Sub tema 4: LA REFORMA JUDICIAL COMO MOVIMIENTO LATINOAMERICANO PRESENTACIÓN La preocupación por contar con sistemas judiciales sólidamente institucionalizados y eficientes, no es privativa de nuestro país, pues responde a un movimiento latinoamericano de reforma y modernización de los mismos. En esa medida, resulta pertinente que los discentes aprecien las semejanzas y diferencias, así como el grado de avance, de nuestro proceso frente al resto de procesos que se vienen implementando en la sub-región. Preguntas guía ¿Qué se entiende por "reformas judiciales exhaustivas"? ¿Cuáles han sido las principales mejoras en la administración de justicia latinoamericana en los últimos años? c) ¿Cómo se han modernizado los sistemas de gobierno judicial? SILES VALLEJOS, Abraham. "Modernización y reforma de los sistemas de justicia en América Latina y el Caribe" (Caps. 2, 3 y 5). Lima, Consejo de Coordinación Judicial, 1998. MODERNIZACIÓN Y REFORMA DE LOS SISTEMAS DE JUSTICIA EN AMERICA LATINA Y EL CARIBE LA PROBLEMÁTICA DE LA JUSTICIA EN LA REGIÓN Los males que agobian a los sistemas de justicia en el ámbito de América Latina y el Caribe han sido descritos y analizados muchas veces (v.gr., De Belaúnde, ed., 1984; Correa, ed., 1993; Jarquín y Carrillo, ed., 1997), constituyendo, por lo demás, una realidad bastante conocida, siquiera en sus rasgos centrales, inclusive por los ciudadanos de nuestras naciones, quienes a menudo han tenido ocasión de experimentar directamente sus nocivas consecuencias, o de asistir a éstas de una u otra manera. Prueba de la extensión y gravedad de los problemas 298 II judiciales y del nivel de conciencia ciudadana al respecto son, de un lado, la percepción común de carecer en la práctica del derecho a la justicia, y del otro, los bajos niveles de confianza que, en general, la magistratura inspira a la sociedad civil en la región, por contraste con lo ocurrido en países económicamente desarrollados. Ambas situaciones pueden ser apreciadas en los cuadros N° 1 y 2. que se reproducen de otras publicaciones. Cuadro N°1 Percepción respecto del derecho de justicia Pregunta: Usted diría que en materia de respeto al derecho a la justicia el país está: País Argentina Bolivia Brasil Muy bien Bien Mal Muy Mal Ns. Nr. 1 15 23 31 22 47 0 5 Colombia 8 0 2 1 33 40 46 35 21 41 55 12 21 10 2 Costa Rica 2 37 37 1 Cuba Ecuador 37 42 2 23 8 41 23 8 El Salvador 25 20 Estados Unidos 14 Latino 20 No Latino Guatemala Honduras Chile 7 2 Total 100 100 100 100 100 34 29 21 5 5 100 100 100 0 100 53 44 23 31 6 4 4 1 100 100 10 11 34 59 1 14 0 1 100 100 23 45 6 43 1 100 Nicaragua Panamá 1 2 8 22 57 45 1 100 100 Paraguay 1 8 5 Puerto Rico R. Dominicana 24 35 Uruguay Venezuela México 20 24 33 26 5 39 48 4 15 3 26 42 27 100 100 22 1 100 6 34 45 12 100 11 12 30 46 3 1 299 100 Cuadro N°2 Desarrollo y confianza ciudadana en la justicia País Grado de confianza PIB real per capita (%) (US $) Japón 68% 19.390 Alemania 67% 19.770 Inglaterra 66% 16.340 Francia 55% 18.430 Uruguay 53% 6.670 Estados Unidos 51% 22.130 Italia 43% 17.040 España 12.670 Costa Rica 41% 39% Repúbl. Dominicana 33% 3.080 Chile 27% 7.060 Colombia 26% 5.460 E! Salvador 25% 2.110 México 22% 7.170 Venezuela 22% 8.120 Bolivia 21% 2.170 Perú 21% 3.110 Ecuador 16% 4.140 Guatemala 15% 3.180 5.100 No se trata aquí, entonces, de analizar de una manera completa y pormenorizada las deficiencias que padecen los aparatos jurisdiccionales de Latinoamérica y el Caribe, tarea que excede con holgura las modestas pretensiones de este documento. Procuraremos tan sólo, en primer lugar, registrar las principales fallas de los sistemas según opiniones de síntesis que gocen de consenso, a fin de poder formular luego, en base a ello, ciertas líneas directrices que permitan abordar la problemática específica de la "reforma judicial" (puntos claves o áreas de interés predominante, principales medidas, rasgos característicos, evaluación del grado de 300 avance o dificultad, etcétera). Dicho en otros términos, intentaremos delinear un primer esquema de análisis -provisorio, por cierto- del proceso de modernización de la judicatura regional, mediante la identificación, a partir de fuentes secundarias privilegiadas, de un conjunto de fallas y soluciones estimadas fundamentales en la perspectiva de obtener una correcta y eficiente operatividad jurisdiccional. Revisemos, pues, algunas de las observaciones que encontramos más útiles -conforme al criterio que acabamos de enunciar- acerca de las dificultades que enfrentan los sistemas de justicia en la región y acerca de los medios disponibles para superarlas. En primer término, es de notar que un alto funcionario del Banco Mundial, en un documento reciente que da cuenta de un evento internacional sobre la modernización de la justicia, haga la siguiente relación sumaria de males: "En América Latina y el Caribe, los indicadores de la administración de justicia ineficiente e inefectiva comprenden largas demoras y grandes retrasos de los casos, acceso limitado a la justicia, falta de transparencia y de previsibilidad en los fallos de los juzgados, y falta de confianza del público en el sistema judicial. El mal desempeño del Poder Judicial es el producto de muchas deficiencias, entre las que se encuentran: Leyes y procedimientos arcaicos y engorrosos. Falta de independencia del Poder Judicial. Capacidad administrativa inadecuada de los Tribunales. Deficiente administración de los casos. Carencia de jueces y de otros recursos. Políticas y prácticas no competitivas de personal. Sistemas de control de gastos que carecen de transparencia. Capacitación y educación jurídica inadecuada. Débiles sanciones por conducta reñida con la ética. Un sistema de costas jurídicas que eleva el costo del acceso. Falta de mecanismos de alternativa de resolución de conflictos" (Aiyer, 1997: v). También la Comisión Andina de Juristas (CAJ), en relación al ámbito geográfico en el que cumple su mandato, incluye en su último informe 301 sobre la situación de la democracia, la justicia y los derechos humanos, un listado de disfuncionalidades comunes a las judicaturas bajo examen que, pensamos, puede ser aceptado en lo esencial por todos: "Los problemas de la justicia en la región se expresan en general en una gran desconfianza ciudadana hacia los órganos judiciales. Es lugar común mencionar que existen serios problemas en los países andinos en cuanto a la insuficiencia de la oferta judicial que genera una carga procesal que es imposible cubrir, impredictibilidad de los fallos, corrupción, demora en la tramitación de los juicios. falta de imparcialidad, interferencia política en las decisiones judiciales, escasos recursos asignados, procedimientos rutinarios e inadecuados, carencias de capacitación, entre otros" (CAJ, 1997: 55). Contamos, asimismo, con el diagnóstico del que parte un reputado académico, por io demás ajeno a las disciplinas jurídicas pero cuyos conocimientos resultan complementarios para una adecuada evaluación y rediseño de la judicatura regional. Se trata del profesor Santos Pastor, Director del Departamento de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid, quien se expresa en estos términos: "¿Cuáles son los principales problemas (comunes) a los que nos enfrentamos? A mi entender, existe un conjunto de males que, con mayor o menor intensidad, padece la justicia en numerosos países. La falta de independencia frente al poder político o de grupos de presión, la deficiente calidad de sus resoluciones, resultado de carencias formativas o de la presión que sufren los operadores judiciales, la congestión y dilación, o el despilfarro de los recursos disponibles son algunos de los males más frecuentes. Junto a ellos, en ocasiones hay también un problema de penuria o falta de medios" (Pastor, 1997: 88). Ahora bien, si, cambiando ligeramente la perspectiva, buscamos textos de síntesis que contengan propuestas consensuales sobre los aspectos que han de ser incluidos por la "reforma judicial" hallamos también enumeraciones similares o compartidas, las cuales, creemos, pueden ser tenidas como de amplia aceptación. Así, por ejemplo, Shahid Shaved Burki, Vicepresidente de la Oficina Regional de América Latina y el Caribe del Banco Mundial, llama la atención sobre los siguientes puntos, con la particularidad que su comentario se basa en un análisis que comprende los logros obtenidos en países de gran adelanto económico: 302 "Una revisión de la experiencia tanto de los países industriales como de los países en vías de desarrollo revela varios elementos que son claves para cualquier esfuerzo de reforma judicial exitoso: Reforzar la independencia del Poder Judicial. Simplificar y actualizar las leyes y los procedimientos jurídicos. Mejorar la administración de justicia. Suministrar mecanismos alternativos para la resolución de diferendos. Mejorar la educación y la capacitación jurídica. Ampliar el acceso a la justicia. Mejorar la calidad de la profesión legal. El programa de reforma jurídica elaborado por los países de América Latina comprende la mayoría de estos elementos" (Burki, 1997: 12). A su turno, Malcolm Rowat, Jefe de la Unidad de Modernización del Sector Público en el Departamento Técnico de la Región de América Latina y el Caribe del Banco Mundial, colocando el énfasis en la trascendencia de la adaptación de la magistratura a los retos planteados por la nueva economía región, en especial en lo que se refiere a la actividad económica privada, observa lo siguiente: "Permítaseme destacar lo que considero son algunos de los más importantes (de entre los elementos de la reforma judicial). Pienso que los principales obstáculos al desarrollo del sector privado, en términos del funcionamiento de los tribunales, son la ineficiencia y las demoras, la corrupción, y la falta de transparencia y de la previsibilidad de las decisiones. También son importantes los elementos básicos de la administración de los tribunales, el mantenimiento de archivos, la administración del flujo de casos, las asignaciones presupuestarias, los recursos humanos, la capacitación