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El arte de hacer lo imposible
Por ARIEL TERRERO
Washington no
miró con buenos
ojos la ruptura
temprana de
cánones políticos
y económicos
en su traspatio,
como la firma de
la Primera Ley de
Reforma Agraria,
en mayo de 1959.
E
n cuanto recupera el
poder político en países latinoamericanos,
la derecha vuelve a la
doctrina económica neoliberal
que fracasó a inicios de siglo.
No se le ocurre otra manera de
resolver la crisis del capitalismo, que se agudizó en el mundo después de convulsionar
Wall Street en el 2008. El mimetismo de figuras como Macri o Temer agrada al FMI y a
Estados Unidos. Los elogian
públicamente. La creatividad
sería un don peligroso. Cuba lo
sabe.
La Revolución ha estado innovando desde que triunfó en
1959. Apenas cuatro meses y
medio después, el Comandan-
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te en Jefe Fidel Castro firmó
la Primera Ley de Reforma
Agraria. Washington no miró
con buenos ojos la ruptura
temprana de cánones políticos
y económicos en el traspatio.
Ni creo que le alegre ahora,
aunque el presidente Obama
proponga modificar el castigo
público que su país le aplica a
esta revoltosa nación del Caribe desde hace más de medio
siglo. Solo piensa mejor sus
tácticas.
Cuba sigue empeñada, entretanto, en hallar una solución propia, auténtica incluso,
para un dilema que el mundo capitalista no ha resuelto:
construir un modelo de sociedad que desarrolle simultá-
neamente productividad, producción e igualdad social.
El capitalismo, hundido en
una crisis sistémica que agrava el subconsumo de grandes
masas humanas y el deterioro
del planeta, mientras se reduce el número de familias que
concentra la riqueza global,
no es la alternativa.Aunque el
socialismo también se ha anotado fracasos notorios en la
historia, la Revolución Cubana lo prefiere: es un sistema
que mantiene en el centro al
ser humano; no al dinero o al
mercado.
La fidelidad honesta e inteligente al modelo económico socialista implica la rectificación
de lo mal hecho, de los errores, como reitera Raúl desde el
2010. Cuba lo intenta; cambia su
economía; transforma reglas
y maneras de proceder; busca
soluciones nuevas. Innova. Es
lo que ha hecho el socialismo
liderado por Fidel.
Durante más de medio siglo, el país ha probado sucesivas políticas de desarrollo
y de organización económica,
fiscal, comercial y empresarial, exitosas unas por plazos,
otras de cimientos menos firmes y de pobres beneficios.
Cuba se ha transformado radicalmente: dejó atrás miserias casi olvidadas hoy, mudó
el rostro económico y social
que le identifica mundialmente, cayó en aprietos y crisis de
orígenes diversos: por huracanes y sequías, agresiones y el
bloqueo de Estados Unidos, el
descalabro de la Unión Soviética e incapacidades propias,
entre otras causas.
El socialismo cubano ha entrado en una etapa nueva, formalmente desde que en 2011
aprobó los Lineamientos de la
Política Económica y Social, renovados en el VII Congreso del
Partido Comunista de abril de
este año y ampliados con dos
documentos más ambiciosos: el
Agosto de 2016
proyecto de Conceptualización
del Modelo Económico y Social
Cubano y un Plan de Desarrollo Económico y Social hasta el
2030, sujetos ambos a debate
popular en estos momentos.
No pocas de las medidas
que adopta y profundiza actualmente, el país las había
ensayado antes o había sembrado oportunamente las bases para muchas. Ahora las
retoma, en mi opinión, en un
contexto más maduro y bajo
un concepto de integralidad
que debe garantizarle mejor
sostenibilidad al programa de
cambios y al desarrollo.
