Vol. 25 Nº 49 julio-diciembre 2008 1 arg s o ISSN 0254-1637 Depósito legal: pp. 200202cs1171 arg s o Universidad Simón Bolívar División de Ciencias Sociales y Humanidades 1 o arg s Director Arturo Almandoz (almandoz@usb.ve) Editor Técnico Mónica Silva Contreras (monicasilva@usb.ve) Consejo Editoral Erik del Buffalo (edelbufalo@usb.ve). USB Ciro Caraballo (cirocaraballo@yahoo.com). UNESCO BerthaChela-Flores (bertha@usb.ve). USB Rubén Darío Jaimes (rjaimes@usb.ve). USB Maritza Montero (mmontero@reacciun.ve). UCV Adolfo Vargas (avargas@usb.ve). USB Juan Carlos Pérez Toribio (jcperez@usb.ve). USB Lydia Pujol (lpujol@usb.ve). USB Corina Yoris (cyoris@cantv.net). UCAB Secretaria Desirée Albornoz Diseño y Diagramación Eliud Farías Diseño de portada Freddy Arenas Consejo Asesor Azier Calvo (acalvoa@etheron.net) Universidad Central de Venezuela Godsuno Chela-Flores (godsuno@yahoo.com.mx) Universidad del Zulia, Venezuela Jorge Dávila (joda@ula.ve) 2Domingo Irwin (dirwin@ipc.upel.edu.ve) Universidad de Los Andes, Venezuela Universidad Pedagógica Experimental Libertador,Venezuela Jorge Francisco Liernur (jliernur@utdt.edu) Universidad Torcuato di Tella, Argentina arg s o 2 José Enrique Molina (jmolina@iamnet.com) Universidad del Zulia John Murphy (jmmurphy@gsu.edu) Georgia State University, EE.UU Jussi Pakkasvirta (jussi.pakkasvirta@helsinki.fi) Universidad de Helsinki, Finlandia Carmen Ruiz Barrionuevo (barrionu@usal.es) Universidad de Salamanca, España Gregory Zambrano (gzambran@yahoo.com) Universidad de Los Andes, Venezuela CONTENIDO argos Vol. 25 Nº 49 julio-diciembre 2008 ISSN 0254-1637 Depósito legal: pp. 200202cs1171 EDITORIAL 5 Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda 6 Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo 26 A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez 45 Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar 73 ENSAYO La memoria de la muerte como patrimonio colectivo Ciro Caraballo Perichi 85 RESEÑA BIBLIOGRÁFICA Adrián Gorelik Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent 99 PUBLICACIONES RECIBIDAS 104 3 arg s o ARTÍCULOS 3 CONTENTS argos Vol. 25 Nº 49 enero-junio 2008 TABLE ISSN 0254-1637 Depósito legal: pp. 200202cs1171 EDITORIAL 5 EDITORIAL 5 ARTICLES ARTICLES Mirrored return in Marcel Duchamp’s work Lourdes Peñaranda 6 Order and the city: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo 26 Through the window: on the landscape and other motifs in Venezuelan painting (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez 45 The arrabales. An approach to the outskirts of Caracas at the end of the 18th century Rosario Salazar 73 ESSAY The memory of death as a colletive heritage Ciro Caraballo Perichi 85 BOOK REWIEWS 4 arg s o 4 Le renvoie reflété dans l’œuvre de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda 6 Ordre et ville: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo 26 À travers de la fenêtre: sur le paysage et des autres motifs dans la peinture vénézuélienne (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez 45 Les arrabales. Une approche aux banlieues de Caracas à la fin du 18ème siècle Rosario Salazar 73 ESSAIE La mémoire de la morte comme patrimoine collectif Ciro Caraballo Perichi 85 COMPTES-RENDUS Adrián Gorelik Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent 99 Adrián Gorelik Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent 99 RECEIVED PUBLICATIONS 104 PUBLICATIONS REÇUES 104 EDITORIAL Tal como anticipáramos en el editorial de nuestro número anterior, Argos ha iniciado su proceso de digitalización en la plataforma SciELO, con el volumen 24, números 46 y 47, 2007 los cuales ya pueden ser consultados en el respectivo sitio: http://www2.scielo.org.ve. Agradecemos en este sentido el financiamiento otorgado por el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (FONACIT), del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) de Venezuela, en cuyo registro de publicaciones se encuentra nuestra revista como publicación meritoria, lo cual es requisito para acceder a SciELO. Valga señalar que el volumen 46 está por aparecer digitalizado; para los mas recientes, se tiene previsto seguir aplicando al financiamiento del FONACIT. Este número 49 de Argos, volumen 25, septiembre-diciembre 2008, aparece nuevamente en el período correspondiente, con lo que la revista mantiene actualizada su periodicidad semestral. Se trata de una entrega miscelánea, pero estructurada en torno a los temas de arte moderno y urbanismo en Venezuela. En el primer caso encontramos un artículo sobre Marcel Duchamp, de la profesora Lourdes Peñaranda, de la Universidad del Zulia (LUZ), Maracaibo; así como otro de la profesora Aura Guerrero, Universidad de Los Andes (ULA), sobre la ventana como motivo para revisar el paisaje, la mujer y otros temas de la pintura venezolana. El urbanismo colonial y republicano es trabajado por las profesoras Rosario Salazar, Universidad Central de Venezuela (UCV) para el caso de Caracas, asi como de Eligia Calderón, ULA, para Mérida. En la sección divulgativa se incluye un ensayo del profesor Ciro Caraballo, asesor de UNESCO en México, sobre las nociones de muerte y patrimonio; se completa con una reseña del libro Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina (2005), amablemente enviada por la profesora Anahí Ballent, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. Exhortamos a los colegas de todas las disciplinas convocadas en Argos a enviarnos sus reseñas y colaboraciones en los temas respectivos. Finalmente se incluye la sección de publicaciones recibidas, las cuales siempre están a disposición de ser consultadas por la comunidad académica de la USB. 5 o arg s 5 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 ARTÍCULO Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda Universidad del Zulia derivados@gmail.com Mirrored return in Marcel Duchamp’s work Abstract: The “mirrored return” to be pursued in this article means amnesia of the androgynous mirror that we hold. It is the equivalence of the feminine-masculine chirality, the presentation of the non-presentable thing that when appears at an instant becomes evident as a return, as the other. In the work of Marcel Duchamp, and especially in “The large glass”, this condition of deployment superposed on a circular continuum is noticeable. It evinces the possibility of melting in its mirrored return, this possible unpresentable of incongruous vocation, which at moments and in a voluntary or involuntary way, is let to appear. Keywords: Duchamp, mirror, androgynous, narcissism, duality. Le renvoie reflété dans l’œuvre de Marcel Duchamp Resumen: El “retorno espejado” a ser buscado en este artículo significa la amnesia del espejo andrógino que poseemos, la equivalencia de la quiralidad femeninomasculina, la presentación de lo impresentable que al aparecer en un instante se manifiesta como retorno, como otro. En la obra de Marcel Duchamp, y especialmente en “El gran vidrio”, se advierte esta condición de desdoblamiento superpuesto en un continuo circular; se evidencia la posibilidad de fundición en su retorno espejado, ese posible impresentable de vocación incongruente, que por instantes y de manera voluntaria o involuntaria se deja aparecer. 6 Palabras clave: Duchamp, espejo, andrógino, narcisismo, dualidad. arg s o 6 Résumé: Le “renvoie miroité” que va à être poursuivi dans cette article signifie l’amnésie du miroir androgyne que nous avons, l’équivalence de la chiralité fémininemaculine, la présentation de l’imprésentable que en apparaissant dans un instant se manifeste comme retour, comme l’autre. Dans l’œuvre de Marcel Duchamp, et spécialement dans “Le grand glace” on perçoit cette condition de déploiement superposé sur un continuum circulaire ; on y évidence la possibilité de fondre dans le retour miroité, cet possible imprésentable de vocation incongrue, que par instants et d’une manière volontaire ou involontaire, se laisse apparaître. Mots clés : Duchamp, miroir, androgyne, narcissime, dualité. Recibido: 6/7/07; aceptado: 15/10/07 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Sean cuales sean su forma y destino, el espejo es siempre un prodigio donde la realidad y la ilusión se codean y confunden. La revelación de su propia imagen al hombre fue su primer hecho. Revelación física y moral, fascinaba a los filósofos. Sócrates y Séneca preconizaban el espejo como un medio para conocerse. El espejo es el atributo de la prudencia y encarna la Sabiduría. Las “reflexiones” en el pensamiento y en el espejo se designan con la misma palabra. (Baltrusaitis, 1978, p. 281). Indagando en la historia hallamos que el primero de los espejos lo encontramos en la naturaleza; en este sentido, Gaston Bachelard (1994, pp. 39-40) ha señalado que “el agua sirve para naturalizar nuestra imagen, para concederle algo de inocencia y de naturalidad al orgullo de nuestra íntima contemplación”. El agua plantea también la noción del “retorno espejado” a través de la aceleración de la visión activa, cuando la imagen especular devuelta nos mira, cuando comprendemos la realidad similarmente contemplativa del otro lado al tiempo que nos invita al acto de nuestra propia contemplación. Bachelard continúa diciendo: Pero, ¿quién contempla mejor, el lago o el ojo? El lago, el estanque, el agua dormida nos detiene en su orilla. Dice a la voluntad: “¡no irás más lejos; estás entregada al deber de mirar las cosas lejanas, los más allá! Mientras tú corrías algo aquí ya miraba”. El lago es un gran ojo tranquilo. El lago recoge toda luz y hace un mundo de ella. Gracias a él, ya el mundo es contemplado, el mundo es representado. También él puede decir: el mundo es mi representación. Cerca del lago comprendemos la vieja teoría fisiológica de la visión activa. En la visión activa, parecería que el ojo proyecta luz, ilumina sus imágenes. Se comprende entonces que el ojo tenga la voluntad de ver sus visiones, que la contemplación sea, también, voluntad (Bachelard, 1994, pp. 39-40). Para los griegos, el espejo estaba inicialmente ligado a la mujer y no estaba precisamente asociado al conocimiento del ser, tenía sólo una finalidad erótica ligada a la belleza externa; no obstante, la reflexión era objeto constante de análisis y meditación para filósofos, intelectuales, artistas y físicos. Al llegar a comprender los fenómenos implicados en la visión y la reflexión, se descifraban tanto los procesos visuales como los mentales, ya que no sólo el análisis de sus mecanismos servía para entender el sentido de la vista, sino también para adentrarse en el universo de lo invisible, lo impresentable. Françoise Frontisi-Ducroux, importante académica francesa 7 que se ha dedicado al estudio de temas de la antigüedad griega, realiza una excelente disertación sobre los elementos fundamentales de la problemática helena del espejo que nos ayudará a contextualizar esta condición aún vigente en la actualidad. Aunque su énfasis se centra mayormente en el rol que juega el espejo en la separación y reunión entre el hombre y la mujer, la autora puntualiza lo siguiente: arg s o Introducción En la vida del hombre, el espejo y su reflejo siempre han constituido un efecto de particular importancia por la evidencia de la alteridad, al presentarnos ante nuestro propio reconocimiento como otro, al desatar la dialéctica entre el ver y el mostrarse; así como la problemática de la imagen y su doble, la ilusión y el mimetismo. En su ensayo sobre el espejo, Baltrusaitis concluye aseverando que: 7 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 La liste d’Artémidore nous livre une des clés de l’imaginaire grec, dans sa différence, en symétrie par rapport à l’homme, est définie comme radicalement autre, d’une altérité qui oscille entre deux pôles, celui de la sauvagerie et celui de l’artificiel. Et dans ce second domaine, le miroir occupe une position extrême: objet de luxe, ce précieux artefact est lui-même producteur de faux-semblants, de doubles vains, illusoires et trompeurs (Frontisi-Ducroux y Vernant, 1997, pp. 58-59).1 La justificación para el uso masculino era reprochada por el doble peligro del paradigma del ensimismamiento, su imagen, y por la posibilidad de convertirse el hombre en objeto. Sin embargo, algunas excepciones de orden intelectual y filosófico se establecen para casos como el de Demóstenes, quien se hace fabricar un espejo de cuerpo entero con el fin de reflejar más que su físico, su elocuencia de orador. Y como en el caso de Sócrates y posteriormente Apuleo, para quienes el espejo constituye una vía para el mejoramiento personal y el conocimiento filosófico. Según Platón, el único espejo permitido al hombre era el ojo de otro hombre; como señala Frontisi-Ducroux, ese espejo representa la ambigüedad del alter ego por aquél revelada, “comme à son insu, la part fémenine secrètement cachée en chaque homme” (Frontisi-Ducroux y Vernant, 1997, p. 67).2 Pero el hombre griego no busca introspección, como lo confirma Vernant (1989, p. 225): “Sa conscience de soi n’est pas réflexive, repli sur soi, enfermement intérieur, face à face avec sa propre personne: elle est existentielle ”.3 El espejo significaba cosificarse, dejar de ser sujeto para convertirse en objeto, por ello la repulsión masculina. Sin embargo, el espejo 8 arg s o 8 permite la reversibilidad; de nuevo Frontisi-Ducroux y Vernant aclaran: Voir, c’est être vu: dans le miroir, je vois en étant vu. Je me regarde regarder. Mon oeil est sujet et objet de regard. Je constate l’ambivalence de l’opsis, qui, comme notre “vue”, est à la fois vision et spectacle. Même si les mâles prétendant refuser pour eux-mêmes la facilité périlleuse du miroir, ils reconnaissent que son usage essentiel est de permettre la réflexivité visuelle: se voir soi-même (Frontisi-Ducroux y Vernant, 1997, p. 175).4 El espejo permite así la dualidad actor-espectador, activo y pasivo a la vez, en un juego de exhibicionismo y voyeurismo. En este contexto, nos topamos irremediablemente con el mito de Narciso, que de manera generalizada, se basa en la pérdida de la noción de diferencia entre la realidad y su reflejo por la seducción ejercida por su apariencia. Narciso sustituye la reciprocidad amorosa negada por la reflexión de su imagen, para convertirse en su propio amante; ello lo conduce a la muerte por descubrir la indiferencia de sí mismo con su propio ser. Por tratar el incesto, otra versión de la historia de Narciso que resulta de especial interés para lo que nos ocupa en este trabajo es la de Pausanias, quien veía como absurda la imposibilidad del joven de reconocer la diferencia entre la realidad y su reflejo (Frontisi-Ducroux y Vernant, 1997, pp. 217-221). Y sostiene que Narciso tenía una hermana gemela a la que él amaba por ser su duplicado original; luego de la muerte de su gemela, aquél se vuelca sobre su reflejo en la búsqueda del recuerdo de su amor de infancia, en la imagen de su hermana. Esta versión trae a colación la problemática del duplicado, ahora ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 dissimilatrice pour s’exercer: c’est cette dernière que Marcel Duchamp appelle miroirique (Lyotard, 1977, p. 52).6 El primer nivel se refiere al medio utilizado: el grabado requiere que se realice la imagen en reverso para que, con la impresión, obtengamos el derecho; es una manera de sumergirse al otro lado de la realidad, en el mundo reflejado, para metafóricamente actuar desde el otro lado. Esto nos remite directamente a Alicia cuando exclama: “¡Se trata de un libro de la Casa del Espejo y para leerlo debo colocarlo delante de un espejo y así podré leerlo correctamente!” (Carroll, 2001, p. 248). El segundo nivel atiende al hecho de tratarse de un dibujo realizado a partir de una fotografía de Alfred Stieglitz de “La fuente”; en este sentido, la fotografía de es revertida literalmente en su propio “retorno espejado”, además de constituir una especie de “readymade réciproque”, como en “Se servir d’un Rembrandt comme planche à repasser” (Duchamp, 1994, p. 49).7 La fotografía podría ser considerada un ready-made de “La fuente” (el ready-made original), así como el grabado un ready-made de la fotografía. Se trata de un intento circular por la cualidad negativa, donde la diferencia u oposición entre los creadores se diluye. La idea de la rueda, prototipo circular de retorno, también se conoce como una constante en la obra de Duchamp. Desde la Rueda de bicicleta, Anémic cinéma y los Rotoreliefs, hasta la Bôite en valise – el mayor intento por rememorar el pasado en la perpetuación de su obra – puede apreciarse una necesidad de vuelta en la búsqueda de su propio ser. En referencia a esta condición y la “Rueda de bicicleta”, Suquet (1998, p.16) comenta: “La roue de vélo redevient ce qu’elle n’a jamais oublié d’être: une roue de vélo. La 10 arg s o 10 révolution accomplit son sens étymologique: tourner en rond pour revenir au même”.8 Una necesidad de volver a sí mismo, de retornar en la confirmación propia; esto puede relacionarse con la necesidad narcisista de lo unísono, el “narcisismo cósmico” al que se refiere Gastón Bachelard, que según Schwarz, es un patrón característico de la psique dumchampiana: “It should also be noted that the Readymades and the Large Glass have the same conceptual origin, whose principal unconscious determinants are Duchamp’s narcissism and – manifesting and deriving from that– the unitary drive of his psyche” (2000, p. 42).9 Bachelard también pregunta: “¿Dónde se pensaría mejor que ante sus imágenes? En el cristal de las fuentes, un gesto turba las imágenes, un reposo las restituye” (Bachelard, 1994, p. 45). Esta respuesta nos dirige al tercer nivel, que lleva nuestra mirada a los textos, al “espejismo verbal” al que Duchamp hace referencia en la nota 70 (Duchamp, 1998, p. 51) que logramos comprender luego de ese reposo ante las imágenes. En el texto superior escribe: “UN ROBINET ORIGINAL REVOLUTIONAIRE” (URINOIR), y en el inferior: “UN ROBINETQUI S´ARRETE DE COULER QUAND ON NE L´ÉCOUTE PAS” (URINE). Luego en la segunda línea del texto superior: “RENVOI MIRIORIQUE”, nótese el reverso de las letras OI con IO. Hecho significativo, ya que son las únicas dos letras en las frases que por sí solas resultan totalmente simétricas en sus imágenes espejadas; sin embargo, al ubicarse una al lado de la otra, la imagen se vuelve asimétrica, se convierten en antimorfas. Es también una de las pistas para entrever la diferencia fonética entre URINE y URINOIR. Cuando dejamos de oír el grifo gotear es porque nadie escucha, es decir, porque nadie orina o eyacula en el urinario; en este sentido, el ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 hombre asume el papel del grifo, convirtiéndose en el “retorno espejado” del propio urinario (relación con el espejo en el punto de sexo de los solteros y voyeurismo). Surge aquí también la razón del voyeur, que alcanza la excitación erótica y placer sólo con la observación de la intimidad ajena. Si nadie escucha la eyaculación se detiene. Esto nos lleva a un último nivel de relaciones encontradas donde se funde la posibilidad hermafrodita, la máxima de las aspiraciones narcisistas. “La fuente”, después de la fotografía de Steiglitz, fue retitulada: “Madonna of the Bathroom”, debido a que, a través de la iluminación utilizada para la fotografía, una sombra en forma de velo se posaba sobre la pieza. Schwarz no recuerda Coito que sólo se produce a través del efecto especular del retorno andrógino, donde ocurre aún en las polaridades de la creación, en un intento por anular la proscripción del incesto. Las funciones encuentran su reverso espejado transformando a la “fuente” en un órgano hermafrodita, donde lo femenino y lo masculino coexisten fundiéndose en uno; el grifo se convierte en el pene que gotea la esperma en el urinal que se convierte en vagina. Figura 2. Lazy Hardware (Herramienta perezosa), 1945, Nueva York. De manera similar sucede al colocar Duchamp un grifo pegado a la pierna de un maniquí femenino descabezado en Lazy Hardware, la instalación de una vitrina realizada en la librería Bretano y posteriormente en el Gotham Book Mart, ambos en Nueva York, en 1945. El encuentro de la novia y el soltero se produce a través de la manifiesta transexualidad emitida por el grifo que convierte al maniquí en hermafrodita, al darle la oportunidad de oírse,11 de orinar, de eyacular; lo que conduce a castración (descabezado), la penalización del incesto. El gran vidrio Duchamp trabajó en La novia puesta al desnudo por sus solteros, todavía, también conocida como El gran vidrio, durante 8 años, comenzándolo en 1915 y dejándolo inacabado finalmente en 1923; sin embargo, ya desde 1911 comenzaron los bocetos y arg s o ...who renamed the urinal “Madonna of the Bathroom”; perhaps it was Duchamp himself, because the new title points to the idea of the Virgin, that is, to the first stage of the Bride’s life. ... the shape of the urinal brings to mind the vulva, and the fact that the urinal is intended to receive the liquid from the penis no longer points to onanism but rather to active intercourse” (Schwarz, 2000, p. 200).10 11 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 pretendientes conduce implícitamente al posible elegido por la novia. Pero para los fines de este trabajo, al referirnos al dominio inferior, utilizaremos soltero en singular, lo que nos recuerda la posibilidad de elegibilidad. En la Caja verde, realizada en 1934 y posteriormente en una versión ampliada A l’infinitif o la Caja blanca de 1967, Duchamp reúne todos los documentos, dibujos y fotografías relevantes que condujeron a la realización del Vidrio. Presentadas sin orden aparente, aunque compiladas meticulosamente dentro de la “caja”, estas notas constituyen un gran aporte en el desciframiento del Vidrio; más aún, a través de ellas se hace evidente la relación dialéctica entre ambos. A este respecto Octavio Paz comenta lo siguiente: Figura 3. La mariée mise à nu para ses célibataires, même (El gran vidrio), 1915-23, Nueva York. Fracturada en 1926, restaurada en 1936. estudios para ésta, su obra más importante. Durante todo este tiempo, largas meditaciones y mucha paciencia en la realización técnica fueron sujeto del desarrollo de cada uno de los elementos. Si nos detenemos un poco en el título podríamos pensar que la traducción en español, en lugar de solteros debió corresponder a pretendientes, ya que la connotación de posesión implícita en “sus” nos lleva a pensar en pretendientes, pues solteros son muchos, mientras que 12 arg s o 12 La Novia puesta al desnudo por sus Solteros, aún... es una de las obras más herméticas de nuestro siglo. Se distingue de la mayoría de los textos modernos – porque ese cuadro es un texto – en que el autor nos ha dado una clave: las notas de la Caja Verde. Ya dije que es una clave incompleta, como el Gran Vidrio mismo; además, las notas son, a su manera, otro rompecabezas, signos dispersos que debemos reagrupar y descifrar. La Novia... y la Caja Verde (a la que hay que agregar ahora la Caja Blanca) constituyen un sistema de espejos que intercambian reflejos; cada uno de ellos ilumina y rectifica a los otros” (Paz, 1998, p. 39). Iluminación y rectificación, es decir, no sólo ilustrar el entendimiento, sino también contradecirlo para así lograr la exactitud y certeza apropiadas, para purificarlo. El gran vidrio, una historia de amor dificultada y no consumada o no acabada, ya que en ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 13 Figura 4. Esquema de los elementos de El gran vidrio, por Jean Suquet, 1998. Suquet (1998, pp. 26-27) realiza un conveniente esquema descriptivo de El gran vidrio en el que se incluyen también la ubicación de los elementos descritos en las cajas, nunca más ejecutados; además arg s o la imposibilidad misma del amor, la investigación obsesiva se vuelca sobre sí misma, de la misma forma como Narciso busca a su gemela en su propia imagen, haciéndose unísono. 13 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Figura 5. Esquema del recorrido de los elementos de El gran vidrio, por Jean Suquet, 1998. propone otro esquema en el que muestra el recorrido tanto de las acciones de la novia como del soltero (Clair, 1975, pp. 16-17). Estos esquemas constituyen una gran ayuda para la construcción de una idea global de las partes, acciones y funciones de El gran vidrio. A continuación daremos un paseo – basado en la 14 arg s o 14 aproximación psicológica centrada en el narcisismo que realiza Schwarz (2000, pp. 141-210) – a través de los dominios de dicha obra, para luego de descomponerlo y extractarlo en relación con el tema que es motivo de nuestra particular exploración, el retorno espejado. ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Colación Relacionemos ahora Un robinet original révolutionnaire / Renvoi miroirique con El gran vidrio. En el primero, en lo referente a la técnica y materiales, se utiliza el grabado, donde se establece la dualidad de los mundos inversos (la plancha metálica y el papel), cuya unión, axiomáticamente embisagrada por un instante entintado que los hace semejantes, produce la obra final. En el segundo caso el vidrio colocado en medio de la sala del Museo de Filadelfia nos da la oportunidad de estar a un lado o al otro del mismo, revirtiendo nuestro sentido de la izquierda y la derecha; en este caso la bisagra se encuentra entre nosotros como espectadores y el vidrio en la activación de nuestro propio continuo espacial en un intento por la cuarta dimensión. Como explica Gardner en su disertación sobre el Universo ambidiestro: 15 Figura 6. Detalle de The Box in a Valise (La caja en valija), 1935-41, París, Nueva York. El segundo nivel de relaciones corresponde al retorno circular entre las obras, en la necesidad de reafirmación propia, tal como en La fuente, la arg s o ... Au moment où M Smith va pousser la porte vitrée pour entrer à la banque, il est étonné de voir le mot TUO imprimé sur la vitre en grandes lettres noires. Que signifie ce mot? Le monde plan lui-même ne change absolument pas quand on le regarde d’un côté ou de l’autre. La seule modification touche la relation spatiale qui nous lie au monde plan dans le tri-espace. C’est exactement de la même façon qu’un habitant du quadri-space pourrait constater qu’un de nos tire-bouchons ordinaires est une hélice droite en le regardant d’un certain côté et une hélice gauche s’il l’observe de l’autre côté après avoir changé de position. S’il pouvait le prendre en main, le retourner et le replacer dans notre continuum, ils nous semblerait un miracle s’est produit. Nous verrions disparaître le tire-bouchon puis il réapparaîtrait sous sa forme réfléchie. (Gardner, 1968, p. 160).11 15 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 fotografía de Stieglitz, el grabado, un ready-made recíproco. En el caso del vidrio la reafirmación se logra a través de las “cajas” y las notas, retornos espejados unos de otros en continuo diálogo. Lo que nos recuerda las combinaciones entre catoptromancia e hidromancia que se realizaban en la Antigüedad para lograr la adivinación (Bachelard, 1994, p. 44); la contemplación conduce a la meditación e interpretación sobre el destino, el acontecer de los hechos imbuidos en la esperanza de su posibilidad. Asimismo, en su reafirmación circulatoria y por su transparencia, el vidrio se extiende a través de sus sombras sobre paredes y pisos o cualquier elemento a su alrededor; además nos incluye como espectadores en su contexto reflejado, convirtiéndonos (tanto al espectador como al contexto) en ready-mades recíprocos en continuo cambio. El vidrio nunca puede ser visto de manera independiente; en este sentido, Lebel sostiene que: “Le dessin du Verre ne peut donc jamais être vu Seul, indépendamment de ce qui le prolonge, sans cesse transformée par un arrière-plan de reflets, auxquels celui du spectateur va se joindre. Cet effet de transparence joue un rôle capital dans la conception de Duchamp qui a fait du fond un readymade continuellement en mue” (Lebel, 1985, p. 147).12 El tercer nivel corresponde al “espejismo verbal”, a nuestra mirada, cuya atención es atraída por los textos que, por el cambio de tinta en algunas de la letras, nos dejan ver otra cara de la palabra similar a la manera como el efecto Wilson-Lincoln nos presenta en cada gota la imagen ambivalente del Soltero. El cuarto nivel es ése al que más atención hemos prestado en este trabajo, el que corresponde a la condición andrógina, la coexistencia de lo masculino y lo femenino dentro del mismo objeto o bien dominio. En el siguiente punto se desarrolla más en profundidad este nivel. 16 arg s o 16 Infraleve: Condición andrógina La polaridad aire-agua (masculino-femenino) y su posible transmutación, conjunción, su equilibrio, su equivalencia y retorno, se encuentran casi siempre presente a lo largo de la obra de Duchamp, a manera de un reiterado efecto de “retorno espejado”, que se produce al establecer el reverso propio de los elementos y sus funciones para alterar su identidad en la conciliación andrógina del narciso. En sus notas introductorias a este fenómeno, Freud sostiene: El término narcisismo proviene de la descripción clínica y fue escogido por P. Nacke en 1899 para designar aquella conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena (Freud, 1997, p. 71). El objeto sexual, en este caso Suzanne, inmersa en la imposibilidad del incesto, retorna al yo duchampiano para cohabitar ambos en sí mismo. Esta relación es representada en la condición andrógina, donde los rasgos internos y externos de su sexo no se corresponden, se solapan. Este solapamiento conduce a la creación de un yo ideal, es la manera encontrada para sobrellevar la represión. Freud, nuevamente, sostiene al respecto: Y sobre este yo ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas. Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez. No quiere ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal (Freud, 1997, p. 91). En The Box in a Valise - realizada entre 1935 y 1940 y conocida como el Museo portátil de Duchamp porque contiene sus trabajos más importantes meticulosamente realizados en miniaturas – el artista coloca, a manera de síntesis de su obra y junto a la representación de El gran vidrio, la ampolla de Aire de París, el forro de Plegable de viaje y el urinario de La fuente. La ampolla representa y se corresponde con el dominio de la novia, lo femenino; el líquido ha sido vaciado para convertirse en su reverso: al derramarse su contenido deja cabida sólo al aire, lo masculino. El reverso se produce en el contenido: la asociación habitual se refiere a la mujer como receptora del contenido. El forro se sitúa en el lugar del vestido de la novia, la separación y obstáculo entre el dominio del soltero y el de la novia, pero también su punto de contacto. Constituye el horizonte que separa las dos realidades. Una veladura que, en su condición de artificio de negación ante el pudor y el tabú del incesto, incita ambiguamente en su deseo de romper la prohibición, incita al voyeur a mirar debajo. El reverso se produce ahora en el instinto ambivalente entre la castidad y el exhibicionismo. Figura 7. Paris Air (Aire de París), 1919, París. forma cóncava. El reverso se produce cuando lo masculino se convierte en contenedor, siendo el hombre el productor del contenido. La ampolla y el urinario son a su vez complementarios en sus diferencias y similitudes; en cuanto a la forma, lo cóncavo 17se relaciona directamente con la sexualidad femenina, mientras que lo convexo con la masculina. Ambos cohabitan bajo los designios del vestido, cuyo despojamiento hace que sólo sus deseos se unan en una fantasía idealizada a través de la sublimación libidinal, que resulta la vía de escape para evitar la represión. El urinario pertenece a los solteros, aunque su forma responde al órgano reproductivo femenino por su o arg s 17 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Figura 8. Travelers Folding Item (Plegable de viaje) 1916, Nueva York. El objeto sexual es sustituido por el ideal sexual que entra en diálogo con el yo ideal, al poseer así todas las virtudes antes inaccesibles y ses utilizado como satisfacción sustitutiva. En este sentido, Freud explica que En el caso de la libido reprimida, la investidura de amor es sentida como grave reducción del yo, la satisfacción de amor es imposible, y el reenriquecimiento del yo sólo se vuelve posible por el retiro de la libido de los objetos. El retroceso de la libido de objeto al yo, su mudanza en narcisismo, vuelve, por así decir, a figurar un amor dichoso, y por otra parte un amor dichoso real responde al estado primordial en que libido de objeto y libido yoica no eran diferenciables (1997, pp. 96-97). 18 Esta indiferenciación es representada y expresada más explícitamente cuando la transfiguración física se realiza en Rrose Sélavy, cuando Duchamp cambia de sexo en 1921; al convertirse o sintetizarse en otro, arg s o 18 Figura 9. The Fountain (La fuente), 1917, Nueva York. la posibilidad de unión encuentra una salida. Esto nos remonta de nuevo a las mitologías y a los antiguos, para quienes la perfección divina era privilegio de las deidades hermafroditas. La represión no encuentra su camino a través del narcisismo homosexual sino de la sublimación andrógina. Rrose Sélavy constituye la vía de escape para salir de sí mismo, de ese encadenamiento circular, retornado, que incesantemente persiguió a Duchamp, su propia alteridad y reconciliación. Por ello Suquet afirma : “Quand le piège mord aux tripes, le jeu c’est de sortir de soi, de devenir un autre, au moins de changer de nom” (Suquet, 1998, p. 18).13 Entonces, primeramente se produce en ambos dominios, el superior – la novia – y el inferior – el soltero – un reverso propio cuya imagen espejada los complementa en la eventualidad hermafrodita; y ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Rrose Sélavy se convierte así en síntesis de la investigación duchampiana, deviene nódulo de su personalidad. Donde Rose no sólo es Duchamp, el soltero; sino que también la novia, y que fonéticamente nos refiere a Eros, que además es un anagrama de Rose, que la masculiniza (Schwarz, 2000, p. 215). Como vemos, la idea del reverso infinito y circular se reproduce constantemente. En la inscripción utilizada para la portada del libro de Schwarz, The Large Glass and Related Works, volumen II, publicado en 1968 (Schwarz, 2000, p. 889), Duchamp escribe reiteradamente tres veces: “éros c’est la vie / Rrose Sélavy”. Esta frase es epítome de su actitud ante la vida, de la genealogía de su obra y su vía para la indagación estética, completamente en nuevos términos. Sélavy en francés alude a “es la vida”, por tanto la vida es erotismo en la fusión de identidad de la novia y el soltero. En la entrevista que le fue realizada por Cabanne, el mismo Duchamp afirma que el erotismo es completamente visible y notable en su obra y lo define de la siguiente manera: I don’t give it a personal definition, but basically it’s really a way to try to bring out in the daylight things that are constantly hidden –and that aren’t necessarily erotic– because of the Catholic religion, because of social rules. To be able to reveal them, and to place them at everyone’s disposal –I think this is important because it’s the basis of everything, and no one talks about it. Eroticism was a theme, even an “ism,” which was the basis of everything I was doing at the time of the “Large Glass.” It kept me from being obligated to return to already existing theories, aesthetic or otherwise (Cabanne, 1971, p. 88).14 El erotismo se convierte en espacio de insaciabilidad donde el cuerpo andrógino e incongruente encuentra la posibilidad de lo impresentable; esta fundición conduce a establecer otra relación siempre insinuada en la obra de Duchamp. En su contribución al onanismo, Freud nos dice: “Tengamos presente el significado que el onanismo cobre como ejecutor de la fantasía, ese reino intermedio ha interpolado entre vivir según el principio de placer y vivir según el principio de realidad” (1997a, p. 261). Cuando el ideal sexual se conjuga con el yo ideal, la única salida para satisfacer la necesidad sexual sin alterar el mundo exterior, es a través del onanismo; éste posibilita consumar la fantasía. Onanismo que se expresa en Duchamp a través de la letanías, del lenguaje, de esa “idea de precisión”, trata de explicar una posibilidad, o mejor aún de “explicar un posible”. Ese posible 19 de lo impresentable es el mismo Duchamp, El gran vidrio es Duchamp, constituye la intención continua de su propio reencuentro idealizado más allá del sexo, y que por sagaces instantes se nos aparece, aunque el aún del título nos recuerda que este reencuentro no ha sidoconsumado completamente y que siempre resultará incompleto, inacabado. Suquet (1998, p. 31) establece que este reencuentro se encuentra implícito arg s o seguidamente se produce un nuevo retorno: la novia es tanto el reflejo del soltero como éste de aquélla. Necesitamos un mundo en reverso para que éste pueda ser reflejado de la manera percibida sin reflexión. Al igual que Alicia (Carroll, 2001, pp. 1390), quien llega a comprender las diferencias y posibilidades del mundo en reverso de la casa del espejo al pasar al otro lado, el espejo, en el caso de Duchamp, le proporciona la eventual fundición de ambos mundos donde la fantasía se consume en su propio reverso. La unión de los opuestos, de las incongruencias. 19 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Figura 10. Première lumière (Primera luz), 1959, Francia. en el título “La MARiée mise à nu par ses CELibataires, même”, la novia en el dominio superior, los solteros en el inferior, femenino arriba, masculino abajo; singular arriba, plural abajo; mundo cuatridimensional arriba, tridimensional abajo; MAR arriba, CEL abajo; MAR/CEL, aún: Aún no se llega a Marcel, porque en la obra el título nos recuerda las implicaciones en tiempo futuro, ese “retardo” del vidrio que hace que siempre lleguemos antes de que ocurra la consumación. Conclusión El tópico de este trabajo surgió por la fascinación e inquietud ante el fenómeno del reflejo, de las superficies reflexivas. Símbolos de vanidad y de anulación, de lujuria e introversión, al mismo tiempo que vínculo entre el mundo real y el imaginario, entre la realidad y la fantasía. Tema que, por demás tan extenso como milenario, me llevó a concretar los fines de esta pequeña investigación y dedicarme a analizar El gran vidrio. Haber escogido a Duchamp no ha hecho más que revelar continuamente la profundidad inmersa e imperceptible a simple vista de lo que podemos encontrar “al otro lado del espejo”. 