EL SIRVIENTE (1963)

Anuncio
VIERNES 30
EL SIRVIENTE
21’30 h.
(1963)
Gran Bretaña
116 min.
Título Orig.- The servant. Director.- Joseph Losey. Argumento.- La novela homónima de Robin
Maugham. Guión.- Harold Pinter. Fotografía.- Douglas Slocombe (B/N). Montaje.- Reginald
Mills. Música.- John Dankworth. Productor.- Joseph Losey y Norman Priggen. Producción.Elstree Distributors Limited – Springbook Productions. Intérpretes.- Dirk Bogarde (Hugo Barrett),
James Fox (Tony), Wendy Craig (Susan), Sarah Miles (Vera), Catherine Lacey (lady Mountset),
Richard Vernon (lord Mountset), Ann Firbank (la dama del restaurante), Patrick Magee (el obispo),
Harold Pinter (el hombre del restaurante), John Dankworth (lider grupo de jazz) v.o.s.e.
Música de sala:
La música (film music & jazz) de John Dankworth
Muchas veces la desmemoria es injusta porque no se ajusta a criterios razonables, sino al
transcurrir de las modas y a la arbitrariedad del recuerdo. Una de las más evidentes víctimas de esa
desmemoria cinematográfica ha sido, sin duda, Joseph Losey. Entronizado como uno de los
auténticamente “grandes” durante la década de los sesenta, con el apoyo del borroso recuerdo de sus
inicios en la América natal, trayectoria interrumpida por las repercusiones de la “caza de brujas” y
unos oscuros recomienzos en el exilio europeo, Losey fue paulatinamente “recuperado” cuando asentó
en Inglaterra una nueva etapa de su carrera1 que desembocaría en sus mejores títulos: Eva (Eve, 1962),
Rey y patria (King and Country, 1964), Accidente (Accident, 1966), Ceremonia secreta (Secret
Ceremony, 1968) y El mensajero (The Go-Between, 1970). Y entre todos ellos, EL SIRVIENTE.
Luego posiblemente podamos considerar que Losey experimentó un largo declive que posiblemente ha
influido en el radical olvido de su cine2. El hecho de mantenerse como una figura aislada, paralela a la
británica eclosión del free cinema y del desembarco de numerosos cineastas internacionales en el
swinging London de los sesenta -caso de Polanski, Antonioni, Kubrick, Truffaut, Lester, etc.-,
probablemente ha significado una cierta “orfandad” historiográfica, pese a que ni entonces ni ahora
pueda dudarse de la condición autoral de sus mejores trabajos.
En España concretamente, EL SIRVIENTE fue un auténtico fenómeno, un film mítico entre
los que abrieron en el otoño de 1967 1a categoría de “arte y ensayo”, que significó la irrupción del cine
en versión original subtitulada (y en principio sin cortes de censura) en nuestras pantallas. Hasta tal
punto fue así, que el film de Losey se convirtió en uno de los grandes éxitos de la especialidad, con
más de cien días en cartel cuando su estreno en el cine Savoy de Barcelona y con una reiteradísima
presencia en todos los cine clubs de la geografía española. Y sin embargo, ¿quién la recuerda hoy?
Un olvido injusto, sin duda, puesto que EL SIRVIENTE sigue manteniendo muchos de los valores
que fundamentaron su éxito entonces. Por una parte este fílm iniciaba una feliz colaboración entre
Joseph Losey y el autor teatral Harold Pinter, uno de los escritores inscritos en el movimiento de los
angry young men, que luego se prolongaría a Accidente y El mensajero. De hecho, los importantes
1
Recordemos films del período americano como El muchacho del pelo verde (The boy with green hair , 1948),
The lawless (1949) y El merodeador (The prowler, 1950), mientras que en los inicios británicos destacan El tigre
dormido (The Sleeping Tiger, 1954), Intimidad con un extraño (The Intimate Stranger, 1955) o Time Without
Pity (1956), aunque realmente no recuperó cierta notoriedad hasta La clave del enigma (Blind Date, 1959) y El
criminal (The Criminal, 1960).
