Volver a Ítaca

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Volver a Ítaca
premio regional de poesía
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rodulfo figueroa 2013
biblioteca
c h i a pa s
Rafael Tovar y de Teresa
presidente del conaculta
Manuel Velasco Coello
gobernador del estado de chiapas
Arbey Rivera
Juan Carlos Cal y Mayor Franco
director general del coneculta-chiapas
Susana del Pilar Utrilla González
coordinadora operativa técnica
Marco Antonio Orozco Zuarth
director de publicaciones
CH
861.44
R621
V944
Rivera, Arbey
Volver a Ítaca / Arbey Rivera. — Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México : CONACULTA, CONECULTA, 2014.
148 p. ; 21 cm. (Colección Biblioteca Chiapas ; Serie Premio ; 11)
ISBN 978-607-7855-78-1
Premio Regional de Poesía Rodulfo Figueroa 2013
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Volver a Ítaca
I. POESÍA CHIAPANECA — SIGLO XX
© arbey rivera utrilla
D.R. © 2014
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Paseo de la Reforma 175,
Col. Cuauhtémoc, 06500, México, D. F.
Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, Boulevard Ángel
Albino Corzo 2151, Fracc. San Roque, 29040, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
publicaciones@conecultachiapas.gob.mx
ISBN: 978-607-7855-78-1
impreso y hecho en méxico
— 2014 —
A mis padres y abuelos,
a mis hijas,
a mis hermanos y hermanas (en especial para Anabelí).
A la gente de mi pueblo.
Presentación
He de confesar que siempre he sentido fascinación por la historia de Ulises y de su patria, Ítaca. Esa historia fantástica, llena
de aventuras y de peligros que Homero retrató en La Odisea
cuando “después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo
peregrinando larguísimo tiempo”. El comienzo del poema nos
presenta a Odiseo solo, y habrá de recorrer el mar y vivir todo
tipo de aventuras, conocer nuevos territorios, nueva gente, la
ira de los dioses y la obsesión de alguna diosa, incluso el canto
de las sirenas que hace que los hombres enloquezcan.
En la Ítaca de Homero hay preocupación del héroe por
el estatus social, el objetivo del héroe es conseguir el honor,
que se manifiesta a través de signos externos: la posesión
de riquezas, y lo hace porque “sería gran ventaja llegar a mi
propio país con las manos llenas y obtendría más afecto y
respeto de todos los hombres que me vieran llegar así a Ítaca”.
Pero el verdadero significado de Ítaca es algo mucho más
íntimo y sencillo, un espíritu que Kavafis, milenios después
de la historia de Homero, supo reflejar perfectamente en el
maravilloso poema “Ítaca”, del que Arbey Rivera incluye a
manera de epígrafe en este poemario. De aquí que haya que
mencionar que en Volver a Ítaca, de Arbey Rivera, se desarrolla
una transtextualidad a partir de la Ítaca de Homero y de la
“Ítaca” de Kavafis.
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Arbey Rivera
Ítaca es el camino, Ítaca es la vida misma. La vida es lo mejor
que tenemos. El concepto de Ítaca encarna el concepto de
la sabiduría, de lo que aprendemos a lo largo de nuestro
Prólogo
camino y nuestra existencia, de lo que vamos acumulando
poco a poco con nuestras vivencias y nuestros recuerdos,
aquello que siempre llevamos con nosotros mismos.
En la Ítaca de Arbey Rivera, la aventura se realiza en tierra
Tengo la impresión de que quienes aman bajo el influjo pro-
firme, a lomo de caballo a veces, a veces a pie desnudo. La
digioso de la poesía son doblemente amados. Que abrazar a
consigna es recordar (del lat. recordare [cf. it. ricordare], con-
un poeta es un misterio y, a su vez, leerlo es abrazarlo. Así,
formado por el prefijo re ‘de nuevo’ y cordare que proviene
con esa sensación de epopeya misteriosa, es que llegó hasta
de cordis ‘corazón’), volver al corazón, para poder Volver a
mí la Ítaca de Rivera; un poeta que sin duda ha encontrado
Ítaca. Así recuerda “con los tallos secos de la milpa hacíamos
el camino de ida y vuelta a las Ítacas más intrincables del
trampas para atrapar palomas” y como él mismo dice: “era
lenguaje y el silencio.
una especie de juego necesario de la infancia”. Volver a la
infancia para poder hacer poesía.
