Universidad de Costa Rica Quintas Jornadas de Investigación: “Bifurcaciones de la Comunicación Social” ECCC La representación de la Primera Guerra Mundial en El Quinto Libro de las Crónicas, de Enrique Gómez Carrillo Dorde Cuvardic1 Resumen: En el presente artículo se analizan tres crónicas de guerra de El quinto libro de las crónicas, del escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo. Frente a las crónicas de bulevar, hasta ahora no habían recibido atención crítica las dedicadas a la Primera Guerra Mundial, reunidas en varias recopilaciones. Son crónicas de la retaguardia. Como corresponsal de guerra, Gómez Carrillo se dedica a describir la destrucción de las ciudades belgas y de sus monumentos medievales. Para conseguir este objetivo, Gómez Carrillo utiliza términos pertenecientes al discurso religioso. Además, resemantiza el topos simbolista de la ciudad muerta, muy popular en la estética fin de siglo. Palabras Clave Modernismo latinoamericano, crónicas, corresponsal de guerra, Primera Guerra Mundial, topos de la ciudad muerta, discurso religioso. Abstract: This article analyzes three war chronicles from El Quinto Libro de las Cronicas by the Guatemalan writer Enrique Gómez Carrillo will be analized. Opposite to his boulevar chronicles, up to now his First World War chronicles, gathered in several compilations, had not received critical attention. As a war correspondent, Gómez Carrillo describes the destruction of Belgian cities and their Medieval monuments in various rearguard chronicles. In order to achieve his goal, he uses terminology from the religious discourse. He also resemanticizes the dead city symbolist mole, very popular in the turn of the century aesthetics. Key Words Latin American Modernism, chronicles, war correspondent, First World War, dead city moles, religious discourse 1 Docente e investigador en la Escuela de Ciencias de la Comunicación, Colectiva, en la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura, en la Maestría en Artes y en el Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura. Es especialista en análisis del discurso, cultura visual, teoría literatura, literatura española y comparatismo interartístico, áreas en las que ha publicado numerosos artículos. Introducción La asociación entre conflictos bélicos y comunicación de masas (escritura periodística, documental) siempre ha sido muy estrecha y muchas veces ha arrojado resultados significativos. En particular, a partir de las corresponsalías bélicas se han escrito excelentes reportajes, reportajes novelados y novelasreportaje. Son conocidos, por ejemplo, los reportajes periodísticos sobre las grandes revoluciones del siglo XX. En la representación de estos últimos procesos sociales se pueden mencionar los dos grandes reportajes de John Reed (18871920), México insurgente, 1914, y Diez días que estremecieron al mundo, 1919, este último sobre la Revolución de Octubre en Rusia. Y en el marco de los conflictos bélicos, se puede mencionar un ejemplo más actual, Territorio Comanche, de Arturo Pérez Reverte, 1994, novela reportaje donde el autor ficcionaliza su trabajo como corresponsal durante la guerra de Bosnia-Herzegovina a inicios de la década de 1990. Cabe destacar también el trabajo de los reporteros gráficos. Han sido producidos excelentes documentales que indagan su cotidianeidad. Un caso es, en este sentido, el documental suizo Fotógrafo de guerra (2002), de Christian Frei, sobre las problemáticas éticas que debe enfrenta James Nachtwey durante su desempeño en diversas guerras. Centroamérica ha producido periodistas destacados por sus corresponsalías en guerras externas al istmo. Podemos mencionar, por ejemplo, Vietnam: Crónicas de guerra, del costarricense Joaquín Gutiérrez Mangel, cuya compilación se publicó en 1988. También es relevante, más allá del lenguaje periodístico, el aporte de la poesía centroamericana en la representación de conflictos bélicos que tienen lugar en otras parte del mundo. Sin ir más lejos, el poeta nicaragüense Salomón de la Selva, quien participó en el ejército inglés en la Primera Guerra Mundial, ofrece las reflexiones de la guerra de las trincheras en su más conocido poemario, El soldado desconocido, publicado en México en 1922 con portada de Diego Rivera. Destaca también el periodista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, quien cuenta con diversas compilaciones de crónicas periodísticas