Secretaria General de la Organización de los Estados Americanos DEPARTAMENTO DE SEGURIDAD PÚBLICA DEFINICIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE PANDILLAS ANEXO VI INFORME HONDURAS Consultora Bárbara Mejía Washington DC, junio de 2007 “DEFINICIÓN Y CATEGORIZACIÓN DE PANDILLAS Contexto de país Honduras es un país eminentemente joven con una población total estimada para el año 2007 de 7,536,952 habitantes1, de los cuales el 67.3% son menores de 30 años y de estos, el 54% son jóvenes2 entre 12 y 30 años de edad. Aunque los indicadores de desarrollo del país reflejan algunos avances importantes3, la actualidad nacional se caracteriza por la acumulación de rezagos, una coyuntura económica desfavorable y otros fenómenos emergentes de vulnerabilidad que han incidido en la variable ingresos. Para el 2005, el 63.0% de los hogares de Honduras se encontraban bajo el nivel de pobreza. La mayor incidencia de la pobreza se observa en la zona rural, donde el 69.7% de los hogares tienen insuficiencia de ingresos y el 60.3% de los mismos están en situación de extrema pobreza, mientras en la zona urbana el 57.3% son hogares pobres y el 27.4% de los mismos viven en extrema pobreza. Estos niveles de pobreza han activado los movimientos migratorios internos, que ya en 1988 afectaban al 22.46% de la población y se constituyen fundamentalmente por la migración laboral, tanto temporal como permanente. Los asentamientos urbanos en el país concentran cada vez más población procedente de zonas rurales por efectos migratorios internos debidos en su origen a los niveles de pobreza, los bajos ingresos y el desempleo, y promovidos por la industrialización, de tal forma que el porcentaje de la población en el área urbana alcanza ya el 45.5% del total nacional. Los grupos que presentan una mayor tendencia a migrar son los que se ubican entre los 15 y 44 años de edad. El 43.76% de la población urbana se ubica en el Distrito Central y en San Pedro Sula. La consolidación de los núcleos urbanos se ha producido en el marco de una seria carencia de servicios sociales básicos por la falta de planificación urbanística4, a ello se suma el escaso acceso a educación, trabajo y salud que tienen las poblaciones que en ellos radican. Las condiciones de precariedad, que se pueden generalizar a todo el país, promueven también movimientos migratorios hacia el exterior, especialmente Estados Unidos. Unos 80,000 hondureños abandonan el país anualmente; por cada 100 el 75% son deportados desde México y el 1% se queda en el camino, bien en México o en Guatemala, el resto alcanza su objetivo.5 No obstante, la política migratoria de Estados Unidos ha promovido las deportaciones masivas especialmente de migrantes indocumentados (92.03%) y en algunos casos por consumo y distribución de drogas y estupefacientes (4.16%), y por violencia doméstica (0.32%). En el período 92-96 el número de deportados fue de 9,497, que se supera por mucho durante el período 98-2002, en el cual en número asciende a 63,639, según el informe del FONAMIH. El 81.19% de la población deportada se encuentra en el rango de edad de 11 a 40 años, siendo el grupo de 21 a 30 años el de mayor representatividad del total (47.87%), seguido por el de 31 a 40 años (23.70%). Es importante mencionar que de esa población deportada, el 61.50% vivía en áreas urbanas antes de su salida de Honduras, principalmente en las más pobladas de los departamentos de Francisco Morazán, Cortés y Yoro, y que el principal motivo de su migración fue la búsqueda de trabajo6. 1 INE: Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples. Septiembre 2006. Articulo 2 de la Ley Marco para el Desarrollo Integral de la Juventud. 3 La esperanza de vida al nacer es ascendente (71.8 años), tasas brutas de mortalidad con marcada tendencia a la disminución (5.0 por mil habitantes), la escolaridad promedio ha pasado a los 6.9 años (INE: Proyecciones de población con base en el Censo del 2001, Secretaria de Salud: ENESF 1997). 4 Si bien el 91.2% de las viviendas urbanas tienen acceso a servicio de agua, solamente el 35.7% de las viviendas en las dos grandes ciudades se abastecen de agua por el servicio público y únicamente el 54% de las viviendas urbanas tienen inodoro conectado a alcantarilla (Trigésima Tercera Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples, Septiembre 2006). 5 Foro Nacional para las Migraciones en Honduras (FONAMIH). (2005) Ejes de un Proceso Migratorio. 6 Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, 2000 La Migración y Los Migrantes hondureños. 2 1 I. Pandillas: Relevancia del tema en Honduras 1. La violencia y la criminalidad Honduras es uno de los tres países de la región latinoamericana con índices de criminalidad y violencia más elevados, junto a Colombia y El Salvador7. Durante el año 2004 la tasa de homicidios llegó a ser de 49.5 por cada cien mil habitantes, superando a Colombia, Brasil y El Salvador8. Esta situación que ha venido gestándose en coincidencia con la reinstalación de la democracia en la década de los 80, se ha exacerbado durante los años 90 y esta primera década del nuevo siglo, de tal manera que la población en general manifiesta una abierta sensación de inseguridad, sin que las estructuras en las cuales se institucionaliza el proceso de control democrático se concreten. Uno de los tantos problema visibilizado desde las organizaciones de la sociedad civil es la facilidad que tiene la población en general (18 años y más) para acceder a las armas de cualquier calibre con o sin licencia, debido por una parte a un marco legal permisivo y por otra al tráfico de armas existente en el país, el que ha trascendido los conflictos armados en los países vecinos de Centroamérica y su conclusión. Este problema se ve favorecido por la posición geográfica estratégica de Honduras que la constituye en puente para tráfico de armas y droga hacia el resto de la región, quedando un porcentaje de la mercancía para consumo interno. Una forma de manifestación de violencia relativamente reciente en Honduras es la que proviene de grupos juveniles. Aunque las agrupaciones juveniles originalmente responden a la búsqueda de alternativas de sobrevivencia y protección por el desarraigo y la desvinculación de los jóvenes de sus familias, y permiten a sus miembros sobrellevar la llamada crisis de la adolescencia, cuando éstas se ven enfrentadas a la violencia social mas cruenta promueven también conductas reñidas con las normas sociales, con lo que frecuentemente refuerzan la opinión ya negativa que en general se tiene sobre este grupo etáreo en particular, al cual se le adjudican conductas antisociales que ponen en precario la seguridad ciudadana, y en consecuencia se le aplican modelos de control coercitivos alejados del marco democrático y de derechos humanos. La expresión más cruda de la violencia juvenil grupal se ha concretado en las maras o pandillas; con elementos de transculturización a partir de las repatriaciones de jóvenes indocumentados, han hecho su aparición en el país grupos organizados cuyo enfoque de base era la defensa territorial del barrio, enfoque que se flexibiliza frente a los mecanismos represivos generados por el Estado, permitiendo la evolución de las maras o pandillas a otros estadios. 1.1 Algunos datos sobre las maras en Honduras La Unidad de Prevención de Pandillas había contabilizado para 1999, un total nacional de 25,940 miembros de maras o pandillas, para el año 2000, la cifra oficial era de 31,164 miembros y desde entonces tanto los voceros policiales como la prensa, utilizan cifras que van de 32,000 a 35,000 pandilleros9. Las estadísticas de la División de Prevención de Maras10 revelan que para el año 2002 el número de estas agrupaciones era de 475 a nivel nacional, con un total de 36,000 miembros activos y 70,500 simpatizantes. Otros estudios11 realizados desde la sociedad civil indican que el número de jóvenes activos en maras en las dos ciudades más importantes del país era de 2,355 y de 3,417 a nivel 7 Cálix, J. Álvaro (2006) Hacia un enfoque progresista de la seguridad ciudadana: Situación y Desafíos en el caso Hondureño. 8 Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra 9 Ibidem. 10 Secretaría de Seguridad, Sub Dirección de Policía Comunitaria (2006) Documento para capacitación en MSPPT 11 Andino, Tomás (2006) Las Maras en la Sombra; Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 2002. La Violencia en Hoduras y la Región del Valle de Sula. 2 nacional antes de la aprobación de la reforma al Artículo 332 del Código Penal (artículo conocido también como Ley Antimaras). Estos datos ponen en evidencia la debilidad en la homologación de definiciones y sistematización del conocimiento sobre la problemática a nivel institucional. 