Siglo nuevo Llama la atención que la más acabada expresión del culto a la personalidad se haya dado en un sistema de gobierno donde tal concepto es contradictorio a la ‘dictadura del proletariado’ y a la visión materialista de la Historia. Concentrar la interpretación de una doctrina y la ejecución de gobierno en la figura de una sola persona, como lo hizo Stalin, es contrario al marxismo; pero curiosamente es también una de las peores enfermedades de los marxistas. De allí tantos ‘ismos’ antecedidos por el nombre de un prócer y la insoportable imagen de los padres de dicho movimiento esculpidos como imitación de mandatarios estadounidenses en el monte Rushmore. Para el famoso vigésimo congreso del Partido Soviético, donde Nikita Kruschev condenó los crímenes de Stalin y lo acusó con ese concepto de culto a la personalidad, había un registro de casi un millar de estatuas dedicadas al man- JOSEPH STALIN EN EL MAUSOLEO DE LENIN 38 • Sn N MAUSOLEO DE LENI datario, emplazadas dentro y fuera de Rusia. La mayoría rebasaban los 10 metros sumando el pedestal y la pieza. Las figuras se distribuían entre posturas marciales y poses del líder señalando hacia el horizonte o hacia el cielo, como signo de la avanzada de la revolución proletaria mundial. Según Cabrera otra de las variantes del culto a la personalidad, la más obvia quizá, tiene que ver con la inseguri- Moscu, Rusia (1947). Plaza Roja. Moscu, Rusia (1960). dad: “Quieres un poder enorme pero te contraría la idea de cómo va a caer en tus manos”. La figura de Stalin entra en esa categoría, diferente a la de Napoleón, porque apoya la construcción de su imaginario en dos fuentes: primero, sus esculturas monumentales que no han sido igualadas en tamaño por otros dictadores. Segundo, en que también mandó edificar numerosas efigies de Lenin y de Marx como un respaldo y como una figura a la cual culpar en caso de que las acciones no tuvieran los resultados esperados. Así, a través de su exposición escultórica (sus acciones y la aniquilación de sus contrarios ocupan otro capítulo en la historia de la Psicología), por un lado se refuerza y por otro se exime. El procedimiento es ingenioso pero exhibe una siniestra lucha interna, la misma que disocia la realidad de la representación en las estatuas. Este tipo de culto, con mayor radicalidad de otros, no sólo nace de fuera de quien concentra el poder, sino que allí se refuerza e intensifica la inseguridad. Indica Morante: “Por ese primer motivo, Stalin primero erradicó a sus opositores; luego la emprendió contra quienes lo celebraban porque ya nada era suficiente como para provocar efectos adversos: escarnio, crítica”. El anecdotario es amplio. En sus atribuidas memorias el propio Kruschev narra episodios en los que Stalin asistía a verificar edificaciones de sus estatuas y un milímetro de más en los bigotes, una insinuación de ojeras, un rictus débil o demasiado rígido, provocaban llamadas aterrorizan-