sobre la Gran Guerra: Campos de batalla y Campos de Ruinas, 1915, En el corazón de la tragedia, 1916, Gesta de la Legión extranjera. Los hispanoamericanos en la Guerra, 1921, En las trincheras, 1921, y El quinto libro de las crónicas, 1922. Esta última compilación centrará el análisis del presente artículo. La representación periodística centroamericana de la Primera Guerra Mundial, específicamente en la prensa de la región, ha sido investigada por Patricia Vega. En el artículo ¿Especulación desinformativa? La Primera Guerra Mundial en los periódicos de Costa Rica y El Salvador (2007), a partir de la publicación de más de 1.700 noticias publicadas en el costarricense La Información y el Diario de El Salvador, destaca el esfuerzo de ambas empresas por ampliar el espectro de las fuentes informativas sobre la Gran Guerra, en un intento por evitar que las agencias de prensa tradicionales acaparasen el encuadre desde el que se comprendía el conflicto. Vega también destaca, en ambos periódicos, el uso de procedimientos discursivos para evaluar positivamente a uno de los bandos beligerantes, el aliado, por más que comunicaran a sus lectores el propósito de ser neutrales. Asimismo, en el artículo Primicias de la Primera Guerra Mundial en la prensa costarricense (1914) (2009), Vega analiza las condiciones productivas y las noticias que aparecieron publicadas durante los primeros seis meses de conflicto bélico en dos de los diarios más importantes de Costa Rica La información y La prensa libre. La prensa costarricense emprendió una serie de innovaciones y cambios tecnológicos para asumir la gran cantidad de cables y de otras fuentes informativas internacionales que llegaban todos los días al país. En términos de contenido, además de cuidar la dimensión gráfica del conflicto, ambos periódicos asumieron explícitamente una posición de respaldo al bando aliado, visible en las modificaciones a los cables recibidos y en el contenido de las noticias. Otra vía para investigar la representación periodística de la Primera Guerra Mundial es a través de las corresponsalías. Analizaremos, como ya mencionamos previamente, diversas crónicas de guerra del guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (1873-1927), sobre las que la crítica no ha prestado atención hasta el momento, frente a las crónicas de bulevar, ampliamente investigadas2. Desde el inicio de la Primera Guerra Mundial se desempeñó como corresponsal del diario bonaerense La Nación (para el que también escribieron, en su momento, Martí y Darío). Nuestro principal objetivo es identificar los principales procedimientos discursivos que utiliza Gómez Carrillo para representar sus observaciones sobre el conflicto y sus consecuencias. Nos ocuparemos de las siguientes crónicas de El quinto libro de las crónicas: Iprès la muerta, Noyon, En una ciudad belga y La capital del ejército inglés, que describen la retaguardia del frente de batalla aliado en Bélgica. Dos de las preguntas que pretendemos responder son: ¿Qué función se otorga a sí mismo Gómez Carrillo como corresponsal de Guerra? ¿Qué centra su interés descriptivo? Cabe destacar que otros famosos corresponsales de guerra se ocuparon previamente del frente belga en la Primera Guerra mundial. Es el caso del periodista británico Philipp Gibbs, que Gómez Carrillo menciona en la crónica Iprès la muerta3. Al entrar en el pueblo de Poperinghe, recuerda el trabajo periodístico de Gibbs: “¿Qué miserias, qué angustias vamos a ver ahí?... A mi mente acude la página en que Philipp Gibbs refiere su llegada a este mismo sitio, una tarde de invierno, hace algo más de un año.”4 El campo de batalla belga 2 Es el caso de Cuvardic García (en prensa), Hajjaj (1994), Hambrook (1991) y Morán (2006). 3 En este artículo hemos decidido utiliza el nombre francés de la ciudad, Iprès, tal como lo utiliza el propio Gómez Carrillo. 