Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? Youth cultures and urban tribes: homgenization or differentiation? Culturas juvenis e tribos urbanas: homogeneização ou diferenciação? Carlos Germán Juliao Vargas Magíster en Estudios Sociales, Políticos y Económicos, Universidad Católica de Paris. Magíster en Dirección Universitaria, Universidad de los Andes. Director de investigaciones, Sede Principal, Corporación Universitaria Minuto de Dios—UNIMINUTO. cjuliao@uniminuto.edu 144 Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas 145 Foto: Jóvenes diversos en el centro de México D.F. Fotografía de Sebastián Vargas (2011). Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? Resumen La juventud contemporánea es bastante diversa y diversificada; hablamos de “culturas juveniles” para referirnos a aquellas agregaciones de jóvenes en torno a referentes simbólicos que suelen presentarse como componentes de modos de pensar y organizarse, de valores, prácticas y discursos, todos ellos colectivos; y caracterizados por posiciones alternativas y, en ocasiones a contra corriente, de aquello socialmente aceptado y reconocido. Acercarnos, desde la perspectiva de lo educativo, a los grupos juveniles urbanos revela la tensión que comienza a generarse entre un espacio local juvenil apropiable y un espacio juvenil global masivo que diluye la construcción de identidades territoriales sólidas. Resta saber cómo movilizar esa “fuerza latente” a la que Mannheim se refería cuando hablaba de los jóvenes. Palabras-clave Culturas juveniles, Tribus urbanas, Estilos tribales juveniles, Ámbitos juveniles de expresión Abstract 146 Resumo The youth of today is quite diverse A juventude contemporânea é muito and diversified. We talk about “youth diversa e diversificada; falamos de “cul- culture” to refer to those aggregations turas juvenis” para nos referir àquelas of young people around symbolic refe- agregações de jovens reunidas ao redor rences that often occur as components de referentes simbólicos, que geralmen- and organized ways of thinking, values, te se apresentam como componentes practices and discourses, in a collective formas de pensar e se organizar, de valo- way; and characterized by alternative res, práticas e discursos, todos coletivos; positions, sometimes upstream, against estes jovens também são reconhecidos the socially accepted and recognized. por ter posições diferentes e, às vezes, An approach, from the perspective of em contradição do aquilo socialmente education, to urban youth groups re- aceitado e reconhecido. Aproximar-nos, veals the tension that begins to arise desde o ponto do vista da educação, aos between local space and an appropria- grupos urbanos revela a tensão que se ble juvenile massive global youth space gera entre um espaço local juvenil e um that dilutes the construction of strong espaço juvenil global, que dilui a cons- territorial identities. It remains to know trução de identidades territoriais fortes. how to mobilize the “latent force” that Falta saber como mobilizar aquela “força Mannheim was referring when he talked latente”, à qual Manheim fazia referência about the young. quando falava dos jovens. Key words Youth culture, urban tribes, tribal style youth, youth expression domains Palavras-chave Culturas juvenis, tribos urbanas, estilos tribais juvenis, âmbitos juvenis de expressão. Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas 1.Introducción Comenzad, pues, por estudiar mejor a vuestros alumnos; pues hoy seguramente no los conocéis… Jean Jacques Rousseau Desde que surge el fenómeno juvenil en la década de los 60, en la llamada época de la postguerra, junto a la aparición de grupos “contraculturales”, diversas disciplinas como la psicología, la sociología y la antropología han intentado interpretar el porqué los jóvenes suelen concentrarse en grupos y por qué se expresan con determinadas manifestaciones. En esas reflexiones normalmente se han entrecruzado dos preguntas cuyo objetivo es analizar el lugar desde el cual se definen, se sitúan y perciben a los demás: ¿cómo se definen a ellos mismos y cómo conceptualizar el grupo del que hacen parte? De un lado, responden a la primera pregunta con el nombre del grupo al que pertenecen: skato, skate, rasta, fresa, naco, gótico, metalero, electro, hippie, graffitero, punk, cluber, emo, floger, gothic metal, skinheads, etc. A la segunda pregunta, se responde usando conceptos como subcultura, tribu, contracultura, culturas juveniles, entre otras; conceptos que, obviamente están cargados ideológica y paradigmáticamente. La juventud contemporánea es bastante diversificada; hablamos de “culturas juveniles” para referirnos a aquellas agregaciones de jóvenes en torno a referentes simbólicos que suelen presentarse como componentes de modos de pensar y organizarse, de valores, prácticas y discursos, todos ellos colectivos; y caracterizados por posiciones alternativas y, en ocasiones a contra corriente, de aquello socialmente aceptado y reconocido. Muchos están de acuerdo en que esos referentes simbólicos se originan en la llamada “cultura juvenil de posguerra del mundo occidental”1, pues aluden a una serie de cosmovisiones que se han expandido por todo el mundo siendo apropiados por jóvenes de la inmensa mayoría de los países occidentales y en muchos otros. En realidad, no importa tanto dónde surgieron, sino la contundencia con la que han seducido a millones de jóvenes de contextos socioculturales muy disímiles. Y sobre todo, interesa entender ese proceso singular que las culturas juveniles han desencadenado y que aún no termina de sorprender. ¿Podrá ello ayudar a entendernos como personas y colectivo, en este mundo acelerado en el que estamos? 1. Los sucesos de mayo y junio de 1968, en Francia, se encuadran dentro de una ola de manifestaciones protagonizadas, ante todo, por sectores politizados de la juventud que recorrió el mundo durante 1968. Dichos sucesos se extendieron por la República Federal Alemana, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Estados Unidos y Checoslovaquia. Hay que entender el contexto en el que esto se produce: a) Económico: La crisis de mayo de 68 surge al término de una década de prosperidad económica sin precedentes; pero ya desde 1967 se veían los primeros síntomas de un deterioro de la situación económica, que afectaba particularmente a los jóvenes (desempleo, bajos salarios y surgimiento de las barriadas). b) Político: serie de cambios, a nivel mundial, que llevaron a cuestionar el sistema de dominación europeo y estadounidense sobre los territorios coloniales o recientemente independizados de África, Asia y América Latina. El triunfo de la Revolución Cubana y el auge de movimientos izquierdistas latinoamericanos, y especialmente, la guerra de Vietnam, generaron un amplio movimiento de solidaridad en oposición al imperialismo. c) Cultural: Los años 60 en Francia, al igual que en el resto de Occidente, fueron una época de acelerados cambios culturales: aceleración del éxodo rural y el surgimiento de la sociedad de consumo, cada vez más influida por mass media que generalizaban la cultura de masas. Estos procesos se desarrollan mediante las subculturas juveniles nacidas a finales de los años 1950, dentro de movimientos contraculturales como la cultura underground y los movimientos beatnik e hippie. Muchos de estos movimientos cuestionaban el estilo de vida plástico ofrecido por el mercado de consumo y la organización capitalista de la posguerra. Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 147 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? 2. Es amplia la literatura al respecto. Baste señalar los libros de Zarzuri, R. y Ganter, R. (2002) y Costa Pere, O. (1996). Estos textos son depositarios, en mi opinión, de la obra del filósofo francés Michel Maffesoli (1993 y 2001). 3. Por culturas o movimientos juveniles se entiende una serie de procesos socio-culturales promovidos e impulsados por la juventud, que se expresa y se manifiesta como grupo social y cultural definido. 4. Rebelde sin causa es una película estadounidense de 1955, dirigida por Nicholas Ray. Protagonizada por James Dean y Natalie Wood en los papeles principales, intentó retratar la decadencia moral de la juventud estadounidense, criticar el estilo de vida de sus padres, y explorar la brecha generacional. 5. Hay que tener en cuenta que la realidad social va siempre por delante de la academia, que acostumbra a analizar los estilos y temas emergentes con casi una década de retraso respecto a su desarrollo histórico. 148 2. Un recorrido conceptual para comprender mejor2 Hay que comenzar diciendo que los estudios académicos sobre el fenómeno juvenil se relacionan con los discursos, ideológicos y mediáticos, que se han ido construyendo en torno al llamado “problema de la juventud” o a la “juventud como problema”. En 1968 se comienza a hablar de la emergencia de las “culturas juveniles3”, unida al culto a lo joven, y surge la imagen del “rebelde sin causa”4. Los discursos dominantes5 expresan las tendencias de cambio que afectan al conjunto social, y que a grandes rasgos, manifiestan el proceso de modernización y apertura cultural, así como el temor y resistencia que dicho proceso despierta entre los sectores más conservadores. No podemos olvidar que la llamada crisis juvenil, no es más que el reflejo de la crisis de cada generación adulta. Las dificultades de los padres para comprender el comportamiento supuestamente raro de sus hijos; tanto si llevan melenas largas como si se dejan el pelo rapado, tanto si visten cortas minifaldas como si se dejan largas trenzas rastas. De las bandas a la tribu Cuando los individuos se reúnen voluntariamente, por el placer de estar juntos, buscando lo semejante, se trata de una banda. Consiste en encontrar, en los congéneres, modos de pensar y sentir idénticos a los propios, sin ser forzosamente conscientes de ello; la banda tiene en común la similitud o clonación de sus miembros. Cuando todo ello va unido a actos de algún modo violentos o delictivos, la banda es llamada “pandilla”. Ahora bien, serán los estilos juveniles que surgieron en Norteamérica y Europa durante las décadas que van de la posguerra a la crisis del petróleo (1946 a 1976), los que irrumpen de golpe en Latinoamérica, siendo rebautizados con ese calificativo que pronto hizo furor: “tribus urbanas”6, entendiendo por tal, un grupo de personas por lo general jóvenes, que se comporta de acuerdo con las ideologías, gustos musicales o deportivos de una subcultura, originada y desarrollada en la ciudad. Las tribus urbanas intentan proporcionar elementos lúdicos, sacros y mágicos a la existencia en las sociedades post-industriales, mediante la corporalidad, la música, ritos y ceremonias, entre otros. Tal vez la característica más peculiar es el hecho de que siempre están apareciendo diferentes grupos que responden a nuevas sensibilidades estéticas y culturales, que dan cuenta de la complejidad de la ciudad. Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas Lo asombroso es que al difundirse el uso académico del término, las “tribus urbanas” se convirtieron en un concepto espejo, sujeto a discusión teórica, que refleja una imagen de cierta realidad urbana y mediática. Sin embargo, su memoria histórica, de baja historicidad pero que genera profundas mutaciones, se remonta como máximo, a una generación. De la tribu a la sub-cultura La función oculta y latente de una subcultura no es otra que expresar y resolver, aunque sea “mágicamente”, las contradicciones que persisten, escondidas y sin resolver, al interior de la cultura parental (Gelder, 1997). En un sentido amplio, las culturas juveniles tienen que ver con el modo como las experiencias mutuas de los jóvenes se expresan socialmente, mediante la construcción de estilos de vida propios y distintivos, principalmente en el tiempo libre o en espacios intersticiales de la vida institucional. En un sentido más particular, definen el surgimiento de “micro sociedades juveniles”, con grados importantes de autonomía respecto a las instituciones adultas, y que se dotan de espacios y tiempos concretos. 6. “‘Tribus’ significa conjuntos de familias nómadas, por lo común del mismo origen, que obedecen a un jefe” (DRAE). De dicha definición obtenemos tres deducciones ontológicas: a) tribus urbanas “remite a los primeros pobladores de las ciudades” (es decir, a las supervivencias atávicas en el mundo urbano); b) estas tribus se basan en el “salvajismo de los que actúan sin freno, sin atenerse a normas” (es decir, los miembros de las tribus son individuos anónimos); c) “lo que prima es la ley del más fuerte” (es decir, su organización es gregaria, sujeta a los designios del jefe). Este cambio terminológico implica también un cambio en el modo de observar el problema, que transfiere el énfasis de la marginación a la identidad, de las formas a las estrategias, de lo espectacular a lo cotidiano, de la violencia al ocio, de las imágenes a los actores, en un proceso histórico en tres etapas: La primera para describir un aspecto visual y un comportamiento que distingue a los diversos grupos; la segunda cuando la Escuela de Chicago, la usa para referirse a una teoría de desviaciones que involucraba a los integrantes con personalidad criminal; y la tercera en Inglaterra, a mediados de los años setentas, cuando surge el Birmingham Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS), entendido ahora como acción de resistencia de los jóvenes de la clase trabajadora, heredera de la