Pablo Calvo, Álvaro Escudero, Diego Latorre

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ÍNDICE
1. La Arqueología clásica desde la Antigüedad hasta el Barroco - Pablo Calvo.
2
 1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad.
2
 1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media.
3
 1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco.
5
 Bibliografía.
9
2. La Arqueología clásica en el siglo XVIII - Álvaro Escudero.
10
 2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias.
10
 2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour.
12
 2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya.
14
 2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti.
18
 Bibliografía.
20
3. La Arqueología clásica en el siglo XIX - Diego Latorre.
 Bibliografía.
21
28
4. La Arqueología clásica en el siglo XX - Javier Gómez.
 4.1. Creta y la cultura minoica.
 4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon.
 4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.
 4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología.
 Bibliografía.
1
29
29
32
33
34
36
1. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA DESDE LA ANTIGÜEDAD HASTA EL
BARROCO
Pablo Calvo Greciano.
1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad.
1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media.
1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco.
1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad
La Arqueología no nace hasta la segunda mitad del siglo XIX, antes no existía. Aún
así, tenemos bien atestiguado que en la Antigüedad hubo interés por lo arcano, comenzando
en Grecia el camino hacia la aparición de la Arqueología.
Desde el período áureo Grecia había quedado salpicada de ruinas, objetos, y obras
artísticas y literarias, y también fortificaciones, palacios y enterramientos de la antigua
civilización micénica, que entró en decadencia a finales de la Edad de Bronce (hacia los siglos
XIII-XII aC). Bajo la idea de que todo tiempo anterior fue mejor, pequeñas comunidades se
establecieron en las ruinas de las acrópolis aqueas de Micenas, Atenas… tratando de
conservar esas edificaciones con una historia legendaria y remota que, reclamando así unos
antepasados privativos, consolidaba la identidad de la comunidad, su legitimidad sobre un
territorio. Los objetos antiguos cuanto más arcanos fueran más cercanos estaban del contexto
legendario de una cultura, lo que le dotaba de poderes mágicos, que se transmitían a su
portador, el cual los lucía conociendo la distinción que estos le daban frente a los demás. Así
lucían reliquias y huesos de semidioses, que se trataba de huesos de mamuts y otros animales
prehistóricos, que debido a sus enormes dimensiones concordaba con el tamaño que pensaban
tenían los de los héroes, cíclopes o gigantes, ya que, por ejemplo, el cuerpo de Aquiles medía
casi cinco metros y un dedo de Hércules tuvo que ser sepultado en un túmulo. Los santuarios
helenos eran receptores de distintos tipos de objetos, que asociaban con lo sagrado y con el
pasado y la identidad de la ciudad.
Los hechos fortuitos llevaban a los más sorprendentes hallazgos. Los romanos
protegieron con leyes su patrimonio monumental, como con la Lex Sepulcri, que castigaba a
quienes quitasen los paramentos de los monumentos funerarios con el fin de su
2
reaprovechamiento para otras construcciones públicas o privadas, ya que la depredación
deliberada de objetos y edificios del pasado estaba a la orden del día en la Antigüedad. Así, el
coleccionismo hizo que se produjese la búsqueda de objetos del pasado entre los escombros
de antiguas ciudades muertas. Los romanos, que destacaron por su coleccionismo, atesoraron
cientos y cientos de obras de arte griegas de todas las cronologías provenientes del pillaje
fomentado por los generales de Roma. Así empezó a crecer la preocupación porque los cada
vez más usuales expolios patrimoniales borrasen el pasado histórico de los pueblos, y
aparecieron los cronistas viajeros, interesados en las civilizaciones, gentes y costumbres del
pasado, investigando y escribiendo sobre ellas a través del trabajo de campo, como Pausanias
en el siglo II dC, quien describió lugares, obras de arte y monumentos de Grecia condenados a
desaparecer. Aún así esto no dio impulso a la aparición de una disciplina arqueológica. Los
romanos buscaban la localización ya no sólo de personajes míticos y heroicos, como pasaba
en Grecia, sino que localizaban las tumbas de personajes históricos relativamente modernos ,
movidos por la nostalgia y el respeto intelectual.
A partir del siglo IV dC las invasiones de los pueblos germánicos fueron la calamidad
que se abatió contra la cultura, ideales y patrimonio del mundo clásico, originándose pillajes a
gran escala del caudal patrimonial del Imperio Romano. A esto se le sumó la oficialización
del cristianismo como religión oficial del Estado, prohibiéndose la realización de los rituales y
sacrificios de los adoradores de los dioses olímpicos, orientales, los fenómenos naturales, los
astros… y la consiguiente destrucción de las obras de arte, imágenes, templos y exvotos
relacionadas con ellas. También tenemos bien atestiguada la cristianización de monumentos
prehistóricos en las regiones romanas. Otro golpe que sufrió el contexto helénico lo llevó a
cabo el emperador bizantino Justiniano en el año 529 dC cuando mandó la disolución de la
Academia Neoplatónica de Atenas, y sus libros, además de cientos de pinturas, y esculturas
de dioses se quemaron públicamente en el anfiteatro de Constantinopla.
1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media.
En la Edad Media se encontraban por doquier en toda la geografía europea los
templos, arcos honoríficos, basílicas, mosaicos, estatuas… En torno a las edificaciones
romanas se fue creando una esfera de misterio, que distorsionó su realidad histórica. La gente
del vulgo europeo tenía la visión de Roma como un gran cementerio plagado de tesoros
ocultos. Las distintas facciones nobiliarias luchaban en la ciudad medieval de Roma por
3
prevalecer unas sobre otras, por lo que las edificaciones clásicas con dimensiones apropiadas
se reformaron, fortificaron, alteraron y amurallaron con fines defensivos. Esto debió salvar
muchas construcciones romanas de ser destruidas y despojadas de sus piedras y mármoles. A
parte de esto, en el año 376, los emperadores Graciano, Valente y Valentiniano, prohibieron a
los constructores que los materiales con los que edificasen las casas provinieran de
monumentos y Teodorico, rey de Italia entre el año 494 y 526, promulgó leyes que abogasen
por la inmutabilidad de las construcciones arquitectónicas antiguas. Resulta curiosa también
la aparición de un “anticuariado” oficial al dar libertades de excavación a los individuos que
conociesen la ubicación de tesoros ocultos, siempre y cuando lo hicieran acompañados de
testigos y entregando el oro y la plata encontrado a las arcas. A parte de todo esto los propios
dirigentes y mandatarios llevaban a cabo también depredaciones sobre el patrimonio del
pasado. Las basílicas cristianas eran grandes escaparates del arte y cultura material de la
Antigüedad clásica (los muros se recubrían de coloridos mosaicos y mármoles, en los
sarcófagos labrados con gran maestría se enterraban miembros de la aristocracia y la realeza,
las bañeras termales y urnas funerarias se reutilizaron como pilas bautismales y pilas de agua
bendita, los relicarios y cálices se enjoyaban con camafeos y gemas de factura romana… Las
estatuas clásicas, sin embargo, corrieron una peor suerte, ya que se pensaba que fueron
realizadas por demonios y por ellos poseían poderes sobrenaturales y mágicos, y así fueron
destruidas para realizar cal, armas, monedas… La búsqueda y recuperación de reliquias de
mártires y santos constituyó también una destrucción del patrimonio arqueológico donde se
encontraban, asemejándose éstas a las de los héroes y semidioses en la Antigüedad. En esta
época el método de interpretación arqueológica retrocedió respecto al de los estudiosos de la
Antigüedad, como Tucídides.
Lo que distinguió la Edad Media fue la visión de que el apropiarse de acontecimientos
históricos lejanos, traía grandes beneficios políticos, religiosos y sociales, para lo cual eran
necesarios los estudios anticuarios. Entre los siglos IX y XV Europa retornó a la romanidad
en diversos campos, por ejemplo, en el ámbito político, en la creación de gran reino, el franco,
que reclamó la reinstauración del Imperio Romano de Occidente, la Renovatio Romani
Imperii. Carlomagno excavará en la Ciudad Eterna y Rávena en busca de capiteles, columnas
y otros elementos de mármol con los que engalanar Aquisgrán, la capital, y otros puntos como
la abadía de Aix la Chapelle. Los artistas carolingios tomaron aspectos del arte romano en su
producción, como la fabricación de esculturas en bronce o la producción de mosaicos. Al
morir el emperador fue enterrado en un sarcófago clásico, y además de ser tratado como
4
santo, reliquia y curiosidad anticuaria, se le usó como símbolo justificante del poder de reyes
y emperadores en Occidente.