4 pp. 143-144. A partir de este momento, toda referencia a El quinto libro de crónicas corresponde a la siguiente edición: Enrique fue un importante frente en las primeras fases de la I Guerra Mundial y, como tal, ocupaba el centro de atracción de los medios periodísticos occidentales. La ciudad arrasada por los bombardeos: resemantización del tópico simbolista de la ciudad muerta La crónica con la que se abre el volumen es Iprès, la muerta. La ciudad del mismo nombre, entre otros motivos, es conocida porque en la guerra de trincheras que tuvo lugar en sus alrededores los alemanes usaron por primera vez gas venenoso. Tópico principal de la literatura belga simbolista de fin de siglo es la ciudad muerta (Brujas, la ciudad muerta, 1892, de Georges Rodenbach, o gran parte de la producción poética de Émile Verhaeren)5. Gran conocedor de la literatura simbolista, Gómez Carrillo adopta el tópico de la ciudad muerta y lo resignifica o resemantiza para describir las ciudades destruidas por el conflicto bélico. De hecho, Iprès es una ciudad muerta por partida doble: es una urbe en decadencia y, además, es una ciudad destruida. Iprès es una de aquellas vetustas ciudades que tuvieron un pasado de esplendor económico y artístico en la Edad Media y que, en la modernidad industrial, se encuentran en una larga decadencia. Las ciudades Gómez Carrillo. El quinto libro de las crónicas. Madrid: Mundo Latino, 1922. 5 Para realizar un acercamiento al topos de la ciudad muerta se pueden consultar las siguientes fuentes: Friedman (1990), Gleber (1995) y Lozano (1995). prototípicas en la estética fin de siglo son Brujas (Bélgica), Venecia (Italia) y Toledo (España). Gómez Carrillo dedica parte de su crónica a describir la atmósfera de Iprès como ciudad muerta antes de su destrucción en la I Guerra Mundial: “Iprès, como Toledo, era una noble población que dormía un sueño de glorias pasadas al abrigo de todas las ambiciones y de todas las convulsiones del tiempo… Iprès no acariciaba quiméricas esperanzas de poderío ni esplendor… Iprès era una bella del bosque durmiente que ningún príncipe debía sacar jamás de su lecho de piedra…Vestida de encajes góticos esperaba sin impaciencia el paso de los siglos, sin más ilusiones que las de agonizar lentamente, tranquilamente, rodeada del respeto de los hombres y del amor de los poetas. Sus campanas mismas tenían voces apagadas que parecían marcar horas ancianas y celebrar ceremonias desvanecidas. Su atmósfera gris, tibia, húmeda, sugería ideas de pereza meditativa y de dulce escepticismo. […] esa misa humildad, ese mismo alejamiento de las fiebres modernas, parecían una garantía para su larga vejez tranquila…” (p. 139). Iprès queda revestida de los clásicos atributos de la ciudad muerta simbolista: la ensoñación, el sosiego, la placidez, el letargo, el reposo, el largo declive económico, la omnipresencia de un poder eclesiástico, igualmente agónico, en las innumerables iglesias y en el contante repique de las campanas… Gómez Carrillo describe un caso de ironía situacional. Llega la guerra para rematar –literalmente- una ciudad moribunda – metafóricamentedesde hace siglos. Iprès es una ciudad muerta en ruinas, como consecuencia de los bombardeos: “en todas partes es la misma desolación, la misma tristeza, el mismo silencio sepulcral.” (125). Utiliza, a veces resemantizándolos, los procedimientos decadentistas y simbolistas de la ciudad muerta al servicio de la representación de la ciudad destruida. Las campanas, símbolo supremo del adormecimiento de la ciudad muerta simbolista, son resignificadas por Gómez Carrillo, como corresponsal de guerra, para convertirlas en el único símbolo de vida, que por lo demás sirve para destacar todavía más la desolación de la urbe: “Hoy es el rumor de una campana lo único que anima el espacio, un rumor grave y suave que se extiende en el aire claro con una serenidad religiosa. ¿De qué campanario salvado por milagro viene? ¿Qué mensaje lleva en sus alas hacia las aldeas vecinas?” (143). Un tópico que no sólo se encuentra en las crónicas de guerra de Gómez Carrillo, sino que también, potencialmente, se puede encontrar en otros cronistas que representan conflictos bélicos, es el tradicional del ubi sunt, donde se problematiza la vanidad del ser humano ante el carácter perecedero de la vida y de los imperios. El ejemplo más famoso que se encuentra en la literatura española es el de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique: “¿Qué se hizo el rey don Juan?