posguerra. En este sentido, Hedbige dice que “las objeciones y contradicciones, […] el desafío de la hegemonía representado por las subculturas no emana directamente de ella: en realidad se expresa sesgadamente por el estilo” (Hedbige, 2002: 33) De la sub-cultura al estilo Las subculturas no existen en abstracto sino que se expresan mediante ciertos estilos juveniles más o menos espectaculares. Para Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 149 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? Hedbige (2002), el estilo es un modo de rechazo, por el cual la subcultura ayuda a sus integrantes a expresarse y ser vistos y a trocar algunos objetos ya existentes en signos de una identidad prohibida, única y “secreta”. El estilo puede definirse como la manifestación simbólica de las culturas juveniles, expresada en ese conjunto, más o menos coherente, de elementos materiales e inmateriales, que los jóvenes consideran característicos de su identidad como grupo. La mayoría de los grupos juveniles comparten determinados estilos, aunque estos no siempre sean espectaculares ni permanentes (puede hablarse también de estilos individuales, en la medida en que cada joven manifiesta sus gustos estéticos y musicales y edifica su propia imagen pública). Conciernen a la emergencia de la juventud como nuevo sujeto social y se basan en la difusión de los grandes medios de comunicación, de la cultura de masas y del mercado adolescente (Cubides, 1998). Este cambio conceptual corresponde a los llamados estudios postculturales. Un libro clave de esta teoría es After Subculture: Critical Studies in Contemporar y Youth Culture (2004). En este trabajo, los autores plantean nuevas propuestas para estudiar el fenómeno, sin tomar como base al término subcultura, sino el término “estilo subcultural”. Este concepto permite analizar aquellos elementos que confieren un sentido de individualidad y de identificación desde los intereses personales y las biografías de cada integrante (Sweetman, 2004). Del estilo a la red 150 Ampliando y cuestionando esta tradición de las subculturas, varios autores contemporáneos han propuesto otros términos como “culturas de club”, neo-tribus, post-subculturas, escenas, performances, redes, etc. (Muggleton, 2000). Todavía no hay consenso sobre el uso de dichas expresiones, aunque la idea de fondo es sustituir la tradición de la escuela de Birmingham (subculturas obreras resistentes, contraculturas burguesas opresivas) por un tipo de aproximaciones menos románticas y más pragmáticas. Estos términos podrían ser inspirados en la teoría de la distinción de Bourdieu, según la cual, el capital cultural es generador de estilos de vida diferenciados, también podrían acuñarse desde el neotribalismo de Maffesoli o desde la Crítica Feminista que pueden dar cuenta de la fluidez, variedad e hibridación presente en las culturas juveniles contemporáneas. Los conceptos que desde los años sesentas habían construido la juventud como grupo autoconsciente entran pues en crisis (fin de las Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas contraculturas, fin de las subculturas). Por otra parte, se da también una ampliación del concepto de juventud (fin de las clases de edad y de los cambios generacionales) y, al mismo tiempo, una exterminación de los jóvenes en tanto sujetos (fin del trabajo, fin del cuerpo). Los resultados son “culturas fragmentarias, híbridas y transculturales” (Canevacci, 2000: 29). La idea de subcultura ha cedido el lugar a lo que el antropólogo Massimo Canevacci llama cultura eXtrema, donde la noción de identidad se sustituye por el concepto de multividualidad. El individuo múltiple que participa de una pluralidad de grupos, experimenta diversas formas de ser y pensar, y transita por la desterritorialidad urbana, pasando de la experiencia en la web a la vivencia nómada de la calle. A partir de esta nueva pluralidad de modos de ser y vivir, la juventud antes tribu o subcultura, es ahora policultura desterritorializada: los grupos que antes utilizaban signos estéticos específicos, consensualmente adoptados para marcar su identidad y demarcar territorio, hoy transitan por un universo de signos y significados siempre mutantes. La identidad consolidada se vuelve fluida, una multividualidad descentralizada “que puede desarrollar una multiplicidad de yos en una perspectiva fluida, plural y múltiple” (Canevacci, 2004: 143). Es en ese descentramiento de estructuras de poder inherentes a los grupos juveniles que el concepto de subcultura se desmaterializa y la idea de grupos de estilo juveniles asume nuevas configuraciones, lo que era compacto y homogéneo, se vuelve fluido y poli-identitario. ¿Culturas juveniles sin jóvenes? Según Canevacci, el concepto de cultura extrema, se basa en la idea de cultura “exterminada”, jugando con la etimología de la palabra, el antropólogo identifica una cultura juvenil que no se termina, que no tiene fin, no tiene límite: es una condición juvenil y una producción cultural comunicativa que no se termina. El concepto de identidad juvenil, para el autor, se sustituye por la idea de entidad, alteridad o avatar: sujeto mutante, mutoide, fluido, rizoma, que transita entre el Yo y el Otro, que se hace objeto de los productos que adopta. Entonces se convierte en signo y asume la metrópolis como condición de existencia, cuya vivencia nómada, desterritorializada se encuentra traducida en la vivencia de la web: algo nuevo ha aparecido, “la incorporación virtual completa, el avatar7” (2004:144), que hay que comprender como un sujeto “multividual y multivisual” que “está más allá de todo dualismo, de toda síntesis unificada, de toda cultura o historia universal”, es decir, como “una praxis del cuerpo lleno de inteligencias” (2004:149). En conclusión, si antes la antropología encontraba su punto fuerte en la definición y defensa de la identidad, donde cuanto mayor fuera la homología, homogeneidad de las estructuras, modus vivendi, ca- 7. En la filosofía hindú avatar es la manifestación polimórfica de Dios; en la actual cultura web la expresión define la identidad múltiple de un sujeto, usando Internet. De algún modo comprende una crítica a la lógica occidental y tradicional de “identidad”, un reto que propende por la existencia diversas identidades para un mismo individuo, y un experimento con múltiples lenguajes para generar novedosas formas de representación y comunicación. Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 151 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? racterísticas del grupo (etnia), mayor era la consolidación de dicho grupo. Como resalta Canevacci, en la actualidad las nuevas corrientes antropológicas deben acudir a los movimientos de fragmentación, parcialidad, desunificación y consagración de la diferencia y la diversidad. En una antropología crítica o posmoderna, la idea de síntesis, objetividad, identidad y generalidad, cede el espacio a la experimentación de la subjetividad y a la consagración de la diferencia. Y la cultura ya no puede ser analizada como estructura/subestructura, sino como un todo heterogéneo de dimensiones que se atraviesan permanentemente. 3. Un abordaje interpretativo 8. En español sólo aparece en: “El problema de las generaciones”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas (Reis), no. 62, Madrid, abril junio de 1993, pp. 193-241. Se puede consultar en: http://www.reis. cis.es/REISWeb/PDF/ REIS_062_12.pdf 152 El abordaje a las culturas juveniles que proponemos, después de estos planteamientos de Canevacci, recupera algunos cuestionamientos e inquietudes de Karl Mannheim, al interior de la llamada corriente generacional, que plantea que sin discontinuidades generacionales tampoco existirían generaciones, en oposición a la corriente clasista (que se fija en efectos de estatus, género y raza). Mannheim, en 1928, publica: Das Problem der Generationen8, visión novedosa debido a su influencia marxista (fue compañero y amigo de Luckàs) y a su profundo racionalismo que buscaba una teoría epistemológica social, basada en el relacionismo; lo que hace que su propuesta sea una especie de tercera vía entre el marxismo y el funcionalismo. Su propuesta parte de rechazar el tiempo cronológico como raíz del concepto “generación”, planteando el tiempo vivencial al que se accede mediante múltiples percepciones, según los estratos generacionales donde el sujeto esté ubicado. Así, diversifica la experiencia según la posición social, que insinúa una vivencia y pensamiento específico para encajar en un proceso histórico concreto, que además, mediante la conexión generacional tiene que ver con un vínculo que se expresa como una adhesión al momento histórico que se vive, lo que termina estableciendo una “unidad generacional”. Estamos entonces ante una elaboración conceptual que logra un análisis más complejo que la mera edad cronológica y biológica. Fases de la vida, rituales de paso y desritualizaciones La determinación de las fronteras entre las diversas fases de la vida varía histórica y culturalmente, desde ciertas tribus para las que no Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas tiene sentido marcar dichas diferencias hasta culturas donde se exagera el sentido de las mismas. El valor simbólico y referencial de las generaciones también ha cambiado a través del tiempo: en el siglo XVII los jóvenes intentaban parecerse a los mayores (anticipación de la vejez: pelucas, actitud decrépita en el andar y el sentir); hoy, a la inversa, los viejos intentamos parecernos a los jóvenes. La juventud ha pasado a ser una generación de referencia. Independientemente del hecho de haberse constituido como “generación de referencia”, uno de los rasgos comunes a la actual condición juvenil es la situación de impasse que viven muchos jóvenes en relación con su futuro. Podrán incluso superar las fronteras simbólicas que separan a la juventud de la edad adulta. Sin embargo, dado que sus trayectorias de vida son cada vez más indeterminadas y reversibles, muchos de ellos no logran alcanzar condiciones de independencia estable. Si existen fases de vida es porque se encuentran sujetas a regularidades, aunque cada individuo puede vivir singularmente su trayectoria de vida. En efecto, los ajustes de transición se unen cada vez más a estrategias de autonomización, correspondiéndoles a los individuos un papel más activo en la construcción de su propia biografía. En las sociedades de antaño, existían ritos de paso que demarcaban de modo preciso, la transición de los jóvenes hacia la edad adulta. Hoy en día las trayectorias de vida, como los movimientos de vaivén, se inscriben en procesos de reversibilidad y desritualización. J.M. (País, 1997) se refiere a estos procesos como yoyogeneización, precisamente por las amplias oscilaciones y discontinuidades que rigen las vidas de los jóvenes actuales, auténticos movimientos de vaivén. Hoy son muchos los jóvenes que pasan por procesos de “trastorno del ritmo”, sea sobre lo que se espera de ellos, sea sobre lo que ellos mismos esperan del futuro. Las edades consideradas más adecuadas para lograr el estatuto de adulto, así como el valor de los rituales de paso a la edad adulta (primera experiencia de trabajo, salida de casa de los padres, experiencia conyugal, matrimonio y primer hijo) siguen teniendo un consenso implícito. Es decir, que persisten, socialmente hablando, los modelos tradicionales de cronologizar las etapas del curso de la vida. No obstante, existe un desajuste entre esta relativa estandarización del modo como se representan idealmente las fases de la vida y la creciente desestructuración de las trayectorias de vitales. La masificación de la educación escolar y la prolongación de las trayectorias escolares han aumentado las expectativas de realización y movilidad social, pero igualmente la frustración asociada a su fracaso. Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 153 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? 9. Recordemos que según los planteamientos de Bauman, en la “modernidad líquida” el único valor heterorreferenciado es la necesidad de hacerse con una identidad flexible y versátil que haga frente a las distintas mutaciones que el sujeto ha de enfrentar a lo largo de su vida. Los tiempos que vivimos son tiempos de cambio, rupturas, discontinuidades e incertidumbres. Las normas que aún rigen las etapas de la vida coexisten con el reconocimiento de la imprevisibilidad del curso de la misma. Hay una incertidumbre frente al futuro, a veces incluso bastante incredulidad. Como lo sugiere Bauman9 (2006), la fragmentación de la experiencia vital, sobre todo en la ciudad, reclama puertos de acogida, anclas de seguridad que usualmente surgen en refugios de comunidad. Los jóvenes buscan, en estas pertenencias comunitarias, neo-tribales, plataformas de supervivencia identitaria, rituales que apelan a una alteridad frecuentemente exhibida como exótica, pues lo diferente identifica y en tal medida, es atractivo. En este terreno se desarrollan muchas de las culturas juveniles del mundo contemporáneo, a menudo identificadas como señales tribales. Algunos estilos tribales juveniles 154 10. Es un término tomado del italiano, graffiti, plural de graffito, que significa “marca o inscripción hecha rascando o rayando un muro”. Existen tres géneros: a) Art Graffiti (extraído de la música de las calles americana “hip-hop” de los setentas y ochentas). Los que trabajan en este género se llaman a sí mismos “escritores”. b) Slogans o “graffiti público”, que parte de la opinión