VALORACIÓN DEL RESULTADO DE LAS ELECCIONES

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VALORACIÓN DEL RESULTADO DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN RUSIA
Francisco J. Ruíz González
Comité Consultivo de Funciva
Analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE)
Introducción
En un resultado más que esperado, el candidato de “Rusia Unida” Vladimir Putin,
actual Primer Ministro, ha resultado vencedor en las elecciones presidenciales
celebradas el domingo 4 de marzo con un 63,81% de los votos, porcentaje que al
superar el 50% hace innecesaria una segunda vuelta. Los restantes candidatos eran el
comunista Guennadi Ziuganov, que obtuvo un 17,05%; el multimillonario Mijaíl
Projorov, con un 6,89%; el ultranacionalista Vladimir Yirinovsky, con un 6,63%; y el
dirigente de “Rusia Justa” Sergei Mironov, con un 3,71% de los votos. El porcentaje de
participación alcanzó el 64% de un electorado de 110 millones de personas, y las
votaciones fueron supervisadas por cientos de observadores internacionales.1
El gran titular, por supuesto, es que Putin regresará al Kremlin cuatro años después de
ceder el puesto en 2008 a Dimitri Medvedev, y en esta ocasión por un periodo de seis
años en lugar de cuatro, tras la reciente modificación de la Constitución. En marzo de
2000 el entonces delfín de Boris Yeltsin venció en la primera vuelta de las elecciones
presidenciales con un exiguo 53% de los votos, porcentaje que en los siguientes
comicios de marzo de 2004 subió hasta el 71,31%. Los votos recibidos están en
consonancia con los índices de popularidad de Putin que señalaban las encuestas
previas, y que fueron una de las justificaciones para la renuncia de Medvedev, que
1
Los primeros informes de estos observadores hablan de lo inapelable de la victoria de Vladimir Putin,
destacan la activa participación de la sociedad civil en la supervisión de los comicios, y constatan que los
restantes candidatos pudieron hacer campañas sin restricciones y tuvieron acceso a los medios de
comunicación. En el lado negativo de la balanza, se comenta que la presencia en los medios de Putin fue
muy superior a la de los otros cuatro candidatos (algo que por ejemplo también ocurre en España con
los dos partidos mayoritarios), que no todos los partidos se pudieron inscribir (básicamente por
incumplir la legislación), y que se produjeron diversos errores procedimentales.
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acompañó a Putin en la celebración del triunfo, a optar a un segundo mandato, ya que
sus índices de aprobación eran inferiores a los del Primer Ministro.
Valoración de los resultados
Tras las elecciones legislativas de diciembre de 2011 se desató una furibunda campaña
de desprestigio del resultado electoral, del sistema político ruso en general, y de la
figura de Vladimir Putin en particular. Las evidentes irregularidades, propias de la
complejidad del país y de su relativamente corto historial democrático, pretendieron
mostrarse como un fraude masivo que alteró decisivamente los resultados a favor de
“Rusia Unida”, y las protestas de la oposición en la calle fueron presentadas como una
suerte de “Primavera árabe” a la rusa. Cualquiera que viese o leyese la mayoría de los
medios de comunicación occidentales no dudaban de que el pueblo ruso repudiaba
masivamente a Putin, y que era cuestión de tiempo que su régimen autoritario
desapareciese.
Sin embargo, la victoria de Putin en las elecciones presidenciales ha sido aplastante, lo
que parece indicar que tal vez el pueblo soberano ruso tiene una visión distinta de la
que algunos en Occidente han decidido que debería tener. Lo cierto es que las
manifestaciones que han venido produciéndose desde diciembre nunca han superado
las pocas decenas de miles de personas, en ciudades tan grandes como Moscú (con 10
millones de habitantes) o San Petersburgo (con 4,6 millones). Algunos de los líderes de
las protestas son jóvenes como Aleksei Navalnik, con una nula implantación social
fuera de la blogosfera, y una de las organizaciones más activas en la crítica es “Golos”,
ONG abiertamente financiada por el Departamento de Estado de los EEUU a través de
la USAID (United States Agency for International Developement).