del personal y los salarios, la administración de la información y la tecnología de tribunales, y la infraestructura global, entre otros. También son claves para la reforma judicial la calidad de la capacitación de los jueces, las normas y los requerimientos de sus nombramientos, las condiciones para su remoción y la estructura salarial 303 total de ellos. Otra área de inquietud es la educación jurídica -la capacitación de los abogados- con una amplia gama de temas que requieren atención (...)" (Rowat, 1997:18). Este mismo funcionario internacional, para culminar la amplia enumeración emprendida, llama la atención en seguida sobre la importancia de la capacitación de los magistrados, el fortalecimiento de la carrera judicial, la problemática de la independencia de la judicatura, el rol del Colegio de Abogados. la necesidad de perfeccionar el acceso a la justicia, los mecanismos alternativos de resolución de disputas y las reformas procesales (Rowat, 1997:18-19). Por último, vale la pena citar lo señalado por Edgardo Buscaglia. profesor de la Universidad de Georgetown y uno de los más destacados investigadores de la actual situación de la administración de justicia en América Latina y el Caribe. Según este analista, quien hace hincapié en la necesidad de dar tratamiento a las "causas" legales, económicas y políticas de la ineficacia judicial, evitando así abordar únicamente sus "síntomas": "Los elementos básicos de una reforma judicial deben incluir, entonces, mejoras en la administración de los tribunales y en la gestión práctica de los casos; la redefinición y/o expansión de los programas de educación legal y de preparación para estudiantes, abogados y jueces; mayores facilidades para el acceso del público a la justicia a través de programas de ayuda legal y una educación legal dirigida a fomentar la conciencia del público sobre sus derechos y obligaciones una vez que apelan a los tribunales; la disponibilidad de mecanismos alternativos para la resolución de disputas. tales como el arbitraje, la mediación y la conciliación; la existencia de una independencia judicial (i.e. autonomía presupuestaria, transparencia en el proceso de nombramientos y estabilidad laboral), que vaya emparejada con un sistema disciplinario transparente para los funcionarios de los tribunales; y la adopción de reformas procesales donde sea necesario. Cada componente es una parte integral de la reforma en su conjunto" (Buscaglia, 1997: 39). 304 CRITERIOS PARA LA DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO: LA NOCIÓN DE "REFORMAS JUDICIALES EXHAUSTIVAS" De lo hasta aquí expuesto se aprecia que, aunque asistimos a un proceso de modernización judicial de alcance continental, la problemática que le da origen, compartida en sus rasgos esenciales por los diferentes países, comprende un gran número de cuestiones específicas más o menos variadas. Un panorama como éste exige entonces. evidentemente, la formulación de ciertos criterios que permitan aproximarse a la realidad de los sistemas judiciales sin perderse en el caos de la heterogeneidad. Es necesario en consecuencia, fijar ciertas pautas de análisis y seleccionar determinados ámbitos de interés primordial, que han de ser tales en razón de su relevancia intrínseca o de su mayor aptitud para abarcar y jerarquizar una serie de sub-temas conexos o derivados. Sólo así podremos abordar adecuadamente nuestro objeto de estudio y ordenar e interpretar la información disponible. Como es fácil de imaginar, la bibliografía especializada se ha ocupado ya de esta cuestión metodológica, ofreciendo a la investigación posterior valiosas orientaciones. Antes de consultar aquélla, empero, conviene explicar el concepto genérico de "reforma judicial" que asumimos en el presente documento. Debemos decir al respecto que adoptamos una noción más bien amplia, para la que pueden servir como referencia, en primer lugar, el muy lato enunciado del señor Sri-Ram Aiyer, para quien la "reforma judicial" consiste en "la mejora de la calidad y la eficiencia de la administración de justicia" (Aiyer, 1997: v); y, en segundo lugar, lo manifestado, con algo más de precisión, por el señor Santos Pastor: ¿A qué nos referimos cuando hablamos de reforma judicial? A realizar el objetivo de conseguir una justicia independiente, competente (bien formada) y eficiente. Independiente de los demás poderes, de los grupos de presión o de la influencia personal de alguien. Independencia en el ejercicio de su función, lo que no significa ausencia de responsabilidad. Competente, lo que exige una formación adecuada al empeño que corresponda en cada orden y nivel de decisión. Eficiente, lo que, para abreviar, podemos asociar a ausencia de despilfarro" (Pastor, 1997: 88). Igualmente recomendable resulta esclarecer el concepto de "sistema judicial" o "sistema de administración de justicia" (SAJ), que 305 empleamos, el cual, como se sabe, se extiende más allá del ámbito limitado de los juzgados y tribunales. César Fernández Toro, considerando el caso venezolano, lo ha definido como "el conjunto de servicios públicos del sector justicia del Estado, que comprende, además del tradicionalmente denominado Poder Judicial, al Ministerio Público, y a los organismos de instrucción como el Cuerpo de Policía Técnica Judicial y de ejecución como los servicios carcelarios, ambos ejemplos en manos del Ministerio de Justicia del Poder Ejecutivo". Una de las claves del éxito de la "reforma" en curso, reside justamente, en la paulatina incorporación al proceso de este conjunto de instituciones interdependientes, pues las fallas de alguna hacen disfuncional a todo el sistema. Inclusive como ha señalado un especialista, frecuentemente el malestar de la ciudadanía con respecto al sistema judicial se origina en la deficiente actuación de esos otros organismos, proyectándose como una sombra negativa sobre el Poder Judicial propiamente dicho, ya que "como es de esperar. la decepción social no sigue un método analítico, simplemente alcanza a toda manifestación de la potestad de administrar y ejecutar la justicia" (Obando, 1997: 129), Volviendo ahora al punto de los aportes metodológicos de las investigaciones precedentes, una primera referencia obligada ha de hacerse al estudio sobre la administración de justicia en Argentina, Bolivia, Ecuador, Jamaica, México, Panamá, Paraguay y Uruguay, realizado por la Universidad Externado de Colombia (UEC) por encargo del Banco Interamericano de Desarrollo; el cual sirvió como documento de discusión durante el seminario "La Justicia en América Latina y el Caribe en la Década de los Noventa: Desafíos y Oportunidades", celebrado en San José de Costa Rica en febrero de 1993 (UEC, 1993: 261). Definido como "estudio comparado" por sus propios autores y habiendo abordado explícitamente "las reformas más importantes" aplicadas a la judicatura, desarrolló el temario en dos partes: "La primera describe los sistemas judiciales y procesales en cada país, con mención de los organismos no jurisdiccionales y de los mecanismos alternos de solución de los conflictos que se encontraron. La segunda se ocupa de señalar los problemas más agudos que se presentan en los países analizados"; únicamente se hizo exclusión deliberada de todo lo concerniente al ámbito criminal, por contarse 306 al respecto con mayor número de investigaciones (UEC, 1993: 261, 262). Los siguientes fueron considerados los "problemas más agudos": i) el de la "independencia judicial, examinada en relación a los mecanismos de elección de los jueces, la intromisión de factores políticos, la corrupción y la violencia; y ii) el de la - ineficiencia del sistema judicial", observada en elementos tales como el retraso de los fallos, la falta de agilidad y funcionalidad de los instrumentos de trabajo, la escasez de recursos y la ausencia de políticas de gobierno (ibid., 274 y ss.). En adición a los criterios y prioridades de análisis planteados por los académicos de la universidad colombiana -en un estudio que puede considerarse entre los pioneros en su género, al haber asumido una perspectiva comparativa-, tenemos los empleados por Jorge Obando, un experto en el tema de la reforma judicial que integra el plantel profesional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este analista, después de reconocer la amplitud de las cuestiones que requieren mejoras sustanciales en el marco de la modernización de la judicatura latinoamericana y caribeña, elige algunas a las que, de una u otra manera, concede particular relevancia: "Al ser el problema en su conjunto muy complejo y extenso, en beneficio de la obligada claridad que debe caracterizar este texto, seleccionamos aquí, para una breve discusión, cinco de tales áreas. Ellas son: (1) la independencia judicial, (2) el autogobierno judicial, (3) la definición de funciones, (4) la introducción de juicios órales, y (5) la ejecución de la justicia. Sin duda quedan por fuera muchas otras áreas de igual importancia, como son los métodos de reforma de leyes, la capacitación de jueces, el fortalecimiento del Ministerio Público y la educación jurídica" (Obando, 1997:437). Por su parte, Jaime Ordóñez, Coordinador del Programa de Administración de Justicia y Derechos Humanos del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), ha hecho público que este organismo perteneciente a la Organización de Estados Americanos (OEA), desde 1992 ha venido desarrollando un "modelo tipológico" de reforma judicial para la región que incluya, a diferencia de otras propuestas menos completas, medios operativos concretos para asegurar una efectiva tutela a los derechos y libertades fundamentales. Como resultado de ese proceso: 307 ("Se fijaron los siguientes lineamientos básicos o modelo típológíco para la modernización sustantiva de la Administración de Justicia y su concordancia con los procesos de democratización y vigencia de los derechos humanos. 1. Proceso de revisión de derechos y garantías en la legislación interna. Garantías y libertades fundamentales generales. Garantías de Derecho Penal, Procesal y Penitenciario. Garantías de Derecho de Familia y de Minoridad. Garantías de Etnias y Minorías. e) Garantías de Derecho Laboral. 