EL VIAJE TALLER DE HISTORIA ARQUITECTÓNICA EN EL MUNDO ‐ Berlin & Praga Por: Marcela Cuéllar Sánchez, Directora de la Carrera de Arquitectura de la PUJ Cali.y Fernando Quiles García, Historiador del Arte, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. Las crónicas de los viajeros abrieron las puertas al mundo. A partir de sus relatos, se describió; de sus observaciones, se investigó; de sus experiencias, se diversificó la cultura y de su saber, se avanzó en el conocimiento del universo. Marco Polo, Colón, Humbolt, Mutis, Stanley, Byrd, Armstrong, sólo por mencionar algunos de los hombres que han realizado hazañas y han permitido trascender las fronteras, en el afán del ser humano por conocer. Hacer camino, viajar, partir de un punto y llegar a otro, con encuentros regulados o fortuitos, acompañados por la suerte o perseguidos por la desdicha. El camino, comoquiera que se haga, siempre nos llevará a un lugar, donde seres y cosas nos serán permitidos conocer. El viaje “a ninguna parte”, siempre que nos obligue a realizar el esfuerzo de prepararnos para hacerlo; el viaje “interior”, sin salir de nosotros mismos, pero que implica un ejercicio de superación de un estadio o una status, para adquirir otro; el viaje “inmóvil”, que se realiza al retorno de un tránsito real, en que asumimos lo aprendido; todos son viajes, a la postre, que llevan aparejado un enriquecimiento personal. Pero más allá de estos viajes en el terreno de lo retórico, hay un viaje físico, que implica un traslado y un tránsito; un antes y un después; un acercamiento y un alejamiento; un alejamiento y un acercamiento. En algún lugar se habla del viaje “como experiencia transformadora”1. Y en ese mismo lugar, la portada del libro de Jeffrey A. Kottler, se anuncia lo que en el interior se aborda, “el viaje como desafío, crecimiento personal”, etc. Kottler, que, como él mismo confiesa, es terapeuta, considera el viaje como algo lenitivo: “Viajar puede sacar a la luz aquellas partes de sí mismo a las cuales no tiene acceso de otro modo. Siempre en búsqueda de formas más eficientes y efectivas para estimular cambios personales, me he dado cuenta de que el mayor desarrollo constructivo que he experimentado a lo largo de mi propia vida no proviene de los libros, ni de las aulas, ni tan siquiera de la terapia, sino del viajar. Sobre todo de esa clase de viajes que no sólo implican la búsqueda de nuevas experiencias en el mundo, sino también el tiempo y la inclinación necesarios para mirar desde el interior.”2 El viaje, ya lo dice el experto y lo compartimos todos los que nos hemos detenido a pensar sobre sus beneficios, es enriquecedor. Y así se ha entendido a lo largo de la historia, como un proceso de crecimiento personal, de superación de una situación de partida y sobre todo como el acto de coronar un camino de ascenso. Desde Odín, en la mitología escandinava, que realizó un viaje interior, colgándose del fresno Yggdrasil, cuyas raíces se hundían en el Hel, mundo subterráneo, y levantaba sobre su copa la residencia de los dioses. Durante nueve días y nueve noches permaneció en esa posición y su sacrificio le reportó la sabiduría y la visión profética. La imagen es clara. Hay quienes la han extrapolado, poniéndola en relación con otros viajes3. J. A Kottler, Viajar como experiencia transformadora. El viaje como desafío, crecimiento personal, autorresponsabilidad, recorrido interior…, Barcelona, Paidós, 1998, 1ª ed. En versión original el título no es tan taxativo: “Travel that can change your life”. 2 Idem, p. 12. 3 Autores como M. E. Korstanje, que ve en este viaje iniciático el comienzo de una práctica que tendría en el Grand Tour el modelo: el viaje de formación. 1 Pero será el viaje que las élites inglesas emprendieron a partir de la mediación del siglo XVII por los países europeos, especialmente Italia. El Grand Tour se convirtió en un viaje iniciático para los jóvenes aristócratas en su programa formativo. Un paso obligado que tenía una duración variable, entre unos meses y varios años; y que se producía previamente al matrimonio. A mediados del siglo siguiente era una práctica consolidada, que se extendió a otros países. La literatura se hace eco de este viaje de estudios. Escritores contemporáneos hicieron memoria de las experiencias propia y ajenas, narrando el trayecto personal y de quienes por su rango intelectual o profesional lo merecía. También los hubo que optaron por la ficción, inventando historias que hubieran podido ocurrir, tal era la singularidad del Grand Tour. Incluso el cine se ha detenido en rememorar este capítulo en la historia de la Europa culta, con películas como Habitación con Vistas. A principios