304 RESEÑAS se plantea siempre como otro, es sometido contra su voluntad por un yo-europeo. La escritura de la nueva novela histórica en Latinoamérica confirma la naturaleza eurocéntrica, aunque marginal, de este yo. El elemento nuevo que añade este género es la marginalidad del yo dentro de su cosmovisión eurocéntrica. A pesar de la ausencia, negación o indiferencia hacia el otro participante de la identidad latinoamericana –el amerindio que se sigue planteando como alteridad– estas novelas ofrecen un paso en la transición del yo hacia su identidad a través de sus otros: me identifico ya no con el yo triunfador de la conquista sino con un yo perdedor, que me acerca a la posición del otro amerindio. El rasgo que puede establecer un acercamiento entre este yo europeo marginal y el yo amerindio que forma parte de la identidad latinoamericana aunque aún no haya sido explorado en detalle, es justamente su planteamiento como otro frente al yo europeo imperial. Opino que la deconstrucción de la retórica europea imperial, como afirma K. López, forma parte del cuestionamiento del canon de las letras coloniales, tanto historiográfico como literario. Este corpus textual ofrece un paso más hacia el establecimiento de la identidad latinoamericana, un paso que se ha de completar cuando estemos en capacidad de integrar al sujeto amerindio no sólo como el otro exótico que estuvo presente en los orígenes hace 500 años, sino como un yo que asume la agencia textual de la historia y la literatura, entre muchos otros discursos. Michigan State University ROCÍO QUISPE-AGNOLI MARÍA TERESA MEDEIROS-LICHEM. Reading the Feminine Voice in Latin American Women’s Fiction. From Teresa de la Parra to Elena Poniatowska and Luisa Valenzuela. New York, Washington DC: Peter Lang, 2002. El auge de la literatura escrita por mujeres en América Latina ha estimulado en las últimas dos décadas numerosos análisis sobre la representación de la mujer, la configuración del sujeto femenino desde el punto de vista de los estudios de género, así como reflexiones sobre la compleja cuestión de la “escritura femenina”, planteada por la teoría feminista francesa en particular, y discutida tanto en la academia como fuera de ella. Asunto complicado, tal vez en exceso fluido, la definición de una “escritura” propiamente femenina queda lejos del consenso. Tanto escritoras como críticas han expuesto puntos de vista muy distintos sobre las características de dicha escritura, si es que existe, y algunas han planteado que se trata de un concepto inútil o incluso contraproducente. Más allá de esta cuestión específica, acercarse a la literatura escrita por mujeres en busca de sus características propias, de lo que aporta como tal a la literatura en general, a la configuración de género y al imaginario de las y los lectores es un punto de partida prometedor, aun cuando no lleve necesariamente a una aclaración de la cuestión de lo “femenino” de la escritura. En Reading the Feminine Voice, Medeiros-Lichem propone un acercamiento a la obra de algunas de las escritoras más importantes o más conocidas de América Latina, a RESEÑAS 305 partir del estudio de la voz. Esta voz, definida y examinada por la estudiosa a partir de la teoría dialógica de Bakhtin, complementada con elaboraciones feministas en la misma línea, se caracterizaría precisamente por su dimensión dialógica, ligada a los discursos sociales. En este sentido, la voz en la literatura escrita por mujeres se relacionaría también con la condición de la mujer en tanto ser inscrito en un entorno social en el que predominan y se cuestionan ciertas conceptualizaciones del sistema de géneros. Este acercamiento teórico constituye por tanto un sugerente punto de partida para leer textos de autoras tan diversas como De la Parra, Lispector y Valenzuela. Según la autora, en cuanto las escritoras estudiadas transgreden lo que una mujer puede decir, escribir, pensar y sentir, el análisis de las voces de la novela en términos de diálogo, heteroglosia y polifonía permite destacar tanto el impacto de los discursos sociales en el discurso de protagonistas y/o narradoras, como los recursos que las escritoras usan para expresar –indirecta o directamente– aquello que se considera como indecoroso, atrevido, escandaloso o peligroso. A la vez que propone una caracterización de las obras estudiadas a partir del carácter dialógico de la voz y de la polifonía de las novelas y