ADOPCIÓN INTERNACIONAL EN CASOS DE EMERGENCIA. CASO DE HAITÍ Almudena Olaguíbel Educación y Derechos de Infancia UNICEF Comité Español Publicado en Revista de Derecho de Familia nº 50 Primer Trimestre 2001. Año XIII LEX NOVA Recientemente hemos asistido a un nuevo debate sobre la adopción internacional en casos de emergencia, después de ver las consecuencias del terremoto que asoló Haití el pasado mes de enero. Las noticias que llegaban de los niños víctimas del terremoto generaron una corriente de opinión que presionaba por sacarles de allí con celeridad, y numerosos particulares y organizaciones de diferentes países ofrecían acoger de forma temporal o permanente a niños necesitados de protección. Mientras las organizaciones no gubernamentales y las agencias de Naciones Unidas que estaban trabajando en la emergencia llamaban a la calma y explicaban los pasos necesarios para reunificar a las familias, varios países de la OCDE fletaron vuelos con grupos de niños a bordo, e incluso desde algunos ámbitos oficiales se estudió la posibilidad de abrir proyectos de acogimientos de emergencia. Las imágenes y noticias de niños solos trasladan la idea de caos; sin embargo, un repaso a la normativa, tanto nacional como internacional, así como a las recomendaciones de diferentes organismos que trabajan en emergencias, nos permite constatar que la forma en la que se debe actuar está perfectamente regulada, y contrastada a través de la experiencia. España es el segundo país del mundo con el mayor número de adopciones internacionales (después de Estados Unidos), y ocupa también el segundo lugar en número de adopciones internacionales por cada 100.000 habitantes (detrás de Noruega). Según cifras oficiales, en el año 2008 fueron 3.156 niños los niños adoptados en el extranjero por familias españolas. La Ley 54/2007, de 28 de diciembre, de Adopción Internacional, es la norma aplicable en esta materia, y, como establece en su Exposición de Motivos, es una Ley que “conjuga los principios y valores de nuestra Constitución con las disposiciones de los instrumentos internacionales en materia de adopción que son parte de nuestro ordenamiento jurídico”. Entre estas disposiciones internacionales se encuentran la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos del niño de 20 de noviembre de 1989, la Declaración de Naciones Unidas sobre los principios sociales y jurídicos aplicables a la protección y al bienestar de los niños, (Resolución de la Asamblea General 41/1985, de 3 de diciembre de 1986), y el Convenio relativo a la protección del niño y a la cooperación en materia de adopción internacional, de 29 de mayo de 1993. Precisamente este Convenio se promulgó ante la ausencia de normas reguladoras y mecanismos de supervisión en algunos países de origen, y por las posibilidades de lucro que se daban en el ámbito de las adopciones internacionales. Estas posibilidades habían alentado el crecimiento de una industria en la que se daba prioridad a los beneficios materiales en desmedro del interés superior de los niños, siendo frecuentes el secuestro y la venta de niños y niñas, la intimidación de los padres y el pago de sobornos. Así, en aplicación de nuestra Constitución y del ordenamiento internacional, la legislación española vela por que las adopciones internacionales se realicen, ante todo, en interés superior del niño y con respeto a sus derechos. Precisamente el respeto a esos derechos y al interés superior del adoptando redunda en unos requisitos y plazos que a menudo se interpretan como simple burocracia innecesaria, cuando realmente son parte de un procedimiento imprescindible para garantizar la seguridad jurídica y el interés superior del menor. Sin embargo, ante situaciones de catástrofe natural o de conflictos bélicos, puede llegar a pensarse que estos requisitos deberían “rebajarse”, y facilitar así la adopción o el acogimiento de los menores de edad, bajo el amparo de una supuesta vida mejor en algún país desarrollado. Esto puede explicarse en parte por el mismo carácter de urgencia que impregna a las actuaciones que se ponen en marcha (dotación de agua potable, alimentos, refugio, etc.), en las que prima la necesidad de ser ágiles y efectivos. Por el contrario, la normativa internacional, y, por ende, la española, es mucho más estricta en estos casos. Naciones Unidas establece un plazo mínimo de dos años -desde la catástrofe o el final del conflicto armado- para reiniciar esta medida de protección, afirmando que la adopción siempre ha de ser subsidiaria a otras medidas de atención a la infancia que se puedan ofrecer desde el propio país. Y la Ley de Adopción Internacional española establece en su artículo 4 las circunstancias que impiden o condicionan la adopción, y