La oración de San Egidio 25/09/2005 - 09/10/2005 http://www.santegidio.org/cast/preghiera 25/09/2005 Liturgia del domingo XXVI del tiempo ordinario Primera Lectura Ezequiel 18,25-28 Y vosotros decís: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel: ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo? Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere. Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda, no morirá. Salmo responsorial Salmo 24 (25) A ti, Yahveh, levanto mi alma, oh Dios mío. En ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen de mí mis enemigos! No hay confusión para el que espera en ti, confusión sólo para el que traiciona sin motivo. Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas. Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación. (Vau) En ti estoy esperando todo el día, Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de siempre. De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh. Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores el camino; conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero. Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien guarda su alianza y sus dictámenes. Por tu nombre, oh Yahveh, perdona mi culpa, porque es grande. Si hay un hombre que tema a Yahveh, él le indica el camino a seguir; su alma mora en la felicidad, y su estirpe poseerá la tierra. El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su alianza, para darles cordura. 1 Mis ojos están fijos en Yahveh, que él sacará mis pies del cepo. Vuélvete a mí, tenme piedad, que estoy solo y desdichado. Alivia los ahogos de mi corazón, hazme salir de mis angustias. Ve mi aflicción y mi penar, quita todos mis pecados. Mira cuántos son mis enemigos, cuán violento el odio que me tienen. Guarda mi alma, líbrame, no quede confundido, cuando en ti me cobijo. Inocencia y rectitud me amparen, que en ti espero, Yahveh. Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias. Segunda Lectura Filipenses 2,1-11 Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 21,28-32 «Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: "Hijo, vete hoy a trabajar en la viña." Y él respondió: "No quiero", pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: "Voy, Señor", y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, 2 mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él. Homilía “Los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de Dios”, dijo Jesús a los fariseos que le escuchaban en el templo. Sin duda, estas palabras sonaron como un latigazo abrasador para los fariseos. Ellos, que se consideraban (y así eran considerados) “puros”, ¡serían precedidos por los pecadores públicos y por las prostitutas! ¿Cuál es la recriminación que hace Jesús a los fariseos? En primer lugar remarca la distancia entre el “decir” y el “hacer”. Y lo ilustra con la parábola de los dos hijos. El primero se declara solícito en ir a trabajar a la viña pero no va, el segundo, en cambio, desde el principio se excusa, pero luego se arrepiente y va al trabajo. Jesús pone en cuestión la contraposición entre las palabras y la vida. Las palabras solas no salvan, hay que ponerlas en práctica. En este sentido Jesús había dicho: “No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). El ejemplo del segundo hijo es eficaz: él cumple la voluntad del padre no con palabras, que le son contrarias, sino con los hechos. La distancia entre el decir y el hacer explicita la religiosidad farisaica estigmatizada por Jesús. Es una acusación dirigida a quién contemple más el aparentar que el ser, que contemple más las palabras que el hacer, que contemple más la exterioridad que el corazón. Y si nos examinamos un poco vemos enseguida lo que cada uno de nosotros se parece al primer hijo, más preparado a decir que sí con los labios que a hacer concretamente la voluntad de Dios. Hay, pues, también una obediencia que tiene el tono y la forma de la deferencia, de la apariencia y del equilibrio, pero en lo profundo esconde una sutil rebelión interior, al igual que puede haber una desobediencia interior que presenta una superficie descompuesta y indisciplinada, pero que en realidad tiene en lo profundo una sustancia válida y ejemplar de compromiso. Jesús afirma que es más fácil para un pecador arrepentirse que para un bien pensante, seguro y arrogante de su justicia, romper con el juego de su autocomplacencia y de sus costumbres. Esto parte de la predicación del Bautista: los fariseos la han rechazado mientras que los pecadores se han convertido. Estos últimos no se han contentado con escuchar, sino que han preguntado: “¿Qué tenemos que hacer?” (Lc 3,10-14); y han puesto en práctica lo que el predicador les decía. Esta es la fe: escuchar la invitación de la predicación del Evangelio y percibirlo como si se dirigiera personalmente a cada uno, no con palabras abstractas sobre las cuales debatir y discernir. Quien se deja tocar el corazón por el Evangelio, se aleja de sí mismo (en el fondo la religiosidad farisaica es la complacencia con uno mismo, con el propio comportamiento, con las propias acciones) y se abandona a la voluntad de Dios. El ejemplo de Francisco de Asís que recordaremos el 4 de octubre es el opuesto a la religiosidad farisaica. El fue discípulo en el sentido pleno de la palabra: escuchó el Evangelio y enseguida lo puso literalmente en práctica. No es un héroe. Es un hombre que se ha dejado amar por el Señor hasta el fondo y por eso lo ha seguido sin resistencias. Lo dejó todo porque encontró al que lo quería más que a él mismo. Realmente es así también para nosotros: Jesús nos ha amado más que a nosotros mismos. Francisco de Asís lo ha reconocido. A nosotros nos cuesta, porque nuestros ojos todavía están llenos de nosotros mismos y de nuestros problemas. Dirijamos nuestra mirada al Señor y dejémonos amar por él. 3 ***** 26/09/2005 Memoria de los pobres Recuerdo de los santos Cosme y