Una primera cuestión a considerar es cual era la alternativa a Putin en estos comicios,
ya que los comunistas del KPRF y los ultranacionalistas del LDPR son organizaciones
meramente simbólicas, reliquias de los años 90 del pasado siglo, cuyos mencionados
dirigentes (Ziuganov y Yirinovsky) ya pugnaron por la presidencia del país con Boris
Yeltsin en el año 1996. “Rusia Justa” es un conglomerado de partidos socialdemócratas
que pretende mostrarse como un contrapeso moderado a “Rusia Unida”, pero que
desde su fundación en 2006 no ha logrado aumentar lo suficiente su masa social, y
además se ve debilitada por iniciativas personales como la de Projorov, o por la
existencia de otros partidos de corte liberal como “Yabloko” divisores del voto
reformista (que en todo caso no ha sumado más de un 10% en estos comicios). En
términos estrictamente objetivos, por tanto, no existe todavía una alternativa válida a
“Rusia Unida” para gobernar el país.
Pero más allá de la falta de alternativa, es conveniente recordar lo que la figura de
Putin representa para su país. Tras el fin de la URSS en diciembre de 1991, el
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presidente Boris Yeltsin aspiraba a liderar el mundo junto con los Estados Unidos, tenía
por objetivo el acercamiento a Occidente con una rápida integración de Rusia en las
instituciones euroatlánticas, y pretendía liderar la Comunidad de Estados
Independientes (CEI) con un modelo de seguridad cooperativa. Para ello Rusia
renunció a cinco millones de Km2 de la URSS y a 150 de sus 300 millones de habitantes,
incluyendo unos 20 millones de rusos étnicos; adoptó reformas económicas radicales,
bajo supervisión directa del FMI y del Banco Mundial; y sometió su política exterior a
los designios de Occidente, con Andrey Kozyrev como Ministro de Exteriores.
Los resultados fueron la multiplicación de conflictos en el espacio postsoviético; la
completa ruina de la población cuando las privatizaciones de “los cupones” (1992) y
del “crédito por acciones” (1996-96) pusieron todos los recursos estatales en manos de
unos pocos oligarcas; la crisis institucional que finalizó con el bombardeo de la Duma
en octubre de 1993; la degradación de las Fuerzas Armadas y su consiguiente derrota
en Chechenia en la guerra de 1994-96; y el hundimiento del sistema financiero con la
brutal devaluación del rublo en agosto de 1998, en cuyas vísperas la corrupción
rampante hizo desaparecer miles de millones de dólares aportados por el FMI. En el
plano exterior, Rusia se convirtió en un actor irrelevante: a Kozyrev se le llamaba
“señor sí” por plegarse siempre a los deseos de Occidente, y Strobe Talbot,
Subsecretario de Estado de los EEUU, llego a confesar que en las negociaciones
bilaterales con Rusia solían esperar a que Yeltsin estuviese ebrio para lograr más
concesiones.
Esa era la Rusia que Putin se encontró al ser nombrado por Yeltsin Primer Ministro en
agosto de 1999. La OTAN acababa de finalizar su campaña de bombardeos contra
Yugoslavia con motivo de la crisis de Kosovo, sin una Resolución Previa del Consejo de
Seguridad de la ONU, había realizado su primera ampliación al Este, al incorporar a
Polonia, República Checa y Hungría, y había aprobado en Washington un nuevo
Concepto Estratégico en el que se auto-asignaba la capacidad de llevar a cabo
operaciones de gestión de crisis fuera de su área tradicional de actuación.
Rusia, que se había opuesto a la actuación de la OTAN en Kosovo, se enfrentaba en el
interior a la amenaza del radicalismo islámico de la Chechenia independiente y a los
ataques terroristas de Shamil Basayev, que llegó a invadir la vecina Daguestán. Por
ello, la primera decisión de Putin como Primer Ministro fue el intentar restituir la
soberanía rusa sobre Chechenia (lo que le convirtió en el político más popular del país),
para lo que intentó recabar el apoyo de la administración Clinton contra el Afganistán
de los talibán y Al-Qaeda, que apoyaban a los rebeldes chechenos. Sin embargo, los
EEUU ignoraron la petición rusa frustrados por la postura del Kremlin en Kosovo,
decisión de la que dos años más tarde habrían de arrepentirse cuando terroristas
islámicos derribaron las Torres Gemelas y mataron a 3.000 estadounidenses.
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Muy resumidamente, en los dos mandatos de Putin (2000-08) Rusia recuperó el
control de sectores estratégicos como la energía y las comunicaciones, enfrentándose
a los oligarcas como Berezowsky, Gusinsky y Jodorkovsky; reforzó la autoridad del
Estado limitando el poder de los Gobernadores de las repúblicas y situando en los
“Ministerios de Fuerza” a los llamados siloviki, personal de su confianza procedentes
de los Servicios Secretos; convirtió a Rusia en una superpotencia energética,
aprovechando los altos precios del petróleo tras la intervención de los EEUU en Irak;
multiplicó por seis el PIB del país (un aumento del 72% en términos de poder paritario
de compra), redujo la pobreza a la mitad, y aumentó el salario medio de 80 a 640$.
