Así Dios salvó mi vida Por: Santiago Moralesrussi Ramírez Primero que todo quiero darles las gracias por acompañarme en esta experiencia de vida, la cual quiero compartir con ustedes. El día martes 24 de noviembre, al finalizar la tarde, me sentí un poco débil, pero como no tenía fiebre no me pusieron atención. Sin darme cuenta me quedé dormido en el sofá de la sala y mi mamá observó que estaba ardiendo en fiebre y me dio un dólex, pero la fiebre me atacó durante toda la noche. El día miércoles 25 de noviembre en la mañana, mi mamá me llevó al Clinicentro Santa Bárbara, por eso no fui al colegio, me atendió una pediatra y dijo que era una simple viral. Para ese momento me dolía mucho la pierna y me dijo que eso era normal en una viral y que a algunas personas les duelen las extremidades y que con dólex y reposo de 3 días me mejoraba. Allí recibí mi primera incapacidad que me impidió asistir al colegio. El jueves estuve muy mal, con fiebre de 41 grados centígrados y el dolor en la pierna aumentaba; tomaba duchas largas con agua fría, seguía con dólex, me ponían compresas en la frente y el dolor ni la fiebre desaparecían. Mi mamá y mi abuelita me llevaron el viernes 27 de noviembre a la Clínica del Country por urgencias para que me atendieran. Ya en este momento solo podía andar en silla de ruedas. En urgencias, el Dr. Rodríguez, médico de turno, me diagnosticó chicunguña y me ordenó unos exámenes de sangre. Los resultados salieron 2 horas después y en ellos se descartó chicunguña, pero se confirmó la presencia de una fuerte infección con un indicador llamado PCR, su rango en una persona sana debe ser negativo y en caso de infección debe encontrarse entre 1-50 y yo lo tenía en 250, un número muy elevado y me hospitalizaron inmediatamente. Los días siguientes, sábado y domingo empeoré a tal punto que sentarme, moverme o caminar era imposible porque el dolor era insoportable y me hacía llorar. Durante el sábado, me tomaron varias muestras de sangre para identificar que tenía porque pensaron que podía ser dengue, pero una vez más, los exámenes desvirtuaron esta hipótesis. Mientras tanto, me calmaban el dolor con medicamentos pero la fiebre continuaba. El domingo en la mañana me visitó la médica de turno, me revisó y ordenó que me hicieran una radiografía del abdomen porque sospechaba que podía tener apendicitis. Como mi estado era tan delicado y había perdido la movilidad ordenó que me tomaran una radiografía en la habitación. Al rato llegó un señor vestido de azul preguntando por mí y por mi estado de salud, mi mamá pensó que era el radiografo y le dio toda la información. Una vez terminó de revisarme, se fue hablar a solas con mi mamá, yo me quedé con mi tía Teresa. Mi mamá regresó y me comentó que el señor era el director de la unidad de cuidados intensivos pediátrica (UCIP), Dr. Camilo Sotomayor, le comentó su preocupación por mi salud, y cómo estaba empeorando. El Dr. Sotomayor le dijo que me iba ordenar varios exámenes, un cultivo, ecografías y demás para poder saber que tenía. Esto fue como a las once de la mañana. Ese día me pusieron oxígeno porque estaba saturando muy bajito. Otra vez, no sabían qué tenía. Los médicos tenían claro no era apendicitis. El mismo domingo me hicieron muchos exámenes, varias ecografías y una resonancia magnética. Fue un día muy agotador y doloroso, mi mamá no se separaba de mí y mi papá estaba muy angustiado. Como a las once de la noche, ya estábamos acostados y llegaron a la habitación los doctores Rodríguez y Sotomayor, nos despertaron y le dijeron a mi mamá que ya habían salido los resultados de los exámenes que indicaban que estaba gravemente enfermo. ¿Recuerdan el indicador PCR que lo tenía muy alto en 250? Pues en los resultados del domingo había subido a 700, descubrieron una sepsis grave, que es una infección que invadió los pulmones, pues tenía bronconeumonía; tenía infectado el hígado, los