En la vorágine de la imaginación romántica de Malcolm Lowry: La

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En la vorágine de la imaginación romántica de Malcolm Lowry:
La expiación de La Mordida.
Nigel H. Foxcroft,1
Universidad de Brighton
La extraña y romántica imaginación de Lowry al borde del cataclismo.
Clarence Malcolm Lowry (1909-1957), [junto con Conrad (Potter) Aiken (1889-1973) y
Walker Percy (1916-1990)], pertenece a una escuela neorromántica un tanto extraordinaria
a través de su amplio conocimiento de la escritura de los siglos XVIII y XIX, especialmente
los asumidos dentro de una herencia romántica. Su, algo arcana, aunque voluminosa dieta
literaria, gira en torno a la Europa continental; autores checos, rusos, escandinavos y
alemanes, por un lado, y los de la Gran Bretaña y las américas, por el otro, de ahí que, la
singularidad del demeritado estilo lowriano de modernismo está, en gran medida,
determinado por su erudición heterogénea y por su imaginación romántica arraigada en la
literatura y en el cine de la Europa continental, así como en el género particular británico.
Es en la riqueza de los vínculos intertextuales y conexiones interdisciplinarias, poco
ortodoxas como pueden parecer a primera vista, en donde se encuentran sus puntos
fuertes, en sus esfuerzos para expiar los demonios del pasado, como lo descubrimos en La
Mordida (1949-1996).
Tal como lo evidencia su continua mención en las cartas que mandó a sus amigos, Malcolm
Lowry era muy aficionado de los siguientes autores rusos del siglo XIX: Alexander Pushkin
(1799-1837), Nikolai Gógol (1809-52), Fiódor Dostoyevski (1821-81) y Anton Chekhov
(1860-1904).2 Son estos escritores abiertamente rusos, así como el modernista, poeta Inglés
nacido en Estados Unidos , T.S. Eliot (1888-1965) que inspiran su profundo sentido de ser
1
Nigel Foxcroft es profesor titular de literatura inglesa, rusa y estudios europeos en la Facultad de
Humanidades y Artes de la Universidad de Brighton, en Inglaterra. Su correo es: nhf@brighton.ac.uk
2
Para su correspondencia ver, Malcolm Lowry, Sursum Corda!: The collected letters, 2 vols. Ed. By Sherrill E.
Grace (London: Jonathan Cape, 1995). (Existe una traducción al español de este libro sólo que está editada
en un volumen único: El viaje que nunca termina, La narrativa de Malcolm Lowry. Grace Sherrill E.,
Traducción de Francisco Rebolledo, México, FCE, 2007. N. del T.)
2
un “profeta roto”, un observador, o un visionario, con un mensaje mesiánico que ofrecer al
mundo. Enlazando continentes, la riqueza cultural de Lowry es aún extendida por su estudio
de la literatura escandinava y especialmente de la noruega, que emana de las obras de
Nordahl Grieg (1902-1943) y Henrik Ibsen (1828-1906), así como los dramas suecos de
August Strindberg (1849-1912). Paulatinamente, se digiere con avidez a las novelas de
escritores de lengua alemana; el bohemio Franz Kafka (1883-1924) y Thomas Mann (18751955), así como hacia la poesía romántica de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832).3
El genio de la maestría lowriana reflejado en su familiaridad con las obras literarias inglesas
es justo igual de diverso. En las referencias hechas en sus cartas selectas, revela una especial
predilección por la poesía romántica de William Blake (1757-1827) , Lord George Gordon
Byron (1788-1824) , Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) , John Keats ( 1795 - 1821 ), Percy
Bysshe Shelley (1792-1822) y William Wordsworth (1770-1850). También se siente cómodo
con las publicaciones de los autores modernistas, o de los que experimentan con el estilo
innovador de la escritura “fragmentada” en algún momento de su carrera. A modo de
ejemplo, tenemos a T.S. Eliot, James Joyce (1882-1941), así como a D.H. Lawrence (18851930), quien ilumina el camino a México para Lowry.