20 arg s o 20 Al igual que el juego de ajedrez, tan apreciado por Duchamp, encontramos dos mundos enantiomorfos cuyos dominios se definen por una línea imperceptible; en los juegos portátiles, ésta se hace evidente a través de la bisagra que convierte el reverso del territorio en contenedor de las piezas que se unen en este caso sin determinación alguna, donde sus diferencias y similitudes se anulan por el instante oculto a nuestros ojos. La unión no es por nuestros sentidos perceptible, como no lo es la unión de los dominios de El gran vidrio, que se convierte en la presentación de una ausencia, lo impresentable. En esa “Première lumière”, cuya negación implícita en el prefijo o adverbio “NON” que puede acompañar a casi cualquier palabra del diccionario, encuentra su síntesis en el no ser como diferencia; sin embargo, visualmente la palabra nos engaña en su apariencia enantiomorfa; paradójicamente, ésta colusiona idealmente en sí misma como su reflejo, al ser la O el elemento central con una N de cada lado. Pero esto sólo sucede en un plano de dos dimensiones al rotar el NON, como cuando tomamos un libro al revés, la palabra no tendrá ninguna variación, podemos leerla en un sentido o el otro sin obtener variación, corresponde a la imagen especular que sin pasar por dos espejos podemos obtener a través de la rotación. No obstante, al reflejarla en un espejo deja de ser legible, es la imagen espejada. Veamos esta comparación con MAR: la reflejamos doblemente sobre su plano vertical y obtenemos la imagen especular. Pero si la primera imagen obtenida la reflejamos sobre su plano horizontal obtenemos otra imagen espejada. Al realizar el mismo procedimiento con NON, veremos como el anverso de NON es su imagen especular. La doble posibilidad del ser en su diferencia semejante, en su opuesto, en otro que a la vez “no es”, constituye un epítome de la obra de Duchamp. ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Gráfico 1. Gráfico 3. Gráfico 2. Es esta ambivalencia de identidad inacabada, sin fin, que encontramos ejemplificada agudamente en el ready-made Eau & gaz à tous les étages. Étage Gráfico 4. 21 Gráfico 5. significa piso, por tanto es la alusión del encuentro del agua y del gas en todos los pisos, en todos los niveles: la coalición femenina y masculina en todos los niveles, que activa la máquina solipsista, que es la activación de la vida, del erotismo. arg s o Esta noción podemos llegar a comprenderla más claramente con el número 69: más allá de la referencia puramente erótica a la que hace alusión Ramírez (2000, pp. 141-168), encontramos que el 6 y el 9 son números semejantes pero opuestos; cuando rotamos el 69 de la misma manera como hicimos con el NON, no parece producirse cambio alguno; pero cuando tomamos el 6 y lo reflejamos doblemente en su eje vertical y luego esta imagen sobre su eje horizontal, obtenemos un 9. No la imagen especular ni la espejada, aún. El 6 es el reflejo del 9 en su anverso y viceversa. No se trata de un retorno dialéctico que pueda sintetizarse en sí mismo, sino en otro, porque, como señala Merleau-Ponty (1964, p. 201) : “Et ce qu’il faut comprendre, c’est que, de l’une à l’autre de ses vues, il n’y a pas renversement dialectique, nous n’avons pas à les rassembler dans un synthèse: elles sont deux aspects de la réversibilité qui est vérité ultime”.15 21 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Figura 11. Eau & gaz à tous les etages (Agua y gas en todos los pisos), 1958, París. Esta posibilidad de dualidad identificatoria, de autorreflexión continua e incongruente, es la paradoja claramente evidenciada en la puerta de la calle 11, cuya condición permite estar abierta y cerrada a la vez; permite que ambos espacios estén abiertos cuando la puerta se posiciona entre ambos, separándolos, pero dejando abierta una posibilidad escurridiza de paso entre uno y otro; pero esta puerta, este horizonte, nunca permitiría la posibilidad de que ambos espacios estén cerrados. Al igual que la “Puerta” en uno de sus estados, este trabajo no es más una posibilidad escurridiza que se abre ante un extenso mar de interrelaciones y cuestionamientos. Algunos de ellos nos conectan con Lyotard, quien en L’inhumain define lo sublime como un anuncio : “Ce qui est sublime c’est que du sein de cette imminence de néant, quelque chose arrive quand même, ait ‘lieu’, qui annonce que tout n’est pas fini. Un simple voici, l’occurrence la plus minime, est ce ‘lieu’” (Lyotard, 1988, p. 95).16 En nuestro caso, Duchamp busca la diferencia como anuncio de una 22 arg s o 22 Ilustración 12. Door: 11, rue Larrey (Puerta: 11, calle Larrey), 1927, París. posibilidad adjudicable quizás a lo sublime, manteniendo una cierta posición crítica que active la condición del espectador. El gran vidrio, en su modo integrado o indefinido mostrado en su contexto de exhibición, ambivalentemente se presenta al tiempo que anuncia lo impresentable. El vidrio y las figuras que contiene ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Figura 13. From or by Marcel Duchamp or Rrose Sélavy, The Box in a Valise (De o por Marcel Duchamp o Rrose Sélavy “La caja en valija”), 1935-41, París, Nueva York. simplemente se presentan, no realiza ningún anuncio más allá de su propia presencia. No tienen nada que anunciar al quedar imbuidas en la incomprensibilidad, si se desconoce la revelación de las “cajas” y notas. Ambiguamente los textos apelan al entendimiento, al escándalo, al sexo, a sus diferencias, a lo que se le suman las imágenes indeterminadas producidas por los reflejos irrepetibles e impredecibles que se convierten en parte esencial de la totalidad de la obra. Ésta pierde su condición absoluta al dejarse penetrar en su propia presentación, lo cual despierta la curiosidad por lo impresentable. Esta indeterminación, este estado intermedio entre lo presentable y lo impresentable, entre lo bello y lo sublime, es el símil de la condición andrógina de Rrose Sélavy. Como comenta Moure: un nódulo pluridimensional de estructura inexistente, sin espacio, tiempo o movimiento mensurables (pero presentes), refractario a cualquier análisis y accesible en su unicidad a la institución solamente. Felizmente nominado como “infraleve” (inframince), es enorme en su ínfima infinitud, transforma todas las realidades, acoge la energía de la poesía, conjura y asiste lo aleatorio, reúne y separa todas las dualidades, se presta tan sólo a la evocación aproximada y sólo se deja percibir por la potencias del erotismo andrógino (Moure, 1998, p. 11). El retorno espejado significa así la anamnesia del espejo andrógino que poseemos, la equivalencia de la quiralidad femenino-masculina, la presentación de lo impresentable que al aparecer en un instante infraleve aparece como retorno, como otro. El retorno espejado es, en la obra de Duchamp, una fascinante y obsesiva constante cuya interpretación parece siempre inconclusa, al toparnos con nuevos detalles que asiduamente nos revelan la profundidad de su actividad creadora. ¿O acaso no es singular el hecho de que la primera edición de The Box in a Valise, su Museo portátil, el compendio de sus obras, contiene paradójicamente 69 objetos, y que en las ediciones posteriores se reduce a 68, acaso por constituir el conjunto de las obras de la caja en sí misma el número 69? 23 Notas 1 “La lista de Artemidoro nos entrega una de las claves del imaginario griego, en su diferencia, en simetría con respecto al hombre, definida radicalmente como otra, de una alteridad que oscila entre dos polos, el del salvajismo y el de lo artificial. Y en este segundo dominio, el espejo ocupa una posición extrema: objeto de lujo, este precioso artefacto es en sí mismo productor de engaños, de vanos dobles, ilusorios y engañosos.” Todas las traducciones arg s o Tras tanto despojar, tan sólo la “belleza de indiferencia” sería posible. Pero además, el lugar plástico de esa “cointeligencia abstracta”, que debe ser intervalo abierto (sin límites finitos) de demarcación imposible, pero separación que une y donde ocurren colusiones y no colisiones, es 23 ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 en las notas al francés y al inglés son del Director de la revista. 2 “como a sus espaldas, la parte femenina escondida secretamente en cada hombre”. 3 “Su conciencia de sí no es reflexiva, replegada sobre sí misma, encerradamente interior, cara a cara con su propia persona: ella es existencial”. 4 “Ver es ser visto: en el espejo, yo veo siendo visto. Yo me miro mirar. Mi ojo es sujeto y objeto de la mirada. Constato la ambivalencia del opsis que, como nuestra vista, es visión y espectáculo a la vez. Incluso si los machos pretenden rehusar para ellos mismos la peligrosa facilidad del espejo, ellos reconocen que su uso esencial es permitir la reflexión visual: verse a sí mismo”. 5 “El Narciso pretendidamente ‘racionalizado’ de Pausanias revive, a su manera, el drama primordial de los humanos bienaventurados de antaño, esféricos y perfectos, quienes fueron ocupados en dos, ‘como un huevo’, por el deseo de los dioses inquietos y celosos. En búsqueda, como esos seres reducidos, de su mitad complementaria de la que la muerte lo ha separado, Narciso se desdobla voluntariamente, con la ayuda de la superficie reflectora de la fuente, para intentar reencontrar la deliciosa unidad del huevo, luego de la pareja gemela. Su conjunción se realizará en la muerte, por un pasaje a través del espejo de las aguas”. 6 “Se observará que la primera función nombrada, que llamaremos asimiladora o especular, pone en juego tres objetos: el objeto presente en el primer espejo y la imagen de esta imagen en el segundo espejo; por el contrario, los dos primeros bastan a para que la función des-asimiladora sea ejercida: es esta última la que Marcel Duchamp llama miroirique”. 7 “Servirse de un Rembrandt como tabla de planchar”. 8 “La rueda de bicicleta vuelve a ser eso que ella no ha olvidado ser jamás: una rueda de bicicleta. La revolución cumple su sentido etimológico: dar la vuelta para volver a ser lo mismo”. 9 “Debe hacerse notar que los Ready-mades y ‘El gran vidrio’ tienen el mismo origen conceptual, cuyos principales determinantes inconscientes son el narcisismo de Duchamp y – manifestándose y derivándose de éste – el empuje unitario de su psique”. 10 “…quién dio el nombre de ‘Madona del baño’ al urinario; quizás fue el mismo Duchamp, porque el nuevo título apunta a la idea de la Virgen, es decir, al primer estadio de vida de la Prometida. 24 arg s o 24 … la forma del urinario trae la vulva a la mente, y el hecho de que el urinario es para recibir el líquido del pene ya no apunta al onanismo, sino al coito activo”. 11 “En el momento en que el señor Smith va a empujar la puerta de vidrio para entrar al banco es sorprendido de ver la palabra TUO impresa sobre el cristal en grandes letras negras. ¿Qué significa esa palabra? El mundo plano en sí mismo no cambia en absoluto cuando se le mira de un lado o del otro. La sola modificación toca la relación espacial que nos liga al mundo plano en el espacio tridimensional. Exactamente de la misma manera que un habitante del espacio cuadri-dimensional podría constatar que uno de nuestros ordinarios sacacorchos es una hélice derecha si le observa de cierto lado después de cambiar de posición. Si él pudiera tomarlo con la mano, retornarlo y colocarlo de nuevo en nuestro continuo, nos parecería que se ha producido un milagro. Veríamos desaparecer el sacacorchos, puesto que aparecería bajo su forma reflejada”. 12 “El diseño del Vidrio no puede ser nunca visto Solo, independientemente de lo que lo prolonga, transformado sin cesar por un plano trasero de reflejos, a los que va a unirse el espectador. Este efecto de transparencia juega un rol capital en la concepción de Duchamp, quien ha hecho del fondo un ready-made en continua muda”. 13 “Cuando la trampa muerde las tripas, el juego es salir de sí, devenir otro, por lo menos cambiar de nombre”. 14 “No le doy una definición personal, pero básicamente es una manera de tratar de resaltar, a la luz del día, cosas que están constantemente ocultas – y que no son necesariamente eróticas – a causa de la religión Católica, debido a reglas sociales. Para poder revelarlas y ponerlas a disposición de cada uno – pienso que esto es importante porque es la base de todo, y nadie habla sobre ello. El erotismo era un tema, incluso un ‘ismo’, que estaba a la base de todo lo que estaba haciendo en el tiempo de ‘El gran vidrio’. Me contuvo de sentirme obligado a retornar a teorías ya existentes, estéticas u otras”. 15 “Y lo que hace falta comprender es que, entre una y otra vistas, no hay regreso dialéctico, no tenemos que reunirlas en una síntesis: ellas son dos aspectos de la reversibilidad que son verdad última”. 16 “Lo que sublime es lo que está en el seno de esta inminencia de la nada, algo sucede al menos, tenga ‘lugar’, lo que anuncia que no todo está acabado. Un simple aquí está, la mínima ocurrencia es ese ‘lugar’”. ARTÍCULO: Retorno espejado en la obra de Marcel Duchamp Lourdes Peñaranda / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 6-25 Bibliografía Bachelard, G. (1994). El agua y los sueños. Ensayo sobre la imaginación de la materia [1942]. Madrid: Fondo de Cultura Económica. Baltrusaitis, J. (1978). Ensayo sobre una leyenda científica. El espejo. Revelaciones, ciencia-ficción y falacias. Madrid: Miraguano-Polifemo. Cabanne, P. (1971). Dialogues with Marcel Duchamp [1967]. Nueva York: Da Capo Press. Carroll, L. (2001). Alicia en el país de la maravillas. A través del espejo y lo que Alicia encontró allí. Madrid: Ediciones Cátedra. Clair, J. (1975). Marcel Duchamp ou le grand fictif. París: Éditions Galilée Duchamp, M. (1994). Duchamp du signe. Écrits [1975], ed. de M. Sanouillet. París: Flammarion. Duchamp, M. (1998). Notas [1989]. Madrid: Tecnos. Freud, S. (1997). Obras completas [1914-1916]. Buenos Aires: Amorrortu editores, volumen XIV. Freud, S. (1997a). Obras completas [1911-1913]. Buenos Aires: Amorrortu editores, volumen XII. Frontisi-Ducroux, F. y Vernant J.-P. (1997). Dans l’oeil du miroir. París: Éditions Odile Jacob. Gardner, M. (1968). L’univers ambidextre. La droite, la gauche et la faillite de la parité. París: Dunod. Lebel, R. (1985). Marcel Duchamp. París: Pierre Belfond. Lyotard, J.-F. (1977). Les transformateurs Duchamp. París. Éditions Galilée. Lyotard, J.-F. (1988). L’inhumain. Causeries sur le temps. París: Éditions Galilée. Merleau-Ponty, M. (1964). Le visible et l’invisible. París: Gallimard Moure, G. (1998). Introducción. En Duchamp, M., Notas [1989] (pp. 9-16). Madrid: Tecnos. 25 Paz, O. (1998). Apariencia desnuda. La obra de Marcel Duchamp [1989]. Madrid: Alianza Editorial. Ramírez, J. A. (2000). Duchamp. El amor y la muerte, incluso [1993]. Madrid: Siruela. Schwarz, A. (2000). The Complete Works of Marcel Duchamp. Nueva York: Delano Greenidge Editions. Suquet, J. (1998). Marcel Duchamp. Ou l’éblouissement de l’éclaboussure. París: Hartmattan. Vernant, J.-P. (1989). L’individu, la mort, l’amour. París: Gallimard. o arg s 25 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 ARTÍCULO Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 * Eligia Calderón Trejo Universidad de Los Andes eligiac@hotmail.com Order and the city: Mérida 1853-1925 Abstract: The police regulations are instruments of order and control of the city and its people; an order that imbued the physical spaces of the city, its morphology, hygiene and embellishment with ideas of a moral, religious and civic public order. This intricate fabric of diverse controls is known as “police science” of good government with the stress on the daily chores. This article briefly reviews the antecedents of this science in the European Illustration, in 19th century Venezuela and, especially, its manifestation and management in the city of Mérida. Keywords: police regulations, building codes, Venezuelan cities, behavior, Mérida Resumen: Los Códigos de Policía son instrumentos de orden y control de la ciudad y su población; se trata de un orden que conjuga lo físico de la urbe, su morfología, higiene y embellecimiento con ideas de moral, religiosas y de orden público. Este intricado tejido de competencias se conoce como “ciencia de policía” o de buen gobierno, con acento en el quehacer cotidiano. En este artículo se revisan someramente los antecedentes de esta ciencia en la Ilustración europea, en Venezuela en el siglo XIX y, en particular, su manifestación y gestión en la ciudad de Mérida. Palabras clave: códigos de policía, ordenanzas de arquitectura, ciudades venezolanas, comportamiento, Mérida. * Este artículo es resultado del proyecto de investigación A 274.00-A, “Plan Piloto de recuperación del patrimonio cultural y turístico”, financiado por el Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico (CDCHT), Universidad de Los Andes (ULA), Mérida. arg s o 26 Ordre et ville: Mérida 1853-1925 Résumé: Les codes de police son instruments d’ordre et control de la ville et sa population ; il s’agit d’un ordre qui combine le physique de la ville, sa morphologie, hygiène et embellissement avec idées de morale, religion et d’ordre publique. Cet tissage imbriqué de compétences est connu comme “science de la police” ou du bon gouvernement, avec un accent sur le quotidien. Cet article fait une révision brève des antécédents de cette science à travers l’Illustration européenne, au Venezuela dans le dixneuvième siècle et, en particulier, sa manifestation et management dans la ville de Mérida. Mots clés : codes de police, ordonnances d’architecture, villes vénézuéliennes, comportement, Mérida. Recibido: 15/07/07; aceptado: 15/01/08 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 La ciudad letrada es más bien la ciudad concebida con arreglo al rigor de la escritura. La ciudad inexorablemente construida según la letra de la ley. Ciudades planificadas según normas, fines y medios escrituralmente configurados del poder colonial. Ciudades erigidas como artefactos jurídicos, teológicos y arquitectónicos […] Son las ciudades de trazado rectangular, con calles tiradas a cordel, rígidamente estructuradas en torno a una plaza central que organiza y representa arquitectónicamente el sistema jurídico y político de la Monarquía y de la Iglesia…(Subirats, 2004). La ciudad es el contexto natural para la vida en comunidad en la que cada ciudadano, al invocar las leyes, practica el civismo y se asegura el mejor grado de bienestar posible, por acuerdos reguladores de las prácticas sociales. Según Arturo Uslar Pietri, las ciudades que tradicionalmente han contado en la historia, son las que han tenido más conciencia del espíritu de comunidad, de su pasado y futuro común, con unas normas, gustos, inclinaciones y preferencias colectivas (Almandoz, 2000, pp. 188-189). Entonces, vivir en comunidad es tomar parte de ese gran acto de urbanidad que es la ciudad y ser ciudadano conlleva el respeto de unos códigos mediante los cuales se hacen comunicables los deberes y derechos de sus habitantes. La ciudad en su materialidad también es regulada para asegurar un determinado perfil urbano, unos usos, servicios públicos y nuevas demandas urbanas; se trata de un conjunto de medidas que potencian su crecimiento como “bien público.” Coincidimos con Subirats en que las raíces de estos controles se encuentran en la ciudad colonial; Mérida es un ejemplo más de este tipo de ciudades y las regulaciones a las que haremos referencia son las compilados en los códigos de policía, vigentes en Venezuela en la segunda mitad del siglo XIX. En este sentido, realizamos un paneo general de los antecedentes de este conjunto de normas con la finalidad de ubicar al lector en las claves históricas de una ciencia que, con la denominación “de policía,” se vincula al buen gobierno de la urbe. Prolegómenos Fundamentos de los códigos mencionados se encuentran en los tratados que configuran la “ciencia de policía” o tradición de pensamiento de finales del setecientos y comienzos del ochocientos, puesta de manifiesto en el ámbito del Mediterráneo, contexto donde esta ciencia se vincula con las monarquías autoritarias con objetivos mercantilistas (Fraile, 1997, p. 12).27 La voz policía se deriva de Politeia, o forma griega de gobierno; latinizada como Politia, sería luego trasmitida/traducida como policía en las lenguas occidentales. También von Justi (2007) señala que la palabra policía es derivada de Polis – ciudad - y significa tanto el orden entre los ciudadanos como las comodidades y hermosura de una ciudad. Es en los estados renacentistas de Italia, Francia y en el ducado de Borgoña donde el concepto de policía arg s o Nota introductoria La interpretación que realiza Subirats de la ciudad letrada de Ángel Rama motiva la presente reflexión sobre la ciudad. Para Subirats, en la cultura ibérica y en castellano, “letrado” quiere decir hombre de leyes. En el contexto latinoamericano este letrado es, además, una rancia institución colonial; de “letrados” es la tarea de la administración virreinal. Cuando Rama hace referencia a una “ciudad letrada” podría pensarse en la ciudad como un parnaso literario, como una comunidad de seres dedicados a la literatura. No es así. 27 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 adquiere importancia operativa para los fines políticos del príncipe.2 En España, tratados influenciados por el pensamiento científico de finales del Renacimiento, anticipan formulaciones sustanciales en este campo de la política, que sería conocido como ciencia de policía con el advenimiento de la Ilustración. Tanto Castillo de Bovadilla con su Política de corregidores (1527) como Saavedra Fajardo, en la Idea de un príncipe cristiano representado en cien empresas (1659), recogen consideraciones importantes sobre estas figuras en el ejercicio del poder local, de los peligros en el arte de gobernar e ideas sobre la ciudad, de sus funciones y localizaciones en favor de un orden y control, con acento en la higiene y en la participación ciudadana en las mejoras y mantenimiento de la urbe. Según Fraile (1997, pp. 34-38), en el siglo XVIII español este pensamiento fue alimentado por el tratado de policía de Delamare, quien vincula el origen del Estado al desarrollo de las ciudades y, por lo tanto, justifica un conocimiento para su organización; su plan se concreta en doce libros dedicados a diferentes asuntos de una ciudad cuya complejidad ya se presagiaba.3 Igualmente, en las Instituciones políticas de Bielfeld (1767), la ciudad se percibe como una segregación de espacios, una urbe cerrada y dividida a la vez, con barrios diferenciados y vigilados, con gremios en su interior, al tiempo que oficios como los de forjadores, hornos para fundiciones, mataderos etc. son retirados del recinto poblado. En lo formal, se manifiesta una dualidad entre el trazado regular de calles anchas y bien proporcionadas, al tiempo que toma partido por una agradable irregularidad o aceptación razonable de la morfología orgánica y de crecimiento espontáneo de la ciudad europea (Fraile, 1997, p.103). arg s o 28 A finales del siglo XVIII, el pensamiento del arquitecto Bails se refleja en su Tratado de la conservación de la salud de los pueblos, traducido por A. Ribeiro Sánchez,3 donde se destaca la localización de la ciudad, la forma y disposición de sus calles y plazas para la convivencia ciudadana. Prevalecen las prescripciones higiénicas, disposiciones para lograr aire y agua puros y sobre las cárceles, hospitales, cuarteles y conventos (Fraile, 1997, 106-107). Del mismo periodo es la traducción del jurista catalán Puig y Gelabert de Los elementos generales de Policía de Juan Enrique Amadeo von Justi,4 quien toma partido por una ciudad limitada en sus dimensiones acordes con la extensión del país. El tema de la escala de la ciudad presagia la complejidad del crecimiento urbano un tanto distante de la expansión demográfica y la consecuente ruptura del marco físico supuesto. Aborda la cuestión del valor de lo construido, pero no así la del suelo urbano y sus consecuencias en la formación de la renta urbana. En la transición hacia el siglo XIX, Foronda (1797; 1801) remarca el valor de la regularidad como tema del ochocientos demandado por la higiene; hace uso de edificios de diferentes fachadas como recurso para romper la monotonía del trazado regular y las plazas con arcadas, así como elementos de ornato y de recreación de la población (Fraile, 1997, pp. 111-113). En el contexto europeo, la mayoría de las capitales europeas están consolidadas y, además de ser asientos de monarquías, en sus recintos anidan una serie de problemas producto de la variedad de habitantes involucrados en un intrincado mosaico de intereses; así, personas adineradas, nobles decadentes, mendigos y cordones de miseria que, junto con la delincuencia, prostitución y vicios, comprometen el orden público; éste es asimismo vulnerable por las ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 En consecuencia, se trata de un complicado enredo de problemas, objeto de una reflexión que conjuga dimensiones físicas de la ciudad - su morfología, higiene y embellecimiento entre otros - con ideas de moralidad, religiosidad y de orden público. Por el trabajo de los teóricos en torno a esta variedad de temas, esta reflexión se conocería con el nombre de “ciencia de policía” o de ciencia de gobierno, en la que se mezclan discursos distintos y una variedad de asuntos que dificulta el deslinde de sus competencias. Lo que resulta claro es que, a pesar de la variedad de problemas y de la necesidad de dar respuestas a emergencias, en la práctica la inquietud medular es el quehacer cotidiano. En el contexto hispanoamericano, este acento en lo cotidiano se percibe en las normativas de las ciudades, regidas éstas por el modelo colonizador que, todavía a finales del siglo XVIII, se conoce como de “buen gobierno” o “de policía” como sinónimos de orden. Se trata de un orden social vinculado a las diversiones, la familia, la beneficencia, entre otros, y un orden relativo a los asuntos materiales de la ciudad, sus obras públicas, cementerios, el agua, la limpieza, la trama urbana etc. (Garrido, 1996, p.142; Kingman, 2006). En otras palabras: “policía” hace referencia a una ciudad ordenada y controlada por ordenanzas oficiales; en este sentido, policía denota la función, no el órgano. Se trata de una función que desde la colonia recaería en el Cabildo y en los alcaldes como los encargados de una serie de actividades que, en su conjunto, equivalen al buen gobierno de la ciudad. A finales del siglo XVIII, la palabra policía se asocia con “buena crianza, educación y cortesía, lo que más tarde se llamó también urbanidad” (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, p. 707), lo cual supone a los citadinos con mejores costumbres en contraste con la rusticidad del campo. Durante el siglo XIX, en Venezuela se dictan e imprimen bandos de buen gobierno y ordenanzas de policía que establecen normas para el adecuado desenvolvimiento de las ciudades. Algunos, como el Bando de policía y el Reglamento de zeladores de policía, formado para el mejor régimen de esta ciudad por el Ilustre Concejo Municipal específicamente para Caracas, ambos de 1811, presagian la imagen de la policía como órgano de vigilancia. En 1815 la Gaceta de Caracas difunde el Reglamento general de policía para las provincias de Venezuela; luego de la guerra de independencia, las municipalidades dictan bandos de policía con disposiciones que varían poco en el tiempo. También para Caracas se firma un Bando de policía en 1824, donde la ciudad aparece dividida en ocho cuarteles o barrios, con inspectores en cada cuadra que también anticipa el sentido actual de la policía. Para la Gran Colombia, el Libertador decreta, el 22 de diciembre de 1827, la organización de la policía como un cuerpo para velar por la seguridad pública, la vida, el honor y de los bienes de los ciudadanos; se diferencian la policía de seguridad, de aseo, de ornato y de salubridad; es decir, diversas áreas reunidas con primacía 29de la seguridad (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, p. 709). En 1830, disuelta la Gran Colombia, el Congreso dicta una serie de leyes que establecen las funciones de los concejos municipales y de la policía como institución encargada de la salubridad, orden, ornato y comodidad. Figuran otros aportes, como el Código civil, criminal y de comercio de 1832; el Código arg s o regulares catástrofes naturales que adicionan más fragilidad al débil equilibrio social, con degradación en la ciudad en general. 29 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 de procedimiento judicial de Francisco Aranda, de 1836, reaparece actualizado en 1838. En 1854, el proyecto de Código de Julián Viso se difunde en las ciudades venezolanas y es conocido por delinear la policía administrativa, la judicial y la municipal, ésta última como médula de la administración de la ciudad (Senado y Cámara de Representantes de la República de Venezuela, 1854, art. 5, pp. 46-54). Con la dictadura de José Antonio Páez, entre 1862 y 1863 se dictan los códigos de Comercio, el Civil, de Procedimiento criminal, entre otros, donde se pone de manifiesto un sostenido esfuerzo por lograr una codificación de influencia francesa, que sería de corta vida, pues es derogada en el mismo año de 1863. Un documento relevante en torno a la organización de la policía como cuerpo vigilante es el Reglamento interior de policía de Apolito Acosta de 1888 (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, p.709). A partir de 1873, bajo la presidencia de Antonio Guzmán Blanco, se implanta una nueva codificación nacional al promulgarse los códigos Civil, de Comercio, Penal, Militar de Hacienda y de Procedimiento Criminal. Esta codificación de 1873 permanece en el tiempo que nos ocupa en el presente estudio, periodo donde sufre también algunas actualizaciones producto de cambios en la sociedad (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, pp. 701-702). Ordenanzas y códigos de Mérida A mediados del siglo XIX, varias ordenanzas imprimen a la ciudad cierto ordenamiento en áreas puntuales; así por ejemplo, sobre “huecos vacíos” recoge lo referente a tierras baldías, desvío de acequias, alumbrado público, caminos, apertura y otorgamiento de privilegios, salubridad pública, expendio de carnes, comercios, mataderos, realización de ferias, abastecimiento de agua, entre otros. En la arg s o 30 compilación de resoluciones vigentes en Mérida para 1853, la Ordenanza segunda de policía sobre arquitectura civil define para las nuevas poblaciones una delineación de calles rectas, proporcionadas y empedradas, sin que edificio, pedestal, ventana o escalera rompa la rectitud del trazado ni obstaculice el tránsito. Igualmente, las acequias se prefiguran rectas y de regular cauce aunque atraviesen calles, casas o solares (Diputación provincial de Mérida, 1856, pp.134-138). Allí mismo se reitera el valor del trazado en parrilla, al establecer que: “Cuando algún edificio impida la recta delineación de la calle, se procurará […], que se demuela dicho edificio, o la parte que cause la deformidad, indemnizándose su valor a justa regulación de peritos”. Junto a la referida ordenanza, la tercera de Policía sobre Comodidad y aseo público privilegia el tema del agua de la ciudad y la necesidad de mantener limpios y vigilados sus cauces, con la concurrencia obligatoria de los vecinos colindantes con los cursos de agua. En las poblaciones, las paredes de los solares son blanqueadas, entejadas y de altura acostumbrada en el lugar. La iluminación también depende de cada dueño de establecimiento o pulpería, quien debe colocar un farol en el exterior, desde el anochecer hasta las diez de la noche. Idéntica obligación es para el convento de monjas, las iglesias, colegios, universidad y hospital. Los arrieros en el pueblo deben conducir sus recuas atadas entre sí, o en hileras por el centro de las calles; también se controla el paso de caballos y reses y se prohíbe que los animales sean atados en los espacios públicos. Los funcionarios de policía están facultados para sacrificar los cerdos o perros realengos en las calles de la ciudad; las rastras de madera, no entran a los poblados después de las seis de la tarde ni antes de las cinco de la mañana y ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 En el marco de estas disposiciones y, de acuerdo con la protección de la rectitud de las calles que resalta el valor estético del tejido en forma de damero, encontramos fundamentos para interpretar el decreto del 27 de noviembre de 1855, en el cual se ordena la corrección de la calle Bolívar; su justificación apela a la importancia “…del arreglo y hermosura de las poblaciones que comprende, principalmente, la rectitud de sus calles.” […] De las calles longitudinales de la ciudad de Mérida puede mejorarse la Bolívar haciéndose desaparecer la curvatura que estorba la vista y la hace imperfecta” (Diputación provincial de Mérida, 1856, p. 235). En función de estos señalamientos se decreta su rectificación y se autoriza a la administración de rentas indemnizar a los propietarios y asumir los gastos para la aplicación de lo dispuesto; suponemos que esto corrigió la traza de la Bolívar entre la trasversal 7ª de Cerrada hasta la 1ª de Colón que, según el plano de la ciudad de marzo de 1856, registra una curvatura en los tramos indicados, inexistente en las posteriores representaciones de la ciudad. Por la compilación referida podemos apreciar que, a mediados del siglo XIX, la problemática urbana era atendida por ordenanzas que resolvían conflictos puntuales. Igualmente, el archivo de Tulio Febres Cordero pone en evidencia que el proyecto del Código nacional de policía de 1854 fue conocido en la ciudad y fundamentos de éste y de las Ordenanzas de arquitectura civil y de ornato de las poblaciones reaparecen en los códigos de policía que orientan las acciones a partir de 1873. De los códigos conocidos en Mérida podemos decir que, desde el de 1894, derogado en 1905 - a su vez remplazado por el de 1910 y el de 1916, derogado por el del 2 de marzo de 1925 - todos son versiones similares y contienen aquellas viejas normativas de Arquitectura y ornato de las poblaciones, más actualizadas y ampliadas en función de la aparición de nuevos factores y actores en la escena urbana. Como todos los códigos publicados hasta el año 1925 han sido contrastados en sus contenidos, podemos afirmar que conservan similitud en el ordenamiento de la problemática urbana; en consecuencia, nos referiremos al Código de policía de estado Mérida, refrendado el 2 de marzo de 1925, años 115º 67º, resaltando las novedades, cuando aparezcan, como consecuencia de ajustes importantes en la vida de la ciudad. De esta variedad de temas, nos detenemos en aquellos puntos directamente vinculados con nuestros propósitos. Orden, seguridad y relaciones vecinales En orden público se compila lo relativo a juegos prohibidos, de envite y azar; en consecuencia, son proscritos los billares, casa de trucos y juegos, al tiempo que se potencia la industria como actividad productiva; ésta se vincula al trabajo agrícola, las artes, fábricas, comercio y ciencias. En seguridad pública se trata la propiedad y el servicio domésticos, mayordomos 31 y caporales, la seguridad de habitación, de las personas y de la propiedad privada, inmunidad de domicilio y las servidumbres; igualmente se estipula lo propio para la industria rural y el comercio. A la policía judicial compete lo relacionado con los delitos, delincuentes, presos, reos y castigos. Varios puntos de este apartado resultan de particular interés, ya que el pago de algunas penas y castigos, el afectado los puede cumplir en arg s o se vigila la aparición de basureros o acumulación de inmundicias dentro del poblado. Se establece que cada vecino mantenga limpio el frente de su casa, desyerbándolo cuatro veces al año (Diputación provincial de Mérida, 1856).5 31 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 trabajos de obras públicas bajo condiciones especificadas en el mismo artículo.6 En favor de la seguridad pública, se prohíbe el establecimiento de fábricas, depósitos de pólvora o detonantes que puedan dañar el vecindario. En las ordenanzas de 1916, son novedosas las gasolineras localizadas, por seguridad, fuera del centro poblado, en los sitios señalados por el Concejo Municipal. Este uso indica también la importancia que estaba asumiendo el automóvil en la vida de la ciudad. El énfasis sobre los incendios pone en evidencia que, todavía en 1925, la infraestructura física de las viviendas y de poblaciones era precaria, pues se prohibe utilizar fuegos artificiales y afines que puedan desencadenar incendios. En el uso de fuegos artificiales, se contemplan excepciones en función de las medidas de seguridad y de la responsabilidad que asuma el empresario encargado del espectáculo (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 503). También vigilan las casas con hornos, forjas o fogones y, ante potencial riesgo, se procede con su destrucción. Igualmente, si en la contención de un incendio fuera preciso demoler edificio o parte del mismo, es potestad de la autoridad de policía autorizar las respectivas operaciones; también puede el funcionario determinar las obras de emergencia que se requieran para contrarrestar amenazas, obligando a los dueños de las casas a contribuir proporcionalmente a los perjuicios que con ellas se evitaren, a juicio de expertos. En los edificios ruinosos la autoridad puede impedir su habitabilidad, así como suspender una obra, ordenar