AUTOBIOGRAFÍA DE MI MADRE: TRANSGRESIONES DEL DISCURSO DE LO ÍNTIMO AUTHOBIOGRAPHY OF MY MOTHER: TRANSGRESSIONS OF AN INTIMATE SPEECH Dra. Norys Alfonzo RESUMEN ABSTRACT El discurso de la intimidad como marca distintiva de la construcción de una subjetividad femenina es la vía que toma esta novela para hablarnos de la especificidad del cuerpo femenino como temática. La narradora-protagonista (Xuela) se enuncia en un quien – soy para encarar a una memoria que se recupera para ser alteridad sólo por el recuerdo de la madre muerta. La imagen de la madre es presentada en forma de ensoñación, es un fragmento de su ser que se expresa como visión fantasmal- onírica que sella la identidad de la protagonista. La hija, es, existe, por su relación, con su madre muerta (tanto que se trueca la biografía con la autobiografía), la transgresión del arquetipo Mater se presenta en la textualidad del cuerpo al no regirse por las convencionalidades de lo femenino. Así la narradora – protagonista subvierte los dictámenes instaurados social y culturalmente para ejercer la autonomía de su cuerpo. Descriptores: Subjetividad, cuerpo, discurso de la intimidad. The discourse of privacy as the hallmark of the construction offemale subjectivity is the road that takes this novel to tell us aboutthe specificity of the female body as subject. The narratorprotagonist (Xuela) stated in a who - I am to address amemory that is recovered for otherness only by the memory of the dead mother. The image of the mother is presented as a dream, afragment of your being that is expressed as a ghostly visiondreamthat seals the identity of the protagonist. Although the daughter isthere, for his relationship with his dead mother (that can be exchanged both the biography and autobiography), thetransgression of the archetype Mater textuality is presented in the body to not abide by the conventionality of the feminine. So the narrator - protagonist subverts the social and cultural opinions in place to exercise the autonomy of her body. Keywords: Subjectivity, body, speech privacy. Norys Alfonzo. Licenciada en Educación Mención Castellano y Literatura, U.D.O./Magíster en Literatura Venezolana, Universidad de Carabobo (2001) /Doctora en Educación, U.D.O. (2006). Profesora de literatura de la Coordinación de Educación Integral, Núcleo de Sucre / Miembro activo del grupo de investigación del Centro de Estudios Caribeños de la U.D.O./Correo electrónico: n.alfonzo@hotmail.com Artículo recibido en marzo de 2012 y aceptado en abril de 2012. La novela Autobiografía de mi madre de Jamaica Kincaid, escritora de la isla caribeña de Antigua, es el recorrido autobiográfico de Xuela, la protagonista, desde su nacimiento hasta la vejez. Al morir su madre en el parto, es entregada por su padre al cuidado de la mujer que lavaba sus ropas, con quien estuvo siete años hasta que su padre la llevó consigo una vez que contrae segundas nupcias. En el periplo que es su vida, retira el hijo que lleva en su vientre, se casa y asiste en la muerte al padre. Xuela tiene una vida marcada por la crueldad, el dolor y la carencia afectiva que van conformando un imaginario personal que muestra la cicatriz de un nacimiento infortunado: ―Mi madre murió en el momento en que yo nací, y así, durante toda mi vida, no hubo nunca nada entre yo y la eternidad; a mi espalda soplaba siempre un viento negro y desolado ―(p.3). Ese leit motiv a lo largo de la novela se convierte en expresión angelada que representa su única conexión sentimental con el mundo, y la asunción de una alteridad de saberse diferente, otra, por ese hecho. La imagen de la madre se enuncia desde una figura fantasmal-onírica que conecta a madre e hija para el reencuentro de la identidad:‖…en mi origen estaba esa mujer cuyo rostro yo nunca había visto‖ (p.3). Esa imagen de la madre acude a Xuela para armar lo fragmentada y desgarrada condición que se expresa en el quién-soy. Ella se aliviana del laberinto oscuro de su vida por la conexión que establece ese hilo amoroso que es el recuerdo de su madre muerta. Esa imagen atraviesa su imaginario y sobre ella construye el alfabeto de su vida: se expresa en un gran tejido semántico planteado como ambivalencia de una realidad múltiple y profunda. La pérdida de la madre conforma también su autoconciencia que va a ser una constante a lo largo de toda su vida:‖Sentí…que mi pérdida me había hecho vulnerable, dura, y desvalida; tomar conciencia de ello me permitió vencer la tristeza, la vergüenza y la autocompasión‖ (p.3). Es en el recuerdo de la madre onírica donde se regocija Xuela con ella y con el mundo; ante las tribulaciones del día a día, llega el momento del sosiego: Me tumbé para dormir y soñar con mi madre…pues sabía que eso era lo que haría, sabía