Damián, mártires sirios. La tradición los recuerda como médicos que curaban gratuitamente a los enfermos. Recuerdo especial de los que se dedican al cuidado y curación de los enfermos. Canto de los Salmos Salmo 143 (144) Bendito sea Yahveh, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la batalla; él, mi amor y mi baluarte, mi ciudadela y mi libertador, mi escudo en el que me cobijo, el que los pueblos somete a mi poder. Yahveh, ¿qué es el hombre para que le conozcas, el hijo de hombre para que en él pienses? El hombre es semejante a un soplo, sus días, como sombra que pasa. ¡Yahveh, inclina tus cielos y desciende, toca los montes, que echen humo; fulmina el rayo y desconciértalos, lanza tus flechas y trastórnalos! Extiende tu mano desde lo alto, sálvame, líbrame de las muchas aguas, de la mano de los hijos de extranjeros, cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira. Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo, salmodiar para ti al arpa de diez cuerdas, tú que das a los reyes la victoria, que salvas a David tu servidor. De espada de infortunio sálvame. líbrame de la mano de extranjeros, cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira. Sean nuestros hijos como plantas florecientes en su juventud, nuestras hijas como columnas angulares, esculpidas como las de un palacio; nuestros graneros llenos, rebosantes de frutos de toda especie, 4 nuestras ovejas, a millares, a miríadas, por nuestras praderías; nuestras bestias bien cargadas; no haya brecha ni salida, ni grito en nuestras plazas. ¡Feliz el pueblo a quien así sucede feliz el pueblo cuyo Dios es Yahveh! Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 1,17-31 Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo. Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios. Porque dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el sofista de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres. ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor. Pablo escribe a los Corintios que Jesús no le ha enviado a bautizar sino a predicar el Evangelio de la cruz de Jesús. Este testimonio es una invitación a los cristianos de este inicio de siglo a descubrir el primado de la comunicación del Evangelio, y por ello a interrogarse sobre cómo viven la urgencia de su misión. Hay que descubrir ante todo la primacía de la Palabra de Dios tanto en la vida personal como en el trabajo pastoral. La salvación, subraya el apóstol, no viene de nuestra sabiduría, como pensaban los griegos, ni de nuestras tradiciones, como creían los judíos, sino de acoger la necedad del amor sin límites de la cruz de Jesús. El misterio de la cruz, entendido como la culminación del amor, queda en el corazón del Evangelio y de su comunicación. Pablo recuerda a los miembros de la comunidad que no hay entre ellos muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos o nobles. Pero Pablo no deja de exhortarles a “considerar su llamada”. El Señor les ha elegido, precisamente por su debilidad, para llevar a cabo cosas grandes en su nombre. Por eso los que creen en el Evangelio deben vanagloriarse sólo del Señor y no de su propia sabiduría o fuerza. 5 ***** 27/09/2005 Memoria de la Madre del Señor Canto de los Salmos Salmo 144 (145) Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío, y bendigo tu nombre para siempre jamás; todos los días te bendeciré, por siempre jamás alabaré tu nombre; grande es Yahveh y muy digno de alabanza, insondable su grandeza. Una edad a otra encomiará tus obras, pregonará tus proezas. El esplendor, la gloria de tu majestad, el relato de tus maravillas, yo recitaré. Del poder de tus portentos se hablará, y yo tus grandezas contaré; se hará memoria de tu inmensa bondad, se aclamará tu justicia. Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y grande en amor; bueno es Yahveh para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras. Te darán gracias, Yahveh, todas tus obras y tus amigos te bendecirán; dirán la gloria de tu reino, de tus proezas hablarán, para mostrar a los hijos de Adán tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino. Tu reino, un reino por los siglos todos, tu dominio, por todas las edades. (Nun.) Yahveh es fiel en todas sus palabras, en todas sus obras amoroso; Yahveh sostiene a todos los que caen, a todos los encorvados endereza. Los ojos de todos fijos en ti, esperan que les des a su tiempo el alimento; abres la mano tú y sacias a todo viviente a su placer. Yahveh es justo en todos sus caminos, en todas sus obras amoroso; 6 cerca está Yahveh de los que le invocan, de todos los que le invocan con verdad. El cumple el deseo de los que le temen, escucha su clamor y los libera; guarda Yahveh a cuantos le aman, a todos los impíos extermina. ¡La alabanza de Yahveh diga mi boca, y toda carne bendiga su nombre sacrosanto, para siempre jamás! Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 2,1-16 Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo, hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo ni de los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra, desconocida de todos los príncipes de este mundo - pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria -. Más bien, como dice la Escritura, anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales. El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre de espíritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle. Porque ¿quién conoció la mente del Señor para instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo. Pablo, después del fracaso de Atenas, se presenta a los cristianos de Corinto sólo con la predicación de Cristo crucificado. Este es el corazón del anuncio evangélico y de la predicación cristiana. En la cruz se da cumplimiento al amor de Dios por los hombres. Él ha enviado a su propio Hijo a la tierra para que llegase a la muerte en la cruz, y salvase así a los hombres del mal y de la muerte. El discípulo