al dueño su reparación o hasta su demolición de acuerdo con el reconocimiento de peritos. En función del resguardo de la imagen de la ciudad, la autoridad de policía ejerce un rango amplio de acciones con procedimientos que también se recogen en el referido instrumento (Ibíd., arts. 137, 534-535). arg s o 32 Por prevalecer en la ciudad una tipología de casas contiguas, son contempladas disposiciones para el fortalecimiento de relaciones vecinales armoniosas. Así, en la construcción de paredes divisorias, obras secundarias como caballerizas, letrinas u otras que, al adosarlas a las medianeras, pudieran afectar a las edificaciones vecinas, se contempla el concurso equitativo y armonioso de las partes en los trabajos requeridos. También se regula la plantación de árboles en linderos y la construcción de obras nuevas en servidumbres que, al impedir la circulación de personas, pueda generar malestar entre los propietarios colindantes (Asamblea Legislativa del estado Mérida 1925, arts. 138-147, 534). El agua de la ciudad Al ser el agua un asunto vital en la ciudad, es prioritario el resguardo de su curso, utilización, disfrute y demás; se protegen sus nacientes impidiendo el establecimiento de lavaderos de ropa y acciones que puedan contaminarla; para la tutela de las fuentes públicas y acequias de agua limpia, se establecen rondas especiales de vigilancia. En 1925, se precisa que tal agua limpia se conduzca por acueductos cubiertos y por los lugares menos expuestos a la suciedad (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, arts. 240-242); podemos deducir que todavía para aquel entonces muchas de las poblaciones se abastecen por cursos abiertos de agua que precisan de especial tutela. Al leer las disposiciones sobre la quema, tala, roza, entre otras, a continuación de las del agua, percibimos preocupación por la protección del entorno inmediato del centro poblado; por sobremanera, garantizar el abastecimiento de agua vigilando sus cabeceras y favoreciendo un entorno natural como borde de lo urbano. La legislación resalta la necesidad de proteger ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 Los espacios para el comercio En lo comercial se dedica especial atención al expendio y mercado de víveres, demarcando su realización en los sitios señalados por las corporaciones municipales. Se trata con esmero la venta de carne; se especifica que las carnicerías deben contar con una mesa cubierta de losas de mármol, piedras naturales o material similar o, en su defecto, una mesa con láminas metálicas de zinc y sitio donde colocar la balanza y las pesas. Igualmente se dispone que los carniceros “…observarán la mayor compostura, moralidad y decencia en sus palabras y acciones, y las autoridades encargadas de vigilar estos establecimientos castigarán correccionalmente cualquier falta…” (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 306), estableciéndose inspecciones semanales para aplicar los correctivos correspondientes. Por razones de salud pública, los mataderos se ubican fuera del centro poblado, en sitios con abastecimiento de agua para preservar la limpieza del lugar. Aún con las licencias para el beneficio del ganado, no es permitido realizar estas operaciones en las calles y lugares públicos, donde tampoco se pueden exponer cueros, carnes, cestos u otros objetos que obstaculicen el libre tránsito, bajo la aplicación de una multa de diez a cuarenta bolívares (Ibíd., art. 309). Vías públicas Las vías públicas son definidas como “bienes de uso común inalienables e imprescriptibles” (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 326), comprendiendo “…las plazas, calles y paseos de las poblaciones, los caminos públicos rurales, con los puentes, calzadas y demás obras que hagan parte de ellas, y los ríos navegables y lago” (art. 322). La noción de vía pública cubre una variedad de espacios administrados por el gobierno local para resguardo del uso público, protección de las usurpaciones, conservación y mejoramiento, con la debida asignación de recursos. Los caminos públicos comprenden tres categorías: los centrales, que comunican con otro país o estado de la Unión; los comunales, entre dos municipios de un mismo distrito; y los vecinales, que enlazan vecindarios o caseríos de un mismo municipio. En función de estas categorías se establece su mantenimiento: así los centrales del estado, los comunales de los distritos y los vecinales de los municipios y parroquias. La amplitud de la vía es una novedad del código de 1916, cuando se establece seis metros de ancho mínimo para los caminos centrales y tres para los vecinales, lo que sugiere una actualización de las ordenanzas en función de la aparición del vehículo automotor. Se reitera sobre los edificios ruinosos como causa de deterioro de los espacios públicos o amenaza a la seguridad 33 de las personas; en estos casos, la autoridad puede ejercer las acciones que ya se han mencionado. En términos generales, en las vías públicas no se puede depositar materiales, ni realizar excavaciones sin autorización. Se prohíbe correr a caballo y los carruajes deben hacerlo a un paso moderado sin atropellos, respetando los enlozados (aceras) cerca de las paredes; esta disposición se extendería para las bicicletas, velocípedos y automóviles (Asamblea arg s o un territorio más allá de lo propiamente urbano; este hecho recuerda aquella idea de ciudad indiana que, con la asignación de los ejidos, estancias y dehesas, quizá, seguía orientando la imagen de ciudad de comienzos del siglo XX; en efecto, se trata de una ciudad comprometida con una economía agrícola por vocación y tradición; sustento de una vida sosegada vinculada a un paisaje natural, asiento de importantes haciendas y también de los lugares para “temperar” y destino de los paseos campestres con que los merideños gastaban su tiempo libre. 33 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 Legislativa del estado Mérida, 1925, arts. 340, 359). En 1910 aparece la regulación para las bicicletas y en 1916 para los automóviles. En 1925 existe un mayor control del tráfico por las carreteras; se enfatiza sobre el automóvil y su seguro funcionamiento en relación con los dos sistemas de frenos y la producción de ruido. Se regula la velocidad a 30 km/ h en las rectas y 15 km/h en las curvas y en las poblaciones. Igualmente se establece para las bicicletas 15 km/h en las rectas y 10 km/h en las curvas y en las poblaciones. Para coches o carros tirados por animales, la velocidad es de 12 km/h. (Ibíd., art. 357). Sin duda que se trata de un tiempo en que diferentes sistemas de transporte comparten casi los mismos espacios públicos heredados de la ciudad tradicional. En este panorama se introducen regulaciones con la finalidad de disminuir el potencial conflicto; así: “los conductores de automóviles o ciclistas, debían parar sus vehículos, cuando alguna bestia de tiro, carga o silla, diera señales de espantarse y cuando se encuentren en la vía pública con ganado” (Asamblea Legislativa del estado Mérida 1925, art. 358). Igualmente, ningún vehículo podía estacionarse en la vía pública o en la mitad del camino, sólo por emergencia, accidente o para permitir el paso de otro vehículo, peatón, jinete o animales. En función del ornato público, se prohíbe pastorear animales en las calles y plazas de las poblaciones (Ibíd.., arts. 214, 216-222 ). Tampoco se pueden colocar en las aceras animales de carga, de silla, fardos u otros objetos para operaciones de carga o descarga; en las poblaciones se impide el uso de rastras (a excepción de las usadas para el mantenimiento de las vías). El desplazamiento de los vehículos en las afueras de la ciudad, zonas por naturaleza accidentadas, también se controla: arg s o 34 …. en las vueltas o curvas cerradas y salientes y cualquiera otras partes que no se divisen más de cien metros de longitud de camino hacia delante, el vehículo debe arrimarse lo más posible a la orilla del camino hacia su derecha,.., y su conductor debe tocar continuamente el silbato, timbre, la bocina, o cualquiera otro aparato o instrumento de sonido de alarma, de que debe estar provisto (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 364). Además de los aparatos de sonido fuerte y distinguible, los vehículos debían contar con linternas, una luz blanca delantera, una roja atrás y dos faroles delanteros que no podían encenderse dentro del recinto de las ciudades (Ibíd., art. 373). La normativa extendida extramuros de la ciudad, responde a una vieja problemática en nuestro contexto y trae el recuerdo de relatos de aquellos arrieros y viajeros en tránsito por tan temidos caminos (Dalton, 1989, pp. 149, 158-159; Paredes, 1984, p. 84). Como en aquel entonces, ahora también se generan acuerdos para permitir el movimiento de diversos actores involucrados como jinetes, peatones, arrieros, bestias y vehículos. La introducción del vehículo automotor promueve el sistema de matriculación y empadronamiento de aparatos a través de la jefatura civil, que establece los mecanismos para la obtención de las licencias de conducir y las condiciones para las de transporte público (Ibíd., arts. 366, 376, 378, 381). Es decir, que a la par que se controla el tránsito de animales y carruajes, se regula la introducción de nuevos vehículos que informan de otra velocidad en la vida de la ciudad. Las buenas costumbres Y junto con el control de aparatos y animales, también se regula la conducta de las personas; en las secciones ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 Y así como los escombros y depósitos de materiales en las aceras y calles son obstáculos para el libre tránsito, también lo constituyen las agrupaciones de personas en las calles y vías públicas concurridas (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 350). Se trata asimismo de formas de comportamiento de las personas en público y en privado. Sobre este aspecto eran claras las disposiciones recogidas en 1866 sobre la actuación de los jueces de paz en la vigilancia del orden, tranquilidad, decencia, moralidad pública, las buenas costumbres y la estricta observancia de las leyes, en la zona bajo su responsabilidad. No permiten que las diversiones públicas se contaminen con juegos prohibidos o contrarios a la moral; no consentían los concubinatos en la sección de su mando y podían imponerse multas (Concejo municipal del distrito Mérida, 1866). Salubridad En este renglón se cataloga la venta de medicamentos y el tratamiento de epidemias y contagios; también se trata de las juntas de sanidad, campañas de vacunación e inhumación de cadáveres. Se ordena el registro de los farmaceutas, médicos, cirujanos, dentistas, parteros y afines y se prohibe ejercer sin el censo correspondiente. La autoridad de policía ejerce la supervisión de los establecimientos expendedores de fármacos y similares, mediante visitas en compañía de un inteligente en el ramo. En favor de la prevención de epidemias, se obliga a la limpieza, desmonte de malezas y desagüe de ciénagas y pantanos. En la profilaxis 35 destaca la prohibición de establecer en el recinto del poblado, fábrica o laboratorio que produzca emanaciones nocivas a la salud. Se promueve el establecimiento de casas de beneficencia, bajo el auspicio de suscripciones, arbitrios y formación de sociedades para suministrar los fondos. Por los avisos y noticias en la prensa, podemos asegurar que la lepra o elefantiasis (en la literatura científica de la época aparece como “elefancia”) es un serio problema sanitario. arg s o dedicadas a la decencia pública, buenas costumbres y la vagancia, se prohiben las casas de prostitución y los lugares destinados a las prácticas del desenfreno y libertinaje. Se impide reiteradamente el establecimiento de trucos, billares, casas de juego y que los vagos contaminaran las poblaciones. Se autoriza a que “…cuando se estén profiriendo palabras obscenas en público, cantándose canciones torpes, ejecutándose acciones deshonestas o que anden personas desnudas delante de otras de diferentes sexos […] impedir que se sigan ejecutando tales acciones y promover el castigo a los culpables” (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 47). Los libros, pinturas, folletos o papeles impresos con obscenidades o motivos contrarios a las buenas costumbres, son censurados, recogidos y oficiados al juez competente para perseguir a los autores. Se impide que se pidiera limosna; solo las personas autorizadas podían hacerlo (Ibíd., arts. 46-54). Se establece asimismo que la “persona de quien dependa un individuo que sea atacado de locura o embriaguez furiosa, tiene el deber de impedirle la salida a lugares públicos” (Ibíd.., art. 342). En caso de circulación de personas en condiciones deplorables de borrachera o demencia, la autoridad de policía actúa de acuerdo con procedimientos que precisan también las penas a las contravenciones (Ibíd.., arts. 348-349). Se percibe injerencia directa en los problemas de parejas, al señalar que “… la mujer que sin causa legal rehusare a vivir con su marido o cometiere graves excesos contra el orden doméstico, podrá ser apercibida por la autoridad de policía a solicitud de su esposo y podrá imponérsele encierro correccional, si así lo pide el marido, por un término que no exceda de un mes” (Ibíd., art. 83). 35 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 A pesar de la existencia de un lazareto desde 1807, a finales de siglo XIX se manifiesta inquietud por la cantidad de contagiados que deambulan por la ciudad y por los campos aledaños sin mayores restricciones. En este sentido, se ordena su reclusión en el hospital y que los fugitivos sean castigados con arresto de un mes en la misma institución. La experiencia había dado sus lecciones en torno a los estragos por enfermedades contagiosas y, ante la amenaza de epidemias, se impide la realización de espectáculos públicos y reuniones concurridas hasta que la autoridad, con el voto de las juntas de sanidad, declarasen superado el peligro. Así mismo, se establecen las campañas de vacunación con preparación de personal en la administración de las vacunas, las campañas ambulantes y las publicitarias para informar a la población. Todavía en 1925 se advierte que, en caso de amenaza de viruela, las juntas de sanidad dictaran las providencias necesarias para evitar el contagio y propagación de la enfermedad; en estos casos, se exige el certificado de vacunación, se establecen las juntas de sanidad, las cuarentenas y los cordones sanitarios para impedir la circulación de personas que no comprobasen estar vacunadas con éxito (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925). Ante el latente peligro sanitario, se reitera la importancia del agua, pues de su calidad depende la salud de la población; en consecuencia, los acueductos, acequias o arroyos de abastecimiento a la población son vigilados con rigor y se obliga a los habitantes terraplenar fosos y depresiones para evitar aguas estancadas. En las poblaciones más grandes como Mérida, en las que por falta de albañales fuera preciso arrojar las inmundicias de las habitaciones a las aguas servidas que atravesaban la población, se permitía hacerlo en las calles menos concurridas entre arg s o 36 las 12 de la noche y las 4 de la mañana (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 420), situación que delata que, todavía en 1925, la ciudad carecía de un moderno sistema de cloacas para la canalización de las aguas servidas. En Mérida, todo dueño de casa debía garantizar el aseo de las calles del frente y costado de su casa y solares, con multa entre uno y cien bolívares por desacato. Se reglamenta también la inhumación de cadáveres al disponer los cementerios como sitios obligatorios para tal fin, así como realizar las inhumaciones luego de las 24 horas; en caso de un fallecido sin dolientes, la autoridad realiza las providencias especiales para su inhumación. Se establecen regulaciones para el enterramiento de cadáveres y se asigna la administración de los cementerios a los concejos municipales que, al imponer derechos sobre las bóvedas, crean el fondo para el sostenimiento de los mismos (Asamblea Legislativa del estado Mérida, Código de policía de estado Mérida, 1925, art. 455). Igualmente se ordena que los cementerios “se construirán en terrenos secos fuera de la población a una distancia de no menos 600 metros, de modo que las filtraciones que de ellos provengan no vayan a aguas que usen los vecindarios para las necesidades…” (Ibíd., art. 447); de manera tajante se prohíbe enterrar “en las iglesias, capillas o edificios no designados o acomodados como cementerios” (Ibíd., art. 450), disposición que, a pesar de haber sido emanada en la Colonia, pone al descubierto una práctica todavía corriente en la ciudad a comienzos del siglo XX. Beneficencia La beneficencia contempla la protección de los niños desamparados, vagos, mendigos y dementes. Para atender a la infancia abandonada, la administración ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 La forma de la ciudad Uno de los apartados directamente relacionado con la arquitectura y la forma de la ciudad, es compilado bajo el título “Comodidad y ornato de las vías públicas”; en éste la normativa reitera el valor de la trama en damero y señala que toda nueva población “… deberá delinearse de modo que sus calles sean rectas de uno a otro extremo y que tengan una anchura de 10 metros. El área se subdividirá en cuadrados o manzanas, de cien metros de lado, dejando siempre en el centro una cuadra distinta para la plaza y las demás porciones que exija la ley para los edificios públicos” (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 382).. Además de calles perfectamente rectas en razón del ornato de la ciudad, éstas debían hacerse más anchas, es decir, se actualiza el trazado convencional, no solo en función del tránsito de bestias, sino también del automóvil que, desde 1916, introduce cambios dinámicos en la escena urbana. En relación con la rectitud de las calles, se señala que los edificios alrededor de la plaza y calles de una población guarden la alineación establecida. La normativa proveía que, antes de comenzar una construcción, se debía notificar a la autoridad para que la delineación se hiciera de acuerdo con lo dispuesto. En caso de transgresiones, se autoriza la demolición de la obra; igual procedimiento se contempla para las construcciones existentes que, a juicio de la autoridad, embaracen el tráfico y fueran contrarias al ornato público (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 385). En las poblaciones existentes y en las nuevas a establecer, la rectitud de las calles es un valor a preservar con la prohibición de construcciones públicas o particulares que la impidan; tampoco se permite construir edificio con alero por debajo de los tres metros de altura, ventanas a menos de 80 centímetros del piso, ni pedestales, escalones u obra fuera de la línea de fachada que obstaculice el tránsito por las aceras (Ibíd., arts., 384386). Se regulan así los detalles de la composición de fachadas alineadas en favor la rectitud de las calles; éstas se especifican pavimentadas o empedradas y las aceras enlosadas o enladrilladas y con una amplitud de por lo menos un metro de ancho (Ibíd., art. 387). La insistencia en la rectitud de la traza como valor estético hace recordar aquellas ordenanzas y enderezamientos de calles de 1856 y, como entonces, en 1891 se reiteran actuaciones urbanas como la corrección de la plaza de El Llano (figura 1). En beneficio del ornato público queda establecido el blanco o tonalidades claras como los colores de la ciudad; para los edificios públicos en sillería, no se intervienen con color pero deben limpiarse para resaltar 37su belleza. Se reitera sobre el deber de los dueños de edificios y solares de desyerbar las calles adyacentes a sus propiedades y se establecen multas de 8 a 40 bolívares en caso de desacato (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, arts. 391, 393). La realización de obras públicas urbanas también había sido favorecida por la Ley del trabajo personal subsidiario del 30 de diciembre de 1876, que ordenaba a todos los vecinos contribuir arg s o pública propicia la creación de orfanatos y vigila celosamente la circulación de indigentes por la ciudad; para pedir limosnas se requiere de una boleta, cuya expedición amerita la demostración de insuficiencia física o económica para evitar que los vagos vivieran del petardeo (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, arts. 473-474). Una persona podía proteger a un indigente o inválido en su casa, a cambio del servicio que fuera capaz de prestar de acuerdo con su incapacidad y un concierto escrito de las partes para arbitrar las condiciones más justas. 37 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 Figura 1. La plaza de El Llano de acuerdo al plano de 1856 y su corrección en 1891 (diagrama e interpretación de la autora). anualmente con dos o tres jornales en obras para la ciudad, de acuerdo con la programación de la Junta Subsidiaria organizadora del trabajo y distribución de jornales entre los habitantes; la Junta es nombrada por el Concejo Municipal del distrito y está conformada por el jefe de parroquia y dos vecinos que supieran leer y escribir (Legislatura del estado soberano Guzmán, 1876, arts. 2, 4 y 5).7 Cada enero, las juntas asignan a cada individuo las cuotas correspondientes según la formación de listas, cuya copia es fijada en sitio público para difusión de los jornales asignados y formulación de los reclamos correspondientes (Legislatura del estado soberano Guzmán, 1876, art. 7); los vecinos que no presten el servicio pagan la cuota de cincuenta céntimos por cada jornal, o presentan un substituto para la realización del trabajo. En la puesta en práctica de arg s o 38 esta normativa, destaca el papel del jefe de parroquia, quien, con apoyo del comisario de policía, compelía a los habitantes al pago del servicio. El tesorero administra el pago de los jornales formando el fondo de subsidio dedicado exclusivamente a obras públicas, compra de herramientas, materiales de construcción y pago de personal. Cada obra recibe una asignación del fondo y cuenta con un director, quien vigila que los contribuyentes y peones cumplan con la jornada de ocho horas de trabajo diario. Igualmente, en resguardo del perfil urbano, se impide la colocación de avisos (se permiten los oficiales con algunas restricciones), figuras o letreros en la fachada, así como ensuciar las paredes, muros, puertas, ventanas o balcones; por desacato se imponen multas y hasta arresto de uno a tres días. Se castiga con multa a quien destruya un árbol plantado o instalado ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 En este sentido, se resalta que no … se impedirá la vía pública con postes y alambres, debiendo colocarlos de manera que sea menos perjudicial al libre tráfico y con la elevación suficiente a fin de que los alambres o hilos que hayan de cruzar la vía pública queden a conveniente altura, evitando en lo posible la fijación en las paredes y aleros de las casas. Los postes deben conservarse pintados. (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, art. 398). Las municipalidades dictan el reglamento de postes y líneas a ser acatado por las firmas industriales (Ibíd., art. 400); pero ya se percibe que la electricidad, símbolo de adelanto y progreso desde 1895, genera también deterioro; así fue criticado por la prensa local que, en el marco de una fiesta religiosa, reseña que la procesión había quedado circunscrita a la plaza, por causa del enredo de cables que hacían peligroso un recorrido más allá de aquélla. También lo había advertido Dalton, quien a su paso por la ciudad, a la par que elogiar la decisión de los empresarios de la electricidad, señalaba: … es de lamentarse que los resultados hayan sido tan poco satisfactorios. Las calles se ven cruzadas de cables, provistos cada uno de tres o cuatro bombillos, a intervalos regulares, y ellos debería bastar para disfrutar de un alumbrado eficiente, que en realidad no existe, pues el número de lámparas supera con creces la capacidad del actual sistema de turbinas… (Dalton, 1989, p. 156). Los espacios para el ocio Bajo el título de espectáculos, diversiones, juegos y otros actos públicos, se ordenan los temas relacionados con el ocio y las diversiones en la ciudad; destacan las representaciones teatrales a las que asiste un funcionario quien, con entrada libre y asiento preferencial, está facultado para contener cualquier desorden, corregir faltas y hasta ordenar la suspensión del acto. La realización de corridas, toreo y otras diversiones públicas en las plazas, calles y demás lugares públicos están supeditadas a un permiso de la municipalidad (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, arts. 493, 498). Con relación a las corridas de toros, una de las fiestas más populares en la ciudad, se establece que: …no puede concederse permiso para corridas públicas de toros sin que hayan transcurrido seis meses por lo menos, desde las últimas corridas y sin que el que solicita el permiso se comprometa a llenar las siguientes condiciones: 1. Que las corridas se ejecuten dentro de un lugar cerrado o39 cercado y con solidez suficiente para que los toros no puedan salir de él. 2. Que las puntas de los cuernos de los toros se cubran con seguridad o se recorten de modo que no puedan penetrar en la parte que hieran y 3. Que se comprometa una persona a indemnizar ... en caso de falta a una de estas condiciones, pagará los perjuicios que se originen y pagará una multa de cien bolívares (Ibíd., art. 448). arg s o en la vía pública como ornato de la población (Asamblea Legislativa del estado Mérida, 1925, arts. 394-396). Se presta atención a la limpieza y, especialmente, a las basuras y suciedades en las vías públicas. También se vigilan las líneas de teléfono, telégrafo, luz eléctrica y cualquier otro servicio a fin de solicitar de las respectivas empresas la reparación de daños, evitando colisiones entre las distintas redes. 39 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 Figura 2. Parroquias que definían el área urbana de Mérida (diagrama e interpretación de la autora de acuerdo a lo establecido en el Código de división territorial de 1904). También lo religioso es motivo de convocatoria para la participación de la población con apropiación masiva de los espacios públicos de una ciudad que, con un prolífero calendario católico, se engalana mensualmente para celebraciones regidas por reglamentos que, en líneas generales, se inscriben en la normativa establecida por los códigos para este tipo de congregaciones humanas. Los mecanismos de gestión El Código orgánico del régimen político del estado Guzmán, de 1877, establecía la división de poderes y de entidades para una mejor administración. En función de la división territorial, se especifican las diversas autoridades; el Presidente del estado nombra los jefes de departamento, quienes a su vez designan los jefes de parroquia, los de aldeas arg s o 40 y caseríos y se articulan en su funcionamiento en los consejos departamentales (Legislatura del estado soberano Guzmán, 1877, art., 17). El mismo código dispone la existencia de un concejo municipal en cada parroquia, constituido por siete miembros y sus suplentes con dos años en el ejercicio de sus funciones; entre éstas se especifican: promover la construcción y reparación de edificios públicos, iglesias y cementerios; promover la educación primaria, garantizar la existencia de dos escuelas de ambos sexos en los departamentos, parroquias, aldeas y caseríos; fomentar la agricultura e industrias; promover la apertura de vías, obras públicas y ocuparse del cuidado de las mismas, de los mataderos, carnicerías, así como velar que las juntas parroquiales cumplan con sus deberes de salubridad, aseo y limpieza de los poblados; ejercer las funciones de la ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 En 1901, varias disposiciones del régimen político son compiladas en la Ley orgánica del poder municipal; entre ellas, la definición del territorio del estado y sus unidades administrativas: distritos, parroquias, aldeas y caseríos. Los cambios no habían sido muchos en cuarenta años: la división territorial de 1904 ratifica que el estado está conformado por ocho distritos; con once parroquias, el distrito Libertador contiene las que forman la ciudad propiamente dicha: las del Sagrario (con toda la población urbana), Milla, Llano y Arias (luego Belén) (figura 2). La Ley orgánica del poder municipal de 1904 dispone en cada distrito un Concejo Municipal con siete miembros elegidos por votación popular, de acuerdo con la ley de elecciones. Es competencia de este concejo reglamentar sobre las cárceles, ferias, mercados, mataderos, hospitales, cementerios y demás dependencias públicas. En cuanto a las obras públicas del distrito se establece que se debe: “ 1. Levantar un plano de la obra. 2. Invitar por la prensa o por carteles licitaciones para su ejecución fijando en ellos las bases contenidas en el acuerdo respectivo.” (Legislatura del estado Mérida 1904, numeral 15). Resalta la exigencia de un anteproyecto o, por lo menos, de un plano como requisito para prefigurar y controlar una obra, al tiempo que se dinamiza la selección al convocar un concurso abierto para seleccionar la mejor propuesta en términos de calidad, factura y costos. En esta ley, como variante del trabajo subsidiario, figura el impuesto subsidiario que se justifica para las obras públicas en función del “… progreso de los pueblos, teniendo en cuenta la cuantía de los intereses representados por las fincas raíces, eximiendo de él a las personas cuya pobreza sea notoria” (Ibíd., art. 11, numeral 16). Se especifican las funciones del presidente de Concejo y de las juntas comunales en cada parroquia; sobresaliendo la disposición sobre la recaudación de multas y su inversión en la instrucción primaria de cada parroquia. Se establece un sistema de funcionamiento encabezado por el presidente del Concejo y de las juntas comunales vinculadas a los jefes civiles. Existe también un ordenamiento por jerarquías, a saber: jefes civiles de los distritos, jefes civiles de las parroquias, jefes de aldeas y comisarios de policía (Legislatura del estado Mérida, 1904a). Al especificar las funciones del jefe civil del distrito, el nuevo Código de régimen político del 11 de marzo de 1910 señala de su atribución el nombramiento de los jefes civiles y del cuerpo de policía municipal; igualmente especifica que los jefes civiles de municipio son agentes del respectivo jefe civil del distrito; aquéllos nombran a los jefes de aldea y a los comisarios de policía (Legislatura del Estado, 1910, arts. 30, 37, 41- 42). La Ley orgánica del poder municipal de 1910 mantuvo la forma y contenido de la anterior sin mayores 41modificaciones; en el artículo 9 señala que los miembros del Concejo Municipal durarían cuatro años en sus funciones; lo que en la ley anterior regía para las juntas parroquiales se hace válido para las juntas comunales de los municipios que contribuyen con la aplicación dinámica de los códigos y el establecimiento de los respectivos controles para la ciudad y su entorno (Legislatura del Estado, 1910a, arts. 9, 12). Estos objetivos de orden y control se ven arg s o junta de sanidad, nombrar al médico de la ciudad y formar anualmente la estadística para enviarla al presidente del estado (Ibíd., arts. 28, 33). Coadyuva con el Concejo Municipal en las obras públicas para la ciudad la ya mencionada Ley del trabajo subsidiario de 1876. 41 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 favorecidos por el trabajo de las juntas de estadística que permite catalogar los recursos y potencialidades de la región para planificar con datos más certeros su futuro. Habiendo aparecido en los códigos de régimen político del Estado por decreto del 14 junio de 1888, la Junta Central de Estadística se instala en 1889 con un proyecto de repercusiones notorias en el país, cuyos resultados pudieran ser objeto de otros trabajos sobre la ciudad y su devenir en el tiempo. Conclusiones Los códigos de policía son instrumentos para el orden urbano: se trata de instrumentos de control, complejos en su estructura por la variedad temas que deslindan los campos de competencia de la policía. Son códigos que establecen un orden tanto en lo físico como en lo social de la ciudad, lo que le imprime al instrumento un sello modelador de la vida cotidiana. Como estructura discursiva, contiene un hilo conductor que se mantiene en líneas generales tanto en las ordenanzas de policía como en los diferentes códigos revisados hasta el año de 1925. A partir de la lectura de estos códigos, podemos decir que casi todo estaba escrito sobre la ciudad. Su aplicación se hace efectiva a través de los diferentes organismos de la administración que instrumentan los reglamentos y ordenanzas con los cuales se ejerce el poder local. La ciudad se prefigura como un tejido de espacios diferenciados, con apropiaciones diferentes y con expectativas acerca del comportamiento de la población citadina. En su forma se trata de una ciudad cuyo ornato más resaltante es el tejido en damero de calles rectas, blancas, limpias y ordenadas en función de la higiene. Las ideas de orden y control quedan expresadas en unos textos favorecedores de un proceso civilizador que aboga por una ciudad sana, bella, y cultivada en una mezcla arg s o 42 de contenidos con relaciones interesantes de seguir investigando. Con la ciudad codificada se persigue valorar el trabajo, superar vicios e imponer cierto gusto y moderación como una manera de salir del atraso y transitar los caminos de la civilización. Notas 1 Véase también http://omega.ilce.edu.mx:3000/sitescsa/ ciencia/preludio.html 2 Su libro primero trata “De la Policía en general. De sus magistrados y oficiales”; luego “De la religión”, “De las costumbres”, “De la salud”, “De los víveres”, “De la vialidad”, “De la tranquilidad pública”, “De las artes y ciencias liberales”, “Del comercio y aspectos que de él dependen”, “De las manufacturas y artes mecánicas”, “De los obreros y servidores” y finalmente “De la pobreza”. Véase Delamare, N., Traité de la Police. Paris: M. Brunet, 1705-1738, 4 vols. Citado por Fraile (1997, p.23). 3 Bails, B. Tratado de la conservación de la salud de los pueblos y consideraciones sobre los terremotos, trad. A.Ribeiro Sánchez. Madrid: J. Ibarra. 1781. Otras obras de Bail son: Pruebas de ser contrario a la práctica de todas las naciones, y a la disciplina eclesiástica, y perjudicial a la salud de los vivos enterrar los difuntos en las iglesias y los poblados. Madrid: J.Ibarra, 1785. Bails, B. y Capmany, J., Tratados de Matemática. Madrid: J. Ibarra, 1772. Todos citados por Fraile (1997, pp. 106-109). 4 Otras obras de von Justi son: Economía de Estado (1755); Principios de ciencia de la policía (1756); Tratado completo de manufacturas y fábricas (1757); Compendio de buen gobierno (1759); Los fundamentos del poder y el bienestar de los estados (1760-1); Sistema de finanzas (1766). Ver en este sentido Guerrero (1985). 5 Ordenanza del 15 de diciembre de 1853. 6 Las condiciones señalan que la obra cuente con un director que haga cumplir con las horas de trabajo; en caso contrario, se calcula la obra que el penado puede realizar de manera libre, bajo caución personal. Por incumplimiento, se retoma la pena primitiva con un recargo de un tercio del tiempo. Véase Asamblea Legislativa del estado Mérida (1925, título VI, artículo 35). Aparece de igual manera en los códigos de 1905, 1910 y 1916. ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 7 Se exceptúan las mujeres, los varones menores de 18 y los mayores de 60 años, los impedidos física, moral o económicamente para pagar con dinero las cuotas correspondientes.; los que hubieran servido a la guardia nacional, los padres con hijos en edad de prestar el servicio subsidiario, los empleados públicos con carga concejil; los extranjeros residentes más de tres meses en el estado. Biblio-hemerografía Documentos impresos Asamblea Legislativa del estado Mérida (1925). Código de policía del estado Mérida. Mérida: Imprenta del Estado, 6 de marzo, años 115º y 67. Concejo municipal del distrito Mérida (1866). Leyes sancionadas por el concejo municipal de Mérida sobre régimen político del distrito Capital. Mérida: Imprenta de Carmela de Osorio. Diputación provincial de Mérida (1856). Código de las ordenanzas, decretos y resoluciones vigentes de la honorable diputación de Mérida. Mérida: Imprenta de Rafael Salas. Legislatura del Estado (1910). Código orgánico del régimen político del Estado. Mérida: Imprenta Oficial, 11 de marzo. Legislatura del Estado (1910a). Ley orgánica del poder municipal. Mérida: Imprenta del Estado, 8 de marzo. Legislatura del estado Mérida (1904). Ley orgánica del poder municipal. Mérida: Imprenta Oficial. Legislatura del estado Mérida (1904a). Código orgánico del régimen político del Estado. Mérida: Imprenta del Estado, 22 de diciembre. Legislatura del estado soberano Guzmán (1876). Ley de trabajo personal subsidiario. Mérida: Imprenta del Estado, 30 de diciembre. Legislatura del estado soberano Guzmán (1877). Código orgánico del régimen político del estado soberano Guzmán. Mérida: Imprenta de Juan de Dios Picón Grillet. Senado y Cámara de Representantes de la República de Venezuela (1854). Código de policía nacional. Caracas: Imprenta Republicana de Eduardo Ortiz. 43 Libros y artículos Almandoz, A. (2000). Ensayos de cultura urbana. Caracas: Fundarte/Alcaldía de Caracas. Bielfeld, baron de (1767). Instituciones políticas, trad. D. Torre y Mollinedo. Madrid: Imprenta de G. Ramírez, 5 vols. Dalton, L. V. (1989). Venezuela, trad. Á. R. Villasana. Caracas: Fundación de Promoción Cultural de Venezuela. o arg s 43 ARTÍCULO: Orden y ciudad: Mérida 1853-1925 Eligia Calderón Trejo / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 26-44 Foronda, V. (1793). Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la economía política y sobre las leyes criminales. Madrid: Imprenta de M. González. Foronda, V. (1801). Cartas sobre la policía. Madrid: Imprenta de Cano. Fraile, P. (1997). La otra ciudad del rey. Madrid: Celeste Ediciones. Garrido, M. (1996). La vida cotidiana y pública en las ciudades coloniales. En: Historia de la vida cotidiana en Colombia (pp. 131-158). Santafé de Bogotá: Grupo Editorial Norma. Guerrero, O. (1985). Las Ciencias Camerales. Ensayos. México: UNAM, Vol. II, No. 6, pp.16-20. Guerrero, O. (2007). Principios generales de la Policía, consultado el 29 de septiembre de 2007, http:// omega.ilce.edu.mx:3000/sites/csa/ciencia/estudio.html. Justi, J. E. von. (2007). Elementos generales de Policía, trad. D.A.F. (D. Puig y Gelabert), consultada el 29 de septiembre de 2007, http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/csa/ciencia/preludio.html.. Kingman, E. (2006). La ciudad y los otros. Quito 1860-1940. Quito: FLACSO sede Ecuador, Universitat Rovira i Virgili. Paredes Huggins, N. (1984). Vialidad y comercio en el occidente venezolano, Caracas: Fondo Editorial Tropykos. Rama, Á. (1984). La ciudad letrada, Hanover: Ediciones del Norte. Subirats, E. (2004) La escritura de la ciudad (the writing of the city). Vitruvius. Universo paralelo de arquitectura e urbanismo, consultada el 15 de abril de 2004, http://www.Vitruvius.com.br. arg s o 44 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 ARTÍCULO A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970)* Aura Guerrero Rodríguez Universidad de Los Andes aucor256@hotmail.com Through the window: on the landscape and other motifs in Venezuelan painting (1850-1970). Abstract: The research about the representation of the window in Venezuelan painting from 1850 through 1970 makes possible to establish its relationship with the expression of the landscape, the portrait and historical themes. The window also performs a dialectic function, by creating a confrontation between two domains: the interior and the exterior of the room where the window stands, as well as between the interiority of the characters represented and the external reality. On the basis of the formal analysis of a series of works, the links with Venezuela’s historic, social and cultural context are to be established, relying on the fact that the art is an expression and manifestation of the historical moment, so long as it can unveil interpretative elements of our shaping as a nation. Keywords: Window, landscape, portrait, history, Venezuelan art. Resumen: La investigación sobre la representación de la ventana en la pintura venezolana desde 1850 hasta 1970 permite establecer su relación con la plasmación del paisaje, del retrato y de temas históricos. La ventana igualmente cumple una función dialéctica, al crear una confrontación entre dos ámbitos: el interior y el exterior del recinto donde se encuentra ubicada, así como entre la interioridad de los personajes representados y la realidad exterior. A partir del análisis formal de una serie de obras se establecen los vínculos con el contexto histórico, social y cultural de Venezuela, basándonos en el hecho de que el arte es expresión y manifestación del momento histórico en tanto puede develar elementos interpretativos de nuestra formación como nación. Palabras clave: Ventana, paisaje, retrato, historia, arte venezolano. À travers de la fenêtre: sur le paysage et des autres motifs dans la peinture vénézuélienne (1850-1970). La recherche sur la représentation de la fenêtre dans la peinture vénézuélienne dès 1850 jusqu’à 1970 permet établir sa relation avec l’expression du paysage, du portrait et des thèmes historiques. La fenêtre accomplit aussi une fonction dialectique, par la création d’une confrontation entre deux domaines : l’intérieur et l’extérieur de l’enceinte où elle se trouve, ainsi que entre l’intériorité des personnages représentés et la réalité extérieure. À partir de l’analyse formelle d’une série d’œuvres, les liens avec le contexte historique, social et culturel du Venezuela sont établis ; nous nous appuyons sur le fait que l’art est expression et manifestation du moment historique, pendant que il peut dévoiler des éléments interprétatifs de notre formation comme nation. 45 Mots-clés : Fenêtre, paysage, portrait, histoire, art vénézuélien. * Recibido: 12/12/07; aceptado: 29/02/08. arg s o Proyecto financiado por el C.D.C.H.T-ULA, código H-59800-06-B. 45 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Nota introductoria La ventana, esa oquedad o vano que se abre en un muro con la finalidad de iluminar y ventilar, es también el medio que permite acceder al mundo exterior sin abandonar la intimidad o, tal vez, la protección que representa el ámbito hogareño. Puede, también, convertirse en una especie de atalaya desde la cual se atisban los sucesos ajenos sin involucrarse, o en una barrera imposible de traspasar cuando se está inmerso en las propias vivencias. En fin, uno puede asomarse, sentarse, darle la espalda o ignorarla, pero la ventana siempre permitirá la confrontación entre el aquí y el allá, entre lo interior y lo exterior. Aparte de estos binomios, también podría comportar diversas posibilidades metafóricas y, quizás, esa sea la cualidad más importante a estudiar. Este simple elemento arquitectónico ha permitido a los artistas representar las realidades, las visiones, las ideas y las utopías de los tiempos que les tocaron vivir, es decir, la ventana es también una ventana al tiempo. La ventana y su representación. Antecedentes Desde el mundo romano, con los ilusionismos arquitectónicos de la pintura pompeyana, la ventana se empleó como un elemento para crear especialidad en las representaciones. Luego el naciente cristianismo y su necesidad de propagación impusieron al arte la misión de difundir el mensaje cristiano; por tanto, no era importante representar la realidad cotidiana, escenario en el cual podría aparecer la ventana. Igual sucedió durante la Edad Media, periodo dominado por la idea trascendente del mundo regido por las jerarquías establecidas por Dios, inmutables y sometidas a la fe del creyente, quien encontraba en el arte el vehículo para confirmarlas. El fin de este periodo empieza a imponer la veracidad que aportan los sentidos, el dato real es necesario, los hechos milagrosos se suceden en arg s o 46 ámbitos domésticos; de allí que los artistas del Gótico se preocupen por tratar de representar un lugar veraz, y por ende la necesidad de crear espacialidad en la obra, usando para tal fin una serie de elementos arquitectónicos como arcos, columnas y antepechos (Carbonell, 1990). Un ejemplo lo tenemos en La anunciación (1333) del artista italiano Simone Martin. Durante el Renacimiento es que se codifica la representación del espacio, al crear la perspectiva lineal basada en “el supuesto rectángulo, que para Alberti es una ventana abierta por donde mirar” (Carbonell, 1990, p. 191, subrayado nuestro); ahora no sólo se le representa en la obra, sino que la misma se concibe como sí mirásemos a través de ella. Al aparecer la ventana, también encontró cabida el paisaje, el cual podía admirarse desde la misma. De igual manera, los pintores flamencos lo representaban ubicándolo como fondo en las obras o como la vista obligada a través de las ventanas de los ambientes plasmados. Generalmente el tema referido era de carácter religioso y, en menor medida, el retrato, por lo que el paisaje adquiría, a veces, un significado simbólico, como lo señala el crítico Paul Huvenne al referirse a La sagrada familia de Bernard van Orly, de 1522: “Por la ventana del fondo se aprecia un amplio paisaje: representa al mundo que será liberado por el misterio de la Salvación” (Huvenne, 1989, p. 91); así: “El vano-ventana, puerta, arquería, galería exterior, ya sea de reducidas o amplias dimensiones, es el encargado de establecer una dialéctica entre el primer término-ámbito interior y el fondo-espacio exterior” (Ávila, 1993, p. 21). En las centurias siguientes, con ligeras variantes, la ventana cumplió estos roles en la representación, advirtiéndose una valorización de su función en el siglo XIX con el Romanticismo, debido a la ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Por su parte, el historiador de arte español Julián Gállego considera que desde el siglo XV, al generalizarse el uso de la ventana en la pared de fondo de la obra: El artista logra dar una representación relativamente satisfactoria del mundo, sin meterse en los terribles problemas que lleva consigo la ilimitación del paisaje: el marco de la ventana es como el marco de un cuadro, y, en realidad, la “veduta” es como un “cuadro dentro del cuadro”, que le yuxtapone un espacio distinto, cuidadosamente limitado; habrá que esperar a Delaunay o Dufy para ver a la ventana invadir y tiranizar el interior (Gállego, 1991, p. 87). Como se aprecia, parece que es en el siglo XX cuando la ventana alcanza el máximo de sus posibilidades en la representación. En este sentido, interesa estudiar todas estas opciones implícitas en la representación de la ventana en la pintura venezolana de los siglos XIX y XX, como una manera de desentrañar el posible orden que rige el desarrollo del arte venezolano; con ello se pretende, también, comprender al país mismo. Representación de la ventana en la Venezuela del siglo XIX La pintura venezolana del siglo XIX, en sus primeras décadas, no se desvincula de las características de la pintura colonial, ya que sus principales representantes - Juan Lovera, Emeterio Emazábel y Pedro Castillo, entre otros - nacieron a fines del siglo XVIII, aprendieron su oficio con artistas de esa época; por tanto, sus representaciones guardan la técnica 47 y el estilo empleados en aquella centuria. Paulatinamente van desprendiéndose de dicha influencia, lo que se denota en la disminución de las representaciones religiosas, en la importancia que adquiere el retrato y en la aparición de la temática histórica, glorificadora de la gesta republicana, descollando, entre otros, los pintores Juan Lovera y Carmelo Fernández. arg s o importancia adquirida por el paisaje, género que empezaba a tomar autonomía; la manera más idónea de mostrarlo fue a través de la ventana: al suplantar el punto de vista del espectador y simbolizar el contraste entre el mundo interior y el exterior, entre la imaginación y la realidad o entre la naturaleza y el arte (Honour, 1981). En el siglo XX un movimiento artístico como el Cubismo replantea problemas atinentes a la composición, a los puntos de vista en la representación, por lo que algunos temas como el retrato, el paisaje y la naturaleza muerta captan la atención de los artistas. Esta última, en opinión del crítico de arte español Tomás Llorens, “la pintura de ‘las cosas’, contenía la llave de ese ‘orden en la naturaleza’ que era necesario determinar para poder asentar los cimientos del arte moderno” (en Museo Thyssen-Bornemisza, 2001, p. 114). Asimismo, considera al paisaje como equivalente a “la pintura de las cosas” porque en ambos géneros el orden visual de las imágenes es idéntico, citando como ejemplo de ello Vista sobre la bahía, El canigou y La ventana abierta, obras realizadas por el pintor español Juan Gris en 1921. En ellas se percibe la inmovilidad en todas las formas de la naturaleza: en las montañas, en las aguas, en la bahía y hasta en la luz “es la inmovilidad del cristal. Porque estos cuadros son efectivamente, como muy bien dice Kahnweiler, pinturas de ventanas. Lo que representan no son las cosas, y tampoco es la naturaleza: es la ventana que filtra o refleja la imagen que vemos. Es la pintura” (en Museo Thyssen-Bornemisza, 2001, p. 114). Probablemente en esta interpretación la ventana encuentra su plenitud como elemento significante. 47 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Las desigualdades sociales, los problemas económicos y las divergencias políticas conducen al país a un largo periodo de enfrentamientos que desembocan en la denominada Guerra Federal (18591863). Con la asunción al poder del general Antonio Guzmán Blanco se logra la estabilidad política: su largo mandato, desde 1870 hasta 1888, procura un mejoramiento de la economía y una modernización del Estado, llevándose a cabo, también, una reforma en la enseñanza de las artes plásticas, lo cual resulta muy beneficioso para el desarrollo del arte en el país. Se podría asegurar que los mayores cambios de temática y de estilo ocurridos en la pintura venezolana surgen durante esta época. sensaciones que se intuye viven en el personaje y los pliegues brillantes del traje de seda, entre la calmada actitud y las emociones que parecieran bullir en el expresivo rostro. Todos estos factores de orden sicológico y estético contribuyen a hacer de este lienzo uno de los más importantes dentro de un género - el del retrato - en el cual ocupa Tovar un puesto muy notable en la historia de la pintura venezolana (Boulton, 1968, p. 162). Es a partir de la segunda mitad del siglo XIX que encontramos representaciones de la ventana en la pintura; así tenemos el retrato de Ana Tovar y Tovar de Zuloaga (1858) (figura 1) de Martín Tovar y Tovar y el de Josefina Blanco de Zuloaga (1897) (figura 2), de Arturo Michelena, obras de gran similitud a pesar de la diferencia cronológica. Ésta no se refiere al estilo, pues es notorio el carácter neoclásico de la primera, destacado por el historiador Alfredo Boulton al explicar cómo: La luz penetra suavemente del lado izquierdo e ilumina la tez nacarada de la bellísima mujer, cuyo rostro, apoyado sobre su mano derecha, mira con cierta curiosidad hacia el espectador con sus ojos muy negros que resaltan dentro del fino óvalo de su cara (...) La mano izquierda sostiene sobre las rodillas un abanico cerrado. El artista va jugando con los valores mates y apagados de las armonías del rostro y de los brazos, en contraste con los visos lustrosos, ricos y nerviosos de las sederías (…) Existe como un notable contraste entre las arg s o 48 Figura 1. Martín Tovar y Tovar. Ana Tovar y Tovar de Zuloaga, 1858, óleo sobre tela, colección señoras Elvira Carballo y Margarita Sileri (Boulton, 1968, p. 161). ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Nos impresiona la gama de blancos, rosas, ocres, y amarillos escogidos por el pintor. Estos colores adquieren una luminosa tonalidad dorada al ser tocados por la luz que se filtra por la ventana. Al contraluz, se destaca el silueteado y hermoso rostro de la dama caraqueña, coronado por su vistosa cabellera negra. La ordenada composición está centrada en la figura de la modelo, enmarcada por la geometría de la ventana al fondo, a la izquierda, y el ángulo del espejo que se asoma a la derecha. La hermosa figura de la retratada se equilibra con el ramo de flores amarillas que está sobre la mesa; una de ellas dibuja una ligera diagonal que nos señala el rostro, desde donde desciende la mirada, recorriendo el brazo derecho hasta reparar en el abanico; femenino detalle que nos obliga a reemprender un circular camino, de vuelta para reencontrar la romántica mirada de la modelo (en Galería de Arte Nacional, 1998, p. 130). Las similitudes las encontramos en la forma de presentar a los personajes: damas de relevancia social, bien por su poder económico o por sus nexos familiares con intelectuales, artistas y personajes públicos; mostradas en un ámbito que denota estas condiciones: una estancia del hogar, presidida por una ventana, ante la cual posan estas elegantes y distinguidas señoras. En el caso de Anita Tovar de Zuloaga, el rojo sillón victoriano y el grueso cortinaje marrón cumplen el papel de marco adecuado que resalta el rostro sereno de la bella mujer, para dejar a la vista una columna de base clásica en donde se asoma “una enredadera de Pascua” (Boulton, 1968, p.162) contrastando con el fondo azul del cielo. Probable idealización en la representación, que apela a elementos arquitectónicos propios del neoclasicismo, por ser éste el estilo acorde con la idea de virtud y nobleza, cualidades propias de toda dama considerada honesta en aquella época, por tanto muchos retratos de este periodo presentan similares características. Se observa ambigüedad en la representación del vano, el cual suponemos es una ventana; en tal caso cumple la función de ésta: establecer una dialéctica entre el espacio interior y el exterior. Aquí se resuelve a favor del primero, ya que la mirada y pose de la dama indican una total entrega al territorio hogareño. Pareciera dar la espalda a lo que representa el segundo: libertad, autonomía y vida pública. 49 Figura 2. Arturo Michelena. Josefina Blanco de Zuloaga, 1897, óleo sobre tela, colección sucesión Ana T. de Machado (Galería de Arte Nacional, 1998, p. 131). arg s o Distinto es el segundo ejemplo, caracterizado por elementos románticos, denotados por la sicología del personaje, por la huella del pincel y el color sucio de la pared de fondo, como por el efecto inacabado, logrado por ligeros trazos del faralado y adornos del escote del traje que contrastan con el fino modelado del rostro. El crítico Rafael A. Romero Díaz explica lo siguiente: 49 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Igual ocurre con Josefina Blanco de Zuloaga, ensimismada en su mundo interior, también alejada, emocionalmente, de la definida ventana, cerrada y adornada por una transparente cortina que deja ver parte del cielo. Acompaña a la escena un ramo de flores, del cual caen algunas, probablemente simbólicas, ya que en esa época se acostumbraba a distinguir lo femenino por este tipo de elementos significativos, al igual que el abanico, uno de los más importantes complementos de la mujer. La estancia refleja un ambiente propio de la “Belle Époque” venezolana, que el pintor Michelena supo reflejar muy bien en esta y en otras obras, como el retrato de su esposa Lastenia Tello de Michelena (1890) y en el de María Matos de Ibarra (1895). Las dos pinturas comentadas resumen cabalmente la feminidad de las venezolanas de una clase social importante, pertenecientes a épocas diferentes; sin embargo, están unidas por un elemento común en la representación: la ventana. No es casual, ésta se convierte en símbolo de la valoración social de la mujer. Según sea su relación con la misma podremos establecer si estamos ante una honorable dama o ante una casquivana, falta de seso y pudor, según la calificaban los rectos policías de la moral de la época, por supuesto los hombres y con especial empeño los sacerdotes. Esta circunstancia tiene su origen en la Colonia, periodo durante el cual la mujer sufrió una condición de minusvalía social, sometida a injustas disposiciones jurídicas. Paulatinamente, con el advenimiento de la República, la situación de la mujer va cambiando, pero en lo que se refiere a la moral sigue sometida a un riguroso control social. El historiador Elías Pino Iturrieta estudia una serie de aspectos relacionados con el tema y comenta una obra de gran uso en Venezuela durante el siglo XIX: La reformación cristiana, así del pecado como arg s o 50 del virtuoso, del jesuita español Francisco de Castro. En ésta se acusa a las mujeres de ser “el letal y medular agente del vicio más atroz del género humano: la lujuria”; por ello previene a los hombres de lo peligroso que resulta el contacto con las mujeres porque su “cercanía no sólo perjudicaba las facultades del alma (...) sino también las funciones corporales y aun los bienes de fortuna” (Pino, 1994, pp. 16-17). Para conjurar estos horrores el sacerdote insta a la mujer al desarreglo y mortificación del cuerpo, al aislamiento y la moderación, como vía para conseguir la pureza; igualmente el sacerdote prescribía, prácticamente, el enclaustramiento de la mujer, a la cual no se le debería ni siquiera permitir las salidas al postigo, según las preguntas que se hacía el mismo: “¿Doncella ventanera y casta? ¿Mujer callejera y honesta? dificultosamente; que por eso los caldeos y romanos llaman a las mujeres andariegas (...). Las mercaderías que están por muestras en las tiendas, baladíes son, manoseadas están y sucias de polvo y de moscas, y a peligro de que se las hurten; las ricas en los cofres guardan” (Pino, 1994, pp. 18-19). Como se infiere, ventanera es lo opuesto a casta y lo que está después de la ventana, el mundo exterior es el reino de la perdición. El papel de la ventana como evasión del cerrado mundo hogareño, no sólo fue una metáfora, sino, también, una realidad confirmada por las aseveraciones de numerosos viajeros que arribaron a Venezuela durante el siglo antepasado. Así tenemos, por ejemplo, el testimonio del naturalista austriaco Carl Sachs, quien explica: De acuerdo con el clima, todas las ventanas están previstas no de cancelas o de vidrieras, sino únicamente de rejas, que sobresalen hacia la calle de atrás de cada reja hay dentro de la ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 O el comentario del cónsul estadounidense William Eleroy Curtis al describirlas: Del lado de adentro, el antepecho de la ventana es acolchado y todas las tardes las señoras de la casa, especialmente las más jóvenes y bonitas, se sientan a conversar con el primer conocido que pase. Si se pasea una tarde por las elegantes calles residenciales es casi seguro que uno descubra todas las ventanas ocupadas por una o más señoras, luciendo sus atractivos vestidos, y son muchos los amoríos y galanteos que se hacen de este manera (en Quintero, 1998, pp. 55-56). Es notorio que la prédica del padre de Castro cayó en oídos sordos y que la resistencia femenina era más fuerte que el deseo masculino de someter a la mujer, pues los mismos hombres participaban de esos galanteos. La historiadora Inés Quintero, recopiladora de los testimonios citados y de muchos otros, los analiza y concluye que la mujer no acató lo que se le trataba de imponer, no sólo en relación a la ventana, sino en otros muchos aspectos, al señalar: Los preceptos dejaban claramente establecidos que las jóvenes debían mantenerse del lado de adentro de la casa y evitar las ventanas y el callejeo. Fuera del lindero del hogar pululaba de su cuenta el pecado, la pérdida irremediable de la virtud, atributo principal de una mujer de bien. No obstante, todos los visitantes advierten de manera reiterada el espectáculo que constituyen las ventanas de las ciudades engalanadas permanentemente con la presencia de las jóvenes, dando pie a los amoríos y galanteos. El mandato que condena a las ventaneras incluye también advertencias precisas respecto a los peligros que encierran el baile, el adorno excesivo, el vestido indecente, el apego a la frivolidad (Quintero, 1998, p. 29). Queda claro que la ventana fue uno de los parámetros para valorar la virtud de la mujer en el siglo XIX. Por tal razón, pensamos que en las obras comentadas hay un evidente deseo de reforzar el papel de la mujer confinada al ámbito del hogar. El volver la espalda a la ventana significa rechazar el mundo exterior, guarida del pecado para la ideología represora y conservadora, aún vigente en las postrimerías del siglo XIX. Ellas son bellas, elegantes, están hermosamente trajeadas, dulces y además sumisas. Esa es la imagen retratística de las mujeres jóvenes en la pintura venezolana, porque los otros prototipos - la matrona o señora de edad, madre, tía o abuela - nunca se acompañan de una ventana. A las únicas féminas que se les permite este desliz es a las niñas, quienes por su51 corta edad, suponemos no se les considera aptas para el galanteo. El retrato histórico Otro aspecto a tomar en cuenta es el cambio que se produce cuando el representado es un personaje histórico: en este tipo de obra el papel de la ventana varía. Tómese como ejemplo la obra Luisa Cáceres ce Arismendi, retrato de la heroína republicana arg s o sala dos asientos fijos hechos en la pared. Aquí, se sienta, pues, por la tarde el bello sexo, en escogido tocado, para gozar del fresco de esa hora, criticar a los que pasan y ser admiradas ellas mismas. Por ningún aspecto se toma a mal que el lento transeúnte se detenga un momento a gozar de la vista del hermoso cuadro frente a la ventana que le sirve de marco (en Quintero, 1998, p. 54). 51 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 caraqueña, del pintor Emilio Jacinto Mauri, de 1899, plasmada al igual que en las pinturas comentadas anteriormente: es decir, elegantemente vestida y peinada, luciendo sus joyas y abanico, en un ambiente de lujo, denotado por la silla, la consola y el cortinaje de la ventana; todo ello en correspondencia al estatus histórico del personaje, esposa de uno de los principales héroes patriotas, el general en Jefe Juan Bautista Arismendi, importante ella misma por su largo cautiverio durante la guerra de Independencia. Sin embargo, como hemos señalado, no se representa en la cárcel sino en el escenario descrito, una habitación con una ventana que deja traslucir un paisaje marino, ignorado por la ejemplar mujer, quien mira al espectador de la obra. Nuevamente se enfatiza su papel de señora de la casa, de esposa, pero a la vez se introduce un elemento, el paisaje, que en este caso no es una mera representación de la naturaleza, sino probablemente un elemento de identidad nacional al vincularla con el país, al recodarnos los hechos que hicieron de esta dama un ejemplo de valentía, por su trágica estadía en las prisiones margariteñas. Igual sucede en otras obras como El Libertador en traje de campaña realizado por Michelena en 1895, convencional retrato de Simón Bolívar en un despacho presidido por un ventanal que deja ver el cielo tropical, pero no el paisaje, quizás porque la pintura se centra en mostrar al Libertador en traje de campaña, ricamente representado como una alusión a sus triunfos militares, lo que contrasta con el rostro que muestra una expresión de escepticismo. El crítico Rafael Romero lo advierte: “De mayor edad, en el rostro del guerrero parecemos adivinar un dejo de cansancio y quizás de frustración” (en Galería de Arte Nacional, 1998, p. 90). Esta forma de presentar a un héroe militar en un despacho parece inspirarse arg s o 52 Figura 3. Tito Salas. Los causahabientes (detalle), 1970, óleo sobre tela, colección Casa Presidencial La Casona, Caracas (Petróleos de Venezuela y Corporación Venezolana de Guayana, 1991, pp. 56-57). en Napoleón en su estudio, del pintor francés Jacques Louis David, realizada en 1812 por encargo del Emperador, quien aparece de pie ante el escritorio en “el cual ha estado trabajando sobre el nuevo Código con un volumen de Plutarco a sus pies. ‘Tenéis razón, mi querido David, al mostrarme trabajando mientras mis súbditos duermen’, comentó Napoleón”, según explica el historiador Hugh Honour, al señalar que en este tipo de obra, correspondiente a la época del Imperio, la idea del arte como educación, propia del Neoclasicismo, se transformó en arte como propaganda “centrada además en el culto a la ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Igual efecto, enfatizado aún más, contiene el Simón Bolívar (figura 4) de Carlos Otero, s/f, en donde el paisaje, visto a través de una ventana, domina la obra, mostrando la ciudad de los techos rojos, con la catedral a una escala que la distingue. El propósito es simbólico, porque ella fue escenario y testigo de muchos de los hechos relacionados con la causa independentista. Aquí se vuelve a plasmar al Libertador como el guerrero triunfante: el vistoso uniforme y la espada así nos lo confirma. En verdad no se representa una ventana, sino un balcón enmarcado por unas cortinas rojas, creándose un efecto ilusionista; éstas y el marco del cuadro son lo mismo, por tanto, pareciera que nos asomáramos por el balcón. Estaríamos ante lo que el historiador del arte español Julián Gállego denomina la destrucción del cuadro por el cuadro, al referirse a esas obras en las que un parapeto, un pretil o unas cortinas corresponden a la “expresión del mismo tema estético: la yuxtaposición de dos espacios, el real y el figurado” (Gállego, 1991, p. 176). En el Simón Bolívar se advierte un recurso similar porque, al incorporar el paisaje exterior a la obra, ésta se convierte en más verosímil que el espacio mismo del retrato. Personaje y paisaje forman así un todo indivisible, además se refuerza la identidad caraqueña del Libertador. 53 Figura 4. Carlos Otero. Simón Bolívar, s/f., óleo sobre tela, colección Círculo Militar de Caracas (Ratto-Ciarlo, 1978, p.197). Representación de la ventana en la Venezuela del siglo XX El siglo XX venezolano se inaugura bajo la égida del general Cipriano Castro, iniciador de la denominada hegemonía andina al comenzar su mandato en 1899, para ser sustituido en 1908 por el arg s o personalidad del Emperador” (Honour, 1982, p. 207). Michelena nos muestra a Bolívar casi en la misma pose, con un documento en la mano y rodeado de símbolos: pluma, hojas de papel, con la diferencia de un sobre lacrado abierto y restos de papel en el piso. La misma idea del Libertador trabajando en un despacho se encuentra en una pintura del siglo XX, Los causahabientes (figura 3), encargada al pintor Tito Salas por el ex presidente Rafael Caldera en 1970. En ella aparecen los presidentes y caudillos venezolanos del siglo XIX: Bolívar en el centro, escribe con gesto pensativo, teniendo de fondo una ventana por la cual se percibe un magnífico paisaje de Caracas presidido por el Ávila, cuyo propósito, creemos, tiene como fin acentuar la identidad del Libertador con su ciudad natal. 53 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 general Juan Vicente Gómez, también de procedencia andina y cuyo régimen concluyó en 1935. El primero se encontró un país inmerso en una crisis política, social y económica, producida, entre otras causas, por el fracaso del intento modernizador emprendido por el general Antonio Guzmán Blanco quien gobernó a la nación, como ya se explicó, desde 1870 hasta 1888. La ciudad de Caracas podría considerarse como una especie de espejo del acontecer histórico-político del país. A principios del siglo XX mostraba las contradicciones propias de una fallida renovación, porque exhibía los rasgos de una nueva cultura urbana producto de la civilización europea finisecular. La capital crespista, heredera del guzmancisno, se comportaba aún más afrancesada, la burguesía era amante de la ópera y de las carreras de caballo, entre otras actividades; de ahí que se fundó el Jockey Club y se inauguró el hipódromo de Sabana Grande, así como se fomentó la costumbre de asistir al balneario de Macuto. Detrás de esos gustos cosmopolitas se escondía una realidad atrasada porque: La capital del inestable país arrastraba muchas rémoras de su pasado colonial, las cuales no eran ni siquiera percibidas por los parroquianos caraqueños, para quienes la diferencia entre Caracas y París no resultaban significativas; la brecha era más bien sufrida por los intelectuales viajados y liberales, cuyas obras literarias dieron vidas a diversos personajes que se opondrían a las restricciones de Crespo y Castro (Almandoz, 1997, p.161). A estos aspectos señalados debe sumarse la articulación de Venezuela al capitalismo mundial en las primeras décadas del siglo XX, proceso derivado arg s o 54 de la explotación petrolera caracterizado por la penetración del capital internacional en la sociedad venezolana, “creando en ella sus propias condiciones de reproducción, con lo cual determina un replanteamiento global de esta sociedad que ha ido asumiendo los rasgos capitalistas como dominantes e integrándose al sistema capitalista mundial” (Fierro y Ferrigni, 1986, pp. 121-122). El periodo que corresponde a este cambio va desde 1920 a 1950, durante el cual se ha llevado a “la sociedad venezolana de ser una sociedad de base agropecuaria con muy escasa formación de capital, a ser una sociedad cuya base relativamente diversificada, sustenta un intenso desarrollo del capital” (Fierro y Ferrigni, 1989, p. 130). Esto condujo a la clase dominante de fines del siglo XIX, conformada por terratenientes y comerciantes, a cambiar su actividad hacia el comercio importador, los servicios y la industria, lo que determinó que continuaran siendo los detentadores del poder. Este re-acondicionamiento de la actividad económica se reflejó en la emigración del campo a las ciudades, fenómeno que fue especialmente notorio en Caracas, la cual sufrió transformaciones negativas en muchos aspectos. A finales del siglo XIX había comenzado el problema, porque el “éxodo residencial de los grupos tradicionales reflejaba una primera escasez de viviendas en el centro de Caracas, el cual ciertamente se comenzó a congestionar con inmigrantes y actividades comerciales” (Almandoz, 1997, p. 173). En los tiempos de Crespo y Castro la ciudad se expandió hacia el noroeste, albergando a familias trabajadoras en la zona de La Pastora, al igual que en San José; en la primera surgió un tipo de vivienda más vernácula, diferente al eclecticismo de las casas de El Paraíso, urbanización que apareciera en 1890, ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 En los años veinte y treinta la ciudad de Caracas sufrió una expansión al tratar de satisfacer las necesidades de la clase trabajadora; por ello se desarrollaron urbanizaciones populares tales como Los Caobos (1924) y las cuatrocientas unidades de San Agustín del Norte (1925), las cuales propagaron el patrón del centro tradicional, transformándose éste en una zona insalubre llena de viviendas de alquiler abarrotadas de recién llegados (Almandoz, 1997). En este contexto se desarrolló la obra de algunos pintores que nos muestran a través de la ventana, una ciudad que empezó a desaparecer. La ciudad que se fue El tipo de viviendas que sufrió las negativas transformaciones aludidas en el apartado anterior correspondió al modelo de casa tradicional, creada durante el periodo colonial, caracterizada por un patio central que actúa como fuente de luz y ventilación, generando maravillosos juegos de luces y sombras; estaba rodeado de habitaciones, en las cuales transcurría la vida de una manera apacible y a veces silenciosa. Esta morada es la que muestra la pintura de Federico Carlos Brandt Casanova, artista caraqueño que desarrolló su obra desde 1898 a 1932. Coetáneo de la generación del Círculo de Bellas Artes (1912-1915), participó en las actividades de éste, exponiendo en sus salones anuales. Amigo de los pintores Antonio Edmundo Monsanto y Armando Reverón, plasma en su pintura flores, retratos, autorretratos, naturalezas muertas, interiores y paisajes; éstos comprendían marinas, vistas de Caracas y sus zonas aledañas para la época, como el cementerio de los Hijos de Dios, Antímano, San Bernardino, Sabana Grande, Petare, Valle Abajo, la Hacienda Izcaragua, Bello Monte, Agua Salud y La Casona. También trabajó como caricaturista en El Cojo Ilustrado a partir de 1907 con interrupciones hasta 1915. Colaboró más tarde con otras publicaciones como Élite, Actualidades y Billiken (Calzadilla, 1972). Entre las vistas de Caracas, Brandt le prestó atención especial a las calles de la ciudad y a los techos de sus casas, que a veces se apreciaban desde el interior de una habitación, vistos a través de una ventana. Estos interiores y las naturalezas muertas diferencian la obra de Brandt de la de sus contemporáneos, volcados a la representación del paisaje, tema predominante en la pintura venezolana hasta aproximadamente los años cuarenta, ya que el paisaje se había impuesto como un elemento definitorio de lo nacional a partir del Círculo de Bellas Artes (Guerrero, 1994, pp. 388-401); su predominio era tal que, en contadas excepciones, los artistas no reflejaban al ser humano y sus dramas, tampoco la intimidad del hogar. La captación del entorno natural sin representar los problemas inherentes a la ciudad era la pauta general. Quizás tenga que ver con el carácter de Brandt, comentado por el crítico Juan Calzadilla 55 al advertir que: Rasgos comunes de temperamento y actitud unieron a Reverón y a Brandt. El valor para vivir aislados en un mundo hecho por ellos mismos, a la medida de sus necesidades interiores, el desprecio de todo compromiso social y la voluntad de no pintar más que para sí mismos, obedientes sólo a sus descubrimientos, arg s o para ser habitada por las clases altas. El centro tradicional de la ciudad se empezó a tugurizar porque los terratenientes así lo preferían y dejaban que se convirtieran en los “así llamados ‘corralones’, en los que se proveían mínimas condiciones de espacio y facilidades” (Almandoz, 1997, p.173). 55 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 identificaron a estos dos hombres sencillos que amaban, cada uno a su modo, la ironía y la libertad (Calzadilla, 1972, p. 61). Ello ayuda a explicar su gusto por representar interiores en una época en que no interesaba dicho tema; asimismo, su afición por obras del periodo hispánico lo lleva a convertirse en coleccionista y a “practicar él mismo la artesanía y el diseño de muebles de características coloniales” (Calzadilla, 1972, p. 33). Vírgenes, tallas de santos, arcones, candelabros, baúles y pinturas aparecen decorando las habitaciones de su casa, representados con particular devoción. Igualmente los muestra en sus singulares naturalezas muertas, caracterizadas por el juego armonioso de la luz, el color y las relaciones espaciales, en una especie de acto de amor por nuestro pasado colonial. Pasado que parecía desmoronarse ante la acometida urbanística, comentada anteriormente, y que Brandt, tal vez, quiso también atrapar en sus pinturas, como se ve en Interior con azaleas (figura 5), de 1928, lienzo que nos muestra una habitación a través de cuya ventana se aprecian los techos de tejas rojas y el cielo azul caraqueño. La azalea sobre un arcón, la butaca de gruesos clavos y el parabán de madera crean una armoniosa conjunción témporo-estilística con los techos, al recordarnos el apacible mundo colonial, presente, también, en el rústico friso de las paredes y en la semipenumbra de la habitación. La invisible presencia del dueño se revela por los zapatos dejados al azar sobre el piso. Sosiego, reposo, tranquilidad y añoranza se contraponen a la intensidad de la luz exterior, tan cambiante como ese mismo mundo. Similares efectos se logran en Interior de 1928, Interior (figura 6) de 1930 e Interior, s/f, en los cuales la ventana se convierte arg s o 56 Figura 5. Federico Brandt. Interior con azaleas, 1928, óleo sobre tela, colección Oscar Rodríguez Machado y señora, Caracas (Calzadilla, 1972, p. 164). en la gran diosa del tiempo, a través de la cual saltamos, indistintamente, de la Colonia (habitación) al siglo XX (exterior). Es de hacer notar que la residencia del pintor estaba ubicada en pleno centro de Caracas, en la esquina de Mijares, “en cuyos altos tiene su taller. Desde la azotea domina los techos de la ciudad: hacia el Sur el sector céntrico comprendido entre la iglesia catedral y la Santa Capilla; hacia el Este, la perspectiva de la ciudad hasta el valle de San Bernardino” (Calzadilla, 1972, p. 32); por ello sus pinturas pueden ser consideradas un testimonio de la ciudad que se fue, victima del “desarrollo” urbanístico propiciado por el cambio de economía agrícola-pecuaria a economía petrolera. ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 la pintura, es usado así mismo por escritores y músicos” (Gállego, 1991, p. 140). De esta época son, también, las obras de Antonio Esteban Frías, artista que plasma interiores con el mismo sentido evocador de Brandt. Interior, s/f, es un ejemplo de ello: a pesar de las diferencias estilísticas entre ambos, los dos artistas recrean los ambientes decorados con pinturas, lo que además de representar la nostalgia por el pasado, es evidente efecto del cuadro dentro del cuadro, juego ilusionista que la pintura holandesa del siglo XVII usó con magistral pericia; sus practicantes “insisten en una idea del barroco: la del compartimiento estanco dentro de un todo, la de la célula que compone otra célula mayor. Este modo de subrayar las reglas del juego, de señalar al mismo tiempo lo ‘real ‘ y lo ‘ilusorio’ de Se desarrolla en el arte venezolano una especie de corriente surrealista que comienza con Héctor Poleo57 y Pedro León Castro, continúa con Armando Barrios, Braulio Salazar y, en los setenta, con el pintor zuliano Emerio Darío Lunar. Se diversifican los espacios y las situaciones representadas, al igual lo hacen en la década de los ochenta los, también zulianos, Carmelo Niño y Ángel Peña, quienes pueblan dichos espacios de seres y personajes fantásticos en el caso del primero y de féminas muy particulares en el caso del segundo. arg s o Figura 6. Federico Brandt. Interior, 1930, óleo sobre tela, colección Iván Lansberg y señora, Caracas (Calzadilla, 1972, p. 160). Lo interior versus lo exterior A partir de los años cuarenta la evocación y nostalgia por la ciudad, vista a través de la ventana, como se observa en las obras de Brandt, desaparece para dar paso a la representación de las transformaciones de la urbe o del paisaje; ambos, ahora, con el Realismo Social se convierten en escenarios donde el hombre venezolano realiza sus labores o sufre las consecuencias del desarrollo. Cuando las pinturas no pertenecen a esta tendencia generalmente son paisajes inscritos en la tradición del Círculo de Bellas Artes, por lo que son pocos los artistas que rehuyen estas temáticas y realizan desnudos, naturalezas muertas e interiores que a veces son retratos o autorretratos; otras muestran personajes, generalmente femeninos, en actitud de espera, de nostalgia, de ensoñación o quizás de evocación. Corresponden a un arte que indaga en realidades no objetivas y el medio más idóneo para lograrlo es la ventana, que regula espacio y tiempo, según la ubicación en la obra, tanto de ella como de los personajes y según lo que se permita apreciar a través de la misma. 57 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 El caraqueño Héctor Poleo ejecuta una serie de pinturas entre 1939 y 1952, que muestran ventanas colocadas en posición central, correspondientes a los periodos de Realismo Social y de Surrealismo experimentados por el pintor (Boulton, 1986); éstos son reveladores de las diversas influencias que recibió luego de culminar sus estudios de pintura en 1937 en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas y marcharse, por una beca que se le otorgó, para estudiar en la Academia de San Carlos de ciudad de México. De 1940 a 1941 y de 1944 a 1946 reside en los Estados Unidos, viviendo en Venezuela durante los intervalos de estos años; entre 1948 y 1958 residió en diferentes periodos en la ciudad de París (Galería de Arte Nacional, 1992). Respecto al influjo mexicano, el historiador Simón Noriega explica que, entre 1940 y 1944, Poleo pinta campesinos andinos venezolanos dedicados a sus labores cotidianas, diferenciándose del tono agresivo de Gabriel Bracho, otro de los artistas del Realismo Social: “De ahí su preferencia por las pinturas de Rivera antes de la de cualquier otro maestro de la Escuela Mexicana. Es a partir de Rivera, muy probablemente, que Poleo incorpora a su repertorio figurativo algunos aspectos de los artistas italianos del Renacimiento, sobre todo de Ucello, Mantegna y Piero Della Francesca (Noriega, 1983, p. 38). Igualmente acota que es en ciudad de México donde el pintor conoce obras de Dalí, Delvaux, Magritte y otros, por lo que su estadía en Nueva York no es “el único factor que determina su inclinación por la poética del surrealismo” (Noriega, 1983, p. 50); a esta opción no se entrega súbita e inopinadamente, sino que “la irá haciendo suya, de modo paulatino y personal, aprovechando cursos y recursos propios, sin desdeñar los ‘ajenos’ los cuales ya no son extraños arg s o 58 por haber sido incorporados reflexivamente al íntimo laboratorio formativo-expresivo del arte” (Silva, 2000, p.75) A esta asunción del movimiento artístico se suma su preocupación por los efectos y consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, de lo cual es testigo por haber residido tanto en Europa como en Estados Unidos, lo que se denota en su pintura por un cambio de temática y de estilo. Asimismo es pertinente señalar otro de los cambios acaecidos en su obra entre 1939 y 1952, periodo en el que persiste la representación de la ventana y que es denominado Clasicismo por el crítico de arte Carlos Silva (2000, p. 47), manifestado a partir de 1949 y caracterizado porque: El maestro no sólo recurre a fuentes de la antigüedad clásica (en sus postrimerías), sino que el clima fisonómico prevaleciente en las series de rostros y conjuntos femeninos es de equilibrio y transparente serenidad. Además, porque el hecho de asumir la prerrogativa de la línea y de la geometría, sobre cualquier otro medio de expresión, capturando el color dentro de los contornos remite, sin duda, a una impronta de orden clásico (Silva, 2000, p. 80). En el marco de estas tendencias Poleo representa a la ventana manteniendo una continuidad en tres aspectos: 1) el paisaje, 2) la mujer y 3) los elementos simbólicos. El primero lo retoma en la década del cincuenta, el segundo estará siempre presente en su obra y el tercero copa sus producciones de los años sesenta y setenta. Patsy (1939) y María de la Luz (1940), aunque realizadas en México, muestran un paisaje que se podría considerar venezolano, dada la similitud con algunas de sus pinturas más conocidas: Los tres comisarios (1942) y Tres figuras en marcha (1943). Igualmente es venezolano el paisaje representado en La ventana (1940), Los andinos ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 (1941), El ciego (1943), La carta (1943) (figura 7) y Mother and Child (1944), en las cuales se observa la forma geometrizada de las casas, de color marrón rojizo, a tono con los techos de teja, como en Patsy y Los andinos, o en marrón claro como en La ventana, estableciendo un contraste con el verde y azul de los valles, que adoptan forma ondulada en La carta, triangular en La ventana y Los andinos, sólo casas en Patsy y en María de la Luz y suaves cerros y frágiles arbustos en El ciego (1943). Este último recuerda al de Tres figuras en marcha, todo ello en oposición a las monumentales figuras modeladas finamente por el color y la delicada luz, resaltadas por las rígidas horizontales y las verticales de los marcos de las ventanas, a las cuales generalmente les falta la parte superior o uno de los laterales. Figura 7. Héctor Poleo. La carta, 1943, óleo sobre tela, colección privada, Caracas (Fundación Galería de Arte Nacional, 1992, p. 21). El paisaje mostrado diferencia los dos periodos, no así la representación de la mujer, quien protagoniza la obra, a veces acompañada de un hombre, otras veces retratada. Este aspecto revela una continuidad con el retrato venezolano del siglo XIX, al presentarla siempre en el escenario hogareño; cuando lo abandona como59 en Patsy, El ciego y La carta, le da la espalda al exterior para “mirar” hacia el interior de la casa, lo que sucede sólo en la primera obra señalada, porque en las otras dos los personajes cierran los ojos, al igual que se observa en otras obras de esa época (Las maternidades). Esta característica se ha relacionado con una enfermedad de los ojos que el pintor sufría en aquel tiempo (Boulton, 1986 y Noriega, 1983), por lo que no se puede descartar esa arg s o Diferente es el paisaje observado a través de la ventana en Nostalgia (1944), Recuerdo (1944), Dolores (1945), Maternidad (hacia 1945) y otra de 1946, ¿Ahora qué? y El héroe (1948) (figura 8), todas ellas insertas en su particular surrealismo, influenciado por los pintores René Magritte y Salvador Dalí (Noriega, 1983). Se caracterizan por el predominio del marrón de la tierra, casi siempre horadada por cráteres, quizás como una alusión a la devastación de la guerra, así como por el cielo azul, a veces muy intenso, como en El héroe y Recuerdo. El rectángulo de la ventana está completo y los personajes siempre están del lado interior de la misma. Pareciera que en este caso se sienten protegidos de los terribles acontecimientos del mundo exterior. La ventana cumple con su rol dialéctico de establecer relaciones entre ambos ámbitos, determinando la confrontación entre dos modelos existenciales: interior-hogar, correspondiente al yo, especie de vientre materno donde nada malo acontece; exterior-mundo, lugar posible de todas las catástrofes, de ahí lo hostil del paisaje. 59 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 interpretación; pero algunos elementos representados hacen pensar en un contenido simbólico como lo tendría el papel o carta en La carta, El ciego y Dolores. Asimismo el pañuelo en La carta y Recuerdo: en ésta el personaje masculino sostiene una figurilla y por último la desnudez de la mujer de La carta, una de las obras más enigmáticas realizadas por el autor en ese periodo. en “la tradición bíblica la desnudez puede tomarse en principio como símbolo de un estado donde todo está manifestado y no velado: Adán y Eva en el jardín del Edén” ( Chevalier y Gherbrant, 1986, p. 412); conocimiento y verdad se relacionan así con la desnudez. El simbolismo del papel “está ligado ya sea a la escritura que recibe, o a la fragilidad de su textura (papel arrugado, mascado, mojado)” (Chevalier y Gherbrant, 1986, p. 799). Los pañuelos o telas representados por Poleo, debido a la calidad de transparencia que presentan, permiten compararlos con el velo, el cual evoca “la disimulación de las cosas secretas; el desvelo es una revelación, un conocimiento, una iniciación: ‘Hemos quitado tu velo y hoy tu mirada es penetrante’ (Corán 50,21) (...); también se ha observado que revelar era tanto quitar el velo como recubrirse con un velo; tal es, en particular el doble papel del simbolismo (Chevalier y Gherbrant, 1986, p.1053). Y por último la ceguera “es por un lado símbolo de la ignorancia y la ofuscación y por otro también de la imparcialidad y del estar entregado resignadamente al destino, así como del desprecio del mundo exterior frente a la ‘luz interior ” (Biedermann, 1996, p. 96). Se podría concluir que los personajes representados están en conocimiento de la verdad, la cual se les ha revelado, nada ha quedado oculto, de ahí su aceptación; además poseen la luz interior, por tanto lo exterior es irrelevante y en consecuencia se entregan a su interioridad. Figura 8. Héctor Poleo. El héroe, 1948, óleo sobre tela, colección sucesión Jiménez Mujica, Caracas (Boulton, 1986, p. 43). La desnudez implica múltiples significados, entre ellos “el desvelo (en sentido literal) de las Dakini búdicas es el de la verdad, que también en Europa se dice desnuda, hablando del conocimiento puro”; asimismo, arg s o 60 Ha de señalarse que el velo, como tal, aparece en muchas de las pinturas realizadas por Poleo a partir de 1949, en las que los personajes femeninos lo llevan sobre su cabeza como en Mujer de la moneda (1951), Cabeza (1949) o La mujer del velo (1960), entre otras; también se cubren el rostro, tal como ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 La categoría ontológica del tiempo detenido, prevalece limpiamente sobre el concepto antitético de progreso, del indetenible devenir que todo altera. Y ello implica una actitud mental y espiritual, que será una constante en Poleo casi hasta la década de los 60, consistente en el deseo y la capacidad de abstraer el decurso temporal y su poder de vulnerar con lo fugaz, para quedarse con una espacialidad inmóvil eterna e impecable. Es el tranquilo triunfo de la cristalización del entorno, de la gran morada del hombre, en sus aspectos urbano o natural, como categoría artística opuesta a la soltura, ésta sí expresión del acaecer, de lo transitorio, del transcurrir cíclico o vectorial (progreso) del Cosmos crónico (Silva, 2000, p. 70, énfasis del autor). El crítico cita aquellos ejemplos que muestran personajes asomados en una ventana, desde el exterior para observar el interior, en particular Cabeza (1940), donde se muestra a una niña: Y por tanto con el signo esencial de la evolución, del crecimiento, en este caso, con un tempo interno, Poleo diamantiza la imagen privándola de cualquier tipo de conato de movimiento o modificación. Ella está allí en la eternidad de un instante detenido, cristalizada como la inmutable alteridad de la existencia de quien la pinta desde un recinto (existencia y alteridad también son integrantes de la serie de categorías ontológicas escogidas para al análisis del universo plástico de Poleo). Curiosamente, la existencia - el retratista - está en el interior, y en el espacio abierto, más allá del recuadro de la ventana, se concentra la estaticidad del ser-otro, de la alteridad silenciosa como lo son las construcciones de puertas, balcones y ventanas cerradas (Silva, 2000, p. 71). Algunos de los temas tratados por Poleo son representados por otros pintores, como es el caso de Alfredo López Méndez, quien en Maternidad (figura 9), s/f, establece la relación de la madre, sentada sobre la ventana, con el niño en brazos, con el paisaje que se continúa por medio de la ventana y que ocupa casi tres cuartas partes de la superficie pictórica. Pareciera que la ventana fuese sólo un pretexto para observarlo, dejando apreciar la visual conformada por dos árboles alineados en el lateral izquierdo, el valle en la zona intermedia y las geométricas formas de las casas, que ya han trepado el cerro. No hay separación entre el espacio interior y el exterior, la continuidad que se establece entre uno y61 otro se logra por la armonía de verdes y grises que se usa en las dos ambientes; el mismo verde del cerro ubicado en el plano de fondo se halla en el jarrón que forma parte de la naturaleza muerta ubicada en el primer plano y en el interior de la habitación. En esta obra se conjugan tres temas que han sido objeto de atención por parte de los pintores venezolanos de diversas generaciones: ventana, naturaleza muerta y paisaje. arg s o aparecen en La natividad del tiempo (1958), Ana Julia (1958), Mujer con velo (1957) y en muchas obras más. Otro elemento significativo apreciable en la pintura de Poleo se refiere al tiempo, el cual está muy vinculado con la representación de la ventana. Al respecto, Carlos Silva hace una lúcida interpretación que tomamos y extrapolamos a las obras que se han analizado; el crítico advierte que en Paisaje andino (1941) y en Paisaje de Mucuchíes (1943): 61 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Interioridad Los personajes inmersos en su interioridad, representados en una habitación con una ventana, han sido objeto de atención por diversos artistas, como ya se mencionó anteriormente; entre ellos Braulio Salazar, quien los pinta en una etapa de su trayectoria que Calzadilla inscribe en el Realismo Social en los siguientes términos: La tendencia figurativa que Braulio desarrolla por vía personal en el marco de una reacción contra el paisajismo de la Escuela de Caracas y que se caracterizó por la consideración de la figura humana en un contexto social expositivo, como la evolución posterior de esta tendencia tras el viaje de Braulio a México en 1947 y los ulteriores cambios que se originan en su obra por efecto, primero, de la influencia de Rivera y, luego del post-cubismo (Calzadilla, 1985, p. 32). Figura 9. Luis Alfredo López Méndez. Maternidad, s/f., óleo sobre tela, colección del artista, Caracas (Páez, 1974, p. 649). Cumple la ventana, en este caso, la función de servir de transición entre dos realidades de las cuales participa la mujer, quien en una posición intermedia, sobre la misma, y a pesar de encontrarse de perfil, nos sugiere esta interpretación. Quizás simbolice el momento histórico de la venezolana de los años treinta y de los cuarenta (la obra no indica la fecha pero, por sus características, pensamos podría corresponder a estas décadas), época de su incorporación a la escena pública, por medio de la actividad laboral o política y, por tanto, al paulatino abandono del hogar; debido a ello, la mujer, creemos, se representa sin atravesar definitivamente la ventana. arg s o 62 Aunque cronológicamente Aguadoras de Bejuma (1953), Constructor de sueños (1956) (figura 10), premio Arturo Michelena, y La ventana (1955) (figura 11), premio Pérez Mujica, ambos del Ateneo de Valencia, se inscriban en el Realismo Social, sólo la primera citada se puede considerar, por su contenido, afín a ese movimiento. En la segunda dos jóvenes se acercan a la ventana, de la que sólo se ve el lado inferior inconcluso, en el primer plano, delimitando un espacio copado por las figuras de robustos y torneados brazos, definidos por el color y la luz y que contrastan con los alargados cuellos. La cortedad del espacio y la ausencia de vista exterior acentúan la sensación de enclaustramiento; la ventana significa una especie de contención. La pequeña hoja sobre ella podría tener un contenido simbólico relacionado con la feminidad. Constructor de sueños, como su título lo indica, representa los anhelos de un niño que ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Figura 11. Braulio Salazar. La ventana, 1955, óleo sobre tela, colección Ateneo de Valencia (Calzadilla, 1985, p. 102). juega con barcos de papel, prontos, quizás, a navegar en el mar infinito que se contempla a través de la ventana y a la cual le da la espalda. La ventanapuerta es la intermediaria entre la realidad y la ilusión. Las figuras estilizadas y los espacios son semejantes en ambas pinturas; además: ...los ritmos que cursa el dibujo de contorno son amplios, mesurados y musicales (...) pero su utilización rítmica no procede del realismo, sino de las deformaciones cubistas, del simbolismo y, Jacobo Borges. El hombre escindido Con la pintura del artista caraqueño Jacobo Borges, la ventana adquiere una trascendencia nunca vista en el arte venezolano. Se podría plantear que acompaña la trayectoria vital del artista, convirtiéndose en uno de los elementos más arg s o Figura 10. Braulio Salazar. Constructor de sueños, 1956, óleo sobre cartón, colección Ateneo de Valencia (Calzadilla, 1985, p. 109). sobre todo, de la figuración femenina de Modigliani, con cuya obra llega a familiarizarse en París. El trazado geométrico de la perspectiva y el color abstractivo empleado en la escenografía simbólica en cuadros como La ventana o Constructor de sueños (...) proceden 63 de su comprensión de las corrientes abstractas (Calzadilla, 1985, p. 108). 63 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 significativos de su arte, porque le permite plantear, desde el punto de vista de los contenidos, las inquietudes que le agobian. Empieza a aparecer en su obra con Sin persianas (1965), aunque si se hace un ejercicio de imaginación, podrían vislumbrarse las estructuras de unas ventanas en la maraña de formas que componen el fondo de La pesca (1956). Respecto a ésta Borges declaró: Después de La pesca comencé a sentir que en ese cuadro había un dinamismo. Sin embargo, no se producía una tensión dramática. El hombre era arrastrado por el movimiento pero no lo controlaba. Al mismo tiempo, en América se sucedían fenómenos que transformaron toda nuestra conciencia sobre la realidad (...) La realidad se me convierte en una arena movediza. Lo que se ve (que no siempre es lo real) y lo que realmente es. Comienzan a aparecer en mi obra flores y jarrones y la risa. La risa en rictus y el rictus en la muerte y la muerte en canto y el canto en alarido (Galería de Arte Nacional, 1976, p. 60). por la jauría (1962), de Juan Calzadilla, uno de los primeros ejemplos de poesía urbana en nuestra literatura, escribe Ludovico Silva: ‘porque actualmente, vivir en Caracas es sobrevivir. Respiramos la atmósfera del luto; Caracas es una enorme viuda con azorados hijos. No hay vuelta de hoja: a pesar de los nombres, la derecha es la siniestra (Museo de Bellas Artes, 1995, pp. 19-20, enfasis del autor). La realidad venezolana se caracterizó, en la década de los sesenta, por un fuerte enfrentamiento político entre los gobiernos de filiación social demócrata y la oposición de izquierda, identificada con la revolución cubana y partidaria de la lucha armada, todo lo cual estuvo manifestado por una serie de hechos violentos: Afectado por esa situación, Borges cambió la temática de su pintura, por lo que en ese periodo no encontramos representación de la ventana. El estilo deviene en un fuerte expresionismo y gestualismo que le permite denunciar y confrontar los abusos de quienes detentan el poder; según la crítica estadounidense Dore Ashton, la “tradición expresionista que va de James Ensor hasta Willem de Kooning, ha sido asimilada y transformada” (Ashton, 1982, p. 53). Ahora sus obras se pueblan de muchos personajes, a diferencia de las anteriores que mostraban individuos solitarios; todos son grotescos, producen repulsión por las terribles dentaduras que muestran, o por las calaveras que los acompañan, todos son de rostros borrosos, construidos a fuerza de pinceladas (Ha comenzado el espectáculo, 1964) o de toques de pintura (La risa, 1962). También hay una violencia del color: Borges generalmente usa el negro, el gris, el naranja y sobretodo el rojo, con el cual construye el espacio, según lo use de fondo o en determinadas zonas de la obra. Aunados a un contexto generalizado de inestabilidad, inseguridad y pobreza. La ciudad de los techos rojos se ha convertido en el caos de Asfalto-infierno (1963), que describen Adriano González León en palabras y Daniel González en fotografías. Refiriéndose a Dictado El rojo se convierte en una constante de sus obras, en Sin persianas la figura yacente de una mujer o de una pareja - ya que la ambigüedad de las formas trazadas por irregulares y sensibles pinceladas rojas, no permiten identificarlas - tiene como fondo una ventana que apenas sugiere el mundo exterior. arg s o 64 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Al igual que muchas de 1965 (El fumador, La jugadora, II y III, entre otras), esta pintura plasma desagradables personajes en una habitación, presos de sus pasiones, deformes por sus apetitos, repulsivos por su chillona apariencia de inarmónicos colores. Figura en una habitación (La comedora de helados) (figura 12), de 1965, muestra a una horrible mujer monócula, colocada en el primer plano, con la copa da helado a un lado; detrás de ella unos elementos geométricos formados por planos de color marrón y unos balaustres que enmarcan su cabeza, contrastando con el fondo donde resaltan ventanas semicirculares, decoradas con cristales que recuerdan a las de fines del siglo XIX; en una de ellas hay un vidrio roto, al parecer por una piedra. Ventana, balaustres y vidrios rotos los representará Borges sistemáticamente en pinturas posteriores; entre ellas Figura 13. Jacobo Borges. El precio de no estar solo, 1970, óleo sobre tela, colección privada (Ashton, 1982, p. 88). Mujer morada y Alteración amarilla, ambas de 1972. Es un recurso del pintor, por medio del cual el pasado entra a formar parte de las obras, porque el balaustre remite a una época pasada; la ventana, según sea su forma y ornamentación, nos indicará el momento al que alude; y el vidrio puede tener múltiples significados, más aun si está roto, además de poder actuar como una superficie reflectante, lo que lo convierte en un espejo, elemento este de una gran capacidad 65 semántica. Los protagonistas borgeanos, encerrados en una habitación, son individuos fracturados, absolutamente escindidos, no tienen conexión con la realidad exterior; su dilema existencial los hace convivir entre dos tiempos: presente y pasado. Sus vidas están condicionadas por las relaciones con una ciudad deshumanizada e inmersa en conflictos sociales que arg s o Figura 12. Jacobo Borges. Figura en una habitación (La comedora de helados), 1965, óleo sobre tela, colección The Salomon R. Guggenheim Museum, Nueva York (Ashton, 1982, p. 81). 65 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 hace de sus habitantes, no ciudadanos, sino personas desarraigadas, desvinculadas con su entorno, aisladas, sin integrarse, y que están a solas consigo mismo. La soledad puede manifestarse, al cerrar una persiana, negándose también el pasado como en El precio de no estar sólo (1970) (figura 13), donde un hombre, un fumador, se acompaña de una mujer, vestida de color naranja y a la cual suponemos le ha pagado para que lo acompañe; este objetivo parece no haber sido logrado, pues ella se coloca, sarcásticamente, detrás de él, mostrando una mano enguantada y en la otra, especie de zarpa, se coloca un anillo. Rostros y manos son borrosos: en ellos se advierte la huella del pincel, contrastando con todo lo demás representado, sobretodo con una serie de siluetas, colocadas en una mesa de franjas multicolores, de tintas planas, sobre la cual hay tres frutas; en uno de sus extremos, cerca de la pareja, un frutero, tratado también con pinceladas irregulares, creando estos dos elementos una particular naturaleza muerta. Mesa, personajes y persianas conforman una inquietante escena, por irreal. Algo fastidia e incomoda al espectador del cuadro: puede ser la diferencia de estilos que, según lo comentado por el crítico Perán Erminy, “simultáneamente intervienen en una sola imagen, que en su conjunto es más precisa y menos ambigua que las de sus cuadros anteriores” (en Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, 1988, p. 60). El cerrar o abrir persianas se convierte en un mecanismo que le permite a Borges expresar las visiones, los temores o los anhelos de sus personajes. Se podría señalar un proceso en su pintura que va desde la absoluta clausura, observada en El precio de no estar solo, a la paulatina apertura de las ventanas, para llegar, sino al total descubrimiento, a la transparencia del cristal. Ésta surte el mismo efecto, tal como se observa en los ventanales de Amanecer arg s o 66 (1978) (figura 14), única interferencia entre el adentro y el afuera, que no es tal porque ambas realidades se interprenetan o se confunden y a la vez se diversifican por el efecto del reflejo multiplicado en paneles, probablemente de vidrios, colocados sucesivamente en la habitación, ocupada por una mujer dormida y por hombres que flotan. Como se aprecia, las imágenes reflejadas son otros de los recursos simbólicos usados por Borges en sus pinturas, dignas de un estudio, que escapa al propósito de la presente investigación. El proceso referido ofrece varias posibilidades; así, encontramos ranuras en La celosía (1974) (figura 15) que no es tal, sino una romanilla o una persiana, obra donde el predominio del rojo es total: piso, paredes y techo son de este color, sólo quebrantado por la vibración del blanco de dos bombillos colocados simétricamente en la habitación; se delimita así un sector de la pared-ventana, a través de la cual se percibe una figura, en tonos crema y naranja, que acecha desde afuera; igualmente, unas sombras negras y verdes, parece que comenzaran a penetrar por las ranuras de la ventana derecha. Habitación inconclusa que llena de incertidumbre al no saber qué hay dentro de la misma, ¿por qué acecha o amenaza el personaje que mira? El rojo domina obsesivamente, no permite distracción, mantiene la tensión al límite al igual que en Reunión con un círculo rojo (1975), obra muy conocida por haber inspirado al escritor argentino Julio Cortázar a escribir un cuento con el mismo título. En ésta el rojo aniquila, crea un espacio que turba, por la tirantez visual producida al extenderse como una mancha. Color repetido en El tiempo que pasa I (1974), donde cubre una gran puerta con vanos rectangulares, atravesados por un hombre; el blanco invade una zona de la superficie, dando a entender ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Figura 14. Jacobo Borges. Amanecer (Tríptico), 1978, óleo sobre tela, colección Embajada de Venezuela en Brasil (Ashton, 1982, pp. 177-178). El pintor sigue utilizando este color como el principio dominante en varias obras de estos años, por ejemplo en La novia II (figura 16), segunda parte de La novia I, ambas de 1975; la primera al parecer relacionada con La celosía, porque presenta la continuación de la habitación que se veía en ésta, con el personaje que acecha, esta vez señalado por una equis, signo usado por Borges en varias de sus obras, al igual que la flecha que señala a un grupo de personajes ubicados del lado izquierdo. Según Dore Ashton: Borges juega con los efectos positivos y negativos, haciendo destacar la figura y los objetos sobre un extraño fondo escarlata. Aquí también la novia, en actitud expectante, está oculta detrás de los otros en el umbral de una puerta, donde su rostro pálido está señalado por una flecha. A la derecha del cuadro un rostro, tachado con una X, mira a través de las persianas. En el primer plano hay una mesa representada con trazos rápidos, sobre la cual una serie de objetos confusos y difíciles de identificar revela la naturaleza insubstancial de la imagen. No hay substancia, sólo sueño (Ashton, 1982, p. 117). Estos objetos semejan una gran naturaleza muerta, colocados en un primer plano, simulan las sobras de un67 festín; quizás su presencia se relacione con lo que creemos signifique el rojo en este periodo de la pintura de Borges, usado en Ayer (1975), donde nuevamente cubre paredes, pisos y techos. El rojo “se considera agresivo, vital, cargado de energía, afín al fuego y sugiere tanto el amor como la lucha entre la vida y la muerte” (Biedermann, 1996, p. 401). arg s o que el rojo desaparecerá, tal como en El tiempo que pasa II (1974), pintura muy similar a la anterior, al presentar la misma estructura, esta vez cubierta de una finísima cuadrícula o malla blanca que apaga todos los colores; aquí una figura femenina arrodillada, de espaldas al posible espectador de la pintura, ha cruzado la habitación para acceder a otra realidad. Se podría preguntar ¿acaso el tiempo es rojo? 67 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Figura 16. Jacobo Borges. La novia II, 1975, acrílico sobre tela, colección Banco Industrial de Venezuela, Caracas (Ashton, 1982, pp. 143-144). pintura, aquél se cubre la cabeza con un sombrero rojo, convirtiéndose, por tal motivo, en acento visual de la representación. No es casual que, entre los múltiples significados del mismo, se encuentre su ambivalencia: Figura 15. Jacobo Borges, La celosía, 1974, acrílico sobre tela, colección Ezequiel y Emiliano Borges J., Caracas (Ashton, 1982, p. 113). También se le relaciona con la prostitución: Borges lo ha usado en las grotescas mujeres de muchas obras de los años sesenta y relacionándolo con el poder, al cual se podría considerar la máxima expresión de la prostitución de las relaciones políticas, económicas y sociales, como en Ha comenzado el espectáculo y Continúa el espectáculo, ambas de 1964, donde lo usa de fondo de los pervertidos personajes que sin pudor se mezclan; “cada una de estas figuras, que aparecen con rasgos imprecisos y como rellenos de paja, representa un personaje en una de las comedias humanas más crueles: el magistrado, la prostituta, el general, el aristócrata, el prelado. Surgen de nuevo en el cuadro realizado en 1965, ‘Humilde ciudadano’, sólo que aquí son más decididamente siniestras” (Ashton, 1982, p. 53). Porque en esta obra se representa a un asesino cuya pistola encañona directamente al espectador de la arg s o 68 Color recóndito que es la condición de la vida. Cuando se derrama significa la muerte (...) semejante entredicho se ha extendido por mucho tiempo a todo hombre que vertiese la sangre de otro, aunque fuese por una causa justa; el verdugo vestido de rojo es como el herrero, un intocable, porque toca la propia esencia del misterio vital que encarna el rojo centrípeto de la sangre y del metal en fusión (Chevalier y Gerbrant, 1986, pp. 888-889, enfasis nuestro). Como se ha señalado, en las obras de este periodo, de fuerte denuncia político-social, Borges asocia el rojo a los desvaríos y desafueros del poder. Otro significado adquiere en las obras posteriores que hemos citado, en las cuales la preocupación por la relación entre lo interno y lo externo, la condición temporal y la circunstancia existencial del hombre, colman la preocupación del pintor. Las obras de los años setenta revelan a un ser humano escindido, alienado, que se debate entre el pasado y el presente (Ayer,1975; Espacio,1978), confrontación, como ya ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Figura 17. Jacobo Borges. Todo pasa detrás, 1978, óleo sobre tela, colección Galería de Arte Nacional, Caracas (Ashton, 1982, p. 181). Fig. 18. Jacobo Borges. La taza pequeña, 1981, óleo sobre tela, colección Galería de Arte Nacional, Caracas (Ashton, 1982, p. 230). de otro cable, en el primer plano y sobre una mesa, emblemas 69 de precariedad, de inestabilidad o de lo absurdo, al igual que el fragmento de madera en el mismo primer plano. Todo conforma una situación irreal. La misma irrealidad se observa en La taza pequeña (1981) (figura 18), donde la ventana, el rojo, los bombillos - uno blanco y otro azul - y unos cables rojos y blancos recubren toda la superficie de una habitación ocupada por un personaje dormido, sobre arg s o se ha señalado, representada por elementos arquitectónicos y por otros que podrían tener un significado simbólico; como el bombillo, muy elocuente en Todo pasa detrás (1978) (figura 17), colgando a la derecha y por detrás de una persiana semi-abierta, proveniente de un cable que recorre la figura de una mujer monócula (recuérdese a Figura en una habitación) porque un fuerte trazo rojo atraviesa su rostro tapándole un ojo, trazos que se repiten acompañados de otros negros. Destaca la fuerte línea roja que divide horizontalmente la obra, en su tercio inferior y de la que gotea la pintura como si fuese sangre; la mujer se representa enguantada, conformada por pinceladas borrosas y con expresión alucinada, colocada tras una ventana, intermedio entre el espectador y una realidad que se adivina absurda y terrible. A esto se une el recorrido y enrrollamiento 69 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 el cual flota un libro semi-abierto; la escena se completa por una pequeña taza colocada en el ángulo inferior derecho. Los cables y bombillos están colocados en un soporte que recuerda las estructuras usadas en los teatros para la iluminación, influencia perceptible en la pintura de Borges, no sólo por metaforizar al poder con el espectáculo y a las relaciones humanas, sino por colocar, en muchas de sus obras, a los personajes en un medio que simula un escenario teatral. Al igual que en esta obra, en otros numerosos ejemplos Borges representa un complejo universo poblado por seres atrapados en su angustia existencial, develada por la ventana, cuyas múltiples posibilidades de interrelacionar diversas realidades y escalas de tiempo la convierten en inapreciable mecanismo de indagación de ese hombre: el venezolano, sólo en sus conflictos o enfrentado a la realidad de la ciudad y del país. con el paisaje externo, totalmente visible desde la ventana. El paisaje de la ciudad acentuaba la identidad del Libertador, al igual que sucedía con los de otras figuras relevantes del país. Conclusiones La representación de la ventana en las pinturas del siglo XIX permitió acercarse, a través del retrato, a la situación de la mujer en esa centuria, vista en el rol que le asignaba la sociedad: madre y señora, confinada al ámbito hogareño. En estas obras, además de usarse como fuente de luz de la representación, la ventana cumple la función de valorar la condición moral de la mujer, según sea su ubicación respecto a ella. Siempre le dará la espalda como correspondía a una dama respetable de la época. Un universo de complejidad se manifiesta en los cerrados ámbitos de algunas pinturas de Jacobo Borges de las décadas de los sesenta y setenta, en donde los personajes se enfrentan a sí mismos en un enclaustramiento total. Habitaciones que a veces aparecen pobladas de situaciones y personajes absurdos, que se cuelan por los intersticios de las ventanas, sugieren atmósferas irreales, inciertas, que denotan la soledad, el miedo y la angustia del ciudadano venezolano desarraigado de la ciudad. En otras obras las habitaciones se llenan de grandes ventanales, que traslucen el paisaje o reflejan al mismo recinto, creando imágenes ilusorias, realidades ficticias. En estas pinturas la ventana se convierte en un elemento de gran capacidad simbólica, al ir más allá de su papel en la composición, al convertirse en un elemento autónomo que regula la interpenetración de dimensiones diferentes, de realidades alternas, al tiempo que crea nuevas situaciones y escenarios. El análisis de las obras del siglo XX reveló un paulatino cambio: la ventana aparece abierta, generalmente se observa el paisaje y la mujer no la evade. Se puede interpretar que la apertura de la ventana simboliza el cambio de la situación social de la venezolana en el siglo XX. En los retratos de este siglo de personajes históricos como el de Simón Bolívar, se le relacionaba arg s o 70 La evolución y transformación urbana de Caracas también se observaba a través de la ventana, tal como lo plasmó el pintor Federico Brandt, quien asimismo hizo una contraposición entre el pasado, representado por los interiores de las casas coloniales que pintaba, y el presente, simbolizado por el exterior que se contempla desde el vano. El intimismo de los personajes queda sugerido en las obras de los años cuarenta y cincuenta, en las cuales los sueños y evasiones se relacionan con el paisaje exterior, que se manifiesta por la ventana; en ellas es indiferente que los personajes se acerquen o den la espalda a la misma, lo que importa es su actitud reflexiva. ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Bibliografía Almandoz, A. (1997). Urbanismo europeo en Caracas (1870-1940). Caracas: Fundarte, Equinoccio. Ashton, D. (1982). Jacobo Borges. Caracas: Armitano Editor. Ávila, A. (1993). Imágenes y símbolos en la arquitectura pintada española (1470-1560). Barcelona: Editorial Anthropos. Biedermann, H. (1996). Diccionario de símbolos. Barcelona: Paidós. Boulton, A. (1968). Historia de la pintura en Venezuela. Época nacional. De Lovera a Reverón. Caracas: Editorial Arte, tomo II. Boulton, A. Poleo. (1986). Caracas: Macanao ediciones. Calzadilla, J. (1972). Federico Brandt. Caracas: Ernesto Armitano Editor. Calzadilla, J. (1985). Braulio Salazar. Caracas: Armitano. Carbonell, E. (1990). La pintura. En Freixa, M., Carbonell, E., Furió, V., Vélez, P., Vilá, F. y Yarza, J. Introducción a la historia del Arte. Fundamentos teóricos y lenguajes artísticos (pp. 169-214). Barcelona: Editorial Barcanova. Chevalier, J. y Gherbrant, A. (1986). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Editorial Herder. Fierro, L. y Ferrigni, Y. (1986). El proceso de estructuración capitalista en la formación social venezolana. En Carrera, G. (Coord.), Formación histórico-social de Venezuela (pp. 121-195). Caracas: Universidad Central de Venezuela (UCV). Gállego, J. (1991). El cuadro dentro del cuadro. Madrid: Cátedra. Galería de Arte Nacional (1976). Jacobo Borges. Catálogo de exposición, 1. Caracas: GAN. Galería de Arte Nacional (1998). Genio y gloria de Arturo Michelena. 1863-1899, en el centenario de su muerte. Catálogo de exposición, 189. Caracas: GAN. 71 Galería de Arte Nacional (1992). Héctor Poleo. Exposición itinerante. Caracas. GAN. Guerrero, A. (1994). Génesis y evolución de la pintura de paisaje en Venezuela. (1840-1912). Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense, facultad de Geografía e Historia, departamento de Historia del Arte III. Honour, H. (1981). El Romanticismo. Madrid: Alianza Forma. Honour, H. (1982). Neoclasicismo. Madrid: Xarait ediciones. Huvenne, P. (1989). Bernard van Orly. En La pintura flamenca en el Prado (pp. 90-91). Amberes: Fonds Mercator. o arg s 71 ARTÍCULO: A través de la ventana. Del paisaje y otros temas en la pintura venezolana (1850-1970) Aura Guerrero Rodríguez / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 45-72 Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (1988). Jacobo Borges. De la pesca...al espejo de agua.1956-1986. Catálogo de exposición, 85. Caracas: MACC. Museo de Bellas Artes (1972). Retrospectiva de Federico Brandt. 1898-1932. Catálogo de exposición, 12. Caracas: MBA. Museo de Bellas Artes (1974). Héctor Poleo. Retrospectiva. Catálogo de exposición, 7. Caracas: MBA. Museo de Bellas Artes (1995). La década prodigiosa. El arte venezolano en los años sesenta. Catálogo de exposición, 919. Caracas: MBA. Museo Thyssen-Bornemisza (2001). Forma. El ideal clásico en el arte moderno. Catálogo de exposición. Madrid: Museo Thyssen-Bornemisza. Noriega, S. (1983). La pintura de Héctor Poleo. Mérida: Mérida Entidad de Ahorro y Préstamo y Dirección General de Cultura y Extensión, Universidad de Los Andes. Pino, E. (1994). Discursos y pareceres sobre la mujer en el siglo XIX. Revista Bigott, 29, pp. 14-27. Quintero, I. (1998) Mirar tras la ventana. Testimonio de viajeros y legionarios sobre mujeres del siglo XIX. Caracas: Secretaría de la Universidad Central de Venezuela. Silva, C. Poleo. (2000). Caracas: Consejo Nacional de la Cultura (CONAC). arg s o 72 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 ARTÍCULO Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII* Rosario Salazar Universidad Central de Venezuela salazarbravo@gmail.com The arrabales. An approach to the outskirts of Caracas at the end of the 18th century Abstract: The creation of neighborhood mayors and the issue, in 1775 and 1778, of the main documents controlling their functions, provide an opportunity to explore those which must have been the most remarkable characteristics of the outskirts of Caracas by the late 18th century. As other produced by the town council and the governor of the province, such normative was aimed at regulating and controlling the population’s social behavior. In this article, serve to the analysis of the spatial and functional shaping of the city outskirts, also known as arrabales. Keywords: Caracas, Mayors, neighborhoods, outskirts, arrabales. Resumen: La creación de la figura de alcaldes de barrio, y la promulgación en 1775 y en 1778 de los principales documentos reguladores de su función, dan ocasión de explorar las que deben haber sido más resaltantes características de la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII. Dichas normativas, así como otras producidas por el cabildo y la gobernación de la provincia, tuvieron como propósito original regular y controlar el comportamiento social de la población. En este artículo, ellas posibilitan analizar la conformación espacial y funcional de esos confines de ciudad, también conocidos como arrabales. Palabras clave: Caracas, alcaldes, barrios, periferia, arrabales. Les arrabales. Une approche aux banlieues de Caracas à la fin du 18ème siècle Résumé: La création de la figure de maires de quartier et la promulgation, en 1775 et 1778, des principaux documents régulateurs de leurs fonctions sont une occasion pour explorer celles qui doivent avoir été les plus notables de la périphérie de Caracas à la fin du dix-huitième siècle. Comme d’autres produites par la mairie et le gouvernement de la province, ces normatives ont eu le propos original de réguler et contrôler le comportement social de la population. Mais dans cet article elles permettent d’analyser la conformation spatiale et fonctionnelle de ces banlieues, aussi connues comme arrabales. 73 * Mots clés : Caracas, maires, quartiers, banlieues, arrabales. arg s o Una primera versión de este artículo se presentó como ponencia en el 52 Congreso Internacional de Americanistas, Sevilla, España: Universidad de Sevilla, 17-21 julio, 2006. 73 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 Introducción Por intermedio del gobernador de la provincia de Venezuela, la administración metropolitana trasladó a Caracas, a finales del siglo XVIII, una expresión práctica de las que serían posteriormente conocidas como reformas borbónicas.1 Así, se impuso la presencia de unos funcionarios cuya eficiencia ya había sido probada en Madrid,2 llamados alcaldes de barrio, quienes tendrían como objetivo velar por lo que debía haberse considerado, para entonces, un normal y adecuado desenvolvimiento social. Para facilitar su tarea se les asignaron unos ámbitos de actuación de límites coincidentes con los de las parroquias eclesiásticas, aunque se exceptuó de su jurisdicción la parroquia Catedral, correspondiente al casco central. Esto último pudiera ser indicativo de que la figura se concibió para normar las áreas circundantes a ese núcleo y las localizadas aún más lejos, y que constituían la periferia de la ciudad, o lo que es igual, sus arrabales. Las evidencias gráficas y textuales existentes sobre éstos3 remiten a una ocupación espacial desordenada y dispersa y a unos usos del suelo transgresores de las leyes, así como a un comportamiento social no acorde con el sentir común, razones todas que parecían justificar la propuesta de una presencia continua de autoridades hacia esos confines citadinos. Aparentemente la Gobernación y el Cabildo tuvieron fe en el éxito que tendría a futuro la labor de los alcaldes de barrio, ya que ambas instancias concibieron de manera simultánea algunas previsiones de desarrollo hacia esos arrabales de Caracas, cuya puesta en práctica sólo podría haber sido posible una vez que éstos se rescatasen e incorporasen de manera eficiente al normal, diario, y ya aceptado devenir urbano. arg s o 74 Lo semántico En el año 1775 el gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, don José Carlos de Agüero,4 sometió a la consideración del rey Carlos III el Reglamento para el establecimiento de quatro Alcaldes celadores de Barrios, convencido de que la creación de esta figura en Caracas era vital para velar por “el orden civil y económico”. Esgrimió para ello argumentos como los siguientes: La extensión considerable de esta Ciudad a causa del fomento de su populación (...) hace que la población posea un espacioso terreno, y que sus barrios se hallen considerablemente distantes del centro de la Ciudad, en donde residen los Jueces que administran justicia, cuio celo no es bastante para velar como corresponde sobre la observancia de el orden civil, y economico, que haze la tranquilidad publica, y pacifica sociedad mutua de los vecinos. Por este motivo en estos Barrios hallan comodo refugio los vicios, los esclavos fugitibos, y vagabundos, acogida mal cumplida la observancia de lo que se manda, y otros mas perjudiciales males, que todos seran remediados por el zelo inmediato de estos comisionados... (De-Sola Ricardo, 1967, p. 48). Ciñéndonos a las descripciones expresadas en el párrafo precedente, debe deducirse que el centro de la ciudad no era considerado un barrio. Se utilizó esa denominación para las áreas periféricas a éste, que al encontrarse fuera del control gubernamental tendían a ser propicias para los que parecen haber sido considerados comportamientos sociales inadecuados, por lo que se imponía en ellas la presencia de algún tipo de autoridad. La expresión espacial de esta propuesta fue el Plan de la Ciudad ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 de Caracas con División de sus Barrios, que muestra la primera idea concebida sobre las posibles jurisdicciones de los nuevos alcaldes y que corresponderían con las parroquias eclesiásticas existentes: San Pablo, Altagracia, Candelaria y Santa Rosalía.5 sobre un tema de evidente ámbito local. Singular observación, que muestra cómo en la Metrópoli se entendía la importancia que había tenido esta entidad administrativa en el desarrollo de las ciudades de las provincias de ultramar. Una vez sometido el Reglamento a la revisión de los cabildantes, éstos le hicieron algunas modificaciones en 1778 y lo convirtieron en un documento llamado Instrucción, en cuyo articulado manifestaban su desacuerdo con el uso dado en el primero a la palabra barrio para aludir a zonas que eran descritas más bien como arrabales. Por esta razón presentaron una protesta relacionada con el significado semántico de dicha palabra y la intención de su uso por parte del gobernador Agüero: La respuesta emanada desde Madrid para esta iniciativa del gobernador de la Provincia fue bien significativa, al ser reprendido por lo que se calificó como una actuación “acelerada y sin formalidad” al haber obviado consultar la opinión del Ayuntamiento arg s o Figura 1 (CEHOPU, 1989, p. 158). 1° En consideración a la grande extensión de esta Ciudad que se compone de mas de ciento y treinta quadras, o manzanas de aciento y cincuenta varas quadradas cada una, y a que, según la proposición que hizo a su Majestad, el Señor Don Josef Carlos de Agüero, para la creación de alcaldes de Barrio, quedaba sin estos nuevos Ministros toda la feligresia de la Santa Iglesia Catedral que es bien extensa, y que la voz Barrios comprende toda la población distinguiéndose de la de Arrabales (que es lo que, al parecer, se tubo presente en la nominación de las 75quatro Parroquias de Altagracia, San Pablo, Candelaria y Santa Rosalía, que bogean el centro de la ciudad) se tiene por util, necesario y conveniente la creación de ocho Alcaldes de Barrio en quienes se reparta toda la ciudad proporcionalmente por quadras enteras, sin atención a que sea por Parroquias por la incomoda división de las Feligresias de estas (DeSola Ricardo, 1967, p. 49). 75 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 Dirimir hoy en día sobre esta controversia obliga a acudir al Diccionario de Autoridades del siglo XVIII, según el cual la palabra barrio significa: “El distrito o parte de alguna Ciudad o lugar, que con nombre particular se distingue de los demás de la Ciudad; como barrio de Leganitos, de Lavapiés, de las Maravillas, etc.”, mientras que la palabra arrabal alude a: Población contigua y adyacente a las Ciudades y Villas populosas fuera de las murallas o cercas, la que suele gozar de las mismas franquezas y privilegios, y se gobierna por las mismas leyes y estatutos que la Ciudad o Villa. (...) Todos aquellos que tienen o tuvieren casas de sus moradas dentro de los muros de las Ciudades, Villas y Lugares de nuestros Reinos no sean osados de salir a morar a los arrabales fuera de los dichos muros (Real Academia Española, 1963, tomo I, pp. 398, 399 y 636). Según las acepciones anteriores, en el siglo XVIII era tenido como barrio todo lugar o área reconocida, o por lo menos reconocible, dentro del límite urbano, y definida por alguna característica que le permitía, incluso, tener un nombre propio. Para el caso de Caracas, sus barrios estarían identificados a partir de las parroquias, cuyas nomenclaturas respondían a la advocación de las iglesias que en ellas se localizaban. El arrabal, en cambio, remitía a aquello que por estar fuera de las murallas, en este caso más allá de las quebradas limítrofes de la ciudad, era innombrable, indigno, y constituía un lugar donde vivir implicaba prácticamente una osadía. La definición presentada en el Diccionario no especifica las razones por las cuales vivir allí constituía esa osadía, y este término podría ser difícil de entender si, como allí mismo se indica, esa zona solía gozar de los arg s o 76 privilegios y formas de gobierno del área central. Pero esto podía aludir, sin duda, a la presencia de actos mal vistos y personajes de dudosa reputación, en el decir del propio Agüero “en estos Barrios hallan cómodo refugio los vicios, los esclavos fugitivos y vagabundos”. Evidentemente para este gobernador esas localidades de San Pablo, Altagracia, La Candelaria y Santa Rosalía se hallaban tan lejos del centro de la ciudad como del control de las autoridades; es decir, aunque ciertamente se refería a ellas con el término barrios, las describía más bien como arrabales según la acepción ya citada. Se comprende entonces la incomodidad de los funcionarios del Ayuntamiento y la consecuente exigencia realizada por ellos para que se utilizase un criterio más preciso para establecer la relación adecuada entre la palabra y el objeto. Otra corrección introducida por el Cabildo a la propuesta del Gobernador fue aquella en la que señalaban que los nuevos alcaldes debían tener jurisdicción expedita y firme sobre todos los barrios que formaban parte de lo que era Caracas propiamente dicha, por lo cual proponían dividir ésta no en cuatro sino en ocho partes iguales, siguiendo un criterio que en vez de estar basado en los límites de las parroquias eclesiásticas lo hacía en una estricta rigurosidad geométrica. Ello posiblemente no fue más que una excusa para aumentar el número de plazas definidas para los alcaldes de barrio debido a los beneficios económicos que, según el Reglamento y la Instrucción, podía reportar su labor, lo cual convirtió a esta figura en una muy popular entre quienes se ajustaban a los requisitos exigidos para ejercer el cargo.6 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 La trama El citado Plan de la Ciudad de Caracas con División de sus Barrios, que acompaña el Reglamento original, muestra esa primera división realizada siguiendo los límites de las parroquias eclesiásticas, por lo cual la resultante es la definición de los cuatro barrios ya mencionados. Cada uno de éstos poseía un centro vital no necesariamente geométrico, cuyas actividades giraban en torno a la iglesia y la plaza pública colindante, en una suerte de repetición a escala algo menor de la dinámica del núcleo principal de Caracas alrededor de su plaza Mayor. En palabras del Reglamento: “La extención considerable de esta Ciudad (...) hase que la Población posea un espacioso terreno...” (De-Sola Ricardo, 1967, p. 48). En realidad, y según el plano, Caracas estaba conformada por doscientas cincuenta y seis cuadras, aunque luego el texto correspondiente a la Instrucción ajustara este número, de manera imprecisa, a “más de ciento y treinta cuadras” (DeSola Ricardo, 1967, p. 49). Curioso desfase entre lo dibujado en 1775 y lo escrito en 1778, que hace suponer que el número de cuadras citadas en la Instrucción remitía a aquellas que se hallaban completamente ocupadas y por tanto eran consideradas parte de la ciudad propiamente dicha, mientras que las aproximadamente ciento veintiséis restantes, que se hallaban vacantes o escasamente desarrolladas, eran consideradas parte de sus arrabales. la propuesta, en el que se evidencia la presencia de numerosas edificaciones de reducido tamaño en una misma cuadra, algunas de ellas implantadas de tal forma que irrespetaban de manera incuestionable el tradicional alineamiento de las fachadas hacia las calles. El imaginario gráfico pretendía disimular toda esta situación dibujando las construcciones sobre una inexistente cuadrícula, subterfugio que también podría haber obedecido a la intención de evidenciar el propósito de prever de antemano su crecimiento siguiendo la norma, todo ello dada la circunstancia de que el documento debía ser consignado ante las autoridades metropolitanas. Y es que si bien Caracas se extendía de forma reticular desde su núcleo, sus límites extremos se caracterizaban por presentar una ocupación dispersa e imprecisa. La estricta cuadrícula colonial, que en el siglo XVI destinaba cuatro solares a cada manzana o cuadra, comenzaba a desaparecer hacia la periferia a fines del siglo XVIII. Así lo representa el plano de Cierta presión ejercida desde el siglo XVII para ocupar los límites de la ciudad se percibe a partir de las numerosas peticiones dirigidas al cabildo solicitando el otorgamiento de “jirones de solares cerca de las quebradas”. Esto explicaría el aparente desorden de la ocupación periférica y podría evidenciar la presencia de viviendas levantadas con materiales Los usos del suelo Si difícil fue a las autoridades imponer el acatamiento de la normativa existente con relación al desarrollo ordenado de la periferia, lo que se evidencia en la irregularidad de la trama, podemos suponer que en su quehacer cotidiano la población se permitió también ciertos desacatos a lo establecido legalmente en materia de localización de usos del suelo y funcionamiento de las actividades urbanas. Es evidente que el uso residencial era el predominante. Los habitantes con mayor poder adquisitivo ocupaban la zona central, y a medida que los recursos económicos escaseaban, se alejaban las oportunidades de habitar cerca de la plaza Mayor; por lo que se favorecía así, cada vez más, el crecimiento 77 de los extremos periféricos. o arg s 77 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 precarios en esos espacios irregulares que el gobierno local otorgaba a personas de escasos recursos. Sin embargo, esto último no era la norma. También algunas de las principales familias de la época llegaron a ocupar los confines de la Caracas de entonces, construyendo allí sus casas o estancias de recreo, invariablemente implantadas en grandes parcelas. Tales fueron los casos de la vivienda de la familia Bolívar localizada hacia el sur, en las adyacencias del río Guaire, y la estancia del marqués de Mijares localizada hacia el norte, adyacente a la quebrada Anauco. Esa relativa lejanía de los arrabales propiciaba su ocupación con usos distintos al residencial, que si bien se consideraban necesarios, se reconocían como funcionalmente entorpecedores del normal desenvolvimiento citadino. Entre éstos figuraban los que proveían parte del abastecimiento diario, como por ejemplo las carnicerías, que se adosaban a los cursos de agua para descargar en ellos los desechos propios de sus operaciones. Por esa razón estos locales se ubicaban generalmente cerca de las quebradas Caroata y Catuche, hacia las zonas más alejadas de Santa Rosalía, La Candelaria y el barrio El Teque, éste último en jurisdicción de la parroquia Altagracia. Otro uso repudiado era el sanitario, especialmente cuando se asociaba a enfermedades contagiosas o incurables. Así, la presencia del lazareto, que ocupaba un solar periférico hacia el sureste de Caracas, fue constantemente cuestionada por vecinos y autoridades especialmente cuando cierto crecimiento de la ciudad, por demás lento, amenazó con rodearlo, cada vez más, de distintas construcciones. Con respecto a este tema de la salubridad, debe señalarse que, además de hospitales como el citado, arg s o 78 hubo otras instalaciones más informales y eventuales, producto de circunstancias específicas como la aparición de epidemias; éstos eran los llamados degredos o sitios de atención de personas con enfermedades contagiosas. Una localidad adecuada para este fin lo constituyó la sabana de Catia, a la que se accedía cruzando el obstáculo o “muro” representado por la quebrada Caroata, particularidad que la constituía en un lugar suficientemente alejado del núcleo central como para garantizar que la insalubridad no se propagase a todos los habitantes. También tuvieron su asiento hacia la periferia de Caracas otros establecimientos no necesariamente indispensables para el común de la población. En la propia Instrucción de los alcaldes se hace mención directa de su existencia, al señalar que: ...haran asiento exacto de las posadas y mesones publicos, y con la mayor prolijidad de las que llaman secretas... No es de menor importancia que se celen los figones, Guaraperias bodegas, pulperías y casas de juego... (De-Sola Ricardo, 1967, p. 50). La vigilancia de éstos era fundamental, ya que podría asumirse que su presencia implicaría el albergue de personas de dudosa reputación, así como la venta ilegal de bebidas alcohólicas, o la puesta en práctica de peleas de gallos y juegos de azar estrictamente prohibidos. Dado que, como se ha señalado, los arrabales se relacionaban con los cursos de agua que rodeaban la ciudad, especialmente hacia las faldas del Ávila, al norte, y en la desembocadura al río Guaire, al sur, aún se mantenían en ellos ciertas características ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 rurales. Así, su suelo estaba ocupado en parte por sembradíos que proveían los vegetales y hortalizas fundamentales para el abastecimiento diario, actividad por cierto vinculada a aquellos habitantes que serían posteriormente conocidos de manera peyorativa como “blancos de orilla”.7 El solo hecho de que se hiciese alusión a su ubicación en las “extremidades de la ciudad”, permite entender cómo las quebradas de Caracas hacían las veces de murallas divisorias y representaban aquellos límites hacia los cuales se pasaba de los barrios a los arrabales, de acuerdo con las definiciones existentes para ambos a fines del siglo XVIII. La localización de las alcabalas hacia las principales entradas o salidas de la ciudad, en sus cuatro puntos cardinales, también garantizaba en ellas la presencia de ciertos funcionarios dedicados a supervisar la recaudación de impuestos, lo cual era una tarea suficientemente laboriosa como para no permitirles vigilar eventualidades más allá de esa esfera. Urgía allí, entonces, la actuación de otro tipo de autoridades, y la figura de los alcaldes de barrio pareció ser la más adecuada para cumplir esa función. Figura 2 (De-Sola Ricardo, 1967, p. 43). Los abusos El lejano emplazamiento de esos espacios donde lo formal y racional comenzaba a desdibujarse, así como la escasa presencia de autoridades que tuvieran como fin específico velar por el normal o convencional desenvolvimiento diario, fueron parte de los elementos que propiciaron que se cometiese más de una ilegalidad. Algunos de estos abusos consistieron en la instalación y funcionamiento de ciertas actividades a pesar de su expresa prohibición por parte de las normativas existentes, mientras que otros se evidenciaron por la indebida ubicación de actividades 79 que, aunque permitidas, funcionaron lejos de las áreas establecidas para tal fin por los mismos instrumentos legales. Como ejemplo de unos y otros pueden mencionarse la existencia de locales comerciales dedicados a la venta ilegal de bebidas alcohólicas o aquellos en los que se efectuaban juegos de azar; así como la apropiación de las calles para algunos espectáculos prohibidos como las corridas de toros. En otros casos las carnicerías, si arg s o Las referencias que se extraen del Reglamento y de las actas de cabildo de la ciudad permiten señalar que estos confines estaban ocupados por personas sin recursos económicos, como aquellos que pedían restos de solares; trabajadores de oficios mecánicos o manuales, como los carniceros, pulperos y agricultores; enfermos contagiosos; y también por aquellos que no eran bien vistos desde el punto de vista moral de la época, es decir, los vendedores de alcohol, los jugadores y las “personas de vida sospechosa como muxeres libianas, Alcahuetas, vagamundas, holgazanas, (…) otra gente de mal vivir” (De-Sola Ricardo, 1967, p. 50). 79 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 bien permitidas hacia ciertas zonas, intentaban localizarse hacia otras demasiado cercanas al centro de la ciudad y por ende retiradas de cualquier curso de agua. ...de mandar y mandará que sólo en los cuatro referidos sitios y no en otro alguno se pueda en adelante vender la carne fresca, so pena de que cualquier individuo que contraviniere a esta orden matando y vendiendo fuera de las nombradas carnicerías será multado los veinticinco pesos por la primera vez y cincuenta por la segunda... (AHC, Actas del Cabildo, 1751, folio 56). Evidentemente los usos o las actividades no permitidas iban acompañados de actos considerados poco adecuados por parte de las autoridades. Aunque esto podía ocurrir en cualquier lugar de la ciudad, inclusive en el centro, era más común en los arrabales. La noche, siempre cómplice de los malos pasos, especialmente cuando la iluminación no era la más adecuada, también favorecía que se cometiesen abusos contra la moral en casas catalogadas por los funcionarios como “desconocidas”, cuando era difícil no saber de una casa en esa Caracas censada por la Iglesia a través de las matrículas parroquiales. Desconocida no era la casa, ni siquiera lo que ocurría en su interior, pero esa era la excusa más diplomática para referirse a lo considerado innombrable. Cada Alcalde de Barrio ha de rondar el suio a todas horas, pero principalmente de noche, para estorbar las patrullas, y juntar de gente bulliciosa, los bayles disolutos, y escandalosos entre hombres, y mugeres especialmente en casas desconocidas de concurrencia libre para todos; las pullas, satiras, y cantares deshonestos, por las calles, aunque sean a niños, las musicas arg s o 80 adesora, y otros desordenes de esta naturaleza (De-Sola Ricardo, 1967, pp. 50-51). De estos ejemplos puede deducirse que la periferia de la ciudad estaba sometida a trasgresiones que iban desde la localización ilegal de los usos del suelo hasta el funcionamiento aledaño de actividades incompatibles, pasando por el irrespeto al alineamiento de las fachadas sobre las calles, a lo que habría que sumar un sinfín de contravenciones al quehacer social. Todas eran irregularidades propias de estas zonas, pero que se cometían en el área central de manera muy eventual. Los correctivos Las autoridades estaban conscientes de la periodicidad con que se cometían estos abusos. La imposición de correctivos pareció ser la manera precisa de encauzar las aguas traviesas, y la promulgación de la figura de alcaldes de barrio se consideró una de las herramientas más apropiada para ello, por cuanto se le permitió inmiscuirse directa e indirectamente en temas como la localización de ciertos usos del suelo, la elaboración de los censos de población, la definición de los horarios de funcionamiento de algunas actividades, el acatamiento de los bandos de buen gobierno y la vigilancia de los comportamientos sociales no acordes con el sentir de la época. Otros correctivos puntuales, coyunturales, que no obedecieron a un plan o estrategia específica y sí a las iniciativas generadas para resolver los problemas del día a día, los constituyeron las resoluciones contenidas en las actas de Cabildo de la ciudad, así como en los bandos de buen gobierno emanados de la gobernación de la provincia. Así, por ejemplo, el Ayuntamiento se preocupó de la existencia de pulperías en las afueras de Caracas, donde le era ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 difícil establecer un control que garantizase el orden público: “...se prohiban las pulperías que en estos años inmediatos próximos pasados se han puesto en los caminos de La Vega y Petare al destino de vender la bebida provincial de guarapo a que le siguen diariamente embriaguedades..” (AHC, Actas de Cabildo, 1751, folios 10 vto y 11). El Gobernador, por su parte, hizo uso de los bandos para prohibir la venta nocturna de productos desde el interior de las pulperías y obligó a hacerlo a través de las rejas que éstas debían tener hacia la calle, con lo cual se esperaba evitar las aglomeraciones y con ello una supuesta generación de actos inapropiados: ...y desde el Ave Maria al anochecer hasta la ora regular de vender mantengan cerradas las puertas de las pulperías, y lo que vendieren sea por ventana o rexa, sin permitir que persona alguna entre en ellas con ningun pretexto pena de seis pesos con dicha aplicación... (AGN, Gobernación y Capitanía General, 1769, tomo XXXIX, folio 336). Unos y otros correctivos eran estrictamente taxativos, y para cada incumplimiento se imponía una penalidad invariablemente monetaria. Con ello tanto el gobierno local como el provincial se aseguraban la posibilidad de obtener beneficios económicos para sus respectivas arcas, acorde con los criterios prácticos y materialistas de la administración borbónica. Como contraparte se mantenía un estricto control sobre algunos usos del suelo y se instauraban ciertas normas con incidencia en el aspecto físico de las fachadas de las edificaciones. principal mantener un supuesto orden social, a juzgar por las constantes alusiones que se hacían de lo que eran consideradas entonces conductas impropias, también pretendieron normar el crecimiento, desarrollo y funcionamiento de la ciudad. En este sentido, su ámbito de actuación era Caracas en toda su extensión, sin hacerse mención específica de algunas áreas en particular; pero era evidente que, en la práctica, el mayor celo se iba a imponer hacia sus arrabales. El futuro Quizá convencidos de que con la actuación de los alcaldes de barrio se aseguraría lo que habría sido considerado un comportamiento ciudadano apropiado, el Cabildo procedió entonces en el año 1777 a planificar el desarrollo físico de Caracas hacia su límite norte, en los predios de la sabana de La Trinidad, en jurisdicción de la parroquia Altagracia. Obviando los eventos de fundación y poblamiento del siglo XVI según las Leyes de Indias, esta fue la primera ocasión en que se evidenciaba, a fines del siglo XVIII, la existencia de un proyecto concebido para orientar la ocupación de un área específica que hasta entonces se había considerado marginal: ...el Ayuntamiento dijo que para el aseo, comodidad y limpieza de la nueva población que se está proyectando en el terreno contiguo al81 templo de la Ssma trinidad, quarteles, hospitales y demas obras que allí se han de executar, se acordo por este Cavildo la conducion el agua de las quebradas de Cotiza o Anauquito, y en consequencia se ha reconocido el terreno por personas inteligentes (AHC, Actas de Cabildo, 1775-1777, folio 8). Debe reconocerse entonces que si bien esos instrumentos legales tuvieron como propósito o arg s 81 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 Esa misma administración borbónica que impuso a los alcaldes, asumió entonces el desarrollo de un espacio a medio ocupar desde una óptica práctica que incluyó la organización previa. Se pretendió con ello que parte de los arrabales comenzaran a tener orden y cohesión, para lo cual se preveía su crecimiento a partir de edificaciones y usos importantes, ya que en este caso se trataba de la entrada norte de la ciudad desde La Guaira, su principal puerto. Los años siguientes no fueron testigos de esta evolución, que en la práctica se limitó a la construcción aislada del cuartel de Veteranos y de la Alameda de La Trinidad, instalaciones que si bien dieron un uso distinto a un extremo citadino, no fueron suficientes para integrarlo, de manera armónica, al resto de la trama urbana (ver figura Nº 3). comportamiento social y la ocupación espacial escaparon a lo convencional. La promulgación de la figura de alcaldes de barrio fue un ejemplo de la pretensión de la filosofía borbónica por imponer un orden racional y metódico en las actividades urbanas cotidianas. Son clara evidencia de esta orientación tanto la generación de un plano, como la orden que exigía a los alcaldes llevar siempre consigo dicho instrumento “…en que se describan clara, y expresivamente las calles, y cuadras de su demarcación...”. Las características de este documento gráfico confirman lo anterior, al presentar simbólicamente una cartesiana e inexistente cuadrícula en el espacio ocupado, o más bien a medio ocupar, de los arrabales. En este sentido pareciera que las autoridades pretendieron imponer para la ciudad, aunque de forma tácita, unos límites espaciales dentro de los que se consideraba que la norma era una constante, y fuera de los cuales se suponía era característica la anarquía. Así, la inexistente pero sugerida cuadrícula dibujada más allá de la zona efectivamente ocupada llevaba implícita signos importantes, pareciendo indicar que así como se quería reglar el comportamiento de los habitantes de los arrabales, también se intentaría racionalizar el crecimiento y desarrollo físico de Caracas. Figura 3 (De-Sola Ricardo, 1967, p. 55). Conclusiones A gusto o no de las autoridades provinciales y locales, los arrabales de Caracas existieron, funcionaron y, lo más importante, interactuaron con el resto de la ciudad. Esta zona, desdibujada en los planos, representó siempre las orillas donde el arg s o 82 Pero de alguna forma fueron las propias autoridades las que permitieron, con su indiferencia o su complacencia, que con el transcurrir de los años los habitantes de estos lugares generasen su propio proceder social y definiesen las características físicas de su entorno con escaso apego a la formalidad. Ambos elementos, conductas y ocupación, intentaron corregirse, quizá tardíamente, a partir de normativas ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 Así, la propia lejanía de la rigurosidad del área central, con su carga simbólica de autoridades gubernamentales y eclesiásticas, les permitió convertirse en espacios escasamente coartados, no sólo desde el punto de vista de la conducta social, sino también de la ordenación física, que tendía a alejarse cada vez más de la estricta rigurosidad de la cuadrícula primigenia. Sólo en las últimas décadas del siglo XVIII, y gracias a la actitud progresista de algunos gobernadores, pudieron comenzar a adquirir otras características, al permitírseles ser asiento de diferentes usos del suelo y nuevos conceptos de apropiación del espacio público. Los posteriores sucesos de la independencia frenaron la puesta en práctica de la mayoría de los proyectos concebidos para ello, no permitiendo que se terminaran de concretar o plasmar en la ciudad unas ideas que fueron, indiscutiblemente, fruto de la modernidad borbónica ilustrada. Notas 1 La muerte de Carlos IV sin descendencia impuso a la dinastía Borbón en el trono de España; la serie de cambios introducidos por Felipe V y sus sucesores en los territorios bajo su dominio serían posteriormente conocidas como las reformas borbónicas. Éstas abarcaron una extensa gama de temas entre los que destacan el administrativo, ligado a una reorganización espacial de las colonias de ultramar, pero también a un reordenamiento económico de la producción y de las finanzas en general. Dichas reformas se inscribieron igualmente en los ámbitos sociales y culturales; también lo hicieron en lo urbano, al intentar modificar el aspecto físico de las ciudades a partir de innovaciones en la tipología edificatoria, el uso de los espacios públicos y la mejora de los servicios de infraestructura. Existe diversa bibliografía sobre este tema, referida específicamente a la etapa de Carlos III, reinante para la fecha de la promulgación de la figura de los alcaldes de barrio de Caracas; se sugiere ver, por ejemplo, Domínguez Ortiz (2005). 