¿POR QUÉ ES ACTUAL LA TEORÍA DE MARXENGELS? La realidad social de nuestros días es aparentemente más compleja que en tiempos de Marx-Engels, pero esa complejidad, que supuestamente dificulta su comprensión, no radica, desde mi punto de vista, en los hechos en sí, sino en los medios que posee el capital para deformarlos ante nuestros ojos, haciéndonos creer que su comprensión es imposible. Yo, por mi parte, y por eso reivindico la actualidad del marxismo, sigo creyendo que el elemento fundamental, aquél que hay que analizar en primer lugar, es el económico y que él nos va a permitir comprender mejor el resto de los componentes de la realidad social, es decir, el jurídico, el político y el ideológico. ¿Qué instrumento mejor para realizar esa labor de comprensión de la realidad que el criterio expuesto en el materialismo histórico, es decir, que la conjunción de la economía y la ideología, con prioridad para la primera?¿No hablamos sin cesar de la globalización?¿No es ésta fundamentalmente económica y paralelamente jurídicopolítica e ideológica?¿No reprochamos a esa globalización su carácter antisocial, productor de explotación, generador de desigualdades y de miseria?¿No estamos planteando con ello la necesidad de una alternativa socializadora, o sea, que la globalización sea para beneficio de todos-as y no de una pequeña parte de la población?¿No es esto, a fin de cuentas, una versión edulcorada del pensamiento de Marx-Engels porque los tiempos no dan para más ante el imperio del neoliberalismo? En línea con lo anterior: ¿Qué otros medios existen para terminar con las injusticias en el mundo que no sea la socialización de la riqueza o, lo que es lo mismo, de los medios de producción que la generan, como proponían Marx y Engels? Porque, si bien es cierto que los sistemas políticos de la órbita del neoliberalismo han jugado un papel muy importante, eso sí fruto de las luchas sociales, en la mejora ―nunca en pro de la igualdad― de las condiciones de la población en general, también es cierto que esos logros ocurrieron, sobre todo, en la época en que existía el peligro de lo peor para el capitalismo, es decir, la implantación y extensión del mal llamado socialismo o del peor llamado comunismo. Entonces surgió el estado del bienestar que, una vez desaparecido aquel peligro del socialismo, lleva camino de fenecer en breve tiempo. Hágase, si no, un repaso de la situación de los derechos de trabajadores y trabajadoras hace veinte años y ahora. Es cierto, por otra parte, que nuestro mundo es plural y que los intereses y demandas de la población son variables, pero hay que reconocer que al neoliberalismo parece no importarle demasiado los actuales modelos de contestación porque: a) Son muy vagos y aglutinan a gentes de ideologías bastante diversas y, por lo tanto, con objetivos distintos, como es el caso del movimiento antiglobalización. b) Los institucionaliza, como ocurre con algunas ONGs que acaban viviendo de las ayudas del estado o de algunos grandes grupos económicos a los cuales acaban lavando la cara. c) Asume formalmente algunas de sus reivindicaciones despojando a aquellos movimientos de contenido real de cambio. En este sentido, debemos recordar cómo los partidos de derecha reivindican la igualdad de la mujer, se manifiestan en contra de los malos tratos, tienen grupos de homosexuales en sus filas que reclaman sus derechos, etc. Pero, a pesar de todo lo anterior, es preciso reconocer que lo que nunca ha podido subsumir el capitalismo ha sido la teoría marxista a la que, aún hoy, sigue resucitando para atacarla, como señala J. Derrida, el filósofo francés, cuando dice: “Hoy día, en estos tiempos, un nuevo orden mundial intenta estabilizar un desarreglo nuevo (...) instalando una forma de hegemonía sin precedentes. (...) Se parece a una gran conjuración contra el marxismo: una vez más, otro intento (...) para luchar contra él, contra aquellos que el marxismo representa y seguirá representando...” 