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EL PROGRAMA PREVISIBLE DE RATZINGER
Aunque la discusión mostró que Ratzinger no cumple las condiciones
establecidas por el Papa Pablo IV, en la bula Cum ex Apostolatus officio del 15
de febrero de 1559, para una asunción legítima del cargo, es relevante sin
embargo lo que pueda esperarse de él como sucesor de Juan Pablo II. En la
alocución a los cardenales del 20 de abril esbozó su programa:
1) La celebración del cuadragésimo jubileo del Vaticano II, cuyas declaraciones
han de considerarse una brújula.
2) Continuación del diálogo teológico.
3) "Purificación del recuerdo": con lo que son aludidas las peticiones de perdón.
4) Continuación de las tendencias ecuménicas.
5) Continuación del diálogo interreligioso.
Pero al margen de estos puntos programáticos, le incumben otros problemas
que le llevaron los llamados modernistas: entre otros la ordenación de mujeres,
la inseminación artificial, el aborto, la comunidad eucarística con los
protestantes, etc. A estas exigencias podría darles una clara negativa, como
muestra la condena pronunciada entretanto, como "expresiones de una libertad
anárquica", a los llamados matrimonios-homo: "Matrimonio y familia no son una
construcción sociológica voluble, sino resultado de situaciones históricas y
económicas especiales." (sic!) (FOCUS-Online del 7 de junio de 2005)
Ratzinger no tuvo gran interés en la reforma litúrgica: las innovaciones eran
para él en parte una "crueldad". Esclarecedor también en este contexto es lo
que escribió acerca de la reforma litúrgica, que, según él, "no representa una
revivificación, sino una devastación" (Prólogo a: Gamber, Die Liturgiereform,
Le Barroux 1992, p. 6): "Estoy convencido de que la crisis eclesiástica en la
que hoy nos hallamos, procede en su mayor parte del desmoronamiento de
la liturgia." (La mia vita, ricordi 1929-1997, Roma 1997). En otro lugar escribe:
"Quisiera señalar explícitamente que el título con que en 1970 se presentó el
llamado Misal de Paulo VI es totalmente correcto desde el punto de vista de la
historia de la liturgia: Missale Romanum ex Decreto Sacrosanti Concilii Vaticani
II instauratum. Auctoritati Pauli PP. VI promulgatum. Aquí está plenamente
expresa la continuidad del desarrollo, que no se mantuvo vigente sin embargo
durante su introducción y tramitación de hecho en la Iglesia. Como ya he dicho,
considero este Misal 'en muchos aspectos como una verdadera mejora y
enriquecimiento'. Lo que ha dañado y sigue dañando profundamente a la
Iglesia es el foso abierto entre lo 'preconciliar' y lo 'postconciliar', como si se
tratara de dos Iglesias y de dos liturgias, como si lo que antes era lo más santo
fuera ahora lo más prohibido y malo. Una institución que procede así con su
historia y con los hombres que le pertenecen no debe asombrarse de las
consecuencias negativas. Por lo demás, justamente esta insistencia sobre una
supuesta oposición dañó la recepción del Misal renovado más que ninguna otra
cosa. Por eso sólo puedo decir una y otra vez con insistencia que esta
'excomunión' del antiguo Misal tiene que terminar, también precisamente a
causa de la correcta apropiación del nuevo."1
Ya que ha concedido que la fórmula consagratoria del cáliz fue mal traducida
con el "para todos", y que él mismo critica la versión alemana del Novus
Ordopor contener otros errores, bien podría ser que, por un lado, devolviera a
la misa tridentina su rango como liturgia de la era preconciliar y, por otro,
procurara salvar dicho Ordo, al menos en la versión alemana. Acerca de las
divergencias de los "misales" alemanes respecto del original latino, escribe: "A
partir de ahora, no debería ser posible hablar sin más de la 'configuración de
banquete' de la eucaristía, afirmación al respecto que se basa en una mala
comprensión del acontecimiento fundamental y lleva en general a una mala
comprensión del sacramento. Menos aún debe designarse la eucaristía
simplemente como 'banquete' (ni siquiera simplemente como 'banquete
sacrificial'). Bajo este punto de vista es imperioso desear una revisión de la
traducción alemana del Misal de Paulo VI, donde, sobre todo en las
postcomuniones, frente al original latino la palabra 'banquete' casi se ha