Habrá que esperar hasta los siglos XVIII y XIX para extirpar los aspectos fantásticos
de la historia y de la arqueología, aún así los escriptorios monásticos de la época altomedieval
iniciaron el trabajo de recopilación, de traducción y de copia de manuscritos y códices latinos
y griegos, inauguradores de los estudios filológicos aún por venir. Así los eclesiásticos y otros
sabios medievales fueron activos difusores de la cultura grecorromana, traduciendo asimismo
los epígrafes ubicados en las iglesias. A parte de esto, a lo largo del siglo XII se dieron los
primeros pasos del coleccionismo de antigüedades clásicas. Tan al orden del día estaba el
amor por el pasado clásico, que Federico II, fallecido en el año 1250, no sólo se había
aficionado por la compra y coleccionismo de antigüedades y había tomado del mundo
romano la moneda, arquitectura y la iconografía, sino que realizó excavaciones para sustraer
más piezas para su colección. Se desarrolló así también una corriente de poetas que con su
lírica ensalzaban la gloria del pasado, como Petrarca (1304-1374), humanistas incipientes que
se diferenciaron de los sabios que les precedieron, y tomaron como método de aproximación
crítica el viaje de estudios para observar relieves narrativos, inscripciones…
1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco.
El Renacimiento se entiende por la llegada de intelectuales griegos a Italia en 1453,
que huían de la conquista de Constantinopla, quienes detonaron el sentimiento generalizado
de fervor por la civilización grecorromana. En el siglo XV a los esfuerzos de filósofos por
recuperar aspectos de la Antigüedad clásica como la lengua, su literatura, su retórica… se le
sumó el interés por la escultura, la arquitectura, las monedas y la epigrafía. Aún así esta
Arqueología primitiva que empezó a desarrollarse tenía un carácter marcadamente
destructivo.
Roma a comienzos de este siglo no se la podía llamar ciudad (barrios abandonados,
pobreza, ausencia de leyes…). Una de sus causas fue que perdió la capitalidad de la
cristiandad a favor de Aviñón, y que con su regreso, comenzaron las obras de revitalización
del entramado medieval para dar mejor aspecto a la ciudad. Para levantar nuevos palacios e
iglesias eran precisos los materiales, y para ello era preciso, o bien reutilizar estructuras
preexistentes, o bien tirarlas para reaprovechar su piedra. Los papas daban permiso a los
5
constructores para derribar edificios a cambio de material, y el papa Paolo III dio permiso de
excavaciones en el lugar que quisieran para la extracción de materiales y así agilizar la
construcción de la basílica vaticana. A pesar de ello 1a capital cristiana se convirtió en el foco
del movimiento renacentista de amor a la Antigüedad, el gusto por el coleccionismo y la
disciplina anticuaria. Los estudiosos de las ruinas de esta ciudad, fueron artistas que buscaban
el sentido utilitario de cada una de las edificaciones, de lo que derivó la arqueología
renacentista, que se interesó por los estilos decorativos, los sistemas de proporciones, las
reglas que guardaban sus estructuras, el cuestionamiento del pasado, e incluso la búsqueda de
nuevos métodos para conseguir antigüedades.
El nombre de anticuario se le aplicaba tanto a los humanistas de cierta celebridad,
estudiosos al cargo de grandes colecciones, y a aquellos inmersos en la compraventa exitosa
de antigüedades. Esta doble polaridad de significados mezcla a los estudiosos de la
Antigüedad por conocimiento, de los que lo hacían para saber a qué precio comerciar las
antigüedades. En el mercado de éstas también se encontraban escultores, artesanos,
orfebres… que convirtieron sus talleres en tiendas de curiosidades, ya que conocían la
búsqueda de las casas aristocráticas de hacerse con tesoros artísticos. A pesar de que existían
anticuarios con mayor rigor científico, no podemos ensalzar su forma de hacer arqueología, al
poner todas las ruinas en relación con las fuentes clásicas escritas, y por no documentar las
estructuras arquitectónicas. Con todo ello podemos destacar a un cronista de la época, Pirro
Ligorio (1513-1583), que fue un pintor, arquitecto y anticuario profesional que realizó
numerosos esfuerzos para que el anticuariado adoptase una metodología científica, redactando
cincuenta volúmenes sobre las antigüedades romanas. En esta época se descubrieron muchas
de las estatuas más famosas de los museos italianos, como el Apolo de Belvedere o el
Hércules de bronce dorado procedente del Foro Boario.
El esplendor de la ciudad antigua de Roma fue menguando de manera uniforme, lo
que hizo que los pontífices pusieran coto al expolio sistemático del patrimonio cultural
romano, siendo el primer edificio protegido el Coliseo (1439), y extendiéndose al conjunto
del patrimonio edilicio en 1462. La renovación urbanística de los papas, emulaba la labor de
los emperadores, y más que nunca, la Roma del Cinquecento recreó la urbe clásica (se
repararon los antiguos acueductos, se levantaron antiguos obeliscos caídos, se plagaron las
construcciones de estatuas e inscripciones conmemorativas…). En 1515 se crea el puesto de
commissario delle antichità, ocupado en la salvaguarda del patrimonio histórico y artístico
para reforzar las leyes del momento, puesto que recayó sobre Rafael Sancio. Las leyes
6
también condenaron la extracción clandestina de antigüedades y codificaron la mecánica de
las excavaciones, y en 1624, se prohíbe la extracción terrestre, marítima y fluvial de los
Estados Pontificios de figuras, metales, ornamentos y mármoles sin previa licencia.
En el siglo XVI, el pensamiento humanístico defendió un coleccionismo a medida del
individuo, definido por desplegar la mayor cantidad de piezas valiosas, raras y chocantes en el
espacio reducido de la Wunderkammer, centros de experimentación y divulgación del saber,
donde se desplegaban fósiles, minerales, piezas arqueológicas… a modo de enciclopedia
visual del conocimiento universal. Con el descubrimiento de América en 1492 estos espacios
se plagaron de objetos traídos del Nuevo Mundo. Las cámaras de las maravillas, típicas del
Barroco, se eclipsaron con la llegada de la Ilustración, aunque ni siquiera los papas tenían en
mente un sistema para exponer las piezas en sus colecciones, desatención programática que
no las clasificaba por cronología, por temática, por lenguaje iconográfico…
La inspiración del arte y las letras renacentistas fue casi en exclusiva la antigua Roma,
quedando Grecia relegada a un segundo puesto, por la hostilidad política y la división
religiosa (Gran Cisma de la Cristiandad en 1504). Además de una corriente cultural e
intelectual, el Renacimiento Italiano fue un movimiento de marcado carácter nacionalista, ya
que el Imperio Romano es el que dotó al Mediterráneo de su ciencia, filosofía, religión
común, y arte. Antes de la caída de Constantinopla, por las tropas mandadas por Mehmed II,
aventureros y anticuarios italianos amantes del legado del mundo clásico, se embarcaron en
búsqueda de antigüedades helenas, entre los que destaca el monje florentino Cristoforo
Buondelmonti (1386-1430) y Ciriaco de Pizzicolli (1391-1455). Este último encontró en
Atenas, corazón del clasicismo griego, su paraíso para la contemplación de antigüedades,
llegando a la ciudad en 1436 y quedando asombrado e sus templos, casas, estatuas,
murallas… que plasmó en sus cuadernos.
La desaparición del Imperio Bizantino restringió los viajes de europeos en la zona, las
rutas griegas se habían convertido en inseguras y muy pocos se arriesgaban a extraer piezas
del suelo heleno. La situación cambiará en el siglo XII, cuando las relaciones diplomáticas se
retomaron. A pesar de esto, entre la nobleza en Europa crecía la moda de atesorar
antigüedades clásicas en colecciones sobre todo de estatuas de mármol, desarrollándose una
verdadera competición entre los distintos reinos por apoderarse de las mejores antigüedades,
circulando por toda Europa infinidad de mármoles. El Marqués de Nointel (1635-1685), el
embajador de Luis XIV en Atenas, se diferenció del resto de coleccionistas en no buscar el
7
mero coleccionismo abusivo, sino en poner a salvo las obras clásicas atenienses de los turcos
a los que clasificaba de bárbaros. Así, muchos autores empezaron a abogar por la idea de la
superioridad de Grecia sobre Roma, como Jacob Spon y George Wheler, quienes también
defendieron la necesidad de reestructurar los estudios de las culturas clásicas a través del
estudio del legado material del pasado, y no sólo de los textos analíticos de antiguos filólogos.
Aún así este método más que arqueológico se podría definir como arqueográfico.
8
Bibliografía:
⋆
García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,
2014.
9
2. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XVIII
Álvaro Escudero Rodríguez.
2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias.
2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour.
2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya.
2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti.
2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias.
La Ilustración, movimiento que caracteriza al siglo XVIII, en sus principales
postulados aspira a conseguir el progreso económico, social y cultural de las naciones. Estas
ideas de progreso se dejarán sentir en la Arqueología, que avanzará durante este siglo cada
vez más firmemente hacia su consolidación entre las ciencias modernas con la creación de las
academias y el desarrollo de nuevas metodologías. Continuará el coleccionismo, en especial
el coleccionismo real de las cortes europeas, iniciado en los siglos anteriores. Reyes y Papas
se erigirán como promotores del Arte y de las excavaciones arqueológicas, además de
impulsar las Antigüedades como elemento de propaganda del poder real para legitimar y
consolidar nuevas dinastías1.
La renovación de la Arqueología durante el siglo XVIII estará promovida por las
academias que, al calor de las ideas de la Ilustración, se fundarán por toda Europa. Estas
academias serán las impulsoras del desarrollo de la estética y del concepto de "buen gusto"2.
