PONENCIA PARA SER PRESENTADA EN EL “VI CONGRESO ARGENTINO DE DERECHO CONCURSAL. IV CONGRESO IBEROAMERICANO SOBRE LA INSOLVENCIA”. COMISIÓ ° 1: “MORALIZACIÓ DE LOS PROCESOS COCURSALES”. RÉGIMEN DE INHABILITACIÓNREHABILITACIÓN. “Un arma más para evitar el pago de las obligaciones contraídas” AUTOR: Manuel Usandizaga DIRECCIÓN: Entre Ríos 190 Piso 4° Dpto. “A”, ciudad de Rosario (CP 2000), Provincia de Santa Fe. TELÉFONO: 0341 - 4 47 75 52. MAIL: manuelusandizaga@hotmail.com 1 RÉGIME DE IHABILITACIÓ – REHABILITACIÓ. “Un arma más para evitar el pago de las obligaciones contraídas” Manuel Usandizaga SUMARIO: Cuando el único activo concursal (o el más importante) es la remuneración que percibe el fallido por su desempeño laboral, debe estarse por su afectación aún después del año de la rehabilitación, en orden a evitar que se desnaturalice la finalidad perseguida por el proceso falencial y de esta manera permitir que la quiebra se convierta en una herramienta para aquellos que quieran evitar asumir el pago de las obligaciones contraídas. Introducción. El presente trabajo tiene origen en el criterio sentado por la Sala 4ta. de la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de la ciudad de Rosario dentro de los autos caratulados “Bustos, Ramón s/ pedido de Quiebra” (Expte. 7/2005). Si bien la Cámara en sus considerandos hizo referencia a la constitucionalidad del decreto nacional 6754/43, norma que establece la inembargabilidad de los sueldos de los empleados públicos, la temática medular del fallo mencionado fue el instituto de la rehabilitación concursal. A modo preliminar, haremos una brevísima referencia a las principales características de esta figura; en orden a introducirnos en la problemática que se genera con aquellos sujetos cuyo único activo liquidable (o más importante) es la remuneración percibida como contraprestación por sus actividades laborales. Ab initio, corresponde aclarar que no se pretende, a partir de la crítica al sistema de rehabilitación actual, poner en tela de juicio el fracaso evidente del régimen anterior. La ley 19.551, exigía la calificación de la conducta del fallido como requisito previo para otorgar la rehabilitación, lo que provocaba que deudores, aún aquellos de buena fe, se encontraran impedidos de retomar sus actividades económicas por prolongados periodos de tiempo. Más allá de que establecer la rehabilitación del fallido de manera automática significó un avance en cuanto a la protección del deudor quebrado, este beneficio aplicado de manera generalizada, sin distinción alguna, da lugar a situaciones de injusticia extrema, donde se verán afectadas las legítimas expectativas de cobro de los acreedores. ociones preliminares. Conforme establece la legislación actual en la materia, la inhabilitación del fallido opera de pleno derecho, concomitantemente al auto declarativo de quiebra. Es decir que, en orden a decretar la misma no se tiene en cuenta ningún factor de carácter subjetivo u otra circunstancia; por lo que sus efectos se harán presentes en todos los procesos falimentarios. De esta misma manera la rehabilitación, instituto que provoca el cese de la inhabilitación, se produce automáticamente al año de la fecha de la sentencia de quiebra, salvo supuestos expresamente contemplados: de reducción, prórroga o reconducción (artículo 236 LCQ). Uno de los principales efectos de esta figura consiste en impedir que los acreedores de causa o titulo anterior a la declaración de quiebra puedan ejecutar los bienes que se adquieran con posterioridad a la rehabilitación. En la redacción de la ley anterior, esta consecuencia estaba explícitamente consagrada en el segundo párrafo del artículo 253 LCQ. Dicha norma establecía que: “Los efectos patrimoniales del concurso siguen aplicándose, pero el fallido queda liberado de los saldos que quedare adeudando en el concurso, respecto de los bienes que adquiera después de la rehabilitación”. Si bien es cierto que ningún articulo de la ley actual establece de manera tan clara que los bienes que adquiera el fallido con posterioridad a su rehabilitación no puedan ser agredidos por los acreedores insatisfechos en la quiebra, esto se desprende, de manera indirecta, del artículo 107 LCQ cuando dice que “el fallido queda desapoderado de pleno derecho de sus bienes existentes a la fecha de la declaración de la quiebra y de los que adquiriera hasta su rehabilitación”. 