que me forzaría a hacerlo, lo necesitaba…pasé la noche observándola en mi sueño. No veía su rostro. No me sentía decepcionada. Me hubiera encantado ver su rostro…Ella cantaba una canción, pero no había palabras en ella; no era una canción de cuna no era sentimental, no pretendía tranquilizarme cuando la hostilidad y rudeza de la vida agitaban mi alma; solo era una canción, pero el sonido de su voz era como un pequeño tesoro en un cofre abandonado, un tesoro que en lugar de estupefacción inspira alegría y eterno placer. (p.24). Por otra parte, Xuela se convierte en una transgresora al adoptar comportamientos distintos a su condición de ser mujer; pues si la maternidad es la expresión más inherente de la feminidad, la narradora-protagonista descarta toda posibilidad de que su cuerpo siga los dictámenes femeninos del arquetipo Mater. Liliana Mizrahi (citada por Rivas) remite a la caracterización de mujer transgresora como ―la que se ha arrancado la mordaza y denuncia lo que la ancestral (mujer) no se atreve a decir (…) La transgresora pone en crisis valores consagrados que la ayudan a vivir‖. Cuando se da cuenta de su embarazo acude a prácticas abortivas y logra expulsar al hijo. Su cuerpo no se ve sometido a la acción reproductiva masculina. Lo femenino es subversivo, porque se subvierte la convencionalidad de la maternidad ejerciendo su poder y autonomía desde el discurso de la intimidad, marca distintiva de la construcción de una subjetividad femenina. En lo que respecta al discurso de lo íntimo o discurso del yo, suponemos que la preeminencia del discurso racional y objetivo en todos los ordenes del saber, llego a ―sumergir‖ las expresiones contracorriente de la escritura femenina para replegarlos a los denominados géneros menores (vale decir, diarios, testimonios, relatos autobiográficos) tal como apunta Rivas (2000:70) en la consideración de que los géneros de lo íntimo, por estar más cerca del ámbito privado han estado más a mano de la mujer. Creemos que esa sensibilidad ―sumergida‖ (y por lo tanto latente), ese ―ocultamiento‖ que pugna por aparecer debe verse como equilibrio que opere en formas plurales y contingentes de concebir la escritura. El cuerpo se convierte en escritura, pues las sensaciones, quebrantos, placeres de éste son descritas con profusión por la protagonista. El cuerpo, instancia que determina la diferencia, se reescribe, resemantiza en el discurso de la interioridad, intimidad: Empecé a sentir adoración por mí misma. Mis ojos negros, en forma de media luna, me seducían; mi nariz, en parte chata, en parte no...Me encantaba mi boca; tenía los labios gruesos y amplios, y cuando abría la boca podía abarcar mucho, placer y dolor, despierta o dormida. Deseaba tener ante mí esa imagen de mí misma...mis ojos, mi nariz, mi boca enmarcados en la piel sin arrugas, tersa e inmaculada de mi rostro. Mi propio rostro era un consuelo para mí, mi propio cuerpo era un consuelo para mí, y no importaba hasta qué punto nada ni nadie me barriera, al final no permitía que nada sustituyera en mi mente a la esencia de mi ser. Este discurso que acoge al cuerpo para textualizar sensibilidades se enmarca justamente en el clima cultural actual, que más allá de plantear la bipolaridad masculino-femenino, debe reflejar lo unidual que debe caracterizar al pensar contemporáneo y dar acogida a una ―Razón sensible cuyo motor es lo femenino, en tanto que recuerda al ―humus‖ del que está hecho el humano‖; tal como lo afirma Michel Maffesoli (2001:181). Asimismo, nos dice que la feminización es siempre sinónimo de de politeísmo y valores plurales. Las sensibilidades contemporáneas vuelven sobre la consideración de tomar en cuenta otra forma de expresión y relación distinta de relacionarse con el mundo. No es de extrañar que los autores y críticos postmodernos recurran a la imagen femenina por considerarla plural y sensibe. En la actualidad las nuevas poéticas que erigen la expresión de lo femenino buscan traer a la escena la sensibilidad excluida y desterrada potenciando formas de comprensión que incluyan, sin escisiones la conformación inteligible y sensible de la humana condición. En tal sentido, la postmodernidad se erige como la lógica de lo femenino asumiendo formas cariñosas, amorosas para abrirse al mundo y a la dimensión humanas. En lo que respecta a las investigaciones sobre la imagen de la madre como pilar fundamental en el entorno familiar, Alejandro Moreno (1995:4) al analizar a la familia popular venezolana desde el punto de vista antropológico y basándose en sus experiencias etnográficas, historias de vida, vivencias propias de vida popular, describe el modelo familiar-cultural popular venezolano como el de una familia matricentrada, pues es esa familia hay ―un único