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Autor: Xabier Irujo
Título: Expelled from the Motherland: The Government of President Jose Antonio Agirre in Exile (1937 - 1960)
Editorial: Center for Basque Studies Press - University of Nevada, Reno
Año y lugar de edición: Reno, 2012. 350 pp
ISBN: 978-1-935709-06-0
El 17 de julio de 1936, un grupo de oficiales del ejército español, apoyado por partidos y fuerzas
conservadoras y la jerarquía de la iglesia católica, organizó un golpe de estado contra el gobierno de la
República. El golpe de estado se convertiría a la postre en un conflicto de alcance internacional si bien el
comité de no intervención acuñó el término “Guerra Civil Española” para designar a este prólogo de la
Segunda Guerra Mundial. Dos meses después del levantamiento, el 29 de septiembre de 1936, el general
Franco se convirtió en el único “jefe de gobierno”, con poderes absoluto sobre el nuevo estado.
Tras meses de negociación entre los golpistas y delegados del gobierno italiano, dos días después de la
sublevación militar el general Franco obtuvo ayuda material de los regímenes italiano y alemán. Franco se
reunió con Giuseppe Luccardi, agregado militar del consulado italiano en Tánger, para materializar la compra
de aviones para el transporte de tropas rebeldes de las colonias españolas de África a la Península Ibérica. Al
mismo tiempo, Rudolph Hess programó una reunión de los emisarios de Franco con Hitler en Bayreuth.
Después de una breve reunión el 25 de julio, tras haber asistido a la representación de Siegfried dirigida por
Wilhelm Furtwängler, Hitler decidió poner en marcha la Operación Feuerzauber (fuego mágico) con el
propósito de derrocar a la República a través del apoyo a los golpistas.
El 24 de octubre, Galeazzo Ciano, ministro de asuntos exteriores del régimen de Mussolini, se reunió con
Hitler en Obersalzberg, un refugio de montaña cerca de Berchtesgaden, en los Alpes bávaros. Acordaron
reforzar su presencia militar y política en el estado español y reconocer oficialmente al régimen del general
Franco una vez que los rebeldes tomasen Madrid. El 28 de noviembre siguiente se aprobó el protocolo de
asistencia mutua entre los regímenes español e italiano, que provocó un fuerte aumento en el envío de
material de guerra y tropas entre el 15 de diciembre de 1936 y el primero de febrero de 1937. Como se
informó al ministro de exteriores británico Anthony Eden mediante el Memorándum Fisher, quince mil
soldados italianos y unos siete mil soldados de la Legión Cóndor alemana habían sido enviados durante las
tres primeras semanas de enero de 1937 a puertos de la zona controlada por los rebeldes.
La sublevación dio lugar al primer éxodo de refugiados vascos desde las zonas controladas por los rebeldes en
Araba y Navarra (y más tarde también desde Gipuzkoa) hacia Bizkaia. Después de un año de la guerra, entre
julio de 1936 y junio de 1937, tras la captura de las fuerzas rebeldes de Bilbao, dio comienzo la segunda fase
del exilio vasco, un exilio que se prolongaría durante cuatro décadas. Los niños se encontraban entre las
víctimas de la campaña de bombardeos de terror que tuvo lugar durante la campaña de primavera en Euskadi
y, por tanto, constituyen asimismo uno de los primeros grandes contingentes de exilados. En principio, los
menores de edad fueron trasladados de las ciudades más grandes a áreas rurales por lo que las ikastolas se
colocaron en lugares como Gernika o Durango, lo suficientemente lejos de la primera línea de frente y, por
tanto, fuera de peligro. Sin embargo, debido a la noción de “terror estratégico” y de “guerra total”,
desarrollada por los rebeldes, un elevado número de menores de edad se contaron entre las víctimas de los
bombardeos de terror. El gobierno vasco comenzó entonces a organizar la evacuación de civiles en masa.