está llamado a vivir y a comunicar esta “buena noticia”, y debe testimoniarla no tanto con razonamientos refinados sino con su misma vida, como ha hecho Jesús. El discípulo, guiado por el espíritu, acaba siendo él mismo espiritual, es decir lleno de una sabiduría que no viene de las tradiciones de los hombres sino del Evangelio que le ha sido dado. El Espíritu revela a los discípulos el misterio escondido en los siglos, que hacer ver en el rostro de Jesús aquello que ningún ojo había visto antes, y que nos hace comprender las 7 palabras del Evangelio. Quien se deja guiar por el Espíritu en la escucha del Evangelio acaba siendo un hombre espiritual: ya no razona según el mundo sino según el Espíritu de Jesús. Y así Pablo puede decir “Nosotros tenemos el pensamiento de Cristo”. ***** 28/09/2005 Memoria de los santos y de los profetas Recuerdo de san Venceslao, venerado como mártir en Bohemia Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 3,1-9 Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Ni aun lo soportáis al presente; pues todavía sois carnales. Porque, mientras haya entre vosotros envidia y discordia ¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo humano? Cuando dice uno «Yo soy de Pablo», y otro «Yo soy de Apolo», ¿no procedéis al modo humano? ¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio. Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, ya que somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios. Pablo recuerda a los cristianos de Corinto que todavía están al principio de su conversión. La carne (es decir, los celos, las disputas, el orgullo) todavía guía sus pensamientos y sus comportamientos: de ahí vienen las fisuras de la comunión y las roturas que aparecen en la vida de la comunidad. Pablo recuerda que no se puede atentar contra la unidad de la comunidad, que es el cuerpo de Cristo. Por eso los discípulos no deben dejarse guiar por los propios instintos que dividen, sino por el Espíritu del Señor que hace crecer la comunidad según el Evangelio. Pablo recuerda que uno solo es el único verdadero maestro y pastor de la comunidad, Jesús. Y uno solo es el padre de todos, el Señor. Los creyentes son todos siervos, ninguno es amo de la comunidad, nadie la posee, nadie debe imponer a los demás su ritmo y sus tradiciones. Todos debemos ser “colaboradores de Dios” para la edificación de su “edificio espiritual”. Y todos deben colaborar en su construcción con los carismas que ha recibido del Señor. Pablo recuerda que es necesario estar atentos a cómo se construye la familia de Dios sabiendo bien que el único verdadero y fuerte fundamento de la Iglesia es el Evangelio. ***** 8 29/09/2005 Memoria de la Iglesia Recuerdo de San Miguel Arcángel. La Iglesia etíope, la más antigua de las Iglesias de África, lo venera come protector. Canto de los Salmos Salmo 145 (146) ¡Alaba a Yahveh, alma mía! A Yahveh, mientras viva, he de alabar, mientras exista salmodiaré para mi Dios. No pongáis vuestra confianza en príncipes, en un hijo de hombre, que no puede salvar; su soplo exhala, a su barro retorna, y en ese día sus proyectos fenecen. Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahveh su Dios, que hizo los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay; que guarda por siempre lealtad, hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados. Yahveh abre los ojos a los ciegos, Yahveh a los encorvados endereza, Ama Yahveh a los justos, Yahveh protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene. mas el camino de los impíos tuerce; Yahveh reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad. Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 3,10-23 Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego. ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario. ¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: El que prende a los sabios en su propia astucia. Y también: El Señor conoce cuán vanos son los pensamientos de los sabios. Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo 9 es vuestro: ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios. Pablo recuerda a los Corintios la unicidad y el carácter irrepetible del fundamento apostólico sobre el que la comunidad se ha edificado: el Evangelio. Sobre este fundamento cada uno edifica su vida, la personal y la comunitaria. El material puede diferir, pero solo aquél que construye en sí mismo el hombre interior podrá resistir al fuego de la historia y no quemarse rápidamente como la paja. Cada uno debe saber que no se trata de una construcción cualquiera, sino del “templo de Dios” que somos nosotros. Esta edificación está guiada por la verdadera sabiduría, la del Evangelio. Es necesario saber que el mundo no la conoce y que la considera necia. También los discípulos se dejan atraer fácilmente por la mentalidad corriente del mundo, hecha de seguridades y de autosuficiencia. Pablo advierte: “Que nadie se engañe”. La humildad no es apartarnos y cultivar nuestra pereza. Al contrario, es no asegurarnos nuestra parte, sino sentirnos responsables del entero cuerpo de Cristo, de toda la comunidad. Todo, en efecto, pertenece al discípulo porque él es de Cristo. ***** 30/09/2005 Memoria de Jesús crucificado Recuerdo de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, muerto en Belén en el año 420. Tradujo la Escritura al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en todas las lenguas. Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 4,1-13 Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles. Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me juzgo a mí mismo! Cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la alabanza que le corresponda. En esto, hermanos, me he puesto como ejemplo a mí y a Apolo, en orden a vosotros; para que aprendáis de nosotros aquello de «No propasarse de lo que está escrito» y para que nadie se engría en favor de uno contra otro. Pues ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido? ¡Ya estáis hartos! ¡Ya sois ricos! ¡Os habéis hecho reyes sin nosotros! ¡Y ojalá reinaseis, para que también nosotros reináramos con vosotros! Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Nosotros, necios por seguir a Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Débiles nosotros; mas vosotros, fuertes. Vosotros llenos de gloria; mas nosotros, despreciados. Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez. Somos abofeteados, y andamos errantes. Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Si 10 nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen, lo soportamos. Si nos difaman, respondemos con bondad. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos. Pablo quiere arrancar de raíz la formación de divisiones en la comunidad de Corinto Recuerda que todos los que predican son “administradores de los misterios de Dios” y sólo el Señor es el fundamento de la Comunión. Cada miembro de la comunidad cristiana recibe todo del Señor y todo debe seguir dependiendo de él. Nunca debemos olvidar que se es un discípulo toda la vida. Es decir, que el creyente está llamado a escuchar el Evangelio cada día y a convertir su corazón. Quien cree que está saciado, quien piensa que ya no necesita la predicación del Evangelio, aquel que piensa que es más sabio que el apóstol que ha dado su vida por la comunidad, se excluye de la salvación. La necedad del apóstol, su debilidad, sus sufrimientos deberían hacer reflexionar a los cristianos de Corinto que, por el contrario, con su orgullo se han llenado de soberbia hasta llevar a la división de la comunidad. ***** 01/10/2005 Vigilia del domingo Recuerdo de Santa Teresa de Lisieux, monja carmelita animada por un profundo sentido de la misión de la Iglesia. Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 4,14-21 No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino más bien para amonestaros como a hijos míos queridos. Pues aunque hayáis tenido 10.000 pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús. Os ruego, pues, que seáis mis imitadores. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, hijo mío querido y fiel en el Señor; él os recordará mis normas de conducta en Cristo, conforme enseño por doquier en todas las Iglesias. Como si yo no hubiera de ir donde vosotros, se han hinchado algunos. Mas iré pronto donde vosotros, si es la voluntad del Señor; entonces conoceré no la palabrería de esos orgullosos, sino su poder, que no está en la palabrería el Reino de Dios, sino en el poder. ¿Qué preferís, que vaya a vosotros con palo o con amor y espíritu de mansedumbre? Ante las divisiones nacidas en la comunidad, Pablo reivindica con pasión su paternidad sobre todos. Les recuerda que su predicación ha sido la fuente de la que nació la comunidad: “Por el Evangelio, yo os engendré en Cristo Jesús”. Y ésta es la garantía de unidad. Por esto añade: “Os ruego, pues, que seáis mis imitadores”. La imitación depende de la relación con Cristo. Los cristianos de Corinto deben unirse a Cristo como él se ha unido. Desatender u olvidar esta relación significa quitar los cimientos de la vida misma de la comunidad cristiana. Pablo manda a Timoteo para que continúe en la comunidad su misma predicación. El discípulo, que tiene el deber de la predicación, 11 debe “recordar” el Evangelio que ha sido anunciado, debe mantenerlo vivo en la comunidad para que no se pierda o se vuelva insípido. Pero esto se lleva a cabo sólo en la medida en que cada uno continúa reconociéndose hijo de Dios y de esta madre, la Iglesia, que de generación en generación transmite la misma Palabra de vida. Nadie debe dejarse tentar por el orgullo y por la autosuficiencia que nos alejan de ser discípulos y, por tanto, de la vida con el Señor. ***** 02/10/2005 Liturgia del domingo XXVII del tiempo ordinario Primera Lectura Isaías 5,1-7 Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña. Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, venid a juzgar entre mi viña y yo: ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo? Yo esperaba que diese uvas. ¿Por qué ha dado agraces? Ahora, pues, voy a haceros saber, lo que hago yo a mi viña: quitar su seto, y será quemada; desportillar su cerca, y será pisoteada. Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde. crecerá la zarza y el espino, y a las nubes prohibiré llover sobre ella. Pues bien, viña de Yahveh Sebaot es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío exquisito. Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos. Salmo responsorial Psaume 79 (80) Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como un rebaño; tú que estás sentado entre querubes, resplandece 12 ante Efraím, Benjamín y Manasés; ¡despierta tu poderío, y ven en nuestro auxilio! ¡Oh Dios, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos! ¿Hasta cuándo, oh Yahveh Dios Sebaot, estarás airado contra la plegaria de tu pueblo? Les das a comer un pan de llanto les haces beber lágrimas al triple; habladuría nos haces de nuestros convecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros. ¡Oh Dios Sebaot, haznos volver, y brille tu rostro, para que seamos salvos! Una viña de Egipto arrancaste, expulsaste naciones para plantarla a ella, le preparaste el suelo, y echó raíces y llenó la tierra. Su sombra cubría las montañas, sus pámpanos los cedros de Dios; " extendía sus sarmientos hasta el mar, hasta el Río sus renuevos. ¿Por qué has hecho brecha en sus tapias, para que todo el que pasa por el camino la vendimie, el jabalí salvaje la devaste, y la pele el ganado de los campos? ¡Oh Dios Sebaot, vuélvete ya, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña, cuídala, a ella, la que plantó tu diestra! ¡Los que fuego le prendieron, cual basura, a la amenaza de tu faz perezcan! Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste. Ya no volveremos a apartarnos de ti; nos darás vida y tu nombre invocaremos." ¡Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos! Segunda Lectura Filipenses 4,6-9 No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo 13 cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 21,33-43 «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia." Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.» Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.» Homilía Desde hace tres domingos las Escrituras nos hablan de la viña. Cuando Jesús pronunciaba estos discursos los que le escuchaban sentían resonar los ecos de numerosos textos del Antiguo Testamento relativos a la viña del Señor. Les evocaba la sugerente oración: “¡Oh Dios Sebaot, vuélvete, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña, cuídala, la cepa que plantó tu diestra!” (Salmo 80). Y sabían que la viña era el pueblo de Israel, como ya había dicho Isaías: “viña de Yahvé Sebaot es la Casa de Israel”. Los textos subrayan siempre el cuidado primoroso de Dios, un cuidado lleno de atención, de cariño, de preocupación, como el de un enamorado. En verdad se trata de un amor sin límites por parte del Señor. A veces, los autores bíblicos, inspirándose en los cánticos de amor, aplicaban la misma escena al Señor que canta un cántico de amor por su viña “Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña”, escribe Isaías. Y continúa el profeta: “La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar”. Podemos comparar también nuestras comunidades con esta viña de la que hablan las Sagradas Escrituras. El Señor nunca ha dejado de enviar a sus siervos para cuidarlas, pero debemos reconocer que no faltan uvas amargas. Es decir, no falta la aspereza de nuestras acciones, la aridez de nuestro corazón, la avaricia de nuestros sentimientos, la dureza al acoger a los que el Señor nos envía. Creo que se puede aplicar también a nosotros el lamento del Señor sobre su viña que no produce frutos buenos: “¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo?”. El Señor se interroga como para buscar una hipotética culpa suya por la falta de frutos de parte nuestra. Él, que ciertamente ha trabajado más que nosotros, sigue preguntándose si debe hacer todavía más. ¿Por qué el Señor se lo pregunta y nosotros no? Quizá estamos tan sumamente replegados en cultivar nuestra pequeña mata que ni siquiera nos viene a la mente alzar un poco más la mirada; o bien estamos tan atontados por nuestros 14 lamentos que no escuchamos nada más que a nosotros mismos, atentos para alejar de nuestros oídos y de nuestro corazón las palabras que el Señor no deja de dirigirnos. El corazón de esta página evangélica es la historia de un amor sin límites; la de Dios por su tierra, por nuestra vida. Un amor grande, ilimitado, que ni siquiera teme la ingratitud ni la falta de acogida de los hombres, de esos viñadores homicidas de los que habla el Evangelio a los que él ha confiado la tierra. En el pasaje evangélico se produce como el aumento de un contraste singular: a medida que crece el amor aumenta la falta de acogida, y lo mismo a la inversa, cuanto más crece la falta de acogida de los hombres, más aumenta el amor de Dios hacia ellos. Cuando llega el tiempo de la vendimia, el dueño manda a sus siervos donde los viñadores para retirar la cosecha. La reacción de estos últimos es violenta: golpean, asesinan, apedrean a aquellos siervos. El dueño “de nuevo” envía a otros siervos, en número mayor, pero encuentran la misma reacción. Parece releer, en una síntesis eficaz y trágica, la antigua y siempre recurrente historia de la oposición violenta (incluso fuera de la tradición judeo-cristiana) a los “siervos” de Dios, a los hombres de la “Palabra” (los profetas), a los justos y honestos de todo tiempo y lugar, de toda tradición y cultura; de parte de los que quieren servir, como aquellos campesinos “miserables”, sólo a sí mismos y a su propio interés. Pero el Señor –y aquí está el verdadero hilo de esperanza que sostiene la historia de los hombres y la salva- no disminuye el amor por los hombres, es más, lo acrecienta. “Finalmente”, el dueño envía a su propio hijo, creyendo que lo respetarían. Al contrario, la furia de los viñadores explotó y decidieron matarlo para hacerse con la herencia. Lo agarraron, le llevaron “fuera de la viña” y le mataron. Cuando fueron pronunciadas estas palabras, quizá sólo resultaban claras para Jesús. Hoy las comprendemos bien también nosotros: describen al pie de la letra lo que le sucedió a Jesús. Nació fuera de Belén; murió fuera de Jerusalén. Jesús, muy lúcidamente y con valor, denuncia la infidelidad y la falta de acogida de los siervos que llegan incluso a matar al mismo hijo del dueño. Al final de la parábola Jesús pregunta a los que lo escuchan qué hará el dueño a aquellos siervos suyos. La respuesta: los castigará, les expulsará de su viña y la confiará a otros para que la hagan fructificar. Dios espera frutos. Este es el criterio en base al cual se hace la transferencia de la viña. La advertencia supera a los que escuchan a Jesús hasta llegar a nosotros. El Evangelio habla de no hacerse fáciles ilusiones reivindicando un derecho de propiedad inalienable sobre la “viña”, que es y permanece de Dios. Los nuevos viñadores son calificados sólo por sus frutos, no por la simple pertenencia. Son los frutos de justicia, de piedad, de misericordia y de amor que nos hacen partícipes del pueblo de Dios. Está escrito en el Evangelio de Juan (15, 2): “Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta”. Y aún más: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 16). ***** 03/10/2005 Memoria de los pobres Canto de los Salmos Salmo 146 (147, 1-11) ¡Aleluya! Alabad a Yahveh, que es bueno salmodiar, a nuestro Dios, que es dulce la alabanza. 