CÓMO HACERSE MAGO Los anormales: Entrevista a Liliana Bodoc Entrevista: Isabel D´Amico, Josefina Bravo, Sibel Pagano, Karina Caputo, Lourdes Landeira, Víctor Dupont, Gabriela Stoppelman Edición: Gabriela Stoppleman, Josefina Bravo Nacidos al borde de la muerte, lúcidos por elección o atrevimiento, devenidos o advenidos, los mundos de Liliana Bodoc son una gran constelación de crisoles, que juegan a cambiar los regímenes del fuego. Pone azufre, pone mercurio, pero siempre agrega un condimento más para esquivar los dualismos. Y nunca puede detener la metamorfosis. Porque, con la magia, sucede como con la poesía: nadie tiene la vaca atada. Ser mago o ser poeta constituye más bien un horizonte, una direcciónsiempre mutante- por donde busca orientación la palabra. Ella tiene que sortear los desvíos y andar con mucho cuidado. Es sabido que, por las grietas de todo atanor, pueden colarse las chances del deseo y los entreveros del poder. Dicen que, en una rajadura de un antiquísimo horno de alquimista, nació una maledicencia. Repitió y repitió entre los antepasados de las redes sociales, hasta lograr instalar el error. Así, el alquimista quedó atascado en un sentido tan lejano a su oficio como a su arte. En las tramposas zancadas del sentido común, aquel hombre que buscaba trasmutar su alma se transformó en un simple buscador de oro; en una especie de pirata sofisticado que, sin valentía para los mares, se encerraba entre cuevas y destilaciones. Ciertas versiones asocian este malentendido con el origen de otro desatino: el del escritor que se ancla a su nombre y a su obra, como si la propiedad fuera la columna vertebral de todo arte y no su enemiga. Es en estos puntos confusos de la trama, donde la escritura de Liliana Bodoc pone en evidencia la magia negra trenzada por el mal. Echa luz en el confín de la frase, donde la gramática se hace trazo, dibujo infantil y tarareo. Retuerce la tela de la cronología y reconduce los pliegues hacia el origen del verbo, incluso mucho antes de la etimología. Alquimia: verter juntos, echar juntos, según una de las acepciones del término. Juntos, lo singular y lo colectivo, para que las flemas disciplinarias del fuego no se atrevan a imponernos su marcha triunfal, sus aristas rectas y dóciles. Para que la intuición sea una alternativa central de la inteligencia y no el patio de atrás, donde recalan los fracasos de la lógica. Alquimia: término asociado a la tierra negra de Egipto, en otra de las acepciones que marca el diccionario. Tierra negra, no terminal. Como ocurre en la fase del nigredo, del proceso alquímico. El fuego insiste debajo del crisol y los humos negros, mal leídos, se vuelven emisarios de la Gran Sombra. Pero las flemas indisciplinadaslas flemas curvas del fuego- no se rinden. Y, al tiempo, entre los vahos negros, comienzan a aparecer humos de colores. Y ahí, en esa danza de vapores entrecruzados, se inscriben las huellas de la pregunta: ¿cómo hacerse mago? Un punto de la trama contesta: fuego y fuego sobre la materia oscura. Fuego y fuego sobre el desamor. UNA GRIETA EN EL ATANOR “Cuando las Grandes Leyes fueron desobedecidas se abrió una herida. Y el Odio eterno, encontró la fisura.” Primero, gracias por todos estos años de lectura. Al volver sobre los subrayados, pensaba en la aparición de las grietas en tus libros, ¿qué sentido tienen las grietas, las ventanas, las fisuras? No había pensado en la recurrencia de las grietas. Me parece que son el modo de trabajar el límite, el espacio de lo liminar, el lugar donde termina un cuerpo, un corpus o un concepto, donde termina una sociedad y empieza otra. Es ese un lugar de ida y vuelta, de traspaso y, habitualmente, doloroso. Un lugar que puede ser una chance de un hundimiento… Y sin eso, ¿podría haber escritura? Me parece que no. Uno escribe desde ahí: uno cuenta ese lugar. Lo cuenta con distintos personajes, en distintos espacios. A mí me interesa contar ese lugar, porque es donde uno también se piensa y piensa al otro; donde uno se elige. Esto que los chamanes problematizan tanto: dónde termino, dónde