determina que no se tramitarán solicitudes de adopción: “a) Cuando el país en que el menor adoptando tenga su residencia habitual se encuentre en conflicto bélico o inmerso en un desastre natural”. Las razones son fáciles de comprender: en estas situaciones no es posible verificar que todos los requisitos necesarios para proceder a una adopción sean respetados - la búsqueda y reunificación de niños y sus familiares puede durar muchos meses-, y sacar a un niño de su entorno después de haber vivido una situación traumática se ha probado más perjudicial que beneficioso. Volviendo al caso concreto de Haití, ya en las Observaciones Finales del año 2003 que el país recibía del Comité de los Derechos del Niño (órgano que vela por la observancia de las disposiciones de la Convención sobre los Derechos del Niño) este Comité expresaba su preocupación por: “el gran número de niños que están separados de sus padres”, “el aumento de la adopción internacional sin que se disponga de un mecanismo adecuado de vigilancia”, “el número cada vez mayor de niños de la calle (..) y que algunos de ellos hayan desaparecido”, y “la elevada incidencia de la trata de niños de Haití a la República Dominicana”. Por su parte, estimaciones de UNICEF indicaban que unos dos mil menores de edad haitianos eran traficados anualmente. Como vemos, ni en momentos de estabilidad se podía asegurar un riguroso cumplimiento de los procedimientos de adopción internacional; de hecho, España había suspendido las adopciones con este país en julio de 2007, debido a la falta de garantías sobre la identidad de los menores y sobre la integridad de las instituciones implicadas. Después del terremoto, algunos países que estaban tramitando adopciones con Haití decidieron suspenderlas, por la incapacidad de las autoridades haitianas en aquel momento de seguir los procedimientos solicitados. Ante las dudas y las reclamaciones que pedían mayor celeridad para los casos de adopciones ya iniciadas, el Centro Internacional de Referencia para los Derechos del Niño Privado de Familia (SSI/CIR) aconsejó diferenciar entre los niños y niñas que habían sido declarados adoptables y aquéllos para los cuales ya había sido pronunciado un juicio de adopción. Para los segundos, un traslado de los mismos hacia sus familias adoptivas se podría considerar sólo bajo ciertas condiciones, como que se comprobara que el expediente del niño estaba completo y que el juicio de adopción había sido efectivamente pronunciado, que la adoptabilidad psico-social del niño (es decir, su capacidad para ser adoptado) fuera evaluada nuevamente tomando en cuenta el traumatismo que pudiera haber afectado al niño, y que las autoridades haitianas estuvieran debidamente informadas y participaran en la finalización de las adopciones en cuestión. Este fue el contexto en el que se culminaron los siete procesos adoptivos que estaban únicamente pendientes de viaje en el caso de España, dado que habían sido iniciados con anterioridad al cierre de las adopciones en 2007. Por lo que respecta a los niños y niñas que no cumplían estas condiciones, el SSI/CIR desaconsejaba iniciar ningún trámite que permitiera acelerar los procedimientos de adopción. También se pronunciaba este organismo sobre la posibilidad de tramitar acogimientos temporales en familias, hasta que el país fuera reconstruido (o por lo menos capaz de atender las necesidades de la población), o mientras durara el procedimiento de búsqueda y reunificación: “estos niños se encuentran en una situación de mucho estrés y su repentino traslado hacia un nuevo país y una nueva familia puede crear un importante impacto psicológico cuyas consecuencias son difíciles de evaluar. Según las directrices del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la evacuación de los niños o su colocación temporal en familias extranjeras son traumatizantes. Este trastorno agrava los traumatismos que los niños ya están sufriendo.” La única razón justificable para trasladar a los niños a otros países sería con el objetivo de recibir atención médica que no pudieran recibir en su país, y siempre acompañados de un cuidador que ellos conocieran. Las numerosas historias sobre reunificaciones que vamos conociendo a lo largo de los meses, así como sobre la reanudación de los sistemas de salud y educación (que suponen un inicio de vuelta a la normalidad para la infancia haitiana), siguen justificando todas estas cautelas. Bibliografía: - Web. FAMUR. Familias adoptantes de Murcia http://famurvolveracasa.blogspot.com/2010/01/terremoto-en-haiti-adopciones.html - “La adopción internacional se complica”. Revista Escritura Pública, nº 62 - Convención sobre los Derechos del Niño de 1.989 - Ley 54/2007 de 28 de diciembre, de Adopción Internacional