Psicoanálisis y educación

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PSICOANÁLISIS Y EDUCACIÓN
SOBRE LA REVOLUCIÓN SEXUAL EN LA UNIÓN SOVIÉTICA
La Revolución sexual en la URSS comenzó con la disociación de la familia. La familia patriarcal es el lugar
de reproducción estructural e ideológica de todo orden social basado sobre principios autoritarios. La
abolición de este orden minaba automáticamente la institución de familia.
La familia empezó a ser sustituida por una organización que guardaba alguna semejanza con el antiguo clan
de la sociedad primitiva: la colectividad socialista en la escuela, en las comunas de jóvenes, etc. La diferencia
está en que lo primero se basa en relación de consanguinidad y economía, y lo segundo, en la comunidad de
función económica: la unidad económica conduce necesariamente a relaciones personales que hacen de ella
una colectividad sexual.
La prensa burguesa gemía a voz en grito por el naufragio de la cultura y de la moral provocado por la
revolución social. Permitir el aborto, preconizar la contracepción, la educación sexual de la juventud, anular el
matrimonio, etc, mostraba que la moral se estaba transformando en el sentido de un reconocimiento de la
sexualidad y conducía a la disolución de todos los valores existentes hasta entonces.
La importancia que la revolución social otorgó a la revolución sexual se evidencia por el hecho de que Lenin
publica dos decretos a este respecto en 1917. Uno de ellos se refería a la disolución del matrimonio. El otro
trataba de el matrimonio civil, los hijos y el registro del estado civil. Estas dos leyes desposeían al marido de
sus prerrogativas en la familia y daban a la mujer el derecho absoluto a determinarse económica y
sexualmente. Esta ley revolucionaria tendía a abolir el poder patriarcal.
• El divorcio se convirtió en algo sumamente fácil. Nadie podía forzar a nadie a mantener relaciones
contrarias a su voluntad.
• Aunque una unión hubiese sido registrada, las relaciones sexuales con otros no eran delictivas.
• Control de nacimiento: mientras que la sociedad no quiera o no pueda hacerse cargo de los niños no
tendrá derecho de exigir a las madres que traigan al mundo unos hijos que no quieran; todas las
mujeres tendrán derecho a interrumpir un embarazo durante los tres primeros meses.
• El objetivo principal era la prevención del aborto mediante una información completa sobre los
medios anticonceptivos.
• La legislación soviética en materia de sexualidad eliminó la vieja ley zarista que condenaba la
homosexualidad con duras penas de prisión. El motivo fue que se trataba de un problema científico.
• Las comunas de jóvenes estaban destinadas al éxito y parecían susceptibles de convertirse en la
objetivación del progreso representado por la vida colectiva.
Como no existía doctrina satisfactoria de la sexualidad, el cambio de la vida sexual en la Unión Soviética se
llevaba a cabo de manera más inconsciente, mucho menos influida por una dirección objetiva que, por
ejemplo, el cambio en otros ámbitos de la vida cultural. Comparémoslo con la destrucción consciente de la
religión por la educación científica de las masas.
LOS PADRES COMO EDUCADORES: LA COMPULSIÓN A EDUCAR Y SUS CAUSAS
No es posible pretender, de buenas a primeras, enfocar el problema de la educación desde el punto de vista de
¿Qué hay que hacer?. La primera regla fundamental del psicoanálisis prescribe que antes de actuar es preciso
entender bien.
Ejemplo: una señora va a pedir consejo sobre la educación de su hija de de 2 años y medio. Desde hace un
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tiempo la niña se muestra rebelde y caprichosa, llora desconsoladamente por el más insignificante motivo, se
sienta por ejemplo en la calle y ni la severidad ni la persuasión son bastantes para moverla de allí. La madre
está orientada sobre el psicoanálisis. El padre es borracho y la madre es desgraciada, por lo que la niña habrá
de padecer daños psíquicos del medio ambiente. La señora en cuestión evita las medidas educativas
excesivamente severas y reprueba el castigo físico. Resolvió el hecho de que la niña mojara constantemente la
cama, utilizando como método el no hacerle caso. Pero no puede consentir que la niña se empeñe en quedarse
en el parque cada noche. ¿Es o no la madre culpable de la rebeldía de su hija? La relación analizado−analista
es similar a la relación niño−educador. Ella asegura no tener consciencia de ninguna culpa. Parece ser que la
niña había estado jugando alegremente y que a la hora de marchar había seguido a su madre hasta la salida del
parque. Pero al llegar a la puerta, probablemente por sentir cansancio, había pedido ser llevad en brazos. Para
no malcriar a la niña, la madre se había negado a llevarla, porque, según ella, desde la salida del parque hasta
la parada de tranvía había poca distancia. Cuando quiso subir al tranvía, la niña comenzó a chillar, aunque
luego se calmó, volviendo a empezar cuando hubieron de andar otro breve trecho hasta la casa. Al negarse
nuevamente la madre a llevarla en brazos, la niña le arañó la cara y se puso a chillar y patalear. Una vez su
habitación y sola, estuvo una hora llorando a pleno pulmón, no comió nada y sólo se durmió cuando ya no
pudo tenerse de cansancio. Recordó que al llegar su marido a casa le dijo: ya no sé qué hacer con tu hija. La
madre había reprimido su irritación contra la niña porque dicha irritación se había mezclado con la aversión,
más trascendente, hacia el marido (tu hija), y ello le impidió hacer lo único que habría sido acertado, es decir,
llevar en brazos a la niña, que realmente estaba cansada, durante el corto camino.