2. Capacitación judicial: programa especializado en capacitación judicial dirigido al diagnóstico, revisión y formulación de unidades de Capacitación Judicial. Modernización de estructuras, organización y funcionamiento del Poder Judicial. Desarrollo de medios de información que ayuden a elevar el nivel profesional y la conciencia jurídica de los operadores del sistema, a través de la producción de libros y otros materiales formativos, así como la publicación y difusión de la revista regional de jurisprudencia «ludicium et Vita». 5. Capacitación para los organismos de la sociedad civil y otros privados y estatales relacionados con la Administración de agentes Justicia" (Ordóñez, 1996: 29, cursivas nuestras). Finalmente, Jorge Correa Sutil, investigador de la Escuela de Derecho de la Universidad Diego Portales de Chile, en el artículo de introducción al volumen que evalúa la situación y políticas judiciales en Argentina, Colombia, Costa Rica, Chile, México, Perú y Venezuela cada país por separado, sin embargo-, resume las pautas de elaboración y análisis que los expertos nacionales que concurrieron al estudio debieron seguir. Estas fueron en síntesis: i) aspectos orgánicos y procesales (de un lado, número de tribunales, carga de trabajo, personal, funciones de organismos no jurisdiccionales, acceso a la justicia; del otro, procedimientos judiciales más comunes, según las variables de 308 oralidad, mediación, carácter inquisitivo y duración); ii) profesión judicial; iii) relaciones entre el sistema político y el judicial; iv) funcionamiento de este último sistema, atendiendo a su accesibilidad, independencia y eficacia; v) evaluación de las políticas judiciales aplicadas en los respectivos países durante los últimos diez años (Correa, 1993: 9-10). Como es de ver, existen grandes similitudes, cruzamientos y superposiciones entre los esquemas de estudio que han venido siendo aplicados para facilitar la comprensión del actual fenómeno de modernización de la judicatura en Latinoamérica y el Caribe. En unos casos, la perspectiva ha sido explícitamente supranacional y comparativa; en otros, se ha tratado de un examen de cada una de las distintas realidades nacionales, pero con vistas a favorecer la determinación de identidades y diferencias de unas con otras; en alguno más, en fin, se ha procurado arribar a un modelo de análisis e interpretación "tipológico", aplicable por ende a una serie de casos semejantes. Consideramos importante dejar establecidas estas coincidencias básicas, pues, hallándonos inmersos en una coyuntura política, económica y cultural signada por cambios que se suceden vertiginosamente en la región, ellas nos permiten avanzar con paso más firme y seguro en el difícil terreno de la "reforma judicial", a menudo atravesado por conflictos y agitación. Pero, realizado este repaso elemental, debemos ahora decir que, en nuestra opinión, es Edgardo Buscaglia quien mejor expresa las mencionadas "coincidencias básicas" de los diferentes modelos de estudio expuestos, en el sentido antes indicado de facilitar una selección, ordenamiento y jerarquización de temas y sub-temas, así como de la información correspondiente. El profesor norteamericano, en efecto, propone una categoría de análisis de gran riqueza conceptual y operativa, a saber, la de "reformas judiciales exhaustivas". El alcance de esta noción, según él mismo la define, es el siguiente: "Todos aquellos casos en los que la reforma judicial incluye todas las jerarquías del sistema judicial y la amplitud de las reformas se dirige a las siguientes áreas: (1) mejoras en la administración de la justicia; (ii) el fortalecimiento de la independencia judicial; (iii) el desarrollo de mecanismos alternativos de resolución de disputas (i.e., mediación arbitraje, tribunales de conciliación, etcétera); (iv) la mejora de la educación legal de los jueces, los abogados y el público en general; y (v) la creación 309 de nuevos canales para que vastos sectores de la población, ahora excluidos, tengan acceso a la justicia" (Buscaglia, 1997: 33-34). Creemos que esta determinación y clasificación de áreas temáticas comprendidas bajo el concepto de "reforma judicial exhaustiva" compendia adecuadamente los aspectos nucleares y convergentes de los diversos modelos, convirtiéndose en una herramienta idónea para nuestros fines de investigación al considerar adicionalmente, de manera explícita, la cuestión de las instancias jerárquicas a las que debe extenderse la reforma, ingrediente, este último, que estimamos de gran relevancia. Nos valdremos, pues, de esta definición como instrumento de análisis para el esquema de estudio comparativo que deseamos aplicar. 111 (»«.) LA REALIDAD DE LA REFORMA JUDICIAL EN LATINOAMERICA Y EL CARIBE Retomando los cinco elementos que integran la fórmula propuesta por Edgardo Buscaglia y la necesidad de que la "reforma" se extienda a todas las instancias jerárquicas de la judicatura, hay que decir que, en nuestra opinión. son los dos primeros -"mejoras en la administración de justicia" y "fortalecimiento de la independencia judicial"- los más trascendentes y, quizás por eso mismo, los más densos y complejos. No queremos decir con esto que los restantes componentes "mecanismos alternativos de resolución de disputas", "mejoras en la educación legal" y creación de nuevos canales de acceso a la justicia"carezcan de importancia, pues son también indispensables, sino tan sólo que su implantación y su correlativo estudio ofrecen, en sí mismos, menores resistencias. Dedicaremos, en consecuencia, mayor espacio al análisis de los puntos que, desde la perspectiva señalada, estimamos mas relevantes y complicados. En cuanto a la incorporación de la totalidad de los órganos jurisdiccionales en el ámbito de las reformas, discutiremos la cuestión fundamentalmente en lo que concierne al sistema de gobierno judicial y a las atribuciones de la. Corte Suprema, asunto que abordamos, de un lado, respecto de la necesaria separación de las diversas funciones que tradicionalmente ha desempeñado la magistratura, y, del otro, en relación a la independencia y autonomía que debe caracterizar a ésta. 310 5.1. Mejoras en la administración de justicia 5.1.1. Conceptos básicos Corno quiera que fuere, el punto relativo al perfeccionamiento de los servicios judiciales envuelve varios temas cruciales, al g unos de los cuales son, corno es de suponer, de especial sensibilidad para las poblaciones de la región. En efecto, asociadas a esta variable se encuentran, en primer lugar, las cuestiones del volumen de causas, la oportunidad de los fallos, la certeza y predictibilidad de los mismos. En otras palabras, se trata aquí de la eficiencia y eficacia de la justicia que se ofrece a la ciudadanía. Particular atención merece la situación concreta de la justicia penal y del sistema penitenciario, especialmente en lo que se refiere al número de reclusos sin sentencia, un parámetro de gran relevancia desde una perspectiva de pleno respeto a los derechos humanos. Junto con los temas mencionados aparecen todavía otros asuntos igualmente modales, tales como el muy importante de la gestión administrativa de los juzgados y tribunales, y el de la necesidad de distinguir entre funciones administrativas y jurisdiccionales, en especial, a nivel de los órganos máximos (la Corte Suprema de Justicia, normalmente), a fin de establecer sistemas de gobierno judicial modernos y capaces de responder de manera adecuada a los retos que plantea la irrestricta vigencia del Estado de Derecho en el nuevo contexto regional. Comenzaremos por esclarecer dos conceptos estructurales y de uso corriente, no siempre bien entendidos por todos los actores de la modernización judicial. Se trata de las nociones de "eficiencia" y "eficacia", cuyo contenido ha sido ya definido por la doctrina: "La eficiencia se refiere a la relación medios-fines. Una organización o sistema es eficiente en la medida que realice los fines que se ha propuesto con la mayor economía de medios. Con frecuencia se distingue de la eficacia, que se refiere sólo a la realización de los fines" (Pérez Perdomo, 1993: 546). Por su parte, la Universidad Externado de Colombia (UEC) concuerda con estas definiciones, alertando sobre la situación regional que, infortunadamente, se halla por debajo de estándares mínimos: "En relación con el funcionamiento de la administración de justicia en América Latina y el Caribe, el problema de la eficacia y la eficiencia despierta una gran preocupación. La primera, entendida corno la capacidad del sistema judicial para lograr los resultados propuestos, y la segunda referida a la producción de un resultado bajo condiciones de :U 1 tiempo y costos satisfactorios. El sistema de justicia en América Latina y el Caribe no es eficiente y. en muchos casos, ni siquiera eficaz, debido a la falta de agilidad y funcionalidad de sus instrumentos de trabajo y la ausencia de respuestas racionales y efectivas a los obstáculos que se presentan" (U EC, 1993: 276). Atendiendo a estas definiciones, algunas cifras nos proporcionarán una idea más clara sobre la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos en materia de funcionamiento de juzgados y tribunales. Los cuadros N's 3 al 5 muestran los alarmantes niveles de acumulación de expedientes y retraso judicial, así como la excesiva duración de los juicios y los elevados costos de los procesos. Todo ello ha contribuido a provocar la crisis de los sistemas jurisdiccionales, exigiendo la adopción de una serie de medidas correctivas que comentaremos en seguida. Cuadro N° 3 Cambios en los tiempos de disposición y acumulación de las causas % Cambio % Acumulación Retraso Medio País Cambio 1973-82 /1983-93 1973-82 /1983-93 Argentina 16.7 9.2 47.8 47.9 Brasil n.d. 2.2 39.1 19.7 Chile 8.4 12.1 11.1 29.4 Colombia 3.4 9.1 27.8 28.1 México n.d. 7.2 n.d. 34.1 Venezuela 3.1 48.3 11.8 51.3 312 Otros problemas vinculados con este primer tópico del perfeccionamiento de los servicios judiciales mediante la elevación de sus niveles de eficiencia y eficacia, son el bajo porcentaje de sentencias con que finalizan los procesos y las dificultades para la coordinación del Poder Judicial con sus órganos auxiliares a fin de hacer ejecutar los fallos emitidos (Correa, 1992: 30, 40). Es de destacar que, para salvar este obstáculo, en el Perú se han adoptado medidas de emergencia en materia penal y civil. Cuadro N°4 Duración de los procesos (Promedio civil ordinario dos instancias) País Promedio Argentina >2 años (45% causas) Chile 2 años 9 meses Colombia 2 años, 9 meses Costa Rica 10 meses, una semana Paraguay >2 años Perú 4 años, 6 meses Uruguay 8 meses Cuadro N°5 Costos de algunos procedimientos judiciales en el Perú Procedimiento Causa Monto (US $) Duración Costo (US $) Ordinario Incumplimiento de contrato 200,000 4 años 27,111.61 Ejecutivo Cobro dda 60,000 laño 9m. 12,196.58 Sumario Indemniz. 