2 Es decir que la ley establece que todos los bienes que ingresen al patrimonio con posterioridad al año de la fecha de declaración de quiebra no podrán ser ejecutados por los acreedores concursales. Aunque ello no ocasiona la extinción de las deudas impagas se hace presente una significativa limitación de la responsabilidad patrimonial del deudor fallido que en cierta medida conduce a la liberación de esos saldos insolutos. El caso. En el caso, “Bustos, Ramón s/ pedido de Quiebra” (Expte. 7/2005), el fallido interpuso recurso de revocatoria contra la resolución del a quo que acogió lo peticionado por la sindicatura y ordenó oficiar al Ministerio de Educación (el Sr. Bustos trabaja en una dependencia del mismo) a fin de que se le sigan reteniendo de su sueldo los montos correspondientes a un embargo oportunamente trabado aún cuando estos correspondían a períodos posteriores al año del auto declarativo de la quiebra. El a quo rechazó la reposición, concediendo el recurso de apelación subsidiariamente interpuesto. Como se adelantó, el tema central de la resolución de Cámara esta íntimamente relacionado con el cese de los efectos patrimoniales que ocasiona la rehabilitación del fallido. En el caso se ordenó la restitución de los fondos embargados con posterioridad al año del dictado de la sentencia de quiebra, por encontrarse vencido el plazo legal que se establece para que opere el cese de la inhabilitación. En la misma línea de pensamiento se expreso que “procede hacer lugar al levantamiento del embargo trabado sobre los salarios de la fallida, una vez producida su rehabilitación; ello así, por cuanto, el desapoderamiento de sus bienes comprende a los existentes a la fecha de la declaración de quiebra y los adquiridos hasta su rehabilitación, y en tanto el salario constituye la retribución por las labores contratadas, que se devenga periódicamente luego de su prestación, no pueden considerarse adquiridos antes de la rehabilitación los salarios por períodos futuros a ella…” 1 . No obstante, haber nacido la relación laboral con anterioridad a la declaración de quiebra, cabe mencionar que la jurisprudencia es unánime a la hora de considerar acertado el criterio sentado por la Sala IV en cuanto se entiende que el sueldo es un bien que se devenga mes a mes, por lo que se excluyen los que se corresponden a periodos laborales posteriores a la rehabilitación del fallido. Así se ha dicho que “no pueden considerarse adquiridos antes de la rehabilitación los salarios por períodos posteriores a la misma” 2. uestra opinión. Corresponde destacar que en torno al tema de los efectos patrimoniales de la rehabilitación concursal, tanto la doctrina como la jurisprudencia mayoritaria consideran que ocurrida la misma debe levantarse el embargo trabado sobre los salarios del fallido. Existen, sin embargo, quienes sostienen que “la rehabilitación del deudor provoca el cese de los efectos personales del estado falencial, pero no altera aquéllos de índole patrimonial que se mantiene hasta que la quiebra concluye por alguna de las vías previstas por la ley” 3. Más allá de esto lo que nos interesa destacar es que limitar la traba del embargo al plazo de un (1) año configura, en el supuesto de un deudor cuyo único o más importante activo se encuentra constituido por su sueldo, una situación de flagrante injusticia. Como se sabe la ley prescribe que el embargo sobre los sueldos solo puede decretarse por el veinte por ciento (20%) del monto de la remuneración percibida. Es evidente entonces que de esta forma la quiebra se presenta para aquellos que no poseen bienes como la mejor manera de evitar hacer frente a las deudas contraídas; atento a que solo se verán obligados a responder con el 20 % de su sueldo mensual y únicamente por el plazo de un año; independientemente del monto al cual ascienda su pasivo. Por otro lado, encontrándose el deudor “in bonis”, podría cada uno de sus acreedores afectarle su ingreso hasta tanto se vea satisfecha el total de su acreencia, siempre respetando el tope máximo del 20% establecido por la ley pero sin limitación alguna en cuanto al tiempo de duración. 