1.2 Maras y violencia Las pandillas o maras se caracterizan por mantener una conducta frecuentemente violenta y reñida con la ley. Un estudio del 2002 reveló que de 499 jóvenes en maras, 424 habían sido detenidos al menos una vez, y el 40.8% había sido detenido cinco veces o más. El 56.8% afirmó haber participado en la comisión de algún delito12. En términos porcentuales el 33.1% de quienes participaron en el citado estudio había participado de robo y asalto a mano armada, el 22.8% en lesiones, el 11.4% en amenazas a muerte, el 9.2% en tentativa de homicidio, el 9% en homicidio, el 7.8% en hurto, el 5.6 en escándalo público, el 3.4% en violación, el 1.2% en delitos vinculados con drogas, el 1% en portación de armas, y un 0.2% en daño a la propiedad (manchar paredes con graffiti)13. No obstante, es importante hacer notar que al interior de estas agrupaciones existen tensiones entre sus miembros debido a la verticalidad de la estructura, a la frecuente comisión de delitos que no todos sus miembros apoyan, y al ejercicio desigual de poder, éste último expresado en un marco machista hacia sus miembros del sexo femenino, quienes con frecuencia son explotadas sexualmente dentro y fuera de la agrupación, o utilizadas para trasiego de droga14. En los últimos años y debido a la persecución de que han sido objeto, las pandillas o maras han endurecido sus reglas aplicando a los desertores o traidores del grupo la pena de muerte al estilo de ejecución extrajudicial. Vinculadas o no a la escalada de violencia en el país especialmente en los años inmediatos posteriores al huracán Mitch, las maras son percibidas como la causa de la inseguridad ciudadana, actores de masacres (2002: 14 víctimas; 2003: 88 víctimas; 2004: 175 víctimas) con niveles inauditos de sadismo (desmembramientos, asesinatos de familias completas)15. 1.3 Privación de libertad Como resultado de la creciente actividad delictiva, para el período 99-2003 Honduras tenía una de las tasas de población privada de libertad más alta en Latinoamérica (172/100,000 habitantes)16, lo que además ha implicado una sobrepoblación penitenciaria en espacios reducidos, instalaciones precarias, y condiciones violatorias a los derechos fundamentales de las personas. Sumado a lo anterior, la actividad pandilleril y el endurecimiento de las leyes como consecuencia de ello, ha promovido, el uso indiscriminado de la medida de privación de libertad como único mecanismo de contención ante la fragilidad o ausencia de mecanismos concretos de gestión de los conflictos en un marco de derechos. Sin embargo como ya se mencionó, la fragilidad del sistema y su infraestructura impiden un adecuado abordaje a estas poblaciones, generándose frecuentemente situaciones de tensión, amotinamientos y muerte de privados de libertad. No obstante, en el sistema penitenciario nacional y en el sistema juvenil se aplica la separación de grupos de jóvenes según la mara o pandilla a que pertenecen, promoviendo con ello los espacios de encuentro, planeación y ejecución de acciones contrarias a la ley, y nuevos 12 Save the Children UK/Asociación Cristiana de Jóvenes de Honduras (2002) Las Maras en Honduras: Investigación sobre Pandillas y Violencia Juvenil. Consulta Nacional. Propuesta de Programa Nacional de Atención. Ley Especial. 13 Ibidem. 14 Ibidem. 15 Andino, Tomás (2006) Las Maras en la Sombra. 16 Cálix, J. Álvaro (2006) Hacia un Enfoque Progresista de la Seguridad Ciudadana: Situación y Desafíos en el caso Hondureño. 3 aprendizajes por el intercambio de experiencias, con el agravante de no contar con suficiente personal capacitado ni el presupuesto suficiente para desarrollar procesos de rehabilitación y reinserción social. En los centros para adolescentes en conflicto con la ley, para enero de 2007 la población privada de libertad vinculada a maras era de 16 hombres y 3 mujeres; 5 de los hombres sin sentencia y 11 sentenciados. De esta población 12 pertenecen a la Mara Salvatrucha, y 4 a la Mara de los Puchos. No fue posible obtener datos desagregados sobre las mujeres. La población de adolescentes privados de libertad vinculados a pandillas o maras representa un 3.97% del total de adolescentes en centros a nivel nacional para el 2007 (478 total, 433 hombres y 45 mujeres) 17. En los veinticuatro centros para adultos a nivel nacional se encontró que para marzo de 2007 había un total de 736 privados de libertad vinculados a maras y pandillas (similar al 2006: 740). Ese total se distribuye en las siguientes agrupaciones: MS, Mara 18, Vatos Locos, Mara 61, Mara Wander, Mara 75, Mara Sunseri, y los “peseteados” o retirados de la MS, 18 y Sunseri; en total diez grupos diferentes de adultos jóvenes y adultos en situación de privación de libertad. De este total apenas 9 eran mujeres, todas de la 1818. La mora judicial en general en los centros para adultos es elevada; para el período 19902005 un total de 11,545 personas se encontraban privadas de libertad, de ellos 4188 habían recibido una sentencia condenatoria mientras 7357 se encontraban pendientes de sentencia. No ha sido posible obtener datos específicos sobre la situación judicial de los integrantes de maras y pandillas privados de libertad19. 1.4 Violencia contra las pandillas o maras Como respuesta a la violencia que se vive en el país, especialmente atribuida a los grupos juveniles llamados maras o pandillas, se han generado desde distintos ámbitos de la sociedad, estrategias de control represivo, coerción y limpieza social, las cuales a pesar de ser cuestionadas tanto a nivel nacional como internacional por organizaciones vigilantes de los derechos humanos, han ido perpetuando sus usos (Anexo 1.) La cifra de adolescentes y jóvenes muertos por grupos de exterminio o limpieza social por sospecha de vinculación a las maras, cuyo registro minucioso se ha llevado por Casa Alianza desde 1998, ya sobrepasa las 3,70020; vale aclarar que de éstos apenas el 34% tenía antecedentes de actividad pandillera. En el año 2000 el registro de muertes violentas fue de 289 casos, y 621 en el 2001; la edad del 65% de las víctimas fue de los 12 a los 21 años; el 82% ejecutados con arma de fuego; el 88% en los departamentos de Francisco Morazán y Cortés2122 A continuación algunos ejemplos de las acciones de exterminio: - cuatro miembros de la Mara 18 ingresados a inicios del año 2007, fueron asesinados por un grupo de jóvenes de la Mara Salvatrucha en el Complejo Pedagógico Renaciendo (menores de 18 años) - 107 miembros de pandillas ( MS) mueren en un incendio en la penitenciaría de San Pedro Sula en el 2004 - 69 personas mueren en motín en la prisión de El Porvenir, cerca de La Ceiba en 2003, 29 eran jóvenes. 61 de las 69 personas muertas pertenecían a una sola pandilla, algunos habían sido decapitados, muchos aparecieron en una celda cerrada donde murieron abrazados. 17 Fuente: Sistema de Información para la Infancia, IHNFA, marzo 2007 Fuente: Dirección General de Servicios Preventivos (Granjas Penales, Támara, Fco. Morazán) Ibidem. 20 Análisis Mensual Sobre Problemáticas de la Niñez Hondureña (.Agosto 2006) Tegucigalpa, Honduras 2 de Septiembre de 2006 21 Los documentos consultados indican que de los grupos de exterminio o limpieza social participan ciudadanos comunes, empresarios, agentes policiales, miembros de pandillas o maras. 22 Save The Children UK/Asociación Cristiana de Jóvenes de Honduras. (2002) Las Maras en Honduras: Investigación sobre Pandillas y Violencia Juvenil, Consulta Nacional, Plan Nacional de Atención, Ley Especial. 