Volver a Ítaca es un viaje en el que el poeta nos invita a
adentrarnos en los laberintos míticos de una realidad que, de
En Volver a Ítaca, de Arbey Rivera, Eolo llega a través de
tan antigua, se vuelve reciente. Ítaca también es la búsque-
la ventana, desordena las cosas y vuelven los recuerdos a
da, la esperanza del encuentro, la meta de una utopía que
través de cada cosa que nombra: la luz, el café, la música, el
sucede desde las primeras páginas. Una epopeya, un canto a
río, la casa, el mundo.
la identidad.
La niebla y la bruma traen “el sonido voluptuoso del re-
Recuerdo que el día que conocí al poeta Arbey Rivera me
cuerdo”, de alguna Circe que se lee entre líneas, y hace que se
invitó a subir a lo alto de un faro. Era casi medianoche y no
vuelva Hades el propio corazón hasta que “había llegado el
había manera de escapar a tal propuesta. Llovía, la luna estaba
tiempo en que los dioses habían decretado que volviese a Ítaca”.
oculta, y las pocas luces que existían estaban a varios kiló-
Ítaca es el camino y la mejor manera de leer el poemario
metros de ahí. A mí me aterraba. Pero para él —como desde
de Arbey Rivera, Volver a Ítaca, es dejándose llevar por la magia
entonces, ahora lo descubro— “los faros son relámpagos”, así
del texto o enfrentándonos directamente a él.
que fue fácil convencerme. Primero subimos lentamente aten-
mirtha luz pérez robledo
Comitán, Chiapas. Febrero, 2014.
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diendo a mi inseguridad, pero no tardé en quedarme atrás por
el miedo a la noche y las alturas. Pretexté tomar una fotografía
desde ahí, a él eso pareció ya no importarle: cual marinero
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Arbey Rivera
Volver a Ítaca
experto en noches de tormenta, Arbey subía las escalinatas
paso. Una conversación en pausa, retomada para descifrar
y llegaba al final del faro con una facilidad digna de aplauso.
el crecer de uno mismo y desde otros. Un irse madurando
Desde ahí me gritaba: —Un día me iré a Ítaca navegando en
como la misma tierra:
crines de caballo. Ahora veo que no mentía. Esa noche tomé
la foto de la que he perdido cuenta, pero lo que no he perdido
todo era grande en aquel tiempo: los árboles, el río, las piedras,
desde entonces, es la imagen de aquel poeta inquieto, esperan-
también los colibríes con su ansiedad inmensa por beber en la
do con urgencia ver pasar los barcos para Volver a Ítaca, volver,
flor del platanar con su gran pico.
porque el recuerdo de haber crecido “a la orilla de un pueblo
que nació en la ribera de un río, que a su vez sigue naciendo
El poeta nos pinta con palabras la apacible serenidad del
al pie de una montaña, que nace entre la sierra” lo alienta por
pueblo y, a su vez, la bravía búsqueda de lo que se supone
las noches como un lícito delirio, a volver a su adorada Ítaca.
perdido. Los hombres a lomo de caballo, las mujeres que sin
Y así lo hizo, logró volver a Ítaca a través de cada una
ser Penélopes eran Penélope, las piedras, las aves. Y de esa
de las letras de este poemario, y en su noble afán nos subió
manera tan augusta y sencilla a la vez desfilan, con la gracia
a todos al barco para enseñarnos, en cada verso, la mítica
de un árbol que crece lentamente, los diversos personajes;
alegoría del pasado que se cruza con el presente; el poder
los habitantes con rostro y los muchos héroes: Anabelí,
de los antiguos mares y los actuales ríos, la tenacidad de los
don Gregorio, don Tasho (el oráculo que mira al cielo), un
modernos Ulises y la timidez de las eternas Penélopes. Nos
incansable suceder de reales vidas dentro de esta aldea, que
enseñó a sortear a los cíclopes (amantísimos de sí mismos), a
el poeta hizo bien en rodear de misterio y montañas, para
ver la propia vida como varias vidas, y somos tan libres que
que los amantes se pierdan en oscuridades deseables y “las
nos vamos con la facilidad de quien sube sobre un barco de
gitanas lean las manos de los indecisos”.
papel, a buscar nuestras propios Ítacas.
Y todo, visto desde la intimidad de las ventanas nutridas
de tiempo. Ventanas que visten de rojo las casas descoloridas.