3 Asimismo, es lógico pensar que un empleado que no posee ningún bien, ya sea inmueble o mueble de valor susceptible de ser liquidado es porque no percibe un ingreso alto, sino más bien magro. Es claro que esta situación no se corresponde en absoluto con la finalidad que orienta el procedimiento falencial ni con el espíritu del instituto de la rehabilitación. En orden a entender la injusticia a la que da lugar esta limitación, no debe perderse de vista cual es el fin que persigue la ley cuando regula el procedimiento falencial; y este es el resguardo del principio legal de la par condicio creditorum y no el de generar un mecanismo que ampare conductas tendientes a evadir el cumplimiento de las obligaciones asumidas. Tampoco puede soslayarse cual es el objetivo del instituto de la rehabilitación; y este es permitir una rápida reinserción del fallido en la economía, permitiéndole “un fresco y nuevo comienzo” (“fresh start”), dándole una nueva oportunidad. Desde nuestro punto de vista el régimen de la rehabilitación concursal tal como esta previsto, carece del marco legal adecuado y da lugar a supuestos como el descripto anteriormente en donde la solución a la que se arriba es francamente injusta, atento a que permite que aquellos que quieran burlar el accionar de sus acreedores puedan hacerlo solicitando su propia quiebra. En esta línea de pensamiento se ha sostenido que “…configura a nuestro modo de ver un error de nuestra legislación y más aún pone en peligro grave el instituto concursal, ya que en ciertas hipótesis la quiebra podría prestarse a ser utilizada como un “buen negocio” 4. No debe olvidarse que el instituto de la rehabilitación es una figura de la antigua normativa concursal que diferenciaba el concurso del comerciante del concurso civil. En la hipótesis planteada, no se trata de un comerciante que se ha visto privado de ejercer su actividad, sino de un empleado que percibe su sueldo mes a mes y que es esto con lo único con lo que cuentan sus acreedores para obtener el pago de sus créditos. El sujeto que es empleado no va a reinsertarse en el mercado económico ni a retomar un emprendimiento comercial sino que va a continuar percibiendo su sueldo como venía haciéndolo. Debido a la limitación legal impuesta, que denunciamos injusta para los casos como el planteado, su sueldo ya no podrá resultar afectado al pago de sus deudas contraídas con anterioridad a la declaración falencial. Es decir que, amparado por una figura cuya finalidad consiste en proteger a quienes hacen de la actividad comercial su forma de vida, el empleado podrá presentándose en quiebra eludir en gran parte las deudas asumidas. Claramente la rehabilitación del fallido nunca tuvo por objeto abrir un camino por donde pueda esquivarse el pago de lo que se debe; y es este el motivo por el cual no debe limitarse el embargo trabado al plazo de un año sino continuarse hasta tanto puedan satisfacerse las deudas asumidas. Es necesario evitar que el proceso falimentario se convierta en un negocio para aquellos que deliberadamente se endeudan a sabiendas de que solicitando su propia quiebra encontrarán el modo de no cumplir los compromisos asumidos. Uno de los principales argumentos esgrimidos para fundamentar el efecto de la rehabilitación en referencia a la imposibilidad que tienen los acreedores de causa o título anterior a la declaración de quiebra de agredir los bienes adquiridos con posterioridad a la rehabilitación; es que los acreedores del fallido solo tuvieron en cuenta el patrimonio falencial al darle crédito al mismo. Este último argumento plantea: “señores ustedes contrataron con el Sr. X sabiendo que el tenía un auto y una casa de fin de semana. Si luego de un año de la sentencia de quiebra, este hombre recibe otro inmueble por donación, ustedes no lo pueden ejecutar”. ¿Cuál es el motivo para sostener este criterio? Que los acreedores no tenían forma de saber del inmueble adquirido con posterioridad (a menos que sean videntes) por lo que no se ha violentado ninguna garantía de cobro. Ahora bien: ¿puede esto aplicarse a nuestro caso? En absoluto. Más aún: los acreedores que otorgaron préstamos a un empleado tuvieron, necesariamente, en cuenta el sueldo que percibía el mismo. 4 Es decir, que siguiendo la línea argumental expuesta en estos párrafos, se les estaría neutralizando a los acreedores la garantía de cobro que habían considerado a los fines de ver satisfechas sus acreencias. En otro orden de ideas corresponde hacer un análisis de las consecuencias que se generan a partir de limitar la traba de los embargos del sueldo, cuando este es el único recurso que poseen los acreedores a los fines de ver satisfechas sus expectativas de cobro, al término de un 1 año. Cuando tome repercusión que todas aquellas personas asalariadas tienen la posibilidad de incumplir los compromisos asumidos a través de un simple pedido de propia quiebra; esto que hoy parece un beneficio se volverá un perjuicio para todos aquellos que poseen como único activo una remuneración mensual producto de su actividad laboral. Ninguna entidad bancaria ni compañía financiera volverán a otorgar préstamos cuya única garantía repose en el sueldo del mutuario. Asimismo nadie financiará ninguna operatoria con un asalariado que no