Aproximadamente 120.000 ciudadanos vascos fueron evacuados entre mayo y octubre de 1937 (26 por ciento
de ellos niños), principalmente a Gran Bretaña, la República Francesa y Bélgica. En total, aproximadamente
32.000 niños menores de diecisiete años de edad, casi el 20 por ciento de los niños de la zona controlada por
el Gobierno Vasco, fueron evacuados de Euskadi en barco entre finales de abril y junio de 1937.
Después de que el ejército republicano fuera derrotado en abril de 1939 en Cataluña, la guerra había
terminado. Debido al importante apoyo del régimen alemán a las fuerzas franquistas, la “Guerra Civil
Española” ha sido asimismo conocida como “La guerra que Hitler ganó”. El gobierno vasco tuvo que tomar
una decisión sobre su futuro: disolverse y renunciar a seguir luchando o actuar desde el exilio y, junto con el
resto de las democracias europeas y americanas, enfrentarse a las fuerzas totalitarias en el contexto de la
Segunda Guerra Mundial que todas las administraciones del occidente europeo anticipaban. En realidad, la
decisión de seguir luchando no era realmente una opción para el Gobierno de Euskadi, después de todo, era
este uno de los primeros gobiernos de Europa en combatir a los regímenes alemán e italiano, tanto política
como militarmente. Por otro lado, los miles de refugiados continuaban necesitando asistencia,
fundamentalmente los menores de edad. La labor de rescate y custodia de los refugiados vascos realizada por
el gobierno en el exilio fue sumamente efectiva. Entre el final de la guerra en Euskadi y el inicio de la Segunda
Guerra Mundial se crearon no menos de cinco hospitales y sanatorios, así como un servicio de empleo que
dio trabajo a miles de refugiados.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, el gobierno vasco hizo una declaración
pública a través de la Liga de Amigos de los Vascos expresando su voluntad de luchar del lado de las
potencias aliadas. Ocho meses después, consumada la ocupación alemana del occidente europeo en junio de
1940, el gobierno vasco se vio forzado a evacuar su oficina de París y trasladarse a Londres. Huyendo de la
Gestapo, el lehendakari Agirre se desvaneció en Dunquerque en junio de 1940 y permaneció oculto en Berlín,
la capital del estado nazi, durante un año y medio. En el entreacto, Manuel Irujo asumía la presidencia del
Consejo Nacional Vasco, institución que sustituyó al Gobierno de Euskadi en Londres hasta la reaparición
del lehendakari, en octubre de 1941.
La ocupación alemana provocó un exilio masivo vasco a América, que había dado comienzo algunos meses
antes, en el contexto de un evidente clima prebélico. Entre febrero y septiembre de 1939 una decena de
barcos transportaron exiliados vascos que, partiendo de los puertos de Iparralde, Burdeos o Marsella,
escaparon de los horrores de la Europa ocupada hacia las Américas. Un nutrido número de estos vascos
escapaban de las tropas y de la policía alemana o de los colaboradores de Vichy, que los perseguían en
colaboración con la policía secreta española, fundamentalmente por los agentes de la comisión recaudadora
de bienes, a fin de incautar cualquier bien, mueble o inmueble, a nombre de los referidos exilados. De hecho,
el 30 de noviembre de 1940, Heinrich Müller, jefe de la Gestapo, ordenó que los “rojos españoles” de hasta
cincuenta y cinco años de edad que hubiesen trabajado para el ejército francés fuesen enviados a campos de
concentración alemanes, fundamentalmente Auschwitz y Mathausen. Esta medida, acordada con la policía
española, ya había comenzado a aplicarse en agosto de 1940 y dio lugar a la detención, la tortura y la muerte
de numerosos exiliados españoles, catalanes y vascos en campos de concentración, así como en campos de
trabajo. Es por tanto éste un segundo exilio, provocado por la ocupación alemana, y no directamente por la
dictadura española. Asimismo, la postura pro-inmigración vasca de numerosos gobiernos latinoamericanos,
hizo de éste un período peculiar del éxodo vasco de 1936. Miles de vascos emigraron a países
latinoamericanos donde, como en el caso de Argentina, Venezuela, Chile o Uruguay, tenían garantizado
trabajo y vivienda en dos semanas, además de la tramitación de la plena ciudadanía, sin pasar por la
cuarentena a la que estaban sujetos los demás refugiados que escapaban de aquella Europa azotada por la
guerra.