Desarrollando una fascinación de largo plazo con el panorama literario norteamericano,
Malcolm Lowry con frecuencia da crédito a novelistas norteamericanos como Herman
Melville (1819-1891), Henry James (1843-1916), de F. Scott Fitzgerald (1896-1940), y
William Faulkner (1897-1962), así como al dramaturgo Eugene O'Neill (1888-1953) y al
poeta y cuentista, Edgar Allan Poe (1809-1849). Sin embargo, por mucho, la mayor
influencia literaria ejercida sobre Lowry en la mayor parte de su vida es la del postromántico hombre de las letras, Conrad Aiken, con quien tiene una correspondencia larga
y prolífica, como lo corrobora la gran cantidad de cartas que intercambiaron. De hecho, esta
luminaria sirve como modelo principal de Lowry, lo que le permite definir su propio modo
de escritura psico-terapéutico en Bajo el volcán (1936 a 1947), Oscuro como la tumba donde
yace mi amigo (1945-1968), y La Mordida. Como consecuencia de su aproximación
introspectiva al entorno, las crisis propias de Lowry se fusionan con las de la civilización
occidental cuyos demonios requieren la reconciliación con los recuerdos dolorosos del
pasado y, de hecho, la expiación como un medio para el avance cultural y, para Lowry, el
crecimiento espiritual.
En su examen de la literatura rusa y alemana, en particular, Lowry se familiariza con una
multitud de presagios, la predicción de la caída inminente del hombre moderno occidental,
3
Lowry se veía a sí mismo como un nuevo Goethe, un Kafka, un Pushkin, o incluso “un Gógol de segunda
orden.” Ver “El viaje que nunca termina”, (En la versión en inglés checar: Sursum Corda! The collected
letters, II, p. 885; y I, pp. 292-93. N. del T.)
3
según lo sugerido por Oswald Spengler (1880-1936) en su Decadencia de Occidente (1918),
así como por los filósofos postmodernos, como Michel Foucault (1926-1984). Como
Spengler, Lowry comparte un interés tanto hacia la cábala como en las críticas hacia La
Ilustración. Al mismo tiempo, sin embargo, Lowry reconoce la importancia de la apreciación
estética de la belleza, según lo expresado por Nicolás Gógol y Fiódor Dostoyevski frente a
muchas advertencias de una próxima época apocalíptica, las calamidades que tienen su
origen, al parecer, en los valores altamente racionalistas de la civilización moderna.
En el renacimiento cultural de Lowry expresado en su paradisíaco poema en prosa: “El
sendero del bosque que llevaba a la fuente” (“The Forrest Path to the Spring” 1947-61)
ambientado en las orillas del Burrard4 en Dollarton, al norte de Vancouver, la verdadera
libertad es alcanzable, aunque no a través de la razón de la Ilustración, sino a través del
poder de la imaginación romántica, como legado de Coleridge, Gógol y Dostoyevski. La
belleza y la armonía de Lowry en su edénico “Eridanus”5 proporcionan la liberación
psicológica de la frustración reprimida dentro de su alma interior gogoliana, manteniendo
en equilibrio cósmico, las fuerzas irracionales inherentes y supersticiones que él percibe
que se han desatado en el mundo.6 Como un instrumento de la mediación y la
reconciliación, el poder de la imaginación romántica de Lowry le sirve de puente kantiano
de la percepción humana, que abarca los ámbitos de la comprensión y de los sentidos.