2
¿Alguien recuerda hoy día films “multinacionales”, no necesariamente despreciables, como El asesinato de
Trostky (The Assassination of Trostky, 1 972), Una inglesa romántica (The Romantic Englishwoman, 1974), El
otro señor Klein (Mr. Klein, 1975), Las rutas del sur (Les routes du Sud, 1978) o Don Giovanni (Don Giovanni,
1979)?
orígenes escénicos de Losey -con su conocimiento directo de Piscator o Bretch- podían facilitar la
compenetración entre guionista y director, algo que no disimula la componente teatral del film; pero
sería erróneo suponer que pese a la claustrofobia del relato -casi todo él ubicado en el interior de la
aristocrática y londinense mansión georgiana de Tony- y la limitada nómina de personajes principales,
nos encontramos ante un film “de cámara”. O en todo caso, si así fuese se vería trascendido por la
barroca y virtuosa puesta en escena de Losey, ejemplo perfecto de que un film es mucho más que una
idea argumental o unos diálogos pertinentes. Es en esa puesta en escena, en la compleja composición
de los encuadres (con una presencia eminente de los espejos, metafórica referencia a la idea del
desdoblamiento o la inversión de las figuras centrales del relato); en los incluso alambicados
movimientos de cámara desarrollados por Douglas Slocombe, desde la grúa inicial hasta los travellings
circulares que también metafóricamente encierran a los personajes; en la explotación eficaz de las
relaciones entre los actores y los atinados decorados de Richard McDonald; o en la excelente dirección
de actores, donde junto a la definitiva consagración del inmenso Dirk Bogarde (Hugo Barrett) se
cuenta con la sorprendente eficacia del casi desconocido James Fox (Tony) -hijo de uno de los
productores del film- y la excelencia de Sarah Miles (Vera), pieza fundamental en la estrategia de
Hugo respecto a Tony.
Todo ese arsenal de medios narrativos y de puesta en escena están al servicio de una parábola
en torno a las relaciones entre amo y sirviente. Entendida ya en su momento como una plasmación
fílmica de las reflexiones hegelianas (pre-marxistas, por tanto) sobre la dialéctica amo-criado, EL
SIRVIENTE reconstruye el proceso de despojamiento del poder del amo (el elegante y melifluo
aristócrata Tony) por parte de un sirviente exquisitamente “profesional” que, devenido imprescindible
por la incapacidad del amo, no sólo se hará con el poder de la casa, sino que le encaminará hacia su
destrucción moral mediante un plan casi diabólicamente trazado y desarrollado. Esa inversión de las
relaciones de poder adquiere obvias resonancias sexuales -desde la inclusión de Vera como supuesta
hermana de Hugo (siendo su amante) e instrumento de sometimiento de Tony hasta la descarada
solución homosexual de las relaciones entre Hugo y Tony, desplazando a la novia Susan (Wendy
Craig)- y por tanto desborda la relación profesional para alcanzar una dimensión casi existencial.
Pero repitámoslo: la importancia de EL SIRVIENTE no deriva de la significación ideológica
de su argumento, ni en la adecuación de los diálogos, ni en la agudeza de su observación de las
relaciones de clase en la Gran Bretaña de los años sesenta. EL SIRVIENTE fue y sigue siendo un
film importante gracias a la capacidad de expresar todo eso mediante la idoneidad y brillantez de su
puesta en escena; es decir, de su intrínseco valor cinematográfico, algo tal vez tan olvidado hoy como
injustamente el propio nombre de Joseph Losey.
Texto:
José Enrique Monterde, “El sirviente”, en dossier “50 obras maestras del cine europeo, 1ª parte”,
rev. Dirigido, diciembre 2004.
Descargar