empieza mi hermano, mi hermana, mi hermano árbol… Ese lugar, tan ambiguo siempre. ¿Y por qué el género de fantasía? Un género tradicionalmente tan “conserva”…? Cuando uno piensa en la épica anglosajona, o en el mismo Tolkien, encuentra ahí un espacio de posibilidad para impugnar el modelo conocido como el “único posible”, el “único serio”; de impugnar los carriles culturales por donde transitamos. Me parece que es el lugar donde se puede cambiar el pasado. “La saga de los confines” logra cambiar el pasado, porque los pueblos originarios se reúnen en un concilio y logran enfrentar al conquistador. Eso, el género realista no me lo hubiera permitido. Y la lucha en ese límite, en los confines. Los confines son una grieta, un límite. Hablabas de la épica anglosajona ¿Cómo evitar el maniqueísmo que ahí se evidencia y aun así escribir fantasía?, ¿con qué recursos? Para pensar en una nueva épica, “Tiempo de dragones”, hice una mirada retrospectiva. Creo que en “La saga de los confines” había un pensamiento dual, muy patriarcal de mi parte. Haber usado la palabra “hombre” como genérico… ¡Me quiero matar! Pero, bueno, es lo que pude hacer, hasta ahí vi. Sencillamente, no lo identifiqué antes. De hecho, ahora los sarayés son estos personajitos que no entienden lo dual, no entienden el día y la noche, sin el abanico de la luz. Ahí hay una mutación de mi propio pensamiento. Aparte, en “Tiempo de dragones”, hay tres grupos. Yo alcanzo a ver ciertas cosas que se van desdibujando desde “Los días del venado” a la “Los días de la sombra”, y de “Los días de la sombra” al “Los días del fuego”. En el fuego todo es más mezclado, más gris… Pero, claramente, había una construcción muy dualista y maniquea en mi pensamiento. La gestioné en mi escritura, desaprendiendo para aprender otra cosa. Por ejemplo, en “La saga de los confines”, cuando designan a los elegidos para la resistencia, los nombres marcan primero la carne; después, el espíritu. Aunque aclarás que no hay predomino de carne sobre espíritu ni viceversa. Eso pasa en la “Los días de la sombra” o en “Los días del fuego”… Mi hija se está recibiendo de antropóloga. Y, con la lectura de la antropología, yo desestimé conceptos que para mí eran clarísimos: el concepto de “cultura”, “raza”. La verdad es que la antropología me interpeló y me obligó a problematizar. Sin embargo, ya en el nacimiento del mal, de Misáianes, hay una contradicción: uno tiende a admirar a la madre de Misáianes- a la Muerte-. Ella se rebela contra el castigo de no poder tener hijos. Entonces, tenía una pulsión de libertad y de vida. Por eso, ¿no estaba ya el maniqueísmo disuelto de entrada en “La saga de los confines”? ¿Cuánto aporta el lenguaje poético en esa disolución? Bueno, están estas dos cosas: el “qué” y el “cómo”… Pero, ¡otra vez el dualismo! ¡Ahhhhh! Bueno, claramente, el lenguaje poético me parece una diagonal para evitar la obviedad, para evitar el panfleto, para engrosar el contenido, para engrosar la semántica del texto. Después, está el uso técnico del asunto: que lo lírico no empaste la acción. Para mí, es un lugar de mucho cuidado. Vos contás mucha aventura, pero con dosis poéticas. El relato plano de lo que ocurre no me interesa ni como escritura ni como lectura. ¿No hay algo de “plano” en Tolkien? Lo que le pasa a Tolkien es que divide, segmenta. Cuenta de una manera muy despojada y, de repente, corta. No están imbricados los planos. Una acción, tac, corta. Hace descripciones muy largas – a veces me harta – y después, tac, vuelve a la acción. No es la búsqueda que más me interesa. A mí me interesa tejer y mechar. Que lo poético transforme la acción, no que la adjetive. Que transforme la acción en otra acción. El “qué” en otro “qué”. También lo poético transforma la prosa. Le das condensación, otra rítmica al texto. Exacto. Le das totalmente otra rítmica. EL NIGREDO DEL LENGUAJE “Porque aprendió, de tanto andar la tierra, que el Odio retrocede cuando los hombres cantan.” Hablando de rítmicas, está la canción, el poder de la canción, poder celebratorio o