Según lo propuesto por Albert Einstein (1879-1955), la evolución actúa como una
herramienta para facilitar la supervivencia y el cambio, lo que nos permite dar zancadas
más allá de las fronteras de lo conocido en el reino de lo desconocido: “El conocimiento es
limitado, la imaginación engloba al mundo.”7
Es revelador contemplar la visión del mundo de Malcolm Lowry en el contexto de la ya larga
refutación [(de muchos escritores y filósofos occidentales, como Walter Benjamin (18921940)], de las nociones aceptadas de la predominancia de una Ilustración ordenada y del
progreso hegeliano y marxista. De hecho, desde René Descartes (1596-1650), ha habido una
tendencia a que la filosofía occidental se fragmente en dos movimientos divergentes: el
objetivismo, en base a la razón científica, por un lado, y el subjetivismo , que gira en torno
al dominio del alma, la religión y el arte, por el otro, por lo tanto, se ha producido una
ruptura en la conciencia moderna entre los lados analíticos, empíricos y objetivos de la
ciencia y las facetas imaginativas, intuitivas y visionarias de las artes. De hecho, esta
profunda fisura ha sido descrita por Walker Percy como “esta bifurcación monstruosa del
4
El Burrard es un brazo de mar rico en flora y fauna en los alrededores de Vancouver, Canadá. N. del T.
Eridanus era el sobrenombre elegido por Lowry para referirse al Burrard.
6
Véase también: Patricia Waugh, Practising Postmodernism/ Reading Modernism (Londres: Edward Arnold,
1992), pp. 18 y 67.
7
Citado en Kathleen Taylor, ‘When fact and fantasy collide’, The THES, 20/27 Diciembre 2002, p. viii.
5
4
hombre en componentes bestiales angelicales”, que amenaza con disolver la propia base
de la humanidad misma.8
Traumatizados por la devastación y las colosales pérdidas absurdas, sobre todo por los de
la guerra y otras catástrofes originadas por el hombre, numerosos escritores, entre ellos
Malcolm Lowry, se han referido a un colapso de los valores morales en el vórtice de un
capitalismo en crisis, un capitalismo que "puede parecer la conciencia individual como
fragmentaria e incoherente”.9 Por otra parte, las afirmaciones filosóficas del racionalismo
hegeliano (que defienden ostensiblemente un sistema que abarca todo), han sido
impugnadas por el existencialismo. Desde Sigmund Freud (1856-1939), prominentes
psicólogos han establecido que el racionalismo moderno ha excluido invariablemente la
existencia de la mente inconsciente y subconsciente. Hace tiempo que Walker Percy ha
advertido contra los peligros de que una civilización dependa exclusivamente del
conocimiento, es decir, del lado analítico de la mente.10 La falta de confianza en la ética y
en el poder creativo e imaginativo de la mente humana ha sido culpada por la
desintegración de nuestro patrimonio cultural. Es dentro de este marco de referencia que
los escritores (como Ted Spivey), han sugerido que la única solución a este terrible dilema
es “que el hombre moderno experimente una renovación cultural”.11 Por otra parte, se ha
recomendado que "la ética y la estética deben integrarse con la ciencia y la tecnología en
los nuevos modelos sociales".12
La influencia de Walter Benjamin y la Escuela de Frankfurt.
Enraizada en un profundo interés por el cine y la literatura alemana, existen similitudes
sorprendentes entre las ideas de Malcolm Lowry y las de Walter Benjamin, un destacado
miembro de la Escuela de la Teoría Crítica (1930 -) de Frankfurt. Benjamin comparte con
Lowry un interés críptico en fuentes cabalísticas y románticas de la información, así como
en la hipótesis de Oswald Spengler en la caída de la civilización occidental. En este sentido,
hace hincapié en el carácter aleatorio que observa en el orden de los acontecimientos
8
Walker Percy, The Message in the Bottle: How Queer Man Is, How Queer Language Is, and What One Has
to Do with the Other (Nueva York: Farrar, Straus and Giroux, 1979), p. 113, citado en Ted R. Spivey, The
Writer as Shaman: The Pilgrimages of Conrad Aiken and Walker Percy (Macon, GA, USA: Mercer University
Press, 1986), p. 8.
9
David Ayers, ‘The Modernity of Adorno and Benjamin’, en Modernism: A Short Introduction (Oxford:
Blackwell, 2004), pp. 108-23 (p. 114). Véase también: Michael M. Jennings, Dialectical Images: Walter
Benjamin’s Theory of Literary Criticism (Londres: Cornell University Press, 1987), pp. 43 y 57.
