LA CONSTRUCCIÓN EN LA HISTORIA BARCELONA LAS FAROLAS DEL SALO DE SANT JOAN El ciudadano barcelonés, a su paso por el denominado Salón Víctor Pradera casi no advertirá la presencia de dos grandes pedestales de piedra, que, sin motivo aparente, se elevan a los costados del Arco de Triunfo. Para el profano resulta un misterio su utilidad y significado; una base con cuatro bancos, bastante incómodos por cierto, separados entre sí por cuatro grandes volutas, sobre lo que se yergue una columna pseudo-clásica ornada en su arranque con cuatro ramos de acanto, y con un capitel, que nos remite a las salas hipóstilas egipcias, en forma de loto cerrado, rematado por un vastago muy deteriorado. Sólo hurgando en la historia de nuestra ciudad, podemos entender que estos diversos elementos, colocados de forma tan dispar, constituyen parte de lo que fue una preciosa obra del modernismo catalán. La construcción La proximidad del Parque de la Ciudadela, considerable espacio verde obtenido como consecuencia del derribo de la fortificación allí construida por Felipe V, e inaugurado como Sala de la Exposición de 1888 (exposición que tanta relevancia tuvo para la economía catalana y derribo que significó la ruptura con un pasado indeseable), nos hace pensar en que nuestras farolas debieron haber sido allí emplazadas en este tiempo, cuando fue edificado el Arco de Triunfo la balaustrada del Saló y la verja del parque. Pero no es así, las fotografías de la época no muestran rastro de ellas ni todavía en el año 1900; habrá que esperar a 1910 en la fotografía de una manifestación obrera que reivindicaba la salida de los presos encerrados tras los sucesos de la Setmana Trágica de 1909 (existente en el Museu U¡s ¡¿trolas ames de su desaparición, a la izquierda el Arco de Tnunlo Municipal d'História), para que aparezcan ya las monumentales piezas de hierro forjado flanqueando el Saló de Sant Joan. Probablemente su inauguración acompañó la del Palau de Justicia, acabado en 1903, o se efectuó con motivo de la visita que Alfonso XII realizó a Barcelona en 1907. Alexandre Cirici Pellicer, en su Guia de Barcelona, escribe que el diseño y la construcción de estas farolas es debido al arquitecto, entonces municipal, Pere Falques (que sucedió en 1888 a Rovira i Trias). Amigo de Doménech i Muntaner, a Falques, autor de varios proyectos para la exposición de 1888, se le atribuyen también las farolas, de factura similar, «gaudinianas» del Passeig de Gracia barcelonés. La parte de piedra es de arenisca, la clásica «blancatxa» de Montjuic, excepto los bancos que son de caliza, mucho más limpia que la anterior y muy apta para construir superficies que no pierden s"u brillantez con el uso. La parte metálica está formada por un sistema reticulado; los componentes de los brazos que trabajan a compresión están constituidos por redondos y los tensores, por pletinas unidos todos entre sí por medio de roblones. Todo ello pretende ofrecer la mínima resistencia al viento a la vez que rellenar un espacio en la vista del transeúnte. Los ornamentos consistían en fragmentos de chapa recortada y moldeada que se fijaban en los mismos roblones de la estructura. El aspecto más delicado que era unir la estructura metálica con el pedestal de piedra; se solucionó colocando múltiples abrazaderas cogidas al vastago superior de la peana. Lo que se conseguía era crear alrededor de las farolas un habitáculo ficticio con un techo del que cuelgan las luces, y cuatro asientos que por su forma incitan a la reunión. Todo ello combinado con los árboles que se plantaron en sus inmediaciones, creaba una bóveda que se fundía con las decoraciones de hierro con motivos vegetales; de noche, así, las lámparas daban la sensación de colgar del conjunto cielo-árboles.