El hombre, ser indefenso. El hombre común, en esta sociedad científico-técnica, no entiende nada, se empequeñece y tiende a no dudar ni a plantearse interrogantes, vive fuera de él mismo. “Y es difícil saberse a sí mismo, afirma Adela Cortina, en una civilización acelerada, vertida al exterior, cuando monopolizan nuestra vida el correo electrónico, el teléfono móvil, el contestador, las miríadas de exigencias burocráticas, las turbulencias del mundo económico, no digamos del teatro político, y así casi hasta al infinito.” El hombre, cual aprendiz de brujo, se ha convertido en esclavo de sus propias realizaciones y lo malo es que “los árboles le impiden ver el bosque.”. Ignoramos quiénes somos y adónde vamos. Nos hemos acostumbrado a que la “incivilización” del automóvil produzca atascos a diario que, según las últimas estimaciones, ocasionan unas pérdidas en España de 2,5 billones anuales de las antiguas pesetas en concepto de pérdida de horas de trabajo y consumo de gasolina (ignoro si se tienen en cuenta otros costes sociales por enfermedades o por la emisión de gases de efecto invernadero y por los accidentes que tantas vidas siegan o dejan personas incapacitadas de por vida). Únicamente nos escandalizamos los días de puente en los que se producen centenares de kilómetros de atasco. ¡No hay derecho, este gobierno es un inútil! Solemos escuchar y reclamamos más y más autopistas, con lo que el fenómeno se acrecentará por un efecto llamada. El alcalde de Madrid, del que no se puede asegurar que piense, va a hipotecar a sus conciudadanos durante dos generaciones para soterrar la autovía de circunvalación, perdón Calle M-30, con lo que los problemas crecerán. Hace falta que la sociedad piense, se despierte y cambie de hábitos. Para eso hace falta reflexionar, necesitamos recapacitar y para eso necesitamos parar, escabullirnos de la vorágine a que nos vemos sometidos y filosofar. Filosofar es una necesidad vital del hombre. “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” afirmaba Ortega en sus Meditaciones del Quijote en 1914. Nuestra circunstancia actual es estar inmersos en una dictadura difusa y anónima, (la autoridad anónima de Fromm), horizontal y no jerárquica, con forma de red, despersonalizada, la dictadura del pensamiento único y de los mercados que produce la narcotización de las mentes y conduce al hombre medio al fatalismo admitiendo que no hay nada que hacer. Una dictadura en la que la verdad se esconde avergonzada, lo que prima es la verdad del circo mediático, sólo existe lo que sale en televisión y tanto es más verdadera cuanto se afirme con mayor seguridad, convicción y firmeza. Los gritos, insultos y descalificaciones sustituyen al pensamiento y la argumentación. Las convicciones desplazan a las ideas por lo que, si no se enseña a pensar, a argumentar, a filosofar en definitiva, el género humano se convertirá en pura animalidad y será prisionero de su mente manipulada; darse cuenta de ello es el primer paso en el camino de la liberación. “El esclavo- decía Hegel- lo es porque no se sabe a sí mismo”. (Citado por Adela Cortina, Por una ética del consumo). “El efecto de la sociedad - afirmaba Erich Fromm – no se limita a atiborrarnos la conciencia de ficciones, sino que además nos impide la percepción de la realidad” (Psicoanálisis de la sociedad contemporánea) El pensamiento único nos dice: tienes que adaptarte y el hombre medio tiene que adaptarse y someterse para sobrevivir. Adaptarse y someterse a la economía de mercado, a la globalización financiera y especuladora, a la competitividad, a los empleos precarios, a la posibilidad del paro o de la jubilación anticipada, a la explotación laboral, al acoso en el trabajo, a la posibilidad de deslocalizaciones y fusiones, con las consiguientes pérdidas de puestos de trabajo, a los paraísos fiscales, a las especulaciones financieras e inmobiliarias efectuadas por los “amos del universo”. Adaptarse y someterse al yugo que supone el pago de las hipotecas durante, prácticamente, toda la vida. Adaptarse a la arrogancia y prepotencia del poder, al trabajo infantil esclavo, a la trata de blancas. Adaptarse a las amenazas de privatización de los servicios públicos o a su posterior desaparición. En sumo: adaptarse a vivir con miedo, sin dignidad y esperanza y a deshumanizarse. El sistema aborrece de los que piensan y se rebelan, les descalifica tachándoles de “inadaptados”. Cuenta Ortega que lo que diferencia al hombre del animal es su capacidad de ensimismarse para pensar mientras que el segundo está siempre en movimiento, en estado de alteración. Dice que se le ocurrió esta idea contemplando a los monos en su jaula de la antigua Casa de Fieras del Retiro madrileño. Podemos pensar que la humanidad entera está metida en una jaula que es agitada por una mano invisible. En nuestra manos está salir de ese estado, cambiar la circunstancia que nos rodean, pero para eso primero tenemos que ser conscientes de ello, captar la realidad circundante y obrar. Solamente cuando Sansón, ciego y atado a la rueda del molino con los demás esclavos, recobró la fuerza y la lucidez se pudo deshacer de sus opresores…