10
Véase Spivey, p. 173.
11
Véase Spivey, p. 186.
12
Ibid.
5
históricos, la afirmación de que cada uno, con su discreto rasgo desarticulado, “no tiene
conexión necesaria en la situación temporal en la que se produce”.13
Más aún, en su búsqueda de la autenticidad, Benjamin ha desarrollado un concepto un
tanto romántico, sosteniendo que la sociedad ha abandonado la naturaleza al buscar la
instantaneidad del lenguaje y de la imagen. Esta hipótesis tiene graves implicaciones para
la estructura de la conciencia humana, la cultura y la experiencia (esferas en gran parte
ignoradas por Carlos Marx (1818-1883).14 Según Benjamin, la reproducción icónica envuelve
el proceso de la creación, modificando sus objetivos y transformando el estado del producto
y del productor, porque “la presencia de lo original es el requisito previo para el concepto
de autenticidad".15 Por lo tanto, siguiendo esta línea de pensamiento, el predominio de la
razón humana y del progreso tecnológico está convirtiendo poco a poco a la vida en el
conocimiento mismo (la información para ser manipulada en beneficio humano). Este
implacable proceso resulta en la extinción de nuestro contacto con la naturaleza y el medio
ambiente, una consecuencia prevista, por ejemplo, por el poeta William Wordsworth que
escribe:
El mundo es demasiado con nosotros: tarde y pronto,
Comprando y gastando, desperdiciamos nuestros poderes:
Poco vemos en la naturaleza que sea nuestro;
Hemos hecho a un lado a nuestros corazones, ¡una bendición sórdida!16
Benjamin observa que el hombre se esfuerza por controlar la naturaleza, a fin de no ser
dominado por ella. En el ejercicio de nuestra libertad y al hacer valer nuestra autoridad,
sostiene que intentamos aprovechar sus fuerzas para nuestros propios fines. Sin embargo,
en permitirnos, al parecer, dominar el universo, esta misma tecnología, paradójicamente,
también esclaviza a la humanidad, como Malcolm Lowry lo percibe al referirse a la refinería
de petróleo “Hell” en “El sendero del bosque que llevaba a la fuente.”17 Por lo tanto, la
ciencia por sí sola parece ofrecer a la humanidad una visión un tanto incorrecta de sí misma.
13
Citado en Jennings, p. 46.
Walter Benjamin, “The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction”, en Literary Theory: an
Anthology, ed. por Julie Rivkin and Michael Ryan, 2a ed. (Oxford: Blackwell, 2004), pp. 1235-41.
15
Benjamin, p. 1235. Véase también Jean Baudrillard, “From Symbolic Exchange and Death”, in From
Modernism to Postmodernism: An Anthology, ed. por Lawrence Cahoone, “a ed. (Oxford: Blackwell, 2003),
pp. 421-34 (p. 426).
16
William Wordsworth, ed. por Stephen Gill (Oxford: Oxford University Press, 1984), p. 270, citado en Ayers,
p. 120.
17
Malcolm Lowry, ‘The Forest Path to the Spring’, en ‘Hear us O Lord from Heaven Thy Dwelling Place’ y
‘Lunar Caustic’ (London: Picador, Pan Books Ltd, 1991), pp. 216-87 (p. 258).