personal sobre los problemas políticos queriendo expresar la propia manera de ver las cosas. c) Latrinalia o “graffiti privado”, es el que es hecho en los baños, es decir, en las paredes, puertas, espejos que se encuentran en los baños. Hay ocasiones que contiene dibujos, palabras, incluyendo poesía o reflexiones personales. De algún modo, la etimología de la palabra Tribu expresa la idea de fricción (del griego tribe), es decir, resistencia de cuerpos que se oponen cuando se enfrentan. Esta dimensión de resistencia grupal, realmente ligada a la idea de fricción se halla presente, aunque no omnipresente, en el fenómeno de las tribus urbanas juveniles que como lo hemos señalado, han saltado a ser “estilos de vida”, sin perder del todo su carácter tribal. Vamos a recorrer algunas de esas manifestaciones de fricción que encontramos en estas tribus urbanas que queremos llamar “tribus glocales” (Feixa, 2008), por ese carácter local pero al mismo tiempo tan global del estilo con el que se expresan. Comenzando, arbitrariamente, por la tribu de los grafiteros, podemos preguntarnos: ¿qué hace que surja un joven grafitero? ¿La pobreza? ¿El barrio? ¿El tag (firma que identifica al autor del grafiti)? ¿El trazo? ¿Lo visual? Cualquiera sea la causa de su origen, percibimos una protesta latente que domina la cultura del grafiti10. En contra de las censuras moralistas, los jóvenes propagan grafitis murales mediante tags, dibujos y lettering (inscripciones de letras). Y efectivamente se trata de un discurso que dispone para la acción. Los grafitis representan esa capa de sentido que se intercala entre la palabra y la cosa; los grafitis se deslizan sobre sus propias huellas, independientemente de los sujetos si bien éstos legitimen, con su firma, una autoría (individual o grupal). El grafiti es más que una experiencia visual, también es una experiencia temporal y espacial: existe un conjunto de condiciones (ubicación, momento, influencia social, acontecimientos políticos y culturales, sucesos personales, Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas etc.) que confluyen en un momento determinado y definen lo que el grafiti transmitirá al espectador. Para un joven grafitero, el reto es lograr que desfilen palabras, emblemas, estilos, bajo la presión del riesgo de una eventual persecución policial, que de todos modos sería un reconocimiento. Por eso, se impone una actuación rápida, poseer el instinto del instante. El hacer parte de una crew (conjunto de grafiteros que habitualmente pintan en conjunto) corresponde a la necesidad de sociabilidades alternativas frente a los espacios normales carentes de integración social: el joven grafitero ve renacer su individualidad, siendo frecuente que adquiera un nombre propio entre sus compañeros. Muchos grafiteros pertenecen a la tribu de los skaters. El skate11 es un medio rápido de fuga cuando alguien se halla en apuros. Por eso se practica en rampas o calles libres de fricción, en cualquier superficie que permita deslizarse: escaleras, pasamanos, aceras o plazas. El skate y el grafiti usan el tejido urbano, como urdimbre de movimientos: la ciudad se vuelve campo de pruebas. Conquistar un túnel o un viaducto puede significar tanto viajar en él como dejar marcas grafitadas de dicho viaje. Los skaters huyen de la fricción, pero el uso que hacen de la calle reta lo convencional: no hay principio ni final es sólo la adrenalina de hacerlo. Algunos creen que el skate es más que un deporte o divertimento, tomándolo como una verdadera filosofía de vida basada en el esfuerzo y la perseverancia, la misma que usan para vencer obstáculos y realizar difíciles pruebas. Librándose de las convenciones urbanas establecidas, desafían simbólicamente la “gestión urbana”, violando esa imposición de que es necesario un recinto deportivo para la práctica de performances deportivas: lo que sobresale son deslizamientos en vuelo, en una especie de “no-lugares” absorbidos a la velocidad del deslizamiento. Los skaters se proponen obtener el máximo de posibilidades de movimiento en un conjunto de superficies. Las dificultades del recorrido se vuelven oportunidades de maniobra. El pretexto es sortear los obstáculos del trayecto, como si estuviesen entrenando facultades para sortear fricciones de la vida real. 11. Es común confundirlos con los “skatos” que son los que escuchan la música ska, proveniente de los “rude boys” originarios de Jamaica, música protesta para sentir y bailar, algunos exponentes son: Panteón roccoco y La maldita vecindad. También existe un género musical: el skate punk o skatecore (grupos y subestilos musicales basados en el punk rock), especialmente popular en los ambientes de la subcultura que rodea al skate. En las tribus punk y funk, muy presentes en la cartografía nocturna de las ciudades, la presencia de la fricción también es relevante. El término inglés punk tiene un significado despectivo que varía, aplicándose a objetos (“basura”) o a personas (“vago”, “despreciable” o, también, “basura” y “escoria”). Se usa de forma irónica como descripción del sustrato crítico o descontento que contiene esta música. Y la palabra funk se refiere originalmente a un olor fuerte, por lo general ofensivo; es posible que funk fuera un término derivado de una mezcla entre el término kikongo lu-Fuki (propio de la comunidad afroamericana) y los términos ingleses stank’ y stinky (mal Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 155 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? 12. La filosofía punk puede resumirse en "Hazlo tú mismo" o "hazlo a tu manera". Supone un rechazo de los dogmas, y no buscar una única verdad, sino cuestionar y transgredir todo lo que rodea. No actuar conforme a las modas y las manipulaciones mediáticas, además de estar en contra del consumismo. Pensar por sí mismo. 