Menos de un mes después del desastre de Dunquerque, el Consejo Nacional Vasco y el gobierno británico
habían ratificado un acuerdo de colaboración militar y política. Robert Boothby, en representación del
gobierno británico, y José Ignacio Lizaso, en representación del Consejo Nacional Vasco, firmaron el primer
acuerdo el 29 de julio de 1940, en virtud del cual el gobierno británico se comprometió a defender la
independencia de un estado vasco si el régimen del general Franco entraba en guerra del lado de las potencias
del Eje. El Consejo Nacional Vasco firmó asimismo un acuerdo de cooperación con el Conseil de Défense de
l’Empire Français (Consejo de Defensa del Imperio francés) dirigido por el General Charles De Gaulle.
Como consecuencia de éste y otros acuerdos similares, una fuerza vasca, el Batallón Gernika, colaboró en la
batalla del Médoc, en abril de 1945, durante la campaña por la liberación de la República Francesa.
En octubre de 1941 el lehendakari reapareció en Montevideo, Uruguay, después de año y medio de odisea en
la Alemania nazi. El gobierno vasco se restituyó, y las oficinas centrales se trasladaron de Londres a New
York, hasta la liberación de París en 1944. Tras del bombardeo de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, el
gobierno vasco firmó un acuerdo de colaboración en materia de espionaje con el gobierno de los Estados
Unidos que se pondría en marcha a partir de mayo de 1942 y que se prolongaría hasta finales de 1949. El
acuerdo vasco-americano consistía en cuatro puntos fundamentales: 1) Los servicios secretos vascos
colaborarían con los servicios de inteligencia de los Estados Unidos -la Oficina de Servicios Estratégicos
(OSS)-, 2) los servicios secretos vascos operarían directamente bajo la autoridad del Gobierno de Euskadi; 3)
los servicios secretos vascos operarían fundamentalmente en Sudamérica y en las Filipinas, y 4) el objetivo
principal sería disolver las redes de espionaje alemanes, italianas o de sus satélites en América Latina y luchar
contra la ocupación japonesa en el caso de las Filipinas. Muchos de los agentes vascos eran sacerdotes, ya que
uno de los pilares de la propaganda ítalo-española en Sudamérica era que, a diferencia de las potencias de Eje
y sus satélites, los países aliados no eran católicos.
Al término de la Segunda Guerra Mundial al régimen español se le negó un asiento en la asamblea de las
Naciones Unidas pero, el creciente clima de tensión política provocado por la Guerra Fría acabaría por
disolver los acuerdos de colaboración de los gobiernos norteamericano y vasco entre la primavera y el
invierno de 1949. El 27 de abril 1950, el senador por Nevada Pat McCarran, junto con Mccarthy uno de los
principales impulsores de la Caza de Brujas (Red Scare), introdujo en el congreso de los Estados Unidos una
de las primeras propuestas de rescate económico al régimen franquista, no obstante, la propuesta de préstamo
a Franco de 50 millones de dólares fue ajustadamente derrotada por 42 votos contra 35. No obstante, tan
sólo tres meses después, iniciada la Guerra de Corea, el 1 de agosto de 1950, el senador McCarran propuso
una enmienda a la Ley de Cooperación Económica de 1948, que autorizaba un préstamo de 100 millones de
dólares al régimen franquista: esta propuesta fue aprobada por 65 votos contra 15. Como consecuencia
directa de la ruptura de los acuerdos de colaboración, el Gobierno de Euskadi tuvo que hacer frente a la peor
crisis política y financiera a la que se enfrentaría en los cuarenta años de exilio. Por vez primera era patente
que el régimen militar se consolidaba y, por tanto, que el retorno se retrasaría hasta la muerte del dictador.
Jose Antonio Agirre moría seis años más tarde, de forma prematura, en opinión de Lizaso, a causa del golpe
que le supuso el giro de los acontecimientos a nivel mundial. Políticamente, el Gobierno de Euskadi centrará
su política y actuación a partir de 1953 en el occidente europeo, colaborando en la construcción política de la
Europa de la posguerra, que nunca habría sus puertas al régimen militar de Franco.