Algunas de las academias arqueológicas más importantes son la Académie Royale des
Inscriptions et Belles-Lettres (fundada en 1701), la Society of Antiquaires de Londres (1707),
la Accademia etrusca di Cortona (1727), la Society of Dilettanti (1732), la Real Academia de
la Historia (1738), la Pontifica Accademia Romana di Archaeologia (1740) o la Accademia
Ercolanese (1755). Estas academias, cuyo foco de interés se centra en las civilizaciones
mediterráneas de la Antigüedad, organizan los viajes arqueológicos3. Comienza a surgir
durante el Siglo de las Luces una nueva metodología arqueológica más rigurosa, impulsada
1
Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica de
un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez
Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1574.
2
Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos
de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), pp. 75 y 81-85.
3
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 97.
10
por las academias, con un trabajo en equipo bien organizado en torno a un proyecto común
exacto y preciso, muy bien documentado, financiado por la Corona, que actúa como
benefactora de la Arqueología. Además, las obras artísticas comienzan en este momento a
considerarse como verdaderas fuentes históricas, de tal modo que a los objetos arqueológicos
que tradicionalmente habían estado más valorados (epígrafes y monedas) se suman ahora las
estructuras arquitectónicas, ya sean públicas o privadas, y sus principales elementos
decorativos, tales como mosaicos, pinturas y esculturas4. También fue un factor favorable
para la Arqueología el desarrollo de nuevas técnicas de dibujo para documentar gráficamente
con mayor objetividad los monumentos y objetos excavados5. Buena muestra de ello son los
grabados de antiguos monumentos romanos realizados por el arquitecto italiano Giambattista
Piranesi, representaciones fidedignas y exactas de las ruinas halladas y sus reconstrucciones,
que también influyeron en el desarrollo del Neoclasicismo6.
El Neoclasicismo influyó favorablemente a la Arqueología clásica, ya que promovió
una conciencia histórica y un interés por recuperar la tradición renacentista y las
civilizaciones clásicas. Este interés de los anticuarios del siglo XVIII por la Antigüedad se
refleja por ejemplo en los intentos de recuperar durante esta época las obras manuscritas e
impresas de los anticuarios renacentistas7.
En el siglo XVIII cabe mencionar a dos anticuarios que destacaron por diferenciarse
de la mayoría en sus métodos y objetivos: el conde de Caylus y Winkelmann, quienes
quisieron remediar el problema de la descontextualización de los objetos expuestos en las
galerías de arte. El conde de Caylus (1692-1765), de origen francés y miembro de la
Académie Royale des Inscriptions et Belles-Lettres (1692-1765), fue un noble instruido en el
Grand Tour, viaje arqueológico del que hablaremos más adelante, y entre sus hallazgos
arqueológicos más importantes está el descubrimiento de las ruinas de Colofón. Lo más
destacable en su trayectoria es que no coleccionó para acumular objetos valiosos, sino para
investigar y educar8. Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), de origen alemán y
considerado como el padre de la Historia del Arte, investigó sobre la escultura clásica, los
4
Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos
de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), p. 78.
5
Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos
de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), p. 100.
6
Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la
urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), pp. 159-174.
7
Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos
de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), pp. 76 y 99.
8
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 101-103.
11
templos de Paestum, la pintura mural romana y los objetos hallados en Pompeya y Herculano.
En 1764 publica Historia del arte de la Antigüedad, obra de grandísima importancia sobre el
arte clásico. En su obra cumbre Winckelmann presenta el objeto artístico como un
instrumento para identificar y explicar una cultura determinada, lo cual era algo
revolucionario hasta la fecha, y dividía el arte clásico en cuatro estilos (arcaico, sublime, bello
y de la decadencia)9.
Durante la primera mitad del siglo XVIII las excavaciones arqueológicas sobre el
mundo clásico se seguirán desarrollando principalmente en Italia, centrándose en la
civilización romana. Grecia era mucho más inaccesible porque continuaba bajo el dominio del
Imperio Turco, y no será hasta finales de siglo cuando comiencen a realizarse excavaciones
importantes allí, promovidas por la Society of Dilettanti, de la que hablaremos más adelante.
Los objetivos de la arqueología durante el siglo XVIII generalmente
se centraban en
desenterrar obras de arte, no en obtener conocimiento histórico a partir de la pieza material,
por este motivo la mayoría de los objetos están descontextualizados, como mucho se apuntaba
el lugar donde había sido encontrado el objeto, aún no se sigue un método arqueológico. Una
excepción a este fenómeno generalizado, como veremos, serán las excavaciones de Herculano
y Pompeya. No obstante, a la mayoría de aristócratas, anticuarios y mercaderes de obras de
arte no les importaban las cuestiones metodológicas ni la reconstrucción histórica de las
culturas, tan solo estaban interesados por la pieza, entendida exclusivamente como obra de
arte, para ser vendida, atesorada o, en el mejor de los casos, expuesta al público10.
2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour.
Durante el siglo XVIII el aprendizaje en Europa sigue a los autores clásicos, debido a
las corrientes de pensamiento anteriormente mencionadas que propugnan una vuelta a la
cultura clásica. Los miembros de la aristocracia y de las familias más adineradas de Europa,
los únicos que se pueden permitir unos estudios, tienen interés por conocer de primera mano
los lugares que aparecen en las obras clásicas, así como conocer de primera mano estos
espacios geográficos que constituyen la cuna de la civilización europea, según el pensamiento
del momento. De esta forma surge el Grand Tour, un viaje educativo que realizan
fundamentalmente jóvenes de la aristocracia europea por los países que en este momento
ofrecen innovaciones artísticas, arqueológicas y culturales, especialmente Italia, aunque
9
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 103-105.
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 114.
10
12
también Alemania, Suiza, Holanda o Francia. Los nuevos hallazgos arqueológicos sin duda
contribuyeron a atraer a estos aristócratas a las excavaciones y museos de Italia y en menor
medida a Grecia, ya que era menos accesible porque estaba bajo el dominio del Imperio
Turco11. Roma, la Ciudad Eterna, especialmente era una estación clave de los itinerarios del
Grand Tour, debido a su pasado histórico, su prestigio, su situación cultural y la gran cantidad
de obras clásicas que se hallaban allí, en sus museos12.
La mayoría de los viajeros que emprendían el Grand Tour eran ingleses y muchos de
ellos acabarían formando parte de la Society of Dilletanti, de la que hablaremos más adelante.
A finales de siglo destacarán personajes importantes vinculados al Grand Tour: el pintor
neoclasicista Gavin Hamilton, el arquitecto y dibujante Giovanni Battista Piranesi, el escultor
Bartolomeo Cavaceppi, el arquitecto James Byres y el banquero marchante Thomas Jenkins.
Si bien es cierto que todos ellos se sentían atraídos por los objetos arqueológicos hallados en
las excavaciones y compraban antigüedades de todo tipo (mosaicos, camafeos, joyas,
estatuillas de bronce o terracota...), Thomas Jenkins fue más allá y exportó a Gran Bretaña
toneladas de mármoles clásicos, contribuyendo en mayor medida al expolio del patrimonio
arqueológico13.
Este expolio se vio favorecido por el hecho de que los monarcas italianos se
desprendieran de colecciones por falta de dinero, lo cual provocó la masiva exportación del
patrimonio romano a las cortes extranjeras. Ante esta situación, la corte papal vaticana
intensificó los esfuerzos para proteger el patrimonio italiano promulgando edictos que
regulaban la extracción de objetos arqueológicos y las excavaciones. Estos edictos, que
suponen las primeras medidas de protección del patrimonio arqueológico, prohibían las
prácticas dañinas para los objetos y las excavaciones sin licencia concedida. La exportación
clandestina de objetos arqueológicos se penalizada con multas, incautación de las piezas e
incluso la tortura. Al menos un tercio de los objetos encontrados debían ir a parar a las
colecciones del Papa, el resto se repartía entre el propietario de las tierras y el excavador de
las piezas. En este sentido se crea la figura del Commissario delle Antichitá, al que se debía
informar de cualquier objeto extraído y que podía entrar en cualquier excavación o taller de
restauración para examinar las piezas arqueológicas. El Papa Clemente XII crea además el
11
Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la
urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 158.
12
Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la
urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 161.
13
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 108-110.
13
Museo Capitolino, una galería cívica para exponer estas obras al público, que se convirtió en
parada obligatoria del Grand Tour14.
2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya.