riñones, el estómago, el músculo psoas y casi todo mi cuerpo. Le explicaron a mi mamá la necesidad de trasladarme a la UCIP de manera inmediata, pues tenía mis defensas muy bajas y la posibilidad de que me diera un paro cardiaco esa noche era muy alta porque el corazón se estaba esforzando demasiado para que los demás órganos funcionaran. Fue un momento muy difícil para mí, porque estaba muy asustado y sabía que estaba mal. Esa noche me trasladaron a la UCIP, me sedaron y me pusieron muchos cables, a pesar del dolor me quedé dormido. El lunes 30, cuando desperté, mi mamá estaba a mi lado y vi que entraban enfermeras a colocarme algo en el suero, escuchaba la voz del médico pero como seguía bajo el efecto de la sedación, me quedaba dormido otra vez, así pasé varios días. Me contó mi mamá que el mismo lunes había salido un resultado de un examen muy importante, en el cual se pudo saber con seguridad qué era lo que tenía. Era un examen de sangre; un cultivo, que por lo general demora 3 días en dar los resultados, pero en mi caso, a las 12 horas ya se conocían los resultados. Se trataba de un estafilococo aureus o dorado, bacteria que todos tenemos, pero en mi caso se desarrolló muy agresiva y resistente a la meticilina. Inmediatamente empezaron con el tratamiento de antibióticos específicos para esa bacteria. Pero toda esa semana empeoré, mi salud cada día era más crítica, a tal punto que los médicos le decían a mis papitos que yo me podía morir en cualquier momento. El dolor invadió todo mi cuerpo. El Dr. Sotomayor le explicó a mis papás que esa bacteria tiene un 70% de mortalidad en los adultos y en 12 horas acababa con la vida de una persona, pero dijo que yo era muy fuerte y les pidió que confiaran en Dios, la fe y oraciones de mis papás, familiares, amigos, comunidad sancarlista me daban la fuerza para seguir luchando. Recibí sus postales, cartas, mensajes, aceites milagrosos, oraciones, me daban ánimo y me hacían sentir mejor. Con mis papitos leíamos cada uno de los mensajes y poco a poco el tratamiento empezó a tener efecto y los exámenes de sangre que me hacían diariamente empezaron a mejorar. Tuve varios altibajos, un día pensaron que además de mi complejo cuadro clínico, también tenía varicela, por esto me aislaron durante 3 días hasta que determinaron que no tenía varicela; otro día mejoraban mis plaquetas pero empeoraba mis pulmones, mejoraba en la mañana y en la tarde recaía. Aunque no tenía dolor porque me estaban dando dipirona todos los días presentaba fiebre muy alta. Un día el infectólogo decidió retirarme los catéteres porque sospechaba que la bacteria se había apoderado de ellos. Una vez me los quitaron, no volví a presentar más fiebre. Este doctor fue otro ángel en mi camino. Me atendieron muchos médicos: infectólogo, ortopedista, pediatra, cardiólogo, los que más recuerdo. Poco a poco comencé a mejorar, a desinflamar y a comer. Ya tenía un poco de movilidad en mis extremidades. En la UCIP duré aproximadamente 12 días. Mi mejoría fue notable, salí del estado crítico y me subieron a la habitación. En ese momento estaba feliz y preocupado porque faltaban pocos días para empezar las novenas y me habían dicho que muy seguramente iba a pasar navidad en la clínica, por eso, trasladarme a la habitación me producía mucha alegría porque estaba mejorando y que había posibilidades de salir pronto y pasar navidad en mi casa con mi familia. El domingo 13 de diciembre, después de ser trasladado a la habitación, me hicieron nuevamente una resonancia magnética para control y se dieron cuenta de que la infección se había pasado del músculo al fémur. El ortopedista me explicó los riesgos de esto y me dijo que tenía que continuar con antibióticos en la clínica por lo menos 10 días más, eso me puso muy triste. Al día siguiente subieron los demás especialistas y después de una junta médica decidieron que podía continuar con el tratamiento