de la década un suceso histórico caló en las páginas de cultura de España, a propósito de una exposición organizada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), bajo la tutela de José María Luzón Nogué, que llevaba por título El Westmorland: Recuerdos del Grand Tour. En ella se exhibió parte de la carta que la citada fragata conducía desde el puerto de Livorno, en Italia, a Londres, siendo interceptada por una flota francesa, que la requisó, quedando dicho tesoro en tierras españolas, donde fue vendido algunos meses más tarde. En total era 57 cajones de valiosas mercancías, sobre todo objetos artísticos, adquiridos por los viajeros que hacían entonces el Grand Tour.4 Consecuentemente, el Gran Tour sirvió a la aristocracia europea para ampliar horizontes culturales, abriendo puertas al arte italiano y limitando la producción de un arte introspectivo inglés. Se asocia con este movimiento cultural el flujo de ideas que condujeron a la implantación de un arte clasicista de corte romano. Sensu strictu el Grand Tour promovió la apertura creative en el conjunto de los países europeos, pero sobre todo el dominio intelectual inglés con base en los patrones creativos italianos. Y eso hay que ponderarlo como uno de las grandes riquezas de los viajes. Y es que, en definitiva, el “el viaje es de descubrimiento y después un viaje de conquista de los otros que el Occidente europeo ha hallado intentado colonizar el mundo. El encuentro con los otros, en este sentido, ha sido un fracaso relativo en la medida en que, finalmente, la conquista ha intentado someter y reducir por completo al otro. […] Otra forma de viaje, que han ilustrado los escritores viajeros del siglo XIX, tiene por finalidad el descubrimiento de la propia identidad. Los jóvenes de la burguesía francesa curaban su melancolía viajando a Italia. Además, de Chateaubriand a Flaubert, el viaje fue concebido como una oportunidad para crear una obra (literalmente, un pretexto). Lo consideraban un experiencia de sí mismos a través de una aventura de exterioridad cuyo resultado (una novela o un diario) expresaban un desplazamiento doble, en el espacio -…- y en su propio interior.”5 Las miradas de los viajeros, narraciones de sus experiencias despiertan la curiosidad de otros. Como si a través de ellos se pudieran visitar mundos, que tamizados por las experiencias y sentimientos personales, se vuelven maravillosos y únicos. Carlos III adquirió casi la totalidad del conjunto de las piezas artísticas por un precio de 360.000 reales de plata. Y hoy están custodiadas sobre todo por el Museo del Prado y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En los próximos meses vuelve a exhibirse parte de esta colección a instancias de varias instituciones que han organizado una nueva muestra: the Yale Center for British Art, the Paul Mellon Centre for Studies in British Art (ambos en Londres), the Ashmolean Museum of Art and Archaeology (Oxford) y la Llevó por título The English Prize: The Capture of the “Westmorland” (en Madrid). 5 Idem, 13. 4 En este sentido y con el objeto de ofrecer un viaje hacia la construcción de un conocimiento integral, la carrera de Arquitectura de la Universidad Javeriana de Cali, año tras año, invita a participar en el Taller de Historia Arquitectónica en el Mundo. Un espacio de encuentro al que están invitados no sólo estudiantes de arquitectura, sino de otras carreras, así como quienes quieran compartir esta experiencia con nosotros. Para preparar las maletas, de quienes emprenderán el viaje y para iniciar la espera de quienes los acompañan desde aquí y esperan pacientes el regreso…tendremos durante los viernes de los meses de marzo y abril, en el marco del Ciclo de Arquitectura, actividades que nos provocarán y nos presentarán el panorama de lo que veremos, comenzando por: 1. DAS KINO. Cine en Alemán. Cine Foro Viernes 7 de marzo, a partir de las 2.30 p.m. en el Auditorio Los Almendros de la Pontificia Universidad Javeriana. Para mayor información, por favor consulte la página web http://www.javerianacali.edu.co/taller-historia-arquitectonica-en-el-mundo, escríbanos al correo tallerhistorico@javerianacali.edu.co o llámenos al teléfono 3218200 ext. 8468. Por último, volvamos sobre la idea del viaje “inmóvil”, que significa la asunción de las experiencias tenidas previamente en el recorrido físico: “Aquéllos que viajan a otros países…, viajan no tanto para descubrir como para reconocer… Sus viajes empiezan cuando regresan, cuando de nuevo están inmóviles.”6 Los esperamos. Marc Augé: “Prólogo. El viaje inmóvil”. En M. Lucena y J. Pimentel, eds., Diez estudios sobre literatura de viajes, Madrid, CSIC, 2006, Pág. 12. 6