LA FASE PREEDIPICA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO por Ruth Mack Brunswick (Nueva Y orl<) El material aquí publicado es el resultado de la labor comenzada en el verano de 1930 en colaboración con Freud. El punto de partida fué un caso de delirio de celos que antes había analizado y publicado y que inadvertidamente reveló una rica e insospechada información concerniente a un período hasta ahora desconocido, precedente al complejo de Edipo, siendo denominado en consecuencia preedípico. El -protocolo de esta colaboración es un manuscrito que contiene mis notas, escritas después de discutirlas con Freud y los comentarios marginales de' sus ideas y sugestiones. Estamos acostumbrados al postulado dades neuróticas se hallan en el complejo de que las raíces de las enfermede Edipo del individuo. El hom- bre o la mujer normal han salido de su sexualidad infantil, de la cual el complejo de Edipoes el punto culminante, y abandonado el objeto amoroso de este período, mientras que el neurótico ha permanecido fijado al objeto de amor edípico. Originariamente Freud enunciaba así la etiología de las neurosis. Pe- ro en su trabajo sobre la sexualidad femenina (1), publicado por primera vez en 1931, limita el papel del complejo de Edipo en las mujeres atribuyendo gran importancia a la fase preedípica (2) en la formación de las neurosis. Si intentamos Edipo, encontramos examinar los orígenes y precursores del complejo de entre los analistas una oposición que no difiere de la pri- mera oposición del mundo exterior hacia el complejo de Edipo mismo. El uso del término "sexualidad preedípica" parece despertar una cierta lealtad (1) FREUD: Sobre la sexualidad femenina. Ges. Schr. XII, pág. 120. (2) Según mi información el término ·'·preedípico" fué usado por primera vez por Freud en 1931en el trabajo citado, pág. 126, Y por el autor del presente artículo en Ettmálisis de un caso de paranoia. «'J. of Nerv. and Ment. Dís.", LXX, 1929, p. 177. 404 REVISTA DE PSICOANALlSIS hacia el complejo de Edipo, como si su validez hubiera sido amenazada. Evidentemente hemos tenido bastante dificultad para hacer reconocer la importancia en toda su-extensión del complejo de Edipo: y es como si viniéramos a agravar la injuria ya hecha. La admisión de la importancia del complejo de Edipo constituye en cierto sentido la principal diferencia entre el analista y las ..demás personas, a las cuales, naturalmente, les desagradaba aceptar la sexualidad de los niños, especialmente la sexualidad adulta, genital, tal como se revela en el complejo de Edipo. Una situación diferente surge con el establecimiento de otro gran complejo de la niñez, el complejo de castración. Su misma naturaleza creó un destino diferente para él. Ha permanecido generalmente desconocido, excepto para los analistas y ha prqbado ser el escollo contra el cual se quebró la adherencia de ciertos an~listas al psicoanálisis. No hay ninguna duda de que el complejo de castración es mucho más extraño a nuestro modo de pensar consciente, que el complejo de Edipo. Sin embargo si estamos libres para observarlo, su expresión en la primera infancia iguala en evidencia al mismo complejo de Edipo. Se ha puesto en claro ya hace mucho la importancia del complejo de castración, tanto en el desarrollo como en la renuncia del complejo de Edipo. Sin embargo debemos manifestar que todas estas concepciones son aplicables estrictamente sólo al varón. Se ha supuesto que el desarrollo de la niña no difiere radicalmente del desarrollo del niño, pero en el transcurso de la-última década hemos podido comprobar que el desarrollo del hombre y la mujer, aunque se asemejan íntimamente no se efectúa paralelamente en ningún sentido. La presente obraes un intento de correlacionar nuestro conocimiento de los sexos y describir estos primeros planos del desarrollo de la libido, que se extienden desde el nacimiento hasta la formación del complejo de Edipo. Desgraciadamente, la correlación y la precisión exigen la repetición de mucho ya conocido o realmente obvio. A veces la nueva formulación difiere de la antigua solamente por un matiz. Pero frecuentemente este matiz tiene su significado. Por esta razón pido indulgencia al lector por la repetición tediosa y frecuentemente trivial de muchos hechos evidentes de la teoría psicoanalítica. Una segunda excusa corresponde al carácter aparentemente esquemático de esta obra. Solamente al final me he aventurado a aplicar la teoría de tal manera adquirida, a uno o dos problemas clínicos. Además, necesito· decir FASE PREEDÍPICA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO que sólo las observaciones en una presentación