documento - Historia de México II

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Unidad VI
1. La revolución mexicana. Etapa maderista.
Las declaraciones del Gral. Díaz en su entrevista con James Creelman en 1908 estimularon la
formación de grupos opositores. Para las elecciones presidenciales de 1910 se formó el Partido
Antireeleccionista, que presentó como candidato al acaudalado terrateniente coahuilense Francisco
I. Madero. La campaña de Madero fue tan intensa que Porfirio Díaz y sus partidarios llegaron a
temer que lograra la victoria. Con un pretexto cualquiera Madero fue encarcelado y las elecciones
manipuladas para declarar vencedor nuevamente al Gral. Díaz.
Tras ser liberado, Madero se refugió un tiempo en los Estados Unidos para preparar un
levantamiento armado. En su Plan de San Luis llamó al pueblo a rebelarse contra los abusos
dictatoriales de Díaz, desconociendo su autoridad exactamente a partir del 20 de noviembre de 1910
a las 18:00 horas. Para atraerse el apoyo de los campesinos, el artículo 3º. del Plan prometía la
revisión de los despojos ilegales de tierras y en su caso la restitución o alguna indemnización a sus
legítimos dueños.
A finales de 1910 comenzaron a surgir los levantamientos, principalmente los que dirigían Emiliano
Zapata en Morelos, así como Francisco Villa y Pascual Orozco en la frontera norte. En mayo de
1911, el importante nudo ferroviario de Ciudad Juárez cayó en poder de los maderistas. El Gral.
Díaz, ya fuertemente presionado a renunciar por sus propios partidarios, envió representantes a
parlamentar con Madero. En el Tratado de Ciudad Juárez, Madero aceptaba deponer las armas y
disolver sus tropas a cambio de la renuncia de Díaz y la organización de nuevas elecciones: quedaba
como presidente provisional Francisco León de la Barra. Entre las filas maderistas hubo
desconcierto e inconformidad tanto por el hecho de que se confiara al mismo ejército porfirista el
mantenimiento del orden como por la renuncia expresa de Madero a cumplir con su ofrecimiento de
reforma agraria.
Bajo el mando de León de la Barra se celebraron nuevas elecciones en las que Madero triunfó con
facilidad. Su autoridad resultó endeble, debido a la hostilidad de:
a) el ejército y la burocracia bajo sus órdenes (decididamente porfiristas);
b) la de las clases dominantes, temerosas de que se aplicara la reforma agraria;
c) la de los agraristas de Morelos, que se decepcionaron rápidamente al ver que no se aplicaba con
prontitud dicha reforma;
d) la de los Estados Unidos; que reaccionaron con gran violencia ente los tímidos intentos de
Madero por moderar la explotación de los recursos mineros y petroleros de nuestro país.
Desde noviembre de 1911, los zapatistas proclamaron el Plan de Ayala, en el que se denunciaba a
Madero como traidor a la revolución, se reiniciaba la lucha armada y se anunciaba una reforma
agraria inmediata y sin formalidades jurídicas. La prensa atacaba constantemente a Madero, cuya
situación en la presidencia empeoraba día con día. En febrero de 1913, Bernardo Reyes y otros
generales porfiristas se levantaron en armas en la propia capital del país (episodio de la “decena
trágica”).
El embajador estadounidense Henry Lane Wilson era el mayor enemigo de Madero. Al ver que los
militares no lograban la caída inmediata del presidente, Wilson acordó el Pacto de la Embajada, con
el comandante de las tropas del gobierno, Victoriano Huerta, para que traicionara a Madero,
poniéndolo preso y obligándolo a renunciar. Una vez que entregaron sus renuncias, el presidente
Madero y su vicepresidente José María Pino Suárez fueron asesinados en la Cd. de México el 22 de
febrero de 1913. A cambio, Huerta se convirtió en el nuevo presidente.
Blanca A. Vargas Villanueva y Mauricio Cruz García.
Registro de Derechos de Autor Núm. 03-2001-081013501200-1
VI.2. Constitucionalismo y destrucción del régimen porfirista
Mediante un truco legaloide, Huerta se adueñó de la presidencia. Las potencias europeas, las clases
dominantes, el ejército, la burocracia y la clase media porfirista respaldaron al nuevo gobierno. En
cambio, los zapatistas, y las fuerzas maderistas del norte de la República, se dispusieron a reanudar
la lucha con mayor fuerza que antes. Para su sorpresa, Huerta no pudo contar con el apoyo de los
Estados Unidos, ya que el nuevo presidente, Woodrow Wilson, desaprobó por completo la gestión
del embajador Henry Lane Wilson, y lo retiró de México.
Venustiano Carranza, antiguo senador porfirista, y ahora gobernador de Coahuila, convocó de nuevo
al levantamiento armado en su Plan de Guadalupe (marzo de 1913), que desconocía a Huerta y a
todas las autoridades que lo obedecieran. Se exigía el restablecimiento de la Constitución de 1857:
Carranza se proclamaba como Primer Jefe del Ejército constitucionalista, prometiendo convocar a
nuevas elecciones generales tan pronto como su movimiento hubiera triunfado militarmente.