admonitorio. En tus textos, aparece siempre antes de una desgracia o después de un gran momento. Nosotros pensamos si en la canción no habrá un límite de lo poético: cuando la poesía ya no alcanza, la canción…. Eso tiene que ver con el pensamiento de los pueblos originarios. Está un poco escrito al comienzo de “Los días del fuego”, cuando el personaje habla de la alquimia, de la memoria. No le alcanzaban las palabras, el círculo, los colores. La música. Ellos pensaron y lo dijeron en un libro de un mejicano, León Cortilla. Él reconstruye la poética de los pueblos aztecas y ellos hablan del canto, de la forma circular y de la música. ¿Y los dibujos? Los personajes que dibujan en la tierra, todo el tiempo… Como si fuera presemiológico, un trazo antes de la palabra. Creo mucho en la intuición. En esto que se sabe sin concientizar que se sabe. La intuición canaliza la sabiduría colectiva, por fuera de la causa efecto. Por fuera de la lógica y muy por fuera del sentido común… Sentido común al que le debemos, bueno, el último triunfo político en nuestro país. El sentido común sería el capítulo más triste de la lógica. ¡Exacto! ¡El capítulo más triste de la lógica! La intuición es la manera en que el saber colectivo y milenario se cuela en nuestras vidas. Yo, honradamente, y sin pretender una asociación con los chamanes, lo percibo hasta en la construcción de la infancia. Esto estaba en la abuela. ¿Cómo caminó hasta ahí si nadie se lo dijo? La genética no alcanza. Y, entonces, me parece que en estos dibujos de mis textos había una intuición de la oscuridad del lenguaje. Yo nunca me creí esto de que la palabra es siempre transparente, que con decirlo alcanza… La fantasía de la simple comunicación… Claro. El lenguaje está lleno de veladuras. Por eso, apelo al dibujo y, sobre todo, a la danza, la danza en “Tiempos de dragones” es muy fuerte. ¿Cómo se enseña a intuir? Se me ocurren dos cosas. Se enseña a intuir intuyendo. Con la praxis. Pero se puede enseñar, también, al niño, a través de lo que se llama la aestesis. Es una palabra que usa Cati Amandó. Y ella la usa en el sentido opuesto a la anestesis, lo anestesiado. Ella dice que la aestesis es el contacto con el otro natural, comprender la hermandad profunda con la naturaleza. Es el encantamiento. Es decir, “¡pero, mira, la puta que te parió, mira esa enredadera, esa flor!” (Risas.) Yo creo que en el replanteo que nos tenemos que hacer, incluso en la cuestión política, tiene que estar la construcción de un hombre sensible, aestésico. Falta esa pata. La militancia tiene que incorporar la intuición, el pensamiento poético. Incorporar lo sensible. Muchos se nos han ido porque son seres despojados de la aestesis. Están en una construcción pragmática, incapaz de poetizar. Barco en carozo de aceituna. China,1737, Tzen Tsu- Chang Lo poético sería, también, una posición política. ¡Absolutamente! No entiendo la vida, no entiendo la pastaflora sin una posición política. RABIA, RABIA, CONTRA LA AGONÍA DE LA LUZ “Más allá y muy lejos de la vida de cada uno, podremos preservarnos si preservamos la hermandad de la creación. (…) En los trabajos hermanados es donde está nuestra esperanza.” En tus textos, la cuestión política aparece mucha en la oscilación entre lo singular y el grupo. En esa tensión difícil de evitar disolverse en los demás y no dejar de estar con los demás. Como en “En el oficio del búho”, cuando los personajes hablan con máscaras. Cada uno decía una parte de la frase y, entre todos, armaban el discurso. ¿Cómo maneja tu escritura esa tensión? Todo esto es materia de pensamiento y de escritura. Está el individuo y está la tribu. Aparte, escribir requiere de mucha soledad. Mucha soledad para recoger voces. Porque si no, ¿de dónde?