desarrollo. Definamos clínicas tan breve forman 405 la ",.base, de lo que constituye sólo un mero diagrama de un primer ~ nuestros términos. Bajo la denominación de, complejo de Edipo, no solamente comprendemos el enlace positivo del niño al padre de sexo opuesto, sino, sobre todo, la situación de triángulo: el niño ligado positivamente a uno de sus padres y en rivalidad con el otro. La fase preedípica, por otra parte, es para ambos sexos aquel período más temprano de unión al primer objeto de amor, la madre, antes de la aparición del padre como rival. Es el período durante el cual existe una relación exclusiva entre el niño y la maí dre. Naturalmente existen otros individuos en el mundo exterior, especialmente elpadre que es objeto de afecto y admiración, tanto como de fastidio, cuando él interfiere la preocupación materna por, el niño. Pero no es aún un rival, sino sólo uno entre los diversos individuos del ambiente y la íntima unión entre el niño y la madre no es disuelta, como sucederá más adelante. La única persona que comparte la relación madre-niño es la niñera, y ella se confunde por lo general, aunque no invariablemente, con la imagen de la madre. La investigación de la fase precoz de la unión exclusiva a la madre está rodeada de dificultades. En primer término, este período es el más antiguo, el más arcaico, el más extraño a nuestro habitual modo de pensar. En segun. do lugar está sobrecargado con material de otras fases, siendo por lo tanto difícilmente discernible. En tercer lugar, es el período de mayor inarticulación, de manera que aun la observación directa durante la crianza no es fácil de hacer. Finalmente, las fuerzas de la represión han mutilado y también frecuentementedestruído mucho de esta época, hasta el punto de hacerla irreconocible, época que contiene las raíces de todo desarrollo ulterior. Las complicadas relaciones cronológicas de la fase preedípica, complejo de Edipo y complejo de castración, varían ambas de acuerdo con el sexo del niño, e individualmente, relacionado con el tiempo e incidencia de los traumas, observaciones infantiles de la escena primitiva, la percepción de la diferencíasexual, el nacimiento de otro niño, etc. En el varón, el enlace preedípico a la madre es aparentemente de una duración mucho más breve que en la niña, entrando mucho más precozmente en el complejo de Edipo. Este es seguido por el complejo de castración, en base al cual se destruye el complejo de Edipo. Es diferente en la niña. Aquí también el enlace materno preedípico se convierte en algo sorprendentemente parecido al complejo de REVISTA 4U6 DE PSICOANALISIS Edípo del niño, con la madre como objeto amoroso y el padre como rival (3). Como veremos este complejo de Edipo activo de la niña es destruido también por el descubrimiento de la castración, aunque por razones que difieren fundamentalmente de aquéllas del niño. Pero fuera del complejo de castración y de los restos de este primitivo complejo de Edipo, desarrolla después el, complejo de Edipo positivo pasivo, en el cual el padre es el objeto de amor y la madre la rivaL Así vemos que la niña de corta edad recorre un largo y complicado ca ... mino antes de llegar al complejo de Edipo. Naturalmente, durante el estudio , de los fenómenos preedípicos, llegamos a estar indecisos en lo que respecta a la importancia comparativa de los fenómenos preedípicos y edípicos en el desarrollo femenino. En el comienzo de su vida sexual la niña de corta edad es en el fondo un pequeño varón. La relación con su primer objeto de amor, la madre, es precisamente la del varón, con luchas de la libido activa y pasiva que se hacen similarmente antagónicas. Pero a diferencia del niño, la niña debe abandonar este amor y transferirlo al padre, un proceso dificultoso, del cual sabemos •que a veces se logra solamente en forma parciaL Una vez dentro del complejo de Edipo la mujer normal tiende a permanecer dentro de éL El complejo de Edipo de la mujer no sufre tan amplia destrucción como el del hombre. Por lo contrario persiste formando la base normal de la vida erótica de ' la mujer. La resistencia del complejo de Edipo femenino a los poderes des- tructivos da la explicación de la diferencia de estructura del superyó mascu-, lino y femenino. Es evidente que el desarrollo sexual de la mujer, contrariamente al del hombre, se halla complicado por el hecho que la mujer debe abandonar su primer objeto de amor, la madre, y transferir su libido al padre, mientras que el varón, al pasar del grado preedípico al edípico no cambia de objeto. Pero la mujer no tiene solamente dos objetos de amor, ella posee también dos órganos sexuales, el clítoris