En la compulsión a educar, una perturbación aguda de la relación mutua entre los padres da lugar a un
momentáneo rechazo del marido y de su hijo; esta aversión lleva a su vez a infligir al niño una frustración
innecesaria, que la conciencia racionaliza invocando una finalidad educativa; todo ello provoca en el niño una
reacción de rebeldía.
El niño no conoce leyes internas del tipo eso no se hace, eso no está bien. Para él tan solo tiene valor lo que
produce placer, y lo que produce displacer es rechazado. La reacción natural del niño es de rechazo. La
educación consiste en poner diques al deseo primitivo del niño, orientado a la obtención de placer, y en
reemplazarlo hasta cierto punto por inhibiciones de los instintos. En la medida en que el niño, por satisfacer a
sus padres, asimila como propias las exigencias de la sociedad, su yo se modifica y progresivamente cesa de
ser puro yo−placer, adaptándose a la realidad.
La compulsión a educar no sólo se manifiesta en las frustraciones innecesarias, sino también en la forma como
los educadores llevan a cabo las necesarias restricciones de los instintos. Cabe distinguir 2 tipos básicos:
• Las manifestaciones instintivas del niño son severamente ahogadas ya desde un principio. Los padres
ven en todo impulso instintivo un fenómeno patológico o un síntoma de perversidad congénita, y lo
que consiguen es desarrollar en el niño un caracter inhibido de tipo patológico: sus características
distintivas son una parálisis de la vida afectiva en los órdenes sexual y social, una inferior capacidad
para la lucha por la exitencia y dificultades en el proceso sublimatorio.
• Como consecuencia de una vigilancia negligente o de un excesivo mimo, los instintos del niño
alcanzan su pleno desarrollo. Al faltar en la edad temprana las frustraciones necesarias, las exigencias
del niño crecen hasta tomar una fuerza dañina.
Si en los dos primeros años de la vida de un niño se han cometido errores de gravedad, más adelante
difícilmente será posible corregirlos. Las tareas de la educación comienzan en el nacimiento. No ceder cuando
un niño no quiere marchar del parque por la noche, o cuando se niega a tomar regularmente sus comidas, es
parte de las frustraciones necesarias.
Lo decisivo en cuanto al concepto de adaptación social es la concepción del mundo, y habremos de reconocer
que cada cual tiene razón desde su punto de vista egoísta como adulto. La situación es muy distinta cuando
consideramos los problemas de la educación desde el puto de vista médico, es decir, desde la perspectiva de la
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prevención de las neurosis.
Los padres, frente a cualquier manifestación instintiva del niño, recuerdan sus propios deseos infantiles
reprimidos, y las instancias instintivas del niño representan un peligro para la subsistencia de las represiones
propias. Ahora bien, este peligro es obviado a base de prohibiciones educativas que exhiben claramente los
rasgos característicos de la compulsión a educar. En nuestro ejemplo, la madre había tomado a la niña por
neurótica, por mala, y se había irritado contra ella, todo ello por no estar a la altura de una situación en la que
deben actuar. En tales casos existe la tendencia a enojarse con quien le ha colocado a uno en esta incómoda
situación de sentir la propia ignorancia o instancias afectivas inconfesadas.