… La última adquisición que he hecho, en este sentido, son los muertos. Los muertitos, les digo yo, cariñosamente. De verdad, ellos también están; ellos necesitan y reclaman, fuertemente, que cambiemos el mundo. Lo siento en el cuerpo, en mis decisiones. Creo que les seguimos adeudando. Reclaman de nosotros que sigamos siendo dignos hasta el final. ¿Ese será el vínculo entre la escritura y los muertos? En el número anterior entrevistamos a Estela de Carlotto. Y hablamos de la escritura y de los ausentes. Concretamente, ella descubre que la escritura tenía un valor profético. Una profecía de después…,¿tendrá que ver con la orfandad hablarle a los muertos? Es probable. El otro día leía a Olga Orozco. Ella tiene un largo poema a su madre y recuerdo algunos versos. Le habla y le dice: “Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando te llamo”… Y dije: claro. Es saber que ellos están ahí… O acá. Porque es lo mismo. Si yo siento que mi vieja sufre porque no puede estar cuando lo llamo, está. En algún lugar que entiendo o no entiendo. Y, aunque no la veo, está. Esa mamá muerta me funcionó en la escritura. ¿No está vinculado el género de la fantasía con la posibilidad de diversas temporalidades? Sí. Tratar de unir los tiempos y trabajarlos como grietas. Uno va de la vida a la muerte, del atrás al ahora… Y, en esto que me decían de la idea de la comunidad y de lo singular, uno de los logros más implacables del imperialismo es dejarnos solos. Condenarnos a nuestra individualidad. Arrancarnos de la tribu. Es esencial reconstruir la tribu. Lo padecemos. Y lo elegimos. Eso es un logro. Hacernos elegir lo que padecemos… Hacernos elegir que somos cuatro hermanas, con cuatro bebés, y las cuatro vivimos como “la miércoles”. No poder decir: a ver, ¿vos a qué hora laburas? A ver, ¿cómo hacemos? No. ¡Las cuatro nos matamos! Y ni siquiera para lo cotidiano podemos resolverlo. Nos hacen sentir y nos ponen en soledad. Y todo es infinitamente más difícil: vivir, morir, enfermarse. Y la red nos hace ver hilos enlazados. Pero, a su vez, hilos para pensar lo colectivo y lo individual al mismo tiempo. Como un tejido común posible, sin caer “en la masa”, temporalidades diferentes en una trama, ahora mismo… Por supuesto. Hay cronologías impuestas y usufructuadas. Creo que, también, podemos impugnar la construcción del tiempo. Esa construcción la han usado para controlar el trabajo. Para decirte también que tenés que usar crema, porque el tiempo lo dice. Y hasta el tiempo libre te lo venden. Y esa manipulación imperialista del tiempo nos obliga a reconstruirla en la ficción. YO ES OTRO “Era un ave absurda, un pájaro sin cielo, una criatura repartida entre dos mundos: estaba aquí y veía allá, atravesaba en vuelo el continente y seguía encorvado en su nido de tierra.” Tenemos una pregunta muy directa, ¿vos sos Wilkilén? Siempre tuve esa dualidad. Desde chica. Yo era la menos inteligente de mis hermanos. El prefacio de “Memorias impuras” lo dice: mi abuelo me dio el trabajo de escribir porque no servía para nada. No me lo dijeron explícitamente, pero lo entendí. Así es que es probable que haya algo de eso. Yo nunca la terminé de ver como mi alter ego, la quiero mucho como personaje. Me fue muy útil. Era la única muerte que tenía clara… Ni siquiera la de Dulkancellin, que la suponía, sobre todo, para correrme de esta cosa inverosímil de un héroe que va adelante y no muere nunca. Pero, desde que apareció La Sombra, dije: bueno, en algún momento, a esta señora alguien la va a tener que enternecer ¿Y quién puede ser? Una niña… Wilkilèn. Nació para eso. Y se murió la inocencia del mundo. Liliana, con respecto a tu obra para jóvenes, veníamos hablando en el auto sobre “El Espejo africano”. Yo soy narradora oral. Cuando trabajé con texto, tuve la necesidad tu de tener este espejo en la mano. Y, bueno, te lo quería traer… Tiene bolsita, no es la de cuero del cuento, pero está hecha con cartapesta… ¡Muy bello espejo! ¡Es muy hermoso! Mirá, mirá… tiene la firma. Muchas gracias, muchas gracias. Qué hermoso. Aparte me lo re imagino así al de Atima Imaoma. Atima Imaoma: su nombre nace cuando lee al revés en el espejo: Amo a mi amita. ¿Sabés? Víctor había marcado en tus textos el poder de nombrar… Creo que lo único que importa en relación con el colectivo la identidad, más que el individualismo. Y sí, bueno, nombre, el nombre de bautismo humano