El Proceso de Rectificación
de Errores y Tendencias Negativas, capitaneado por Fidel en
la segunda mitad de los años
80, esbozó algunas de las necesidades, urgencias y medidas;
por ejemplo, las referidas a la
organización de las empresas,
y sus plantillas y políticas salariales. Pero se vio abortado por
la crisis del período especial,
que sobrevino en los 90 al desaparecer la principal alianza
política y comercial de Cuba en
el mundo: la URSS y el bloque
socialista del este europeo.
Cuando las apuestas en el
exterior giraban en torno a la
cantidad de meses que duraría la Revolución sin el apoyo
soviético, el Gobierno cubano
adoptó un grupo de medidas
con el objetivo explícito de resistir. Aunque las emprendió
entonces con cautela, la mayoría se quedó hasta ocupar un
lugar en el modelo económico
que Cuba rediseña y reconstruye en el presente.
Los primeros pasos para reducir la participación estatal
en la gestión económica, que
era absorbente en el modelo de
matriz soviética anterior, los
dio el país entonces: la apertura a la inversión extranjera, la
conversión de empresas agropecuarias en unidades básicas de producción cooperativa
(UBPC), la creación de mercados agropecuarios y la expansión del trabajo por cuenta propia. Comenzaron a funcionar
restaurantes y otras estructuras que serían la semilla para
Edición extraordinaria
crear, casi veinte años después,
cooperativas no agropecuarias
y empresas privadas de mediana, pequeña y microescalas,
asumidas como tales por el VII
Congreso del PCC y el Proyecto de Conceptualización del
Modelo…
La diversificación admitida
en las formas de propiedad no
contradice un principio de política económica defendido por
la Revolución y su líder histórico desde fecha temprana.
Los documentos rectores más
recientes ratifican “la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción” y la
definen como “forma principal
de la economía nacional y del
sistema socioeconómico”.
Pese a constituir esa definición y su materialización el
nudo gordiano de los modelos
de socialismo en la historia,
Cuba insiste en edificar una
forma de propiedad que sirva
de base al poder de los trabajadores, como vía para la justicia y la equidad social.
También como respuesta a
la recesión del período especial tomó vuelo el turismo, quetransformó totalmente el perfil
de una economía que había sido
mono exportadora de azúcar
casi desde sus orígenes. Fidel
alentó negociaciones para inversiones extranjeras que sostendrían ese giro y la expansión de otras actividades, como
la exploración y producción de
petróleo.
Uno de los programas de
desarrollo de largo plazo del
presente apunta a transformar
la matriz energética, para emplear más las fuentes renovables de energía. El modelo económico aspira a los principios
de sostenibilidad medioambiental que defiende insistentemente el líder histórico cubano
desde hace décadas.
Pero si un sector empieza a
cambiar radicalmente el rostro
de la economía y tiene como
ningún otro el sello de Fidel y
de su visión de genio es la biotecnología y la industria médico-farmacéutica. Personalmente animó las investigaciones en
ese campo en los años 80, casi
a la par del boom de esa ciencia
en el mundo. Cuba había amasado previamente las condiciones y no perdió la oportunidad.
El Comandante en Jefe lo anticipó en enero de 1960, cuando
todavía el analfabetismo era
masivo. “El futuro de nuestra
patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de
ciencias, de hombres de pensamiento”, dijo cuando la alfabetización del país parecía lejana. El
reto grande ahora es reordenar
la economía para aprovechar
el capital humano, el numeroso
personal de ciencias y tecnologías, creado por la Revolución
e insertarse en la sociedad del
conocimiento de este siglo XXI.
El primer soñador es Fidel. Y
lo sabe. Cinco años atrás, en un
contexto partidista similar, llamó a la nueva generación a “seguir demostrando que el socialismo es también el arte de realizar
lo imposible: construir y llevar a
cabo la Revolución de los humildes, por los humildes y para los
humildes, y defenderla durante
medio siglo de la más poderosa
potencia que jamás existió”. Y
eso implica, como pidió también,
“rectificar y cambiar sin vacilación todo lo que debe ser rectificado y cambiado”.
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