en la casa y me dieron de alta el 14 de diciembre. Estaba feliz, saltaba y brincaba literalmente de la emoción. Salí de la clínica ese lunes y aunque el tratamiento fue hasta el pasado 11 de enero, durante mis vacaciones me la pasé en citas médicas y visitas al laboratorio, me tomaban muestras de sangre 3 días a la semana. Pero hoy, aunque no esté totalmente recuperado porque mis exámenes de sangre no están 100% normalizados, quiero decirles que estoy fuera de peligro y puedo continuar con mi vida. Hoy sigo con controles médicos: resonancias magnéticas y de sangre, ya no tan seguidos, pero en todos hay mejoría. Le doy gracias a Dios por salvarme, por escuchar nuestras oraciones y permitir dar este testimonio de vida. Durante mi enfermedad vi cosas, les voy a mencionar 1. Ustedes a Dios en muchas a algunas: se preguntarán por qué llegaba el Dr. Sotomayor, director de la UCIP a mi habitación. Para los que no conocen la Clínica del Country, la UCIP queda en un segundo piso y yo estaba en una habitación, al fondo, en una esquina, en el sexto piso. Estábamos muy retirados. No había posibilidad de cruzarnos. No lo conocía. Pero gracias a Dios , lo escogió a él y por eso estoy vivo, descubrió lo que tenía y me dio el tratamiento adecuado oportunamente. Pues bien, él llegó porque la jefe de enfermeras lo llamó y le dijo que había un pacientico muy mal y fue cuando subió y me revisó, sin ser su paciente y sin conocerme. Viviana, la jefe de enfermeras fue mi primer ángel y el Dr. Sotomayor fue mi segundo ángel. Fueron las primeras personas que Dios utilizó para salvarme. 2. Dios le puso intuitivamente en su corazón que yo podía tener la bacteria estafilococo y ese domingo que subió a verme, empezó a darme antibiótico de amplio espectro para atacar la probable bacteria. Como yo no era su paciente, lo hacía a través del Dr. Rodríguez. Este tiempo fue fundamental para salvarme la vida. Recuerden que cuando salieron los resultados de los exámenes el domingo en la noche, yo ya estaba entrando en un shock séptico. 3. Dios puso al Dr. Sotomayor justo en el momento preciso. Si él hubiese llegado unas horas después a lo mejor no estaría hoy acá, pues ese domingo agotador y doloroso fue decisivo para descubrir que era lo que yo tenía. 4. En otra situación que vi a Dios fue con el cultivo. ¿Recuerdan que les dije que el cultivo demoraba tres días para que arrojara el resultado y conmigo fue en 12 horas? Algo difícil que sucediera porque no siempre los cultivos muestran las bacterias y menos en tan poco tiempo. 5. La bacteria estafilococo dorado es una bacteria supremamente agresiva y en solo 12 horas mata a las personas. Pues Dios permitió que mi cuerpo aguantara 6 días hasta que descubrieron que era lo que tenía y otros 3 mientras el segundo antibiótico empezaba a actuar. 6. Los médicos me decían que mi mayor infección estaba en el músculo psoas y que allí se originó todo, que para atacar la infección lo único que se podía hacer era drenarme el absceso y Dios se encargó de que no hubiese necesidad, mi cuerpo no hubiera resistido esa cirugía. La infección fue recogiéndose poco a poco hasta que los médicos descartaron esta idea. 7. Igual sucedió con la punción en el tórax. Por la bronconeumonía me descubrieron agua en el tórax y los médicos nuevamente me decían que había que punzarme el tórax para sacarme el agua pero después de varios días, el agua desapareció. 8. Los médicos me habían dicho que me preparará para pasar 24 de diciembre hospitalizado, pues gracias a Dios, pasé navidad en mi apartamento con mi familia. Salí mucho antes de lo previsto. Entonces, ¿cómo no darle la gloria a Dios si gracias a Él estoy vivo? Quiero decirles que unidos en oración a Dios podemos ver milagros y yo soy uno de ellos. Los invito a seguir orando por las personas que lo necesiten como lo hicieron conmigo. Muchas, muchas gracias a todos. Santiago Moralesrussi Ramírez