Además, se considera enfermizo, es decir, indebido, todo aquello que resulta desagradable o incómodo para el
adulto. Los padres pretextan interés por el bien del niño cuando en realidad lo que pretenden en sus actos
educativos es satisfacer sus propios afectos, sea cual fuere el origen de éstos. Es corriente subestimar el
sentido de justicia que el niño desarrolla a partir de cierta edad, según su personalidad. En el psicoanálisis se
aprende que desde los dos años hay niños que supieron distinguir cuándo se cometía una injusticia con ellos y
cuándo las exigencias de los adultos eran justificadas. Los niños tienen esta sensación de injusticia cuando,
por ejemplo, los padres (que son el modelo a seguir) les prohíben hacer algo que llos mismos hacen en
presencia del niño. El argumento que se utiliza es aún eres demasiado pequeño, el cual no es comprendido por
los niños. El niño tiene que ser bueno, adulto, obediente, tranquilo; pero siempre que quiere apropiarse de
otros derechos de los adultos le toca oír eres demasiado pequeño.
Ejemplos de odio que causan en el niño frustraciones innecesarias:
Ejemplo 1: a cierta paciente no se le había permitido nunca jugar con otros niños porque su madre, que según
todos los indicios debía ser una mujer insatisfecha con neurosis obsesiva y fobia a la sífilis, temía que la niña
pudiera contagiarse. El odio y deseo de muerte eran evidentes, por cuanto la niña solí ponerse siempre de
parte del padre, que vivía en desastrosas relaciones conyugales con la madre.
Ejemplo 2: el padre de otra paciente la había obligado siempre a comer cuando sufría la inapetencia neurótica
corriente de los niños. La forzaba a comerse incluso sus propios vómitos, y si se negaba la encerraba en un
cuerto oscuro y la azotaba con una palmeta. También en este caso se trataba de un matrimonio sórdido y lleno
de odio. La madre era una mujer débil y resignada y el padre tenía un carácter especialmente sádico.
Ejemplo 3: otro paciente había sido obligado por su padre, pese a su escasa aptitud, a estudiar a carrera de
derecho; había de llegar a ser Doctor, pues su padre no pudo alcanzar ese título.
• Conclusión:
La educación,para tener algún sentido, ha de ser una tarea masiva. El óptimo deseable, un enfoque objetivo,
solamente podría lograrse actualmente mediante el psicoanálisis del educador y, por tanto, es impensable con
respecto a la masa. Es utópica la idea de que algunos educadores conscientes de só mismos podrían difundir la
comprensión necesaria a la masa de educadores. Cuando la masa comprenda que la relación entre niños y
adultos representa la oposición entre mundos distintos entonces, tal vez, existirá una posibilidad de pensar en
medidas positivas de educación.
El hecho de que hágase lo que se haga siempre se hace mal permite deducir tan solo una norma negativa:
extrema abstinencia en la educación, restricción de las medidas educativas a las frustraciones absolutamente
indispensables, conciencia del hecho de que, por motivos perfectamente naturales, un padre no sólo ama a su
hijo, sino que también lo odia.
La politización del problema sexual de los jóvenes
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En los movimientos de juventud revolucionaria se ha constatado siempre que el problema sexual obstaculiza e
impide la lucha por la revolución. La vida sexual no es precisamente un asunto privado puesto que conmueve
a los jóvenes y puesto que obstaculiza la lucha política. Si se considera en nuestra luche de clases los
problemas del deporte, del teatro, de la religión, de la radio, ¿por qué no seguimos siendo consecuentes con el
problema sexual de los jóvenes?
Hemos cometido un grave error por el hecho de que muchos de nosotros hemos querido excluir la sexualidad
en general como nua cosa inesencial, incluso burguesa. Debemos resolver el problema sexual de un modo
revolucionario, consiguiendo una teoría de política sexual clara, una praxis sexual revolucionaria e integrando
ambas en el conjunto del movimiento proletario. Lenin luchaba contra la verborrea sexual superficial y no
científica que no toca lo esencial: El comunismo no debe traer la ascesis sino la alegría de vivir, el vigor, y
ello precisamente mediante una vida amorosa colmada.
Las contradicciones entre el estilo de vida del obrero y la moral familiar burguesa a la cual se ve sometido son
muy grandes. Las deformaciones sexuales que cada uno de nosotros lleva en sí como consecuencia de la
represión sexual y que están ligadas a actitudes inconscientes y reprimidas, hacen que no seamos del todo
dueños de nosotros mismos en nuestra vida sexual.
El comunista Hermann dijo: Pienso que un comunista activo, un militante, tiene muy poco tiempo para
ocuparse de aventuras amororsas y que, desde este punto de vista, no puede alcanzar ninguna satisfacción total
(...) El problema sexual desempeña aún un mayor papel entre las chicas. Los trastornos del humos en los
jóvenes provienen del hecho de que no pueden ser dueños de su sexualidad impetuosa a causa de la miseria
sexual y de la falta de ocasiones, de dinero y de medios anticonceptivos.