es un poner un ser el mundo. Bueno, te nombro, te pongo ahí para que juegues juego. es el en el Sería lo contrario a un nombre propio. Claro, exactamente. Y pensaba, también y hablando de espejos, en la idea de lo especular en toda tu obra. Cómo los personajes se miran deformándose y transformándose, incluso entre diferentes libros. ¿Vos ves un diálogo entre los personajes de los distintos textos? Yo creo que sí, porque me parece que hay algunos temas que son muy recurrentes. Sobre todo, la marginalidad de los personajes. Yo te diría que un altísimo porcentaje de los personajes, de una manera o de otra, están en los bordes, están en los confines, están afuera del círculo de luz. Hay muy poquitos exitosos, si es que hay alguno. Esto tiene que ver tanto con mi pensamiento como con mi experiencia concreta de vida. Y me parece que en eso hay un diálogo. Hay un diálogo entre gente que está como olvidada, marginada. Yo creo que hay un diálogo y hay una solidaridad entre ellos. Sabino Colque dialoga con Wilkilén o el diablo, con los baguales… EL CRISOL ES MÍO, MÍO, MÍO “No hay nada grande que no sea el resultado de incontables fragmentos reunidos con el mismo propósito.” En un momento hablás de la tergiversación del oficio en relación a estas cuestiones que venimos hablando. ¿Cómo te llevás con un mundo de tantas vanidades, como el de los escritores? Mal. Me llevo mal. Por suerte hay amigos, esto no hace falta ni aclararlo. Pero la verdad es que existe una cosa de egocentrismo, de idolatría. ¡MI obra! Esa prepotencia de que alguien pueda creer que es “SU” obra. Y es imposible. Lo estás haciendo con el lenguaje y vos no inventaste ni el punto de la i, hermano. No hay nada menos individual que el lenguaje. No hay nada menos individual que el lenguaje. Necesitás al lector para que tu obra se complete, sirva, valga, se simbolice. Hay una pedantería extrema en ese punto. Si le sumamos a eso, lo impiadoso del mercado, al que –y me toca decirlo porque lo vivo-, lo literario le importa prácticamente un rábano… El choque entre arte y mercado es terrible. Porque, además, uno piensa que la obra de arte es la relación de plena libertad entre el creador y su obra, ¿no? A diferencia de la línea de montaje, que es la producción absolutamente condicionada. Entonces, tal libertad no existe, por lo menos, si hablamos del mercado editorial, del establecido, de las multinacionales… Sería, como en la escritura, lo contrario a la profecía. Claro. Exactamente lo contrario. Y, si sumás a eso esta cosa a veces engolada, de los que tienen la enorme fortuna de vivir de contar cuentos, de vivir escribiendo lo que tenemos ganas de escribir; si a eso le sumás la prepotencia y la petulancia y el hablar desde arriba a alguien…. Bueno, a mí me parece que es de locos, me parece demencial. Para hacer eso podés hacer tantas cosas, ser empresario… Claro… justo escritor y justo no entendiendo que tu arcillatu materia prima- le corresponde al pueblo. Al pueblo tiene que volver y al pueblo le costó sangre. Entonces, ¿qué es esto? Además, ojo, a veces tiene su réplica, estilísticamente hablando, ¿no? Esa cosa, que a mí no me convoca, críptica, post-moderna extrema. Yo le escuché decir a Beatriz Sarlo que si a un libro lo entienden más de mil quinientas personas es malo. Entonces, vos decís, claro. Si lo entienden, es malo. EL MATRIMONIO MÍSTICO DE LA PROFECÍA Y EL DESEO “No hay que correr tras los presentimientos, más bien al revés. Que los presentimientos nos corran y nos tiren de la ropa hasta demostrarnos que son atendibles.” Tiene que ver con lo que vos en algún momento decís de que te conmueve la escritura vinculada a una singularidad de la emoción. En este sentido, lo puedo visualizar como una constante que me hace atravesar de una determinada manera la escritura y de una determinada manera la vida. Quizá fue a causa de que mi papá creyera todo esto de que mis demás hermanos eran más inteligentes. Digamos, esta cosa de ir pudiendo hacer o no hacer, mal y bien, pero muy desde la pulsión emocional. Sí, la pulsión que a mí me hace