Al margen del papel desarrollado por el Gobierno de Euskadi en el ámbito de la política internacional, tanto
americana como en el marco europeo, y en el ámbito nacional vasco, a través de la coordinación de los
esfuerzos realizados por las redes de la resistencia que se materializó en las sendas huelgas generales de 1947 y
1951, el presente libro estudia la labor cultural desarrollada por el Gobierno de Euskadi en los 40 años de
exilio. Es éste un aspecto del exilio que ha sido estudiado por los miembros de la Asociación Hamaikabide a
través de más de una veintena de congresos, y que realmente impresiona por la calidad de los aportes
literarios y científicos, así como por la vasta cantidad de aportaciones. América ha conocido no menos de 130
publicaciones periódicas vascas publicadas en trece diferentes países entre 1877 y 1977: un total aproximado
de ochenta mil páginas de prensa periódica publicada fuera de Euskadi. A ello se suma el Euzko Izpar
Banatzea, el Boletín de la Oficina de Prensa de Euzkadi (EIB-OPE), sin duda uno de los periódicos de mayor
difusión y más voluminosos de la historia del exilio vasco, que fue publicado durante más de treinta años (2
mayo 1947 a 22 julio 1977), apareciendo tres veces por semana, lo que hace un total aproximado de 7.001
números o 35.085 páginas impresas sobre la actualidad política vasca en América y Europa. A estas
publicaciones es preciso añadir las publicaciones promovidas por los miembros de cada una de las
delegaciones del Gobierno de Euskadi en la prensa americana y, las publicaciones bibliográficas, las obras
promovidas por los Clubs del Libro Vasco y las acciones ligadas a la producción bibliográfica y el desarrollo
de la lengua vasca desde el exilio coordinadas por el Gobierno de Euskadi o miembros de dicho gobierno,
como es la celebración del Euskara Eguna a partir de 1949.
El presente libro constituye la primera historia del gobierno vasco en el exilio escrita en inglés, si bien la
bibliografía sobre el tema es aún escasa tanto en euskara, como en castellano y francés. Como consecuencia
de lo anterior, el presente libro se basa fundamentalmente en fuentes primarias, documentos de archivo,
como puede verse por las referencias en las notas a pie y en la nota de la sección de fuentes bibliográficas.
Además de ello, el autor ha entrevistado a numerosos exiliados políticos vascos, miembros de la resistencia y
ex prisioneros de los campos de trabajo y, ha tenido acceso a la bibliografía primaria generada durante los
años de expatriación (1937-1975) de algunas de las figuras clave del exilio político vasco. Éstos son
documentos contemporáneos escritos por las personas involucradas en los acontecimientos que tuvieron
lugar en aquel momento, la mayoría de ellos registrados como documentos diplomáticos o políticos que se
conservan en archivos europeos y americanos.
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Xabier Irujo es profesor del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, Reno. Licenciado en
Filología, Geografía e Historia y Filosofía, posee dos doctorados en Historia y en Filosofía. Irujo es autor de
una veintena de libros y gran número de artículos. En la actualidad imparte clases de estudios de genocidio,
comisión de atrocidades y estrategias de administración del terror, así como de exilio político vasco. Nacido
en el exilio, en el seno de dos familias exiladas, el autor es hijo, nieto, biznieto y tataranieto de exilados vascos,
y ha tenido el honor de conocer a algunas de las figuras más relevantes de la primera y segunda generaciones
del exilio político vasco de 1936 como Jesús María Leizaola, Juan Ajuriagerra, Julio Jauregi, Joxe Mari Lasarte,
Telesforo Monzón, Manuel, Andrés y Pellomari Irujo, Martin Ugalde, Francisco Abrisketa, Josep Tarradellas,
Jon Bilbao, Justo Garate, Joxe Migel Barandiaran, Miguel Pelay Orozko, Txomin y Juan Manuel Epalza,
Txomin Jakakortexarena, Joseba Elosegi o Timoteo Plaza, entre muchos otros.
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