PRERROMÁNICO Y ROMÁNICO. 1. Marco espacial y temporal. Comenzamos presentando dos mapas: el primero nos sitúa la distribución de los reinos germánicos hacia finales del siglo VI d. C. con los visigodos dominando la península Ibérica y los francos extendiéndose hacia el este. El segundo es el mapa de la Europa del románico, con la península dividida y la aparición del Sacro Imperio germánico ocupando la zona oriental del antiguo imperio carolingio. El marco cronológico es complejo pero lo vamos a simplificar de la siguiente forma: 1. Pueblos de tradición germánica (francos, visigodos, lombardos, etc) entre los siglos VI y VIII. Destacaremos a los visigodos. 2. Pueblos y culturas prerrománicas de los siglos IX y X entre los que destacaremos el Imperio carolingio y las culturas asturiana y otoniana. 3. La cultura románica de la Europa feudal de los siglos XI y parte del XII. 2. Los reinos germanos. En el año 476, Odoacro depuso a Rómulo Augústulo acabando con el imperio romano de occidente y dando lugar al origen de la Edad Media. El espacio europeo se fragmentó siendo ocupado por los francos (la Galia), los visigodos (Hispania), los anglos y sajones (Britania) y los ostrogodos y lombardos (Italia). En cuanto a las culturas desarrolladas, políticamente estaban gobernados por un rey (electivo al principio, hereditario después) al que asesoraba una consejo de nobles y guerreros. La sucesión de guerras crearon un ambiente de inseguridad, las ciudades fueron saqueadas y la población se desplazó al campo buscando la protección de ricos propietarios. La economía era agrario-ganadera y el comercio prácticamente desapareció. La cultura sufrió un fuerte declive aunque nos han llegado algunos restos arquitectónicos y hermosas piezas de orfebrería. Los descendientes de los romanos y los 1 germanos mantuvieron al principio distintas leyes pero acabaron mezclándose, adoptando el latín como lengua y el cristianismo como religión. Los visigodos habían entrado a finales del S. IV en el Imperio presionados por los Hunos. Tras saquear y conquistar Roma el emperador les ofreció un pacto: a cambio de expulsar a suevos, vándalos y alanos de la península Ibérica, recibirían tierras al sureste de la Galia. Al comienzo del S. VI los francos les expulsaron de allí y pasaron a instalarse definitivamente en Hispania creando un reino con capital en Toledo. En su etapa de plenitud (VI-VII), consiguen unificar la península (Leovigildo) logrando la unidad religiosa con Recaredo y la legislativa con el Fuero Juzgo de Recesvinto. Nos dejaron pequeñas iglesias construidas en piedra con techumbres de madera y columnas toscas con arcos de herradura como puede verse en S. Juan de los Baños. San Isidoro de Sevilla nos dejó algo parecido a una enciclopedia en las Etimologías. En el año 711, los musulmanes aprovecharon las disputas por el trono entre familias para invadir la península. 3. Pueblos y culturas prerrománicas. De la evolución de los pueblos germánicos en Europa destacamos las culturas carolingia y su heredera la otoniana y la cultura asturiana. En el territorio de La Galia, los reyes francos eran débiles y fueron dejando el gobierno en manos de altos funcionarios, los mayordomos de palacio. Uno de ellos, Carlos Martel, derrotó a los musulmanes en Poitiers (732) frenando la expansión islámica por Europa. Un hijo de éste, Pipino el Breve, derrocó al monarca y se coronó rey. Su hijo Carlomagno se convertirá en figura destacada de la Europa de su época: intentó refundar el imperio romano de occidente extendiendo el reino franco por territorios de las actuales Alemania, Suiza, Chequia, Austria, Hispania e Italia. En el año 800 fue coronado en Roma como nuevo emperador de occidente. Culturalmente absorbió la tradición romana e incorporó la cultura bizantina. Destacó la construcción del gran recinto palaciego de Aquisgrán del que solo se conserva la capilla palatina. Para gobernar el imperio, lo dividió en provincias (condados) al mando de un conde dejando las zonas de frontera (marcas) al mando de un marqués con un aguerrido ejército. Condes y marqueses eran nombrados por Carlomagno en una ceremonia en la que le juraban fidelidad, iniciándose las relaciones de tipo feudal. La forma de vida era rural. Cuando un rey franco moría, el reino se dividía entre sus hijos. Al morir el hijo de Carlomagno, sus descendientes se repartieron el imperio: a Carlos, le quedó la zona central y occidental de Francia actual; a Lotario la parte oriental y norte de Italia y a Luis, parte de la actual Alemania; lucharon entre sí hasta que el tratado de Verdún (843) reconoció dicho reparto. A la muerte de Lotario, su reino se dividió entre sus hermanos constituyéndose el reino de Francia al oeste y el futuro imperio alemán de los otones al este; allí, la cultura otoniana se sentirá heredera de la carolingia, construyendo grandes iglesias y monasterios en los que floreció la escritura y la ilustración de libros. Al tiempo que Europa caía bajo el imperio carolingio-otoniano, se desarrollaba en el norte de la península Ibérica, la cultura asturiana. Surge tras la elección por parte 2 de los visigodos que huían del Islam y que se refugiaron en la Cordillera Cantábrica, de un rey, don Pelayo. La victoria de sus seguidores sobre una columna musulmana en Covadonga (718), le permitió afianzar su autoridad territorial y situar su capital en Oviedo. Hacia el año 800, el reino de Asturias abarcaba desde Galicia hasta Álava y durante los siglos siguientes los reyes se extendieron hacia el sur coincidiendo la máxima expansión con el reinado de Alfonso III (866-910). En el siglo X la capital se trasladó a León y pasó a llamarse reino de León. Lo más sorprendente de esta cultura, es que adoptando formas de organización similares a las europeas, generó formas artísticas espectaculares. Sus Iglesias (S. Miguel de Lillo, Santa María del Naranco antigua sede del Aula Regia o Consejo, S. Julián, San Salvador de Valdediós), se construyen con piedra e introducen el arco de medio punto y las bóvedas de cañón presentando sus paredes magnífica pintura al fresco, siendo pocos los restos escultóricos conservados. 