En el año 79 d.C. el volcán Vesubio, cercano a las costas del Golfo de Nápoles entró
en erupción, sepultando las poblaciones de la zona, principalmente las ciudades de Pompeya,
Herculano y Estabia15. Quedaron de esta forma sepultadas por una capa de material volcánico
que las preservó exactamente tal como estaban en el momento de la erupción, como si se
tratasen de cápsulas del tiempo, hasta que fueran descubiertas y desenterradas diecisiete siglos
después. A principios del siglo XVIII el príncipe de Elbeuf extrajo del pozo Nocerino en
Portici unas esculturas romanas que trasladó a Austria. Sin embargo, no continuó las
excavaciones en este lugar, debido a la dificultad y el coste que suponían. Años después, el
rey Carlos de Borbón (Carlos VII de Nápoles, que posteriormente será el rey Carlos III de
España), compró la finca de Portici que había pertenecido a Elbeuf como lugar de recreo 16. A
partir de entonces se llevan a cabo las primeras obras de acondicionamiento y se realizan los
primeros sondeos, dirigidos por el ingeniero militar Roque Joaquín de Alcubierre, y al poco
tiempo se halla una inscripción que pertenece al teatro de Herculano 17. En 1735 se descubrió
la ciudad de Pompeya, aunque en un primer momento se pensaba que era Estabia. Siglos de
erosión provocada por lluvias, riegos y viento hizo que quedaran al descubierto las partes
altas de algunos edificios y estatuas. El propio Alcubierre pensaba que las excavaciones allí
serían más fáciles que las de Herculano y por ello en el año 1748 solicitó el permiso necesario
para comenzar las excavaciones, que fue inmediatamente concedido y se trasladaron algunos
obreros desde Herculano para comenzar los primeros sondeos18. En 1749 se descubren nuevas
poblaciones también sepultadas por el Vesubio en el Golfo de Nápoles, tales como Estabia,
Sorrento, Pozzuoli y Cumas, que igualmente son excavadas19.
14
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp.111-113.
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), p. 9.
16
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), p. 25.
17
María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento
de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del
Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 207.
18
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), pp. 75-78.
19
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), pp. 88 y 101.
15
14
Carlos de Borbón apoyará desde el principio estas excavaciones arqueológicas,
consciente de la importancia y singularidad que tenía desenterrar ciudades enteras, que
además se habían conservado perfectamente. Durante todo su reinado en Nápoles, Carlos de
Borbón financió las excavaciones, la restauración de las piezas, el estudio y publicación de los
resultados para el conocimiento de anticuarios, eruditos e interesados por el arte clásico y su
exposición al público en un museo creado específicamente para estos yacimientos. Llegó
incluso a implicarse personalmente, manteniéndose muy atento al avance de todos los trabajos
realizados en torno a estos yacimientos. Debido a este apoyo dado a las antigüedades, práctica
común en este momento en las cortes europeas para usarlas como elemento de propaganda
del poder real, Carlos VII de Nápoles llegó a ser conocido como "el rey arqueólogo"20.
La metodología que se siguió en las excavaciones de Herculano consistía en excavar
túneles que se reforzaban y después se rellenaban cuando los trabajos avanzaban. Las galerías
subterráneas se excavaban por una cuadrilla de obreros que procuraban avanzar sin dañar los
edificios y extrayendo los objetos que se encontraban21. Estas excavaciones estaban dirigidas
por ingenieros militares que topografiaban tanto las galerías como el exterior, realizando
planos y acompañándolos de informes que documentaban el curso de los trabajos y que se
remitían semanalmente al rey Carlos de Borbón a través de sus ministros, lo cual supone uno
de los primeros ejemplos de la recogida de datos de campo de forma sistemática y ordenada
en los estudios arqueológicos22. En palabras de María del Carmen Alonso, "puede
considerarse como el primer intento de excavación organizada y metódica que se conoce. En
ningún lugar de la Europa ilustrada se emprendieron los trabajos con tantos medios y tanta
voluntad de servir a la Ciencia y al conocimiento de la Antigüedad como en el caso de estas
ciudades"23. La importancia dada a las excavaciones fue tal que si aparecían objetos de
significativa calidad e importancia se ordenaba suspender los trabajos por mandato real, cosa
20
Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica
de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez
Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1574.
21
María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento
de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del
Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 207.
22
María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento
de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del
Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 208.
23
María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento
de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del
Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 212.
15
que ocurrió en frecuentes ocasiones24. Asimismo, los directores de las excavaciones llevaron a
cabo severas medidas disciplinarias para que ningún obrero se llevara ninguna pieza de los
yacimientos25.
Las excavaciones estuvieron en todo momento dirigidas por ingenieros militares. El
primero de ellos fue Joaquín de Alcubierre, desde 1735 hasta su fallecimiento en 1780. En
este tiempo hay un lapso de cuatro años entre 1741 y 1745 en el que se aparta por motivos de
salud, periodo en el que es sustituido por Francisco Rorro y Pedro Bardet. En 1750 se
incorpora como ayudante Carlos Weber. Cuando Weber fallece en 1764 le sustituye Francisco
de la Vega, quien será en un primer momento ayudante de Alcubierre y después reemplazará
a éste como director de las excavaciones26. El objetivo de estos ingenieros militares era subir
a la superficie las piezas arqueológicas halladas e informar de las características de los
edificios que se estaban estudiando, velando en todo momento por la seguridad de las galerías
subterráneas y de todos los trabajos que se realizaban27.
En 1750 se crea el Museo Ercolanese (Museo Herculanense), con el objetivo de
conservar y exponer las piezas arqueológicas procedentes de Herculano, Pompeya y Estabia,
para que puedan ser visitadas. El museo cuenta también con un taller de restauración. Este
tipo de institución especializada en el estudio y conservación de las antigüedades supone un
nuevo modelo a seguir en otros países de Europa28. En 1747 se encargó al monsignor Ottavio
Antonio Bayardi el estudio y publicación de los hallazgos de Herculano, pero se demoró
excesivamente y sólo publicó un simple inventario de los objetos titulado Catalogo degli
antichi monumenti dissotterrati dalla discoperta città di Ercolano (1755). Debido a la
incompetencia de Bayardi y a propuesta de su secretario de Estado el marqués Bernardo
Tanucci, el rey fundó en 1755 la Regale Accademia Ercolanese (Real Academia
Herculanense), cuyo objetivo era, de nuevo, estudiar y publicar los hallazgos de Herculano,
24
Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica
de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez
Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1578.
25
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), pp. 39-41.
26
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), p. 20
27
María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento
de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del
Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 208.
28
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), pp. 126-130.
16
Pompeya y Estabia29. Esta institución, presidida por Tanucci, publicará entre 1757 y 1792 en
ocho volúmenes Le Antichitá di Ercolano esposte. Teniendo en cuenta que la ciudad de
Herculano fue descubierta en 1736 hubo que esperar casi veinte años para que se publicara el
primer tomo y treinta y cinco años más para ver la colección completa, lo cual fue
considerado como una espera excesiva por parte de muchos intelectuales, anticuarios y demás
interesados en el arte clásico30.
Cuando el rey Carlos VII de Nápoles se convirtió en Carlos III de España devolvió un
anillo romano hallado en las excavaciones , justo antes de embarcar hacia España el 7 de
octubre de 1759, como declaración pública de que todo lo hallado en las excavaciones
pertenecía al pueblo de Nápoles y no al rey. Este gesto fue muy elogiado y contribuyó a
reforzar la imagen de Carlos de Borbón como rey protector del patrimonio, aunque no estaba
haciendo otra cosa que cumplir sus propias leyes, ya que desde 1755 había promulgado
decretos y leyes prohibiendo la exportación de objetos hallados en las excavaciones. Incluso
en la corte española se seguirá interesando por el avance de las excavaciones y los trabajos de
divulgación sobre Herculano y Pompeya, que desde ese momento quedan bajo
responsabilidad de Tanucci durante la regencia. El gesto del anillo en realidad sólo fue
simbólico y propagandístico, ya que se han constatado envíos de antigüedades desde Nápoles
a la corte de Madrid en la segunda mitad del XVIII y el siglo XIX. Algunas piezas incluso se
perdieron en naufragios o en ataques de piratas durante los viajes por mar31.
La metodología empleada en las excavaciones de Herculano y Pompeya no estuvo
exenta de críticas por parte de algunos anticuarios y viajeros, especialmente duras fueron las
de Winckelmann, el considerado como padre de la Historia del arte, de quien ya hemos
hablado en el apartado 2.1 y que visitó las excavaciones hasta en cuatro ocasiones32. La falta
de experiencia previa en la excavación de una ciudad entera sepultada y la ausencia de un
plan de trabajo definido dañaron la imagen de estas excavaciones. A pesar de ello, no
debemos olvidar que la metodología empleada en las excavaciones de Herculano y Pompeya
29
Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica
de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez
Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1582.
30
María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento
de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del
Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 211.
31
Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica
de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez
Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), pp. 1590-1591.
32
Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1989), pp.136-137.
17
se contaba entre la más metódica y organizada hasta la fecha. Estas excavaciones, llevadas a
cabo desde planteamientos más racionalizados, supusieron el precedente de la posterior
arqueología científica del siglo XVIII33. Hasta el descubrimiento de Herculano y Pompeya los
restos arqueológicos del mundo clásico eran fundamentalmente los edificios públicos que
habían sobrevivido desde la época romana, pero a partir de este momento se empieza a tener
una gran cantidad de información sobre las pinturas murales, principal novedad de estos
yacimientos, y sobre la ciudad romana, de gran utilidad para reconstruir y comprender mejor
el pasado a través de la Arqueología. Todos estos factores y la repercusión de estos
yacimientos hacen que Nápoles se convierta desde este momento en una ciudad de grandísima
importancia artística e histórica, por lo que se erige como la segunda gran parada obligatoria
del Grand Tour, después de Roma34.
2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti.
A mediados del siglo XVIII se extendió por Europa un gran gusto por el helenismo.