15 Edifica Yahveh a Jerusalén, congrega a los deportados de Israel; él sana a los de roto corazón, y venda sus heridas. El cuenta el número de estrellas, y llama a cada una por su nombre; grande es nuestro Señor, y de gran fuerza, no tiene medida su saber. Yahveh sostiene a los humildes, hasta la tierra abate a los impíos. Cantad a Yahveh en acción de gracias, salmodiad a la cítara para nuestro Dios: El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara, el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre, el que dispensa al ganado su sustento, a las crías del cuervo cuando chillan. No le agrada el brío del caballo, ni se complace en los músculos del hombre. Se complace Yahveh en los que le temen, en los que esperan en su amor. Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 5,1-5 Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una inmoralidad tal, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre. Y ¡vosotros andáis tan hinchados! Y no habéis hecho más bien duelo para que fuera expulsado de entre vosotros el autor de semejante acción. Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor. Tras los primeros cuatro capítulos que constituyen una gran introducción a la carta, Pablo responde ahora a algunas preguntas sobre la vida de la comunidad. Emerge de las palabras del apóstol lo paternalmente fuerte que es su lazo con aquella comunidad. Afronta inmediatamente un caso de incesto. Sus primeras palabras son de reproche porque esta hierba no haya sido extirpada con prontitud y rigor, limitándose sólo con alguna palabra de desaprobación. La comunidad, sostiene el Apóstol, es corresponsable de la santidad de todos sus miembros: por eso es su deber, tanto de la comunidad como de cada miembro, corregir fraternalmente a los hermanos y a las hermanas para que el mal se aleje y se edifique el único cuerpo del Señor según el 16 espíritu evangélico. Es el sentido de la corrección fraterna que leemos en el Evangelio y que manifiesta la solidaridad entre los miembros de esta única familia de Dios. ***** 04/10/2005 Memoria de los santos y de los profetas Recuerdo de San Francisco, testigo del Evangelio “sin añadiduras”; hombre de paz y de diálogo. Recuerdo de la dedicación de la capilla de Primavalle, primer lugar de oración de la Comunidad de Sant’Egidio en la periferia de Roma. En 1992, en Roma se firmaba el acuerdo de paz que ponía fin a la guerra en Mozambique. Oración por todos los que trabajan por la paz en cualquier parte del mundo. Para los judíos hoy es la fiesta del “Rosh Hazaña” (fin de año). Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 5,6-13 ¡No es como para gloriaros! ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad. Al escribiros en mi carta que no os relacionarais con los impuros, no me refería a los impuros de este mundo en general o a los avaros, a ladrones o idólatras. De ser así, tendríais que salir del mundo. ¡No!, os escribí que no os relacionarais con quien, llamándose hermano, es impuro, avaro, idólatra, ultrajador, borracho o ladrón. Con ésos ¡ni comer! Pues ¿por que voy a juzgar yo a los de fuera? ¿No es a los de dentro a quienes vosotros juzgáis? A los de fuera Dios los juzgará. ¡Arrojad de entre vosotros al malvado! El Apóstol exhorta a dejarse fermentar por la “levadura vieja” de las costumbres (la maldad y la mala intención); sino más bien por la “levadura nueva” del la Palabra de Dios que dona energía a la comunidad y esperanza al mundo. La fidelidad al Evangelio, por tanto, quiere decir ponerlo en práctica a la letra, como hacía Francisco de Asís que es un ejemplo para todos. La vida de la comunidad cristiana debe mostrar el Evangelio vivido concretamente. Vuelven a la memoria las palabras evangélicas de ser “sal y luz” para el mundo entero. Si la comunidad pierde el sabor de la fraternidad y si no tiene la sabiduría de indicar nuevos caminos para una vida justa y llena de amor, ¿para qué sirve? Verdaderamente puede ser catalogada entre los numerosos productos “religiosos” que el gran supermercado global ofrece a los hombres de nuestro tiempo. Pero no sería desde luego el lugar de la salvación. Sólo la “pureza” del Evangelio justifica a la Iglesia y la hace atractiva para los pobres y para quien busca una vida plena. ***** 17 05/10/2005 Memoria de la Madre del Señor Para los musulmanes empieza el mes de ayuno del Ramadán Canto de los Salmos Salmo 147 (147, 12-20) ¡Celebra a Yahveh, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas, ha bendecido en ti a tus hijos; pone paz en tu término, te sacia con la flor del trigo. El envía a la tierra su mensaje, a toda prisa corre su palabra; como lana distribuye la nieve, esparce la escarcha cual ceniza. Arroja su hielo como migas de pan, a su frío ¿quién puede resistir? Envía su palabra y hace derretirse, sopla su viento y corren las aguas. El revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel: no hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció. Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 6,1-11 Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿se atreve a llevar la causa ante los injustos, y no ante los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no sois acaso dignos de juzgar esas naderías? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? Y ¡cómo no las cosas de esta vida! Y cuando tenéis pleitos de este género ¡tomáis como jueces a los que la Iglesia tiene en nada! Para vuestra vergüenza lo digo. ¿No hay entre vosotros algún sabio que pueda juzgar entre los hermanos? Sino que vais a pleitear hermano contra hermano, ¡y eso, ante infieles! De todos modos, ya es un fallo en vosotros que haya pleitos entre vosotros. ¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros más bien despojar? ¡Al contrario! ¡Sois vosotros los que obráis la injusticia y despojáis a los demás! ¡Y esto, a hermanos! ¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. 