156 13. Darkwave es un género musical de finales de los años setentas (coincidiendo con el momento de popularidad del new wave y del post-punk), que añadía letras oscuras e introspectivas junto a un trasfondo de lamento en el sonido. En los años ochentas, en paralelo al darkwave se desarrolló toda una subcultura, se hacían llamar “wavers” o “dark wavers”. Los grupos de post-punk que inspiraron el rock gótico impulsaron este movimiento. Como resultado, el darkwave se relaciona con la subcultura gótica. olor). Al esgrimirlo como etiqueta propia, los “punkies” o “punks” se desmarcan de la adecuación a los roles y estereotipos sociales12. Las expresiones punks y skins que, desde ideologías anarquistas y comunistas, apuestan por una sociedad diferente en la que desaparezcan los privilegios, autoritarismos y jerarquías de todo tipo. Por eso, para ellos es posible vincularse con organismos de la sociedad civil, pero nunca con “instrumentos del poder” como los partidos políticos y los sindicatos oficiales. Sus principales referentes simbólicos (peinados, vestimenta, música, accesorios, etc.) tienen que ver con la expresión de una violencia y una estridencia, pues consideran que a sus antecesores, los hippies, no se les hizo caso con su “amor y paz”. Su desencanto ante la vida se sintetiza en el lema del movimiento “no futuro”. Al contrario de los hippies, cuya fricción con la ciudad se sorteaba mediante retiros o refugios en campamentos bucólicos, los punks, heavy metal y funks enfrentan el caos urbano queriendo sobrevivir en él. A veces, pueden organizarse en movimientos radicales de cuestionamiento de la realidad, como también ocurre con algunos jóvenes rappers (gagsta rap), suscitando una cultura de invasión (a la que se asocia la representación imaginaria de “clases peligrosas”) que se presenta como evasión. Una fusión de muchos de estos elementos es el hip hop, una forma de vida que se expresa en el lenguaje, la ropa, la música, la danza, la forma de relacionarse, etc. Los orígenes de este movimiento cultural se remontan a 1975 en las calles del Bronx (Nueva York), donde habitaban mayoritariamente afroamericanos, latinos, inmigrantes irlandeses, italianos y judíos que buscaban de alguna manera sobrevivir de sus propias tragedias, por lo que el hip hop se convirtió en su mejor arma de defensa. El hip hop tomó forma y es lo que es, gracias a las influencias de muchas culturas y movimientos artísticos, como la cultura afroamericana, el kung-fu chino, la capoeira brasileña y la música funk, entre otras. Dentro del movimiento punk se desarrolló una tendencia conocida como dark wave (“ola oscura”)13. De allí surgen expresiones como la de los darks, los góticos, los fetishers y de algunos más. Los principales referentes simbólicos, para los darks y los góticos, tienen que ver con una forma romántica de pensar la muerte y los seres que “la habitan”, resaltando que ella es la parte complementaria de la vida y sin una no se explica la otra. Por su parte, los fetishers convirtieron al cuerpo en el portador de los emblemas identitarios al decorarlo de modo permanente con técnicas ancestrales como el tatuaje, las perforaciones, el branding, las escoriaciones y alteraciones del cuerpo más radicales. A diferencia de sus antecesores los punks, los góticos, darks y fetishers prefieren el aislamiento grupal a las manifestaciones callejeras y los colectivos insertos en movimientos sociales. Pero a diferencia de la “ola oscura”, y consumiendo de modo acríti- Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas co la comercialización de los referentes simbólicos del movimiento punk y post-punk, los jóvenes conocidos como emos14 hicieron de las emociones su motivación para expresarse, considerando que la catástrofe es inevitable y sufriendo por ello. Parte del mito urbano tejido alrededor de este grupo, gira en torno a una supuesta instigación al suicidio o a la autoflagelación, aunque hay que aclarar que fueron los medios masivos de comunicación los que explotaron este estereotipo, antes atribuido a los darks y a los góticos. Igualmente hay críticas de que ser emo es el paso previo o una forma de esconder la homosexualidad. ¿Finalmente?, existen otros ejemplos como los rastas que encuentran en el movimiento Rastafari15 emblemas identitarios relacionados con filosofías comunitarias centradas en relaciones horizontales, no jerarquizadas, para la convivencia y la expresión grupal. El movimiento rastafari latinoamericano ha dejado de lado las creencias que lo originaron para convertirse en una moda en la cual se mantienen los dreadlocks y los colores en la vestimenta, agregando diversos estampados del león de Judá, la hoja de marihuana o la cara de Bob Marley. Su imagen, es considerada erróneamente, la cara de Rastafari, porque usó los salmos de la Biblia en su popular música reggae. Retomando los principales referentes simbólicos de los llamados rudie boys de Jamaica, su lucha es contra el “consumismo irracional”. La evasión es un arma para enfrentar esa sociedad consumista y el autoempleo un recurso para sobrevivir en ella. Las trenzas dreads, la música de reggae y las filosofías humanistas son los emblemas de lucha y contestación juvenil. Otros dos movimientos que han aglutinado a muchos jóvenes son los de la música electrónica y el de la diversidad sexual. Los primeros reivindicando el derecho al ocio bajo el lema “PLUR” (peace, love, union & respect)16, retoman filosofías milenarias como la judía, la musulmana y diferentes culturas prehispánicas latinoamericanas para hallar referentes simbólicos sobre formas alternativas de interrelación entre los seres humanos y de éstos con el medio ambiente. En contra de las ofertas de las industrias culturales que, desde miradas adultas, conciben y aprueban (desaprobando las demás) prácticas y espacios para el divertimento colectivo juvenil. Mientras que los jóvenes seguidores del movimiento Lésbico-GayBisexual-Transexual-Transgénero (LGBT), insertos en la misma lógica, reivindican además la posibilidad de organizarse, expresarse, divertirse y convivir abiertamente desde las diversas opciones sexuales. Buscando la instauración de la “Nación queer”, entendida como una realidad donde quepan todas las opciones sexuales, tienen referentes simbólicos que muestran la necesidad de entender que la expresividad de la diversidad sexual va más allá de lo genital 14. El término emo es un apócope de emotive hardcore o emo-core y hace referencia a las letras de este género musical, caracterizadas por abordar, a diferencia del hardcore punk, temas más personales o más introspectivas, buscando así generar las mismas emociones en el oyente. 15. Los rastafaris creen que ellos, y el resto de los de la etnia negra, son descendientes de los antiguos israelitas. La suya es una religión abrahámica fuertemente sincrética. 16. Una Rave, o como es llamado en inglés Rave Party o Free Party, es un evento de música y baile que dura toda la noche y en ocasiones incluso parte del día siguiente donde DJs y otros miembros de la cultura electrónica mezclan todo tipo de sonidos electrónicos. La música que más se escucha en este tipo de fiestas es House, Trance y Progressive. Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 157 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? e implica diversas formas de ser y estar en el mundo que deben ser respetadas y pensadas de modo inclusivo. Ámbitos de expresión Lo que sigue es una exposición, muy general también, sobre los espacios o ámbitos en los que aparecen muchas de estas expresiones juveniles. El primero, y a nuestro modo de ver el más importante, es el propio cuerpo como portador de los emblemas identitarios. Sea mediante diferentes peinados (los picos de los punks, las dreads de los rastas, el cabello muy corto de los skin o de los taggers, los diseños de varios colores en tintes de cabello de los fetishers, el cabello largo de los darks y metaleros, etc.), vestimentas (el color negro de los darks y los punks, las botas industriales de los skins, la ropa artesanal de los rastas, etc.), adornos (cadenas de punks, gorras de skatos, parches de skins y punks, encajes de góticos, etc.); o también mediante las marcas corporales de tatuajes y perforaciones con diversos usos y significados, el cuerpo se convierte en un arma para contrarrestar las imposiciones sociales y es el territorio capaz de ser controlado por el joven y no por los adultos y sus instituciones. 158 17. De acuerdo con Baudrillard, es a través de la personalización que las personas se definen en relación con sus objetos; estos constituyen una gama de criterios distintivos, más o menos arbitrariamente catalogados en una gama de personalidades estereotipadas (Baudrillard, 1974). Después de todo, el cuerpo es un recurso idóneo por su capacidad para mostrar/ocultar marcas, transportarlas con uno mismo y disfrutarlas cotidianamente, sea de modo individual, en pareja o colectivamente. El individuo se autonomiza en la masa y al mismo tiempo se incorpora por la representación que hace de sí mismo, por la dramatización propuesta por la forma de vestirse, de mostrar un estilo, de comunicar valores sociales o aspectos subjetivos que desea expresar para el otro17. La sexualidad y el consumo de sustancias prohibidas son otras formas de encontrar en el cuerpo la posibilidad de darle vuelta al poder y sus reglamentaciones. Por eso, es imposible descontextualizar estas prácticas ligadas al cuerpo (ámbito personal) del contexto socio-cultural en el que se inserta el joven (ámbito social), en donde los contextos globales se relacionan y se resignifican con los procesos locales. La moda, al promover la construcción de estilos mediante la indumentaria, hace accesibles a través del consumo los sentidos de identidad y totalidad descritos por Ewen. (1990). Para el autor, la expresión de una identidad superficial a través del estilo actúa como forma de salvación del individuo de la anomia, de la segregación, del anonimato. Por tanto, los modelos, que cargan referenciales de significados codificados en el vestuario, proveen al individuo de una nueva forma de representación del “yo social”, lo que nos remite a Baudrillard, con su Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas concepto de la lógica de la diferenciación (Baudrillard, 1983). Los jóvenes producen su estética y ética comunitaria a través da su imagen, de su moda. Ellos producirán sus bienes simbólicos, sus ropas, sus prácticas sociales cotidianas, su comportamiento, su música, sus rituales y lo harán de acuerdo con patrones instituidos y caracterizados por el estilo del grupo. Los signos presentes en las ropas y prácticas mencionados representan una verdad, una forma de diferenciación. Esa moda subversiva, que simboliza una transgresión de patrones consensualmente aceptados por la sociedad, se funda en la necesidad de afirmación del grupo en cuanto culturalmente independiente de los mayores. Expresa la necesidad de transgresión y autoafirmación por parte de una juventud que se encuentra sometida a un sistema de prácticas y valores, social y económicamente reglamentado, generado por las generaciones que los antecedieron. La ciudad es otro ámbito significativo en el que se vuelcan, de diversos modos, las expresiones de estas culturas juveniles. Tomar clandestinamente espacios para “rayar” (grafiti) o “estampar” (esténcil) como los taggers, para improvisar pistas de baile como los b-boys o las b-girls, o para realizar piruetas en patinetas (skatos), así como ocupar inmuebles abandonados y darles un uso en bien de la comunidad (okupas), es un recurso para la autodotación o la adecuación de espacios de expresión que la sociedad les niega a miles de jóvenes. Sin embargo, también la violencia está tomando relevancia en las expresiones de algunos de estos grupos. Una violencia que día a día es más preocupante debido al incremento de la violencia social, estructural, y no porque los propios jóvenes sean los creadores de la misma. Evidentemente los jóvenes aparecen como víctimas y victimarios de actos violentos, pero ello no es una invención juvenil y tiene más bien que ver con los altos índices de impunidad, despotismo, corrupción, intolerancia, discriminación y pobreza que presentan nuestras sociedades. En todo caso, la ciudad moderna es un espacio de contradicciones que sitúa al joven en una dinámica que pretende marcar los límites entre lo público y lo privado, entre la inclusión y la exclusión, entre la igualdad y la dominación, entre la democracia y la autoafirmación, entre la representatividad ciudadana y el ejercicio del poder. La vida urbana se configura e inscribe desde los roces y cicatrices que son producto de sus propias contradicciones. También el arte y las nuevas tecnologías son espacios o ámbitos de expresión para millones de jóvenes. Miles de jóvenes se expresan e “interconectan” para compartir creaciones con referentes simbólicos y emblemas de identidad que no se ofertan a nivel comercial. En las producciones que poseen consenso acerca de su carácter artístico, se someten a conflicto o fricción diferentes realidades. Sucede que las nuevas tecnologías no sólo transforman nuestra experiencia Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 159 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? simbólica de la vida, sino que al mismo tiempo se han convertido en el medio “necesario” para representarla. Tal es caso del video, convertido no sólo en “memoria” y “testimonio”, sino en la expresión de una mirada constituida de imágenes fragmentarias, el videoclip. Ahora la ciudad es como un videoclip, como un montaje agitado de imágenes intermitentes; el videoclip es el discurso posmoderno de la cultura de masas. Así, por ejemplo, los “new hippers” brotan como creadores de nuevas realidades, subversivas en relación con la realidad percibida de modo convencional. Los signos de la creación artística suplantan a sus referentes simbólicos, liquidándolos en tanto objetos pero, al mismo tiempo, eternizando en ellos una existencia asociada a los signos creados. 