Los pensadores de la Ilustración consideraban a la Grecia antigua como un paraíso de
libertades, arte y filosofía, la cuna de la cultura europea, ideas muy propias de la Ilustración y
el Neoclasicismo. En este contexto cultural nació en 1732 la Society of Dilettanti, formada
por aristócratas ingleses que habían realizado el Gran Tour, coleccionistas y amantes del arte
Antiguo. La Society of Dilettanti dio comienzo a la arqueología helénica llevada a cabo con
un enfoque científico, lo cual no fue continuado por las excavaciones del siglo posterior 35. El
objetivo primordial de esta sociedad arqueológica era encontrar las ciudades mencionadas en
las fuentes escritas griegas, como los poemas homéricos. Pretendían recuperar los restos
arqueológicos de la civilización griega basándose en la Ilíada y la Odisea, un siglo antes de
que lo hiciera Schliemann36.
Robert Wood y James Dawkins emprendieron una primera expedición en las costas e
islas de Grecia y Oriente Próximo. Los trabajos de Robert Wood siguieron una línea de
investigación con metodología científica y bien documentada. Por su parte, el pintor James
Stuart y el arquitecto Nicholas Revett se encontraban en un recorrido de estudios por Atenas y
la región ática. De nuevo, el interés estaba más allá del mero acopio de objetos, se intentaban
33
Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la
urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 158.
34
María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento
de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del
Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 206.
35
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 125-126.
36
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 127.
18
contextualizar los hallazgos arqueológicos y extraer información histórica a partir de ellos,
mediante un trabajo serio y objetivo, muy bien documentado, aportando mediciones exactas e
ilustrando su trabajo con imágenes originales, dando como resultado The Antiquities of Athens
and other Monuments of Greece37.
En 1764 la Society of Dilettanti, que ya se había convertido en un organismo
prestigioso y de referencia en las excavaciones en Grecia, organizó segundo viaje, esta vez a
las costas de Asia Menor, para excavar los monumentos jónicos. Nicholas Revett, esta vez
acompañado por el pintor William Pars y el filólogo Richard Chandler llevaron a cabo esta
expedición pasando por Mileto, Éfeso, Marathon, Corinto, Delfos, Epidauro, Quíos, Olimpia
y otras ciudades, de nuevo con cuidada metodología científica, recogiendo sus hallazgos en
The Antiquities of Ionia. A su regreso, los arqueólogos se llevaron dos fragmentos de los
frisos del Partenón, que fueron legados posteriormente al British Museum. La consideración
etnocentrista europea de la época, que continuará en el siglo XIX, se basaba en que los
monumentos griegos estaban en manos de los "bárbaros" turcos, incapaces de apreciar las
artes, el buen gusto y el valor histórico de estos restos arqueológicos, por lo que había que
exportar las obras atenienses a los museos europeos para "salvarlas". De esta forma el expolio
al que fueron sometidos los restos arqueológicos hallados en Grecia quedaba justificado para
la bienpensante sociedad europea38.
37
38
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 128-130.
Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 133-135.
19
Bibliografía citada:
⋆
Alonso Rodríguez, María del Carmen. "Las excavaciones arqueológicas en el siglo
XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia". Cuadernos de
Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304,
Nº 3 (1992), pp. 205-214.
⋆
Fernández Murga, Félix. Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y
Estabia. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989.
⋆
García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,
2014.
⋆
Maier Allende, Jorge. "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología
hispanorromana". Cuadernos de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (20112012), pp. 75-104.
⋆
Mora Rodríguez, Gloria. "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la
construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado". En La corte de los borbones: crisis del
modelo cortesano, Volumen III, editado por José Martínez Millán, Concepción Camarero
Bullón y Marcelo Luzzi Traficante, pp. 1573-1597. Madrid: Polifemo, 2013.
⋆
Suárez Quevedo, Diego. "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista
Piranesi y sus vedute de la urbs y tibur, reflexiones". Anales de historia del arte, ISSN 02146452, Nº 23 (2013), pp. 147-175.
20
3. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XIX
Diego Latorre Manglano.
El siglo XIX comenzó directamente con el saqueo de gran parte de la Acrópolis de
Atenas por el noble escocés lord Elgin (1766 – 1841). En estos años, Grecia todavía estaba
bajo el dominio del Imperio otomano, que no se esforzaba por mantener el patrimonio cultural
de los territorios bajo su dominio. Esto, unido a la situación europea de auge de los
nacionalismos, permitieron a Elgin y a su equipo despojar al Partenón de medio centenar de
bloques del friso, de veinte metopas y de unas veinte figuras escultóricas de los frontones.
Pero no se detuvo en eso y siguió con las estatuas del Teatro de Dioniso, la decoración del
Templo de Atenea Niké y los fragmentos arquitectónicos de los propileos, del Erecteion y del
Templo de Hefestos. Además todo esto sin ningún tipo de metodología ni mucho menos
siguiendo un método arqueológico cuidadoso.
Aunque Elgin intentó justificar su expolio alegando que su objetivo era salvar las
obras maestras de Fidias, fueron muchos los intelectuales de la época que arremetieron contra
sus actividades, como el poeta lord Byron, que moriría en 1824 luchando por la
independencia griega. Pero estas fuerte críticas desde amplios sectores culturales no
impidieron que, entre 1803 y 1811, los mármoles del Partenón se llevaran a Gran Bretaña,
donde cantidad de expertos pensaron en un principio que no eran más que obras romanas del
periodo de Adriano. Pero finalmente se estableció la autoría de Fidias.
Cuando lord Elgin se vio arruinado planteó la venta de su colección al Museo
Británico, transacción que fue aprobada en la Cámara de los Comunes y que abrió la veda
para los continuos expolios y posteriores ventas a instituciones nacionales. Muestra de ello es
la subasta que se celebró en Malta de la representación marmórea de los héroes eginetas que
participaron en la guerra de Toya. A esta subasta pujaron Gran Bretaña, Francia y el Reino de
Baviera.
Pero con la independencia griega del Imperio otomano, a consecuencia de una guerra
que duraría entre el 1821 y el 1829 y en la que prestarían ayuda tanto Gran Bretaña como
Francia a los independentistas, el nuevo Estado independiente buscó ligarse cultural e
históricamente al glorioso pasada de la Grecia clásica y decretó la prohibición de exportar las
antigüedades griegas en 1827, aunque no consiguieron acabar por completo con el
21
contrabando.
En 1833 se fundó, bajo el patronazgo del rey Otón I, el Servicio Arqueológico estatal,
dirigido por el alemán Ludwig Ross. Este instituto se encargó de explorar el patrimonio
cultural de la Grecia clásica para exaltar esta etapa y relacionarla con la Grecia de mediados
del siglo XIX, con el objetivo de fortalecer la idea de nación consolidada bajo una historia
común, clara
y fuerte. Algunos de los grandes logros de esta institución fueron las
excavaciones en Atenas, entre 1839 y 1841, que permitieron conocer mejor construcciones
como la Torre de los Vientos, los Propileos de la Acrópolis, el Erecteion y el Teatro de
Dioniso. Además, se fundaron grandes museos que en 1889 acabarían uníendose en el Museo
Arqueológico Nacional de Atenas.
En 1840, en Francia despierta un interés enorme por la civilización y cultura de la
Grecia clásica. Esto llevará a que Théobald Piscatory, ministro de Francia en Atenas presente
el proyecto de una Escuela Francesa en Atenas. Las reuniones entre las autoridades de los dos
países dan sus frutos y en octubre de 1844 se funda la Sociedad de Bellas Artes en Atenas y,
unos meses más tarde, la Academia de Bellas Artes en París autoriza a los arquitectos de la
Academia de Francia en Roma a trasladarse durante cuatro meses a Atenas. Además, serán
franceses quienes financien las restauraciones del pórtico de las Cariátides del Erecteion y del
Partenón.
Estas actividades se verán recompensadas cuando Picastory anuncia, el 3 de marzo de
1846, que la Escuela de Atenas ya está instalada, seis meses antes de que se ordenase su
fundación. Con esto espera acelerar el proceso de fundación, consiguíéndolo cuando el rey
Luis Felipe I de Francia firma la ordenanza, en septiembre de 1846, de crear "una escuela de
perfeccionamiento para el estudio de la lengua, la historia y las antigüedades griegas" 39, bajo
la autoridad del ministro francés en Grecia, es decir, Picastory.
A la Academia se unieron alumnos de la Escuela Normal Superior, profesores de las
asignaturas de humanidades historia o filología, que acuden a Atenas durante dos años con la
opción de que se ampliasen a tres. Pero la Escuela de Atenas, que estaba formada para llevar a
cabo una enseñanza primaria, secundaria y superior y para aumentar la influencia francesa en
la zona, se llena de problemas cuando la exclusión de los profesores de gramática hace que se
rechace la filología y se dejan de lado las bellas artes, la arquitectura y la arqueología, ramas
39
Ève Grand-Aymerich, El nacimiento de la arqueología moderna 1798 – 1945 (Zaragoza: Prensas universitarias
de Zaragoza, 2001), 158.
22
principales en las que se apoyaba el proyecto inicial de Piscatory. Además, la nueva
institución no conseguía desligarse de la Academia de Francia en Roma.