18 19 4 II. Definición y perfil de pandillas y maras en Honduras 1. Definiendo la pandilla Uno de los primeros estudios que se ocupan del tema de la violencia juvenil en Honduras data de 1993; el mismo aborda el tema de las pandillas como un fenómeno visible a partir del período 80-9323. Dicho estudio resalta la participación de colegiales adolescentes en un tipo de pandillerismo estudiantil que se caracterizaba por creciente violencia callejera y acceso a las drogas. Esta problemática se acentúa en los primeros años de la década de los 90, período en el que se contabilizaba un número de cuarenta y cinco pandillas de aproximadamente mil cien jóvenes de doce a veinticinco años. Durante el año 1996 hay un repunte de criminalidad vinculada a jóvenes (12 a 20 años) organizados a quienes se les denomina “pandilla”, especialmente en Tegucigalpa y San Pedro Sula. Se les identifica porque portan, como armas, tubos y palos, y de preferencia atacan centros educativos24 En 1999 se desarrolla la investigación “La Delincuencia Juvenil en Honduras”, y en la misma se definen las pandillas como “grupos de jóvenes organizados que surgen y se reproducen fundamentalmente en un contexto de pobreza urbana, marginación, descontento social y falta de oportunidades. Estos jóvenes construyen sus territorios físicos y sociales donde incorporan elementos que les dotan de identidad.” En el estudio citado ya se mencionaban la Mara Salvatrucha, Los Phantos, Los Murciélagos Sangrientos, Los Latinos y Los Batos Locos, la M 1825. La legislación hondureña provee una definición formal de lo que es una pandilla “perniciosa”, a este respecto en el Artículo 90 de la Ley de Policía y de Convivencia Social se lee: “…se considera pandilla perniciosa al grupo de adolescentes de doce (12) a dieciocho (18) años, que se reúnen y actúan para agredir a terceras personas o entre sí, dañar bienes públicos o privados u ocasionar desmanes que alteren el orden público”26. No obstante el término “pandilla perniciosa” no es frecuentemente utilizado en el medio; resulta mas frecuente escuchar el calificativo de “asociación ilícita” (judicial), mara o pandilla; nótese además, que la definición se refiere únicamente a adolescentes, estigmatizándolos y dejando excluidos a los mayores de 18 años. Desde el ámbito judicial, el término más utilizado para calificar las maras y otras agrupaciones delictivas es el que ofrece el Código Penal en su artículo 332. Como explica el Dr. Orellana27 la asociación ilícita inicialmente se refería a “la que por su objeto y circunstancias sea contraria a la ley, a la moral pública, y la que tenga por fin cometer algún delito (art.332, derogado). La nueva regulación (332 reformado) se refiere a la asociación ilícita de la siguiente forma: “Se sancionará con la pena de nueve (9) años de reclusión y multa de diez mil (L. 10,000.00) a Doscientos Mil (L. 200,000.00) Lempiras a los jefes o cabecillas de maras, pandillas y demás grupos que se asocien con el propósito permanente de ejecutar cualquier acto constitutivo de delito … Con la misma pena de reclusión establecida en el párrafo anterior rebajada en un tercio (1/3), se sancionará a los demás miembros de las referidas asociaciones ilícitas … Son jefes o cabecillas, aquellos que se destaquen o identifiquen como tales y cuyas decisiones influyan en el ánimo y acciones del grupo.” 23 “La Violencia en Honduras 1980-1993”, citado en Maras y Pandillas en Centroamérica, Vol. I, 2001. Ibidem. Maras y Pandillas en Centroamérica, Vol. I, 2001. 26 Ley de Policía y de Convivencia Social, Decreto No.226-2001, Libro Segundo, Título Primero del Ejercicio de Actividades Públicas, Capítulo Noveno de la Vagancia y Pandillerismo. Pernicioso y Vagancia, Artículo 90. 27 Orellana Mercado, Edmundo (sf) Honduras: Régimen Jurídico para la Seguridad Pública. 24 25 5 Aunque este artículo no ofrece una definición, si vincula el término pandilla o mara a la categoría de asociación ilícita, por lo que se utiliza como referencia el significado que ofrece la Ley de Policía y de Convivencia Social. 2. Perfilando las pandillas y maras Los estudios indican que el fenómeno de las maras o pandillas es esencialmente urbano, masculino y joven (12 a 25 años)28; se presenta en un marco de pobreza, ausencia de un trabajo digno y precariedad educativa. La pandilla ha sido el principal espacio de socialización y apoyo para el joven (capital social perverso)29. Uno de los estudios realizados30 concluye que en las agrupaciones de pandilleros de Honduras existe un predominio de miembros masculinos, la mayoría de ellos aún vinculados o conviviendo con sus familias. El 50% de los hogares de estos jóvenes están integrados por padre y madre, un 30% vive solo con la madre y un 10% con el padre. Las relaciones con su familia se caracterizan por carencia de vínculos afectivos y de valores como la solidaridad, protección y aceptación, elementos que luego desarrollan en la asociación pandilleril. Según el citado estudio31, el 20% de los jóvenes expresó que sus padres no sabían de su pertenencia a las pandillas, el 30% dijo tener una relación deteriorada con sus padres frente a la cual prefería la convivencia con sus amigos en la calle. En contraste con lo anterior el 50% de los jóvenes del estudio expresó tener buenas relaciones con sus padres y no sufrir la presión de sus intervenciones. A pesar que el nivel educativo en el 80% de los casos del estudio, fue de primaria completa o secundaria incompleta, durante el citado estudio el 65% ya no estaba estudiando, pero un porcentaje significativo de ellos (30%) se encontraba cursando Bachillerato o Comercio (último nivel de educación media en Honduras). Los motivos de deserción del sistema de educación entre otros se constituyen por los problemas económicos, la presión de pares (pandillas o amigos), y “la falta de expectativas y de percepción de la educación como una posibilidad de mejorar su nivel de vida… “¿Para qué voy a estudiar?”...” (pg.97). Para el período del estudio un 80% de los jóvenes que participaron del mismo trabajaba o había trabajado, un 15% se dedicaba exclusivamente a estudiar, y el 5% restante no realizaba ninguna de estas actividades. Algunas de las labores realizadas que citaron los jóvenes del estudio que tuvieron acceso al trabajo fueron albañilería, carpintería, venta de pan, ropa, ayudante de motorista. Las investigadoras expresan que la historia personal de los jóvenes pandilleros pone en evidencia la carencia de oportunidades y la persistencia de problemas en la colocación y estabilidad laboral que enfrentan los jóvenes, promovida en parte por su limitada formación profesional, pero principalmente por el estigma que genera la pertenencia a maras o pandillas. En contraste con la dificultad de colocarse en el mercado laboral de manera estable y dignamente remunerados, los jóvenes reconocen que en la pandilla pueden acceder a dinero fácil utilizando estrategias al margen de la ley, principalmente el robo, y el cobro de “impuesto de guerra.” Es importante destacar que aunque muchas de las características son comunes a estas agrupaciones, se han encontrado algunas particularidades en las maras de la zona norte del país relacionadas con la definición de sus territorios. Estas maras cuidan un territorio definido mediante la “clika”, considerada una unidad organizativa de base localizada. En cambio en la zona central las maras tienen amplias áreas de influencia, por lo que no puede considerárseles 28 Save the Children UK/Asociación Cristiana de Jóvenes de Honduras (2002) Las Maras en Honduras. Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), Asociación Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI), 1999 La delincuencia Juvenil: Los Menores Infractores en Honduras. 31 Ibidem. 29 30 6 “clikas”. Una diferencia adicional encontrada es la movilidad de las agrupaciones del norte versus el sedentarismo de las del centro32. El accionar de las maras o pandillas se realiza generalmente en las zonas urbanas y suburbanas más pobladas. Una de las actividades por excelencia ha sido realizar graffiti en las paredes o muros como señal de que ese territorio está bajo su influencia. Al interior de la agrupación hay subdivisiones a las que pertenece cierto número de jóvenes que son conocidas como Clikas, las relaciones de éstas con la agrupación principal es armónica, y la subdivisión obedece al carácter local de los miembros de las subdivisiones o clikas. La territorialidad de la pandilla o mara es generalmente colindante con la de la pandilla contraria33. Generalmente se trata de pequeños grupos (20 a 40), organizados jerárquicamente de manera sencilla: un jefe en ocasiones llamado “big palabra” o “jefe” quien coordina a los otros, el resto son todos iguales en jerarquía34. 