MICRO ODISEA CELULAR Alina Pérez Castro (Primer lugar en el concurso Inter Prepas, Preparatoria 6, UNAM, 2005) Nació en un lugar en las afueras de la capital, en lo que para nosotros sería algo así como un hospital. Había muchas secciones. En cada una se hacía un diferente tipo de teléfono celular y en cada área había grandes máquinas con largos brazos. Dependiendo del trabajo que desempeñaran, era su ubicación y su tamaño. Cuando estuvo listo lo metieron en una caja. Se sentía somnoliento y confuso. No tenía idea de dónde estaba. Viajó largo tiempo, hasta que un día alguien abrió la caja. La luz lo deslumbró. Entonces salió y descubrió que se encontraba en otro lugar, muy diferente de donde había nacido. Por un momento el miedo lo invadió.Lo colocaron en una vitrina y dormitaba la mayor parte del tiempo. Veía pasar cientos de personas que se asomaban y lo veían. Ahí permaneció muchos meses, durante los cuales vio cómo muchos de sus compañeros, que estaban junto a él se iban y llegaban otros "nuevos". Hasta que un día lo quitaron de ahí y de nuevo lo metieron en caja. Se sintió claustrofóbico, pues ya se había habituado al medio dónde estaba. De nuevo lo sacaron de la caja y observó un lugar totalmente extraño. Era una casa enorme. Ya no había tanta gente, únicamente cuatro personas. Lo pusieron en una mesa, le conectaron un cable y unos segundos después se sintió lleno de vida, de fuerza. Despertó completamente, vio y oyó todo lo que pasaba a su alrededor. Lo tuvieron ahí poco tiempo, hasta que la vitalidad lo invadió completamente. Después un niño lo tomó, lo metió en un estuche y se lo llevó. El niño lo paseaba por la cuidad y él se divertía mucho. Le gustaba su nueva vida, lo trataban bien, conocía muchos lugares y se entretenía oyendo las conversaciones de su dueño. Era sus oídos, su cómplice y su conciencia. Su dueño dependía totalmente de él; eso lo hacía poderoso a pesar de tener poca energía. Casi siempre, el niño platicaba con un compañero y se divertían recordando lo que habían hecho ese día en la escuela. Recordaban cómo la maestra de matemáticas los había hecho reír y de cómo se había caído un niño de su secundaria. Un día el niño fue al cine con sus amigos y puso el teléfono en "vibrador". El teléfono se sintió extraño. Era la primera vez que estaba así. Después de un rato de estar en el cine se cayó al suelo. Intentaba gritar, pero lo único que lograba era vibrar. Nadie lo oía. Empezaba a desesperarse y a preocuparse cuando vio que todas las luces se encendieron. El niño se paró y se fue. Él quiso gritar pero no pudo. Se puso muy triste y se asustó. No sabía dónde estaba, ni qué iba a ser de él. Lo recogió, varias horas después, una señora que al poner su pié sobre él sintió cómo temblaba. Entonces lo llevó a que lo volvieran a registrar para cambiarle el nombre. Él se sintió confundido y temeroso, no sabía quién era esa señora. Su diversión había terminado y la vida que tanto le gustaba quedó atrás. Esta señora era aburrida o al menos eso le parecía a él. Sólo hablaba con otra señora y platicaban de lo que hacían los demás, de qué se ponían y de cómo actuaban. Nada más criticaban a la gente. Estaba perdiendo el gusto por vivir y en algunos momentos deseaba que lo apagaran y no lo volvieran a usar más. En una ocasión la señora fue al salón de belleza. El teléfono estaba asombrado de tantas cosas que le ponían y le hacían y por primera vez desde que lo encontró sintió ganas de reírse. Sin consideración alguna, la señora se paró y se fue, dejándolo ahí. En esta ocasión no se entristeció, en cambio se puso muy feliz de que esa señora tan aburrida lo hubiese dejado. Sin embargo, sintió temor cuando la estilista lo tomó, lo echó a su bolso y se lo llevó. Llegó a una casa pequeña en donde lo entregaron a un joven de preparatoria. Este joven lo llevó a que le cambiaran el nombre, nuevamente, y al día siguiente ambos se fueron a la escuela. Comienza una nueva vida. El joven lo utilizaba para mandar mensajes cada que había examen o cuando algún profesor hacía una pregunta. A partir de ese momento su vida mejoró drásticamente. Aprendió Historia, Matemáticas, Física, Literatura y muchas cosas más. Cada día aprendía algo nuevo sobre todas las materias. Conforme pasaba el tiempo y el joven cursaba otras materias, él se cultivaba cada vez más. Se estaba convirtiendo en un teléfono muy culto. Lo que más le divertía era que todos estos mensajes eran mandados y recibidos a escondidas de los profesores. Estaba orgulloso de poder ayudar a que el joven y sus amigos sacaran buenas calificaciones. Llegó a aprender tanto que algunas preguntas ya no las enviaba, sino que las contestaba él mismo. Deseaba, intensamente, que el joven pasara al siguiente grado para seguir aprendiendo. Una mañana despertó temprano para irse a la escuela, pero el joven se fue y lo dejó. Esto lo extrañó mucho, pero pensó que tal vez, por la prisa, lo había olvidado. Pero así pasaron muchos días y el joven ya no se lo llevó a la escuela. Con el paso del tiempo fue perdiendo su vitalidad. Cuando estaba a punto de perder toda su energía hizo un esfuerzo y vio que a su lado estaba un compañero suyo, más pequeño, con pantalla a colores y muchas habilidades que el no tenía. Feneció, pero no por sentirse obsoleto o viejo; sino por descubrir que las personas sólo lo deseaban como un objeto que podían utilizar a su antojo. ¡Oh fatalidad! Además de pasar de moda.