Una condición para que la vida sexual de los jóvenes sea normal y satisfactoria es la difusión entre ellos de los
mejores medios anticonceptivos desde el momento en que deseen establecer relaciones sexuales; pero la
reacción política es tan dura y terrorista en este terreno como en todos los demás aspectos importantes para la
burguesía. También es condición fundamental la posibilidad de interrumpir un embarazo en clínicas públicas.
Para suprimir los trastornos y la brutalidad sexual es necesario transformar el conjunto de la vida económica y
social, de modo que las mujeres se emancipen materialmente y se liberen del poder del hombre, y que los
padres pierdan su brutal autoridad sobre sus hijos.
Son las dificultades sexuales, las dificultades de la vida privada las que, en relación con las grandes exigencias
del partido, hacen que el militante en cuestión sea capaz de continuar la lucha. No se puede soportar la
ausencia total de vida sexual sin experimentar a la larga muy graves trastornos. Se cree ganar fuerzas
eliminando totalmente la vida sexual. Es un error. Cuando se restringe demasiado la propia vida sexual la que
se resiente de ello es la intensidad del trabajo; gracias al vigor que procura la vida sexual satisfactoria, se
recupera con creces el tiempo dedicado a la vida privada, porque se trabaja mejor y más rápidamente.
La juventud está más preocupada por problemas sexuales que por problemas políticos. Debemos aprender a
considerar las dificultades sexuales del adolescente, tan importantees como su miseria material. Si las
tendencias políticas son menores entre las muchachas, ello va ligado al hecho de que la represión sexual que
han sufrido ha sido mucho más severa que para los muchachos. Debemos concluir que la represión sexual es
un importante problema político. Muchos chicos y muchas chicas entran en una organización por las mismas
razones subjetivas que las empujan a las salas de baile: la necesidad de una pareja sexual, de una vida sexual.
Es importante el afán del Partido Comunista por captar jóvenes. Entre los planes se encuentran: organizar, de
una manera más viva y adaptada a la juventud, las conferencias sobre economía política y organización, tener
en cuenta a los jóvenes y sus necesidades esenciales y realizar conferencias de sexología política dentro del
marco de nuestras conferencias culturales, partiendo de cuestiones puramente personales que preocupan a los
jóvenes para llegar a la gran política, a las cuestiones básicas de orden económico y social. Lo que se desea es
una adhesión afectiva y objetiva de los jóvenes a la causa obrera y al partido comunista.
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Muchos de los muchachos y muchachas conocen la diferencia que hay entre una vida sexual enfermiza y una
vida sexual sana. Desde el punto de vista de la ideología sexual, están mucho más deformados los burgueses
que el simple obrero, y numerosos prejuicios morales en la vida sexual de los jóvenes provienen de los
compañeros intelectuales que no han llegado personalmente a una clarificación en esta cuestión.
Debemos liberarnos con todas nuestras fuerzas del concepto específicamente burgués de disolución que
todavía causa demasiada vergüenza en nuestros medios. No debemos preocuparnos por saber cuántas veces, y
con quien, tal chica o tal chico tienen relaciones sexuales, sino solamente de si estas relaciones son fuente de
infelicidad personales o de si acarrean algún perjuicio al trabajo político.
Es cierto que en la medida en que el tiempo de trabajo disminuya (gracias, por ejemplo, a la racionalización
socialista del trabajo y al aumento de la productividad) la vida sexual, liberada de la economía privada,
liberada también del dinero, de la brutalidad y del envilecimiento, recuperará su lugar en la sociedad humana
a un lugar más elevado y al lado de las actividades culturales y deportivas. Y los hombres serán de nuevo
capaces de gozar de su sexualidad, porque la base económica de la opresión sexual (la economía privada) que
les hace capaces de gozar y, en consecuencia, enfermos o airados en el sentido propio de la palabra, habrá sido
eliminada.
El socialismo realiza la alegría de vivir sexual ignorando a aquellos que no tienen opiniones claras en
cuestiones sexuales y eliminando la dominación de las gentes que levantan los ojos al cielo cuando hablan de
amor y que, en realidad, lo que hacen es destruir la sexualidad de la juventud.
Las frustraciones necesarias son aquellas que tienen por objeto controlar y canalizar los instintos del niño que
representarían un impedimento para su adaptación a la sociedad
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