No había lágrimas en los ojos de los que se marchaban; atrás
Ventanas ojo que ven llover la vida desde afuera.
quedaron sus muertos, ellos tampoco lloraban; sabían que los
pinos volverían a crecer sobre las tumbas.
A través de las ventanas de una casa se puede ver hacia afuera
o hacia adentro del mundo… Y de uno mismo.
Un peregrinar por el tiempo y la memoria, ¿o quizá la
desmemoria?, de las letras concebidas en el fuego, de una
Y finalmente, el viaje que de tan anhelado: inconcebible,
palpitante migración donde el corazón va guiando cada
de tan desconcertante: ansiado, de tan agitante: apacible. Los
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valientes que van y vienen en una vorágine de caballos y
guerra; las niñas que huyen con los hombres mayores, y la
euforia, la vibrante escena de uno mismo como tripulante
de este portentoso viaje a Ítaca. Una Ítaca viva: una nueva
odisea esperando a todos los Ulises que vamos hacia ella.
Aída Valdepeña
Cuautla, Morelos. Febrero, 2014.
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Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
Kavafis
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En un relincho iban montados los hombres; a pie iban los
caballos. Jalaban las mujeres a los jamelgos sin nombres.
Todos buscaban un pueblo entre aisladas montañas de la
Frailesca.
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Todos migraban de una tierra que ya no tenía Tierra, de una
Nací en tiempo de la maduración de los cafetos, época en
casa donde los sueños se cayeron al pozo. Los árboles que-
que las lombrices salen de la tierra para no morir de frío,
daron resguardando gotas de rocío en su hoja más tierna.
apretadas bajo las piedras. Mi madre tenía una herencia
No había lágrimas en los ojos de los que se marchaban; atrás
de tristezas, mi padre un cafetal y la persecución de sus
quedaron sus muertos, ellos tampoco lloraban; sabían que
hermanos. Nací a la orilla de un pueblo que nació en la
los pinos volverían a crecer sobre las tumbas.
ribera de un río, que a su vez sigue naciendo al pie de una
montaña que nace entre la sierra; a pesar de su largo transitar sigue fluyendo aquel río. Mi pueblo es Ítaca sin nombre; es una leyenda no escrita en grandes pergaminos.
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Le pregunté a mi madre sobre mi nacimiento; sus ojos se
Ítaca está en el corazón del recuerdo. Ítaca es el corazón del camino.
llenaron de lágrimas.
Mi abuelo viajó un día, con otros abuelos que en ese
—Fue una dura época —dijo— Ítaca viajaba en lomo de
tiempo no tenían hijos ni tierras. No sabían de Ítaca pero
caballos, iba de pueblos a ranchos aislados. Caminos reales y
buscaban un pueblo que no existía. Lo hallaron a la orilla
veredas se abrían entre las poblaciones. Ítaca estaba en el camino,
de un río.
Ítaca estaba en el corazón del caminante. En el lomo de los caballos,
montados, iban los hombres y las mujeres, por los caminos.
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Algunas mujeres también fueron a la lucha por la tierra que
Mi madre aprendió a escribir en las cenizas. Trazaba cír-
buscaban; nadie se llamaba Penélope, pero todas tejían espe-
culos y rayas en el fogón de tierra. Así aprendió también
ranzas y batían pozol a la orilla del camino. Todas, junto a sus
a leer el fuego y a entenderlo. En el pueblo nadie había es-
hombres, iban como diosas de compañía entre la polvareda
cuchado hablar del ave fénix, pero sabían que el fuego es
que dejaban los caballos.
el corazón de una casa. Por las noches, mi madre ocultaba
la última brasa en la ceniza; le habían enseñado a revivir
la llama, contándole en secreto el aliento de los sueños.
Redondas, como la primera letra de su nombre, salían las
tortillas del comal.
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Mi padre supo desde niño que las semillas son el corazón de
Con el paso del tiempo uno vuelve a recorrer ciertos cami-
esta tierra. Sembró el ombligo de sus hijas al nacer, junto a los
nos, algunas vastedades por donde se nos fueron los ojos,
árboles frutales; los de sus hijos quedaron amarrados en las
de tan lejanas. Este camino real, después de veinticuatro
crines de los caballos. La tierra y el camino pasaron por su
años, sigue siendo travieso como un niño, deja piedras
cabeza en aquellos momentos de embriaguez y necesaria luz.
por doquier para que el caminante se detenga, involuntariamente, a tragar polvo y recuerde que cuando era niño
Dios estaba en el camino para ayudarlo a levantarse.