sentarme a escribir, es la pulsión que me hizo decirle a un sacerdote, hace dos años atrás… ¿por qué estoy contando esto? ¡No sé! Esa pulsión hizo que me acercara y le dijera: yo me quiero acostar con usted. Pero esto venía a que esa cosa emotiva, en mí, no tiene filtro. Entonces, tengo que obligarme al filtro. Me parece que en la escritura y en la vida me pasa eso. Me conmueve cómo es el ser humano desde la inocencia, en el mejor de los sentidos, el de la emoción. Es que estás experimentando… Y no sabés cómo te va a salir. Y esto es permanente: entender la política, en la crianza de los hijos- con todo que significa en hallazgos, en errores y en desaciertos-. idas y vueltas. En todo caso, es lo que me tocó, porque es potencia que siento que tengo, es el lugar en el que yo siento más fortalecida. en lo En la me ¿Y cómo se vincula eso con la profecía? Porque la profecía es una palabra con muchos sentidos en tus textos. Salvo el de predestinar, cualquiera. Salvo el de predestinar, cualquiera. Incluso en la invención de profecías… Es genial cuando, en “Tiempo de dragones”, se juntan para escribir una profecía trucha. “Y que parezca antigua”, se dicen… Esa me divirtió escribirla. Bueno, a mí me alegra que les guste, porque tiene que ver con esto de estar en el presente, de construir el presente, pero también de visualizar el espacio que tenemos por delante, estemos o no estemos nosotros en él. El espacio de visualización hacia adelante es a lo que yo le llamo profecía. Aunque le erremos… Aunque le erremos, claro. Eso nos impulsa a construir. Uno está, en algún sentido, profetizando. Yo creo, contra toda la evidencia, que el mundo puede ser justo. Porque si no profetizáramos eso, no haríamos más nada. Pero parece una herramienta para combatir dos cosas: la causalidad y el determinismo. Sí, exactamente. Muy parecido al deseo, ¿no? Una especie de prepotencia del deseo. Sí, ustedes lo decían en el adjunto con sus lecturas que me enviaron y me pareció divino eso. Es como eso, tal cual. Como empecinarse en el deseo. Quizá al deseo lo transforme en una profecía verdadera. ¿Y cuando viene de desgracia? No, está bien. En general, las profecías con las que yo convivo y trabajo son profecías que traen el bien, aunque dependa de nosotros que ocurra. Hasta donde yo me acuerdo, a lo mejor ustedes me dicen lo contrario, en general no hay casi profecías condenatorias. No. Acá leo algo que viene justo en este momento: “la profecía es una dirección con el condimento de la incertidumbre” Claro. Acá vamos a tener que construir un elegido. El ser humano tiene una parte de trabajo ahí. Porque, digo, en “La Saga de los Confines”, la profecía: van a venir unas naves y vamos a tener que juntarnos para enfrentarlas. No se sabe si son el mal o si venció el bien en las otras tierras. No se sabe. Me parece un espacio para traerse la profecía para uno. Remarla, en todo caso. LA ÚLTIMA ORFANDAD “Aquella vieja mujer no reparaba en el perro, ni siquiera en el hombre que lo traía porque para ella solamente existía el pasado.” ¿Y “tus viejitos”? Ah, a los viejitos los quiero mucho. Creo que es una de las partes de la población que más me duele. Obviamente, también los niños. Pero creo que a los niños, por razones humanitarias y no humanitarias, la sociedad los necesita. Entonces, a algunos niños los cuida y los protege. De otra forma, yo creo que, a medida de que el tiempo va transcurriendo y uno va empezando a acercarse a la vejez y a la muerte, claramente esto toma otro peso. Y esto de llegar al fin de la vida siendo un lastre y una carga- para todo lo que uno hizo y hasta para lo que uno crió- es un dolor, para mí, indecible. Estás llegando al final ¿y no construiste siquiera alguien que te acune? Otra orfandad… Claro, pero la última, la terminal, la que ya no tiene vuelta. Mirá, ayer o antes de ayer, en la farmacia había una señora como de mi edad, con su mamá, ya muy viejita. Entonces, la viejita que le pedía y la señora que la trataba apenas bien. “Sí, mamá, sí.” Y una puede entender de dónde viene todo eso, todos lo