relatos, Medeiros-Lichem esboza o sugiere una suerte de tradición femenina y feminista en la literatura latinoamericana. De la Parra, Bombal, Valdivieso, Castellanos, Lispector, Mastretta, Poniatowska y Valenzuela serían algunas de las principales representantes –o más bien creadoras– de una novelística que replantea la posición de la mujer escritora, cuestiona la rigidez del sistema de género en la sociedad patriarcal, amplía los márgenes del imaginario femenino y da una expresión más intensa, libre y socialmente representativa a la voz de la mujer. Estas autoras, plantea la estudiosa, transgredieron los límites impuestos por su medio social y por los cánones de la crítica literaria de su época. Su recurso a una voz que rebasa los límites de lo privado, que se ocupa de lo público y se hace eco de los discursos públicos para reproducirlos, cuestionarlos y/o parodiarlos, inscribe estos textos más allá de los límites de lo tradicionalmente concebido como adecuado para la mujer. Si de la Parra critica la complicidad de las mujeres con una sociedad que restringe y ahoga a quien podría ser distinta, si Bombal da expresión a un deseo reprimido y hasta prohibido por los códigos sociales, Valdivieso confronta estos de manera más abierta y se atreve a crear una protagonista que reivindica su libertad aun a costa de su comodidad y de su aceptación por la sociedad bien pensante. A su vez, según este análisis, Lispector no sólo da cuerpo a una escritura “femenina” que fascinaría a Cixous –una de las teóricas más importantes de esta temática– sino que también da expresión a una reflexión filosófica e intelectual, ligada a lo cotidiano y a la condición misma del sujeto inscrito como sujeto-con-género (engendered). La inserción de las voces del otro, de los otros, en textos de quienes han sido o representan “la otra” en la literatura, resulta tanto más significativa porque, al enlazarse en los textos, estas voces crean un ámbito discursivo de múltiples registros, de diálogos o posibilidades de diálogo diversos que se contraponen a la monoglosia o al monólogo autoritario del discurso oficial, muchas veces equivalente al discurso dominante en la sociedad patriarcal. Desde esta perspectiva no es casual que, para Medeiros, Castellanos sea una de las autoras más representativas de un nuevo tipo de escritura, de una voz que afirma claramente su derecho a pronunciarse –a enunciar desde y a opinar sobre– en el ámbito público, para mostrar las injusticias que afectan tanto el espacio de lo privado 306 RESEÑAS como el de lo público. O más bien, como lo demuestra la obra de Castellanos, la relación entre las miserias privadas y los vicios y desigualdades públicos. Siguiendo esta misma línea, la estudiosa destaca las aportaciones de dos autoras disímiles, pero ligadas por su “atrevimiento” a decir lo que no se espera(ba) que una mujer diga (dijera). En sus crónicas y novelas, como es sabido, Poniatowska ha dado voz a quienes no la tienen, o más bien, a quienes (usando los términos de Bourdieu) no han tenido una voz autorizada para hacerse escuchar. Medeiros se detiene en Hasta no verte Jesús mío, novela en que la autora da voz a una protagonista de clase baja, y destaca la dualidad de la voz de la novela, su dialogismo, su recurso a una voz doble, doblada, o desdoblada (double-voiced), en que escritora y protagonista dialogan, se unen y separan, a lo largo del texto para recrear una vida muy alejada de las comodidades de la academia ( o de la escritora), para narrar, a veces con todas sus letras, las vicisitudes y las hazañas de quien, lejos de verse como víctima o subalterna, ha demostrado su capacidad de sobrevivencia, su creatividad y su fuerza, por encima y a pesar de las trabas y ataques directos de un entorno familiar, social y económico que favorece al hombre, al rico, al poderoso. Si bien al analizar este texto como novela y no como testimonio Medeiros soslaya el problema de la mediación, sus observaciones sobre la interrelación de las voces narrativas apuntan con lucidez a la posibilidad de “oír” o “leer” a “Jesusa Palancares” como una protagonista con voz propia que habla como y por muchas otras mujeres de su misma clase o por lo menos de su mismo entorno. Si Poniatowska es para Medeiros la autora que mejor capta y da voz a los otros –no sólo a la otra– en sus textos, Valenzuela parece ser la escritora más atrevida, la más transgresiva, puesto que no sólo habla desde el