centro: la madre‖. Moreno hace la salvedad de que ésta es distinta a la familia matriarcal, pues el matriarcado lleva implícito semánticamente el poder de dominio como núcleo definitorio. Para el autor, en la familia matricentrada ―es la madre el punto de confluencia y de producción de los vínculos, matriz generadora de la estructura familiar y lugar del sentido‖. Este modelo no es exclusivo de Venezuela, según el autor, se extiende por todo el Caribe y sus orígenes son históricos, culturales y étnicos. La figura preeminente de la madre se torna vital en una trama simbólica que lleva consigo los vínculos afectivos del lenguaje; sobre la vivencia relacional madre-hijo ―florece una ética fundamental de tipo afectivo, solidarizante y comunicacional‖ (p.19) y donde el padre es una figura ausente, una ausencia presente recordada por abandono, carencia, anhelo, deseo, rabia, dolor. Podríamos decir que las representaciones socio culturales de América Latina y el Caribe versan sobre imaginarios parecidos de identidades, afectos y carencias. Vale la pena destacar que en la novela el clima afectivo sólo se produce por el recuerdo de la madre muerta, a pesar de que la narradora-protagonista quiere borrar todo vestigio de afectividad, es la condición de la memoria amorosa la que marca lo supuestamente insensible de su vida que se recupera para ser alteridad sólo por su madre. La relación de Xuela con su madre es el único fragmento que podría compensar una vida distinta en la narración. Ese fragmento de su vida (el único afectivo, simbólico arquetípico) es el que permite dar unidad a una biografía que se transmuta en la de su madre: Este relato de mi vida ha sido el relato de la vida de mi madre en la misma medida que lo ha sido de la mía, y aun así, una vez más es el relato de la vida de los hijos que no tuve, así como es también su relato acerca de mí. En mí está la voz que nunca oí, el rostro que nunca vi, el ser del que vine. En mí están las voces que habrían debido salir de mí, los rostros que nunca permití que se formaran, los ojos que nunca permití que me vieran. Este relato es un relato de la persona a la que nunca se le permitió ser y un relato de la persona en la que nunca me permití a mí misma convertirme. (p.164). La narradora-protagonista se abre paso a una existencia hostil, es indomable en sus sentimientos y en su sentir, incluso con los demás. Las situaciones por las que atraviesa en su historia de vida no doblegan su condición que viene dada por la forma en que le tocó vivir. Es una mujer que toma distancia de los afectos, que no ve en la pareja y los hijos metas a cumplir en su biografía; y que ella es su propia bildung en el camino que se traza hasta llegar a la madurez. La carencia maternal, la pérdida, marcan la vida de Xuela desde el momento mismo de su nacimiento. Su identidad se repliega en el recuerdo de la madre muerta, en tanto que el padre es el destello de una presencia-ausencia:‖ No había conocido a mi madre y, sin embargo, el amor que sentía por ella la siguió a la eternidad. Mi madre había muerto cuando yo nací…Mi padre podía protegerme, pero no lo hizo.‖ (p.151) La autobiografía, en tanto método cualitativo, es definida por Córdoba (1995:86) como ―género a caballo entre la literatura y el método biográfico…‖. Son muy diversas las formas asumidas por ella y el papel jugado por sus autores. Hay quienes la consideran como ―algo personal‖. Llama la atención que el título de la novela se refiera a la autobiografía de la madre; sin embargo, la presencia de la madre se da en forma angelada, onírica. Es en todo caso, la vida de Xuela la que se cuenta, lo que se interpreta es que Xuela vive a través de su madre, el sentimiento hacia su madre es lo que permite el arraigo, se cuenta a sí misma a través de su madre. En la conformación de su identidad, la carencia de la figura materna despliega toda una abrumadora subjetividad femenina que la desvincula, sentimentalmente hablando del Eros, mas no de la imagen de la madre. El vínculo con la madre sólo se establece por el recuerdo, ella la construye oníricamente y aun cuando se identifica con ella no acepta las convenciones de la maternidad, convirtiéndose en una transgresora del arquetipo Mater. REFERENCIAS Directa Kincaid, J. (2008) Autobiografía de mi madre. Monte Ávila Editores. Caracas. Indirecta Córdoba, V. y Otros. (1995). Metodología de la investigación III: métodos cualitativos. Universidad Nacional Abierta. Caracas. Maffesoli, M. (2001). El instante eterno. Paidós. Buenos Aires. Moreno, A. (1995). La familia popular venezolana. Centro de Investigaciones populares. Caracas. Rivas, L.M. (2000). La novela intrahistórica: Tres miradas femeninas de la historia venezolana. Universidad de Carabobo. Valencia.