La obra de Ignasi Rosés es a veces paisaje, línea ondulada, energía. Calidez de aquello que vibra, que huele a humedad de lluvia o a tierra dura sin agua. Pero también es horizontal y vertical. Línea segura, constructiva, serena, la que define espacios. Ondulada o no es lenguaje, un lenguaje interior y profundo. Es esencia. Aquello que tiene que ser y no más. No hay añadidos, no a lugar a lo superfluo. Es la línea surgida de la naturaleza, de la vida pero es también expresión del alma, de lo que somos a veces sin saberlo. Como decía el gran maestro, Cézanne: “La naturaleza no se encuentra en la superficie sino en la profundidad. Los colores en esta superficie, son expresión de esta profundidad”. Ignasi Rosés crea espacio, pone límite a la inmensidad. Ese espacio puede ser generoso o reducido, a veces laberíntico, pero nunca claustrofóbico. Limita pero nunca cierra… siempre hay una salida. Aplica el color en amplias pinceladas, que espesas o casi transparentes, nos llevan, a veces, más allá del soporte sugiriendo la continuidad espacial. Otras limitando y definiendo la forma creada. El resultado puede ser una construcción diáfana, ligera o más contundente y sólida. No creo que sea casual que Ignasi Rosés inicie su obra sobre un soporte marrón tierra. El color de la tierra de secano. Aquel paisaje que él tan bien conoce, una naturaleza que parece morir cada año para renacer con nueva energía La gama de color es reducida, austera, sin matices, Preferiblemente blancos, marrones y ocres, a veces negros. Sorprende el azul, un azul intenso, el azul que ciega, que atrae, que sugiere infinitud. Cielo de intensidad hiriente. A veces sobre la superficie pintada aparece la línea, segura y firme, creando la ficción de la tercera dimensión. Línea vertical u horizontal, quebrada u ondulada, circular u oval, vitalidad enérgica o serenidad estática. Hay obras que describen, que provocan, que dicen pero que excluyen lo que hay de más profundo en el autor. Por el contrario hay obras que son el autor. Éste, incluso sin saberlo, se muestra a través de ella aunque el lenguaje sea sutil y minimalista, éste es el caso. Ignasi es un hombre de aspecto ensimismado. Está pero, a veces, parece no estar. Tímido en palabras y gestos, vive más hacia su interior que hacia fuera. No obstante, en ocasiones, puede sorprender con una espontaneidad refrescante. Es un imparable creador con un impulso irrefrenable por construir, por hacer, por dar vida a objetos y a cosas sencillas que él transforma i recupera. Su pintura, su obra, es sincera, honesta, transparente. No cabe trampa ni artificio. Los recuerdos las imágenes, aquello que ama, que anhela…todo queda esencialmente expresado. Es indudable que en la génesis de su obra a jugado un papel importante la austeridad de un paisaje duro pero entrañable, de la tierra que sufre sed y calor. Tierra humilde pero a la vez generosa que verdea en primavera y reduce sus colores en verano. El silencio de los bosques. La soledad que intuimos ante la inmensidad. Aquellos cielos nocturnos que nos muestran el universo entero. Todo ayuda a intuir la esencia, la obra de Ignasi Rosés evoca esa búsqueda. Si su obra fuese música seria un susurro, casi un silencio si fuese espacio seria infinitud pero también recogimiento si fuese sentimiento sería hondo y profundo. Mercè Amor Sagués