cuerpo, trata asuntos políticos, denuncia la represión dictatorial y la tortura, sino que también pronuncia palabras prohibidas ( las poéticas “malas palabras” de Paz, negadas a las mujeres decentes, según se recordará) y, sobre todo, las usa para aludir o apuntar (según los casos) a la compleja y turbia relación entre erotismo y violencia, sexualidad y represión, que, muy certeramente la estudiosa identifica con el concepto de lo “abyecto” de Kristeva. En Cambio de armas, según plantea la estudiosa, Valenzuela lleva la escritura de la mujer hasta límites antes evitados o en todo caso poco explorados. Como puede notarse, sin que siempre sea explícito, hay en este estudio un concepto de progresión, de sucesión no del todo lineal pero sí claramente “evolutiva” en el despliegue de la voz femenina y de las voces y temas de las novelas de las escritoras seleccionadas para este estudio. Esta idea de “progreso”, un tanto problemática desde mi perspectiva, se nota desde el principio y se confirma en los dos últimos capítulos dedicados a quienes aparecerían como “puntos culminantes” de una supuesta línea de escritoras cada vez más libres y liberadas. Si bien en un análisis panorámico es difícil evitar la tentación de delinear algún tipo de progresión –sobre todo en el contexto de los avances logrados por los movimientos feministas y las mujeres latinoamericanas– cabe señalar cierta falta de rigor en este planteamiento y advertir sobre los peligros y pre-conceptos que esto implica. Cabe preguntar por ejemplo: ¿es realmente más transgresiva y liberadora una novela como Mal de amores, estudiada brevemente en este libro, que Los recuerdos del porvenir, sólo mencionada de paso? o ¿hasta qué punto trazar un progreso cronológico a través de distintos puntos del continente impide ver las diferencias ligadas a lo público, RESEÑAS 307 en primera instancia, y a la condición misma de la mujer, en último término, en distintos países y momentos históricos? Sin afán de entrar aquí en una polémica, baste decir que, si bien teóricamente o incluso idealmente puede intentarse delinear una tradición literaria común a las escritoras latinoamericanas, la pertenencia a un mismo genéro o a un mismo continente ( o subcontinente) no justifica la elisión de las particularidades de los discursos sociales y privados de cada país. Menos aún se justifica, a mi ver, privilegiar el factor cronológico o el grado de fama pública o de popularidad de ciertas autoras (como Valenzuela) para inscribirlas como escritoras representativas dentro de una curva ascendente cuyo punto culminante de hecho tampoco queda claro cómo estaría definido. Al final del libro, una se pregunta, en efecto, si lo que han “logrado” Poniatowska y Valenzuela o lo que sus sucesoras podrían “lograr” (o a lo que podrían/deberían aspirar) es un decir “sin límites”, una novela plenamente “polifónica” o la configuración textual de un tipo de “dialogismo propiamente femenino”. Parte de las limitaciones de este estudio y del carácter problemático de esta visión implícita de la literatura femenina latinoamericanas resultan, desde mi punto de vista, de cierta falta de rigor en el uso de los términos críticos. Si bien, como señala Medeiros, el dialogismo de Bakhtin se relaciona con el diálogo, con las expectativas de los interlocutores, su uso del término a veces reduce lo “dialógico” a lo que corresponde al diálogo como forma, sin tomar en cuenta en qué medida en ese intercambio entran o no las voces sociales, los códigos del ámbito discursivo. Del mismo modo, la polifonía tan cara a Bakhtin –y que él detecta y examina en la novelística de un autor tan extraordinario como Dostoievski– se atribuye, a mi ver, con extrema facilidad a textos que, si bien inscriben voces y discursos diversos, no necesariamente les dan la misma intensidad representativa. Más allá del marco bakhtiniano, por otra parte, la lectura del estudio de Medeiros sugiere también la necesidad de hacer una revisión del uso crítico de conceptos como el de “los sin voz”. Como bien señala la estudiosa, el planteamiento de que “el subalterno no puede hablar” resulta problemático, sobre todo cuando se leen textos escritos por quienes desde cierta perspectiva pueden ser vistas como “subalternas”. Habría sido, por tanto, estimulante que la estudiosa planteara con mayor claridad la cuestión de que quienes han sido percibidos como carentes de voz en realidad o han carecido de voz