para su tribu. Pero los iroqueses le interceptaron el camino, cruzando sus caballos y replicando con arrogancia: -“Vosotros sólo cazáis animales” y escupieron al suelo. –“Nosotros cazamos hombres” Vuelve de Nuevo miró a sus guerreros sioux enviándoles a través de sus ojos un mensaje. Era como si les avisara para que estuvieran preparados. Luego dijo muy pausadamente: - “Si eso es cierto, no tenéis que ir mucho más lejos. Nosotros somos hombres, ya nos habéis encontrado” Y antes de que ningún iroqués respondiera, Vuelve de Nuevo blandió su hacha y partió en dos la frente del último que había hablado. La pelea, que ni siquiera alcanzó la categoría de combate, fue breve. Los iroqueses comprendieron su error y pidieron clemencia. El jefe hunkpapa sabía que cuando un indio pide clemencia ha de serle concedida y se la concedió, pero no sin antes darles una buena lección. Con su cuchillo cortó la nariz del iroqués más próximo, ejemplo seguido por todos los suyos que dejaron a sus enemigos con vida pero humillados. -“Sois libres, decidle al Gran combatir con hombres, y no desnarizadas” pero la próxima vez Jefe iroqués que para hombres hacen falta mujeres descaradas y Lento , su único hijo, reía con aquella historia y en más de una ocasión pedía que se la relatara de nuevo, lo que hacía Vuelve de Nuevo utilizando siempre las mismas palabras. Pero aquel atardecer, Lento se encontraba en lo alto de la colina, esperando el regreso de su padre. Su nombre no estaba motivado porque hiciera las cosas muy despacio, sino porque las hacía con atención, cuidado siempre los detalles, analizando las causas, previniendo los efectos. Pero, aún así, a Lento no le gustaba su nombre, prefería los de otros guerreros de la tribu como Nube de Tormenta, Oso Erguido o Lobo Furioso. Incluso su mejor amigo, Alce Pálido podía vanagloriarse de ser llamado por el apodo de un animal de cierta importancia. Lento arrancó un puñado de hierba y olió aquella mezcla de tierra y agua. Luego miró hacia el cielo en el que empezaban a ocultarse las pequeñas nubes blancas que habían planeado todo el día sobre el campamento. Durante un rato se detuvo a contemplar el vuelo de un águila real y recordó que su padre siempre le había dicho que los sioux descendía del águila real, y que por eso el máximo honor de un jefe era utilizar sus plumas.