Opinión septiembre de 2013 Más poder para los maestros en la escuela Por Gustavo Iaies ESPECIALISTA EN EDUCACION, DIRECTOR DEL CEPP Diario La Nación La Argentina ha hecho en la última década una importante inversión presupuestaria en Educación. Aumentos salariales, distribución de libros, computadoras, mejoras edilicias. Sin embargo, ese impulso no se tradujo en mejores resultados, al menos no en forma proporcional al esfuerzo realizado. En 2011, se graduaron en la escuela secundaria 30.000 alumnos menos que en 2003; los resultados de aprendizaje cayeron en las pruebas internacionales y aumentó la cantidad de familias que ha migrado a las escuelas de gestión privada. ¿Por qué esta mayor inversión no se refleja en los resultados? ¿Qué le pasa a nuestro sistema educativo? Hace unos días, un director mendocino decidió que en su escuela no se utilizarían unos libros que el Ministerio de Educación le había enviado, porque los contenidos le parecieron inconvenientes. Las autoridades provinciales explicaron que no habían participado de la selección ni habían sido consultadas por las autoridades nacionales. El Ministerio de Educación adujo que los libros habían sido seleccionados por una comisión técnica y que no eran de uso obligatorio. El episodio es un buen ejemplo del agotamiento de nuestro modelo educativo. Es bueno que el director haya actuado como responsable de los aprendizajes de sus alumnos. Él decidió que los libros no eran compatibles con el proyecto de su escuela y los dejó fuera de su biblioteca escolar. ¿Por qué no consultaron en la selección ni a él ni a su equipo como responsables de la oferta educativa de sus escuelas para elegirlos? Y además, ¿qué pasó con los miles de ejemplares que se enviaron a las demás escuelas cuyos directores, en su mayoría, no dijeron nada? Seguramente, algunos los habrán dejado en las cajas porque los consideraron inconvenientes. Otros, tal vez, ni los revisaron ni los pusieron en los estantes de las bibliotecas. Y en muchas escuelas deben estar a disposición de los alumnos. Lo cierto es que la gran mayoría de los directores no reaccionaron cuando se los mandaron ni cuando les ordenaron retirarlos. Una parte central del problema educativo argentino pasa porque muchos docentes y directores no terminan de sentirse "dueños" de sus escuelas, no se sienten con el derecho, la autoridad y el respaldo para asumir la responsabilidad, junto con sus equipos, por el destino de aquéllas. "Una de las características de las buenas escuelas brasileñas es la permanencia de los equipos en ellas, la consolidación", dijo hace unos días Cleuza Repulho, presidenta de la Unión de Dirigentes educativos municipales de Brasil, durante un seminario en Lima. "Nuestra evidencia muestra que las escuelas que se superan son las que tienen un plan propio, realista y con metas claras de mejora", agregó el director de planeamiento del Ministerio de Educación de Chile. "Un incentivo fundamental es el reconocimiento, que la comunidad sepa que esa escuela mejoró", sumó el viceministro de Costa Rica al diálogo. "La clave para que un sistema mejore es que todos tengan metas, que todos tengan conciencia del sentido de lo que hacen", subrayó Claudio Moreno, director de indicadores en el Instituto de Evaluación de Brasil. En estas frases está concentrada buena parte de la crisis de nuestro sistema, que se ha venido agudizando a lo largo de las últimas décadas. Se agotó el modelo de sistema educativo en el que el ministerio "baja" órdenes y recursos: hoy se necesita un ministerio que entienda a cada escuela como un proyecto educativo que construye planes de mejora y los implementa. Esas escuelas requieren equipos estables, incentivos, apoyo y normas que les permitan actuar. Hoy el malestar en nuestras escuelas se traduce en la alta rotación de docentes y directores: resulta muy difícil estabilizar equipos porque la vida en las escuelas se volvió muy compleja. Más del 60% de nuestros directores tiene menos de cinco años de antigüedad al frente de sus establecimientos. Y eso es grave. Si los directores reciben libros que no eligieron, computadoras que no pidieron, capacitaciones que no se adecuan a sus necesidades, y no reciben apoyo, acompañamiento y reconocimiento, no se sienten respaldados, sino desconsiderados. Claro que, así como los equipos docentes deben tener más autonomía y más poder, también deben asumir responsabilidades por los resultados de sus acciones. Si las escuelas no pueden tomar decisiones sobre lo que hacen, tampoco pueden asumir las responsabilidades por ese hacer. ¿Y entonces quién las asume? Ésa es la diferencia entre nuestro sistema y los de otros países de la región que están mejorando. Ellos vienen trabajando sobre la idea de escuelas más fuertes, con más derechos y responsabilidades. Y lo van logrando a partir de ministerios más potentes, con mayor legitimidad técnica y capacidad de acompañar a las escuelas. En Brasil, los maestros eligen, a partir de recomendaciones técnicas, los libros que el Estado les entregará. En Chile, seleccionan el programa de capacitación que necesitan para mejorar. En Colombia, las escuelas cuentan con un legajo individual de cada alumno, con la información necesaria para poder trabajar. En México, reciben los resultados de las evaluaciones a los pocos meses de aplicadas y deben colgarlos en la entrada de las escuelas para que los padres los vean. No es que esos países estén en el paraíso, algunos están peor que nosotros en algunos aspectos, pero han empezado a mejorar. No alcanza con invertir, aunque es muy bueno hacerlo. Se necesitan cambios en la organización del sistema, en la vida interna de las escuelas. Y eso es más "caro" que los recursos financieros, porque implica modificar derechos y obligaciones de los actores, discutir con los sindicatos, evaluar desempeños, pactar nuevas condiciones. A la Argentina le está costando salir de la inercia de un sistema educativo que se ha venido desgastando en el tiempo. Deberíamos enfrentar los costos políticos de construir un sistema educativo republicano, con derechos y obligaciones equilibrados para todos sus actores. Si no, seguiremos con este modelo populista que permite evitar conflictos, es más vistoso políticamente, pero no produce resultados de mejora. El nuevo modelo requiere que los docentes y directores sean más importantes que los funcionarios de los ministerios; que los derechos sean tan importantes como las responsabilidades, y los aprendizajes de los chicos, más importantes que cualquier otra cosa.