autorizada (en términos de Bourdieu, y también de Valenzuela) o no han sido escuchados. Ampliando esta discusión, cabría preguntarse si más que hablar de los “sin voz” no habría que hablar (o hablar más) de los que hacen oídos sordos a las voces del otro, y de la otra. No obstante estos puntos problemáticos, así como ciertas limitaciones, como la marginalidad de la literatura brasileña (representada sólo por Lispector) y la ausencia de autoras caribeñas o centroamericanas, o la falta de un trabajo editorial que eliminara las repeticiones propias de una tesis y no de un libro, este estudio es un buen punto de partida para una relectura de las escritoras latinoamericanas. Medeiros ofrece pistas sugerentes para analizar la obra de las autoras estudiadas, y para examinar las características e innovaciones de éstas y otras escritoras, con instrumentos tan propios y tan eficaces del análisis literario como el estudio de la voz en los términos de Bakhtin y de las feministas que reelaboran algunos de sus conceptos. Si bien, excepto en los dos capítulos finales (sobre Poniatowska y Valenzuela), más que estudios profundos o ejemplos claros de dialogismo, heteroglosia, discurso-con-voz- doble, etc., se plantean observaciones que no 308 RESEÑAS se muestran ni se prueban, las sugerencias de lectura resultan muchas veces acertadas y atractivas. Quizá no quede tan claro cómo y hasta qué grado puede hablarse de dialogismo, heteroglosia, polifonía o innovaciones en el uso de las voces, en los textos de Bombal, de la Parra o Castellanos; pero Medeiros los señala e invita a sus lectores y lectoras a releer las obras en busca de esas voces que cuestionan, se enlazan, desdoblan y enfrentan en ámbitos discursivos (textos) donde la mujer escritora busca/encuentra/inventa una voz propia ligada a las de los demás. Princeton University LUCÍA MELGAR GABRIELA NOUZEILLES y GRACIELA MONTALDO (eds). The Argentina Reader. History, Culture, Politics. Durham-London: Duke University Press, 2002. Esta antología forma parte de la serie The Latin American Readers, Latin America in Translation / en traducción / em traduçao, proyecto editorial que patrocina un consorcio de programas de estudios latinoamericanos de las universidades de Duke y de Carolina del Norte, Chapel Hill. Está destinada a un público norteamericano y se presenta como una introducción a la historia política y cultural argentina. Los textos seleccionados abarcan el extenso período que va desde la época colonial hasta el presente y han sido divididos en diez secciones tituladas: (I) “At the Margins of the Empire,” (II) “To Build a Nation,” (III) “Frontiers,” (IV) “Splendor and Fin de Siècle,” (V) “Modern Times,” (VI) “Populism and New Nationalism,” (VII) “Revolutionary Dreams,” (VIII) “State Violence,” (IX) “Democracy and Neoliberalism,” (X) “Argentina in the Age of Globalization.” Todas estas secciones cuentan con un estudio introductorio y un aparato de notas que presentan y contextualizan el material seleccionado, estableciendo los rasgos relevantes de cada período. Independientemente del orden cronológico, la variedad temática y el carácter heterogéneo de los textos y materiales gráficos permiten seguir distintos mapas de lectura. Debe observarse, sin embargo, la voluntad editorial de favorecer una reflexión sobre la modernidad, la cuestión de la identidad nacional y los discursos sobre la tradición. En la introducción general, Nouzeilles y Montaldo hacen explícita la voluntad de corregir una visión recurrente sobre la Argentina que entiende de manera simplista sus vínculos con Europa. Contrariamente a las observaciones del historiador norteamericano Arthur P. Whitaker, la sociedad argentina no sería “an oasis of Western civilization in a ‘darker’ continent” (3) ni tampoco, como piensa V. S. Naipaul, el resultado de una mentalidad colonizada que sólo puede producir “a hollow copy of the West” (3). Como refutación de estos y otros argumentos reduccionistas, etnocentristas, las editoras ponen en primer plano la complejidad y heterogeneidad de la cultura argentina: The Argentina Reader aims to present [. . .] a broader and more complex overview of the country’s social, political, and cultural traditions that challenges the almost schizophrenic view of Argentina that still prevails today. Our goal is to offer an innovative and socially meaningful selection of texts and visual materials that is able to re-create the tensions and