Se encendió la ira… ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ No es la primera vez ni será la última, siempre que la arrogancia imperial olvide culturas milenarias, religiones e íconos a los que profana sin recato alguno. Así ocurre ahora cuando en el mundo árabe, con muchos de sus países agredidos, invadidos, ocupados, bombardeados y masacrados por los militares de Estados Unidos y la OTAN, se ha encendido la ira una vez más en respuesta a un filme, elaborado y divulgado en Estados Unidos, que profana y humilla la figura de Mahoma y el Islam como religión. ¿Ha olvidado la cultura occidental que son más de mil millones los musulmanes que habitan en este mundo? ¿Han pensado los políticos o algunos cineastas o principiantes norteamericanos que aquella cultura es muchos años más antigua que la occidental y que pueblos que profesan el Islam existieron cuando el territorio del Estados Unidos actual ni siquiera era colonia británica? Recientemente conversé con un joven —Ramón—, mexicano de nacimiento, que actualmente vive en Estados Unidos y que, como soldado, fue enviado a Iraq. Una sola pregunta le hice en una larga conversación: ¿Te explicaron antes de ir a Iraq los fundamentales elementos de esa cultura, lo que era la Mesopotamia hoy destruida por bombas y cohetes norteamericanos? A la pregunta nada respondió Ramón, solo se encogió de hombros, pero sí me explicó que "fui a Iraq porque era la forma que tenía de que me facilitaran dinero para poder asistir a la universidad en Estados Unidos". ¿Cuántos de los más de 300 000 militares estadounidenses involucrados en las guerras de Iraq, Afganistán, Libia y otras en países musulmanes, conocen algo de la historia, la cultura y la vida de aquellos pueblos, ahora convertidos en presa de la ambición occidental por los recursos minerales que poseen? Y, aunque nada puede justificar un ataque contra una misión diplomática como el ocurrido en Libia, que causó la muerte al embajador norteamericano y otras personas, también la comunidad internacional debe denunciar la profanación de las más sagradas creencias religiosas, algo que se ha puesto muy de moda en la última década con las guerras de conquista de Estados Unidos y la OTAN contra los pueblos del Oriente Medio. Están frescas aún en nuestras memorias las masacres de la aviación norteamericana en mezquitas donde oraban peregrinos musulmanes y a humildes aldeas en Bagdad y sus alrededores. ¿Recordamos o no cuando en la cárcel creada por las tropas ocupantes en Abu Ghraib, Iraq, los reos de confesión musulmana fueron sometidos a torturas adicionales, desnudos, para humillarles y pisotearles el Corán, símbolo de su fe religiosa? Si alguien borró de su memoria ese horrendo hecho, puede buscar en los archivos las fotos y videos tomados por los mismos soldados de Estados Unidos. ¿Y qué decir de las imágenes que recorrieron el mundo con los soldados yankis orinando sobre los cuerpos de los cadáveres de civiles musulmanes afganos, ultimados por las tropas que ocupan ese empobrecido país? Repito, nada puede justificar un ataque suicida contra una misión diplomática de cualquier Estado. Pero donde se siembran espinas no se pueden recoger flores. Ahora la gota que colmó la copa es un filme que ha circulado con mucho misterio pero sin buena intención, por la red de redes y con el "inofensivo" título de La inocencia de los musulmanes. La propia prensa internacional escribe que son muchas las preguntas sin respuesta sobre el origen y los objetivos del largometraje, de dos horas y estrenado en un cine de Hollywood, la meca del llamado séptimo arte. Rápidamente el contagio de un mundo dominado por las nuevas tecnologías de la comunicación lo resumió en 14 minutos y lo transmitió por You Tube y Facebook. Las primeras escenas se desarrollan en el mundo moderno y muestra a actores en el papel de coptos (cristianos en Egipto), como blanco del maltrato de militantes islámicos de ese país. Y para hacer más cruda la humillación, al final de ese resumen del filme aparece el profeta Mahoma, representado por un joven actor estadounidense, como una figura caricaturesca de mujeriego. Se dice que el productor del filme es un agente inmobiliario estadounidense-israelí, ahora acusado de fraude, que vive en EE.UU. Esta aberración cinematográfica es la causa de las manifestaciones que se producen contra embajadas norteamericanas en Libia, Egipto, Yemen, Iraq otros países árabes que ya suman 32 y otras regiones del mundo. Estados Unidos envía fuerzas navales, aéreas y terrestres para "calmar" las ansias de venganza de un mundo ofendido y humillado, donde algunos de sus hijos usan la violencia como respuesta a la profanación. La ira está encendida y no son los aviones, cohetes y barcos de guerra, ni los arrogantes marines, quienes pueden calmarla. Artículo publicado en el periódico Granma 18/09/2012