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Cuando era niño el mundo comenzaba en el patio de la casa.
Con los tallos secos de la milpa hacíamos trampas para
En las calles se hacía fiestas y peleas. Acontecía todo cerca de
atrapar palomas. Era una especie de juego necesario de la
la casa. El mundo terminaba ahí donde los cerros se unían
infancia para contribuir con el sustento: frutos, hierbas,
con el cielo; todo era grande en aquel tiempo: los árboles, el
raíces y palomas. El cielo comenzaba donde los cerros
río, las piedras, también los colibríes con su ansiedad inmen-
llegaban a su fin. Lo único que no tenía fin era el camino.
sa por beber en la flor del platanar con su gran pico. Un día
comenzamos a sentir que el mundo era más grande; se hizo
más angosto el río, dejaron de cantar los colibríes en el patio
y en mis ojos quedaron sólo huellas de pequeños recuerdos.
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A mi pueblo llegaron los gitanos y los circos, llegaron los
A mi pueblo llegaron los coyotes. Llegaron los mineros
bandidos, llegaron los soldados. Magia, miedo y muerte ha
y los insecticidas, a pesar de los contaminantes todavía
pasado por el pueblo y en sus calles todavía pasa el viento
crece pasto en los potreros y en los campos de cultivo, las
levantando a los caídos.
sonrisas de las flores amanecen con aquella esperanza de
que un día, regresen las cigarras.
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A mi pueblo llegó la luz eléctrica y los cables se llenaron de
Por aquí pasa un pueblo; un río a carcajadas zumba su
zanates. Mi pueblo tiene una hondonada donde cabe el co-
murmullo blanco entre las piedras. Por allá, una monta-
razón de los desesperados. Tiene una honda cicatriz donde
ña corre verde. A paso lento van los hombres rumbo al
un día se hacinaron los muertos a festejar la vida. Mi pueblo
cafetal, hacia la milpa que florece en el faldeado de los
es un señor a caballo, es un niño que juega en el polvo de la
cerros. En un relincho van los hombres, al despuntar el
vida cotidiana. Es un gavilán que, de vez en cuando, silba a
alba, rumbo a Ítaca.
las mujeres que lavan ropa en el río; las despluma en el agua,
las convierte en sirenas. Mi pueblo tiene voces de espuma, de
polvo y polen amarillo.
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Palomas y gitanos
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Anabelí
Anabelí es una paloma del campo, es una gitana que partió de niña a las montañas. Lleva años viajando en el
recuerdo, en el aroma blanco del cafeto. Anabelí conoció
la playa sin estar nunca en el mar y se volvió sirena en el
llanto de su madre; era una niña y por su cuerpo nunca
pasó el tiempo. Se fue a cuidar los granos más pequeños
de arena, en el camino que da al sur, se fue a jugar a las
escondidillas debajo de las piedras. Anabelí no tuvo fantasías, su vida fue tan breve y real como su muerte.
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Don Gregorio
El ciego
Viejo y encorvado, don Gregorio, ya sin dientes, va silbando
Don Tasho miró una nube y en ella a una muchacha.
en el camino. Espanta moscas con su mano y con su rostro
Desnudas mujeres bajaban del cielo en los ojos de don
espantaniños va sonriendo por la calle. Imagina que arrea los
Tasho. Nada había en sus ojos y siempre tenía buenas
caballos, en su mente siempre mata vacas y las despelleja.
visiones. Un día cerró los párpados y dentro de ellos se
Don Gregorio ya no come carne, la piel es lo que le gusta y
escondieron las muchachas, se desnudaron con él, mien-
no para cubrir del frío su propia piel envejecida. Es el primer
tras dormía la eternidad por el camino.
artesano del pueblo y ya está muerto. Ahora en los desfiladeros, algunos zopilotes han de extrañar que las desbarrancadas vacas no estén tan suavecitas, al zamparles los primeros
picotazos.