20,000 3 años 1,110.50 Ejecutivo Cobro dda. soles Fijac. cobro pensión alimentaria 1,500 1 año 9m. 549.06 250 2 años 321.70 313 En efecto, han sido creados juzgados "capturadores" (llamados ahora de "procesos reservados") en aquellos distritos judiciales "donde existía un número considerable de procesados ausentes o contumaces que impedía la conclusión del proceso en el plazo establecido por ley", como resultado, de 75,888 personas declaradas ausentes y contumaces entre 1995 y 1996, se ha logrado la captura de 22.929, de los cuales 12,475 corresponden a Lima (Poder Judicial del Perú, 1997: 52). Del mismo modo, con el propósito de "eliminar la sobrecarga de los juzgados especializados en lo civil", han sido creados juzgados de ejecución de sentencias para esta clase de asuntos en Lima, habiéndose resuelto 17,665 expedientes de los 41,734 ingresados (ibid., 53). Finalmente, otra seria dificultad resulta del uso indebido de la delegación de facultades resolutivas a funcionarios de inferior rango y que carecen de la adecuada preparación, infringiéndose de ese modo el derecho elemental de toda persona a ser juzgado por un juez independiente (Correa, 1993: 16). A este respecto, son de mencionar los casos de México y El Salvador, para los que hemos hallado documentado el problema. Sobre el primero de los países se ha dicho que "otro abuso de la administración de justicia mexicana es el de los llamados secretarios de estudio y cuenta y proyectistas, quienes son los que elaboran los proyectos de resolución a jueces, magistrados y ministros; son los que realmente elaboran las sentencias, pues aunque revisadas -se supone por los titulares, son estos funcionarios los que efectivamente estudian los autos y redactan la sentencia, cuando debieran limitarse sólo a lo primero". Por su parte, René Hernández Valiente ha sido todavía más radical al referirse al problema en los siguientes términos, con la particularidad de que entonces desempeñaba el cargo de Ministro de Justicia de El Salvador: "Todos sabemos que. a causa de la caótica distribución de tareas propias de una mala administración. hoy en día gran parte de las funciones que estrictamente deben cumplir los jueces son delegadas en funcionarios administrativos -empleados que, en el mejor de los casos, han cursado alguna materia de derecho y, en muchos otros, no han tenido ninguna formación jurídica-. Sabemos que esta práctica -por lo demás bastante generalizada- provoca uno de los males más graves que afectan a nuestros desprestigiados sistemas de justicia: se trata de uno de los modos más drásticos y estadísticamente más importantes en que se vulnera la independencia que la Constitución reclama para los jueces: quien juzga ya no es el juez". 314 5.1.2. El aumento de juzgados y tribunales y las reformas procesales Las salidas más usuales para tantos y tan graves males han sido buscadas, no sin cierto candor, en dos medidas simples y relativamente fáciles de llevar a la práctica: la creación de más órganos jurisdiccionales y la reforma de los procedimientos que regulan la actuación de éstos. Hay que advertir, empero, acerca de las limitaciones de estas dos clases de solución. Como ha sido señalado, ciertos proyectos "tienen como denominador común el partir de ideas muy ingenuas y nada probadas de males y remedios" (Pérez Perdomo, 1993: 563). Y es que, de hecho, diversas investigaciones han constatado que: i) con idénticas reglas procesales y con cargas de trabajo parecidas, se registran diferencias notables respecto al tiempo de resolución de las causas entre unas y otras circunscripciones judiciales; ii) ciertos plazos de actuación de la magistratura son irreductibles vía reformas procesales (demoras en la contestación de la demanda, en la comparecencia a las citaciones, etcétera; en suma, demoras atribuibles a los propios litigantes), por lo que tales reformas probablemente no incidirán en un acortamiento significativo de los juicios, lo que, por otra parte, no siempre es de desear, al menos no en la medida que pueda acarrear desprotección a los derechos de los justiciables o desequilibrios en la actuación jurisdicional; iii) en general, la creación de más juzgados y cortes tiende a aumentar la demanda del servicio y, por lo tanto, a saturarlo rápidamente, provocando otra vez congestión y retraso en la atención de los expedientes (Correa, 1992: 31 y 55.; Peña, 1993b: 350-351; Buscaglia, 1997: 43). Con todo, no queremos decir, desde luego, que no haya que procurar mejoras en la administración de justicia a través de los indicados medios tradicionales, sino sólo que no siempre se toma debidamente en cuenta sus limitados alcances, los mismos que exigen la adopción de medidas complementarias de distinta naturaleza. En cualquier caso, conviene registrar que son numerosos los países que intentan paliar la crisis de la magistratura incrementando el número de juzgados y tribunales y procurando perfeccionar sus sistemas procesales. La Comisión Andina de Juristas, por ejemplo, tras comprobar que los seis países de su área de actividad -Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela- desarrollan programas de modernización de sus aparatos de justicia, sostiene que "todos estos procesos de reforma han implicado cambios legales importantes, especialmente en la organización de los 315 tribunales y los códigos sustantivos y procesales", añadiendo lue g o que se observa "una progresiva mejora del servicio judicial, aunque con notorias deficiencias en algunos países". Esto último no es de extrañar si se tiene en consideración la situación existente hace apenas unos años, cuando la realidad judicial en Latinoamérica y el Caribe comenzaba a cambiar. En efecto, la Universidad Externado de Colombia (UEC), en su ya citado estudio comparativo, diagnosticó en 1993 lo siguiente: "Es común en todas las áreas del derecho el predominio del sistema escrito en Argentina, Bolivia (en donde inclusive se sigue rindiendo culto al papel sellado y al uso de sellos en las actuaciones judiciales), México, Panamá y Paraguay, mientras que en Ecuador, Jamaica y Uruguay (éste último en el proceso civil solamente) la tendencia es a la oralidad. Inclusive en el Ecuador está consagrado en el artículo 93 de la propia Constitución que "las leyes procurarán la simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites, adoptarán en lo posible el sistema oral". En realidad, aunque en algunos países se advierte cierta inclinación a la oralidad, lo que en la práctica existe es un remedo de ésta, dado que la más mínima actuación debe verterse siempre a escrito, lo que ocasiona lentitud en el trámite de los procesos" (UEC, 1993: 270-271). No obstante esta constatación temprana y desalentadora, en la actualidad se puede decir que nos encontramos ya ante una tendencia regional que va llevando paulatinamente, aunque no sin vicisitudes adversas, a la introducción del principio procesal de la oralidad y los correlativos de publicidad, inmediación, concentración, contradicción, economía y celeridad. Juan Enrique Vargas Viancos, Director Ejecutivo del Centro de Desarrollo Jurídico Judicial (CDJ) de la Corporación de Promoción Universitaria (CPU) de Chile, ha afirmado, en tal sentido. que "sin lugar a dudas la idea de cambiar nuestros sistemas procesales desde su carácter fuertemente escriturados hacia juicios públicos y orales ha sido la constante de todos los esfuerzos reformadores al sector justicia en Latinoamérica durante los últimos 10 años. Tanto en materias civiles como criminales la bandera de la oralidad se ha esgrimido como el arma más eficaz para barrer con muchos de los males que se atribuye a nuestros sistemas judiciales" (Vargas, 1996:1). Sobre este particular es de resaltar el caso de Uruguay en materia civil, que resulta paradigmático a nivel de toda la región. En efecto, en 316 noviembre de 1993, entró en vigencia en aquel país el Código General del Proceso (CGP), el cual estableció un procedimiento oral en asuntos civiles, comerciales, de familia, laborales y contenciosos administrativos. El nuevo Código, puesto en vigor mediante Ley N° 15982, vino a reemplazar al anterior, marcadamente escritural, que databa de 1876: y constituye una adecuación de la normativa contemplada en el Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica. Dictada en un contexto de cambio político favorable -con el retorno al sistema democrático-, la nueva regulación procesal uruguaya fue acompañada de "un aumento sustancial del número de jueces". habiéndose creado en Montevideo 10 nuevos juzgados civiles, 4 laborales, 18 de familia y 19 de paz. También se adoptaron otras medidas complementarias, tales como prever un adecuado período de vacatio legís (poco más de un año), programas de capacitación para jueces y una especial provisión de recursos económicos. Tras 18 meses de iniciada la reforma, los resultados registraban una disminución sustantiva de la duración de los procesos: si antes un juicio ordinario civil común duraba en promedio cerca de tres años en las dos primeras instancias, con la modernización del proceso la tramitación de un expediente civil pasó a ser estimada en apenas ocho meses, también en promedio, comprobándose además que muchos de los casos finalizan con transacción. Pese a que la implantación de las reformas procesales civiles en Uruguay responden, como hemos visto. a un programa amplio y bien diseñado que incluye componentes de naturaleza distinta y complementaria, y pese a que los primeros resultados nos brindan fundadas razones para la esperanza, no puede perderse de vista que la irreversibilidad de los éxitos aún no está asegurada. Para ello, es necesario continuar los esfuerzos de profundización de las reformas y, a la vez, aplicar eficientes medidas de seguimiento, evaluación y eventual enmienda. Y es que, junto con las ya citadas señales positivas, recientemente se ha advertido que, después de los dos primeros años de aplicación del Código General del Proceso (CGP), se registra un "aumento gradual en el tiempo necesario para tramitar los casos", no habiendo sido posible determinar a ciencia cierta en qué medida influyó más en la anterior disminución la dación del Código o la creación de nuevas plazas judiciales. 