4. La cultura románica. La cultura románica se inscribe en el contexto del feudalismo y la sociedad feudal. Las luchas derivadas de la desintegración del imperio carolingio facilitaron una nueva oleada de invasiones: vikingos o normandos de Escandinavia que asolaban Britania, norte de Francia y sur de Italia, húngaros que presionaban el este de Europa y musulmanes que penetraban por el sur. La situación de inseguridad favoreció la aparición del feudalismo: como los reyes eran débiles y no tenían ejércitos, los campesinos buscaron la protección de nobles con ejército y castillo, quienes a cambio de su amparo, les exigía trabajo y sometimiento a su autoridad; así pasaron de campesinos a siervos. El rey era un noble más, pero a cambio de cederles a estos tierra (feudo) les exigía a su vez fidelidad, ayuda militar si la necesitaba y consejo. Este pacto era el vasallaje y la ceremonia, el homenaje; en ella se producía la investidura o entrega del feudo. Como los nobles, a su vez, tenían vasallos, se formó una cadena de lazos personales que llamamos relaciones feudo-vasalláticas. La sociedad así formada era estamental y a cada estamento (nobles o bellatores, clérigos u oratores y trabajadores o laboratores) se pertenecía por nacimiento, siendo los dos primeros privilegiados, porque no pagaban impuestos, no realizaban trabajos manuales y controlaban los principales cargos. Describiendo algo cada grupo, a los reyes su propia debilidad les llevó a tener que contar con los ejércitos de sus vasallos proviniendo sus ingresos de sus tierras y de algunas ciudades. Alrededor de él se creó una Curia o Consejo Real que le ayudaba, desplazándose con él puesto que no había capital fija; aunque había distinciones dentro de la nobleza, su principal actividad era la guerra, acudiendo los caballeros en auxilio del rey junto a sus mesnadas; los campesinos podían ser siervos o libres. Los primeros vivían en la reserva señorial, carecían de tierras y estaban completamente sometidos a la autoridad señorial, ejerciendo tareas domésticas y cultivando las tierras del señor. Los segundos vivían en la aldea y trabajaban los mansos (porciones de tierra que el señor concedía para el sustento del campesino) pagando rentas al señor; además, los nobles poseían derechos de jurisdicción sobre estos territorios pudiendo administrar justicia y cobrar impuestos. El trabajo en el campo era muy duro; no había abonos y se practicaba el barbecho para cultivar trigo, cebada, 3 legumbres, hortalizas, viña y frutales. Mención aparte merece el clero. El Papa era la cabeza visible y gobernaba sobre los Estados Pontificios; tenía poco poder militar pero gozaba del poder de la excomunión. Destacaron sus conflictos con el emperador del Sacro Imperio Germánico con quien se disputaba la supremacía en Europa. Bajo el Papa estaba el clero secular con obispos al mando de diócesis y éstas con parroquias y sacerdotes, y el clero regular, con las poderosas órdenes monacales encabezadas por un abad bajo el que estaban los superiores que dirigían los monasterios habitados por frailes, monjes y monjas. No obstante, la cultura de la época viene determinada por la Iglesia y se manifiesta en el arte románico donde predominan las iglesias, las catedrales y los monasterios. En escultura y pintura se busca el sentido espiritual plasmando la esencia interior y no la belleza, utilizándose todo tipo de símbolos; los artistas serán meros artesanos y llevarán una vida itinerante. El monasterios, además de centros económicos de primer orden, serán foco de la cultura monacal; en ellos se copiaban manuscritos y se ilustraban con miniaturas, dado que solo los clérigos y algunos laicos sabían leer. La arquitectura acabó utilizando la piedra en la totalidad del edificio. Bóvedas de arista, cañón y cúpulas eran sostenidos por gruesos muros o pilares sobre los que descansaban arcos de medio punto. El aspecto era sólido, había pocas ventanas y escasa luz interior. Aunque se usaron variados tipos de plantas destacó la de cruz latina con una o varias naves en los dos brazos. El más largo solía acabar en uno o varios ábsides. Destacaron las enormes iglesias vinculadas al camino de Santiago como S. Saturnino de Toulouse, Santa Fe de Conques y Santiago de Compostela. En la escultura románica se practicó la estatua (Cristo crucificado y Virgen con el Niño), pero mucho más el relieve; éste aparece en las portadas (tímpano, arquivoltas, jambas, dintel y parteluz) y en los capiteles de las columnas y se convierte en la Biblia en piedra, cumpliendo la función de adoctrinar a las masas analfabetas de campesinos. El tema preferido fue el del Juicio Final. La pintura se practicó al fresco sobre la gran cantidad de muro que ofrecía la iglesia románica. Las figuras carecen de naturalismo y aparecen en posturas rígidas con mayor tamaño cuanto más importante es el personaje (perspectiva jerárquica). Los colores se aplican en gran variedad, de forma plana, sin gradación cromática y la línea negra, gruesa, sirve para marcar claramente las siluetas y separar las áreas de color. No aparecen paisajes de fondo para no distraer sobre el mensaje; lo que sí aparecen son símbolos como el tetramorfos, la alfa y la omega, la mandorla, etc. En la península Ibérica conservamos los mejores ejemplos de pintura; destacan los frescos de las iglesias de S. Clemente y Santa María de Tahull y los del Panteón Real de San Isidoro de León. 4