y la vagina, mientras que el varón tiene solamente uno. Un posible paralelismo entre el objeto amoroso y el órgano sexual será investigado más adelante. Sin embargo podemos hacer ahora la siguientedeclaración: que aunque la mujer está obligada a abandonar un objeto sexual por otro y un órgano sexual asimismo por otro, el niño es puesto frente a la tarea (3) Esta situación les descrita por jeanne Lampl-de 1Groot en Contribución del complejo de Edipo en la mujer. "Int, Zeitsch Psa.", XIII, n? 3, 1927. al desarrollo FASE PREEDfPICA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 407 casi igualmente ardua de cambiar, no su objeto amoroso ni sus órganos sexua. les, sino su actitud hacia el objeto de amor original, la madre. Esto significa que el varón primitivamente pasivo está obligado a desarrollar ese grado de actividad hacia la mujer, que es la expresión de su salud psíquica. Los fenómenos de la fase preedípica deberán ser descriptos en sus términos propios y no con los términos del complejo de Edipo. Por cuanto la fase preedípica se extiende desde el comienzo de la vida hasta la formación del complejo de Edipo, es obvio que el descubrimiento de la diferencia sexual cae dentro de su alcance, especialmente en el caso de la niña, en la cual lafase preedípica es mucho más larga que en el niño. Previo a este descubri.miento el niño hace diferencias personales pero no sexuales entre los individuos de su mundo inmediato. Debe recordarse que hasta aproximadamente los tres años de edad, las zonas pregenitales prevalecen en importancia sobre las genitales. Análogamente el niño, juzgando a los demás por sí, presupone la posesión universal del pene, como la boca, el ano, etc. La niña que aun no ha descubierto la existencia del pene cree que su constitución sexual es universal. Existen tres grandes pares de antítesis a lo largo de todo el desarrollo de la libido, que se mezclan, se superponen y combinan, no coincidiendo nunca por completo y finalmente reemplazándose la una a la otra. La infancia y la niñez están caracterizadas por las dos primeras, la adolescencia por la tercera. Ellas son 1: activo-pasivo, 2: [dlico-castrado, 3: masculinofemenino. Esquemáticamente, pero sólo esquemáticamente, ellas se suceden una a la otra, y cada una es característica de un grado de desarrollo determinado. Trataremos de definir cada estado dentro de sus propios términos más bien que en los términos de un grado más avanzado. El primer gran par de antítesis, activo-pasivo, gobierna el comienzo de la vida. Es evidente que el niño es muy pasivo; frecuentemente se le debe enseñar hasta a respirar y succionar. Se está tentado de manifestar que el desarrollo consiste principalmente en la aparición de la actividad luego de una anterior pasividad. Uno se detiene ante tal generalización no sola- mente por el hecho de que conocemos muy poco de la esencia de la naturaleza de la actividad y de la pasividad, o de sus relaciones mutuas, sino que además es asunto de especulación siIa pasividad es convertida en actividad, o si ciertas tendencias durante el desarrollo son específicamente activas y otras pasivas y si en el curso del desarrollo las tendencias activas aumentan en número e intensidad ocupando por esto más lugar. Lo que vemos y lo que 408 REVISTA DE PSICOANALISIS en cierta medida somos capaces a lo menos de delinearen forma descriptiva y quizás dinámica, es una actividad constantemente creciente por parte 'del niño. Aprende a sentarse en vez de ser tenido en brazos. Se dirige a su biberón en vez de recibirlo simplemente, etc. Lo que aprendemos es que toda actividad está basada en cierto grado en una identificación con la madre activa, una actividad que proporciona una forma a la actividad inherente .al niño, el cual hace para y por sí mismo lo que la madre ha hecho para él jugando el papel de ambos, del niño y de la madre, en la forma típica de la infancia. Naturalmente que el niño juega el papel de madre no solamente hacia sí mis- . mo, sino también con respecto a otros niños, animales, juguetes y finalmente y por encima de todo, hacia la propia madre. La fase activa-pasiva es prefálica, lo que Jones denomina deuterofálica. Como hemos hecho notar anteriormente, el niño presupone que la organización sexual de todos los demás se asemeja a la suya propia y los genitales no son asunto de mayor interés que las demás zonas erógenas, especialmente en esta. temprana edad, la boca. De esta manera el sexo del niño es indiferente, y debe hacerse notar que el papel de; la madre, en esta época previa a diferenciación sexual, no es femenino sino activo. Comienza una nueva época con el descubrimiento de la