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Betotonto
Nahual
En su infancia alguna enfermedad no conocida le hizo sen-
En mi pueblo aún se cree en los nahuales. Un día descu-
tirse insecto y perseguir la miel de algunas flores. Un día
brieron a una vaca que mudaba de piel en un desfiladero;
descubrió que el azúcar tenía un sabor similar y levantaba
era el tío Goyo con su ágil cuchillo; le ganaba el mandado
uno por uno los granulitos blancos tirados en el suelo. Si lo
a las aves de rapiña.
hubiera visto Dios, levantando con ternura y gratitud aquel
maná, no habría permitido que por dulce le llamaran Betotonto; le hubiera dado el nombre de Moisés o de algún israelita
de la Biblia.
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El jinete
Borromeo con rabia
Había un jinete sobre un caballo blanco, de vez en cuando se
Borromeo fue mordido por un perro. En mi pueblo los
escuchaba el calabaz, calabaz de los cascos. Las yeguas ama-
perros ladran más con el calor sofocante de la primavera;
necían trenzadas de la crin. Huían las mujeres y los hombres,
se ponen iracundos de calor y en ocasiones, a pedradas
si caminaban por ese mismo rumbo o se cubrían la cara con
fueron sacrificados porque tenían rabia. Amarrado en un
la cobija si en las noches lo oían pasar por el camino en luna
árbol, aquel hombre, se había puesto iracundo porque no
llena. Nadie le vio nunca la cara, sólo un sombrero negro,
había doctores ni vacunas y comenzó a ladrar para que
negro como el misterio.
las autoridades de salud pudieran socorrerlo.
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Los novios
De gitanos y migrantes
En tiempo de brama o de amor, hombres y mujeres salían
Las gitanas iban de puerta en puerta, leían las manos de
a noviar por la lomita de la iglesia. Si querían formalizar la
los indecisos a cambio de un puño de granos de café. A
relación, en ocasiones, lo más fácil era robárselas de casa y
mi pueblo llegó el circo y se fueron los niños al monte;
llevarlas al monte. Ahí se hacían el amor como los gatos o las
trabajaban en el campo para hacerse hombres. Algunos
palomas, acurrucados en la hierba. A los tres días volvían,
terminaron siendo gitanos o migrantes por el norte. La
con la cabeza baja; pedían perdón a los papás de la mucha-
tierra era pequeña y en los cerros, las piedras florecían
cha, se ahorraban los gastos del festín y la luna de miel.
más que las semillas.
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La primera casa
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A las escondidillas
En aquel tiempo llegaba el amanecer
en el silbido de los pájaros.
Por la tarde, la luz del sol entraba a través de la ventana;
se metía como una culebra amarilla
hasta el fondo del cuarto.
Ahí se quedaba un rato solo, debajo de la cama,
donde los ratones y los niños
jugaban los domingos a las escondidillas.
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Señales
Por la casa pasa un río
Frente a la puerta de la casa pasaban barcos,
Por la casa pasa un río sin agua,
grandes navíos de papel hacían de la calle
hay un canto de lirios bajo el cimiento de mi casa,
un río, un mar, un puerto.
piedras redondas sacadas desde el fondo,
Los aguaceros comenzaban cuando sonaba un trueno;
guardan en secreto los rumores.
era una señal para los barcos.
De tanto en tanto, se escucha un crepitar;
Eran faros, los relámpagos.
son los años alojados en las puertas de madera,
en el barro colorado del adobe y en las vigas.
En las vigas de taray iban entrando las polillas
como entraban las mujeres al molino de maíz.
Por mi casa, ha pasado a voz de río un vocerío.
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Casa rota
Sombras
Un día la casa quedó rota;
Los ratones de la casa abrieron agujeros
los duendes que jugaban a tejer alegría,
detrás de las paredes pero el sol ya no cabía.
cerraron las ventanas y comenzaron a jugar a los ahogados.
Los insectos del jardín borraron las sonrisas de las flores.
Como una barca hundida, la casa se quedó en el fondo.
La estancia se llenó de sombra y húmedas paredes
El polvo de los años comenzó a jugar a los fantasmas
borraron el olor del café y la canela.
en las habitaciones.
La casa sin jardín estaba muda; todavía me asombro
de todo lo que un día fue mi casa de la infancia.
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En los confines
Ella tenía corazón de barro;
latían la tierra y el río, el pasto seco crepitaba en sus paredes,
figurillas de piedra se incrustaban en los adobes rojos.
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Mi casa acorazada de recuerdos,
mi casa abandonada en los confines.
Ay, mi casa sola y blanca,
carcomida de ausencias.