14
6
Así, mientras fortalece la perpetuidad de nuestra existencia, tal conocimiento puede ser
visto como auxiliar también, porque, como sugiere Ayers, “un proceso de dominación se
extiende a toda la humanidad tanto en la vida privada del individuo como en todos los
aspectos de la vida pública e impersonal.”18
La modernidad ha sido descrita por los filósofos de la Escuela de Frankfurt (como Theodor
Adorno (1903-1969) y Max Horkheimer (1895-1973), como el resultado de una sociedad
fragmentada. De hecho, en su Dialéctica de la Ilustración (1944) Horkheimer afirma:
En el sentido más general del pensamiento progresista, la Ilustración siempre ha tenido como objetivo liberar
a los hombres del temor y el establecimiento de su soberanía. Sin embargo, la tierra completamente iluminada
irradia un triunfante desastre. El programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo: la disolución
de los mitos y la sustitución de los conocimientos por la fantasía. [ ... ] El conocimiento, que es el poder, no
conoce obstáculos: ni en la esclavitud de los hombres ni en la obediencia a los gobernantes del mundo. [ ... ]
La tecnología es la esencia de este conocimiento. No funciona por conceptos e imágenes, por la idea de la
suerte, sino que se refiere al método, a la explotación del trabajo de los demás, y al capital. [ ... ] Lo que los
hombres quieren aprender de la naturaleza es cómo usarla con el fin de dominarla totalmente y también a
otros hombres.19
Además, en su desencanto con los avances de la modernidad, la posmodernidad a menudo
se centra en "el lado oscuro de la razón de La Ilustración” cuya tragedia, según Adorno, se
basa en la dialéctica de lo general y lo particular:20
En lugar de que la persona encuentre la libertad dentro de la totalidad de la sociedad, la sociedad de la
Ilustración ha llegado a una unidad totalizadora en la que el individuo no puede actuar: ahora, el individuo
debe simplemente someterse a la sociedad que es demasiado grande y bien organizada para ser desafiada, y
debe aprender a tener un placer masoquista en su sometimiento.”21
En este contexto filosófico, el siempre supersticioso Malcolm Lowry, siempre propenso a lo
que, para él, son los accidentes manifiestamente malévolos, testigos de cómo "la naturaleza
18
Ayers, p. 121.
Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Dialectic of Enlightenment, trad. (al inglés) de John Cumming (L:
Verso, 1979), pp. 3-4, citado en Ayers, p. 121.
20
Waugh, p. 75.
21
Ayers, p. 123.
19
7
de la historia se inscribe al azar pero intensamente en ciertos eventos, personas y
creaciones", anunciando la desesperanza aparente de la situación del hombre en la
historia.22 Cabe destacar que Lowry experimenta la intensidad de la tragedia humana a
través de las calamidades personales y privaciones causadas por el incendio de su cabaña
de Dollarton el 7 de junio de 1944 y por la consiguiente pérdida de su manuscrito, “En lastre
hasta el Mar Blanco” (1936), (la parte final de su intento de trilogía titulada El viaje que
nunca termina), y también por la constante amenaza de desalojo.23 Este tipo de
acontecimientos catastróficos son retratados en las novelas trágicas de Lowry (Bajo el
volcán, Oscuro como la tumba, y La Mordida) que revelan, en la mente tanto del narrador
como del mismo Lowry, los signos del demonio suelto en un universo en el que la civilización
moderna parece haber renunciado a su relación con el entorno natural.24
La redención de La Mordida de Crimen y castigo y la expiación de las deudas del pasado.
Es La Mordida25, la que marca la culminación del reconocimiento de Malcolm Lowry de la
necesidad de arrepentirse tanto de sus propios pecados como de los de la humanidad
entera. En este sentido, el demonio de Sigbjørn Wilderness, el comodín benjaminiano de la
historia, se escondía detrás de las escenas de Bajo el volcán y, en menor medida, de Oscuro
como la tumba donde yace mi amigo, esperando el momento en que la imaginación
romántica de Lowry cediera finalmente a la culpa subconsciente en La mordida.
Exponiendo “cómo es que algunas personas son capaces de buscarle salida a sus
dificultades,"26 esta novela póstuma es "una continuación en el tiempo de Oscuro como la
tumba donde yace mi amigo” y una reasunción de esa historia.
Como su "pieza acompañante", La Mordida ha sido descrita por Lowry como "la
abominación de la desolación, escrita en un lugar santo”. En lo que se ha acuñado como
"algo nunca antes soñado, una obra de arte tan lejos de su concepción que no se podría
22
Véase también Jennnings, p. 152.