entendemos. “Sí, mamá”. Pero, de pronto, me llamó la atención que la viejita le pidió a la hija un pañuelito descartable para limpiar sus anteojitos. Yo siempre veo cómo a los viejitos les cuesta permanecer en el presente, me parece que se van desmineralizando y se van separando del presente. Entonces, a esta viejita de la farmacia no le alcanzó su posibilidad de estar en el presente ni para limpiar los anteojos, porque hizo esto, mirá… (Liliana toma el espejito redondo de Atima Imaoma y, con un pañuelito, hace el ademán de limpiarlo en círculo. Pero, cuando el pañuelito intenta avanzar sobre el espejo, se detiene. Y levanta la mirada y el recuerdo.) …Y se quedó ahí, se quedó ahí. Y yo dije, abuelita, ¿con quién te fuiste…? No le alcanzó el presente ni para limpiar un vidrio. Dio media vueltita así y se fue, se fue… Sin embargo, tus personajes viejos son más bien sabios. La decadencia no se ve. ¿Cómo pensás a esa potencia de la vejez ? Realmente creo que, como sociedad, nos perdemos también esa potencia. Y nos la perdemos porque tampoco hay un colectivo que sostenga la ancianidad. Estamos solos con nuestros viejos, con nuestros hijos, con nuestro trabajo, con nuestros perros. Entonces, todo construye esta soledad. Y nos perdemos la potencia que tiene la ancianidad, porque tiene otro tiempo, otra manera de reflexionar; porque se refiere a lo que ya sabemos, que es la acumulación de experiencias y de virtudes. Tienen el haber vivido en carne propia otro tiempo histórico. Nosotros lo contaremos. Sobre todo, ustedes les contarán a sus nietos este 22 de noviembre, que es histórico. Les contaremos esto y eso es extraordinario. Claro, la sociedad a veces no facilita que los viejos tengan ese lugar, esa preponderancia, ¿no? Y la potencia profética que tienen…del futuro, más que del pasado. Cuando le preguntamos a Estela cómo organiza su tiempo, dijo: yo pienso qué voy a hacer mañana. Bueno, ahí tenés una potencia. Y la luz… la luz que tiene. Bueno, esa es una vejez… Pero la decadencia es otra cosa…y no se elige… No, no, muchas veces no se elige. No, casi nunca se elige. Está el concepto de ancianidad y, después, están los ancianos. Con sus cosas y sus problemas, con el dolor de huesos y sus mentes, a veces, perdidas. Pero al concepto de la ancianidad yo lo asimilo mucho a la sabiduría y a esta cosa de no tener ya apuro. Todo lo que nos posibilita el no estar apurados: pensar las cosas de otra manera, detenernos en cosas que el apuro nos hace ignorar por completo. Después, están las tragedias personales y eso también es indiscutible. MAL DE DESAMORES “Kupuca amaba a los juncos que crecían cerca del agua. Era Brujo de la Tierra y sabía que si dejaba de amar a los juncos luego dejaría de amar a los pájaros, luego a los pumas, luego a los hombres. Kupuka sabía que quien se permitiera ignorar a los juncos que crecían cerca del agua iniciaba el camino del desamor.” ¿Y las sombras? La sombra… Hay muchas sombras en tus textos. Hay sombras potentes y felices. Y hay de las otras. Pero las potentes son las más llamativas, ¿no? Ah, dije “La sombra” por la sombra de La Muerte. En ese punto sí fue una decisión decir, bueno, la muerte por sí misma no es el mal. Eso es un aprendizaje de muchos pueblos originarios. El mal es otra cosa. ¿Y qué es el mal? Y, bueno, te lo voy a decir de una manera extremadamente sencilla, con una palabra que quizá esté muy gastada. Es el desamor. No es la muerte, es el desamor y todo lo que conlleva. La falta de cuidado, de presencia… De solidaridad… El abandono… Sí, absolutamente. Eso. El desamor… por qué les vas a dar tal cosa a la gente, si no trabaja. Eso es desamor, digo. Por qué les vas a hacer Tecnópolis, si no trabajan. Eso es desamor. Todas las formas del desamor, del desapego… Claro, la muerte no tiene nada que ver con esto. Incluso aparece como una gran intensidad en tus textos. Como un momento de máxima, no de mínima… Bueno, yo creo que ese momento- y me lo estoy recordando a cada rato, sobre todo, cuando tengo que tomar decisiones- será de máxima, si la vida fue de máxima. Un taita, que es un abuelo, un chamán colombiano, me enseñó cosas maravillosas. Decía: lo importante es que, cuando la muerte llegue, tenga muy poco que hacer, que quede una hilachita… LA MAGA ROJA “Wilkilén trajo del cielo una mirada pensativa.