LA BESTIA DE FUEGO Sé que se me acusa de solitario y aburrido, que tengo pocos amigos y que no soy muy querido en el reino de Cólquida, pero la verdad es que no hago más que estar atrapado en mi propio castigo. Los días se me hacen interminables custodiando un valioso tesoro oculto en este bosque. Debido a lo horripilante de mi presencia y teniendo en cuenta más de una historia, que en muchos caso no ronda del todo a la realidad es que paso la mayor parte de mi tiempo solo, despierto y atento, a cualquier cosa que pueda peligrar aquello que todo el mundo desea y pocos se atreven a intentar rescatar. Me gustaría contarles, por qué estoy aquí ya que lo recuerdo como si fuera ayer… Nací en los jardines del castillo del rey Eetes junto a dos hermanos, alejados de todos los humanos. Únicamente éramos visitados por el rey, para quien nos convertimos en una especie de mascota. Con el paso del tiempo, debido a mis dotes y mi poderosa lengua de fuego fui elegido para proteger al castillo, al rey y a su hija Medea. Con el correr de los días la bella princesa fue dejando atrás su miedo y empezó a cuidarme y mimarme. Día tras día me iba enamorando más y más de ella y cuan grande fue mi castigo por ello. Al darse cuenta Eros de lo que estaba sucediendo me hechizó para que no pudiera dormir nunca más, y a quien más amaba en el mundo era la que tenía el remedio para mi mal. El hechizo no consistía únicamente en no poder dormir. Sino que Medea se olvidara de mi para siempre, no tuviera ningún recuerdo sobre lo transcurrido años anteriores y me considerara una horripilante bestia. Medea, tenía dotes de hechicera, y en una de mis interminables noches se acercó y viéndome tan solitario comenzó a entonarme una dulce canción. Tanta paz transmitía esa melodía que entorné por primera vez mis párpados. Después me tocó con una rama de enhebro, y me hizo caer en un profundo sueño. Fue así como aprovechando ese instante logró apoderarse del bellosino y huir con su amado Jasón en la nave que había sido construido por el carpintero de Argos. Pero mi sorpresa al despertar fue que no se encontraba mas aquel objeto tan valioso. Y a consecuencia de esto el rey Eetes me dejó toda la vida encadenado en el bosque aunque no cuidara más el vellocino. Una de las ventajas de toda esta maldición que llevo encima es que puedo descansar por las noches. Pero todas las noches pienso en aquella dama tan hermosa que me mimaba de niño Camila Werner Inés Alday