317 5.1.3. La jurisdicción penal y el régimen penitenciario En cuanto al ámbito penal, uno de los más críticos y sensibles en toda la región, también se observan progresos de índole normativa procesal. El estudio más reciente que hemos podido consultar (setiembre de 1997), afirma que "la reforma judicial más común en las Américas es la reforma de los procedimientos penales. La conversión a un sistema oral dejando la tradición escrita e inquisitoria representa un cambio trascendental en todas las sociedades que están avanzando en esta área. Esta reforma nace de las preocupaciones de grupos de derechos humanos conjuntamente con juristas que se especializan en el debido proceso. Todos los países de la región están de una forma u otra involucrados en esta reforma (..). En Perú se aprobó esta reforma pero aún no se ha implementado la ley. En Argentina y Guatemala está en efecto la ley. El Salvador se encuentra en el proceso de implementación del mismo concepto. Procesos similares están vigentes en Colombia, Costa Rica y Panamá" (Davis, 1997:7, cursivas nuestras). El cuadro N° 6 permite una aproximación todavía mayor al fenómeno, al mostrar el grado de avance obtenido en los diferentes países que han emprendido el tránsito, fundamentalmente en la esfera del Derecho Penal, hacia sistemas procesales que reposan sobre el principio de la oralidad. Cuadro N° 6 País Reformas procesales e introducción de la oralidad en América Latina Reforma Reforma en elaboración en tramitación Bolivia Penal (1994) Brasil Penal (1999) Costa Rica Penal (1995) Chile Penal (1995) El Salvador Penal (1994) Ecuador Penal (1999) 318 Reforma aprobada Suspendida Honduras Penal (1995) Nicaragua Penal (1996) Panamá Penal (1996) Paraguay Penal (1994) Ministerio Público (1995) Penal acusatorio Penal plenario oral (1995) (1991) Civil (1992) Penal (1995) Perú Venezuela No obstante el adelanto logrado con la postulación de nuevos principios, al punto que puede decirse que asistimos a un proceso que se extiende a nivel regional, cuando se observa más de cerca las concretas realidades nacionales se descubre aún importantes obstáculos y deficiencias. Los casos de Colombia y Guatemala son, a este respecto, especialmente significativos y aleccionadores. En la república colombiana, el nuevo procedimiento criminal ha sido fruto de los profundos cambios introducidos al sistema judicial por la Constitución de 1991, en virtud de los cuales aquel mismo año fueron expedidos los Decretos N°s 2699 y 2670, que establecieron la Fiscalía General de la Nación y el Código de Procedimiento Penal (Vargas, 1996: 8). Los graves problemas de impunidad padecidos por este país hermano -reflejados en la elevada tasa de 77.5 homicidos por cada 100,000 habitantes y en el bajo número de un preso igualmente por cada 100,000 habitantes (véase el cuadro N° 7)-, llevaron a concentrar los esfuerzos reformistas en la etapa de la instrucción penal, dedicándose menor atención al juicio propiamente tal. De esa manera, "un sistema originalmente concebido como acusatorio, en los hechos mantiene en buena medida la estructura inquisitoria del anterior", reservando al juicio un "grado de oralidad" sumamente limitado, ya que se faculta la lectura en él de la acusación y de las demás piezas del expediente que soliciten las partes o que el juez estime necesarias. 319 Cuadro N°7 Indicadores de impunidad criminal País Tasa de homicidios N' de presos por cada 100,000 habs. por cada 100,000 habs. Alemania 1.2 77 Bulgaria 4.0 160 Canadá 2.7 94 Colombia 77.5 1 Estados Unidos 12.4 426 Francia 4.6 41 Italia 4.9 27 Polonia 2.5 204 Como consecuencia de estas contradicciones, que no sólo se registran en el plano de los hechos sino inclusive en el de los enunciados normativos los problemas del retraso judicial no han sido superados, comprobándose que los juicios criminales en general tardan aproximadamente 806 días, y los tramitados ante los Juzgados Penales Municipales más de 900 días. Lo sucedido en Guatemala también constituye una llamada de atención al conjunto de los países del continente, puesto que ha sido aquella nación la única donde formalmente se ha establecido "un sistema acusatorio oral puro", no obstante lo cual la implementación de la reforma deja mucho que desear. En efecto, las modificaciones, aprobadas en 1992 y cuya vigencia se inició el de junio de 1994 -de por medio hubo una enmienda constitucional, en 1993, que concedió plena autonomía al Ministerio Público-, no han aportado suficientes avances en la práctica. Pese a que se ha recreado el Ministerio Público, se ha implementado un servicio estatal de defensa penal y se ha reestructurado los tribunales penales, el funcionamiento de la nueva institucionalidad dista de satisfacer expectativas mínimas. Un ejemplo de ello es que, cuando comenzó a regir la defensoría pública, en los hechos no se había formado el Minis320 terio Público, sino apenas nombrado una parte menor de sus funcionarios (305), los que además no estaban adecuadamente capacitados; esto último también ocurría con los miembros del Poder Judicial. Las limitaciones presupuestarias han sido igualmente importantes en un país que ve complicarse la situación de su sistema de justicia debido al carácter multitécnico de su población, con diversidad de lenguas y alto grado de analfabetismo. De allí, entonces, la escasa productividad alcanzada, pues a mediados de 1995 sólo se habían realizado 30 de las más de 500 acusaciones elevadas por la Fiscalía, "lo que revelaba una preocupante acumulación de casos" (Vargas, 1996: 9). Finalmente, hay que mencionar que Kai Ambos, profesor de la Universidad de Friburgo y asesor científico para Derecho Penal Internacional e Hispanoamérica del Instituto Max Flanck, en una investigación reciente confirma este doble movimiento de la reforma procesal latinoamericana en materia criminal: de un lado, avances en el sentido de procurar la instauración de un nuevo modelo procesal basado en los principios de oralidad e inquisitoriedad, mediante la elaboración de nuevos códigos procesales; de otro lado, empero, dificultades para poner en práctica el modelo teórico adoptado, lo que se aprecia inclusive en el propio texto de las leyes. En efecto, según ha dicho este estudioso al examinar las reformas que se proyecta introducir a los procedimientos penales normales en varios países de Sudamérica: "Los Proyectos de Chile, Bolivia y Venezuela inician -conforme a una tendencia observable en general en el continente- la transformación sobreviniente del tradicional procedimiento inquisitivo escrito al proceso oral acusatorio. En ello es preferido el modelo del procedimiento instructorio al adversativo. Ello se debe, no por último, a que el Proyecto Modelo de 1988, decisivamente influyente en el proceso de reforma en Latinoamérica, está orientado decididamente hacia las ordenanzas procesales continental-europeas. Por cierto que existen notables diferencias en la configuración de sus contenidos concretos y en la calidad de los Proyectos que actualmente se encuentran en discusión (...). Se puede constatar que el Proyecto chileno y venezolano se inclinan más bien hacia el modelo del procedimiento instructorio, mientras que el boliviano en todo caso al mixto, si no incluso al modelo adversativo. Cualitativamente, en especial, técnico-legislativamente, el Proyecto chileno aparece corno el más madurado, pero también el Proyecto boliviano constituye un esfuerzo impresionante, mientras el Proyecto 321 venezolano en su actual redacción difícilmente sea realizable en la práctica" (Ambos, 1996: 288-289). Más adelante, advierte el investigador alemán que "contra los Proyectos de Chile y Bolivia apenas existen reparos desde el punto de vista del Estado de Derecho. Más bien provocan un interrogante inverso, si se puede alcanzar un verdadero efecto de aceleración o desgravación si se tienen en cuenta las audiencias circunstancialmente extensas de las partes del procedimiento a los fines de la creación de consenso y de la manutención de una audiencia oral o del imputado. El material empíricamente disponible para la República Federal más bien acerca la conclusión que tal efecto puede ser asegurado solamente por cesación en el procedimiento de investigación en base a una amplia aplicación del principio de oportunidad (inclusive de nuevas formas de solución de conflicto) o por un procedimiento sustancialmente escrito como el procedimiento por mandato penal. Un procedimiento escrito abreviado por cierto no está contemplado por buenas razones en los Proyectos sudamericanos. La tradición inquisitoria de escrituralidad -en gran parte vigente- en las leyes de procedimientos del continente, hace necesaria una ruptura radical con la escrituralidad para prevenir el peligro de su reconstrucción y furtiva extensión al procedimiento normal". En lo que se refiere al sistema carcelario regional, hemos destacado ya su importancia como parámetro de medición del pleno respeto de los derechos humanos, lo que, como asevera la Comisión Andina de Juristas, nos devuelve al sustento ético y moral de los procesos de modernización" (CAJ, 1997: 86). Al parecer, en el inicio de la reforma judicial en curso en la región, la justicia penal no estuvo entre las preocupaciones de las agencias multilaterales, que sólo comenzaron a prestarle atención cuando cayeron en la cuenta de la dimensión de "integralidad" del sistema de a justicia (Fernández, s.f.: 3, 4). Creemos que algo similar puede decirse de los centros de reclusión penal. Inclusive una organización como USAID, pionera y por largos años sumamente activa en la promoción de programas de cooperación internacional en materia jurídica y judicial para Latinoamérica, ha debido recurrir, en una tercera y más o menos reciente etapa de su desarrollo institucional, a un artificio para vencer la prohibición establecida por el Congreso de los Estados Unidos en el sentido de no poder trabajar con la administración carcelaria ni con la Policía (Obando, 1997:136). 