Esta institución seguirá actuando como un centro de educación destinado a promover
la enseñanza de la cultura francesa en Grecia hasta 1850, cuando se sitúa bajo el patrocinio de
la Academia de Inscripciones y Bellas Letras, centrada en el estudio de la lingüística y la
arqueología, y se encamina hacia la investigación erudita y científica.
En el año 1829, nace el Instituto di Corrispondenza Archeologica en Roma. Este
proyecto se levantaba sobre dos pilares principales, la cooperación internacional para abordar
el estudio de la antigüedad, para lo que trabajaron sobre todo alemanes pero también
franceses, italianos y un español; y el avance del anticuarismo grecorromano a la posición de
ciencia que se definiría por el estudio y análisis de los monumentos del arte clásico.
A lo largo de casi medio siglo todos estos especialistas internacionales trabajaron
conjuntamente y publicaron sus excavaciones, hallazgos y avances hechos en Italia y en el
Mediterráneo. Pero en 1870 estalló la guerra franco – prusiana y, el 18 de enero de 1871,
Guillermo I se nombra káiser en París, tras su victoria en dicha guerra, y se completa la
unificación alemana surgiendo el Imperio alemán.
El interés político del Imperio llevó a que en 1874 el Instituto di Corrispondenza
Archeologica se transformase en el Imperial Instituto Arqueológico Germánico, una
institución que emplearía en conocimiento histórico y la arqueología como un arma más a
manos de las potencias imperialistas. Este modelo de instituto en manos del poder surgió en
todas las potencias europeas, formándose en Italia l'École français de Rome (1875), que a
finales de siglo puso la atención principal sobre Cartago; el Istituto Storico Austriaco (1881);
la American School of Rome (1901); el Istituto Storico Olandese (1904) o la Escuela
Española de Historia y Arqueología en Roma (1911).
Cada nación buscaba hacerse con la influencia en distintas zonas y yacimientos de
Grecia. Los franceses estaban en Delfos, Delos y Thasos; los alemanes en Olimpia, Pérgamo,
Tebas, Samos y en el barrio del Cerámico de Atenas; los austriacos en Samotracia; los
estadounidenses en el Ática, Beocia, Argos y Corinto; los italianos y ingleses Creta y el
Peloponeso y estos últimos estaban en solitario en los sitios más emblemáticos de Esparta y
Micenas.
De todas estas excavaciones habría que destacar las de Delos, Delfos y Olimpia por su
23
gran importancia arqueológica. Las excavaciones francesas de Delos comenzaron en 1877 de
la mano de Théopile Homolle, que se lanzó a descubrir el Santuario de Apolo, pues estaba
seguro que en el complejo religioso se concentrarían los monumentos, las inscripciones y las
estatuas. Todos los expertos estaban atentos a los descubrimientos que podían hacerse en
Delos, pues era un enclave que abarcaba la época arcaica, clásica y helenística y que podía
mostrar a la perfección la vida privada griega y el activo comercio si se encontraban
viviendas, almacenes y puertos. Pero cuando se observó que el método arqueológico de
Homolle consistía en picar profundas trincheras sin ningún tipo de referencia y sin atender a
la estratigrafía y removía miles de metros cúbicos con vagonetas tiradas por caballos, los
arqueólogos alemanes fueron extremadamente críticos con el encargado de las excavaciones.
Aun así, Homolle siguió y en 1881 se halló la Terraza de los Dioses Extranjeros, complejo
con múltiples templos dedicados a divinidades orientales en respuesta a los deseos de los
comerciantes extranjeros; entre 1882 y 1883 el teatro y el barrio adyacente; en 1886 uno de
los gimnasios, sede de identidad del hombre griego antiguo; en 1894 el distrito portuario; y
antes de 1914 el estadio y las moradas que lo rodeaban, las palestras, la Terraza de los Leones,
el Templo de los Doce Dioses y la Sala Hipóstila.
En 1882 y 1887, Francia y Grecia firmaron dos convenios que permitirían la entrada
de la Escuela Francesa de Atenas en el yacimiento de Delfos, pero aunque se cancelaron
rápidamente, poco después se logró un acuerdo definitivo por el cual se cedía la explotación
del lugar a los franceses. Estos, antes de iniciar las excavaciones, tuvieron que derribar la
ciudad moderna de Kastri y levantarla un poco más lejos, todo esto sin prácticamente ningún
apoyo económico por parte del Estado griego. En 1893 empezaron las excavaciones y muy
pronto se encontró el tesoro de los atenienses, donde se hallaron unas notas musicales
grabadas en piedra que permitieron a los expertos acercarse un poco más al conomiento sobre
la música de la época.
Pero igual que en el yacimiento anterior, los arqueólogos alemanes criticaban la
metodología de las excavaciones, causada por la falta de arquitectos especializados, que hacía
que se perdiese gran cantidad de información topográfica y arquitectónica además de la rápida
y poco detallada marcha de las expediciones, el retraso en publicar los resultados y el destrozo
continuo de los restos arqueológicos. Incluso la prensa griega llegó a comparar al equipo de
especialistas franceses con los bárbaros galos que había invadido el país en el siglo III a.C.
porque ambos destruían la civilización a su paso. Por suerte, esto cambió en la primera década
del siglo siguiente cuando se puso al mando a Maurice Holleaux, historiador, arqueólogo y
24
epigrafista especializado en la Grecia antigua. Holleaux se encargó de formar un amplio
equipo interdisciplinar de arquitectos, ingenieros, geógrafos, geólogos y dibujantes que
documentasen los restos, levantasen planimetrías y que registrasen la arquitectura
habitacional.
Los expertos austriacos y alemanes fueron más cuidadosos e introdujeron la base de la
arqueología clásica contemporánea de base científica en excavaciones como las de Olimpia,
dirigidas por Ernest Curtius, en las que se salvaron, entre 1875 y 1881, cuatrocientas
inscripciones, miles de monedas, mil trescientos fragmentos de oro y multitud de figurillas en
barro y bronce, cerámicas y utensilios. Además, ninguno de estos objetos abandonó Grecia.
Pero lo que más interesaba a Ernest Curtius y a su equipo era conocer las imágenes de los
atletas vencedores de los que se hablaban en los textos y monumentos como el Templo de
Zeus, el Heraion, las palestras, estadios, stoas, tesoros, el Prytaneion, el Bouleuterion, etc.
Para esto los arquitectos más expertos guiaron con constancia las excavaciones, con el
objetivo de descubrir el complejo entero, comprobar y estudiar su planta y entender su
disposición.
El Instituto Arqueológico Alemán permitió la realización de dos campañas de
excavación en Samotracia, en manos del Imperio otomano en aquella época. La primera
campaña fue en 1873 y la segunda en 1875, y estuvieron dirigidas por Alexandre Conze,
siendo de destacar porque marcan en Grecia el principio de las excavaciones modernas y es
donde la fotografía interviene por primera vez en la publicación completa del informe de las
excavaciones. Pero por desgracia para los arqueólogos alemanes la famosa escultura de la
Victoria de Samotracia había sido descubierta diez años antes de las primeras excavaciones
alemanas por el arqueólogo aficionado francés Charles Champoiseau, por lo que actualmente
esta estatua se encuentra en el Louvre. De esta obra de arte del siglo II aC, el poeta futurista
Marinetti escribió, en el manifiesto futurista de 1909 publicado en Le Figaro, que un
automóvil de carreras era más bello, en un ataque directo al arte clásico y tradicional, en
beneficio de un nuevo arte basado en la tecnología y los avance técnicos.
En Asia Menor tampoco fueron escasas las excavaciones ni los estudios sobre la
civilización griega en este siglo. Abundaron sobre todo las expediciones privadas de empresas
o expertos británicos que buscarían conseguir influencia en esta zona ya que los franceses
estaban en constante desarrollo arqueológico. A pesar del carácter privado de las expediciones
la mayoría de los objetos encontrados acabarían en el Museo Británico, que compraría todas
25
las posibles.
Entre 1838 y 1843, Fellows desarrolló un laborioso trabajo por Licia, en el sudoeste
turco, centrándose en la población de Xantos. En estos cinco años consiguió encontrar
numerosos hallazgos, pero esto dañó muchas piezas, pues su impaciencia hacía que no fuese
todo lo cuidadoso que debía a la hora de excavar. Descubrió el monumento mortuorio de las
nereidas, tumba de un príncipe lacio del siglo V aC con morfología de templete jónico; y los
relieves de la Tumba de las Harpías, relieves de simbología funeraria que representaban el
paso del fallecido, convertido en héroe, al inframundo del Hades. Ambos hallazgos acabaron
en el Museo Británico.
Charles Thomas Newton, arqueólogo británico, se propusó descubrir que tenían de
verdad las narraciones de Herodoto, Antípatro de Sidón, Plinio el Viejo o Vitruvio de las siete
maravillas del mundo. En 1857 anunció el descubrimiento del Mausoleo de Halicarnaso, una
tumba monumental donde se enterró el rey Mausolo, que da nombre a la tipología del
mausoleo, con su consorte Artemisia hacia el 350 aC. Con este descubrimiento se recuperaron
decenas de esculturas de bulto redondo y de relieves, aún con fragmentos visibles de su
pigmentación,
que
reflejaban
historias
mitológicas
como
amazonomaquias
o
centauromaquias, escenas heroicas y cortesanas y retratos de los soberanos y de altos
funcionarios de Halicarnaso. Igual que pasó con los descubrimientos de Fellows, estos
hallazgos acabarían vendiéndose también al Museo Británico.
