intuición ― ¡ Pues vamos allá! Nunca se habla de los cobardes ― contesta efusivo, impulsado por el chupito anterior. Se acerca a la chica bailando de una forma más propia de un mandril que de un Fred Astaire. ― Joder, la va a volver a cagar. ― me digo ― ¿Por qué no puede ser él mismo? La atrapa por la espalda. ¡Fallo! La chica se asusta girándose y lo empuja marchándose con aspecto de desagrado ante la mirada de vicio que Jack le ha ofrecido. Él vuelve cabizbajo tras su frustrado intento. ― Tranquilo, siempre hay más, lo que cuenta es intentarlo. ― Lo consuelo con las típicas palabras que se le dicen a un amigo en esos momentos. ― De todas formas ¿Por qué haces esas cosas? ¿No puedes ser tú mismo? Esos movimientos, ese semblante de pervertido. pffff ―Venga ya tío, a ninguna tía le intereso ― responde abochornado - yo como persona, soy un freakie. Eso no les gusta a las chicas, no es guay. ― No sé, no creo que seas tan raro, ― le insisto ― me pareces raro cuando intentas ser otra persona. Jack reflexiona sobre mi razonamiento. Su rostro refleja la confusión que mis palabras han creado en su adormecida mente. Es curioso; la camarera es libre de elección de pareja, lo cual no puede fastidiar a Jack. Aunque a él le encantaría sustraer todas sus opciones a una, él mismo. Jack también es libre de ser él mismo, pero no se siente parte del conjunto, se cree diferente y desplazado, fuera de lo aceptable, porque se ha impuesto en su cabeza un catálogo de personalidades que triunfan, y él no está entre ellas. La noche continúa, más baile de salón, y vuelve Daniel, se había ido a comer hacía ya rato, pero no nos habíamos percatado de su ausencia. Nos explica que su repentina hambre se debió a un súbito bajón. ― Bajón ― le comento entre risas ― con esa tripa que luces. No es posible, reservas no te pueden faltar. Daniel sonríe también tocándose la panza y haciendo bromas acerca de la misma, pero en su mirada se vislumbra un sentimiento de vergüenza ante las bromas que los demás jocosos dedican a su prominente barriga. ― Eihh , aquí estás engominado.― Escucho la voz de mi amigo Brian cercándome y estrujándome con su enorme brazo. ― Vamos a tomarnos lo de siempre. ― Claro, ― pienso preparando mi garganta para otra nueva ración de mejunje mejicano ― lo de siempre. ― Desde luego, no esperaba verle ya maese Brian ― contesto burlonamente. Los chupitos corren en la barra y la sensación de embriaguez es cada vez más alta. Risas y comentarios guasones, pero algo hay que lo mantiene intranquilo, momentos de mirada perdida lo delatan. ― ¿Cómo te va? ― Le pregunto intuyendo la respuesta. Me responde a regañadientes confesando que sigue echando de menos a su ex novia, mis temores son fundados. ― ¿Aún? ― Pregunto sorprendido. ― Deberías empezar a superarlo. ― le sugiero. ― No lo entiendes ― Me responde pesaroso ― Es algo muy fuerte, hay lazos más fuertes de lo que tú crees. ― No sé, sólo puedo decirte que sufrir por amor no es tan poético como parece. Debería ser algo que te haga feliz, no un constante sufrimiento en tu vida. Creo que ha llegado el momento en que te sientes cómodo con esa situación, te revuelcas en tu tristeza, te acomodas en la autocompasión, y eso te impide ver la salida ― Le recomiendo con franqueza. Brian me tiene preocupado y el tema se está prolongando excesivamente en el tiempo. ― Lo sé, sé que tienes razón, pero… Se gira y pide una nueva ración de tequilas mostrando una forzada sonrisa a la camarera y me suelta un comentario gracioso. Prefiere no seguir hablando del tema. Brian no parece ser muy libre encarcelado en un amor no correspondido. Cambiamos de local, la noche está dando sus últimos coletazos. Aparece mi novia Ariel, saludada con efusividad por mis amigos, bueno, por los que quedan. Ya que Tom se ha vuelto a casa,