La respuesta al llamado de Carranza fue amplia entre las clases medias y trabajadoras rurales del
norte del país. El ejército constitucionalista pudo articularse en tres grandes divisiones: la de Álvaro
Obregón; en Sonora y Sinaloa, la de Francisco Villa en Chihuahua y Durango, y la de Pablo
González en Nuevo León y Tamaulipas. Por su parte, Emiliano Zapata y su Ejército Libertador del
Sur rechazaron toda negociación propuesta por los huertistas, y continuaron su alzamiento en
Morelos.
A finales de 1913 y principios de 1914, los constitucionalistas obtenían una victoria tras otra y
hacían retroceder al ejército federal huertista en todos los frentes. En la capital, Huerta perseguía con
gran violencia a todos sus críticos y opositores: cayeron asesinados los legisladores Belisario
Domínquez y Serapio Rendón, así como numerosos periodistas. Sin embargo, su posición
empeoraba día con día.
En abril de 1914, con el pretexto de un incidente menor en Tampico, unidades de la marina
estadounidense bloquearon el puerto de Veracruz, lo bombardearon y procedieron a ocuparlo con
sus cuerpos de infantería. Mediante la ocupación del puerto, el presidente Wilson se proponía
impedir la llegada de un gran cargamento de armas alemanas adquiridas por Huerta, cooperando así
a su caída. Carranza y los constitucionalistas protestaron enérgicamente contra la agresión
estadounidense, al mismo tiempo que rechazaban las insinuaciones de Huerta sobre una cooperación
en contra del invasor. Éste permaneció en Veracruz durante largos meses, hasta que la mediación
internacional del “grupo ABC” (Argentina, Brasil, Chile) lo convenció de retirarse.
Entre tanto, las tropas constitucionalistas lograban grandes avances. En julio de 1914 las fuerzas de
Obregón expulsaban a los huertistas de Jalisco. Las de Villa, que arrebataron a Huerta las planicies
del norte, se presentaban ante la posición clave de Zacatecas. Contra las órdenes de Carranza, que no
deseaba ver triunfar al impetuoso Villa, la División del Norte tomó la ciudad por asalto.
Huerta comprendió que ya no podría sostenerse y huyó del país, encargando la presidencia a
Francisco Carbajal. Éste solamente pudo enviar emisarios que firmaran con Obregón la rendición
incondicional en el Tratado de Teoloyucan el 13 de agosto de 1914. Este documento marcó la
disolución del régimen porfirista, ya que su aparato militar quedaba desmantelado y disuelto, dando
paso al cambio de los cuadros dirigentes del aparato burocrático.
Blanca A. Vargas Villanueva y Mauricio Cruz García.
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VI.3. Lucha de facciones
En las últimas semanas de la lucha contra el gobierno huertista surgían las desavenencias entre los
constitucionalistas. Villa y su División del Norte se consideraban independientes de Carranza
respecto a sus movimientos militares. Zapata y el Ejército Libertador del Sur nunca se consideraron
subordinados del Primer Jefe. En julio de 1914, la discusión entre Carranza y Villa por la toma de
Zacatecas se superó con endebles acuerdos. En agosto, el Tratado de Teoloyucan estipulaba que la
Ciudad de México sería guarnecida por la fuerzas de Obregón contra los zapatistas.
En el fondo de estos desacuerdos había algo más que la fuerte personalidad de los caudillos. El
movimiento zapatista representaba las inquietudes tradicionales de las comunidades agrarias
indígenas, deseosas de conservar las tierras y las formas de organización del trabajo que habían
sostenido por siglos.
El Plan de Ayala, obra del profesor Otilio Montaño, expresaba la completa desesperación de los
campesinos contra los procedimientos jurídicos con los que tanto tiempo se les engañó y despojó de
las tierras. Por tal motivo, en dicho Plan se postulaba que los pueblos despojados recuperarían de
inmediato la posesión de sus terrenos sin necesidad de acudir a tribunales: además, se expropiaría a
los hacendados de la tercera parte de sus propiedades, o de la totalidad de la hacienda si es que se
oponían al Plan, para dotar de tierras a los campesinos desposeídos,
Zapata creía que la aplicación de este documento resolvería el problema agrario en todo el país.
Villa y su División del Norte, compuesta principalmente por campesinos y arrieros del norte, no
aceptaba plenamente con el Plan de Ayala, pero sí coincidía con Zapata en dar prioridad al problema
de la propiedad de la tierra. En las zonas que llegó a dominar, Villa inició el reparto de tierras y la
conformación de cooperativas populares para el desarrollo de la agricultura, la ganadería y algunas
manufacturas.
En cambio, Carranza y las fuerzas que lo apoyaban, acaudilladas por Álvaro Obregón, representaban
más a los ideales de las clases medias agrarias, y hasta cierto punto, también las urbanas. Para éstas,
la prioridad era el restablecimiento del orden político-constitucional de la nación. En seguida
podrían atenderse las demandas de las clases trabajadoras, siempre que éstas aceptaran el liderazgo
político y el orden legal defendidos por Carranza. Con el consejo de intelectuales, como Luis
Cabrera, Carranza dictó leyes; como la Agraria del 6 de enero de 1915, que le ganaron el apoyo de
sectores de campesinos y obreros.