convertido en la designación regular de la eucaristía produciéndose así una
contradicción objetiva con el texto original del Misal."2
Por eso, con la concesión sin trabas de la Misa antigua, "a causa de la correcta
apropiación del nuevo [Ordo]", como él dice, podría complacer plenamente por
ejemplo a los econistas (c) –quienes fundamentan su resistencia
exclusivamente en la lucha de ritos por la misa– y así paralizarlos: con la
autorización irrestricta de la Misa antigua se colmarían sus supuestos
reclamos. Luego Ratzinger podría exigirles con justicia su incorporación a las
estructuras eclesiásticas y el pleno reconocimiento de los superiores locales,
bajo renuncia a su especial status anterior como cuasi-orden. A la mayor parte
de los econistas, que sólo apuntan a satisfacer las necesidades
tradicionalmente religiosas de su clientela, también podría bastarle una oferta
así, y seguramente se llegaría a la formación de dos asentamientos, con lo cual
los disconformes con este compromiso tendrían que decir por fin qué es lo que
en propiedad teológica y eclesialmente quieren, o bien en qué puntos se
diferencian de nosotros los sedevacantistas. Pues hasta ahora han temido,
como el diablo al agua bendita, aplicar el concepto de "herejía" a todas las
innovaciones que también ellos consideran contradictorias con la fe.3
1
Ratzinger, Joseph: Aus meinem Leben - Erinnerungen (1927-1997), Munich 1998, pp. 189 ss.
Ratzinger, Joseph: Das Fest des Glaubens, Kempten 1993, pp. 47 ss.
3
Sobre las expectativas puestas en Benedicto XVI, cfr. también Oschwald, Hanspeter:Der deutsche Papst,
pp. 167 ss., pp. 253 ss. Notas del editor argentino: (a) Preferimos tomar este párrafo de la traducción del Dr.
2
PERSPECTIVAS HIPOTÉTICAS
Permítaseme aquí especular por una vez sobre qué sucedería si Ratzinger, de
hecho una cabeza refinada –en las filas tradicionalistas no conozco a nadie
que pueda estar a su altura o demostrar un saber tan abarcador–, reconociera
la entera medida de la destrucción a cargo del Vaticano II y efectuara un viraje
radical. ¿Qué resultaría de semejante conversión? Supongamos que derogara
todas las innovaciones en el ámbito de la liturgia y las reformas de los ritos
sacramentales, que extirpara las demás herejías, etc. ¿No podría con tales
actos ser reconocido en definitiva como Papa ortodoxo y legítimo?
Descontando que partes enteras de la Iglesia conciliar se apartarían de él, eso
no modificaría nada en el estado de real vacancia de la Sede. Aquí se
aplicarían otra vez las precisiones de Paulo IV (cuarto), según los cuales un
hereje está (y permanece) incapacitado para ejercer el ministerio. Ratzinger,
como jefe de la Iglesia conciliar, podría empero guiarla a la conversión y
dirigirse con una abjuratio pública a los cristianos católicos ortodoxos y pedirles
perdón, ya que no conozco ministros a los que en este asunto pudiera
Ratzinger dirigirse, a alguno de los obispos tradicionalistas por ejemplo, porque
entretanto de un modo o de otro todos ellos se han desacreditado. Así
seguramente grandes partes de la cristiandad volverían a ser ganadas para la
Iglesia verdadera, pues la revolución no vino del pueblo creyente, sino "desde
arriba", pero la restitución de la Iglesia tendría que efectuarse sin embargo
según las condiciones esbozadas en EINSICHT para una restitución de la
Iglesia como institución de salvación.
Eberhard Heller
Carlos A. Disandro, directa del latín al castellano (Paulo IV, Bula Cum ex Apostolatus Officio, texto y
traducción, Córdoba -Argentina- 1987, 2ª ed.), no de la que nos remitió el Dr. Heller, obtenida
indirectamente del alemán. Por lo demás, justamente aquí hizo don Carlos una corrección de puntuación al
texto latino receptus, sin la cual el párrafo resulta parcialmente ininteligible.
(b) La exposición siguiente en la revista EINSICHT es la traducción completa al alemán, por Elfriede Meurer,
de Carlos A. Disandro, La crisis de la Fe y la ruina de la Iglesia romana. Respuesta al cardenal Ratzinger, La
Plata, Hostería Volante 1986.
(c) El Dr. Heller denomina econistas a quienes en Argentina solemos llamar lefebristas.
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