/ […] Las justas y los torneos,/ paramentos, bordaduras/ y cimeras/¿fueron sino devaneos? […];/¿Qué se hizo aquel trobar,/ las músicas acordadas que tañían? […] Las dádivas desmedidas,/ los hedificios reales /llenos de oro/ […] ¿dónde iremos a buscallos?;/¿qué fueron sino rocíos / de los prados?” (Manrique, 2000: 226-230). En la crónica de Gómez Carrillo, más bien la pregunta que se plantea es: ¿Qué se hicieron aquellos espléndidos edificios medievales…?; ¿Cómo es posible que la magnificencia de los edificios civiles y religiosos de la Edad Media flamenca se encuentre reducida a cenizas? Las ruinas de Iprès que destacan en sus crónicas no pertenecen a la arquitectura religiosa, sino a la civil. De hecho, después de describir la catedral de Iprès, Gómez Carrillo declara: “Para mí, sin embargo, la pérdida de tan bello templo, que en otra parte me habría emocionado, aquí apenas me interesa.” (130). Se trata del Mercado de los Paños, una de las joyas de la arquitectura civil de la Baja Edad Media: “En Iprès, en efecto, la verdadera catedral era el Mercado de los Paños, una catedral de creencias cívicas y municipales, un santuario de la fe laboriosa que logra sobreponerse a las tiranías de los príncipes.” (130). La ciudad de Noyon, a la que dedica la crónica del mismo nombre, es otra ciudad medieval destruida por las bombas. Gómez Carrillo se imagina su esplendor pretérito a medida que se acerca a la ciudad: “Y del fondo de mi memoria surge la imagen de la belle ville endormie dans son passé [es decir, ciudad dormida en su pasado]” (231). Esta es un procedimiento discursivo típico en las corresponsalías de guerra del autor guatemalteco: el contraste o antítesis. A partir de la desolación actual, se describe el esplendor pretérito. Así, un procedimiento es resucitar, mediante la imaginación, la imagen pública de la ciudad, antes de su destrucción. Gómez Carrillo también recuerda su pasada visita a Iprès y utiliza el presente histórico para que la imagen de esta visita sea lo más vívida posible en la mente del lector. Después de describir las ruinas, detalla la ciudad antes de los bombardeos: “Con la imaginación contemplo el venerable café de la Buena Voluntad […] Veo también la plaza del Museo”. (p. 126). Cabe destacar que, en el marco de esta recuperación imaginaria del pasado, Gómez Carrillo ya utiliza el cine, que apenas tenía veinte años de existencia, como metáfora de los recuerdos, consolidada un siglo después bajo el enunciado de ‘veo pasar la película de mi vida’. En el caso del cronista guatemalteco, declara que, “como en un cinematógrafo, pasan por mi memoria las fachadas ilustres de la rue de Lille…”(p. 126). De hecho, los dispositivos ópticos, surgidos en los siglos XVII, XVIII y XIX rápidamente quedaron incorporados como metáforas de la visión (tanto en el ámbito de las imágenes empíricas como de las mentales) en el discurso filosófico, literario y científico... El lector implícito previsto por Gómez Carrillo, como enunciador, es el de la prensa periódica. Aunque trabajaba para La Nación de Buenos Aires, sus crónicas eran enviadas posteriormente a otros periódicos, tanto latinoamericanos como españoles, y leídas por sus respectivos públicos. En ocasiones, Gómez Carrillo menciona explícitamente su lector previsto, como en Iprès la muerta: “¡Ah! Ya sé que las palabras, en época de horrores, pierden, con la distancia, todo su valor trágico... Pero figuraos lo que sería para vosotros, que me leéis en España, el bombardeo de Toledo, un bombardeo que no dejara piedra sobre piedra, y, sobre todo, un bombardeo inútil, un bombardeo sin la menor utilidad nacional o militar” (138). En este caso, el cronista interpela explícitamente al lector (utiliza dos veces ‘figuraos’), específicamente al español, para que ‘visualice’ mediante una imagen mental, gracias al recurso descriptivo de la hipotiposis (es decir, detallar lo descrito para que el lector haga presente lo ausente), la destrucción en la que se encuentra Iprès. Para ello, recurre, como punto de comparación, a un hipotético bombardeo sobre Toledo. De esta manera, el lector hispanohablante ‘visualizará’ mejor, de acuerdo con sus propios encuadres culturales, las ruinas de la ciudad belga6. Enrique Gómez Carrillo, en muchas de sus crónicas urbanas, está acompañado de un guía o cicerone. También ocurre en su visita a las ciudades destruidas de la Primera Guerra Mundial, como es el caso de Iprès: “El oficial que me acompaña parece dar a la destrucción de la catedral una importancia mayor que a la de los demás edificios de la ciudad.” (129); “Por las calles desiertas vamos, sin rumbo fijo, siguiendo las huellas del asesinato de la ciudad. Hay una gran monotonía en el espectáculo que contemplamos.” (135). También ocurre en el caso de Noyon: “Ante 6 Ironías del destino, la propia ciudad de Toledo sería bombardeada parcialmente décadas después durante la Guerra Civil