A causa de estos expolios, el sultán otomano, Abdulaziz I, se encargó de evitar la
salida de su patrimonio arqueológico y monumental a partir de 1869. Delegó en el Ministerio
de Instrucción Pública la responsabilidad de conceder y vigilar las excavaciones
arqueológicas, detuvo la exportación de antigüedades al extranjero y apoyó y trabajó por la
creación del Museo Imperial de Constantinopla, que abriría sus puertas a finales de siglo.
Pero aun así se hicieron algunas excepciones, como a las excavaciones alemanas de
Pérgamo dirigidas por el arquitecto y arqueólogo Carl Humann e iniciadas en 1876. En estas
excavaciones se permitió que los frisos helenísticos del altar de Pérgamo, decorados con una
gigantomaquia y la historia de Télefo, hijo de Heracles y rey de Misia; fueran llevados a
Alemania y expuesto en el Museo de Pérgamo. Esto se consiguió por las negociaciones entre
los dos países, que tuvieron muy en cuenta la buena metodología de los alemanes en la
excavaciones y que una excavación que no pudiese sacar los objetos encontrados del país era
poco rentable.
26
El último cuarto de siglo se podría decir que fueron los años de Heinrich Sliemann,
que tras amasar una enorme fortuna con el comercio pudo dedicarse a su gran pasión, la
arqueología. Este comerciante y arqueólogo aficionado llevó a cabo una actividad muy
intensa a partir de 1871. Entre 1871 y 1873, excava en Hissarlik, colina donde se asentaba la
antigua ciudad de Troya; entre 1874 y 1876 Micenas; de nuevo en Hissarlik en 1879; en 1880,
en Orcómeno, antigua polis griega al oeste de Beocia; entre 1884 y 1885 en Tirinto,
asentamiento micénico en la península del Peloponeso; y de nuevo en Hissarlik de 1882 a
1883, primero, y de 1889 a 1890, después.
Por esta gran actividad, Schliemann es considerado el fundador de la arqueología
prehistórica helénica, el primero que reveló la civilización micénica de Grecia y la
civilización premicénica de Anatolia. Aunque es su época sufrió fuerte críticas por su
metodología arqueológica y por relacionar a los pueblo micénicos con los griegos clásico,
pues para muchos arqueólogos clásicos fue difícil admitir la relación entre los salvajes del
mar Egeo y la civilizada Grecia clásica. Además, en esa época Homero era considerado como
un escritor de leyendas, lo que ofendía profundamente a Schliemann, que no paró hasta
demostrar que los textos homéricos tenían una base histórica.
El crecimiento de la arqueología científica no cesa a finales de siglo. Estado Unidos
cada vez está más cerca de las potencias europeas en todos los aspectos, por lo que en 1882,
crea la American School of Classical Studies sobre el modelo francés y alemán; y en Gran
Bretaña se funda, en 1885, la British School en Atenas, siendo la cuarta institución de este
país en la zona.
Pero si el siglo XIX había sido un siglo de constante desarrollo arqueológico, tanto en
excavaciones como en metodología, el siglo XX no será menos y, además de numerosos
hallazgos y avances tecnológicos y científicos, será el siglo que verá nacer la arqueología de
género, la arqueología antropológica, la arqueología crítica, etc.
27
Bibliografía:
⋆
Fumadó Ortega, Iván. Cartago: Historia de la investigación. Madrid: Escuela
Española de Historia y Arqueología en Roma, 2009.
⋆
García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,
2014.
⋆
Glyn, Daniel. Historia de la arqueología: de los anticuarios a V.Gordon Childe.
Madrid: Alianza Editorial, 1986.
⋆
Gran – Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna 1798 – 1945.
Zaragoza: Prensas universitarias de Zaragoza, 2001.
⋆
Ludwig, Emil. Schliemann: el descubridor de Troya. Barcelona: Editorial Juventud,
1958.
28
4. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XX
Javier Gómez Barroso.
4.1. Creta y la cultura minoica.
4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon.
4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.
4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología.
A finales del siglo XIX, la Arqueología es ya una disciplina científica: la investigación
ha dejado de constituir una actividad romántica de aficionados y comenzará una fase que se
caracterizará por la profesionalización del arqueólogo. De hecho, como recoge el profesor
Víctor M. Fernández Martínez del Departamento de Prehistoria de la Universidad
Complutense de Madrid en su resumen de la obra El futuro de la arqueología en España, “la
arqueología o es investigación o no es nada”40. De hecho – explica- “lo que quita el sueño a
los arqueólogos “investigadores” es la inmensa cantidad de información recogida durante
todos estos años, que duerme el sueño de los justos en atomizados archivos administrativos de
donde resulta muy difícil extraerla para su análisis y aprovechamiento por la sociedad en su
conjunto”.
4.1. Creta y la cultura minoica.
Como explica la profesora y académica francesa Ève Gran–Aymerich en su obra El
nacimiento de la arqueología moderna (1798-1945), “a principios de siglo Creta se convierte
en objeto de una intensa actividad arqueológica ejercida, como en Grecia, por los arqueólogos
que representan a las naciones europeas más poderosas, a las que se une Estados Unidos”41.
Los arqueólogos iban tras las huellas del legendario rey Minos, quien, según el mito,
encargó a Dédalo la construcción del Laberinto donde se ocultaba el monstruoso Minotauro –
40
Fernández Martínez, Víctor M. «Reseña de “Jaime Almansa Sánchez (ed.): El futuro de la Arqueología en
España. Charlas de café - 1. 45 profesionales hablan sobre el futuro de la arqueología JAS Arqueología, Madrid,
2011. ISBN 978-84-938146-8-7.”» Complutum, Noticias y Recensiones, 23 (2012): 232-34.
41
Gran-Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna. 1798-1945. Zaragoza: Prensas de la
Universidad de Zaragoza, 2001. p. 364
29
mitad hombre, mitad toro–, al que el príncipe ateniense Teseo dio muerte con ayuda de la hija
del rey, Ariadna.
Como explica Mar Llinares García en su libro Los lenguajes del silencio:
Arqueologías de la religión, “el descubrimiento de la civilización minoica estuvo
condicionado por una serie de datos provenientes de la historiografía antigua y por toda clase
de esquemas históricos, sociológicos e histórico-religiosos vigentes en Europa en la primera
mitad del siglo XX”42.
Este interés universal por la prehistoria de la isla a través de los trabajos que ya había
iniciado H. Schliemann unos años antes (recordemos que en 1870 logró dar con los restos de
Troya y localizó numerosos tesoros que le dieron fama a pesar de el poco prestigio que tenía
ante los arqueólogos) se vio considerablemente avivado con los excavaciones del arqueólogo
inglés A. Evans en Knossos.
Frente al perfil de Schliemann, presentado en la obra de Mar Llinares como “un
comerciante obsesionado con los poemas homéricos y aficionado a la arqueología que había
descubierto la cultura micénica y abierto una nueva etapa en los estudios de la historia
griega”43, Evans era un arqueólogo profesional, con formación académica y con gran su
interés por abordar el mundo minoico.
Sin embargo, la forma de afrontar este reto por ambos ha sido muy discutida, ya que
parece que el objetivo de Schliemann era demostrar que la mitología griega era totalmente
verdadera, con lo que sus lecturas, como explica la profesora Llinares, “iban a estar
fuertemente condicionadas”, y el de Evans, por su parte era encontrar un palacio “antes
incluso de comenzar la excavación”
Así, En el año 1900, Arthur Evans excavaba el palacio de Knossos de la isla de Creta
y descubría, como explica Ève Gran–Aymerich en su libro “El nacimiento de la arqueología
moderna 1798-1945”, una civilización desconocida, más antigua que la micénica revelada
por Schliemann, a la que le puso el nombre de minoica por el mítico rey de la isla, Minos44.
42
Llinares García, Mar. Los Lenguajes Del Silencio. Edición: 1. Madrid: Akal, 2012. pp. 89-90
43
Íbidem. p. 90
Gran-Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna. 1798-1945. Zaragoza: Prensas de la
Universidad de Zaragoza, 2001. p. 366.
44
30
El palacio, según podemos leer en uno de los artículos de la Revista de la Escuela
Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Cataluña, escrito por la
Doctora en Arqueología por la Universidad de Barcelona María Teresa Magadán Olives, “era
una construcción edificada alrededor de un patio central, con multitud de habitaciones
conectadas entre sí por pasillos, recovecos y escaleras, que dan la sensación de no tener
salida”45.
“Evans –afirma la profesora catalana- pensó que había encontrado el famoso Laberinto
y decidió que era necesario reconstruirlo para que el público pudiese entender la complejidad
del edificio”.
