02-sup.qxd 2 11/09/06 07:36 p.m. Page 1 La Plata, martes 12 de septiembre de 2006 Cultura LEYENDAS POPULARES Lázaro Blanco, el mítico chasqui al que se le atribuyen milagros En 1886, murió fulminado por un rayo, cuando cabalgó hacia su muerte en una peligrosa misión. Un productor rural aseguró que al tiempo de su fallecimiento se le presentó en un sueño, e hizo llover para salvar las cosechas. A 120 años de la tragedia, el pueblo entrerriano peregrinó para recordarlo Existen, desde tiempos remotos, milagros que son reconocidos por la religión, y personalidades a las que se les atribuye un misticismo que encuentra su respaldo en el fervor o la devoción popular. De hecho, en nuestro país les consagraron santuarios a dos ídolos a los que la muerte -traicionera, cruel- los sorprendió en la cúspide de sus carreras artísticas: Gilda, primero y el Potro Rodrigo, después. Con sus propios matices, la historia del milagroso Lázaro Blanco -que el último fin de semana fue recordado en Entre Ríos- encaja perfectamente en la categoría de los santos populares. Fiestas populares. Tienen gran convocatoria, sobre todo en el interior * * * Lázaro, era un joven y reconocido baqueano que se dedicaba a las tareas rurales en la localidad de San José de Feliciano; y que se desenvolvía con decidida soltura en la Selva de Montiel, una zona que se caracterizaba tanto por sus montes tupidos como por sus peligrosos caminos. Los peregrinos compartieron una misa, un almuerzo y una bailanta chamamecera, en agradecimiento a su ídolo popular Cierto día un tal Hereñú -que desempeñaba el cargo de jefe de policía en aquel lugar- se topó con la necesidad de enviar un mensaje hasta La Paz para que, desde esa ciudad, le remitieran el dinero destinado al pago salarial de los agentes a su cargo. La distancia por recorrer era decididamente extensa: “90 kilómetros”, y para colmo de males, el tiempo se mostraba amenazante. Conocedores del clima, los criollos de la región advertían la inminente llegada de un temporal extremadamente peligroso, por lo que ninguno de ellos quiso emprender el viaje. Sólo el joven Peregrinos. En el santuario de Lázaro Blanco Tres días más tarde, el comisario Demetrio Verón encontró sorpresivamente el cuerpo y dispuso que una comisión policial lo trasladara hasta su rancho. El cuerpo del pobre Lázaro estuvo tres días en el umbral de la puerta de su vivienda, tapado con un lienzo como lo establecía la costumbre. Luego fue sepultado, sin féretro, en el viejo cementerio de Feliciano. Lázaro se animó. Hacia allá partió, valiente y decidido. Pero cuando no había recorrido más de 15 kilómetros, el temporal lo obligó a refugiarse debajo de un añoso algarrobo, donde fue fulminado por un rayo, junto con su caballo. * * * Su paso a la inmortalidad se produjo poco tiempo después, cuando -ya casi olvidado- se le atribuyó su primer milagro. Cuenta la leyenda que Ciriaco Benítez, un productor rural de la zona, se encontraba desesperado por la gran sequía que no sólo amenazaba con destruir los cultivos, sino también con matar a la hacienda. Desconsolado, Benítez se acostó una tarde a dormir la siesta debajo de un frondoso árbol, y soñó que un joven le decía que no se preocupara porque en la madrugada siguiente llovería con intensidad. Más aún, le indicaba un lugar al que debía ir para que se conocieran. Intrigado, Benítez fue hasta ese lugar donde encontró una cruz de madera con la inscripción: Lázaro Blanco, muerto en septiembre de 1886. Al día siguiente, un torrencial aguacero se abatió sobre la zona. Esta vez no hubo rayos, sino una bendición. Entre agitado y sorprendido, el productor contó lo sucedido a los pobladores, y al poco tiempo se multiplicaron los pedidos de favores al gaucho milagrero. Con los meses -y cuando su popularidad había excedido las fronteras del pueblo- los restos de Lázaro Blanco fueron trasladados desde el viejo al nuevo cementerio; y se improvisó un santuario en el lugar donde murió. * * * Precisamente hasta ahí llegó el domingo último la caravana de jinetes Fue en una noche tormentosa, cargada de lluvia, vientos y aterradores relámpagos cuando el chasqui partió hacia su muerte (gauchos) y peregrinos que recordaron el 120 aniversario de su fallecimiento. La ceremonia, que tuvo como escenario a los espesos montes del norte entrerriano, se constituyó en una mezcla de ritos religiosos y paganos, con rezos, canciones, comidas, bebidas y hasta una bailanta chamamecera. Hoy en día, el festejo -no de su muerte, sino de sus milagros- es toda una tradición, y subraya el fuerte arraigo popular de este chasqui, cuyos prodigios son comparables con los de la Difunta Correa en San Juan y el Gauchito Gil en Corrientes. La recordación se inició con una colorida caravana que partió desde la plaza principal de Feliciano (ubicada al noreste de la capital entrerriana) integrada por devotos que recorrieron los mismos 15 kilómetros hasta el lugar de la tragedia. Los pobladores llegaron a pie, en bicicleta, en motos, a caballo y carruajes, para agradecer por aquella lluvia que salvó a los cultivos, y para pedir nuevos milagros.