2 Como parte de esas reformas borbónicas ligadas al entorno urbano se asumió la partición de Madrid en cuarteles, divididos a su vez en barrios, los cuales estarían bajo la supervisión de esa nueva figura que se denominaría alcalde de barrio y que en poco tiempo se impuso también en la América indiana. Documentos gráficos que registran la división de las ciudades de Valladolid y San Luis de Potosí en Nueva España, y Cartagena de Indias en Santa Fe, han llegado hasta nuestros días; ver al respecto CEHOPU (1989). 3 La historiografía sobre la Caracas del siglo XVIII es cuantiosa y se enfoca básicamente hacia temas inscritos en lo social, lo administrativo y lo económico, así como en la arquitectura y diversas manifestaciones de las artes. Análisis dirigidos estrictamente a las características netamente urbanas de sus áreas periféricas se contabilizan como escasos, al menos así lo confirman las indagaciones realizadas al respecto hasta la fecha. Este artículo se aborda como una aproximación a este tema, circunscribiendose principalmente al estudio de fuentes documentales originales. 4 El Brigadier José Carlos de Agüero, Caballero de la Orden de Santiago, fue gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela entre 1772 y 1777. Durante su gestión de gobierno se creó, por Real Cédula, la Intendencia de Ejército y Real Hacienda y se inició la construcción de los puentes de La Trinidad y La Pastora, vitales para comunicar Caracas con su entorno. Ver más sobre Agüero en Sucre (1928). 5 Si bien en la leyenda del mencionado plano se alude a las iglesias parroquiales de San Pablo, Altagracia y Candelaria, no ocurre lo mismo con Santa Rosalía, vecindario cuya edificación religiosa sólo tenía para entonces la categoría de Templo. Las diligencias para su erección como Parroquia datan de 1767, por lo cual debe suponerse un conocimiento previo de esta situación por parte del gobernador Agüero, quién habría dado impulso definitivo a ese cambio. La declaración formal, sin embargo, corresponderá al año de 1795. Ver al respecto Barroso Alfaro (1993). 83 arg s o como las contenidas en el Reglamento y la Instrucción de los alcaldes de barrio y en las Actas de Cabildo o en los Bandos de buen gobierno. Para la fecha de su promulgación, sin embargo, esos arrabales ya pertenecían, salvo contadas excepciones, a los pobres, mestizos, negros y blancos de orilla, y representaban la dicotomía existente entre la ciudad y el campo, lo urbano y lo rural. 83 ARTÍCULO: Los arrabales. Aproximación a la periferia de Caracas a fines del siglo XVIII Rosario Salazar / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 73-84 6 El artículo 3° de la Instrucción señala que: “deberan recaer estos empleos de Alcades de Barrio en los que sean Blancos honrrados nobles, y Pleveyos, europeos y criollos que no ejerzan oficios mecánicos ni sordios…”; mientras que el artículo 29° señala: “...tendran y cobraran para si la parte de las multas que saquen por la inobservancia de los vandos de buen gobierno y demas de policia que esten publicados, y se publicaren; las de Aranceles de precios de los viveres; las de los esclavos fuxitibos, y demas que se expresan en esta instrucción...” (De-Sola Ricardo, 1967, pp. 49, 51). 7 Esta denominación correspondía a familias de raza blanca sin fortuna y sin títulos nobiliarios, dedicadas tradicionalmente a las labores agrícolas y a la venta de sus productos en la plaza Mayor. Ver a este respecto en Blanco y Azpúrua (1977, p. 270) el “Informe que el Ayuntamiento de Caracas hace al Rey de España referente a la Real Cédula de 10 de febrero de 1795” sobre “Gracias al Sacar”, donde se cita: “…pues aunque es verdad que hai una, u otra familia, de cuyo origen se duda, o de que vulgarmente se dice que tiene de Mulato la misma obscuridad, o el lapso de muchisimos años con repetidos actos posesorios ha así borrado de la memoria las especies, o ha hecho impracticable la averiguación de la nota, y sus fundamentos, o es de aquellas familias que habitan las extremidades de la Ciudad sin influxo y consecuencia en lo público y general”. Ver también Vallenilla Lanz (1983, p. 27): “Aquellos nobles vasallos de Caracas que hasta 1801 protestan contra las ‘gracias’ otorgadas por el Monarca a la numerosa clase de pardos, quinterones, cuarterones y ‘blancos de orilla’ que constituyen la gran masa pobladora de las ciudades”. Bibliografía Fuentes documentales primarias no publicadas Archivo Histórico de Caracas (AHC). Actas de Cabildo de Caracas. Archivo General de la Nación (AGN). Secciones Diversos, y Gobernación y Capitanía General de Venezuela. Fuentes secundarias Blanco, J. F. y Azpúrua, R. (1977). Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. Barroso Alfaro, M. (1993). La parroquia de Santa Rosalía de Palermo de Caracas. Documentos para su historia. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. De-Sola Ricardo, I. (1967). Contribución al estudio de los planos de Caracas, Caracas: Ediciones del Cuatricentenario. Domínguez Ortiz, A. (2005). Carlos III y la España de la Ilustración. Madrid: Alianza Editorial. CEHOPU, Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo (1989). La ciudad hispanoamericana. El sueño de un orden. Madrid: MOPU. Real Academia Española (1963). Diccionario de Autoridades, edición facsímil del Diccionario de la Lengua Castellana [1726]. Madrid: Editorial Grijalbo. Sucre, L. A. (1928). Gobernadores y capitanes generales de Venezuela. Caracas: Lititografía y Tipografía del Comercio. Vallenilla Lanz, L. (1983). Obras completas. Caracas: Universidad Santa María. arg s o 84 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 La memoria de la muerte como patrimonio colectivo Ciro Caraballo Perichi Universidad Central de Venezuela cirocaraballo@gmail.com “El hombre es el único animal capaz de dar muerte a sus semejantes sin una obligación vital.” E. Morin. En el primer libro de la Biblia la muerte por envidia del supuestamente inocente Abel por su propio hermano Caín, señala de forma brutal esta aparente incongruencia de la humanidad: la violencia, la que ha formado parte de la vida de los pueblos desde sus mismos orígenes. Miles de siglos más tarde, la perplejidad de la irracionalidad de la muerte, mucho más cuando ésta es colectiva y sin sentido alguno, sigue sin ser comprendida. A ello se suma el irracional deseo humano de olvidar lo que es imposible de borrar sin mecanismos de luto y perdón. Buena parte de la humanidad pretende no recordar, los deudos piden no olvidar. La muerte es un tema generalmente bastante mal tratado en las sociedades contemporáneas. A todo lo largo de la historia de la humanidad el hombre ha tratado de construir una actitud ante la idea de la muerte: ha sido interpretada por la magia, domesticada por las religiones, racionalizada por el intelecto y explicada por la biología, pero nunca controlada y menos asumida. La oportunidad de otra vida, los múltiples renacimientos, la reintegración de la energía al cosmos, aparecen como opciones de respuesta al anhelo de inmortalidad del hombre. Contradictoriamente, la cultura de casi todas las civilizaciones desaparecidas sólo la conocemos a través de la muerte, de la tumba, de los rituales. Ofrendas, útiles de viaje, ropas y tecnología que a través del estudio arqueológico ofrecen una interpretación de su concepción del mundo y de su estructuración social. Todos los museos de historia y antropología son museos de la muerte, la memoria de la humanidad convive con los huesos de sus ciudadanos. En el mundo contemporáneo, cuando la muerte ha sido desplazada como tema social, la fe ha sido puesta en la medicina, y en particular en la tecnología, como una esperanza de retener la vida y la memoria de la humanidad. La muerte es vista, cada vez más, como un accidente, como un error humano, como resultado de una catástrofe, algo que podría evitarse, como si estuviera en manos del hombre retrasar su llegada eternamente, o al menos detenerla en su fatal arribo. Mientras la muerte “natural” desaparece de la vida pública, las imágenes de la muerte accidental proliferan en los medios de comunicación y los restos humanos terminan siendo el corazón mismo de la noticia. La sociedad contemporánea, desprovista de certezas y abrumada por la crisis del pensamiento racional occidental, 85 se debate nuevamente entre un nihilismo extremo y la exploración de lecturas sincréticas que plantean esperanzadores retornos a las religiones; a tiempo que se revitalizan o re-inventan ritos chamánicos o neo-espiritistas para reconciliarse con la muerte y con sus muertos. La pandemia universal de negación de la muerte como parte natural de la vida, busca, por una parte, ignorar arg s o ENSAYO 85 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 la muerte propia a tiempo que se insensibiliza con la muerte ajena con cientos de imágenes recurrentes, brutales, y por lo tanto carentes de real sentido. Esta situación se produce en un momento donde la muerte colectiva e irracional florece dentro de procesos complejos de transformaciones económicas sociales y de cambios de valores, propio del proceso globalizador que se vive. La muerte violenta ha dejado de ser producto del crimen ocasional, de la retaliación política contra un individuo, de guerras económicas o ideológicas entre estados nación, tal como ya se había experimentado a todo lo largo del siglo XX. Cada vez más es parte esencial de los múltiples de procesos de luchas intestinas por territorios, poder y riqueza fácil en buena parte del globo. Se busca ocultar infructuosamente los genocidos, pero al final sus huellas aparecen y delatan las cruentas acciones. Algunos se intentan borrar por razones políticas, como es el caso del exterminio de un millón y medio de armenios bajo el imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, el cual sigue siendo una deuda pendiente de Turquía. Igual sucede con los genocidios kurdos realizados por la misma Turquía e Irak en el pasado siglo, que no se corresponden ni a un solo momento histórico, ni a una sola nación agresora, y sin embargo su aceptación o compresión por el mundo aun no se establece. La comunicación que la comunidad judía internacional ha realizado de las atrocidades nazis, con el apoyo de Alemania y los Estados Unidos, el primero por expiación de culpas, mientras el segundo por justificar con un solo hecho las acciones de la Segunda Guerra Mundial, hicieron de estas atrocidades el icono más reconocido de asesinatos colectivos del pasado siglo. 86 arg s o 86 Sin embargo poco se recuerda en el mundo occidental otras atrocidades genocidas del mismo período, como la matanza realizada por los japoneses en Nanjing, China, en 1937, con más de 300.000 muertos civiles, o los 20.000 pobladores asesinados en la masacre ordenada por Stalin, usada como táctica de guerra de engaño, en el bosque de Katin, Polonia, en 1940. Los genocidios del siglo XX no concluyeron luego de la Segunda Guerra Mundial, como el mundo esperaba. El horror de los campos de concentración alemanes se repitió nuevamente en Camboya con el ascenso al poder del Khmer Rouge entre 1975 y 1979, dejando en claro que la humanidad no había asumido la lección europea. En esos cuatro años pereció en Camboya un tercio de la población total de país, estimándose en dos millones los muertos de una utopía socializante. El resultado de esta masacre debería servir para que otras naciones del globo comprendieran que todo proceso de crisis social genera nuevos retos de carácter universal, cuyas soluciones no pasan en ningún caso por el genocidio como respuesta. A fines de los ochenta los conflictos étnicos de Ruanda y Burundi, con trasfondos políticos y económicos, tuvieron como resultado la muerte de un millón de Tutsis y varios miles de Hutus. Volvieron a poner en la pantalla mundial imágenes de los horrores a los que es capaz de llegar el hombre. La matanza de 8.000 civiles en Srebrenica, Bosnia, en 1995, recordó al mundo que el tema no estaba extirpado del suelo europeo. Las imágenes contemporáneas de bombas en mercados y mezquitas de Irak, la destrucción de poblados enteros en la pacífica Kenia o los desplazamientos de Darfur, pasan a ser repetitivas. Generan en la sociedad una extraña mezcla de ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 Hoy vemos recurrentemente escenas de las masacres de Darfur, las cuales alcanzan a la fecha 750.000 muertes y 2.000.000 de desplazados; las bombas en mercados y mezquitas de Irak, quemas de aldeas en Kenia, asesinatos masivos en el Congo. Ponen de nuevo en el tapete la irracionalidad que se apodera de procesos políticos que comienzan, generalmente con reclamos sociales absolutamente válidos y terminan secuestrados por procesos de poder y de dinero. Lo grave es que dichas imágenes, al estar desprovistas de análisis crítico, nos llevan a verlas como ajenas, como propias de pueblos irracionales, acostumbrándonos a ellas y simple y fácilmente ignorándolas con el movimiento de un dedo sobre el control de la TV. En América Latina los casos de Guatemala y El Salvador han entrado en procesos de recuperación de memoria y saneamiento social en los últimos años, al acabarse las etapas del conflicto abierto. En el caso de Colombia, país que ha vivido uno de los más largos procesos de muertes colectivas y procesos de desplazamiento de población del planeta, este tema aun está pendiente. Durante casi 50 años los diferentes conflictos, con muy diversos autores e intereses, han generado miles de muertos y millones de desplazados, transformando para siempre la geografía humana y la historia del país. Guerrillas, minería ilegal, paramilitares, ejército, cultivos ilícitos, policías, narcotráfico, han marcado la historia local de cada población y generando un deseo de paz que traspasa hoy en día las fronteras nacional. Un horror ha dejado paso al siguiente sin que los procesos naturales de pesar, de luto, de reconocimiento del otro y de reconciliación con la vida tengan el tiempo y el espacio de generarse. Si la muerte individual requiere de las distintas fases del proceso de duelo-reconocimiento para aceptar e incorporar el cambio que significa la ruptura de lazos emocionales, sociales y económicos, mucho más necesita una sociedad para reconstruir vínculos, asimilar, si no comprender, procesos violentos, generar propuestas alternativas que busquen sanear las causas primarias de los conflictos, más que ocultar y a la larga generar irracionales acciones de revancha y venganza. Los procesos legales son largos, lentos, selectivos y necesarios, pero la reconstrucción social parte no del simple castigo, sino de la construcción de alternativas comunes de futuro. En ese complejo ir y venir entre el duelo y la esperanza de un futuro mejor, la memoria juega un rol significativo. Edgar Morin, uno de los más claros pensadores contemporáneos que ha tratado el tema de la muerte en la lectura social, recuerda que en períodos de guerra, mientras dura el conflicto, la muerte queda opacada por la lucha, más la necesidad del ritual de paso, de la vida a la muerte, queda pendiente… “Cuando las sociedades se coagulan y endurecen para resistir y vencer, es decir en períodos de muerte, ésta se difumina, y la inquietud que antes provocara 87 se desvanece. La paz y la vida tranquila, cuando los lazos sociales se relajan, ven reaparecer el miedo individual. Entonces la idea de la muerte comienza a atormentar al individuo La idea de la muerte es una idea civil” (Morin, 1970, p. 43). La memoria de la muerte se construye en la paz y para la paz; es por ello que se hace necesario diseñar arg s o impotencia e insensibilidad colectiva ante la irracionalidad humana y la incapacidad de las naciones para reponer el tema de la muerte violenta en un contexto de reflexión integral, y no sólo como una escandalosa coyuntura. 87 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 propuestas sociales que recojan y potencien las múltiples iniciativas de duelo, reconciliación y construcción de opciones de futuro que la propia sociedad ha venido generando en su deseo de paz. Ignorar el pasado nunca ha sido la forma de construir un futuro alternativo. Las heridas se cierran luego de reconocerlas, de aceptarlas, de aprender de los duros procesos vividos. Por más irracionales que parezcan las matanzas y la violencia colectiva, éstas no son más que el resultado de una larga lista de injusticias y de descomposición social, cuya incomprensión, ignorancia o sub-valoración por décadas termina por generar los liderazgos mesiánicos que ven, en la muerte del otro, la solución al conflicto. recordaban la supremacía militar, con el fin de servir de advertencia al enemigo, interno o externo, del destino que le esperaría ante cualquier oposición a la autoridad a cargo. Los inmensos bajorrelieves de los templos y palacios egipcios y asirios representan fundamentalmente escenas de guerra y conquista. Los templos griegos eran más que un monumento a los primeros inicios de la democracia a la glorificación de la guerra como instrumento. Las armas y trofeos incautados a los pueblos enemigos completaban las decoraciones de luchas, aunque éstos fuesen representados a través de enfrentamientos míticos entre los héroes y centauros, tal como sucede en el Partenón, el más famoso de todos los templos griegos. 1. Monumentos y memoriales La pérdida de la memoria no es sólo la pérdida de los recuerdos individuales, es la pérdida de la propia identidad del hombre. Cuando este fenómeno tiene carácter colectivo se pone en riesgo la estructura y coherencia social. La memoria, a diferencia de la información a partir de los datos, es una construcción emocional, es un ideal reconstituido a partir de la experiencia. Privan los sentimientos, las frustraciones por las utopías no alcanzadas y el orgullo por lo logrado. La memoria colectiva está en proceso permanente de reconstrucción, pero inexorablemente presente; es un mecanismo social que busca generar sentimiento de pertenencia al grupo, de integración armónica de los hechos del pasado, no siempre comprensibles, ni siempre racionales. Busca dar sentido a expresiones materiales o inmateriales presentes que conectan a esa población con su pasado, bien glorioso, bien doloroso. Igual referencia en la América prehispánica tienen las pinturas encontradas en algunos templos mayas como Bonampak o las cabezas calvas de Tiwanaku; también las pinturas de las pirámides mochicas y los tzompantlis aztecas recuerdan que el asesinato de pueblos enteros, como parte de los procesos de conquista de territorios, fueron prácticas comunes en este continente. Una muestra etnológica - no arqueológica, que de ellas hay suficiente - de estos procesos de amedrentamiento y fuerza representada con la muerte del enemigo, está representada en las tsantsas o cabezas reducidas de los Jíbaros, que guardan algunos de nuestros museos. Todos estos símbolos servían como estructuras de memoria de la fuerza colectiva y de determinados sociedades, pero poco tenían que ver con rituales de encuentro y reconciliación colectiva. 88 Las guerras y las muertes colectivas siempre han estado asociadas a la historia y memoria de muchas ciudades y pueblos. En el pasado estos memoriales arg s o 88 La conquista española de América está plagada de situaciones atroces de exterminio y dominación, así como de procesos de desplazamientos de grupos indígenas y africanos de su territorio ancestral. Las nuevas repúblicas americanas poco han hecho en los ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 reconocimientos históricos de estos trágicos procesos, los cuales forman parte de un trasfondo cultural de actitudes de racismo, odio y enfrentamientos, aun vigentes en buena parte de nuestros países. No existe un memorial en ninguno de ellos que busque dar una relatoría neutral y comprensión histórica de estas violentas etapas de la vida americana. colectivo. El primer memorial conocido data de 1849 en Fredericia, Dinamarca, mientras que fue en los Estados Unidos en 1866 donde se erigió el primer memorial para recordar una lucha intestina, la llamada Guerra de Secesión. El cementerio de Arlington, en Washington, representa el conjunto más elaborado de memorial militar del planeta. Los procesos independentistas, insertos en el naciente espíritu ilustrado y romántico, identificaron algunos líderes militares, y muchos menos civiles, como símbolos identitarios nacionales. El monumento al Almirante Nelson en Londres, así como las estatuas francesas y alemanas de héroes militares, sirvieron como referencia para la construcción de nuestros primeros monumentos recordatorios en el XIX. Héroe y Nación eran, y siguen siendo, conceptos inseparables. Buena parte de las matanzas de los cruentos años de la llamada independencia fueron producto de una guerra civil intestina, más que de enfrentamientos con tropas extranjeras, españolas en este caso, tal como se nos ha vendido. Estas miles de muertes civiles quedaron ocultas por gloria del nacimiento de la nación independiente. De ellas no se habla en nuestras historias, ni de esos muertos, ni de los procesos irracionales de extermino y desplazamiento. No hay un solo memorial que recuerde a esos miles de desaparecidos, desconocidos, y seguramente inocentes Los monumentos a los muertos militares en las guerras se multiplicarían a todo lo largo del siglo XX, en especial en los países vencedores en los conflictos. Por su parte, la geografía de los pueblos ingleses y norteamericanos está plagada de monumentos y memoriales a sus muertos militares, ya no tan desconocidos, pues recuerdan nombres y apellidos individuales en sus leyendas pétreas. Conjuntos recuerdan que el vencedor construye la lectura del proceso, generalmente cargado de un discurso ideológico- nacionalista, más que de contenidos de reflexión social sobre los acontecimientos que los generaron a fin de evitar que se repitan. arg s o El espíritu de la revolución francesa abrió el lugar en occidente a los monumentos a los soldados desconocidos, que representarán en su llama eterna a los soldados muertos durante el conflicto, es decir la mayoría de los muertos. Con la Primera y la Segunda Guerra Mundial se multiplicaron los memoriales a los soldados desconocidos, representando una democratización del duelo 2. La construcción histórica del concepto de patrimonio El concepto de patrimonio aplicado a la memoria colectiva es de reciente creación. El término de raíz tiene que ver con títulos y propiedades recibidas como herencia de los ancestros. “Heritage” en inglés es su contraparte con igual significado. En la 23ª edición del Diccionario de la Academia de la Lengua nada 89 apunta al sentido de bien cultural colectivo que le atribuimos en los espacios culturales. Sin embargo, al menos en los últimos 30 años, el término ha saltado de su concepto cerrado de bienes individuales y personalizados por acto público y registro, a significar la herencia colectiva material y espiritual de un pueblo, de una nación, incluso de “la humanidad”. La interpretación y apropiación cultural del término ha 89 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 sido construida desde la visión del mundo occidental, asumida en fecha posterior - en forma bastante conflictiva debido al peso material tangible que Occidente le acuña a la palabra - por sociedades del lejano oriente y del mundo africano. corona de espinas. Todas las iglesias importantes de Latinoamérica tienen su propia colección de restos humanos en exhibición, más allá de los que reposan en paz, como recordatorio de la muerte por la fe y como ancla para alcanzar la salvación eterna. Siempre, en todas las culturas, han existido objetos sacralizados relacionados generalmente con elementos místicos e iconográficos de la religión, el poder y la identidad del grupo social. Estos objetos actúan como receptores y contenedores de fuerzas esotéricas así como representaciones de mando que permiten a los mortales entrar en contacto, generalmente a través de otros que dicen tener el conocimiento con el poder divino. Una corona real, un bastón de mando, una espada simbólica, (recordemos el mito de Excalibur), una imagen, dan fuerza al sacerdote o al gobernante y catalizan la imaginación de las masas. El pensamiento ilustrado, en su afán clasificatorio y de conocimiento racional del mundo, generó un complejo sistema de categorías y valores de los testimonios materiales del hombre y la naturaleza, dejando de lado las antiguas reliquias. Los museos, bien procedentes de las antiguas colecciones de curiosidades o de las galerías reales, fueron su más fiel exponente, convirtiendo así bienes de uso noble y privado en bienes de culto público de la burguesía ilustrada. El objeto decorativo o la curiosidad pasaron a convertirse en iconos de cultura o en especímenes científicos. En su propio relicario, llamase salón o vitrina o museo, el objeto adquirió una connotación de valor asociado a su contenedor y a la idea nueva idea de “nación” culta y de progreso. En el mundo occidental la religión católica universalizó el valor de los objetos sacros, a través de la validación del culto de los restos humanos de los santos mártires, reales o falsificados, así como testimonios materiales del martirio de Cristo. La propia madre de Constantino, santa Helena, fue enviada a Jerusalén a ubicar los restos del martirio. El hueso, la tela, la madera cargada de energía divina, era encerrado en un cofre o relicario de madera o metal precioso cuajado de joyas. Oro, perlas y piedras brillantes que, con su valor mercantil, reforzaban el valor simbólico del objeto sacro contenido en él. Asimismo se alzaron grandes templos, o relicarios de piedra, para conmemorar y guardar el preciado objeto, a tiempo de servir de receptor a los fieles. La catedral de Colonia contiene los restos de los Reyes Magos, la de Milán la “Sábana Santa”, Notre Dame de París aloja uno de los clavos traídos por santa Helena y la 90 arg s o 90 La lectura estética del arte de los siglos XVIII y XIX con su revaloración del mundo clásico, incluyó rápidamente a los sitios arqueológicos de Europa y Asia Menor, con sus monumentos, en la lista de objetos de culto. El Coliseo y el teatro de Marcelo en Roma dejan entonces de ser simples canteras y viviendas de indigentes, para convertirse en monumentos reconocidos y visitados por cientos de estudiosos y viajeros. El carácter de “antigüedad” aparecía así directamente asociado con el concepto de monumento. El mundo del romanticismo, con su componente asociado de rescate de lo nacional, enfocó la mirada a los monumentos de cada país y su asociación con su propia historia, y ya no sólo con los valores de la ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 De esta manera el discurso estético y la historia oficial dotaron al monumento de significado y unicidad, despojando de su lectura toda otra interpretación que no fuese la referida a la gloria del espíritu en su marcha hacia el progreso. Los héroes patrios cuya historia se relaciona con el sitio y los artistas que lo crearon serían así los temas a recodar en manos del colectivo que heredó el excepcional bien cultural. A este respecto, ya Walter Benjamín reflexionaba que el patrimonio tiene en realidad un origen tan complejo y trágico que el historiador no puede considerar sin estremecerse. Decía: “La cultura no sólo debe su existencia a los grandes genios que le han dado forma sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos”… (Benjamin, 2004, p.2) y añadiríamos, a sus muertos. Hoy pensamos que es necesario reconstruir la historia completa del bien material, para hablar no solo de sus glorias y alcances artísticos, sino también de las atrocidades, miserias humanas, así como de los héroes anónimos asociados a cada proceso. A fines del siglo XX, paralelamente a la crisis del racionalismo como única interpretación del mundo y del acontecer humano, se ha abierto el espacio para la valoración colectiva de bienes culturales, materiales o inmateriales, con lecturas estéticas e históricas y de imaginarios colectivos imbuidos de valores alternativos que anteriormente eran clasificados como bienes folclóricos. Ello también ha permitido la lectura alternativa de objetos y manifestaciones que contienen y transmiten memorias contradictorias sobre los acontecimientos de la humanidad y sus derechos colectivos como los derechos humanos. Dentro de estas nuevas lecturas se encontrarían los lugares relacionados con episodios de tortura y genocidio, entendidos como espacios para la memoria y la reflexión. 3. Los museos de la memoria y tolerancia. Los cementerios siempre han servido de espacio para la memoria individual y para el recuerdo colectivo de políticos, escritores, artistas, así como de catástrofes y acontecimientos trágicos que involucraran civiles. En el mundo occidental el cementerio y la sepultura son parte del rito de pasaje. Es una etapa necesaria para la transformación de vivo en muerto. Muchos cementerios son hoy verdaderos museos. El cementerio de Père-Lachaise en París recibe más de un millón de visitantes al año, debido a la celebridad de sus eternos moradores. Algunos de estos espacios, más allá de sus valores estéticos e históricos, pero dada su significancia política y testimonial, han alcanzado el reconocimiento colectivo de lugar de memoria colectiva. 91 Ejemplo de ello es el cementerio de Guernica en el País Vasco, donde se encuentran los restos y cenizas de muchos ciudadanos masacrados por el bombardeo de Franco y la aviación militar alemana durante la Guerra Civil Española. En América Latina es caso reciente la declaratoria como patrimonio nacional2 del llamado “patio nº 29” del Cementerio General de Chile, donde fueron enterrados muchos de los desaparecidos luego del arg s o antigüedad clásica. Así, mientras Ruskin en Inglaterra apuntaba a conservar intacto el carácter místico de las ruinas de castillos y abadías, Viollet-le-Duc en Francia apuntaba a su reconstrucción, con los ejemplos de Notre Dame y Carcasone, para reforzar su valor como bien simbólico de la historia nacional. Esta encontrada posición ante el monumento y su significado establecería por más de un siglo los enfrentamientos de los conservadores ante los criterios para su intervención. 91 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 golpe militar de Pinochet. Entre 1973 y 1990 unas 3.000 personas murieron o desaparecieron por la respuesta militar, mientras que otras 28.000 fueron sometidas a torturas. Este reciente caso en nuestro continente forma parte de la creciente corriente universal que busca mantener la memoria como recordatorio de las acciones violentas que los seres humanos son capaces de impulsar contra su mismo cuerpo social. Sin embargo, en los espacios públicos de las ciudades hay muy pocos recordatorios de catástrofes humanitarias; pocas veces vemos placas, estatuas o nombres, que ayuden en la lucha del olvido colectivo. Las pérdidas civiles nunca han hecho presencia en el espacio urbano de manera similar al que han tenido las batallas y bajas militares. Cuando en una sociedad se pierden de vista los valores primarios de la humanidad, la vida entre ellos, el tema, por lo general, se deja comodamente en el olvido. Los espacios conmemorativos de masacres civiles generalmente despiertan conflictos entre los actores y sus relacionados por varias generaciones. Cada palabra, cada imagen señala espacios de culpabilidad que traspasan la esfera individual de aquellos que tuvieron a cargo la acción misma; al tiempo que señalan la presencia de espacios sociales de callada complacencia, silencio culposo, e incluso de omisión colectiva, durante la perpetración del hecho. En algunos casos estos monumentos o memoriales son generados como instrumentos de comunicación ideológica y política, como es el caso del memorial de Nanjing y el museo del Holocausto de Washington. El primero, construido en 1985 por el gobierno municipal de la ciudad, recuerda la invasión japonesa de 1939, cuando al menos 300.000 civiles de Nanjing fueron masacrados por los japoneses y arrojados en fosas, comunes. El museo muestra la excavación de 92 arg s o 92 la fosa, al tiempo que recuerda que las victimas nunca han sido reconocidas ni indemnizadas por Japón. El caso de museo del Holocausto de Washington, inaugurado en 1993, cuenta con uno de los más elaborados discursos museológicos y museográficos de los últimos años en Norteamérica. En él se recuerda el holocausto judío adelantado por el régimen nazi. El guión personaliza el discurso al relacionar al visitante con uno de los desaparecidos durante todo el recorrido al museo, muy cuidadoso en este caso con toda la referencia a Alemania como nación y a su pueblo, apunta a destacar el racismo del partido nazi y las posiciones fundamentalistas de sus líderes como causantes de este tipo de agresión contra la humanidad, olvidando que Hitler gobernó durante muchos años con la mayoría complaciente de esa nación y de sus países aliados, entre ellos Suiza. En forma subliminal valida la posición de Estados Unidos en la política de Oriente Medio, y en particular en el establecimiento y soporte político del estado de Israel. Como contraparte positiva, la captación de fondos ha permitido que el museo se convierta en uno de los centros de documentación y memoria más importantes sobre las masacres de la Segunda Guerra Mundial, así como servir de sede al Comité de la Memoria, instituto que se ocupa de investigaciones de violación masiva de derechos humanos como el caso de Darfur en la actualidad. El tema del holocausto nazi tiene presencia diversa en espacios públicos de muchos de los países relacionados con el hecho. Uno de los últimos ejemplos es la propuesta de laberinto creada por el arquitecto Peter Eisenman, con 2.711 bloques de hormigón, en pleno centro de Berlín; una vez más, como todo recordatorio público de una masacre, ha generado cientos de páginas de prensa y artículos de ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 opinión. Esta reacción es positiva, pues en último caso permite la necesaria ventilación del acontecimiento, siempre enriquecido con nuevas investigaciones y nuevos enfoques, pero siempre con el mismo tema central: nunca más una masacre de civiles por motivos políticos, sociales o económicos. Los casos de la exposición de las momias en Guanajuato o de las múltiples y comerciales exhibiciones de los trabajos de taxidermia contemporánea del alemán Gunther von Hagens, desatan fuertes polémicas sobre el establecimiento de límites en la exhibición comercial de los restos humanos. Otro caso reciente de este tipo de programas que buscan rescatar la memoria de procesos de violencia, en este caso con una puesta museográfica primaria donde priva la morbosidad fanática de los cientos de cráneos acumulados uno sobre otro, es el museo del genocidio de “Toul Seng” en Phnom Penh, Camboya, antigua escuela secundaria convertida en cuartel central y sitio de torturas del régimen de Khmer Rouge. Aquel exhibe cientos de miles de huesos que jamás podrán ser identificados, junto con instrumentos de tortura utilizados y fotografías del genocidio. Es el segundo atractivo turístico del país, luego de los monumentos de Angkor. 4. La UNESCO, la Lista del Patrimonio Mundial y los sitios como memoria colectiva Como agencia de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la UNESCO fue creada en 1945. En el preámbulo de su constitución se establece que,… “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz” (UNESCO, 1945). La construcción de una cultura de paz entre las naciones y entre los hombres que habitan en ellas es el objetivo trasversal de toda acción desarrollada por el organismo. La educación, la ciencia y la cultura deben ser entonces los instrumentos de la humanidad para alcanzar este ideal. La promoción de los derechos humanos ha sido uno de los puntales de la institución. La declaración, que cumple 60 años de emitida, sigue estando vigente y requiriendo de una más amplia difusión y aceptación colectiva, más allá de las formalidades diplomáticas. Los esfuerzos continúan en la difusión de su contenido, la lucha contra la discriminación y los derechos 93 de género. Otro campo relacionado con este primer objetivo es el de los trabajos y acuerdos internacionales que se desarrollan en bioética, en particular con el uso científico del cuerpo humano y sus partes, lo que busca construir una ética global que enfrente procesos inhumanos o mercantilistas en estas exploraciones. arg s o Es importante recordar que en el tema de exhibición de restos humanos, antiguos o contemporáneos, el código de ética del ICOM (Consejo Internacional de Museos) - organismo profesional internacional adscrito a la UNESCO (Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) que agrupa a los más importantes museos y profesionales de la museografía del mundo ha establecido estrictas normas que buscan preservar en el proceso la dignidad del ser humano, incluyendo el respeto por sus restos mortales. El interés morboso por los cadáveres y restos es algo que debe ser evitado en todo caso y más en espacios que buscan un discurso constructivo. En casos de genocidio debe hablarse del hombre en sociedad y de los procesos que llevan a validar ideologías destructivas, más que apoyarse en el morbo de la muerte como atractivo. 