2.1 Cambios en el perfil de la pandilla El análisis realizado por algunos estudiosos del tema refleja algunos cambios en el perfil de la pandilla. Si bien es cierto durante el último quinquenio del siglo pasado las pandillas de tipo californiano se caracterizaban por estar en su mayoría integradas por miembros del sexo masculino, el número de mujeres participando iba en ascenso. En su mayoría estos jóvenes eran habitantes de zonas urbanas, pero sus familias (padres o abuelos), generalmente pobres, provenían del interior, y se caracterizaban por la disfuncionalidad, que en si no generaba expulsión de sus miembros más jóvenes35. Los jóvenes en general se constituían en desertores del sistema educativo a temprana edad, habiendo logrado apenas los primeros años de escuela; eran usuarios de drogas y se armaban con “chimbas” (armas de fabricación casera), muchos de ellos para delinquir (el robo era el delito más frecuente). Se tatuaban su cuerpo en lugares visibles y usaban un lenguaje particular (caló) como signo de su pertenencia a la pandilla, a la cual ingresaban por diversión; su ámbito de acción eran las calles36. A partir del 2000, aunque muchas de sus características se mantienen, la persecución de la que han sido víctimas ha promovido una merma en la participación de las mujeres, y el estigma por el uso de tatuajes se intenta eliminar a través de mecanismos diversos para borrar los mismos (ácidos, cirugías, láser), y mediante la flexibilización de sus normas al permitir a sus miembros, especialmente a los más chicos no tatuar sus cuerpos. Los constantes operativos anti-maras y las muertes de miembros de maras por desconocidos en las dos grandes ciudades del país han dado como resultado, además de lo anterior una operación en clandestinidad y el aumento en la movilidad de éstos grupos, especialmente en la región norte37. En adición a lo anterior, expertos opinan que la movilidad se vincula con las relaciones de las pandillas con el crimen organizado. Otros opinan que las pandillas o maras se encuentran en un período de mutación cuyo futuro no es fácil leer.38 III. Diferencias entre pandilla juvenil y otros agrupamientos de niños y adolescentes Son distintas las formas de agruparse que encuentran los adolescentes y jóvenes como mecanismo de identificación, hedonismo y protección. La pandilla o mara se diferencia de otros modelos de relación pues sus reglas, claramente establecidas, son firmes y drásticas y romperlas 32 Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra. Maras y Pandillas en Centroamérica, Vol. I, 2001 34 Ibidem. 35 Andino Tomás (2006) Las Maras en La Sombra. 36 Ibidem. 37 Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra. 38 Ibiden. 33 7 puede significar desde una golpiza hasta la muerte, una vez aceptados los jóvenes como integrantes, aunque al inicio parece tener muchas similitudes con otros tipos de agrupación. Otras agrupaciones juveniles como las conformadas por niños y adolescentes en riesgo social que utilizan la calle como medio de sobrevivencia, o aquellos cuyo vínculo familiar es proclive a romperse, no requieren demostraciones de “valentía”, son más que nada grupos espontáneos que se van integrando en la medida en que los chicos hacen presencia en los espacios públicos, y reciben protección e inducción a la vida en la calle por parte de quienes les antecedieron en esa experiencia. La comisión de actos reñidos con la ley (robos, daño a la propiedad) no son infrecuentes, sin embargo no constituyen un requisito para continuar con el grupo. El grupo, sin normas claras ni jerarquías, es flexible y permite movilidad de los miembros que la integran, y la tendencia es a la disolución a mediano plazo, o a la estabilización de lazos más permanentes con aquellos con los cuales se estableció un mayor grado de empatía. Cuando la naturaleza de la agrupación es de mayor violencia (pre-mara39), su tendencia puede ser a sumarse a las pandillas más fuertes en lugar de desaparecer. En la pandilla, la jerarquización que se establece es clara, se debe obediencia ciega al líder40, una vez realizada la iniciación o bautizo -generalmente una golpiza al nuevo integrante, o el cumplimiento de alguna tarea que generalmente es una acción violenta contra otros41- las posibilidades de salir del grupo son escasas y riesgosas. Ese primer momento de violencia se convierte en cotidiano, y en ese marco se procura el acceso a drogas, armas y dinero para todos sus miembros. La pandilla opera en red a través de subdivisiones o clikas, mientras los grupos juveniles de otra naturaleza pueden o no estar vinculados entre si apenas al nivel local. En la pandilla los vínculos que establecen con células o clickas a nivel nacional e internacional los hace funcionar como una red utilizada tanto para su protección como para la comisión de delitos de diversa naturaleza. Mientras las agrupaciones juveniles no pandilleriles no contemplan un perfil para sus miembros, pues se basan en la solidaridad y empatía, para ser un pandillero se requiere “Ser fuerte… ser bélico… ser ágil… tener inteligencia … saber pelear … tener valor … ser un poco loco …”42 En la pandilla la identificación con su agrupación la realizan mediante diversas expresiones: graffiti, lenguaje corporal incluyendo su postura, el caló (lenguaje utilizado por los integrantes de maras, este consiste en la alteración de las sílabas y uso de palabras en inglés con mala pronunciación, y expresiones con segundo sentido. Los integrantes de maras o pandillas tatúan su cuerpo con signos específicos de su estilo de vida que llevan significados especiales sobre su iniciación en la agrupación y su actividad delictiva: lágrimas, lápidas, la Virgen de Guadalupe, los tres puntos (perdona madre por mi vida loca), telas de araña, mujeres desnudas, alambre de púas entre otras. En otras agrupaciones estos signos no han adquirido un significado de identidad grupal. Los grupos no pandilleriles no presentan una diferencia significativa en cuanto a la participación por sexo, sin embargo al comparar los jóvenes en maras con los jóvenes en conflicto con la Ley, se evidencia una característica similar en cuanto al predominio de la participación de jóvenes del sexo masculino, mientras entre los grupos en riesgo social43 en algunos casos la participación de las niñas supera a la de los varones (fuga del hogar). 39 Andino Tomas (2006) Las Maras en La Sombra. CEDOH-ASDI (1999) La Delincuencia Juvenil en Honduras. 41 Para pertenecer a una pandilla los jóvenes deben pasar algunas pruebas entre las cuales mencionan golpizas, demostraciones de ejercicio de poder en su cuadra, demostraciones de valor mediante actos reñidos con la ley (robo) (Andino, 2006) 42 Ibidem 43 Código de la Niñez y de la Adolescencia, Decreto No.73-96, Libro II de La Protección de los Niños, Título II de la Protección de los Niños en Riesgo Social, Capítulo I de Las Situaciones de Riesgo Social, Artículo 139. “Un niño se hallará en situación de riesgo social cuando; a. Se encuentre en estado de abandono o de peligro; b. Carezca de la atención suficiente para la satisfacción de sus necesidades básicas; c. Su patrimonio se encuentre amenazado por quienes lo administran; ch. Carezca de representante legal; d. Sea objeto de maltratos o de corrupción; e. Se encuentre 40 8 IV. Como evolucionan las pandillas juveniles (ruta hacia formas adultas de pandillaje) La identificación de las diversas formas de agrupación anterior permite un punto de partida para esbozar una ruta crítica de las pandillas desde su inicio hasta las expresiones más estructuradas de la agrupación. Como se mencionó en el apartado anterior, existe una formación juvenil espontánea con características de gran vulnerabilidad, la pre – mara o grupo juvenil de alto riesgo, cuya tendencia puede ser la incorporación de sus miembros a una pandilla estructurada, o su evolución a la disolución de la agrupación. La condición previa para integrar la pandilla o mara es que hayan establecido contacto con estas, con lo cual se ha despertado la admiración por el estilo de vida de sus miembros y cierto grado de simpatía, sin dejar de lado la necesidad que a veces tienen los chicos en pre-mara de buscar protección por amenazas reales en su comunidad por la existencia de otros grupos.44 La decisión de integrar las maras se hace con conocimiento de los riesgos que ello conlleva: estigma, persecución, violencia, cárcel y muerte, además de la aplicación en el grupo de una disciplina rígida y el ejercicio de la lealtad a expensas incluso de su propia vida.45 También se ha dicho que debido a la fuerte persecución de diversos grupos de exterminio de pandilleros a través de ejecuciones extrajudiciales; al uso de la represión por el Estado, a través de mecanismos como el Código Penal en su Artículo 332 reformado y los operativos antimara realizados permanentemente por el cuerpo policial; y al accionar mismo de la pandilla en contra de sus rivales o de sus miembros desertores, se ha promovido un cambio en el perfil de las mismas. Las pandillas o maras han comenzado a actuar con mayor cautela, ya no en sitios públicos sino de manera clandestina (como agrupación mafiosa al estilo de una pandilla californiana con la cual existe un vínculo en el caso de la MS y la 18), a movilizarse estratégicamente en el territorio nacional y hacia el exterior, y también a vincularse a grupos de poder, potenciando así la imagen de grupo y el liderazgo del “big palabra”. En tal sentido, hay testimonios de la existencia de alianzas entre líderes de pandillas y grupos mafiosos, hecho que puede validarse al analizar las rutas de movilización de ambos tipos de agrupaciones; hay una coincidencia de las rutas de movilidad pandillera de ciudad a ciudad y de las rutas de tráfico de drogas y mercado clandestino de armas.46,47 Un ejemplo de ello es el retorno de miembros de la MS a barrios estratégicos en los cuales existe mercado para drogas y armas, ahora para ejercer un sicariato a sueldo para bandas interesadas en ese mercado en zonas de alto riesgo del norte del país48. El crimen organizado establece contacto con el líder de la pandilla o mara para hacer negocios (asalto, robo de vehículos, secuestro, tráfico de drogas), la paga generalmente se complementa con dinero, drogas y armas. A esta alianza de los líderes de pandillas hondureñas, se suma la alianza con las pandillas norteamericanas y salvadoreñas, desde las cuales se les instruye. Los nuevos grupos surgidos de esta relación son llamados “grupos banda”, y constituyen pequeñas células de expertos dentro de la pandilla49. en una situación especial que atente contra sus derechos o su integridad; y f. Sea adicto a sustancias que produzcan dependencia o se encuentre expuesto a caer en la adicción.” 