18 Es tan alta la consideración que el apóstol tiene de la comunidad cristiana que considera vergonzoso el recurso a los tribunales paganos para resolver eventuales litigios internos. Ya es grave que haya litigios entre los creyentes. Pero si surgen, deben ser abordados en el espíritu de la fraternidad de la familia de Dios, con la ayuda del más sabio de la comunidad cristiana. De todos modos, no hay que olvidar lo que el Apóstol dice en otra parte: “Que no se ponga el sol sobre vuestra ira”, recordando que todos necesitamos renacer cada día. Pablo hace bien en recordar la tristeza en la que vivían los cristianos de Corinto antes de entrar en la comunidad. Sin embargo “habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados”. Ya no podemos vivir con los mismos criterios y las mismas costumbres del mundo del que hemos sido salvados. Significaría renegar de la novedad de vida que nos ha sido donada tan generosa y gratuitamente. ***** 06/10/2005 Memoria de la Iglesia Canto de los Salmos Salmo 148 ¡Alabad a Yahveh desde los cielos, alabadle en las alturas, alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle! ¡Alabadle, sol y luna, alabadle todas las estrellas de luz, alabadle, cielos de los cielos, y aguas que estáis encima de los cielos! Alaben ellos el nombre de Yahveh: pues él ordenó y fueron creados; él los fijó por siempre, por los siglos, ley les dio que no pasará. ¡Alabad a Yahveh desde la tierra, monstruos del mar y todos los abismos, fuego y granizo, nieve y bruma, viento tempestuoso, ejecutor de su palabra, montañas y todas la colinas, árbol frutal y cedros todos, fieras y todos los ganados, reptil y pájaro que vuela, reyes de la tierra y pueblos todos, príncipes y todos los jueces de la tierra, 19 jóvenes y doncellas también, viejos junto con los niños! Alaben el nombre de Yahveh: porque sólo su nombre es sublime, su majestad por encima de la tierra y el cielo. El realza la frente de su pueblo, de todos sus amigos alabanza, de los hijos de Israel, pueblo de sus íntimos. Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 6,12-20 «Todo me es lícito»; mas no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré dominar por nada! La comida para el vientre y el vientre para la comida. Mas lo uno y lo otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. “Todo me es lícito” dice Pablo. El cristiano es liberado de la esclavitud del pecado, de la prepotencia de sus instintos y de sus pasiones. Nuestro cuerpo, rescatado a un precio muy alto (el texto dice: “habéis sido bien comprados”), se ha convertido en templo del Espíritu Santo, es decir, forma parte del mismo cuerpo de Cristo. No podemos, por tanto, hacer de él instrumento del mal. Si lo hacemos, a través del desorden de nuestro cuerpo, involucramos al mismo Jesús. La libertad de nuestro cuerpo y de nuestra vida consiste en hacer de ella instrumento del Espíritu del Señor del que somos “templo”. Por eso, aunque todo le está permitido al creyente, Pablo añade que no todo le conviene. La libertad no se nos da para satisfacer nuestros deseos, o para abandonarnos a nuestras perezas, sino más bien para construir la familia del Señor y apresurar la llegada de su reino. Haremos bien en abstenernos de todo lo que no edifica. ***** 20 07/10/2005 Memoria de Jesús crucificado Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 7,1-16 En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer. No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido. No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia. Lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse. En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer. En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida. Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos. Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor. Pues ¿qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer? El Apóstol se ocupa de la comunidad cristiana de Corinto en todos los aspectos de su vida. Es el signo más evidente de su paternidad y de su amor. Aunque se encuentra lejos, el lazo con la comunidad está en él vivo y presente. En este tipo de relación se cualifica la dimensión evangélica del amor que el Señor da a sus hijos. El apóstol afronta algunos de los problemas concretos más evidentes que hacen referencia a la vida cotidiana de la comunidad. El primero concierne al matrimonio y a la virginidad. Pablo, respecto a estas dos dimensiones de la vida, no se entretiene en hacer un tratado teórico sino que se limita a dar consejos llenos de sabiduría evangélica para el buen comportamiento de los creyentes. Después de haber elogiado la virginidad, dice, sin embargo, que no hay situaciones de vida privilegiadas: “cada cual tiene de Dios su gracia especial: unos de una manera, otros de otra” (v. 7). También el matrimonio tiene una gran dignidad, dice el apóstol, y dentro de él hay que crecer en el amor. Lo que realmente cuenta ante Dios es que todo lo que se realice sea para la edificación común. ***** 21 08/10/2005 Vigilia del domingo Lectura de la Palabra de Dios Primera Corintios 7,17-24 Por lo demás, que cada cual viva conforme le ha asignado el Señor, cada cual como le ha llamado Dios. Es lo que ordeno en todas las Iglesias. ¿Que fue uno llamado siendo circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Que fue llamado siendo incircunciso? No se circuncide. La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios. Que permanezca cada cual tal como le halló la llamada de Dios. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo. Pues el que recibió la llamada del Señor siendo esclavo, es un liberto del Señor; igualmente, el que era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo. ¡Habéis sido bien comprados! No os hagáis esclavos de los hombres. Hermanos, permanezca cada cual ante Dios en el estado en que fue llamado. Pablo sabe bien que está escribiendo a una comunidad que todavía está al inicio de su camino espiritual. Es una comunidad joven, se podría decir, y Pablo siente la necesidad de conducirla al corazón mismo de la fe. El problema no es dar la vuelta a todo, no es dejarse llevar por el desasosiego ante los cambios, quizá dejando inalterado el corazón. Al contrario, el Apóstol exhorta a que cada uno “permanezca” en su condición. La salvación, de hecho, no depende de la posición ni del papel que cada uno desempeña (el apóstol se refiere al ser circunciso o incircunciso; esclavo o libre), sino únicamente de la observancia de los mandamientos de Dios, de la obediencia a su Palabra. No se trata, por tanto, de cambiar nuestro estado de vida, más bien de convertir nuestro corazón al Señor, de convertirnos en sus discípulos confiando sólo a El toda nuestra vida. ***** 09/10/2005 Liturgia del domingo XXVIII del tiempo ordinario Recuerdo del patriarca Abraham. En la fe partió hacia una tierra que no conocía, que Dios le había prometido. Por esta fe es llamado padre de los creyentes, judíos, cristianos y musulmanes. Primera Lectura Isaías 25,6-10 Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados; consumirá en este monte el velo que cubre a todos los pueblos 22 y la cobertura que cubre a todos los gentes; consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado. Se dirá aquel día: "Ahí tenéis a nuestro Dios: esperamos que nos salve; éste es Yahveh en quien esperábamos; nos regocijamos y nos alegramos por su salvación." Porque la mano de Yahveh reposará en este monte, Moab será aplastado en su sitio como se aplasta la paja en el muladar. Salmo responsorial Salmo 22 (23) Yahveh es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan. Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días. Segunda Lectura Filipenses 4,12-14.19-20 Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. Y a Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 22,1-14 Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la 23 boda." Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.» Homilía “Hará Yahvé Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, ... consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra”. Es el sueño del gran profeta Isaías que hemos escuchado este domingo (Is 25, 6-10). En otro pasaje escribe: “Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada. Alza los ojos en torno y mira: todos se reúnen y vienen a ti” (Is 60, 3-4). Las palabras del profeta van más allá de su tiempo y recogen un sueño inscrito en lo profundo de los corazones de los hombres y de las mujeres de toda generación, de todo lugar y de toda fe: muchos tienen necesidad de una vida pacificada, muchos desean encaminarse hacia un nuevo futuro, todos deben salir de una situación deshonrosa. Dice el profeta que el convite ya está preparado, y lo ha preparado el Señor. Esto quiere decir que la vida, la paz y la fraternidad ya están preparadas, y es el Señor mismo quien nos las ofrece. Por tanto, no están tan lejos como para desesperar por tenerlas o tan inalcanzables como para caer en el desánimo. Están a nuestra puerta. El verdadero problema está en nuestro rechazo al acoger la invitación de encaminarnos hacia ese monte para participar en el banquete de la vida y de la paz. Cada uno de nosotros, a veces pueblos enteros, preocupados sólo por nuestros asuntos, no consideramos la invitación que se nos dirige y despreciamos los dones que se nos ofrecen. La defensa de nuestros intereses personales a cualquier precio y coste nos aleja de la paz y de la fraternidad. En este sentido, es clara la parábola del banquete. Esta tiene por protagonista a un rey que, después de haber preparado un banquete de bodas para el hijo, envía a sus siervos para llamar a los invitados. Estos últimos, después de haber escuchado a los siervos, rechazan la invitación. Cada uno tiene su justo motivo, sus más que comprensibles cosas que hacer: hay quien tiene su campo, otros, otros asuntos. Todos son concordes en el rechazo. Sin embargo, el rey no ser rinde; insiste y manda de nuevo a sus siervos para renovar la invitación. Parece escuchar al apóstol cuando dice que por el Evangelio hay que insistir en toda ocasión, tanto oportuna como inoportuna. Pero esta vez los invitados no sólo desatienden la propuesta del rey sino que llegan a maltratar y hasta a matar a los siervos. Es lo que sucede cada vez que el Evangelio es colocado al margen o expulsado de nuestra vida. Ante esta increíble reacción, el rey, indignado, manda castigar a los asesinos. En verdad, son ellos mismos los que se castigan, es decir, los que se excluyen del banquete de la vida, de la paz, del amor. Caen así en una vida de infierno. Sin embargo, el rey no cesa en su ilimitado deseo de reunir a los hombres. Manda a otros siervos con la orden de dirigirse a todos los que encontraran en las calles y en las plazas, sin distinción alguna. Y bien, esta vez la invitación es acogida y la sala se llena de comensales, “malos y buenos”. Parece como si a Dios no le interesa 24 cómo somos, lo que quiere es que estemos. En esa sala no hay puros y santos. Están todos. Es más, al escuchar otras páginas del Evangelio, se diría que hubiera masas de pobres y de pecadores. Jesús afirma que todos son invitados y que quien llega es acogido, no importa si uno tiene más o menos méritos, ni siquiera si se tiene o no la conciencia tranquila. En aquella sala no se logra distinguir al santo del pecador, al puro del impuro. Lo que cuenta es tener el “traje de boda”. En oriente el huésped, fuera quien fuese, era acogido con todos los honores: era lavado y vestido antes de ser introducido en la sala para la comida. Quien se sustraía de esta costumbre demostraba no aceptar la hospitalidad por sentirse con el derecho de entrar, como si fuera el amo. El traje de boda es, por tanto, el amor de Dios que es derramado sobre nosotros hasta cubrir todas nuestras culpas, todas nuestras debilidades. El traje de boda es la fe, es la adhesión cariñosa al Señor y su Palabra. Con este propósito escribe el libro del Apocalipsis: “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas” (Ap 7, 9). 25