar en este lugar. Ya lo tomaba en serio, con profesionalismo, desde Alvear, por más que fuera un club de la Liga Correntina. A veces no salía a ningún lado. Me cuidaba mucho. Hoy disfruto de la buena racha”.