Todos esos logros están muy presentes en la población, que recuerda con pavor la
Rusia de los años noventa del pasado siglo, aquella con la que algunos en Occidente
parecían sentirse muy cómodos. Eso explica el amplio respaldo que Putin mantiene,
tanto más si se considera que en su periodo presidencial la Federación recuperó su
estatus de gran potencia, a la que hay que escuchar y tener en cuenta a la hora de
adoptar las decisiones, y no simplemente un títere cuyo apoyo se daba por seguro.
Baste recordar las palabras del mencionado Kozyrev, que acabo diciendo que “es lo
suficientemente malo que los americanos nos digan lo que van a hacer nos guste o no,
pero que no añadan el insulto a la injuria diciéndonos que es en nuestro interés
obedecer sus órdenes”. Es fácil comprender la humillación que representaba esa
situación para un Estado milenario como Rusia, que en diversas etapas de la historia de
Europa había sido el país más poderoso del continente.
Algunas sombras en el horizonte
No obstante, la vuelta de Putin al Kremlin abre algunos interrogantes sobre el futuro.
En primer lugar, cabe criticar el modo en que se decidió su proclamación como
candidato, poniendo en evidencia que el periodo Medvedev había sido un simple
ínterin impuesto por la limitación constitucional a dos mandatos consecutivos. En clave
interna, y así como el periodo Putin de 2000 a 2008 se percibía como el de la
recuperación económica y de la seguridad del país, la presidencia Medvedev se
percibía como un periodo de mayor apertura política centrado en la modernización y
en la lucha contra la lacra de la corrupción. Aunque son dos caras de una misma
moneda, no hubiese estado de más que Medvedev hubiese dispuesto de un segundo
mandato de cuatro años (2012-16) para consolidar su modelo, que se hubiese
reformado la Constitución entonces, y que Putin hubiese podido reaparecer para un
mandato de seis años de 2016 a 2022, con lo que dejaría el poder a los 69 años (en la
actualidad es probable que sea Presidente hasta 2024).
En clave externa, no cabe duda de que Medvedev se percibía como una cara más
amable en las relaciones de Rusia con el resto del mundo, en especial con el Presidente
estadounidense Obama con el que llegó a cuajar una importante relación personal. En
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términos de comunicación estratégica, la imagen de Putin es mucho más dura e
intransigente, algo probablemente injusto ya que Putin se esforzó en colaborar con
Occidente en su primer mandato (por ejemplo, apoyando la campaña de los EEUU en
Afganistán), pero real al fin y al cabo. Si en las elecciones presidenciales
estadounidenses de noviembre de 2012 venciese el candidato republicano, no es de
descartar el regreso a la cuasi guerra-fría de 2004-2008, y que se echen a perder todos
los avances en la puesta a cero de las relaciones entre ambos países.
Conclusión
La victoria de Vladimir Putin en las elecciones presidenciales ha sido tan rotunda que
deja en entredicho los comentarios sobre el declive de su figura, tan cacareados en
ciertos sectores de Occidente. Sí que es cierto que se aprecia cierto cansancio en las
incipientes clases medias (que precisamente la gestión de Putin ayudó a crear), por la
lentitud de las reformas y por el carácter endémico de problemas como la corrupción,
pero de acuerdo con el programa con que concurrió a las elecciones la continuidad de
los proyectos modernizadores de Medvedev parece asegurada, aunque está por ver si
la sociedad rusa se aproxima definitivamente al modelo político occidental.
Mientras tanto, seguiremos asistiendo a protestas de la oposición, orquestadas en
parte desde fuera de Rusia, en la vana ilusión de que representan a una mayoría de la
población, como la convocada para el lunes 6 (un día después de las elecciones) para
denunciar unas irregularidades que todavía no se habían producido. Dado que el éxito
de Putin es al final del máximo interés para el resto de Europa, con la que la
Federación Rusa mantiene una relación biunívoca y cuasi-simbiótica, sólo nos queda
decir “Поздравляем вас с победой и удачи, Владимир Владимирович”2.
2
“Enhorabuena por la victoria y suerte, Vladimir Vladimirovich”.
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