1 . No ha habido, en toda la historia reciente, ningún otro movimiento político-ideológico que haya conseguido poner contra las cuerdas al sistema capitalista -aparte de él mismo con sus contradicciones- como lo ha hecho el marxismo. O somos capaces de aglutinar todos esos movimientos y demandas en un enfoque marxista, es decir, común, o el nuevo capitalismo salvaje no tendrá dificultades para imponernos, como ya lo está haciendo, su modelo más inhumano. Esta es una realidad que ya H. Marcuse preveía allá por el año 67 cuando señalaba: “Ninguna oposición puede contemplarse hoy más que en el marco global; como fenómeno aislado está falseada de antemano” 2 . Yo añado que hoy, en la era de la globalización, aún con mayor razón. Además de lo anterior, debemos ser conscientes, y en esto tenemos la ayuda de Marx-Engels, que la situación de pobreza del tercer mundo tiene su explicación en el modelo económico que vivimos, al igual que la pérdida de derechos de la mayoría de la población, la flexibilidad laboral ―que se vende como el no va más de la libertad para el trabajador y la trabajadora, pero que resulta su mayor explotación y deshumanización―, y la liberación de la economía hasta llegar a la anarquía económica propuesta por los ideólogos del nuevo liberalismo y que consiste en la pérdida de control por parte de los estados en todo lo referente al mercado económico, incluidos los servicios que antes prestaba, y que va pasando a manos privadas, así como el llamado mercado de trabajo que, cada vez más, se está convirtiendo en pura subasta de mano de obra. Y, todo ello, aderezado con una cultura, esta sí, uniformadora, de valores puramente consumistas, donde prima el cambio continuo; en suma, con una presión ideológica que nos presenta un mundo feliz al alcance de nuestra voluntad creando, así, voluntades alienadas que buscan el cielo en la tierra prometida del consumo de objetos y personas. Todo lo anterior tiene, sin duda, su repercusión en otros ámbitos de la persona ―la conciencia, que dirían Marx-Engels― y de la sociedad, lo que explicaría el desarraigo, la dificultad para entablar relaciones estables, para desarrollar una historia personal con sentido ―el sentido que daba el tener un proyecto de vida vinculado a un trabajo estable―, los grandes movimientos migratorios en busca de la tierra prometida, la explotación inhumana de las personas inmigrantes, la marginación y discriminación negativa de la mujer, las legislaciones establecidas al efecto, la despolitización, la amoralidad, la corrupción del sistema de democracia burguesa ―democracia que, como decía Marcuse, “no existe en ninguna de las sociedades existentes, ni siquiera en las que se llaman democráticas, porque lo que existe es una cierta forma limitada de democracia, ilusoria, empapada de desigualdad...” 3 ―, y un largo etcétera que haría interminable su enumeración 4 . Conclusión. Si, como afirmaba Marcuse, “ con las fuerzas productivas técnicamente disponibles hoy es posible la eliminación material e intelectual de la pobreza y de la miseria y que lo que ocurre ―su no eliminación― ha de atribuirse a la organización sociopolítica de la tierra” 5 , yo afirmo que para que la posibilidad se convierta en realidad, es necesario “despertar la conciencia de la horrorosa política de un sistema cuyo poder y cuya 1 J. Derrida; Espectros de Marx, Editorial Trotta, p. 63. H. Marcuse: El final de la utopía, Ed. Ariel, p. 53. 3 Ibid., p. 43. 4 Para una mejor descripción, conviene leer las diez plagas del nuevo orden mundial en Espectros de Marx, de J. Derrida, Ed. Trotta, pp. 95-98. 5 H Marcuse: El final de la utopía, p. 10-11. 2 presión aumentan con la amenaza de destrucción total; un sistema que utiliza las fuerzas productivas de que dispone para explotar y oprimir...” 6 y para ello reivindico la actualidad del marxismo en el mismo sentido que lo interpretaba Engels, es decir, como una guía de estudio para comprender la realidad actual y proponer alternativas liberadoras, para crear un movimiento aglutinador, abierto, crítico y autocrítico, no burocrático ni jerarquizado, que haga menos promesas de futuro y ofrezca más respuestas a los problemas actuales, que moralice y dé moral, que genere responsabilidad y compromiso... Los errores pasados no impiden aciertos futuros. Julen Goñi 6 Ibid., p. 60-61.