44 Andino (2006) ofrece un ejemplo de la transición de pre-mara a mara: “Es el caso de la formación de la mara “Vatos Locos” cuya explosión en Honduras a principios de los años 90s se generó por la difusión de la película “Sangre por Sangre”. 45 Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra. 46 Andino, Tomas (2006) Las Maras en La Sombra. 47 Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC), Honduras; Instituto de Encuestas y Sondeo de Opinión (IDESO ); UCA-Nicaragua, Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IDIES), URL-Guatemala, Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP); UCA-El Salvador; 2001. 48 Ibidem. 49 Andino (2006) Las Maras en La Sombra, Ibidem. 9 La última parada en esta ruta de las pandillas de corte californiano parece ser la conversión de sus líderes en los nuevos capos de grupos criminales de corte mafioso, incorporando miembros expertos y teniendo como colaboradores miembros de las comunidades de más alto riesgo, pero no adolescentes pues estos últimos se agrupan con un sentido diferente que la pandilla ya no está en capacidad de ofrecer, y que para los jóvenes y adolescentes ha implicado muerte, cárcel y estigmatización50. V. Categorización de las pandillas en Honduras según su origen, sus objetivos y sus formas de operación Existe coincidencia entre los expertos sobre las distintas categorías de pandillas existentes en el país, mismas que se han clasificado así con base en criterios como su origen, sus objetivos y sus formas de operación51. Al menos seis de las clasificaciones se describen sucintamente a continuación: a. Pandillas californianas: Son las agrupaciones que predominan en el país y reproducen el patrón cultural de las pandillas del oeste de Estados Unidos (MS y 18). Según los expertos en el tema su tendencia es a expandirse; son las agrupaciones más violentas, inicialmente defendían un territorio y en la actualidad se enfrentan a la más dura represión y al exterminio, por lo que ahora se dedican fundamentalmente a la protección de la pandilla o mara. Muchos de sus miembros se encuentran cumpliendo una condena en algún centro penitenciario, mientras otros emigraron al interior o fuera del país o han muerto. b. Pandillas tradicionales satélites de las californianas: Estas agrupaciones han sobrevivido por las alianzas locales en zonas estratégicas, vínculos que han establecido con las californianas con fines de protección; no obstante, son independientes de las mismas. Ejemplo de ellas son los Vatos Locos. c. Pandillas tradicionales independientes: Son agrupaciones de jóvenes de 18 a 35 años, independientes de las californianas y las satélites. Ejemplo de ellas son los roqueros y los cholos. No existen pactos entre ellos y su propósito, además del control del barrio, es el fortalecimiento de su identidad mediante expresiones artísticas. Son usuarios de drogas y otras sustancias adictivas. d. Consentidos sin estigma: Son agrupaciones de jóvenes de clase media y alta que se han organizado con fines hedonistas; las orgías, los bailes y el consumo de drogas se mezclan con acciones de autodestrucción (suicidio), crímenes y violencia. e. Chicos Banda o Profesionales Mafiosos: En estas agrupaciones se integran jóvenes cuyas edades oscilan entre los 15 y 30 años. El nivel de planificación que han adquirido para realizar sus acciones delictivas, y lo sofisticado de las armas que portan les permite participar en distribución de droga, contrabando, asesinato, secuestro, robo de vehículos y otros delitos mayores. Su entrenamiento al estilo militar, parece provenir no de una pandilla sino de grupos organizados especializados. Esta agrupación toma ventaja de la inmadurez y la temeridad de los más jóvenes, pero especialmente de las supuestas bondades del sistema penal para menores de 18 años. f. Pandillas escolares: Estas corresponden a las agrupaciones de adolescentes, generalmente urbanos, que aún se encuentran realizando estudios secundarios, pero que provienen de un marco social de alto riesgo. Aunque son independientes de otras organizaciones pueden evolucionar hacia o convertirse en parte de una pandilla. 50 51 Ibidem Ibidem, División de Prevención de Maras, 2006. 10 VI. Principales motivaciones para el ingreso de niños, niñas, adolescentes y jóvenes a las pandillas Son diversos los factores que confluyen para incitar al joven a la pandilla, y más allá del elemento económico está el estilo de vida expresado por esta organización, que implica un verdadero reto especialmente para los adolescentes en cuanto hedonistas; más adelante en su participación como pandillero firme, este estilo se convierte en el reto a la muerte y el permanente escape, lo que termina agotando al joven y llevándolo a repensar sus estrategias de sobrevivencia grupal o individualmente. Como expresa en uno de los estudios un joven: “La onda no se puede parar. Qué más quisiera yo, pero nosotros ya no le podemos dar para atrás.”52 Desde la perspectiva psicoanalítica, Erickson sostiene que durante la adolescencia, el joven se enfrenta a la búsqueda de su identidad, en ese proceso intenta integrar como parte de su imagen personal los diversos roles que como individuo juega en un grupo social (hijo, hermano, estudiante, etc.), teniendo como referencia roles modelos y la presión de sus iguales. Cuando a este marco se suma la precariedad del medio en que se desenvuelve, las amenazas reales debidas a la violencia y criminalidad y la presión no tamizada y alienígena de una cultura de consumo, se promueve la posibilidad de una elección de acercamiento a las pandillas para cubrir dos o más de las necesidades del momento: identidad y protección (propia y para la familia), placer inmediato y ausencia de límites para la acción. Tal estrategia le permite al adolescente ser aceptado como igual entre sus pares, ser protegido de las fuerzas externas que amenazan su integridad personal, y tener cubiertas otras necesidades individuales de carácter psicológico y cultural a través del estilo de vida que reflejan las maras y pandillas. En su búsqueda de independencia el joven considera la pandilla un espacio propio sin intervención adulta en el cual las expresiones propias de esa etapa de su vida no encuentran límites, aún aquellas no aceptadas socialmente; esto último resulta atractivo especialmente para aquellos chicos en cuyos hogares la disciplina tomaba formas extremas de relajación o de inflexibilidad53. Los estudios realizados indican que el tipo de relaciones que establecen, solidarias, fraternas, leales y de mucho compañerismo, contrario a sus vivencias dentro del núcleo familiar. Sin embargo, el mayor aliciente lo representa el estilo de vida reflejado por la pandilla, entre otros expresan los siguientes motivos de ingreso a la pandilla: “Por andar en el rol y las chamacas (chicas) … por andar en las fiestas …por las drogas, los malos pensamientos y las picardías …por buscar amigos …porque yo miraba que la mayoría de mis amigos se llevaba allí …como un escape a los problemas del hogar …el ambiente en la casa, cuando a uno lo rechazan, dice: voy a buscar refugio allí …después de la muerte de mi papá…”54 Los principales factores de atracción son en definitiva la identidad, el poder, la afectividad y la seguridad, traducidos en diversión, respeto, reconocimiento en su comunidad, posibilidad de venganza, sexo y dinero fácil, artículos personales incluyendo ropa.55 Estos factores concurren en un marco de no postergación de las necesidades del adolescente, de gratificación inmediata y de falta de claridad en la visión de futuro, que impide a los chicos esbozar un plan de vida como individuos debido al fuerte sentido de colectividad que experimentan en esta etapa. Así, la pandilla se convierte en el hogar que provee todo lo necesario.56 52 ERIC, IDESO, IDIES, IUDOP (2001) Maras y Pandillas en Centroamérica. I ERIC, IDESO, IDIES, IUDOP (2001) Maras y Pandillas en Centroamérica. CEDOH-ASDI (1999) La Delincuencia Juvenil en Honduras. 