—Era para saber si la gente se cansa de ser viento —y bajando los brazos, agregó: sí, se cansa” (Milena, la anartistita de 11 años, quedó colgada de una frase. Qué se va a hacer. Es de familia) ¿Y qué le pasó a la señora? Qué señora…ah, la viejita de la farmacias…Ja, ja, debe estar tomando el té en su casa, ahora. Ese día le pasó que estaba limpiando sus anteojitos y se perdió en su pasado. Y yo me puse a pensar si estaba pensando en su esposo o en su infancia. Hablando de infancia, me llama la atención cómo los chicos, ante tus textos infantiles, se despiertan y se conmueven con los tramos más poéticos. En particular, con los colores. Sobre todo, el rojo. Lo he relevado, el rojo es el que más les gusta. Pensaba si le atribuis importancia a las divisiones entre literatura juvenil, infantil… Muy relativamente. Hay un plafón que es la literatura como una búsqueda estética en el lenguaje. En la literatura que uno llama para jóvenes o niños sucede un espacio que también es para ellos. No creo que la literatura llamada para niños sea insustancial, con todo explicitado. Además, los niños- con menos prejuicios- leen desde lugares muy flasheros. Ellos pueden tolerar leer sin entender lo conceptual, entienden la música, la rítmica, la poesía. Cuando te sentás a escribir, ¿imaginás a un lector niño? Lo imagino de una manera muy general. Es un niño con ganas de atravesar dificultades, que se mete en túneles. En todo caso, imagino un niño valiente. Un niño Wilkilén…tu escritura y vos se han propuesto no entrar en la adultez jamás… (risas) No sé si me lo he propuesto. Les cuento que me hice un cuaderno grandote, quiero hacer un libro mágico gordo. ¡Lo que más me gusta hacer es recortar figuritas! Tengo haditas, stickers, brillantina, pego hojas secas. Si me corto, pongo la sangre y escribo cosas. Entre nosotros, confieso que he recortado libros para obtener figuritas. Me vuelvo loca cuando leo “esta plancha trae 500 stickers”, pero nunca vienen tantos, muchos son chiquititos y con esos hago guardas me…falta un montón con ese libro. ¿Nunca te sentís sola? Sí, muchas veces. Y tiendo a pensar que eso se va a ir agravando. Me gustaría construirme esa vejez potente y doméstica: hacer dulces, el libro mágico. Y que vengan todos los que quieran. Cada vez es más duro volver de la decepción, a veces uno se asusta, se apena. Tanto autocontrol… no querer gastar tiempo, no querer gastar plata… No quiero anquilosarme, quiero animarme a perder cosas, aprender a perder, a despojarme. Bueno, esta es una entrevista a Liliana Bodoc y no hablamosdel todo- de la magia en la escritura… La verdadera magia es la palabra poética, por todo lo que dice sin decir. Esa es la magia que a mí me importa. La intuición, la alquimia. Los personajes más dolidos son los que pasaron por ahí… Tal vez sea el pasaje. En eso de hacerse mago está el dolor, el pasaje por la grieta. Usar la palabra poética para construir una otredad. Tengo muy claro el primer discurso poético de la vieja Kush: “será mañana que empezarán las aguas”. Ahí me detuve un largo rato. Tuve la intención de construir un personaje otro,” será mañana que empezarán las aguas, otras instancias, otro cantar”. Ahí me interesa la poesía, cuando construye la otredad o engrosa la semántica del texto. Liliana Bodoc se llevó de casa una platito con carozos de aceitunas, algunos caracoles rotos que le acercó Milena y un viejo espejito. Puso todo en una bolsa y se lo acercó contra el pecho. Se fue con los ojos brillantes, como una niña que acaba de recibir el juguete más preciado. La magia de los trucos y las manipulaciones perdió la partida. Quedamos todos, crisol adentro. Todas las citas de los epígrafes pertenecen a textos de Liliana Bodoc. Las imágenes de “El libro mágico” fueron enviadasespecialmente- por Liliana Bodoc para El Anartista.