Una noche hace tres meses, después de que por la tarde hubiese tenido una reunión con el personal de Dinámica, la obra que se ocupa de actividad motriz de la que soy presidente, me ha llegado un sms: “Papá, eres una persona increíble, tienes un gran corazón. Estoy contenta de que seas mi jefe, me enseñas a ser mejor sea como hija que como empleada. Gracias.” Mi hija Magdalena trabaja conmigo desde hace casi tres años, y nunca se había dirigido a mí de este modo. ¿Qué ha sucedido? Que soy objeto de una gran gracia desde cuando, en mayo del 2014, Dinámica, después de 27 años se ha deshecho. Desde hacía al menos tres años las cosas no iban bien: entre los seis que dirigíamos la obra no había ya un punto de reconocimiento común sobre el que apoyar nuestro trabajo. En mayo de 2014 uno de los seis comunica su decisión de irse. Se lleva todo un sector del trabajo. Por como Dinámica estaba estructurada esto determina una reacción en cadena: se van cuatro, faltan los cuadros intermedios, la estructura colapsa. De un día para otro me encuentro teniendo que decidir si cerrar o empezar de nuevo. Tenía claro que el sentido de esta obra había sido siempre y era la experiencia de positividad que me había sido donada y que forma parte de mi persona, pero no podía comenzar solo. He pedido si había alguien, que sobre el reconocimiento del corazón, del ideal, aunque en la diversidad de experiencias, quería quedarse. Ha llegado el primer milagro: Marco, que había empezado conmigo en 1987 pero que hacía más de 15 años había salido de la dirección y estaba como trabajador, ha dicho si. Su mujer, Paola, que siempre había hecho la contabilidad, ha asegurado que continuaría con este trabajo. Hemos recomenzado, asombrados y con gran gratitud. Ahora necesitamos afrontar la nueva situación, dificilísima. De los escombros hemos sacado los restos de Dinámica: un nombre que todavía se podía usar, tantas relaciones construidas en los años, una cierta experiencia de gestión y administrativa y “cuatro duros” de reserva. El abismo era en el capital humano: a parte de Marco, los dos o tres trabajadores con los que a lo mejor se podía contar eran muy jóvenes. Aun en la confusión intuíamos que llevar a cabo nuestra actividad simplemente cogiendo del mercado (según la mentalidad común) trabajadores profesionalmente cualificados, contradecía nuestro punto original de consistencia: no nos bastaba gestionar un negocio. Pero necesitaba entender mejor cuál era el hilo del que tenía que comenzar y sólo con Enrico podía haber una confrontación a este nivel. Me fui a hablar con él junto con Paola, que en ese tiempo se había involucrado en la dirección. Salimos con una claridad absoluta: toda la partida se jugaba a nivel educativo: primero para nosotros y después con los chicos que se nos daban. Desde entonces en las reuniones semanales de la microdirección (Paola, Marco y yo) el tema, afrontado en el mínimo particular siempre ha sido y es aquel: un trabajo entusiasmante y extenuante de sana y continua limpieza de otros posibles objetivos o miras. Instrumento principal: la realidad. Hasta ayer hacíamos estas o aquellas actividades, hoy ¿es posible poner esto en pie? Lo que en buena medida equivale a decir: los trabajadores de ayer tenían estas características, ¿cuáles son las de los trabajadores de hoy? Y si de los nuevos involucramos a alguno, ¿cómo nos ponemos delante? Al principio titubeantes, poco a poco hemos visto delinearse los contornos de la aventura en la que nos estábamos metiendo: La obra solo florecía si la consistencia última y viva que nos movía (y después de la tormenta por la que habíamos pasado se había vuelto evidente que allí hubiese roca – gracias Señor!) se jugaba sin prejuicios con la diversidad absoluta de los que nos encontrábamos, iniciando por nuestros trabajadores. Esta ha sido la gran novedad. 