322 En cualquier caso, ahora hay una marcada y extendida conciencia sobre la necesidad de contribuir a perfeccionar el funcionamiento de los sistemas penitenciarios, al punto de haberse convertido en una de las prioridades de las agencias de cooperación internacional. Jorge Obando nos dice, por ello, que "al haber sido victimizada la sociedad latinoamericana por un repunte delincuencia! particularmente violento, se ha desarrollado un criterio de olvido acerca de las personas recluidas en los centros de cumplimiento de penas o de medidas cautelares de privación de libertad, lo que obliga al programa de cooperación del PNUD a poner especial atención en la promoción de mecanismos de rehabilitación y reducción de etiquetamiento y a invertir en actividades de concientización que se basen en que una persona rehabilitada significa un delito y una víctima menos" (Obando, 1997:143). Aún en presencia de este nuevo entendimiento, las cifras existentes siguen mostrando una realidad dolorosa e inaceptable. Pese a que, si se compara la situación de hace unos años con la más próxima en el tiempo se observan leves mejorías, éstas de ninguna manera permiten considerar satisfactorio el actual estado de cosas. El retraso respecto de niveles mínimamente aceptables es ostensible en los cuadros N° 5 8 y 9, que facultan también una cierta observación de la evolución reciente del fenómeno. Cuadro N°8 Eficacia del sistema penal (Porcentaje de población reclusa sindicada) Porcentaje Años Argentina 82.00 1992 Chile 49.32 1998 Colombia 56.00 >80.00 1995 1993 Paraguay >90.00 92.12 1993 1994 Uruguay 80.00 1993 Venezuela 66.10 1994 País El Salvador Panamá 323 Cuadro N° 9 Situación carcelaria en la región andina País Número de Número de cárceles internos Internos Internos sentenciados sin sentencia N° % N° % Bolivia 37 5,520 2,218 40.2°i 3,302 59.8% Chile 95 22,642 12,896 57.0% 9.746 43% Colombia 17 38,000 19,000 50.0% 19,000 50% Ecuador 32 9,961 3,087 31.0% 6,874 69.0% Perú 98 22,746 6,435 28.2% 16,311 71.8% 24,840 6,515 26.2% 18,325 73.8% Venezuela 32 Como se aprecia, los países con mayor número de reclusos sin sentencia son Perú y Venezuela, aunque no puede decirse de ninguna manera, repetimos, que en las restantes naciones se ha alcanzado un nivel óptimo. Hay que relevar aquí, empero, los importantes esfuerzos desplegados por Bolivia desde que René Blattmann ocupara el cargo de Ministro de Justicia, con la aprobación de las leyes de Abolición de Prisión y Apremio Corporal por Obligaciones Patrimonilaes, de Fianza Juratoria contra el Retardo de la Justicia Penal y de Indulto para Menores y Ancianos presos (CAJ, 1997: 60-62) Cada uno de los mencionados dispositivos legales ha producido beneficiosas consecuencias prácticas. Así, la Ley de Abolición de Prisión y Apremio Corporal por Obligaciones Patrimoniales -Ley N°1602, dei 15 de diciembre de 1994- tuvo como efecto inmediato la liberación inicial de 555 personas, lo que equivalía al 10% de la población penitenciaria (Ministerio de Justicia de Bolivia, 1996: 5). De similar modo, los indultos para menores y ancianos presos, aprobados mediante Leyes N°s 1679 y 1683, del 19 y 21 de diciembre de 1995, trajeron como resultado la excarcelación de 59 personas entre procesados y condenados (ibid., 6). Por último, la Ley de Fianza Juratoria contra la Retardación de Justicia Penal -Ley N° 1685, del 2 de febrero de 1996- conllevó la liberación de 1,300 personas, lo que representaba el 24% de la población penitenciaria (ibid., 7). 324 En el caso peruano, destaca igualmente el intento de implementar "un programa de celeridad procesal llevando los Juzgados a las propias cárceles, con lo que se busca solucionar problemas de congestión procesal, así como la frustración de audiencias por inasistencia de procesados" (CAJ, 1997: 87). El "juzgamiento de reos en cárcel", que apunta además a reducir los costos del sistema y a adoptar mejores medidas de seguridad. se viene apiicando a nivel nacional y, a diciembre de 1996, ha permitido registrar 16,240 expedientes ingresados, de los que han sido resueltos, 6,045 (Poder Judicial del Perú, 1997: 49). De otro lado coadyuva a esta mayor eficacia y eficiencia del sistema la creación del Juzgado Penal de Turno Permanente para el distrito judicial de Lima, el cual ofrece atención ininterrumpida durante las 24 horas del día, por lo que, desde el 13 de mayo de 1996, en que fue establecido, hasta el 30 de mayo de 1997. ha registrado el ingreso de 9,193 denuncias (ibid., 50). 5.1.4.La modernización de los despachos judiciales Las reformas a los procedimientos que regulan la actuación jurisdiccional de juzgados y tribunales nos conducen a otra cuestión con la que están en estrecha conexión, lo que hace conveniente su observación simultánea: la modernización de los despachos judiciales. Como afirma Jorge Correa Sutil, "el tema de los procedimientos se ha ampliado y resulta ya imperioso analizarlo y enfrentarlo conjuntamente con el de la organización de las secretarías o despachos judiciales" (Correa, 1993: 20). En esta materia, las experiencias más importantes parecen ser la colombiana y la peruana. Al respecto, dice Willliam Davis: "Perú está demostrando al resto del hemisferio cómo proceder en este tema. Ningún otro país ha tenido la visión y el deseo de atender los problemas en los juzgados como el Perú. En otros países como Colombia, Costa Rica y El Salvador se ha hecho pequeños esfuerzos para reorganizar los juzgados. En Chile se está llevando a cabo un plan piloto en dos sitios para demostrar los beneficios de los juzgados corporativos, con la esperanza de extender el concepto por el resto del país" (Davis, 1997:12-13). Como es sabido, lo esencial de estas experiencias de reorganización del despacho judicial y creación de "juzgados corporativos" es que "en ellas se ha intentado salir de la lógica tradicional de una secretaría por cada tribunal de justicia, procurando unificar actividades, estandarizar trámites y, en general, incorporar un sistema racional de apoyo administrativo a la función jurisdiccional" (Correa, 1993: 21). Tales 325 medidas aportan efectos benéficos al racionalizar el trabajo de apoyo logístico y administrativo a los órganos de fallo y, al mismo tiempo, mejorar notablemente la atención que se brinda a los usuarios de los servicios de justicia en Latinoamérica y el Caribe, acostumbrados por largos años a toda clase de maltratos, producidos, más allá de variables personales, por una deficiente organización y gestión. Es conveniente revisar con cierto detenimiento lo sucedido en Colombia, país en el que, muy temprano (hace más de diez años), se adoptaron medidas destinadas a reestructurar los despachos judiciales. El proceso de computarización y sistematización iniciado a nivel de los tribunales -órganos colegiados que están divididos en salas (civil, penal, laboral y de familia) y que se integran por un número plural de magistrados. con una secretaría común para cada sala- muestra avances considerables. habiéndose conseguido con relativa rapidez la computarización de poco más de la mitad de los tribunales superiores. La sistematización de los juzgados, órganos integrados por un juez y seis empleados subalternos, ha sido en cambio más lenta, observándose resistencia inicial a la misma de parte de los juzgadores, quienes temían perder su autonomía (Giraldo, 1993:141-142). La racionalidad de los cambios, empero, estaba fuera de discusión si tomamos en cuenta que, por ejemplo, la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá tenía 25 magistrados, cada uno de ellos con un auxiliar, y una secretaría común con 8 empleados, lo que da un total de 33 subalternos, mientras que 25 juzgados demandaban un total de 150 empleados. Así, pues, el primer experimento para integrar cinco despachos en una secretaría común fracasó por las razones antedichas. surgiendo entonces la alternativa de mantener la independencia del juez sobre su despacho y, a la vez, integrar los servicios administrativos en una oficina común para varios juzgados, bajo dos modalidades: i) un modelo de juzgado corporativo, y ii) un modelo de oficina administrativa independiente. Luego, la necesidad de crear un sistema de protección de los jueces que se ocupan de casos de narcotráfico y terrorismo condujo nuevamente a la integración de varios de ellos en torno a una secretaría común. Los tres modelos han de ser considerados "muy exitosos". Añadiremos únicamente que los "juzgados corporativos", que más tarde comienzan a extenderse en la región, fueron establecidos en Colombia en el año de 1989 mediante el Decreto Extraordinario N° 2278, el cual dispuso lo siguiente: 326 "Los tribunales podrán integrar grupos de juzgados con una organización interna que permita la utilización compartida de los servicios de los empleados, equipos, locales y demás elementos materiales; organizarlos alrededor de una secretaría común asignando la responsabilidad de su manejo a uno de los secretarios, o a uno de los jueces, exonerándolos total o parcialmente de las funciones propias de su cargo; transferir