Ventanas
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El tiempo ha pastado como un animal vivo en los escombros del muro; se ha detenido en la mirada de esta casa; la
ventana es un ojo de cristales rotos; a veces la luna entra a
beber el vacío de la taza de café, en una mesa donde sólo
las polillas se reúnen. A veces alumbran las estrellas el
rincón favorito de la araña que teje en silencio, su trampa
silenciosa. Desde esta ventana, alguien ha visto la tarde y
ha llorado un instante, al ver pasar la vida en un abrir y
cerrar de ojos, en el galope luminoso de un relámpago.
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Desde esa ventana alguien ha visto el invierno; el humo blan-
Por los ojos de esta casa se puede ver cómo nace la luz,
co de la respiración intangible de los muertos, la mancha gris
desde su primera sonrisa de niña iluminada, hasta su úl-
de los recuerdos que se quedan adheridos al sonido de los
tima sombra estacionaria. El verano es un espejo de agua
pasos que van y vienen por la avenida fría. Al invierno nadie
que refleja la musicalidad líquida del día. Por la ventana
debe pedirle que deje de ser frío. Es su condición de niebla y
de estos ojos, basta mover pendularmente la mirada sobre
escarcha, el aura que le da la perfección de su blancura.
una gota de agua, para ver destellos de luciérnagas. El
llanto es la premonición de la nueva claridad. La algarabía.
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He tirado semillas de la ventana hacia el jardín. Quiero que mi
La casa necesita una mano de pintura. No es posible que
última casa tenga un jardín de colibríes o palomas, da lo mis-
los cuadros sólo sirvan para tapar agujeros y descarape-
mo cuando se está solo en una casa con ventana grande y no
ladas cicatrices. Si alguien quiere entrar a vivir en esta
se mira algo en el vacío de su patio. Ningún pájaro se asoma a
casa, es necesario que traiga una ventana nueva en los
comer alpiste ni las hormigas salen de su escondite por temor
ojos, que venga con una brocha gorda en la mano y sus
a la lluvia que ya viene… en esa nube gris, inmensa.
heridas repelladas.
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En esta casa ahora vive un monstruo que al amanecer agrade-
En esta casa no entra el viento. Suena afuera la tormenta
ce la luz, bebe café, escucha música y confía en el mundo con
que silba, la lluvia golpea fuerte las tejas de barro y mu-
la inocencia de un niño, con la obstinada maldad de un dios.
cho más adentro ya nada se escucha; ni siquiera silba
afuera el viento. Hay un aleteo de pájaros.
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Las casas son maravillosas, te cubren de la lluvia y el calor, te
A través de las ventanas de una casa se puede ver hacia
brindan una mesa, un sofá para el cansancio, una cama para
afuera o hacia adentro del mundo… Y de uno mismo.
amar el cuerpo. Son maravillosas estas cavernas modernas
donde el mismo mono de hace siglos sale y entra todos los
días, huyendo de las fieras que ha llevado dentro de sí toda
la vida.
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Buscando casa
…De nosotros depende que el paso del tiempo
no estropee las señales que hay escritas en las piedras
y que el huésped que los años anuncian no encuentre
la casa abandonada, y oscura, y triste.
Miquel Martí i Pol
Volver a Ítaca
Corazón
El corazón de mi casa no está aquí
ni lo llevo conmigo.
Ha de estar en un sitio,
en un lote baldío que no sabe mi nombre,
en un muro inconcluso donde chocan los sueños.
Un día ha de llover y, de seguro,
crecerán nuevas flores en un cántaro.
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Casa en renta
Casa arrendada
Esta casa no se vende;
Esta casa no se renta;
hay hormigas en los muros
alguien que no soy yo ni eres tú
y no hay luna adentro.
está soñando adentro.
Las ventanas están rotas
y hay piedras destrozadas,
termitas invisibles devoraron los recuerdos.
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Casa en renta 2
Casa en renta 3
Esta casa no se vende;
Se renta esta ventana
fueron cancelados los recibos de luz
puedes mirar a solas, desde afuera,
y la música en la radio ya no suena.
el silencio que reina en las habitaciones,
Nadie podrá entrar a esta casa embrujada de ausencia.
puedes sentir el frío de la luna
Nadie podría pagar el precio
que se cayó en las noches
de esta casa apagada.
y nadie supo, desde adentro,
devolverla a su sitio.