160 Así mismo las drogas modifican las percepciones habituales, relativizando la realidad al tomarla como “realidad aparente”: una posible realidad entre muchas otras. Se dice que los jóvenes consumen sustancias tóxicas para escapar a la realidad; pero en realidad no se trata sólo de una fuga de la realidad, sino de una estrategia de supervivencia que consiste en idear nuevas realidades que desvalorizan la realidad corriente. De igual modo, está en cuestión el descubrimiento de un mundo de sensaciones nuevas, que puede superponerse subjetivamente al mundo circundante. La exploración de los riesgos (reales o anticipados) es un desafío en el que el joven se prueba. No obstante, el sentimiento identitario no está ausente. Por esta razón, las tribus pueden tipificarse como ejemplos de communitas, es decir, de una “confrontación directa, inmediata y total de identidades humanas” (Turner 1988: 138), como cuerpos de vínculos sociales que se producen en condiciones liminares, de indeterminación, de carencia de referentes por parte de quien vive en la incertidumbre. En esta situación de espontaneidad, concreta e inminente, en donde “estar fuera de sí” supone también “estar fuera de la estructura social”, según Turner, “[…] proliferan los sentimientos, sobre todo los agradables, mientras que la vida en la “estructura” está llena de dificultades objetivas: han de tomarse decisiones, los gustos han de sacrificarse a los deseos y necesidades del grupo, y los obstáculos físicos y sociales deben superarse con un cierto coste personal” (Turner, 1988: 144-145). Si los jóvenes que integran ciertas tribus urbanas se distancian de determinados comportamientos y normas oficiales no es precisamente con el objetivo de aislarse de lo que los rodea, sino para reencontrarse con grupos de referencia más cercanos a sus ideales. A veces, porque es difícil preservar su diferencia en las tramas de la sociedad convencional o salir de ella, cuando la diferencia es una expresión de exclusión social, invierten en redes relacionales de cercanía que recrean nuevas afiliaciones sociales. Así, lo que nos sugiere la metáfora de la tribu es la emergencia de nuevas influencias sociales que Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas brotan de algún tipo de reagrupamiento en quien, a pesar de sus diferencias, aspira a una cercanía y contacto con otros que, de algún modo, le parecen semejantes de acuerdo al principio: qui se ressemble s’assemble (Fournier, 1999: 60). Esta filiación grupal funda sentimientos de pertenencia, sus marcos de convivencia son garantía de afirmaciones identitarias personales y grupales. Por ello, en estos grupos hallamos expresiones de resistencia a la adversidad, pero asimismo vínculos de sociabilidad y de integración social. Cuanto más diáfana es la resistencia a la adversidad, más factibles serán las verbalizaciones que insinúan lo “tribal” como característica identitaria, atribuida (exógenamente) o asumida (personal o grupalmente). 4. Hacia una conclusión pedagógica provisional Los fenómenos tribales urbanos posmodernos son desarrollos culturales que se revelan como expresiones “subterráneas” al interior del contexto social dominante. Seguramente, estamos ante “grupos anormativos” que pretenden intercambios simbólicos y rituales que, en las sociedades tradicionales, aparecían como modelos rígidos para la construcción de la identidad juvenil, inscrita en procesos arreglados de transición hacia la vida adulta. Por otra parte, es incuestionable la importancia del fenómeno global en torno a gustos comunes de personas territorialmente distantes pero cercanas en términos de identidad. Tales expresiones son propias de jóvenes para quienes el futuro es una incógnita amenazadora; de ahí que le apuesten a diferentes estrategias: sea viviendo el presente y menospreciando el futuro; sea probando oportunidades, en una lógica de “vamos a ver qué pasa”. Unas veces los riesgos crean oportunidades; otras veces generan situaciones de estancamiento, mucho más desconcertantes si pensamos que en el ámbito de las representaciones sociales persisten normatividades etarias, es decir, edades consideradas como ideales para dar determinados “pasos” en el transcurso de la vida. De todos modos, en terrenos marginales, las culturas juveniles pueden mostrar estados de alienación, pero también pueden abrir horizontes de creatividad y emancipación. La falta de conocimiento, sobre todo en el campo educativo, sobre las subculturas juveniles urbanas, que se presentan en el entorno cultural actual, es preocupante debido a que las culturas juveniles entre muchas otras cosas son el reflejo de la cultura mediática. Esto implica ser expresión de las tendencias, la moda, los hábitos, los estereotipos, entre otros efectos de dicha cultura, pero además son el reflejo de las manifestaciones culturales urbanas, de los jóvenes, de sus inconformidades y de sus proyecciones identitarias Prx. Ped. 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 161 Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación? frente a los adultos. El poder de enunciación creativa por parte de los jóvenes parece ser la expresión de una fuerza a la deriva en busca de nuevos y pertinentes rumbos. Acercarnos, desde la perspectiva de lo educativo, a los grupos juveniles urbanos revela la tensión que comienza a generarse entre un espacio local juvenil apropiable y un espacio juvenil global masivo que diluye la construcción de identidades territoriales sólidas. Resta saber cómo movilizar esa “fuerza latente” a la que Mannheim se refería cuando hablaba de los jóvenes. En la óptica de su diagnóstico, tengamos presente que, como efecto de una aceleración en el ritmo de las transformaciones sociales y culturales, como las que estamos viviendo, se crean condiciones de posibilidad para el surgimiento de una nueva idea de generación. De esta forma se toma el concepto en su sentido aristotélico, es decir, como un estado de “ser en acto”, por oposición a “ser en potencia”. Por todo esto, creemos que es necesario reflexionar sobre las debilidades y fortalezas que existen en los diferentes estudios realizados. Si en verdad se ha logrado entender a estos grupos o si únicamente se está incrementando la confusión dentro de la academia y hacia sus actores. No obstante, también podemos estar borrando las nuevas expresiones a través de una mirada globalizadora. Fecha de recepción: 15 de marzo de 2012 Fecha de evaluación: 22 de agosto de 2012 Fecha de aprobación: 6 de septiembre de 2012 Cómo citar este artículo: Juliao, C.G. (2012). “Culturas juveniles y tribus urbanas: ¿homogeneización o diferenciación?”. Praxis Pedagógica 13: 144-164. 162 Praxis Pedagógica 13, Bogotá, Enero - Diciembre 2012, 238 Pp. ISSN 0121-1494, Pp. 144-164 Carlos Germán Juliao Vargas Referencias • Bennet, A. y Kahn-Harris, K. (2004). After subculture: critical studies in contemporary youth culture. London: Palgrave Mcmillan. • Baudrillard, J. (1974). La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Barcelona: Plaza & Janés. • Baudrillard, J. (1983). Simulations. New york: Semiotext. • Bauman, Z. (2006). Comunidad. 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