funciones jurídicamente administrativas como el reparto, las notificaciones, el manejo de los depósitos judiciales, el archivo de elementos decomisados; determinar subalternos, e introducir todas las modificaciones que consideren útiles para la sistematización de los despachos judiciales" (ibid., 143-144). En el caso peruano, cuyos progresos en la materia ya han sido puestos de relieve, cabe destacar igualmente la institucionalización de los llamados "módulos corporativos de apoyo a los juzgados civiles" en las ciudades de Lima y Chiclayo, conforme a un plan piloto que apunta a "establecer una organización de apoyo jurisdiccional descentralizada, tecnificada y organizada, que facilite el ejercicio de las funciones del magistrado como administrador de justicia, poniendo especial énfasis en el servicio de atención al público, la misma que serviría de modelo para el resto del país". En Chiclayo, desde noviembre de 1996, en que fue creado el módulo corporativo civil, ingresaron 1,693 expedientes, de los cuales han sido concluidos 759; el resto sigue su tramitación normal dentro de los plazos de ley. En Lima, por su parte, en el primer trimestre de operación del módulo, que fue creado en marzo de 1997, ingresaron 6,349 expedientes, de los cuales fueron resueltos y se produjeron 4,162 actos procesales (Poder Judicial del Perú, 1997: 54-55). Por último, y hablando en general, se constata asimismo que se viene dando un impulso de extensión regional a reformas en la "gestión judicial, manejo y seguimiento de casos", el cual se ha caracterizado "por la preponderancia de la introducción de equipamiento informático"; se afirma al respecto que "en este momento en muchos sistemas judiciales de la región, y con distintos grados de avances, existe equipamiento informático que, en la mayoría de los casos, facilita la gestión del juzgado" (Gregorio, 1996: 13, 14). No obstante, se trata también sólo de un primer paso que es preciso asegurar adecuadamente, pues recién se comienza a desarrollar sistemas de información que permiten obtener datos de carácter global. Los sistemas más generales diseñados para distribuir casos sólo contienen información sobre la 327 existencia de la causa. Pero aún subsisten muchos de los problemas tradicionales ya descriptos [sic], como son el retraso y el congestionamiento" (ibid., 14). William Davis, por su parte, ha llamado la atención sobre la importancia de determinados "asuntos operacionales", a menudo dejados de lado en el análisis y en el planeamiento de la judicatura latinoamericana y caribeña, cuyo perfeccionamiento, empero, resulta vital. Entre tales asuntos se cuentan: los procedimientos de notificación, los sistemas de administración de registros, los sistemas de rastreo de casos, la medición de la extensión del atraso, las estadísticas y el sistema de registro y archivo, a todo lo cual, por cierto, se suma la automatización y la oficina de secretaría central o de secretarios. Por todo lo indicado, estimamos que nos hallamos ante una corriente de alcance continental, la cual puede ser gruesamente caracterizada como de "modernización de la infraestructura judicial", lo que incluye el perfeccionamiento de los despachos judiciales, la mejora de la gestión y de las operaciones llevadas a cabo por las oficinas jurisdiccionales, así como la adecuación de los locales de los juzgados, entre otros puntos básicos. Néstor Humberto Martínez Neira, asesor legal principal del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), al considerar la posibilidad de que esta entidad financiera, comprometida con las transformaciones institucionales de América Latina y el Caribe, otorgue créditos para lograr progresos sustantivos en todos estos aspectos, lo ha expresado en términos programáticos: "La renovación del derecho, el fortalecimiento institucional del Poder Judicial y la formación del capital humano requerido para el cambio, deben acompañarse inexorablemente de apoyos a la modernización de la logística o infraestructura física de los tribunales. Es posible, entonces, que los proyectos del Banco consideren la posibilidad de efectuar créditos de inversión para: Mejorar los sistemas operativos de los despachos judiciales, que incorporen la organización de las oficinas judiciales y el modelo de juzgados corporativos que trabajan con conceptos básicos de administración privada, procurando economías de escala en su productividad. Contar con sistemas estadísticos judiciales, completos y confiables, que permitan tomar decisiones adecuadas y oportunas frente a los problemas de la administración de justicia, que contemplen 328 subsistemas de productividad, congestión, procedimientos y de informaciones generales. Consolidar los esfuerzos que en materia de informática de gestión mediante procesos electrónicos se vienen realizando en el área, a través del financiamiento del software y el hardware requeridos. Formar y mantener bibliotecas de consulta y bases de datos en materia jurídica, especialmente de jurisprudencia. Mejorar las sedes operativas de los tribunales dentro del 5. concepto de una arquitectura funcional propia y adecuada al servicio público que compete al Poder Judicial (...)" (Martínez, 1995:193-194). 5.1.5.La distinción entre funciones administrativas y funciones jurisdiccionales, y la necesidad de modernizar el "sistema de gobierno judicial" Sin lugar a dudas, el tema de la diferenciación entre "funciones administrativas" y "funciones jurisdiccionales" a efectos de dotar de mayor eficiencia y funcionalidad a la labor realizada por jueces y magistrados, es uno de los más importantes de la reciente ola de modernización de la judicatura regional. A tal punto es esto así que, hoy por hoy, puede decirse que tal distinción se ha vuelto ampliamente consensual. Néstor Humberto Martínez Neira, por ejemplo, ha manifestado que "el gerenciamiento de servicios judiciales constituye, al igual que la judicatura, una profesión técnica, ética y especializada. Asumiendo un perfil responsable, imparcial, técnicamente calificado y éticamente sostenido en el juez, vemos cómo es cada vez más demandada otra especialidad, la del administrador judicial. El juez no debe ni puede continuar funcionando como administrador por cuanto le resta importante tiempo para su trabajo jurisdiccional, además de carecer de formación profesional para tal efecto" (cit. en °bando, 1997:138-139). La Universidad Externado de Colombia, por su parte, también ha llamado la atención sobre las dificultades derivadas de la reunión de tareas tan disímiles como las administrativas y jurisdiccionales en los cuerpos judiciales, los cuales no están preparados para ello, expresando en consecuencia su aprobación ante el surgimiento de órganos especializados que se hagan cargo del trabajo administrativo: "Otro factor que influye en la menor eficacia de la administración 329 de justicia es la atribución a sus altas corporaciones de funciones meramente administrativas, disciplinarias y financieras, que implican un recargo inoficioso adicional a sus funciones naturales (Argentina, Bolivia, Ecuador, México, Panamá, Paraguay y Uruguay). La función esencial de las cortes judiciales es la de administrar justicia, no la de manejar el presupuesto judicial, evaluar el trabajo jurisdiccional, analizar las hojas de vida de los aspirantes a ingresar o ascender en la carrera judicial o investigar disciplinariamente a los funcionarios en cuya elección se encuentran comprometidos. En sentido contrario, la creación de organismos especializados como la institución del Consejo Superior de la Magistratura, redunda en un manejo racional y coherente de los asuntos administrativos del Poder Judicial (Paraguay, Argentina-provincias de San Juan y Santiago del Estero), con el encarecimiento de que en su elección y proceder no interfieran políticamente los otros poderes del Estado" (UEC, 1993: 276-277). Y es que el grado en que los jueces resultaban absorbidos por las tareas administrativas es realmente impresionante, si nos atenemos a las estimaciones existentes: "Buscaglia y Dakolias (1995) han descubierto que en Argentina aproximadamente el 70% del tiempo de los jueces se emplea en tareas no relacionadas con su cargo. Esas mismas tareas administrativas ocupan el 65 y el 69% del tiempo judicial disponible en Brasil y Perú, respectivamente" (Buscaglia, 1997: 37). En el caso de Uruguay, los miembros de la Corte Suprema dedicaban casi el 70% de su tiempo a esos mismos menesteres (Davis, 1997: 11). Es, entonces, perfectamente explicable que ahora se vaya extendiendo por toda la región esta elemental separación de funciones, tal como registra la Comisión Andina de Juristas en relación a los países del Ande: "Una tendencia general ha sido separar en órganos distintos las funciones jurisdiccionales de las propiamente administrativas o de gestión. De esta forma, se marcan distancias respecto a los patrones tradicionales del gobierno del Poder Judicial" (CAJ, 1997:186) Una visión un tanto recelosa de los contenidos y resultados de este proceso de alcance continental puede encontrarse, sin embargo, en el texto de William Davis, quien anuncia fracasos más o menos estrepitosos en Colombia y Argentina, y registra avances relativamente modestos en otras realidades nacionales (Costa Rica, Chile). No hay que perder de vista, empero, que lo que parece hallarse en el origen de 330 los problemas surgidos en los dos países primero mencionados es, de un lado, la injerencia de órganos políticos en ámbitos que debieran ser conducidos mediante criterios predominantemente técnicos, y del otro, una inadecuada repartición de competencias entre las diversas instituciones, al punto que, en el caso colombiano, se llega a hablar de "segmentación de las responsabilidades" y de "descabezamiento del Poder Judicial" (Davis, 1997: 9-12). A fin de procurar una comprensión más fina y cabal del fenómeno regional, en lo que se refiere a la institución que ha de hacerse cargo de las tareas administrativas de la justicia, resulta aconsejable entonces detenerse un poco, tanto en un rápido repaso histórico