Véase Lowry, Sursum Corda!, I, p. 503-04. Un borrador temprano de In Ballast to the White Sea (En lastre
hacia el mar blanco) se descubrió recientemente entre los archivos de Jan Gabrial.
24
Véase Sursum Corda!, I, p. 500.
25
“Mordida” es un concepto que se utiliza en México para referirse al pago de un soborno a cualquier
autoridad.
26
Lowry, Sursum Corda!, II, p. 238. Véase también Lowry, ‘Work in Progress: The Voyage That Never Ends’, p.
87, citado en in Patrick A. McCarthy, Forests of Symbols: World, Text and Self in Malcolm Lowry’s Fiction
(Athens, USA: Universidad d Georgia, 1994), p. 149.
23
8
escribir", el adversario de Sigbjørn rápida y repetidamente vuelve a aparecer, requiriendo
su venganza a través de la corrupción, "como si se tratara de un drama de Ibsen.”27
Como sucedió en la vida real a Malcolm Lowry y Margerie Bonner en 1946, después de
haber dejado Cuernavaca, Primrose y Sigbjørn son detenidos en Acapulco (un testamento
“hacia el futuro”28) por una multa no pagada de cincuenta pesos sobre un supuesto
alargamiento de la estadía anterior en México en 1938.29 También están obligados a
presentar una fianza de mil pesos por supuestamente trabajar como escritores teniendo
visa de turistas. Posteriormente, se les amenaza a punta de pistola con la deportación (lo
cual es visto por Sigbjørn como un presagio en la forma de una "excomunión [ ... ] de Dios”),
supuestamente por transgredir las leyes de inmigración de México en lo que Pat McCarthy
ha llamado con justa razón “un encuentro kafkiano con la burocracia." (La Mordida, p.
239).30
En un nivel metafísico, sin embargo, en su incapacidad para pagar la multa o la deuda que
tenía, La mordida puede verse como un sentimiento de culpa subconsciente de Lowry por
su complicidad en el suicidio de Paul Fitte (que había sido su amigo cercano y compañero
de estudios en la Universidad de Cambridge) en noviembre de 1929. En la novela también
se reprocha a sí mismo, etimológicamente, por “el remordimiento” por haber cometido “el
error de pensar que lo que había sido entregado a un César deshonesto (incluso si no se
había reportado), [ ... ] había sido igualmente entregado a Dios” (La Mordida , p . 32).31
Girando en la vorágine de su imaginación romántica donde sus teorías estéticas y problemas
psicológicos se colisionan, estos fantasmas del pasado se originan en eventos, ya sea
deprimentes o que provienen de la primera visita de Lowry a México. En la mente de
Sigbjørn, son arrojados hacia él por una “sociedad enloquecida y autodestructiva que
estaba de hecho enferma y neurótica”, una sociedad fuera de quicio que estaba alterando
el mundo para dejarlo irreconocible (La Mordida p. 47-84) Las ocurrencias paralizantes de
27
Malcolm Lowry Archivos de la, Universidad de British Columbia, box 14, folder 7, p. 295, citado en
McCarthy, Forests of Symbols, p. 156; and Lowry, Sursum Corda!, II, p. 238.
28
Palabras textuales de Lowry, quien, en los archivos de la Universidad de British Columbia 13:18, 35
escribe: 'While they are travelling toward Acapulco they are going in the same direction as the monsoon,
toward the future; while static in Acapulco, because Sigbjørn instead of going ahead futilely worries about
the past, in an attempt to discover its meaning in relation to the present'. El subrayado es del traductor. N.
del T.
29
Malcolm Lowry’s ‘La Mordida’: A Scholarly Edition, ed. by Patrick A. McCarthy (London: University of
Georgia Press, 1996), p. 31. Futuras referencias a esta obra (siempre que sea posible) aparecerán
inmediatamente después de la cita entre comillas.