Al desmoronarse el régimen huertista, el enfrentamiento entre las facciones revolucionarias se hizo
inevitable. En octubre de 1914, una Soberana Convención Revolucionaria, que reunía representantes
de todas las fuerzas, intentó evitar el choque organizando un gobierno provisional presidido por
Eulalio Gutiérrez. Carranza no lo aceptó y se abrieron las hostilidades. Villa y Zapata se adueñaron
del centro del país e intentaron dar forma a una alianza por medio del Pacto de Xochimilco, en
diciembre de 1914. Carranza se refugió en Veracruz, mientras Obregón y Plutarco Elías Calles
iniciaban su campaña contra los villistas desde Sonora.
La alianza entre Villa y Zapata resultó inefectiva. En abril de 1915, Villa y Obregón se enfrentaron
en Celaya y otros lugares de Guanajuato. La victoria de los obregonistas fue completa. A lo largo
del año, recobraron el control de la capital y del país, mientras que Villa tenía que refugiarse en
Chihuahua y Zapata en Morelos, donde sus fuerzas serían sometidas a una terrible y sangrienta
persecución.
Blanca A. Vargas Villanueva y Mauricio Cruz García.
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VI.4. Constitución de 1917 y gobierno de Venustiano Carranza.
Durante 1916 el gobierno de Carranza como Primer Jefe constitucionalista fue consolidándose,
debido a su labor legal y administrativa, a su habilidad diplomática, y a la sangrienta represión
contra los agraristas y los obreros huelguistas de la Casa del Obrero Mundial sometidos a un terrible
baño de sangre. Villa provocó un incidente con los Estados Unidos causándoles algunos daños y
asesinatos. El gobierno de W. Wilson respondió con una expedición de castigo que pasó varios
meses en Chihuahua sin capturar a Villa ni obligar a Carranza a aceptar sus exigencias.
Carranza tenía que convocar a un Congreso que reformara la constitución de 1857. En realidad,
Carranza sólo quería eliminar la vicepresidencia y fortalecer la autoridad del jefe del Poder
Ejecutivo Federal. La XXVI Legislatura o Congreso Constituyente de Querétaro estuvo compuesta
por 240 diputados, en promedio, bastante jóvenes.
El Congreso no fue tan hostil a Carranza como a veces se cree. El Primer Jefe logró incluir en él a
muchos de sus colaboradores cercanos. Ellos también contribuyeron a lograr que Carranza aceptara
una constitución diferente a la que había propuesto. Carranza impuso el presidencialismo en contra
del parlamentarismo. Sin embargo, un grupo de diputados radicales, encabezados por Froylán
Manjarréz, Pastor Rouaix y Francisco J. Múgica, lograron incorporar a la carta magna las reformas
que consideraban indispensables para responder a los intereses y demandas populares que habían
motivado la revolución.
El resultado fue la que llamamos Constitución de 1917, que hasta la fecha está en vigor. En su
estructura general, es muy similar a la de 1857: comienza con la definición y garantía de los
derechos individuales: libertad, seguridad, igualdad, conciencia, expresión; establece que los
Estados Unidos Mexicanos son una república democrática federal con división de poderes
(ejecutivo, legislativo, judicial). Sin embargo, se distingue de la anterior por el claro predominio del
Poder Ejecutivo Federal (presidencialismo) sobre los otros.
El nuevo código estipula los llamados derechos sociales, entre los que destacan: el de la educación
pública nacionalista, científica, laica y gratuita (art. 3); los límites a la propiedad privada de la tierra
y los recursos naturales de la nación, prohibiendo el latifundismo y la propiedad del subsuelo por
extranjeros (art. 27); los límites a la explotación capitalista del trabajo, consagrando derechos
obreros como el de sindicalización, huelga, salario mínimo remunerador, restricciones al trabajo de
las mujeres y los menores, etc. (art. 123).
La nueva constitución se promulgó el 5 de febrero de 1917. En mayo, Carranza fue electo presidente
constitucional. Debió sortear las dificultades que el intervencionismo de las potencias extranjeras
enfrascadas en la primera guerra mundial entrañaron para México. Logró salvaguardar la soberanía
nacional, pero a costa del casi nulo cumplimiento de la Constitución. Persiguió a los agraristas hasta
lograr la eliminación de Zapata, asesinado a traición en abril de 1919.
Al aproximarse las elecciones presidenciales de 1920, Carranza pretendió impulsar la candidatura de
Ignacio Bonillas, diplomático sin poder propio, al que creía poder manejar. Álvaro Obregón y sus
partidarios, conocidos desde entonces como el grupo sonorense, rechazaron agriamente la maniobra
de Carranza. Se levantaron en armas proclamando el Plan de Agua Prieta en abril de 1920. La
rebelión cundió con facilidad en el norte del país. Carranza tuvo que abandonar la ciudad con rumbo
a Veracruz, pero fue asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, en mayo de 1920.
Blanca A. Vargas Villanueva y Mauricio Cruz García.
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