española. los escombros, mi cicerone me hace leer un cartel de la komandatur pegado aún en una tabla” (en cursiva en el original) (237). El efecto de realidad ante los lectores latinoamericanos queda reforzado cuando menciona su condición de testigo ocular, mientras que la veracidad de sus observaciones queda en mayor medida legitimada cuando afirma estar acompañado de un nativo que conoce el terreno y le enseña los sitios más relevantes (tanto los campos de pasadas batallas como los monumentos destruidos). Por otra parte, está ampliamente demostrado que, en los medios de comunicación de los países aliados y de los países que los apoyaron, la representación del ejército alemán se estructuraba a partir de su demonización, donde destacaba, sobre todo, su comportamiento cruel con la población civil7. Lo mismo ocurre en la crónica Noyon, donde su cicerone le relata a Gómez Carrillo las medidas adoptadas por las autoridades alemanas al invadir la región. Los santuarios del arte en las descripciones de las ciudades destruidas por los bombardeos Los escritores modernistas que viajan a Europa como corresponsales (también es el caso de Rubén Darío) encuadraron sus itinerarios desde el discurso religioso. Consideraban su visita a las ciudades del Viejo Continente como una especie de peregrinación. 7 Como ejemplo, Vega (2007: 297) demuestra la presencia de una actitud anti-alemana en la prensa costarricense, muy dependiente de los cables de la agencia Associated Press (AP). Para ellos, visitar Europa suponía peregrinar a los santuarios culturales de la civilización occidental. Recordemos, en esta línea, Peregrinaciones, 1915, de Rubén Darío. Asimismo, cuando estos escritores recorrían estas ciudades como corresponsales de guerra, seguían utilizando este encuadre religioso. Son diversos los casos en la crónica Ipres, la muerta. Cuando Gómez Carrillo es acompañado por un cicerone al recorrer esta última ciudad, destruida por los bombardeos alemanes, declara: “Mi guía me señala de vez en cuando un montón de escombros, murmura un nombre y se detiene para dejarme el tiempo de llorar las reliquias destruidas.” (137). Varias páginas antes ya había definido a esta ciudad como “relicario de los grandes siglos flamencos.” (126). Cuando menciona las reliquias se refiere, evidentemente, a los monumentos históricos de la ciudad. Al presenciar la destrucción del Mercado de Paños de Iprès, joya de la arquitectura gótica, es evocado tal como lo pudo observar años antes, en una anterior visita, “una de aquellas mañanas primaverales en que los romeros del arte veníamos a contemplar sus cien ventanas…” (127). El sintagma clave, en este último caso, es el sintagma romero del arte, función que Gómez Carrillo se atribuye a sí mismo. El siguiente extracto también encuadra metafóricamente el discurso de la cultura desde el religioso: “Es toda la ciudad, es todo un relicario de la Edad Media, es uno de los santuarios históricos de Europa y del mundo, lo que lloramos en estas calles desiertas, en estas plazas lúgubres, ante estos muros calcinados.” (138). Las metáforas religiosas empleadas en esta ocasión son relicario y santuario histórico para designar la ciudad. Y ante la destrucción de la ciudad de Iprès, no puede dejar de preguntarse: “¿Dónde encontrar, en efecto, salmos bastantes para tanto horror y tanta angustia?” (la cursiva es añadida) (125). Además, llama a su cicerone belga “mi compañero de peregrinaciones” (127). Como excepción, el uso del encuadre religioso se relaciona en la crónica En una ciudad belga con la capacidad de lucha del pueblo belga: “la sola idea de que nos encontramos en Bélgica y que pisamos al fin el suelo santificado por el sacrificio de un pueblo mártir, basta para inspirarnos meditaciones dolorosas.” (141). En la crónica Noyon también se utiliza el encuadre religioso. Al recordar su primera visita a esta ciudad, hacía tres años, se autodefine como peregrino apasionado (231). También se utiliza al describir un callejeo (flanerie) por las calles de Noyon: “Sin prisa, como romeros que saben gozar del día, de la hora, vamos hacia la catedral por las viejas calles noyonesas y nos detenemos a cada paso para admirar algún detalle pintoresco.” (la cursiva es añadida) (235). Como vemos, la metáfora de la peregrinación sirve, ante el lector, para manifestar la actitud del enunciador, reverencial, llena de dolor, ante la realidad representada. Enrique Gómez