hellosa - Diario de Mallorca

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Domingo, 1 de junio de 2003
ESPECIAL 50 ANIVERSARIO
ARTÍCULO PUBLICADO EN DIARIO DE MALLORCA EL 31 DE OCTUBRE DE 1973
MIQUEL RAYÓ
e
Louis Armstrong es el jazz
s difícil, realmente, decir algo nuevo sobre la personalidad y genio musical de Louis Armstrong. Porque todo
cuánto puede decirse de él se ha dicho ya. Y sigue diciéndose. En esta serie de artículos dedicados al jazz es
imposible no mencionarlo.
Para mí, como para muchos, Louis Armstrong es el
jazz. Y el jazz es música, de verdad. Para convertirse
en uno de sus “fans”, no lo pensé dos veces. Le oí y le
acepté. Así es el público que Louis deseaba en vida:
gente que escuchara y que comprendiera su música, porque para gustarles él la interpretaba. Qué forma de decir las cosas con su trompeta o
con su voz áspera:“.. Una ciudad, una novia, un viejo sin nombre que
alguna vez vi no se dónde. La música que sale de la trompeta de un
hombre es lo que es hombre es...”. Por eso, porque tocaba lo que el era,
su estilo es indiscutible. ¿Quién puede dudar al escuchar la sonoridad
dramática de su instrumento: cálida, amable, expresión de miles de sensaciones sinceras, del amor a la vida... inconfundible para el aficionado?
Louis Armstrong está por encima de cualquier discusión. Pionero de
la música de jazz desde que entró en su mundillo –¿o gran mundo?– de
la mano de “su amigo, su maestro, su inspiración y modelo” el viejo rey
King Oliver. Pero Louis era músico. Debía serlo y lo fue. Vivió en Nueva Orleans rodeado de músicas y de bandas de jazz. Las que deambulaban por las calles. Aprendió a tocar el era ya cantante: un cantante un
poco frustrado– en el Reformatorio. “Corred a buscar al pequeño Armstrong” se decía cuando una banda necesitaba un cornetista. Y así...
Una máquina. “Satchmo” fue siempre una avanzadilla. Tocaba su instrumento introduciendo novedades, creando nuevos estilos. El os sobrevivía a todos. Manteniéndose en él, en su jazz innovador, la más pura tradicional del New Orleans jazz. Era la máquina que hacía avanzar,
con rapidez y seguridad, el inmenso tren del jazz. Su influencia ha sido
y es innegable. Y, de verdad, casi todo lo que hoy se hacen en jazz ya lo
hizo Armstrong. En cambio lo que alguna vez interpretara él, jamás se
volverá a tocar igual. A partir de él en jazz no es posible admitir notas
falsas o errores. EL jazz se eleva. Se hace perfecto. Escuchar su trompeta es conocer al verdadero jazz, el más puro. Por ello el más fácil de
asimilar. Louis Armstrong nos acerca al jazz. Su fuerte personalidad
nos atrae, nos incita a escucharle, admirable y aplaudirle. Personalidad
como músico y como hombre. Earl Hines, uno de los mejores pianistas
de jazz, dijo de él que “tenía un alma asquerosamente grande”. Ellington, The Duke, le admiraba como músico y como persona. Llegaron a
tocar juntos una vez. El resultado es magnífico. Armstrong amaba a su
público, por eso hacía que este se sintiera a gusto a su lado. Y las notas
de su trompeta con brillantes, amplias, largas, dulces... añadamos cualquier adjetivo. Brotan del instrumento como si fuera una fuente inagotable de improvisación jazzística . Su ya clásica introducción al “West
End Blues” asemeja un torrente musical pleno de brillantez y claridad
vital. ¡Nadie ha tocado nada semejante!
Años dorados. Louis superó a Joe
King Oliver. Dejó a Fletcher
Hendersons, el director que reunía a las más brillantes figuras del
jazz en sus conjuntos. Los dejó a
todos. Las más famosas grabaciones de Louis Armstrong son las
realizadas por los años veinte con
sus “Hot Five” y su “Hot Seven”,
formados ambos conjuntos por figuras tan importantes como él
mismo en sus respectivos instrumentos. Kid Ory (trombón),
Dodds (clarinete), Hines (piano),
etc.
Y luego las realizadas en los
años cincuenta con sus “All
Stars”, junto a Jak Teagarden,
Zutty Singletton, Sid Catlett, Barney Bigard, Billy Kyle, etc. Dieron la vuelta al mundo. No en vano se llamó a Armstrong “Ambassador Satch”. Entre ambas
épocas Louis tocó con numerosas
orquestas. En ellas, puede decirse, se entrenaba. En ellas buscaba
nuevos caminos. Y, lo que es mejor, los encontraba.
No menciono títulos. Es imposible hacer una selección corta.
Yo tengo mis preferencias. Pero
cualquier pieza, aún la más vulgar, cobra nueva vida si es Armstrong quien la interpreta. Cualquier disco permitirá al lector curioso conocer a “Stachmo”.
Háganlo, conózcanlo. Y no huyan
al oír su voz. No lo hagan. Jamás
oirán a un hombre cantar el jazz
como él lo hizo. Él es el mejor: el
más sincero. Es una gran experiencia escuchar a Louis Armstrong. Siempre es interesante conocer a un genio. Y él era simplemente eso: un genio del jazz.
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