castración, que establece el predominio del segundo par de antítesis, fálico-castrado. Este aun no coincide con lo masculino o femenino, aunque al tomar conocimiento de la presencia o ausencia del genital fálico exclusivo, se acerca más. al par . último de lo que lo hace su predecesor. De cualquier modo, la carencia del falo es primeramente considerada como individual o accidental, pero en ningún sentido irremediable. Con excepción del clítoris, los genitales femeninos, inclusive la vagina, son por completo desconocidos. Todos estamos familiarizados con la reacción infantil frente al descubrimiento de la castración. Sabemos que el niño no duda de inmediato del sexo de la persona más importante de su ambiente, la madre. Al contrario, considera como hecho indiscn-. rible que ella por lo menos tiene un falo. De tal manera no es inmediatamente aceptado el hecho que la castración es algo irreparable, afectando a todas las mujeres. Finalmente con la aceptación de la castración de la mache y la posibilidadde la suya propia a manos del padre, queda destruído el complejo de Edipo del niño. Pero mientras el varón normal renuncia a la madre y se salva él mismo de la castración, el neurótico enfrenta dos posibilidades: primera, él la· FASE PREEDÍPICA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 409 reprime, pero fracasa en la renuncia de su amor hacia la madre; y segundo, frecuentemente en combinación con la primera posibilidad, acepta en su imaginación la castración por parte del padre, le da un significado libidinoso, tomándolo como objeto de amor. Esto lo denominamos complejo de Edipo negativo o pasivo. Quisiera ofrecer una sugestión hecha por Freud en nuestras. discusiones de estos problemas. Los términos de complejo de Edipo "activo" o "pasivo" son más comprensibles y exactos en su aplicación a ambos sexos que el de complejo de Edipo positivo y negativo corrientes. Conforme a esta nueva terminología, la sexualidad preedípica de la niña se convierte en su complejo de Edipo activo con la madre como objeto de amor. Su complejo de Edipo pasivo tiene como objeto al padre. Para el varón el complejo de Edipo activo denota lo que corrientemente denominamos el complejo de Edipo positivo, con la madre como objeto de amor. Su complejo de Edipo pasivo, que comúnmente denominamos complejo de Edipo negativo, tiene como objeto al padre y. es un fenómeno neurótico cuando se hace muy extenso. Sin embargo, conservaré aquí la antigua terminología debido a que, si no, se produciría una confusión inevitable entre los términos preedípico y edípico. El hombre en el complejo de Edipo pasivo se parece tan íntimamente a la mujer en su enlace edípico al padre, que parece que nuestra nueva concepción del desarrollo femenino nos ayudaría en nuestra investigación de los problemas del hombre neurótico. Freud sugiere que apoyándonos en este nuevo concepto de la sexualidad femenina temprana, la fase preedípicadel varón pudiera ser investigada por completo (4). El presente trabajo es un intento en este sentido. Desearía agregar que ha sido menester repasar mu- . cho del material contenido en los dos ensayos de Freud sobre la sexualidad / femenina, porque estos descubrimientos forman la base principal, tanto para el estudio del desarrollo correspondiente al niño como para la más amplia investigación de estos fenómenos en la niña. Volvamos ahora a la primera posición del niño, en la cual se comporta en forma pasiva frente a la madre activa. El desarrollo normal exige que la actividad desplace la pasividad. Si la pasividad persiste, si es abandonada o es convertida, no lo sabernos. Clínicamente parece que da lugar la actividad. El grado en que esto ocurre es infinitamente variable. El proceso es a (4) FREUD: loe. cit., pág. 132. 410 REVISTA DE PSICOANALISIS más vigoroso en el varón que en la niña y la cantidad real de actividad es indudablemente mayor. El carácter primitivo del niño depende ampliamente de las proporciones relativas de actividad y pasividad. Es evidente que la actividad más temprana del niño es, por lo menos en su forma exterior, una copia de la de la madre. Esta es la forma más fundamental y primitiva de identificación, dependiendo su existencia únicamente del desplazamiento de la pasividad por la actividad y consecuentemente de la unión materna por la identificación materna, prescindiendo de cualquier otro vínculo sentimental. Se estaría tentado de afirmar que la incapacidad de un niño para pro- ducir actividad adecuada es una de las anormaliddes más tempranas. Entonces predomina la pasividad. ¿Pero qué se opone, aparte de elementos constitucionales, a la normal producción de actividad