55 Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra. 56 Ibidem. 53 54 11 VII. Factores de riesgo que favorecen la constitución de las pandillas categorizadas como violentas Se han identificado una diversidad de factores que favorecen la integración de adolescentes y jóvenes a pandillas y maras; al margen de la crisis propia de la etapa adolescente, se mencionan la pobreza, los factores económicos, la desintegración familiar, y el desempleo. A éstos se suma la deportación de inmigrantes ilegales, la deserción escolar, la alteración de la escala de valores y la influencia de los medios de comunicación57. Los problemas de índole económico se vieron profundizados en el país por la aplicación de programas de ajuste estructural (años 90), los que profundizaron la pobreza de los más rezagados y obligaron al Estado a generar programas de compensación social cuyos frutos han sido escasos. Especialmente en los ámbitos rurales este desequilibrio generó una enorme movilización de la población hacia los polos de desarrollo, pero el mercado laboral no cuenta con la capacidad de absorber a la población en edad de trabajar, generándose altos índices de desempleo y subempleo que han empobrecido más a las familias excluidas. Los efectos de esto en la familia no se dejan esperar, el desarraigo de los miembros que emigraron y los ingresos insuficientes, sumados a una jefatura de figuras parentales no idóneas (abuelos, tíos, padrinos), permeó la disfuncionalidad del grupo familiar, afectando especialmente a los miembros más jóvenes y vulnerables; en este marco de relacionamiento se presentan niveles altos de tolerancia a la violencia y el ejercicio de la violencia en los hogares, la tenencia de armas, el uso de drogas y alcohol. Los estudios indican que aquellos jóvenes que han convivido con sus abuelos (as) como jefes de familia, han mostrado mayor proclividad a integrar maras o pandillas58. Por otro lado la escuela ha dejado de ser un espacio de socialización, pues debido a las condiciones económicas de los hogares pobres, muchos niños y niñas abandonan los estudios, el acceso a la escuela especialmente más allá del 5º grado es privativo de quienes cuentan con algún recurso para hacerle frente a los requerimientos del sistema; en consecuencia las esquinas, la calle y los antros de la comunidad se vuelven los espacios por excelencia para aquellos jóvenes y niños que han abandonado el sistema educativo formal y que no cuentan con alternativas de ocupación y con roles modelos de referencia en su hogar. En las comunidades con mayor grado de marginalidad el riesgo se percibe en el número de billares, cantinas, bares, discotecas y prostíbulos. Para los chicos excluidos del sistema escolar y del mercado laboral, en ellos se encuentra la diversión compartida con amigos: jugar billar, fumar, beber, e iniciar su vida sexual, muchas veces compartiendo con adultos que también frecuentan estos lugares.59 A estos factores pueden sumarse los antecedentes delictivos en la familia. En estas comunidades la presencia policial60 y por consiguiente la vigilancia preventiva son escasas, por lo que no hay muchos elementos disuasores del delito; esto se suma a la permisividad de la ley para la posesión de armas a partir de los 18 años de edad, y en general al fácil acceso a las mismas por chicos de cualquier edad por la vía de lo ilícito (hay que tener presente que Honduras es un puente de trafico de armas y drogas). A esto se suma el escaso o nulo tejido social existente en general en el país (organizaciones de base con objetivos de desarrollo) y la escasa participación ciudadana producto de la pasividad que se genera a partir de sistemas basados en la beneficencia y el autoritarismo. 57 ERIC, IDESO, IDIES, IUDOP (2001) Maras y Pandillas en Centroamérica, CEDOH-ASDI (1999) La Delincuencia Juvenil en Honduras 58 ERIC, IDESO, IDIES, IUDOP (2001) Maras y Pandillas en Centroamérica; Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra. 59 Andino, Tomás (2006) Las Maras en La Sombra 60 Es necesario hacer notar que los cuerpos policiales requieren de profesionalización que les permita generar estrategias de control democráticas y enmarcadas en los derechos humanos. 12 VIII. Marco Legal vigente para prevenir y sancionar las conductas delictivas vinculadas a las pandillas en Honduras A partir de la puesta en vigencia de la Convención de los Derechos del Niño en 1990, Honduras inicia un proceso de adecuación de la normativa interna en materia de niñez. Producto de ello es el Decreto No.73-96 contentivo del Código de la Niñez y de la Adolescencia. Este Código promueve la protección de la niñez y la adolescencia, en el nuevo marco paradigmático de integralidad. En el se establece la edad en que un niño o niña es imputable (12 años), las medidas a tomar para el abordaje de la infracción a la Ley Penal por menores de 18 años, y los límites para la aplicación de dichas medidas. Sin embargo no existe en el país un código especial para aplicación de la justicia penal juvenil, y es a través de un único Código Penal que se tipifican los delitos cometidos por adultos y menores de 18. Debido a ello y a la creciente problemática de maras y pandillas en Honduras, se realizaron reformas al Artículo 332 de dicho Código, con el afán de tipificar como delito las asociaciones ilícitas, comprobación que solo sería posible mediante registro físico de los adolescentes y jóvenes para identificación de tatuajes alusivos a las maras y pandillas61. Paralelo a este proceso de adecuación se gesta un movimiento que impulsa la creación de una ley especial, y luego de una amplia consulta y del consenso con el Poder Legislativo se promulga la Ley para la Prevención, Rehabilitación y Reinserción Social de Personas Integrantes de Pandillas o Maras (Decreto No.141-2001). Esta Ley crea un programa con el mismo nombre, a cargo de su puesta en práctica a través de la elaboración de la política nacional en el tema, y de un plan nacional de carácter interinstitucional que está en proceso de elaboración. Este proceso de promulgación de la Ley para la Prevención, Rehabilitación y Reinserción Social de Personas Integrantes de Pandillas o Maras es acompañado por la promulgación de la Ley de Policía y Convivencia Social (Decreto No.226-2001), que en su Capítulo Noveno (De la Vagancia y Pandillerismo Pernicioso y Vagancia) ofrece el concepto “pandilla perniciosa” para referirse a las asociaciones ilícitas de adolescentes de 12 a 18 años. Esta Ley pretende el control de los menores de 18 años y la participación de la Policía en programas preventivos y socioeducativos, para lo cual genera en su estructura orgánica, dentro de la Sub-Dirección de Policía Comunitaria la División de Prevención de Maras, bajo cuya responsabilidad están las áreas de prevención y de información. En el año 2002 y como respuesta a múltiples noticias que incriminaban al Estado de Honduras por tolerar los asesinatos de menores entre 10 y 18 años de edad, se promulgó el Decreto Ejecutivo Número-PCM-006-2002 mediante el cual se crea una Comisión Permanente de Protección a la Integridad Física y Moral de la Niñez; la misma es integrada por representantes de los Ministerios de Gobernación y Justicia, Seguridad, Fiscalía General del Estado, Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia, Coordinadora de Instituciones Privadas Pro los Niños y Niñas y sus Derechos (COIPRODEN). A instancias de la Comisión, en Septiembre del mismo año se crea la Unidad Especial de Investigación de Muertes de Menores cuya función inicial era la investigación y provisión de información sobre los casos de muertes de menores que promovieron la creación de la Comisión, y en segunda instancia el ente se constituye en un órgano asesor y de consulta para el Ejecutivo62. 61 Lo controversial de este artículo sigue generando tensiones entre el Estado y los organismos de derechos humanos. Como resultado de sus acciones la Comisión reporta que entre el 1 de enero de 1998 y el 31 de enero de 2004 se han presentado un total de 967 niños muertos con características de muertes violentas o ejecuciones extrajudiciales. De este total, la Comisión conocía hasta enero del 2004, 268 casos investigados o en proceso de investigación, ocurridos tanto antes como posterior a la creación de la Comisión, 54 de esos casos habían sido completamente investigados y remitidos al Ministerio Público para continuar con las debidas acciones procesales. 