27 años de historia conllevan el instaurarse de miles de procedimientos, modalidades de acercamiento, puntos de vista que resultan habituales para todos. Sin darse cuenta uno se fía mucho sobre estas formas acabando por hacerlas prevalecer día tras día, sobre las razones más profundas. Al menos a nosotros nos sucedió así. Ahora todo esto ya no existía: nada podía ser dado por descontado, cada paso sólo podía nacer exclusivamente del parangón del “valor” con la sensibilidad, mentalidad, profesionalidad…. De todos los actores en campo. Hemos empezado a experimentar en que consiste el riesgo educativo. Cada día hemos tenido que decidir si caminar sobre el filo de la espada de la libertad de cada uno o coger dos aparentes atajos: imponer, quizás de una forma un poco Light, un camino, es evidente que la solución es la que tu ya has visto, o tentación todavía más tortuosa, abdicar de la propia responsabilidad de guía, o sea no combatir hasta el último aliento para afirmar el valor parándote solo donde te das cuenta que estás usando tu poder no para sostener sino para prevaricar. Inútil decir que en estas dos trampas hemos caído cien veces. Pero es cierto que más veces delante de situaciones o personas he pensado: ¿Qué haría Enrico? ¿Qué he visto aquella vez con los “Tipi Loschi”? ¿Cómo hace Martina del CdS con los suyos? El método se vuelve practicable si caras, lugares, hechos, estaban en mi corazón. La obra ha florecido, antes de nada en mí. Me he descubierto no teniendo que defender nada, a sentirme libre en el trabajo porque no estaba siguiendo un proyecto para que no fallase Dinámica, estaba siguiendo lo que sucedía. Y lo que sucedía era imprevisible: los jóvenes tenían iniciativas, expresaban sus posiciones, revelaban recursos absolutamente originales. Nacían relaciones, contactos, ocasiones. Esto trazaba un nuevo camino para la obra, constantemente nueva. Guiar ya no era más mandar sino leer lo que sucedía y dejarse guiar. Y esto, cosa todavía más increíble, desencadena en mí una creatividad de ideas jamás vivida. La realidad entera se volvía practicable, atrayente, amiga. Esto es hoy Dinámica. Cierro volviendo sobre las palabras de mi hija. He querido leeros estas palabras porque desde que las leí la primera vez no las he leído como una enhorabuena hacia mi y, por lo tanto motivo de orgullo, sino por una gratitud inmensa por un don recibido, que no podía no contároslo a vosotros. Una sera di tre mesi fa, dopo che nel pomeriggio avevo fatto una riunione con lo staff di Dinamica, l'opera che si occupa di attività motoria di cui sono presidente, mi è arrivato un sms: “Babbo tu sei una persona incredibile, hai un cuore grande. Sono contenta che tu sia il mio “capo”, mi insegni ad essere migliore sia come figlia che come lavoratrice. Grazie”. Mia figlia Maddalena lavora con me da quasi tre anni, ma mai si era rivolta a me in un modo simile. Cos'è successo allora? Che sono stato oggetto di una grande grazia da quando, nel maggio del 2014, Dinamica, dopo 27 anni di esistenza, si è disintegrata. Da almeno tre anni le cose non andavano: tra i sei che dirigevamo l'opera non c'era più un punto di riconoscimento comune su cui poggiare la nostra azione. Nel maggio 2014 uno dei sei comunica la sua decisione di andarsene. E si porta via tutto un settore di lavoro. Per come Dinamica era strutturata, questo determina una reazione a catena: vanno via in quattro, vengono a mancare i quadri intermedi, la struttura collassa. Mi trovo da un giorno all'altro a dover decidere se chiudere o ricominciare tutto da capo. Avevo ben chiaro che il senso di fare l'opera era sempre stato e rimaneva tutto nell'esperienza di positività che mi era stata donata e che costituiva la mia persona; ma non ce la facevo a ricominciare da solo. Ho chiesto se c'era qualcuno che, su un riconoscimento del cuore, dell'ideale, pur nella diversità di esperienza, voleva ancora starci. Ed è avvenuto il primo miracolo: Marco, che aveva cominciato con me nel 1987 ma che da oltre 15 anni era uscito dalla direzione ritagliandosi solo uno spazio come operatore, ha detto sì. Sua moglie, Paola, che da sempre aveva seguito i conti, ha assicurato che avrebbe continuato in quella mansione. Siamo ripartiti, stupiti e grati. Adesso bisognava affrontare la situazione, difficilissima. Dalle macerie abbiamo estratto i resti del patrimonio di Dinamica: un nome ancora spendibile; tanti rapporti costruiti negli anni; una certa esperienza di gestione e amministrativa; quattro soldi di riserva. La voragine era nel capitale umano: tranne Marco, i due o tre operatori su cui era possibile, forse!, contare erano giovanissimi. Pur nella confusione infatti intuivamo che portare