Se acordó del sobre cuando se dirigía con paso decidido y nervioso

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Se acordó del sobre cuando se dirigía con paso decidido y nervioso al mostrador de recepción y aparecían ante sus ojos, aunque en un segundo plano, los casilleros hechos de madera de ébano y abertura cuadrada, que correspondían a cada una de las habitaciones; vacíos la mayoría y otros con pequeños paquetes y sobres similares al que ella había recibido la tarde anterior. Al recordar de pronto el sobre, le dio un vuelco el corazón y ya no sabía si lo había guardado en el bolso negro de piel que llevaba colgado y cruzado sobre el hombro o lo había dejado en el cajón de la mesilla de la habitación. En décimas de segundo giró 180 grados y se dirigió de vuelta al ascensor mientras rebuscaba dentro del bolso el maldito sobre sepia. Todo esto no pasó desapercibido para el recepcionista del turno de la mañana que por la actitud de la joven y su aspecto abatido y agotado intuyó que algo no marchaba correctamente.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor, Rosalía entró sin esperar a que salieran los clientes que bajaban al vestíbulo, lo que le acarreó las miradas reprobatorias e inquisitivas de todos ellos; pero no se dio cuenta de ninguna de las dos cosas; ni de su grosería por entrar antes de dejar salir ni del reproche con gestos y silencioso que los huéspedes del hotel le infirieron.
Tocó nerviosa y repetidamente el botón del tercer piso mientras continuaba la infructuosa búsqueda del sobre en lo que parecía un saco sin fondo. Llegó a la tercera planta, sacó su llave­tarjeta y abrió la 314. Sin siquiera dar la luz, que entraba escasa de la calle por tener las cortinas corridas, fue derecha a la mesilla y abrió el primer cajón. Ahí estaba. Podía apreciarse que había sido arrugado y luego alisado con las manos; encendió la luz, lo abrió y volvió a leer por enésima vez la cuartilla, también de color sepia, que contenía.
Eran las instrucciones que debía seguir para recuperar a su marido:
“Tenemos retenido a su esposo con intención de entregárselo con salud a cambio de reportarnos a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la cantidad simbólica de 25000 $. En caso de no satisfacer el pago, su esposo pasará a pertenecer a nuestro gloriosos ejército o morirá. No acuda a la policía, ellos no podrán ayudarla. Recibirá más instrucciones en breve plazo”
Adelmo Grande Masa
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