93 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 En el campo de la cultura, el trabajo para la construcción de principios técnicos y ética sobre la conservación y difusión del patrimonio se ha ampliado más alla de la visión cerrada del monumento, hasta incluir los valores intangibles a través de la Convención del Patrimonio Inmaterial. En la lista de manifestaciones inmateriales excepcionales se encuentra catalogada, por ejemplo, la celebración indígena del día de muertos en México, igualmente, desde 1992, se trabaja en la protección y rescate de archivos y registros (sónicos, fílmicos) con el programa Memoria del Mundo. Éste promueve la protección de los documentos y su acceso, asegurando así la memoria en ellos contenida. En relación al tema que aquí tratamos, destaca el registro realizado por Argentina en el 2007 de la “Herencia documental de los Derechos Humanos durante el período 1976-1983”, archivos para la verdad, justicia y recuerdo en la represión contra el terrorismo de Estado. Es este un nuevo campo de valoración social y protección de aquellos testimonios que requiere la humanidad para la continua revisión de su historia y sus valores colectivos. Una de las iniciativas más exitosas de la organización ha sido la Convención del Patrimonio Mundial, natural y cultural. La Convención fue aprobada por la Asamblea General reunida en París en 1972, siendo ratificada a la fecha por 184 estados parte. La Convención establece la importancia de los valores naturales y culturales de los sitios excepcionales, como herencia de toda la humanidad, por lo que la pérdida de los mismos significa un empobrecimiento colectivo. Se reconoce la total jurisdicción que sobre el sitio tiene el estado parte, así como su obligación con sus propios recursos económicos y técnicos de mantenerlo en condiciones para el disfrute y uso de las siguientes generaciones, a tiempo que difundir sus valores. La UNESCO presta soporte especializado, 94 arg s o 94 así como desarrolla programas especiales de captación de fondos cuando el país reconoce su imposibilidad de sobrellevar trabajos excepcionales, requiere apoyo técnico, o enfrenta catástrofes naturales o humanas que ponen en riesgo el sitio patrimonial. Hasta el 2007 se han inscrito en la Lista 851 sitios, 666 culturales, 166 naturales y 25 mixtos. En la actualidad 25 de estos sitios se encuentran en la llamada “Lista del Patrimonio en Peligro”, por existir condiciones de uso y conservación que ponen en riesgo su permanencia. Entre ellos Coro y La Vela, Galápagos y Chan Chan en América Latina. En julio del 2007, por vez primera, se expulsó de la Lista uno de los sitios inscritos, la reserva de Orix en Omán, al reducirse en más de dos tercios el área protegida para incrementar la explotación petrolera. Los sitios a ser presentados deben reunir un conjunto de requisitos, tales como ser representativos de valores excepcionales universales, integridad y autenticidad (UNESCO, 1999). Deben a su vez establecer los valores notables identificados con uno o más de los criterios establecidos; éstos son, para el caso de los sitios culturales, los siguientes: I. Representar una obra maestra del genio creativo humano; II. Testimoniar un importante intercambio de valores humanos a lo largo de un periodo de tiempo o dentro de un área cultural del mundo, en el desarrollo de la arquitectura o tecnología, artes monumentales, urbanismo o diseño paisajístico; III. Aportar un testimonio único o al menos excepcional de una tradición cultural o de una civilización existente o ya desaparecida; IV. Ofrecer un ejemplo eminente de un tipo de edificio, conjunto arquitectónico o tecnológico o ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 Como puede observarse, los criterios establecidos en 1972, aún vigentes, fueron concebidos dentro de una estructura conceptual del patrimonio cultural donde privaban los valores estéticos excepcionales y monumentales, exaltando la capacidad humana como aporte a la civilización, la creatividad, y la belleza. Poco espacio quedaba entonces para insertar en la Lista temas que recordarán los límites a los que la misma humanidad puede llegar, cuando las ideologías totalitarias y el terror como método son impuestas como valores colectivos. La Lista está llena de lugares relacionados con la muerte, tumbas excepcionales como las pirámides de Gizeh (1979) en Egipto, el Taj Mahal (1983) o la tumba de Humayun (1993) en India; los conjuntos necrológicos etruscos de Cerveteri y Tarquinia (2004) en Italia, o los hipogeos de Tierra Adentro (1995) en Colombia. Aunque en todos estos casos el discurso se orienta a los valores estéticos de los conjuntos funerarios, buena parte de los bienes patrimoniales inscritos están relacionados con situaciones relacionadas con conquistas, violencia, tortura y asesinatos, aunque no siempre se hable de ello en forma expresa. Es difícil comprender el valor tecnológico y estético de la Gran Muralla China, del Muro de Adriano (1987) y la Torre de Londres (1988) en Inglaterra, todos ellos inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial, si no se les relacionan con procesos de fuerza, conquista y desplazamiento de sociedades pre-existentes, o lugares de tortura. Igual se puede decir de las fortalezas hispánicas en América Latina o del establecimiento mercantil esclavista instalado por los holandeses en Curaçao (1997). La reciente declaración de los destruidos budas de Bamiyan en Afganistán (2003), tiene sin lugar a dudas un discurso orientado a la lucha contra la intolerancia religiosa y el fundamentalismo. A pesar de estas limitaciones desde muy temprano algunos países miembros han presentado sitios cuyo contenido esencial es el valor de haber sido testigo de procesos humanos degradantes y matanzas irracionales. A continuación comentamos algunos de estos lugares. a. La esclavitud. Un tema olvidado por casi dos siglos. Sin lugar a dudas uno de los procesos más violentos de la historia de la civilización occidental fue el tráfico de esclavos. Es importante recordar que la trata de negros africanos fue una actividad lucrativa milenaria, vigente ya en el antiguo Egipto, continuada por Grecia y el imperio romano, y proseguida posteriormente por los grupos 95 árabes de la costa africana, con la complicidad de tribus africanas que llegaron a especializarse en la cacería humana. La violencia y los desplazamientos se incrementaron exponencialmente en los siglos XVII y XVIII, cuando Inglaterra, Portugal, Francia, España y Holanda, con la complicidad de los tratantes africanos, incrementaron el tráfico trasatlántico de seres arg s o paisaje, que ilustre una etapa significativa de la historia humana; V. Ser un ejemplo eminente de una tradición de asentamiento humano, utilización del mar o de la tierra, que sea representativa de una cultura (o culturas), o de la interacción humana con el medio ambiente especialmente cuando éste se vuelva vulnerable frente al impacto de cambios irreversibles; VI. Estar directa o tangiblemente asociado con eventos o tradiciones vivas, con ideas, o con creencias, con trabajos artísticos y literarios de destacada significación universal (El comité considera que este criterio debe estar preferentemente acompañado de otros criterios). 95 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 humanos, llevado a su límite por los negreros de Estados Unidos luego de la independencia. Al menos un total de 17 millones de personas fueron desembarcadas en América, sin contar con una cifra similar de muertes ocasionadas durante los procesos de cacería, almacenamiento y navegación. Este proceso de ruptura de cientos de comunidades, seguido por la repartición de escritorio del territorio africano por las potencias europeas, es en buena parte el antecedente más influyente de los procesos de odio interracial, pobreza y conflicto entre países y regiones que aun vive el continente negro. Dos sitios relacionados directamente con la trata de esclavos están inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial, reconociendo directamente el tema de la esclavitud. La isla de Gorè, en Senegal (1978), situada a menos de tres kilómetros de las costas de Dakar, la capital, es hoy en día un centro de regular excursión de nacionales y visitantes. La isla fue el más importante lugar en África para la trata de esclavos durante más de dos siglos. La isla de Goré fue inscrita tan sólo por su valor de testimonio histórico, establecido en el criterio VI de la UNESCO. La isla de James en Gambia fue inscrita en el 2003; en este caso el sitio sirvió de control de entrada al río Gambia y, además de su función militar, como centro de acopio de esclavos. La isla de James en Gambia fue incluida con doble criterio de valores, el III y el VI, establecido por la Convención. b. Las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. Memoria de las más grandes masacres colectivas de la humanidad. No hay duda que las imágenes de los campos de exterminio nazi en la Europa del este han servido para remover la conciencia de la humanidad sobre las atrocidades a las que regímenes totalitarios e ideológicamente fundamentalistas pueden llegar, 96 arg s o 96 en la construcción de utopías de perfección del género humano. La conservación del campo de concentración de Auswicht fue iniciada como recordatorio político de los ganadores de la contienda. El campo, que llegó a ser operado por el mismo Himmler, sirvió de centro de exterminio para más de un millón de personas, la mayoría judíos, además de enfermos crónicos, gitanos y homosexuales de toda Europa. El régimen polaco pro-soviético de posguerra incluía visitas al campo desde tempranos años 1950, pero no sería hasta 1979 que el campo fuera presentado a la Lista del Patrimonio Mundial, inscrito bajo el criterio VI de la Convención. En el 2007, a solicitud de Polonia, se le cambia el título por el de “Campo alemán nazi de concentración y exterminio”, tema este que ha sido ampliamente criticado por relacionar el hecho a toda una nación y no sólo al partido en el poder y a la ideología totalizadora de su régimen nacional socialista. Con menor cantidad numérica de muertos que los asesinados en campos europeos, sólo 140.000 dicen algunos, Hiroshima se transformo en símbolo de la destrucción global, por ser la primera masacre usando la bomba atómica como arma de destrucción masiva. El sitio fue inscrito en 1996 bajo el criterio VI de la Convención, teniendo como imagen el único edificio que sobrevivió en la zona central de la explosión, la llamada “Cúpula de la Bomba Atómica”. El memorial de la Paz cuenta con varios monumentos recordatorios, como el “Monte Memorial de la Bomba Atómica”, con las cenizas de 70 mil víctimas no identificadas. Tiene un museo que fue creado por el Congreso de los Estados Unidos en 1980. Las instalaciones albergan un gran número de exposiciones, obras de arte, publicaciones y objetos relacionados con el holocausto nipón. ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 Como memoria de una de las mas largas, brutales y sangrientas represiones raciales, la República Sudafricana presentó a la Lista del Patrimonio Mundial la isla de Robben, incluida bajo los criterios III y VI de la Convención. La isla sirvió de prisión desde los primeros establecimientos holandeses en 1600, alojando en sus celdas líderes políticos de los grupos africanos, musulmanes e hindúes, así como opositores ingleses, grupos sociales que han hecho parte en la constitución de la compleja estructura social surafricana. En el siglo XIX la isla complementó su infraestructura de lugar de aislamiento con un hospital de leprosos. Con la política del apartheid del gobierno del Partido Nacional a partir de 1948, la isla se trasformó en un verdadero espacio de internación de por vida y de tortura para los líderes políticos opositores. Nelson Mándela, hoy Nobel de la Paz, fue uno de sus más famosos ocupantes. Transformado en museo de la Tolerancia, el sitio presenta programas especialmente dirigido a los jóvenes, que buscan explicar las complejas circunstancias políticas y económicas que llevaron a las políticas de separación racial y a su radicalización irracional en la década de los sesenta y setenta. El Museo aloja exhibiciones itinerantes sobre casos históricos o recientes de conflictos raciales y sirve de centro para la realización de cursos, conferencias y congresos sobre estos temas. Conclusiones La sociedad tecnocrática y liberal considera la muerte un tema que, en su contenido profundo y sensible, debe ser ocultado de la vida pública, no mencionado, y cuando más asumido en su condición de duelo en la esfera privada. De las ciudades desaparecieron los cementerios, transformados en verdes paisajes sin referencia alguna en la periferia urbana. También las procesiones y muestras de duelo fúnebre. Los hospitales ocultan a los moribundos y los cadáveres, a tiempo que las agencias funerarias, en la práctica y en sus servicios, se confunden casi con casas de festejos, donde las flores, la comida, el salón y los servicios son los temas centrales de la negociación con los deudos. Sin embargo, tal como establecen muchos y reconocidos autores, este ocultamiento del cadáver real se contrapone con lo que se ha dado en llamar “la pornografía de la muerte”. Las noticias de cuerpos sangrientos y despedazados por la acción de la naturaleza, accidentes de transporte y de la violencia irracional de las guerras, así como los crímenes diarios en las barriadas populares de las grandes ciudades, bombardean literalmente nuestra percepción en prensa, cine, y televisión. Pareciera decir entre líneas: la muerte 97 es de los otros, no es mía. Es ajena y no quiero que ni siquiera me la recuerden. Todos aquellos especialistas que tratan las adicciones, así como aquellos tanatólogos que trabajan con los moribundos y con los deudos, están de acuerdo que el reconocimiento y aceptación del problema y del dolor que la muerte ocasiona, es la primera meta que debe ser alcanzada para dar inicio a procesos de arg s o c. El racismo. Tema abierto y sensible. Las migraciones, voluntarias, forzadas o como respuesta al abandono de territorios en momentos de guerra, siempre han sido fuentes de conflicto, algunos de ellos con duración de siglos, como es el caso de la población musulmana de los Balcanes. Tratar la discriminación de derechos por razones de raza, religión, aspecto o costumbres sigue siendo un tema pendiente en la conciencia de la humanidad. El racismo siempre será una fuente fácil para justificar acciones que no tienen otros motivos que intereses económicos o políticos. 97 ENSAYO: La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Ciro Caraballo Perichi / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 85-98 sanación, recuperación e inserción en la vida colectiva. Esto no es distinto en las estructuras sociales. Procesos lentos, dolorosos, que obligan a reconocer las atrocidades pero también las omisiones, complicidades y silencios que permitieron que éstas llegaran hasta sus más inconcebibles límites. Estos procesos requieren de dinámicas de sensibilización que permitan romper los diques, negaciones y visiones parciales construidos a lo largo de décadas por medio de la educación, la prensa, y las propias estructuras sociales. Lejos de una visión de buenos y malos, del ojo por ojo y del diente por diente, debe darse espacio para que las nuevas generaciones reanuden la construcción de un futuro posible, el cual comienza necesariamente por cerrar las heridas, que por cientos, permanecen abiertas en el cuerpo social. En procesos post-conflicto, los espacios para la reconstrucción de memoria y la tolerancia han sido programas donde los múltiples discursos encuentran un lugar para su desarrollo. Reelaboran lecturas de los procesos de violencia pasados, incorporando la visión - muchas veces contradictoria - de los dolientes y de los distintos actores sociales involucrados. Trabajan con el arte, la música, la poesía como espacios para la creatividad positiva del dolor. Organizan exposiciones en su sede o itinerantes, que permiten re-educar a una población muchas veces manipulada por décadas por información no del todo veraz. Actúan como centro de documentación de variado formato, documentos en papel, testimonios orales, fotografía, restos, así como centros de discusión para analizar temas relacionados, nacionales e internacionales, a fin de construir una conciencia colectiva que sane heridas y evite que las nuevas segregaciones sociales, económicas y culturales, generen nuevos ciclos de violencia. En el caso de Colombia, temas como la antropología forense pos-conflicto puede ser una importante ancla para construir, alrededor del tema científico, un nuevo discurso sobre la violencia y su no sentido, dando pie con ello al necesario saneamiento social que el país requiere para sí y ante el mundo. Los vientos de odio se nutren de la violencia, de las tumbas ignoradas, por lo que dejarlas ocultas, a ellas y a sus desconocidos ocupantes, poco aporta al sano devenir de nuevas generaciones ajenas en buena parte a toda culpabilidad en estos procesos, pero directamente afectada por ellos. Nada más terrible para la identidad de un pueblo que los procesos de Alzheimer colectivo, donde no existe la memoria. Se requiere de una actitud constructiva que permita procesos de reflexión sanos sobre un pasado común, por más doloroso que este proceso haya sido. Bibliografía Benjamin, W. (2004). Sobre el concepto de historia. México: Contra historias. 98 UNESCO (1945). Constitución de la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Morin, E. (2003). El hombre y la muerte [1970]. Barcelona: Kairos. Documento en línea, consultado el 28 de mayo de 2008, http://portal.unesco.org/es UNESCO (1999). Directrices prácticas sobre la Conveción para la Protección del Patrimonio Mundial. Documento en línea, consultado el 28 de mayo de 2008, http://www.unesco.org/whc/ arg s o 98 RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: Adrián Gorelik. Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 99-101 Adrián Gorelik Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina* Anahi Ballent Universidad Nacional de Quilmes Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina aballent@unq.edu.ar * Traducción Maria Antonieta Pereira. Belo Horizonte: Editora UFMG Universidade Federale de Minas Gerais, 2005, 190 pp. ISBN: 85-7041-412-9. En esta obra, que consiste en la reorganización de textos escritos inicialmente en la década de 1990, Adrián Gorelik aborda distintos aspectos de las relaciones entre vanguardias, modernismos arquitectónicos y ciudad en América Latina en el ciclo que despliega su desarrollo, entre su emergencia en 1920 y su conclusión en 1960. A través de tres episodios nacionales que analizan sus diferentes articulaciones y momentos en los casos de tres ciudades (“Buenos Aires. La vanguardia del orden, 1920 y 1930”), México (“México. Los viajes de la vanguardia, 1930-1940”) y Brasil (“Brasilia. El museo de la vanguardia, 1950 y 1960”), el autor retoma temas de relevancia ya reconocida por la historiografía, aunque los conceptúa y vincula entre sí de una manera altamente original, tal como propone en la presentación del capítulo inicial (“Nostalgia y Plan. El Estado como vanguardia”), construyendo a partir de ellos una nueva problemática. Brasilia opera así como un punto de llegada que potencia un tema que recorre tal historia y que no siempre ha sido registrado por la historiografía en toda su magnitud: “la entente entre vanguardia y Estado en la arquitectura latinoamericana, el rol decisivo de la voluntad estatal por producir modernidades nacionales y el modo en que la vanguardia encuentra su forma clásica acoplándose a esa 99 voluntad” (Gorelik, 2005, p. 10).1 En efecto, el vínculo de la vanguardia con el Estado intervencionista posterior a la crisis de 1930 y con el desarrollista de los años 1950, consolida la arquitectura moderna en los países del continente; en tal momento, vanguardia y Estado confluyen en la necesidad de construir “una cultura, una sociedad y una economía nacionales” (p. 16).2 El rescate del pasado y la construcción del futuro, la articulación arg s o RESEÑA BIBLIOGRÁFICA 99 RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: Adrián Gorelik. Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 99-101 de “Nostalgia” y “Plan”, serán entonces los contradictorios faros que intente vincular la arquitectura moderna en América Latina. Para desarrollar sus hipótesis, Gorelik cuenta con un sólido conocimiento de la historia disciplinar y de la historia urbana de los casos que trabaja, unido a una precisa apelación a historias políticas y estatales nacionales. Pero es la perspectiva del análisis cultural el instrumento que le permite componer un ensayo de ideas capaz de reflexionar sobre estos problemas de manera compleja y productiva, vinculando los episodios entre sí y ubicándolos dentro de un campo de indagación más amplia, donde el análisis de la arquitectura entra en diálogo con la historia del arte y de la literatura. En tal sentido, resulta particularmente relevante la discusión que propone sobre la definición de la categoría de “vanguardia”, constatando que las vanguardias latinoamericanas desarrollaron características que las distancian de sus definiciones clásicas (por ejemplo, la desarrollada por Peter Bürguer), basadas en la negatividad, la lucha contra la tradición o el internacionalismo. Consciente de la complejidad que el análisis culturalista registra en los intercambios culturales, alejado de la búsqueda de vínculos unilaterales entre centro y periferia y de toda suspensión del juicio a la manera posmoderna, Gorelik se propone contribuir a la renovación conceptual e historiográfica del problema global. Rechazando la consideración de las diferencias presentadas por las vanguardias latinoamericanas en términos de anomalías de episodios periféricos frente a la homogeneidad de los centrales, la obra aporta una visión plural de todos los episodios vanguardistas, señalando al mismo tiempo las tensiones y límites que anidan en sus intentos de conceptuación, ya sean presentes o pasados. De esta 100 arg s o 100 manera, “la experiencia de la vanguardia latinoamericana debe incorporarse en el armado de la fotografía de familia de las vanguardias históricas, que recién completa va a poder resignificarse” (p. 24).3 Dicho de otro modo, en la propuesta de Gorelik los episodios latinoamericanos no sólo informan sobre procesos regionales, sino que iluminan a sus modelos de referencia. Confrontados a demandas o experiencias latinoamericanas, los protagonistas surgidos de tales experiencias - Le Corbusier, Hannes Meyer, Max Bill, Gregori Warchavchik o Wladimiro Acosta - mostrarán la densa trama de intercambios culturales del período y las múltiples direcciones en que ellos se producen, pero también las valencias que en las vanguardias centrales revelan su propia pluralidad y ambigüedad. En el mismo sentido, Brasilia, episodio culminante de los procesos analizados, es presentada como la realización de la ciudad mítica, carácter que se evidencia tanto en su condición de representación cultural de la modernidad latinoamericana, como en su compleja relación con la modernidad pensada en tanto aspiración universal. De la misma forma en que la obra complejiza la idea de “vanguardia”, aunque no prescinde de ella, el análisis resiste el forzamiento a la unidad implícito en la calificación de “latinoamericano/a”, aplicada a sociedades complejas y diferentes entre sí. Sin embargo, no descarta la empresa de identificar y explicar la forma que asumieron en cada caso procesos que en la modernidad trascienden las fronteras nacionales. Para lograr tal objetivo, entonces, abandona todo intento de construir una historia unitaria, eligiendo tres casos nacionales que se desarrollan por separado, aunque centrados en ciertos tópicos comunes. De esta manera, cada uno de los casos puede presentarse con holgura, considerando sus particularidades y su bibliografía específica, ya que Gorelik se propone RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: Adrián Gorelik. Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 99-101 Retomando sugerencias de la “crítica a la ideología” protagonizada centralmente por Manfredo Tafuri y el grupo de historiadores de Venecia en los años 1960 y 1970, aunque reformulando sus planteos precisos en vinculación con un trabajo histórico y crítico colectivo desarrollado desde 1980, dentro del cual se destaca la referencia intelectual de Jorge F. Liernur - Gorelik ha producido una obra tan compleja como precisa, referencia imprescindible para el trazado de una problemática contemporánea en el estudios de la modernidad en América Latina, con todas las implicancias registradas por la obra en la formulación de tal noción en términos universales. Notas 1 Agrego citas, tal como aparecen en la publicación: “a entente entre vanguarda e Estado na arquitetura latinoamericana, o papel decisivo da vontade estatal de producir modernidades nacionais e o modo como a vanguarda encontra sua forma clássica, acoplnado-se a essa voluntade.” 2 “Assim, por meio da arquitetura, vanguarda e Estado confluem na necessidade de construir uma cultura, uma sociedade e uma economia nacionais.” 3 “a experiência da vanguarda latino-americana debe ser incorporada na composiçào da fotografia de família das vanguardas históricas que, quando completada, poderá ser ressignificada.” 101 arg s o utilizar en términos significativos todo lo que los casos comparten, pero también todo aquello que los distingue, intentando que la conjunción produzca “iluminaciones cruzadas”, fórmula que elude de manera fructífera las simplificaciones u omisiones que suelen presentarse como consecuencias inevitables de los análisis comparativos. 101 RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: Adrián Gorelik. Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 99-101 Notas curriculares Eligia Calderón Trejo Arquitecta, Universidad de Los Andes (ULA). Especialización en Restauración y Conservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano, Argentina. Magister Scientae en Ciencias Políticas, por el Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina, ULA. Doctora en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Visiting Scholar, M.I.T., Cambridge (1992); Syracuse University (2002-04). Publicaciones sobre arquitectura, ciudad y patrimonio en general. Profesora de Historia de la Arquitectura, ULA, donde se ha desempeñado como Directora del Centro de Estudios Históricos de Arquitectura “Alfonso Vanegas” y Directora de la escuela de Arquitectura, facultad de Arquitectura y Diseño. Fue directora de la revista Edificar. Ciro Caraballo Perichi Arquitecto (1974) y Licenciado en Historia (1985). Maestría en Acondicionamiento del Patrimonio Histórico y Natural con fines Turísticos (1990). Candidato a Doctor en Arquitectura por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Profesor jubilado, facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV, es actualmente Consultor en Patrimonio Cultural para UNESCO-México. Ha coordinado y participado en proyectos de investigación, publicado trabajos en libros y revistas especializadas, así como participado en numerosos eventos relativos a la investigación y valoración del patrimonio cultural en Europa y Latinoamérica. Aura Coromoto Guerrero Licenciada en Letras, mención Historia del Arte, Universidad de los Andes (ULA). Doctora en Historia del Arte, Universidad Complutense de Madrid, España. Profesora Titular de la ULA, adscrita al departamento de Historia del Arte de la facultad de Humanidades y Educación (FHE), donde ha sido miembro fundador del Grupo de Investigaciones en Arte Latinoamericano (GIAL). Ha desarrollado una línea de investigación sobre el paisaje venezolano, en la cual ha publicado diversos artículos. Imparte un seminario de Arte Venezolano en la maestría de Historia de Venezuela de la escuela de Historia de la FHE. Lourdes Peñaranda Arquitecta, Universidad del Zulia (LUZ), Maracaibo, 1990. Magíster en Arquitectura Paisajista, Rhode Island School of Design, EUA, 1993; Magister en Arquitectura, Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), Barcelona, 1999. Especialista en Gestión Urbana, LUZ, 1999. Candidata al doctorado en Arquitectura, UPC, Barcelona. Profesora de la facultad de Arquitectura, LUZ, adscrita al departamento de Diseño Arquitectónico desde 1995. Rosario Salazar Bravo Urbanista, Universidad Simón Bolívar (USB), 1987; Magister Scientiarum en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, Universidad Central de Venezuela (UCV, 2004), donde es Candidata al doctorado de Arquitectura. Desde octubre de 2000 es profesora Asistente de la facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV. Desde 2006 es Candidato en el Programa de Promoción del Investigador (PPI). La historia urbana colonial, referida específicamente a Caracas, constituye su principal línea de investigación, la cual ha venido divulgando desde diversos congresos internacionales y publicaciones nacionales. 102 arg s o arg s o 102 102 RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: Adrián Gorelik. Das vanguardas a Brasilia: cultura urbana e arquitetura na América Latina Anahi Ballent / Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 99-101 Agradecemos la colaboración en este número de los siguientes evaluadores: Alfonso Arellano, Carola Bravo, Guillermo Barrios, Gioia Kinzbrunner, Christian Páez, Juan José Pérez Rancel, Sandra Pinardi, Rafael Rondón, Jorge Victoria. 103 o arg s 103 PUBLICACIONES RECIBIDAS Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 104-105 PUBLICACIONES RECIBIDAS 104 arg s o 104 Cahiers des Amériques Latines. Des sociétés en réseaux N° 51-52, enero-febrero 2006 ISSN 1141-7161 Institute des Hautes Études de l’Amérique Latine Université de la Sorbonne Nouvelle – Paris III. Paris, Francia olivier.compagnon@univparis3.fr Laguna. Revista de Filosofía N° 20, 2007 ISSN 1132-8177 Facultad de Filosofía Universidad de La Laguna Tenerife, España rlaguna@ull.es Laguna. Revista de Filosofía N° 21, 2007 ISSN 1132-8177 Facultad de Filosofía Universidad de La Laguna Tenerife, España rlaguna@ull.es Letras Vol. 49, N° 75 ISSN 0459-1283 Instituto Venezolano de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Andrés Bello Universidad Pedagógica Experimental Libertador Instituto Pedagógico de Caracas. Caracas, Venezuela letras-ivillab@cantv.net Límite. Revista de filosofía y psicología. Vol. 2, N° 15, 2007 ISSN 0718-1361 Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas Universidad de Tarapacá Arica, Chile Para las telarañas: Órgano divulgativo del Taller Literario Marco Antonio Martínez N° 18, 2006 Instituto Venezolano de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Andrés Bello Universidad Pedagógica Experimental Libertador Instituto Pedagógico de Caracas Caracas, Venezuela tallerliterario1976@yahoo.com PUBLICACIONES RECIBIDAS Argos Vol. 25 Nº 49 2008 / pp. 104-105 Quórum académico Vol. 3, N° 1, enero-junio 2006 ISSN 1690 7582 Centro de Investigación sobre la Comunicación y la Información (CICI) Facultad de Humanidades y Educación, Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela Quórum Académico Vol. 3, N° 2, julio-diciembre 2006 ISSN 1690 7582 Centro de Investigación sobre la Comunicación y la Información (CICI) Facultad de Humanidades y Educación, Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela Quórum Académico Vol. 4, N° 1, enero-junio 2007 ISSN 1690 7582 Centro de Investigación sobre la Comunicación y la Información (CICI) Facultad de Humanidades y Educación, Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela Situarte Año 1, N° 1, julio-diciembre 2006 ISSN 1856-7134 Facultad Experimental de Arte, Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela situarte@gmail.com 105 arg s o Utopía y Praxis Latinoamericana. Revista Internacional de Filosofía Iberoamericana y Teoría Social. Año 11 – Nº 38, julioseptiembre 2007 ISSN 1315-5216 Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela. utopraxis@yahoo.es 105 Normas para las contribuciones enviadas a Argos Las contribuciones deben ser enviadas a Argos por sus autores y pueden ser de varios tipos. Principalmente basados en investigación, los artículos deberán ser inéditos y serán sometidos a arbitraje confidencial por dos especialistas en el área del artículo, cuya evaluación podrá ser completada con la opinión de un tercero, en caso de opuesta discrepancia entre la condición publicable y no publicable por parte de los dos primeros árbitros. Los evaluadores son recomendados por el Consejo Editorial. Dentro de la sección de artículos, puede haber un dossier o conjunto de contribuciones en torno de un mismo tema, cuya propuesta deberá haber sido enviada por un reconocido especialista al Director o Editor Técnico, quienes la someterán ante el Consejo Editorial para su aprobación. Por su parte, las contribuciones divulgativas pueden incluir ensayos, reseñas de libros o eventos, traducciones, así como cualquier otra que los editores de la revista consideren conveniente e interesante, sin que sea sometida a arbitraje. Además de ser inéditos, los artículos no deben estar siendo evaluados por ningún otro medio divulgativo, impreso o electrónico. Las contribuciones divulgativas pueden haber sido publicadas en otro medio, pero en un idioma diferente del español, en cuyo caso deberá incluirse una nota aclaratoria. Argos se reserva el derecho de sugerir modificaciones formales a los artículos que sean aceptados para su publicación. Todos los textos enviados deben regirse por las siguientes normas: 1. Los artículos no deben tener menos de 20.000 ni superar los 70.000 caracteres, incluidos los espacios en blanco y las notas, que deben ser reducidas al mínimo posible. 4. Debe incluirse un resumen de 500 a 800 caracteres (con espacios) y una lista de 5 palabras claves. Ambos deben enviarse en español y en inglés. 3. Las referencias bibliográficas serán incorporadas en el texto según el sistema autor-fecha, principalmente basado en el Manual de Estilo de la American Psychological Association (APA). Ejemplo: (Jiménez González, 1998, pp. 125-128) 4. Al final del artículo aparecerá una lista bibliográfica completa ordenada alfabéticamente. Los tipos principales de referencias bibliográficas incluyen: Apellido, Inicial nombre (Año). Título (Nº edición). Lugar de edición: Editorial. Apellido, Inicial nombre y Apellido, Inicial nombre (año). Título. Lugar de edición: Editorial. Apellido, Inicial nombre y Apellido, Inicial nombre (Eds.) (Año). Título. Lugar de edición: Editorial. Apellido, Inicial nombre (Año). Título. En Apellido, Inicial nombre y Apellido, Inicial nombre (Eds.), Título. (pp. xx –xx). Lugar de edición: Editorial. Apellido, Nombre (Año). Título. Revista , Vol., Nº , pp-pp. En caso de sitios web, deberá incluirse la fecha de consulta. 106 5. Para mantener el anonimato del arbitraje, la información sobre el autor no debe aparecer en el artículo. 6. En archivo aparte deberá incluirse una semblanza curricular del autor en no más de 100 palabras, así como su dirección electrónica y postal, a la que serán enviados los ejemplares correspondientes si su contribución es publicada. arg s o arg s o 106 107 7. Los artículos deben enviarse en formato Word. Debe utilizarse Times New Roman 12 para el texto. Los títulos deben estar en MAYÚSCULAS negritas y los subtítulos en altas y bajas negritas. 8. Si el artículo incluye cuadros, gráficos o ilustraciones, debe enviarse un solo archivo, con las imágenes en baja resolución y en escala de grises o en blanco y negro. En el texto, debe hacerse referencia al lugar donde se colocarán las ilustraciones, cuadros o gráficos. 9. En caso de ser aceptado el artículo para su publicación, se solicitará al autor el envío de las ilustraciones. Éstas serán entregadas en formato jpg con una resolución de 250dpi y un tamaño máximo de 16x16 cm, sin requerir mayores modificaciones ni composición. Todas las imágenes serán referenciadas con una leyenda que indique el título, la fuente, la propiedad intelectual de cada figura y enumeradas consecutivamente según el orden de aparición en el texto. 10. En el caso de envío de propuestas para coordinación de números temáticos o dossiers, debe enviarse un resumen de 1500 caracteres explicando las características de la propuesta y la lista de los posibles colaboradores, indicando su área de trabajo y vinculación institucional y resumen de 700 caracteres de cada artículo. Una vez que el consejo editorial apruebe la propuesta, los artículos pasarán por el mismo proceso descrito anteriormente. 11. Las contribuciones se enviarán por correo electrónico a revista-argos@usb.ve. Para cualquier información adicional impresa, se utilizará la dirección postal: Revista Argos División de Ciencias Sociales y Humanidades Universidad Simón Bolívar Edificio EGE, piso 1 Apartado 89000 / Caracas 1081 Tlfs: (58 212) 906 3723/ 3806 Fax: (58 212): 906 3806 En caso de que los artículos enviados no respondan a las especificaciones anteriores, no serán sometidos a arbitraje. 107 o arg s 107 Normas para los evaluadores de contribuciones enviadas a Argos Los evaluadores son escogidos de acuerdo a su especialidad por el Consejo Editorial y se sigue el sistema doble ciego. Los evaluadores deben tener en cuenta los siguientes aspectos al arbitrar los trabajos: 1. Los artículos deben ser analíticos, interpretativos y seguir una metodología rigurosa. No se aceptan artículos de divulgación. 2. Las contribuciones no deben tener menos de 20.000 ni superar los 70.000 caracteres, incluidos los espacios en blanco y las notas, que deben ser reducidas al mínimo posible. 3. Título descriptivo y adecuado para el que sintetice la idea principal del artículo. 4. Claridad en la exposición de los objetivos que se persiguen 5. Revisión de estudios antecedentes 6. Coherencia de ideas a lo largo del trabajo 7. Pertinencia de la metodología para el tema tratado 8. Pertinencia de las técnicas y procedimientos usados 9. Discusión e interpretación de la información 10. Solidez lógica de las conclusiones 11. Pertinencia, suficiencia y actualización de la bibliografía 12. Originalidad y relevancia de la investigación 13. Claridad y calidad de la redacción 14. Las referencias bibliográficas serán incorporadas en el texto según el sistema autor-fecha del Manual de Estilo de la American Psychological Association. 15. Los evaluadores indicarán en la Planilla de evaluación el nivel del artículo en los aspectos anteriormente mencionados. 16. Posteriormente recomendarán: publicar el artículo, publicarlo con modificaciones (indicando éstas) o no publicarlo. 17. En caso de observaciones, éstas se indicarán por escrito. 18. Si los evaluadores recomiendan publicarlo con modificaciones, éstas se enviarán al autor. Si éste reenvía el artículo, el mismo será sometido a una segunda revisión por el evaluador. 108 arg s o 108 Universidad Simón Bolívar Vicerrectorado Administrativo Dirección de Servicios Departamento de Producción de Impresos Caracas - Venezuela 250 ejemplares Impreso en agosto 2008 109 o arg s 109