62 13 De más reciente promulgación es la Ley Marco para el Desarrollo Integral de la Juventud (Decreto No.260-2005), que tiene por objetivo generar el marco jurídico, político e institucional para promover el desarrollo humano en los jóvenes, definir políticas, orientar acciones y fomentar la participación de los jóvenes. La Ley crea el Instituto de la Juventud el cual inicia sus actividades a inicios del presente gobierno y se encuentra en proceso de estructuración. Puede observarse la promulgación de leyes y decretos ha sido acompañada de la correspondiente institucionalidad. Es importante hacer notar que los marcos legales y las instituciones que han surgido a raíz de la problemática que nos ocupa son permanentemente evaluados desde la sociedad civil y organismos de derechos humanos para poner en evidencia posibles incongruencias entre éstos (y sus acciones) y los marcos internacionales vigentes. Uno de los cuestionamientos aún sin consenso es la constitucionalidad o no de la Ley Antimaras, y la estigmatización y persecución de los adolescentes y jóvenes que ésta y la Ley de Policía y Convivencia Social han promovido. IX. Medidas de prevención específicas 1. Medidas institucionales en pro de la prevención En Honduras no existe un sistema de atención integral dirigido a los adolescentes y jóvenes vinculados a maras y pandillas; el predominio de una marcada dualidad entre las acciones coercitivas desde el Estado y la denuncia de violación de derechos humanos desde la sociedad civil no ha dado paso al desarrollo de un planteamiento formal en torno a la prevención y tratamiento de la problemática de maras y pandillas. En tal sentido la inversión desde el Estado se hace a través de los órganos de represión, una vez aparecido el problema, en menoscabo de la prevención de su aparición (prevención primaria). De ahí que las iniciativas tendentes a generar o impulsar planes o programas preventivos con base en la comunidad, con el apoyo de las organizaciones de la sociedad civil no tenga eco en los niveles superiores del gobierno. Aún permanecen vigentes muchos elementos del marco autoritario que vivió el país hasta la década de los 80. No obstante, se han realizado algunas acciones tendentes a estructurar un sistema de atención al problema, una de ellas la promulgación de la Ley para la Prevención, Rehabilitación y Reinserción Social de Personas Integrantes de Pandillas o Maras y la creación del Programa con el mismo nombre. Este tiene por Ley el papel de coordinador en la materia. Desde la perspectiva de la reinserción, el Programa ha venido desarrollando con apoyo de organizaciones privadas sin fines de lucro, el proyecto de Borrón y Vida Nueva, destinado a destatuar a los ex integrantes de pandillas que participan de programas de rehabilitación y reinserción social, bajo criterios estrictos de selección y seguimiento. Como acciones de prevención se incentiva a las organizaciones de la sociedad civil dedicadas a la atención tanto de niñez en riesgo social como de expandilleros, a presentar proyectos vinculados al tema, y se gestionan fondos para financiarlos; sin embargo estas acciones pretenden enmarcarse en la política nacional para atención del problema, la cuál aún no ha sido consensuada con las organizaciones afines debido al estado de administración de crisis en que ha venido funcionando el programa desde su creación. Este vacío ha impedido la estructuración formal de un sistema de atención integral, la definición del ente rector en la materia, y la conformación de un plan nacional para el abordaje del problema de maras y pandillas. Existe la necesidad de fortalecer las acciones del Programa y al Programa mismo (su intercalamiento en el contexto de su accionar) a fin de que la política nacional y el plan de acción nacional sobre el tema sean una realidad. Por otra parte, en el seno de la División de Prevención de Maras de la Secretaría de Seguridad, se han generado una serie de programas de carácter preventivo, que de alguna manera obedecen a la necesidad de combatir las pandillas californianas, cuyos miembros han sido los más 14 estigmatizados y perseguidos debido a la gravedad de los delitos que se les imputan. A continuación una breve descripción de los programas: • Educación para resistir y evitar las maras (EREM), dirigido a población escolar de 5 y 6º grado. • Conocimientos Básicos en Maras (COBAMA), es un programa de capacitación a docentes con el objetivo de formarlos para la prevención en las aulas. • Desafíos es el programa de capacitación para estudiantes adolescentes y en el se cubren temas como la vestimenta, la música, la sexualidad y las drogas. • Despertad es un programa dirigido a los padres, que tiene como objetivo sensibilizarlos en la problemática y prepararlos para mantener a los hijos alejados de las maras. • Programa de capacitación de Policías, en el cual se preparan instructores para los diferentes programas mencionados, se forman analistas de información pandilleril y peritos para diagnóstico de casos vinculados a pandillas. Además de estas acciones desde el Estado, existen iniciativas de la sociedad civil para tratar la problemática, especialmente desde la prevención secundaria y terciaria. Entre estas organizaciones se pueden mencionar la Fundación Unidos por la Vida, que desarrolla proyectos integrales para rehabilitar y reinsertar jóvenes ex pandilleros en la zona del Valle de Sula, y desde la cual se promueve la construcción de una granja penal que sustituya la deteriorada cárcel que actualmente alberga a pandilleros y expandilleros privados de libertad. Otra organización de apoyo al abordaje integral con énfasis en el desarrollo de los jóvenes y su organización, es JHA-JA (Jóvenes hondureños adelante, juntos avancemos). Un programa innovador en el tema de rehabilitación y reinserción, que surge con el apoyo de JHAJA, es Generación X, integrado por un grupo de jóvenes ex pandilleros (MS y 18), quienes desarrollan proyectos orientados a cambiar la opinión negativa que de ellos se tiene en la comunidad, y a la capacitación para generación de ingresos en busca de la sostenibilidad de su reinserción. Un avance sustantivo desde la sociedad civil es la formación del Colectivo por la Vida, la Paz y la Justicia conformado para hacer frente a las arbitrariedades cometidas contra los adolescentes y jóvenes en maras y pandillas, la promulgación de leyes violatorias a los Convenios y responsabilidades adquiridas por el Estado, y en general a la vigilancia del cumplimiento de derechos humanos y de la niñez en particular. Se vuelve evidente la dispersión de las acciones, la debilidad de la coordinación interinstitucional, y la falta de consensos para la toma de decisiones en la material, todo esto posiblemente debido a una ausencia de liderazgo del Estado en el ámbito de prevención y protección de derechos. 2. Algunos aportes para el marco de acción en prevención de pandillas La promulgación de leyes y creación de estructuras que las concreten es tarea del Estado en conjunto con sus interlocutores, así legitima desde la base sus acciones, lo cual no implica una delegación de sus funciones (lo indelegable), sino la corresponsabilidad necesaria para el logro de los objetivos. Debe partirse siempre del principio de dignidad humana. En este marco es urgente el planteamiento de las políticas (como marco) y planes para el abordaje de la problemática que nos ocupa. Ese planteamiento debe considerar como lo expresa Cálix63, el respeto y garantía de los derechos ciudadanos; la aplicación efectiva de mecanismos de control en los procesos de la aplicación de la justicia; la transversalidad de la seguridad desde el Estado; una política de promoción del desarrollo humano vinculada a la seguridad; la participación ciudadana efectiva en 63 Cálix, J. Álvaro (2006) Hacia un enfoque progresista de la seguridad ciudadana: Situación y desafíos en el caso hondureño. 