teatro - La gaceta de la Universidad de Guadalajara

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La gaceta
Erotismo
bajo la
luna
10 de marzo de 2014
5
La primera obra de horario nocturno en Guadalajara se llama Asfixia
erótica bajo la luna de abril que se mantiene en temporada los jueves y
sábados de marzo a las 22:30 horas
E
l desvelo coloca a la mente en lugares sugerentes. El término de las
actividades diurnas, el aparente
descanso de los otros, nos llevan a
creer que la noche en que estamos despiertos sólo la habitamos nosotros. Esa oscuridad es el telón de fondo para la presentación de la obra Asfixia erótica bajo la luna
de abril, recientemente estrenada. La convocatoria se hace a las 22:30 hrs. en la Casa
Suspendida, espacio que se ha convertido
en un caldo de cultivo para la experimentación de fórmulas de producción, como la
temporada de esta obra.
Su autor, Mario Cantú Toscano decidió
no salirse de ese universo para crear una
puesta en abismo del acontecimiento escénico. Vera Wilson y Paloma Domínguez interpretan a dos actrices cuyo éxito aparente las ha llevado a la rivalidad. Esta es una
historia de teatro construida desde la ambigüedad. Cuando se enciende la luz ambas mujeres están ahí, en un salón al que
fueron convocadas por un director para
una audición. Todo lo demás existe pero
no está. Todo lo demás debería existir y no
tenerlo las desespera. Como en El Ángel
Exterminador de Buñuel, la obligación de
permanecer, la imposibilidad de escapar,
las obliga a una convivencia que rápidamente se convierte en una guerra. Y es ahí
cuando la noche manifiesta su intención
para que, como únicas habitantes de un espacio extraño y ajeno a la vez, luchen para
imponerse una a la otra. Dos fascinantes
mujeres se atraen y repelen con la energía
de la electricidad, con la envidiosa fuerza
de quien dice odiar para esconder su deseo.
Los virajes son rápidos en el denso discurso de la dramaturgia, sin embargo Wilson y
Domínguez no siempre consiguen dar esos
cambios con la radicalidad que lo requieren los diálogos. Paloma sale mejor librada
de esos embates que obligan al paso de la
violencia verbal a la abierta manifestación
del deseo, para luego llegar al avergonzado
gesto de verse descubierta mientras que
Vera en ocasiones imposta tonos fársicos
que rompen la necesaria tensión entre
ambos personajes. Otra deuda que tiene el
montaje es conseguir integrar armónicamente elementos fundamentales como la
música, composición original de Nathalie
Braux y Alfredo Sánchez, que todavía no
juega el papel que le corresponde. Habrá
que mejorar sustantivamente los procesos
de operación técnica para hacer participar
a todos los elementos creativos.
El director Ricardo Delgadillo acierta
en mantener a flote todas las ambigüedades de la obra. Cómo llegaron las actrices a ese sitio, dónde está el acceso y por
qué no hay salida, qué secretos guardan
los signos que entre risas y humedades
no dejan de aparecer. La forma en que
se van tejiendo esas dudas abona en la
acumulación de incertidumbres; sin em-
bargo, dada la densidad y rapidez discursiva de la dramaturgia, por momentos
el espectador suelta los hilos y corre el
riesgo de no recuperarlos para permanecer al margen, concentrado únicamente
en los chistes o en la desnudez de las actrices. Si bien El misterio es el elemento
esencial de esta asfixia, y como en otras
experiencias vinculadas al arte y también al sexo, no hay que buscar explicar
racionalmente los signos que lo conforman. El hecho de soltar demasiadas piezas sueltas en la trama puede conseguir
lo opuesto, la desconexión del público. El
peligro de este montaje consiste en pasar
del deseo y la angustia compartida por
las actrices, al desinterés.
Asfixia erótica bajo la luna de abril contiene ingredientes atractivos, que tienen
que ver no sólo con la tentación de ver a
dos mujeres en un juego perverso de seducción, sino en la humanidad que guarda la manifestación del deseo. Pocas cosas
nos hacen tan vulnerables como aceptar
nuestra carne, decir abiertamente lo que
pide nuestro cuerpo.
Ahí está la indefensión de los personajes, por eso tienen que volver, luego del
beso, a las armas. El trabajo del director
posee otro punto a favor: luego de ver la
obra no hay etiquetas, no podemos decir
que es una historia lésbica, sino un momento de encuentro entre dos seres frágiles, indefensos ante su vanidad y sus
pasiones.\
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Foto: Margarita
Larios
teatro
Verónica López García
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