30
McCarthy, Forest of Symbols, p. 157.
31
Archivo de Lowry en la Universidad de British Columbia, 13:23, 154-55, citado en McCarthy, Forests of
Symbols, p. 161. Véase también el libro de Mateo en la Biblia: 22. 21. N. del A. (En donde se menciona el
famoso versículo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” N. del T.)
9
la “conejera del pasado”, (que plagaban a Lowry a través de los pensamientos de Sigbjørn),
representan duras pruebas de las cuales el último no puede, ni evadirse, ni superarlas, sin
regresar a vengarse o a expiarlas para “calmar sus fantasmas”, los demonios del pasado. (La
Mordida pp. 67, 59, 70, 71, 203, 244) Tales fantasmas incluyen a la ex mujer de Sigbjørn,
Ruth (la mujer americana que recuerda un tanto a Jan Gabrial, la primera esposa de Lowry)
y Peggy a quien en su imaginación intenta violar apasionadamente.
Con la esperanza de la redención, de la “victoria de Dios” Sigbjørn tiene éxito en transformar
estos sucesos en un arte que está “menos en las manos que en la cabeza, menos en la
ejecución que en la intuición” (La Mordida p. 214 y 246) Y haciendo esto, él,
paradójicamente perpetua el agudísimo dolor de las “visiones, alucinaciones y voces” de su
“Batalla de la Gran Bretaña” de 1940 (La Mordida pp. 243 y 246). A través del su re
enunciación se atreve a arrepentirse de ellos “el viaje al pasado es un descenso necesario
en el infierno interior en el que uno pone todo en riesgo en la búsqueda de la
regeneración.”32
El fracaso de Sigbjørn, al no poder pagar el soborno en La Mordida es explotado
inmediatamente por el demonio de su imaginación, que (conjurando indeseados y oblicuos
presagios en el desierto), lo trata como a una víctima (un personaje ficticio), temiendo a sí
mismo en la esfera de la novela escrita por su huésped (La Mordida pp. 38, 98, 235 y 238).
Así, Sigbjørn está atrapado en una seductora red de “desastres y supersticiones de una
ridícula obsesión de coincidencias y una newtoniana y alquimista “tiranía de los números”;
adictiva obsesión que afligió a Lowry mismo, perseguido por pesadillas de “los condenados
en su tormento” y de “la naturaleza […] más allá de la razón y del hombre,” Sigbjørn es
manipulado por los azares de la historia que son de dimensiones benjaminianas. Se
convierte en la mascota de fuerzas malignas exteriores. (La Mordida pp. 41 y 90) 33
Era un creador, pero en el caso de su estancia en México -aunque no había sido consciente de ello hasta ahora;
era como si él fuese el personaje conducido para cumplir con los propósitos de algún otro novelista, en una
inimaginable novela ajena a este mundo, que, en verdad, no existía. (La Mordida, p. 49)
Lamentándose de la falta de filantropía y compasión de sus pobres demonios (cualidades
humanas que él valora “por sobre todo”), Sigbjørn se ve a sí mismo como “no humano,
subordinado a diferentes leyes” (La Mordida p. 226). Es su incesante y agonizante conflicto
32
Lowry, Sursum Corda!, II, p. 238 y Grace, The Voyage That Never Ends, p. 61.
Véase también Betty Jo Teeter Dobbs, The Janus Faces of Genius: The Role of Alchemy in Newton’s
Thought (Cambridge: Cambridge University Press, 1991).
33
10
con la realidad lo que le impide adorar “las virtudes que el mundo hace mucho pareciera
haber olvidado” (La Mordida p. 227). Sin embargo, aunque le reza al “Santo de las causas
difíciles y desesperadas” que lo castigue para hacerle “el camino más fácil a los demás”, él
está perplejo con la barranca (ese cañón o abismo de Bajo el volcán, que yace entre lo
milagroso y lo racional “perdido… entre las mentiras e ilusiones del reflejo del mundo
fenomenal que incorrectamente aceptamos como el mundo objetivo” (La Mordida pp. 220,
258 y 218).