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Casa en renta 4
Casa en renta 5
Se renta esta ventana
Se alquila una silla
con tardes rojas,
desde la cual usted podrá mecerse
incluye lluvia y sol.
como un niño de cuna;
Usted deseará no irse nunca de esta ventana.
los años pasan volando en esta silla.
Módico precio:
Si usted tiene buena intuición
se prohíbe llegar tarde a la tarde.
verá las huellas de los que alguna vez,
ahí soñando, transformaron su mundo.
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Casa en renta amueblada
La perla
Se comparte la cama;
Mi casa es una concha de luz
todas las noches usted puede dormir
que descubrió su perla,
a pierna suelta o bien acompañado;
hay un mar en la pared y allí
algún canto de pájaro en las ramas
los barcos navegan verticalmente,
o nido de conejo en sus raíces
siguen el trayecto de las arañas
debió tener esa caoba.
que alguna vez soñaron con ver el mar
El lecho es especial;
y tender su tela de una palmera a otra,
todos los días, si usted gusta,
de una orilla del cielo hasta la luz del faro;
puede levantarse con el pie derecho.
yo las observo columpiándose en su tela
mientras una mujer duerme a mi lado
hamaqueándose en un sueño profundo.
Mañana despertaremos juntos y veré en sus ojos
los arañazos más tiernos y diáfanos del alba.
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Creación
Volveré a esta casa para desenterrar mi corazón.
Ésta es mi casa.
Ella vino una mañana, le puso nombre a las cosas;
dijo paz y cesaron los disparos,
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dijo fuego y las sombras se rindieron,
dijo amor y floreció la tarde.
Acomodó las nubes y los cuadros,
instaló como traviesa niña
el canto de los pájaros en la ventana
y dijo música.
Abrió las puertas de esta casa
y la luz se hizo.
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La odisea nueva
Volver a Ítaca
I
Hay caballos rodantes que viajan de mi pueblo,
repletos de jinetes, no es secreto ni táctica de guerra.
Son camiones que parten hacia el norte.
Les dijeron que allá existe otra Ítaca
más rica que la tierra donde yacen sus ancestros.
No sabían que en el río la vida suele irse.
No sabían que en el fondo del desierto
está la sed cantándole a la muerte.
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Arbey Rivera
II
III
Hay silencios en el camino real
Hay corazones rotos como granos de maíz en la cocina;
de los hombres que se fueron de mi pueblo.
son las niñas que un día huyeron con un hombre
por el camino real y se perdieron.
Algunos ya no regresaron.
Se cansaron de encontrar abandonados
Se encontraron con un nuevo camino,
por todos los que de Ítaca se fueron
se tiraron a las aguas de otro río, sin un barco de papel.
buscando barcos o caballos para cruzar el río y el desierto.
Aquellos que pudieron llegar al otro lado
Se cansaron de esperarlos, de jugar a buscar el paraíso del no volverán nunca o de seguro
están bordando el sueño del regreso en la frontera.
amor
que es otra Ítaca lejana a la que, a veces,
no se puede ir acompañado.
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Arbey Rivera
IV
V
Hay nuevos Odiseos que cruzan las calles y caminos
Hay siluetas misteriosas que se ocultan
sin encontrar a Ítaca.
bajo la sombra ágata de las noches.
Tal vez alguna niña de ojos tristes, con un beso,
Junto al río,
les costuró la voz a algún silencio,
los amantes cultivan el estruendo del agua
tal vez ya se olvidaron de la mirada dura de los cíclopes
que va, que fluye y no regresa;
y van hacia la milpa sin machete.
el deseo de los cuerpos es más grande
Y van sin el consejo de las diosas, a perderse.
que el sonido voluptuoso del recuerdo.
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Arbey Rivera
VI
VII
Hay canciones de abandono que suenan en la radio.
Hay una plaza con arbolitos y niños en el centro del pueblo
Las mujeres se quedaron a tejer esperanzas junto al fuego,
donde los pájaros no han querido hacer nido ni canciones
a cuidar el corazón de la casa en sus recuerdos,
por temor a ser blanco de las piedras,
relatando a sus hijos los caminos de la odisea nueva.
por temor a ser blanco del hambre y la belleza.
Sabían que en la sierra cada día son extintos los caballos;
Hay historias de amor que no se ha escrito en esta plaza.
ya no pueden llevar a Ítaca en su lomo,
De seguro vendrá la primavera
porque es grande y más ancha la tarea.
y verá florecer tulipanes y rosas
cuando el pueblo levante la cosecha.