Carrillo, como peregrino del arte, desarrolla una preocupación obsesiva hacia el estado de conservación de los monumentos, en ruinas o intactos, como ocurre en la crónica Noyon: “En el barrio por el cual penetramos en la cuna de Calvino se ven, realmente, algunas ruinas. Pero, ¿qué importancia tiene eso, puesto que el viejo centro de la ciudad ha guardado sus viejas tapias conventuales, sus viejas iglesias, sus viejos hoteles abaciales, sus viejos torreones tapizados de hiedra?...” (233). Los seres humanos, las víctimas civiles o militares, obtienen mucha menos importancia. Gómez Carrillo estetiza el sufrimiento. También ocurre al escuchar el Dies irae en el interior de la Catedral de Noyon, cuyas notas le despiertan una imagen mental de horror y destrucción, descrita desde el topos de la Danza de la Muerte: “Todos los cuadros trágicos que antes hemos visto en nuestras excursiones de estos días, todos los huertos talados, todas las aldeas convertidas en campos de escombros, todos los cementerios profanados, todo lo que es el horror y las miserias de la guerra, aparece de pronto amontonado en una panorama de sangre, de lágrimas y de fuego ante mis ojos alucinados.” (243). Se procede a una transfiguración estética climática de la destrucción del mundo material, de los objetos (aldeas, huertos, escombros de edificios, cementerios), no del sufrimiento humano. Es conocido el aprecio que los modernistas (y todos los epígonos del Romanticismo) tuvieron a la música: el poder evocativo, la capacidad de producir imágenes mentales, se encuentra en la esfera del sonido, de la música. Por otra parte, y como nueva demostración del desinterés de Gómez Carrillo hacia el sufrimiento de la población civil o de los soldados, en la crónica En una ciudad belga, se ocupa más bien del regreso a la cotidianeidad de la población civil. Es más, en búsqueda del pintoresquismo, queda seducido, ante todo, en palabras del narrador, por las cuidadas viviendas de los lugareños: “Pero lo que más nos seduce y más despierta nuestra curiosidad, ávida siempre de color local, son las casitas burguesas” (145). Una de las escasas excepciones a esta focalización se presenta en la crónica Noyon: “Hay en los rostros de los habitantes una expresión extraña, que hace pensar en los convalecientes, en los escapados de presidio, en los náufragos que se salvan. Hay alegría y espanto en esos ojos.” (233). Pero incluso en este caso, se procede a una estetización del sufrimiento: el nivel retórico (la comparación) predomina sobre el nivel referencial. Conclusiones Los textos que se han analizado en este artículo son crónicas de la retaguardia. Su intención, en principio, es describir la cotidianeidad de la retaguardia del ejército aliado, el estado de ánimo de las tropas y de la población civil, la convivencia humana en una situación de excepción como es una guerra. Sin embargo, estas crónicas se convierten, finalmente, en una elegía ante la destrucción de las más ‘refinadas’ muestras del Arte universal, tanto civil como religioso. El tono de las crónicas de guerra de Gómez Carrillo analizadas es meditativo, elegíaco, tono utilizado cuando se pretende destacar la pérdida de alguna entidad (persona, país, etc). La elegía, más que dirigirse a la vanidad de los intereses humanos o a la fugacidad de la vida humana (con la guerra como contrapartida, que siembra destrucción y muerte), se erige en lamento ante la destrucción de los monumentos históricos flamencos. En el modernista Gómez Carrillo no puede sorprender el uso del topos de la ciudad muerta cuando recordamos que precisamente en las manifestaciones artísticas y literarias belgas es donde se desarrolla, con mayor ímpetu que en otros países europeos, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, esta estética mortuoria. En su afán estilístico, que predomina sobre la intención referencial, Gómez Carrillo resemantiza este topos y lo pone al servicio de los procedimientos discursivos utilizados en la elaboración de una crónica de la retaguardia. Por último, como propuesta de investigación para el futuro, se recomienda incentivar el estudio de las corresponsalías extranjeras de los periodistas centroamericanos tanto en las guerras de la región como fuera del istmo. Bibliografía Asturias, Miguel Ángel. 1997. París. 1924-1933. Periodismo y creación literaria. San José, Costa Rica: ALLCA. 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