tenga bienes inmuebles o muebles registrables. El sueldo dejará de ser un activo que sirva de garantía al cumplimiento de las obligaciones y esto invariablemente terminará por perjudicar a todos los asalariados; tanto a los que se manejan aventuradamente como a los que son prudentes a la hora de asumir compromisos. uestra propuesta. Desde ya adelantamos nuestra opinión que la solución no viene impuesta por la prórroga fundada en que a criterio del juzgador el fallido estuviera prima facie incurso en delito penal. En primer lugar, porque esta es una premisa muy peligrosa cuando tenemos en cuenta la garantía constitucional de presunción de inocencia Segundo, porque en la práctica forense es de difícil (para no decir imposible) implementación esta causal de prórroga cuando no nos encontremos ante casos de importancia económica atento a que, como se sabe, los juzgados penales están abarrotados de trabajo y que tienen cuestiones más relevantes aún sin resolver. Tercero, porque no hay que ser un “delincuente” para verse compelido a cumplir con los pagos de las deudas asumidas. Con esto queremos señalar que el cumplimiento de las obligaciones contraídas no es un castigo para aquellos que violan la ley penal, sino un principio de carácter ético y de justicia que debe regir las relaciones humanas y así lo debe hacer sentir el legislador. No debe interpretarse desde la óptica de escarmentar al que debe pagar sino desde la de quien tiene derecho al recupero de su crédito. Es conveniente distinguir cuando una persona este seria y realmente imposibilitada de cumplir con sus obligaciones de aquél que esta en condiciones de pagar, aunque sea de a poco y a mediano plazo. Se debe evitar que estos últimos se liberen tan fácilmente de cumplir los compromisos asumidos y defrauden así la confianza de sus acreedores. Puede justificarse la inobservancia de la regla básica y universal de “honrar los compromisos contraídos” en casos de extrema necesidad y verdadera imposibilidad de cumplimiento. Pero el legislador no puede tolerar una verdadera burla a los legítimos derechos de los acreedores en el afán de hacerle más fácil las cosas al deudor-fallido. Con relación al instituto de la rehabilitación concursal, debemos evitar que “del régimen de extremo rigor burocrático…se permita…que los picaros -aquellos que no dejan ni el palito de helado- se liberen” 5. En síntesis, en estos casos debe estarse por la afectación de las remuneraciones que ingresen con posterioridad al patrimonio del fallido en orden a evitar que se desnaturalice la finalidad perseguida por el proceso concursal, esto es permitir que la quiebra se convierta en una herramienta para aquellos que quieran evitar asumir el pago de las obligaciones contraídas. Quedan excluidos los demás bienes atento a que en relación a ellos la situación es la misma para el que es empleado y para el que no lo es. 5 CITAS BIBLIOGRÁFICAS. 1 CNCom., sala E, 23/02/1999, “Fernández, María V. s/ quiebra”, JA 1999-IV-198. CNCom., sala E, 23/02/1999, “Fernández, María V. s/ quiebra”, JA 1999-IV-198. 3 CNCom., sala D, marzo 15 – 2001. “Sviatschi, Miguel s/ Quiebra s/ Inc. de apelación”, LA LEY, 2001, D, 725. 4 MACIEL, Hugo Darío. “La rehabilitación del fallido. Urgente modificación de su régimen legal”, LL, 2000-C-989. 5 MARTORELL, Ernesto Eduardo y PINTO, Hugo Juvenal. “Problemática concursal-penal. ¿En qué consiste el “sometimiento a proceso penal” que permite mantener la inhabilitación del fallido (artículo 236, Ley 24.522)”, LL, 1997-E- 1350. 2 BIBLIOGRAFÍA E GEERAL. FASSI, Santiago y GEBHARDT, Marcelo. “Concursos y Quiebras. Comentario exégetico de la ley 24.522. Jurisprudencia aplicable”, 8va. Edición actualizada y ampliada, Ed. Astrea, Bs. As., 2004. FIGUEROA, Gaspar y PECCI, Manuel. “Aspectos de la inhabilitación del fallido de buena fe en la ley 24.522”, LL, 1996-D-544. GARCÍA, Silvana Mabel. “Régimen de inhabilitaciones por quiebra”, Ed. La Ley, 2002. JUNYENT BAS, Francisco y MOLINA SANDOVAL, Carlos A. “Ley de Concursos y Quiebras comentada”, Ed. LexisNexis, 2003. MAFFÍA, Osvaldo. “La ley de Concursos comentada”, Ed. DePalma, Bs. As., 2001. PLANA, Carlos H. “Efectos de la conclusión del procedimiento sobre los créditos no insinuados en la ley 24.522”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, n° 11, pág. 141. RIVERA, Julio César. “Instituciones de Derecho Concursal”, Segunda edición actualizada, Ed. Rubinzal Culzoni, Bs. As., 2003. RIVERA, Julio César; ROITMAN, Horacio y VITOLO, Daniel Roque. “Ley de Concursos y Quiebras”, 3ra. Edición actualizada, Ed. Rubinzal Culzoni, Bs. As., 2003. 6