Sin embargo, el criterio estético que utilizó ha sido muy criticado puesto que para
muchos autores responde más al ideal del momento – el Modernismo- que a la realidad
arqueológica. Así, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Jorge García
Sánchez, afirma que más que rehabilitarlo, el palacio de Minos se restituyó “dotándolo de su
artificialidad actual: alzaron columnas y paredes, rehicieron los frescos, enyesaron las
estancias y los adornos arquitectónicos, elevaron gigantescas escalinatas, suplantaron la
madera por el cemento recubierto de colores y vigas de acero con la proyección siempre en
mente, de la mansión ideal de Minos”46
E incluso hay quien no duda en expresar claramente que “se le fue un poco la mano al
inglés”47, o como la profesora catalana María Teresa Madagán en el artículo de la revista
comentada, crea “una realidad nueva -el palacio reconstruido- que tiene existencia propia y
que se impone al original, modelando la percepción de la cultura minoica a través de una
entidad ficticia.”
“La manipulación de los restos -afirma- aunque le guiase la necesidad de hacer
comprender la complejidad de la estructura y quisiese transmitir el entusiasmo por los logros
45
Magadán Olives, María Teresa, y Irene Rodríguez Manero. «Una mirada retrospectiva a las restauraciones
antiguas II: El Palacio de Cnosos | Unicum». Accedido 3 de mayo de 2015. http://unicum.cat/es/2012/10/unamirada-retrospectiva-a-les-restauracions-antigues-ii-el-palau-de-cnossos/.
46
García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Ediciones Nowtilus S.L., 2014.
47
Bassegoda Nonell, Juan. Historia de arquitectura. Reverte, 1984. p. 72.
31
de aquella cultura, lastra la obra de Evans y dificulta la tarea actual de los conservadores y
restauradores, debido a la fuerza visual de las imágenes creadas (de hecho un cliché imposible
de desmontar) se ven obligados a mantenerlas aunque el sentido común aconsejaría
derribarlas y partir de cero”.
Otro de las interpretaciones de Evans que ya no es admitida en la actualidad es el
carácter pacífico y comercial de la cultura minoica y que en función de este comercio habría
extendido su talasocracia a través del Mediterráneo Oriental y el Egeo, algo que, como se
explica en el volumen de las Memorias de Historia Antigua de la Universidad de Oviedo,
autores como Chester G. Starr, se encargaron de contradecir “demostrando cómo los autores
que han defendido esta hipótesis suplieron la escasez de los datos que permiten formularla
con el trasvase de un modelo económico actual, el del Imperio Británico, a la Antigüedad”48.
El legado de Evans por lo tanto, podría considerarse, en palabras de María Teresa
Madagán “una manzana envenenada”, ya que “Sin él, no existirían los minoicos. Lo malo es
que se extralimitó en todos los sentidos”.
Además de las arquitectónicas, Evans descubrió otras evidencias de la cultura minoica,
como miles de tablillas de arcillas con símbolos grabados que hacían pensar en la existencia
de dos tipos de escrituras conocidas como lineal A, y lineal B, que desaparecerían de forma
abrupta. “después de la destrucción de Knossos, alrededor de 1380 a. C. Y el incendio del
palacio de Pilos alrededor de 1200, la escritura desaparecer completamente del territorio
griego”49.
4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon.
En 1922, el arqueólogo y egiptólogo Howard Carter se convertiría en una celebridad
mundial al descubrir junto con Lord Carnarvon, la tumba del faraón Tutankhamon, situada en
el Valle de los Reyes. El descubrimiento sirvió para esclarecer numerosos aspectos de la
tradición funeraria egipcia desconocidos hasta el momento.
48
Bermejo Barrera, Xosé Carlos. «Sobre la función del comercio en la estructura económica micénica». En
Memorias de Historia Antigua, Vol. 3. Universidad de Oviedo, 1982.
49
Senner, Wayne M. Los orígenes de la escritura. Siglo XXI, 1992.
32
La tumba se encontraba intacta y contenía un espléndido tesoro que actualmente se
exhibe el Museo Egipcio de El Cairo.
Documentar todo lo hallado en la tumba necesitaría de varios años. Horacio Ramírez
de Alba, en su libro Egipto, memoria de un viaje fantástico, habla incluso de “casi ocho años
en restaurar, catalogar y extraer los más de dos mil objetos encontrados”50, o como nos
explica Toby Wilkinson en su obra Auge y caída del antiguo Egipto, “el proceso completo,
desde el alzamiento de la tapa del sarcófago hasta la apertura del tercer ataúd, requirió de más
de dieciocho meses”51.
4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.
En los albores del siglo XX, la arqueología española se organiza y adquiere una
dimensión internacional no sólo por el prestigio de sus eruditos, sino también por la creación
en 1910 de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.
Manuel Espada Burgos hace constar en su obra sobre dicha Escuela el éxito que
obtuvo su segunda etapa “con la concesión por parte de los organismos competentes italianos
de excavaciones en Gabii”52.
La primera campaña de excavaciones se hizo en 1956, y de la misma procede la pieza
más valiosa de las aportadas en la excavación, la estatua de un Eros, copia romana del siglo II
de un original en bronce de Lisipo.
Tras unos años difíciles para la Escuela, en los años ochenta comenzará una nueva
etapa que tuvo en 1989 su gran hito. “Era la primera vez que se concedía a un equipo español
una intervención en pleno centro de la Roma Antigua”53.
La investigación se iba a centrar en el monumento próximo al Arco de Tito,
identificado aunque con dudas, con el Templo de Júpiter Stator
50
Ramírez de Alba, Horacio. Egipto, memoria de un viaje fantástico. UAEM, 2005. p. 168.
51
Wilkinson, Toby. Auge y caída del antiguo Egipto. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2011.
52
Espadas Burgos, Manuel. La Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma: un Guadiana junto al
Tíber. Editorial CSIC - CSIC Press, 2000.
53
Íbidem. p. 128
33
En este sentido me ha parecido muy interesante la lectura de Excavación y Estudio del
entorno del Templo de Júpiter Stator en el Palatino de Roma (Excavaciones españolas 198992), de la Univeritat Rovira i Virgili y el Instituto Catalán de Arqueología Clásica54.
“Nuestro programa de investigación – explican- comenzaba en un momento particular
del debate científico en la arqueología de Roma. Apenas hacía unos años que Filippo Coarelli
había publicado una nueva interpretación del trazado de una de las más importantes vías de la
antigua Roma: la Sacra via”.
“Al cambiar su trazado se estaban proponiendo nuevas ubicaciones para los edificios
que las fuentes clásicas citan en dicha vía, entre ellos el templo de Júpiter Stator.”
“Más allá de los argumentos utilizados en la discusión del trazado de la Sacra via, se
ha abierto un proceso crítico dispuesto a cuestionar premisas de la interpretación arqueológica
hasta ahora unánimemente aceptadas.”
El estudio del equipo español se centró en la franja de terreno que se extiende hoy en
día entre el arco de Tito y el arco de Constantino. “Desde el punto de vista científico, el aporte
más notable han sido los datos nuevos que ayudan a comprender la compleja dialéctica que se
produjo en Roma durante los siglos I -V d. C., entre transformación urbana, ideología y
proyección del poder imperial. Se trata, en definitiva, del modo en que se fue formando el
tejido urbano de una sociedad caracterizada por un aparato estatal centralizado, pero con una
gran conciencia de su memoria colectiva”.
4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología.
Como explica el profesor Jorge García Sánchez, “La arqueología que incorpora los
avances científicos, en especial desde mediados del XX poco o nada tiene que ver con la
curiosidad de los humanistas del Renacimiento y de los anticuarios del Siglo de las Luces”55.
Así, a lo largo de los últimos veinte años, se ha desarrollado toda una serie de métodos no
invasivos de reconocimiento de superficie y de prospección del subsuelo. Estos incluyen, por
54
Mar, Ricardo. «Annex 1: Excavación y estudio del entorno del Templo de Júpiter Stator en el Palatino de
Roma (Excavaciones españolas 1989-92)». En La formació dels palaus imperials a Roma, 243-92. Universitat
Rovira i Virgili, 2005.
55
García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Ediciones Nowtilus S.L., 2014.
34
un lado, la exploración desde plataformas situadas en el espacio (imágenes satélite, datos
radar e infrarrojo) o en el aire (fotografía aérea vertical y oblicua, análisis multiespectral) con
aplicaciones en la arqueología del paisaje y en la identificación de yacimientos hasta ahora
desconocidos.
Entre las nuevas técnicas de imagen, no podemos olvidarnos tampoco de las imágenes
tridimensionales, con las que se facilita en gran medida el trabajo de los arqueólogos. Antes
cada muro y cada estrato había que dibujarlo a mano, ahora, en unos pocos minutos se obtiene
una fotografía que podrá tratarse y transformarse en una imagen tridimensional.
Y tampoco podemos olvidarnos de las posibilidades de reconstrucción virtual, un
avance tecnológico que nos permite acercarnos con facilidad al conocimiento. Está claro que
no es lo mismo, por ejemplo, visitar en persona las famosas cuevas de Altamira situadas en
Cantabria y experimentar en la visita un cúmulo de sensaciones mientras se recorren las
cuevas, que acceder su réplica virtual, pero al menos, ante el peligro de su deterioro, contamos
con alternativas que intentan acercarnos a su realidad.
35
Bibliografía:
⋆
(Libro 1)
⋆
(Libro 2)
36
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