avanti le nostre attività semplicemente prendendo sul mercato (secondo la mentalità corrente) operatori professionalmente qualificati, contraddiceva il nostro punto originale di consistenza: a noi non bastava gestire un business. Avevo bisogno però di capire meglio quale era il filo da cui ricominciare a tessere e solo con Enrico sentivo poterci essere un confronto a questo livello. Andai a parlargli insieme a Paola, che nel frattempo si era coinvolta nella direzione. Ne uscimmo con una chiarezza assoluta: tutta la partita si giocava a livello educativo: per noi prima di tutto e poi nei confronti dei giovani che ci erano dati. Da allora nelle riunioni settimanali della microdirezione (Marco, Paola ed io) il tema, giocato fin nei minimi particolari, è stato sempre e solo quello: un lavoro entusiasmante ed estenuante di sana, continua ripulitura da altri possibili obiettivi o traguardi. Strumento principe: il realismo. Fino a ieri facevamo queste e quelle attività; oggi cosa è possibile mettere in piedi? Il che in buona misura vuol dire: gli operatori di ieri avevano queste e quelle caratteristiche; quali sono quelle degli operatori di oggi? E se dei nuovi ne coinvolgiamo, come ci poniamo con loro? Inizialmente titubanti, pian piano abbiamo visto delinearsi i contorni dell'avventura in cui ci stavamo inoltrando: l'opera fioriva se e solo se la consistenza ultima e viva che ci muoveva (e dopo la tempesta in cui eravamo passati era divenuta granitica la convinzione che lì fosse la “roccia” – grazie Signore!) si giocava senza preconcetti con la diversità assoluta di chi incontravamo, a cominciare dai nostri operatori. E proprio questa è stata la grande novità. 27 anni di storia comportano l'instaurarsi di mille procedure, modalità di approccio, punti di vista che diventano abituali per tutti, acquisiti. Senza quasi accorgersene si fa molto affidamento su queste forme finendo spesso col farle prevalere, nel quotidiano, sulle ragioni più profonde. Almeno a noi era accaduto così. Adesso tutto questo era spazzato via: nulla poteva essere dato per scontato, ogni passo poteva nascere esclusivamente dal paragone del “valore” con la sensibilità, mentalità, professionalità,... di tutti gli attori in campo. Davvero abbiamo cominciato a sperimentare in cosa consiste il rischio educativo. Ogni giorno abbiamo dovuto decidere se camminare sulla lama di rasoio costituita dalla libertà di ognuno; oppure prendere due apparenti scorciatoie: imporre, magari in modo soft, una strada, tanto è evidente che la soluzione è quella che hai già visto tu; o, tentazione ancora più subdola, abdicare al proprio compito di guida, cioè non “combattere fino all'ultima cartuccia” per affermare il valore fermandoti solo dove ti accorgi che stai usando il tuo potere non per sostenere ma per prevaricare. Inutile dire che cento volte siamo caduti in entrambe queste trappole. Ma è anche vero che ben più volte, davanti a situazioni da affrontare o persone da incontrare, mi sono trovato a pensare: “Come farebbe Enrico?”, “Cosa ho visto quella volta con i Tipi Loschi?”, “Martina del CdS come fa con i suoi?”. Il metodo diventava praticabile se facce, luoghi, fatti tenevano vivo il mio cuore. E l'opera è fiorita, prima di tutto in me. Perché mi sono scoperto a non difendere più niente, a sentirmi libero nel lavoro perché non stavo più inseguendo il progetto di non far fallire Dinamica ma cercando di seguire ciò che accadeva. E quello che accadeva era assolutamente imprevedibile: i giovani prendevano iniziative, esprimevano posizioni, rivelavano risorse assolutamente originali. Nascevano rapporti, contatti, occasioni. Questo tracciava una strada nuova per l'opera, costantemente nuova. Guidare non era più comandare ma leggere ciò che accadeva e farsi guidare. E questo, cosa ancora più incredibile, scatenava in me una creatività di nessi e idee mai vissuta. La realtà intera diventava percorribile, attraente, amica. Questa è oggi Dinamica. Chiudo riandando alle parole iniziali di mia figlia. Ho avuto la sfrontatezza di riportare quelle frasi perché fin da quando le ho lette la prima volta non le sentite come complimenti a me e quindi motivo di orgoglio. Ma solo di gratitudine immensa per un dono ricevuto. Che non potevo non raccontare a voi.