Existe la gran piedra donde niños y niñas
descubrieron el secreto de un beso
pero todo se guarda, cual furtiva alegría,
debajo del recuerdo.
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Arbey Rivera
VIII
IX
Hay un cántaro lleno de colibríes en el patio de este pueblo;
Hay silencios no descifrados por el río.
florecen bajo la lluvia, enraizados en el aire.
Hubo hombres que nunca se marcharon;
Son arcoíris que zumban un instante en la mirada
se quedaron a dormir en el principio del camino,
y desaparecen llevándose el néctar de su canto,
se quedaron abrazando en su mirada,
su ternura de niños,
la flor blanca del cafeto,
su espanto de gorriones movido por la luz de los relámpagos,
la futura cosecha de las rojizas uvas.
por el estruendo brutal de las pedradas.
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Arbey Rivera
X
XI
Hay burbujas de espuma
Hay ladridos lejanos en el hocico de los perros,
que el río deja en la raíz de los
amates.
cazadores furtivos de la muerte.
Los que encuentren el camino hacia este pueblo,
Dueños de muchas calles, hay borrachos
oirán el silencio si levantan una piedra.
que van contando su odisea de caminos.
Hay veredas donde el tiempo guarda los misterios;
Hay heridas que en la vida no se curan
los murmullos trashumantes de la vida.
y se hacen cada día más eternas,
son las huellas de la ausencia y del olvido;
la señal de que Ítaca está viva en su recuerdo.
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Arbey Rivera
XII
XIII
Hay un canto de polillas en los pájaros
Hay una campana rota que dejó su canción abierta al
que carpinteros hacen con su pico un nido.
viento
desde aquella mañana cuando todos se fueron.
Hay un canto de palabras y olvidadas promesas
de los que se marcharon.
Ya no hay frío,
Las polillas son como los niños al nacer, indefensas y tiernas,
quedó el calor de mayo merodeando las almas
se alimentan de la leche en polvo de las vigas
que subían sudorosas el camino.
que sostienen el peso de la casa.
Quedaron los gritos del adiós,
En última instancia, la madera apolillada sirve
las cristalinas lágrimas se unieron al río
para avivar el fuego y perpetuar en la llama una esperanza.
como una procesión de peces invisibles.
Quedó la carretera con su grava gris invadiendo la cuenca
después del aquel incendio del roblar,
después de aquella inundación de la ciudad,
después de aquella migración
de todos los Ulises de mi pueblo.
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Arbey Rivera
XIV
XV
Hay ausencias en las calles empedradas
Hay huellas en las piedras del camino
de los niños que se fueron de mi pueblo.
de los que vuelven cada día a Ítaca
o de aquellos que de Ítaca se van;
Algunos ya no regresaron.
siempre llevan en su pecho aquel relincho
Los atrapó una ola en el camino,
y no descansarán esos caballos
los conquistó otra Ítaca sin nombre
hasta que bajen todos los jinetes,
y se olvidaron de montar a los caballos.
a morirse de vejez o de imprudencia en los caminos.
Y se detenga el corazón, como un navío.
Y sepan que ya no hay Ítaca en sus ojos,
en esa mar llamada Muerte
y no Penélope o María.
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Contenido
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Volver a Ítaca
1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Palomas y gitanos
Anabelí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Don Gregorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El ciego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Betotonto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nahual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El jinete . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Borromeo con rabia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los novios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De gitanos y migrantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
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La primera casa
A las escondidillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Señales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Por la casa pasa un río . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa rota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sombras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . En los confines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ventanas
1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Buscando casa
Corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa arrendada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta 5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casa en renta amueblada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La perla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Creación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La odisea nueva
I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
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La edición estuvo a cargo
de la Dirección de Publicaciones del CONECULTA-Chiapas
Corrección de estilo / Liliana Velásquez
Diseño y formación electrónica / Mónica Trujillo Ley
Volver a Ítaca
se terminó de imprimir en abril de 2014 en Talleres Gráficos
de Chiapas, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.
Los interiores se tiraron sobre papel cultural de 90 kg
y la portada sobre cartulina couché de 169 kg. En su
composición tipografica se utilizó la familia Nofret.
Se imprimieron mil ejemplares.
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