15 corresponsabilidad con los órganos del Estado; la aplicación de la ley en igualdad de condiciones; la provisión de espacios dignos para la privación de libertad; el tratamiento profesional de la noticia en los medios; la recuperación de los espacios públicos en las comunidades; la educación y promoción del uso de mecanismos alternativos para la resolución de conflictos; y debe privilegiar las medidas alternativa al internamiento; vigilar el cumplimiento del debido proceso; hacer un énfasis especial en la prevención primaria; y propiciar el liderazgo en el tema en órganos no coercitivos, entre otros. Tomando en cuenta lo anterior es urgente tomar acciones puntuales respecto a la revisión del Artículo 332 del Código Penal pues según el análisis de expertos en material judicial, ha generado distorsiones que dificultan la comprensión del hecho que se pretende tipificar, dejando abierta una puerta para incurrir en abusos de autoridad y violaciones a los derechos humanos, privando de libertad a personas que no han cometido mas delito que el de pertenecer a una agrupación determinada.64 Por su parte, la Ley de Policía y Convivencia Social da por sentado en sus artículos del Capítulo Noveno, que las pandillas se constituyen exclusivamente por mayores de 12 años y menores de 18, generando una estigmatización en ese grupo de edad. El análisis y adecuación de ambas Leyes es necesario en aras de prevenir más violaciones a los derechos de los adolescentes, que ya históricamente llevan una carga sobre sí debida a las características inherentes a esa etapa de la vida, que han dado origen a una marcada exclusión. 3. Puntos focales de atención El Tejido Social. La ruptura de las redes sociales promovida por estilos autoritarios de gobierno debe ser reparada. La sociedad ha perdido la confianza y se desconfía del otro siempre, esto debilita la prevención a nivel local. Se requiere de la conformación y fortalecimiento de las estructuras sociales de base y de su funcionamiento en red para dar respuesta integral a las problemáticas surgidas localmente. Las redes permiten la identificación, remisión, tratamiento y seguimiento de los problemas que aquejan a las familias de la comunidad. Las alianzas estratégicas. Debido a que las organizaciones de la sociedad civil trabajando en el tema son muy pocas y cuentan con escasos recursos humanos, materiales y financieros, el mecanismo de las alianzas para potenciar sus impactos ha dado buenos resultados, para lo cual es necesario conocer las fortalezas y debilidades de cada una y los niveles de complementariedad con las demás. No obstante, la sostenibilidad de sus programas es lábil y se requiere del desarrollo de capacidades complementarias para generación permanente de ingresos que les permitan operar al largo plazo. Escuelas como espacios amigable. Un mecanismo importante puede ser la conformación de espacios amigables en las escuelas de las comunidades más afectadas, que en lugar de expulsoras se conviertan en el lugar de encuentro de los pobladores locales, niños y niñas, jóvenes, padres y madres, maestros y otros, intentando recuperar los lazos de hermandad entre los que habitan la comunidad. Habilidades para la vida. Complementariamente, la curricula escolar debe incluir o revisar sus componentes para el desarrollo de habilidades para la vida en general, y de protección contra la violencia en particular, considerando las distintas dimensiones en que ésta se expresa (hogar, comunidad, escuela, instituciones, Estado). Dignidad y Derechos Humanos. Los ajustes de la curricula de educación son válidos también para las instituciones que forman elementos de seguridad (policías preventivos, comunitarios y municipales), y deben integrar ampliamente el tema de los derechos humanos, de la niñez y de la juventud. De ahí que la desvinculación de las fuerzas de seguridad y del Ejército 64 Orellana Mercado, Edmundo (sf) Honduras: Régimen Jurídico para la Seguridad Pública. 16 sean cada vez más visibles y efectivas, pues sus objetivos y los medios para lograrlos han de ser en extremo diferentes. Protección Integral. Finalmente debe rescatarse la puesta en vigencia del paradigma de protección integral, ya que los operadores de justicia y quienes laboran en los órganos de protección en general aún vacilan en la puesta en vigencia del mismo, y contaminan con frecuencia sus abordajes con la cosificación de la niñez. 17 Bibliografía Andino Mencía, Tomás. (2006) Las Maras en la Sombra. Ensayo de Actualización del Fenómeno Pandillero en Honduras. Tegucigalpa, Septiembre 2005. Andino Mencía, Tomás. (2006) Juventud, maras y justicia. Recopilación de Escritos sobre Justicia Juvenil, derechos de la niñez, pandillas y “Cero Tolerancia” en Honduras. 1ª ed., Tegucigalpa: Scancolor. Auspiciado por Save The Children Reino Unido. Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 2002. La Violencia en Hoduras y la Región del Valle de Sula. Cálix Rodríguez, J. Álvaro. (2006) Hacia un enfoque progresista de la seguridad ciudadana: Situación y desafíos en el caso hondureño. 1ª ed., Tegucigalpa: Guardabarranco. Auspiciado por la Fundación Friedrich Ebert Stiftung y CIPRODEH. Casa Alianza Honduras (Agosto 2006) Hondureña Tegucigalpa, Honduras. Análisis Mensual Sobre Problemáticas de la Niñez ERIC-Honduras; IDESO-UCA, Nicaragua; IDIES-URL, Guatemala; IUDOP-UCA, El Salvador. 2001 Maras y Pandillas en Centroamérica, Vol. I, 1ª ed. Managua: UCA Publicaciones, 2001. Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano. (2006) La cara de la violencia urbana en América Central. 1ª ed., San José, Costa Rica. Orellana Mercado, Edmundo (sf) Honduras: Régimen Jurídico para la Seguridad Pública. Poder Legislativo, Honduras, 2006. Decreto No.226-2001: Ley de Policía y Convivencia Social. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). (2003) Informe sobre Desarrollo Humano Honduras 2003: La cultura: Medio y fin del desarrollo. Salomón, L.; Castellanos, J.; Mirna Flores. (1999) La Delincuencia Juvenil en Honduras: Los Menores Infractores en Honduras. 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Secretaría de Seguridad, Dirección General Policía Preventiva, Unidad de Prevención de Maras (UPM)/PAMIRS. (sf) Conocimientos Básicos en Maras (Co.Ba.Ma.) 18 Secretaría de Estado del Despacho Presidencial, 2002 Decreto Ejecutivo Número CPM-0062002: Creación de la Comisión Permanente de Protección a la Integridad Física y Moral de la Niñez. 19 Anexo HONDURAS, INFORME DE PAÍS SOBRE LAS PRÁCTICAS DE DERECHOS HUMANOS 2005, Emitido por la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo 8 de marzo de 2006 (separata) “El abuso de jóvenes y niños en barrios pobres y en pandillas continuó siendo un problema serio. La violencia y la privación de las necesidades fundamentales fueron un problema constante. Miembros de la policía y personas particulares participaron en acciones violentas contra jóvenes y niños pobres (ver Secciones 1.a. y 1.c.). Grupos de derechos humanos afirmaron que algunos miembros de las fuerzas de seguridad colaboraron con grupos civiles (incluyendo grupos clandestinos) y usaron fuerza letal no justificada contra supuestos criminales reconocidos o contra personas sospechosas de pertenecer a pandillas, así como contra otros jóvenes no reconocidos por estar involucrados en actividades criminales. Durante el año, informes de medios de comunicación señalaron que 431 niños y jóvenes (menores de 23 años) fueron asesinados. Casa Alianza señaló una posible participación de policías en algunos de estos incidentes. Varios grupos y familiares de las víctimas demandaron la investigación de incidentes específicos, mientras que otros afirmaron haber facilitado a fiscales evidencias de colusión entre miembros de la policía y líderes empresariales. El Ministerio de Seguridad Pública reconoció que algunos oficiales de policía habían sido investigados por su participación en asesinatos de niños en la calle. A finales de año, ONGs internacionales, incluyendo a CARE y otros donantes internacionales, han proveído capacitaciones sobre violencia doméstica y otros problemas de derechos humanos para miembros de la policía y de las fuerzas armadas. Desde julio de 2003 hasta diciembre, la Unidad de Investigación Especial sobre Asesinatos de Menores había recibido 980 casos, 190 de los cuales fueron remitidos al Ministerio Público para ser procesados y los 790 restantes estaban bajo investigación. De los 190 casos remitidos al Ministerio Público, se estimaba que pandilleros eran responsables de al menos el 44 por ciento de los casos, personas particulares del 44 por ciento, y la policía u otros oficiales del gobierno del 12 por ciento. La ley prohíbe la asociación ilícita, incluyendo la membresía a pandillas y bandas del crimen organizado, y prescribe términos de prisión de 3 a 12 años, dependiendo del nivel de participación y jerarquía de la persona. Hasta noviembre, 364 personas habían sido detenidas por asociación ilícita. Organizaciones de derechos humanos continuaron criticando esta ley y su aplicación. Estadísticas hasta finales de año indicaban que había aproximadamente unas 30,000 a 40,000 personas, muchos de ellos menores de edad, que pertenecían a pandillas en el país. Su membresía está principalmente concentrada en las áreas de Tegucigalpa y San Pedro Sula. La Mara Salvatrucha (MS 13) y la Mara 18 son las pandillas más grandes y violentas, y agrupan a casi el 40 por ciento de la membresía de pandillas en todo el país….” 20