Sin embargo, como parte integral de “El viaje que nunca termina”, la Mordida “lanza todo
en reversa y se alza triunfante”. Esto termina en el sonambulismo salvador de Sigbjørn; su
“visión heroica de alegría completa […] (renacido en un sentido primaveral de creación
también, como artista o como poeta), […] mientras que logra arrepentirse de su pasado
envuelto en el caballeresco, compadecido y protector “velo de la celestial Cruz del Sur” (La
Mordida p. 318). Además su fe en el renacimiento redentor y romántico de su dislocada
alma es revelado, pendiendo de un hilo su posible escapatoria a través de la “mágica”
frontera mexicana, acompañando a Primrose a quien desea “ser leal […] más allá de la
muerte.” (La Mordida p. 227, 306, 253).
Habiendo hecho las reparaciones de sus transgresiones Sigbjorn y Primrose; los productos
de imaginación vívida y romántica de Malcolm Lowry, están destinados como los “niños de
Israel” apresurarse al ficticio Eridanus de su futuro en Dollarton, Columbia Británica en “El
sendero del bosque que llevaba a la fuente”. (Lowry, La Mordida, p. 69).34
El legado de La Mordida (al igual que lo es el de Lowry), es que, después de todo, hay un
atisbo de esperanza para el arrepentimiento de la civilización moderna:
Y ahí, separados por el Rio Grande por los siglos, por la eternidad, estaba el antiguo México, el gran, oscuro y
católico México, al cual quizás no podrán regresar jamás. ¿Qué era México? ¿Qué significaba? ¿Por qué el
sentimiento de no poder regresar era tan terrible? Sigbjorn no tenía una religión en particular, sin embargo,
se consideraba protestante: ¿pero qué podría un protestante orar por México? ¿No lo tenía prohibido, hasta
aquí, rezar a la virgen de Guadalupe, la virgen de los que no tienen a nadie, ni agradecerle por su salvación.
No estaba prohibido rezar por no agradecerle a Fernando. No lo tenía más prohibido de haber sido un católico
y abrazar tales herejes como él y como ella. Ni rezar para convertirse en un hombre mejor, más sabio, más
valiente, más digno, más decente, compasivo y comprensivo. Y un mejor escritor, o mejor dicho un escritor.
Primrose había venido a visitar su primer país extranjero y había venido de luna de miel, no tenía prohibida la
esperanza de que ella hubiera encontrado una fe mayor en el sentido de la vida, en su profundidad, en su
terror. Ni tener esperanza de lo que había muerto era él mismo, y lo que venía a través de estas confusiones,
34
Véase también Lowry, Sursum Corda!, II, p. 436.
11
estas vacilaciones, estos malos entendidos, mentiras y desastres, estos tejidos “un punto aquí un punto acá”
estos guiones de última hora sin sentido, este horror, esta traición, estas proyecciones del pasado sobre el
presente, de la imaginación sobre la realidad, que fuera de estas dislocaciones del tiempo, estas
configuraciones de la irrealidad, y el colapso de la voluntad, fuera de ellos no había nada, sino agonías
incomunicables como los de la mente y el corazón se extendían y se atenuaban más allá de la resistencia en
una eterna agonía, fuera de la mera cobardía ante el más mínimo peligro y valentía ante lo que parece fácil
de superar, y mal de amores, y extrañar, había nacido, una alma oscura y trémula […] asegurados en los brazos
uno del otro, era como si sus almas estaban naciendo o arrulladas como niños sobre esta inundación de un
mar de paz. Una luz de luna absolutamente tranquila crecía metiéndose al horizonte, detrás del cual se
elevaba lentamente, inclinada, como si fuera sostenida por el brazo invisible de un acólito o un padre, para
ahuyentar al mal, la plata, la cruz. (La Mordida p. 318-19.)
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