como en una observación panorámica de las diversas tendencias actualmente en curso y de los matices que diferencian a unas y otras propuestas de "gobierno judicial". Para ello hay que tener en cuenta, en primer lugar, que en el mundo occidental contemporáneo se pueden señalar "dos grandes sistemas de gobierno y administración de los tribunales. El de carácter angloamericano o del common law, que se apoya en un criterio de independencia de los propios jueces y tribunales y encomienda dichas funciones a los organismos judiciales de la mayor jerarquía. El otro sistema es el que ha predominado en los ordenamientos de Europa continental, en los cuales se atribuyen los aspectos más importantes de la selección, nombramiento y fiscalización de los órganos jurisdiccionales a una dependencia del Ejecutivo, es decir, del Ministerio de Justicia" (Fix-Zamudio, 1993: 41). Siendo esto así, y habida cuenta los problemas de interferencia política que se presentaban en las relaciones entre el Poder Ejecutivo y los órganos jurisdiccionales, durante la segunda posguerra comenzaron a surgir en Europa continental los llamados Consejos Superiores de la Magistratura o de la Judicatura, con el propósito de limitar la intervención tradicional de los Ministerios de Justicia, favoreciendo de este modo el "autogobierno judicial" (ibid., 42). El nuevo organismo de gobierno y administración de los tribunales en sentido contemporáneo, dejando de lado antecedentes en las legislaciones de España e Italia, fue el que estatuyó la Constitución francesa del 27 de octubre de 1946, reglamentada sobre el particular mediante leyes del 1 9 y 22 de febrero del año siguiente. Luego vino la Carta Republicana italiana que entró en vigor el 1 9 de enero de 1948, la cual introdujo igualmente el Consiglio Superiore della Magistratura; en fecha más cercana, continuaron esta 331 tendencia, entre otras, la Constitución portuguesa de abril de 1976 y la española de diciembre de 1978; esta última, apartándose de la mayoría de ordenamientos constitucionales, denominó a la nueva institución - Consejo General del Poder Judicial" (ibid., 42-47). De esta manera, llegamos a los primeros intentos latinoamericanos, entre los que destacan, descontando los antecedentes habidos en Colombia y Venezuela (años 1955 y 1961, respectivamente), las legislaciones adoptadas durante regímenes totalitarios en Perú, Brasil y Uruguay. En el primero de estos países, mediante Decreto Ley N° 18060, del 23 de diciembre de 1969, se creó el Consejo Nacional de Justicia, encargado de moralizar el Poder Judicial y de asegurar su independencia, así como la idoneidad de su personal. Las leyes brasileñas, por su parte, establecieron el Consejo Nacional de la Magistratura por medio de la enmienda constitucional N°7, expedida en 1977. y de la Ley Orgánica de la Magistratura Nacional, del 14 de marzo de 1979. En la república del Uruguay, finalmente, el gobierno cívicomilitar reformó la Constitución de 1966, con la dación del Decreto Constitucional N°12, del 10 de noviembre de 1981 (ibid., 50-54). A esta primera etapa de implantación en la región. le siguieron otras dos: i) de consolidación (Perú, El Salvador y Panamá, durante la década del ochenta), y ii) de profundización (Costa Rica, Colombia y Paraguay, fundamentalmente en los años noventa) (ibid., 54-60). Ahora bien, tras esta apretada revisión de la evolución histórica de los ordenamientos constitucionales y legales europeos y latinoamericanos, podemos ya preguntarnos con mayor precisión: ¿cuál es la actual situación regional en lo que concierne a la adopción de la figura del Consejo de la Magistratura? Y todavía más importante, ¿con qué contenido concreto se ha llenado en nuestros países este concepto importado de los modelos europeos? Néstor Humberto Martínez Neira ha estudiado el punto y ha dejado establecido que, en estos momentos, "no existe un solo modelo de administración para el ejercicio del denominado "autogobierno" del Poder Judicial", pudiendo mencionarse hasta "tres formas de expresión organizacional de la administración judicial", las cuales son: I) el modelo del juez-administrador; II) el modelo de los órganos anexos a las Cortes; y III) el modelo de los Consejos de la Magistratura (Martínez, 1996: 1-3). En el primero de los modelos citados, el del juez-administrador, 332 se plantea como objeción central la "desespecialización" del funcionario encargado por la sociedad de conocer y resolver los conflictos jurídicamente relevantes. No obstante la importancia intrínseca de esta objeción y la conciencia, en aumento en la región, sobre la conveniencia de sustraer las cuestiones administrativas del ámbito de actividad de los jueces, un importante numero de países -algunos de los cuales, empero, se hallan en vías de cambio- atribuyen aún a sus Cortes Supremas el gobierno y administración de la rama jurisdiccional: Argentina, Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Uruguay (ibid., 2). El modelo intermedio, según el cual se crean entes de autonomía relativa pero que siguen dependiendo de las Cortes para diversos asuntos administrativos y de gobierno, es el que rige en Chile y Costa Rica (Perú lo adoptó en el marco de su ordenamiento constitucional anterior, con la dación de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1991, que previó el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial y dispuso la creación de una Gerencia General para las tareas propiamente ejecutivas); se trata, en definitiva, de formas mediatizadas. Por último, el tercer modelo, el que estatuye los Consejos de la Magistratura como entidades especializadas que, sin depender de la Corte Suprema, responden a un manejo autonómico de la rama judicial, es el de "factura más reciente", a él se adscriben Colombia (1991), Ecuador (1992) y Argentina (1994); en estos dos últimos países, sin embargo, aún se carece de reglamentación legal que desarrolle el mandato constitucional (ibid., 3). Hay que reparar también en el surgimiento de una variante más restringida de este tercer paradigma, a saber, la de los Consejos de la Judicatura encargados únicamente de "administrar la carrera judicial y en especial ejercer el jus nominandi o postulandi dentro del sector"; al ocuparse sólo del recurso humano estas instituciones intentan evitar la ingerencia política en la integración de las cortes. Se acogen a este modelo Panamá, El Salvador (que ha reestructurado su Consejo en diciembre de 1992), Paraguay y Perú (a partir de la promulgación de la nueva Constitución, en diciembre de 1993) (ibid., 3-4). De lo sumariamente descrito pueden extraerse varias conclusiones. En primer lugar, la distinción entre funciones administrativas y funciones jurisdiccionales a efectos de "liberar" a los jueces y tribunales de tareas que no son consustanciales a su cargo ha comenzado a formar 333 parte de un cierto sentido común y es activamente promovida por los analistas y doctrinarios de la reforma judicial en América Latina y el Caribe (Obando, Universidad Externado de Colombia, Buscaglia, Davis, Martínez, Fix-Zamudio). En segundo lugar, existe una corriente regional en el sentido de introducir órganos especializados que asuman las responsabilidades de administración y gobierno judicial, del tipo Consejos de la Magistratura: "Es previsible que dichos Consejos judiciales se extiendan de una manera progresiva en las constituciones y legislaciones de nuestra región, con los matices necesarios para adaptarse a las tradiciones jurídicas de nuestros países" (Fix-Zamudio, 1993: 61). En tercer lugar, la formación de esta corriente es embrionaria y debe recorrer todavía un largo trecho para convertirse en predominante en la región y, más aún, para enraizar en nuestras realidades jurídicas y políticas. En cuarto lugar, distintas experiencias observadas en naciones de Latinoamérica y el Caribe muestran que la adaptación del modelo europeo original de los Consejos de la Magistratura se viene realizando con variantes, las cuales, en más de un caso y de manera ciertamente polémica, tienden a restarles plena autonomía, colocándolos bajo la férula de los órganos máximos del sistema judicial tradicional. Esencialmente, es esto último lo que explica, creemos, las objeciones planteadas por Davis al proceso colombiano, argentino, chileno y costarricense. En cualquier caso, y como corolario de lo hasta aquí expuesto, hay que resaltar que, a pesar de la diversidad de matices registrados y de las dificultades anotadas en lo atinente a la plena instauración de los Consejos de la Magistratura a nivel regional, "es posible observar varios elementos comunes en estos organismos de gobierno y administración de los tribunales: una participación plural en la integración, no sólo en cuanto a la incorporación de miembros electos por los otros dos órganos del poder, sino también de representantes de las diversas categorías de jueces, magistrados y funcionarios judiciales, así como de abogados designados por los colegios profesionales respectivos y aun de profesores universitarios de ciencias jurídicas. Lo anterior significa que las decisiones sobre gobierno y administración judiciales tienen un carácter menos vertical que las tradicionales que corresponden a los ministerios de justicia y a los tribunales supremos"(Fix-Zamudio, 1993: 63, cursivas nuestra). 334 De similar modo, pueden ser destacadas ciertas características compartidas. que se perfilan como tendencia, en lo que respecta a los ámbitos de competencia de las nuevas instituciones: "También por lo que se refiere a las atribuciones de los citados consejos judiciales, se advierten algunos aspectos comunes no obstante las modalidades diversas que asumen en los ordenamientos latinoamericanos: su participación en la selección y nombramiento de jueces, magistrados y auxiliares; su intervención en la carrera judicial (que se establece de manera creciente); su colaboración o decisión en las sanciones disciplinarias respecto de los citados funcionarios judiciales, así como también en el establecimiento de la política judicial" (ibid.). 335