en esta temprana edad? Las observaciones durante la crianza han resultado aquí de provecho. Expresaré sucintamente que cada acto exitoso de identificación con la madre hace a ésta menos necesaria al niño. A medida que se va haciendo menos necesaria, las restricciones y exigencias que ella está obligada a hacer se ven resentidas en forma progresiva. El niño que justamente ha tenido éxito en la labor de revivir activamente lo que hasta ahora ha experimentado de manera pasiva -y aquí el automatismo de repetición adquiere todo su significadoestá particularmente a la defensiva en consideración a su actividad de reciente adquisición. Es una posición libidinosa recientemente adquirida que el niño protege apasionadamente. Cualquier actividad por parte de la madre será prol' bablemente resentida. Por esto, a menos que la madre acepte un papel más o menos pasivo, ella llega a ser innecesaria en el mejor de: los casos. El niño reacciona ante su presencia con una forma de agresión primitiva, defensiva, .Ia cual es un resultado secundario y protección de su actividad, como también la defensa contra su propia pasividad apenas vencida. La influencia de cualquier posición libidinosa más precoz es profunda. Cada paso hacia el desarrollo es realizado penosamente, siendo por lo tanto defendido. Surge inevitablernente la verdadera agresión cuando la madre está obligada a impedir esta actividad en desarrollo, sea prohibiendo, sea obligando 11 ciertos actos. Es evidente que la agresión resultante, derivada de la primitiva actividad, es dirigida ahora específicamente contra la madre, que en este momento está investida con la autoridad de restringir, prohibir y mandar, de acuerdo con las exigencias de la situación y en virtud del hecho de que, a pesar de su despre- FASE PREEDÍPlCA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 411 cío debido a su castración, ella no es solamente activa, fálica, sino omnipotente . .Este es .quizás el más simple de los diversos caminos por los cuales surge la agresión. En realidad nos encontramos con situaciones mucho más nefastas. Daños narcisistas precoces por parte de la madre aumentan en. alto grado la hostilidad del niño. Los más evidentes entre estos daños que no intentaré enumerar detalladamente, son el destete, y el. nacimiento de un hermano o de una hermana, las relaciones entre padre y madre, el rechazo sexual al niño de ambos sexos por parte de la madre y finalmente la desvalorización de la madre como consecuencia de su castración. En base :1 estos agravios sobreviene un conflicto que exige que la agresión hacia la madre sea reprimida. Pero por cuanto cada nueva actividad es asociada con la hostilidad reprimida, una gran suma de actividad normal debe perderse para asegurar el éxito de la represión. Un individuo trabado en su desarrollo, generalmente hace una regresión. Cuando es bloqueada mayor cantidad de actividad que la exigida por el desarrollo, se produce una regresión más profunda hacia un plano más regresivo, más pasivo. Sabemos que el interés por los genitales y por la diferencia sexual coincide con un "empuje" biológico más o menos alrededor del final del tercer año de vida del niño, -época en que comienza el período fálico. El despertar orgánico del estadio genital fálico lleva hacia el gran período de actividad sexual infantil. Los deseos libidinosos del niño hacia su madre, ambos, el pasivo pero especialmente el activo, se hacen intensos. Son acompañados por masturbación fálica, siendo el clítoris el órgano ejecutivo en la niña. Parece que el varón pasa con relativa facilidad de su relación predominantemente pasiva,preedípica con su madre al complejo de Edipo normal. La fase correspondiente de la niña es naturalmente aún preedípica. Mientras la libido genital se halla en su punto más alto, la castración de la madre es percibida y finalmente admitida, con todas sus complicaciones. Bajo la amenaza de castración. por el padre, el varón abandona a la madre como objeto amoroso y dirige su actividad hacia la formación del superyó y sus sublimaciones, ayudado, indudablemente, por una actitud suavemente desdeñosa hacia el sexo castrado, y por el hecho de que, poseyendo él mismo el falo, tiene mucho menos necesidad de él en su objeto amoroso de lo que tiene la niña. N o la castración materna sino la amenaza de la suya propia es lo que lleva a la destrucción del complejo de Edipo masculino. Es diferente con la niña. Aquí la castración de la madre no sólo significa el desprecio del objeto amoroso y la posibilidad de la castración de la niña REVISTA 412 DE PSICOANALISIS como en el caso del varón; la castración de la madre es sobre todo condenar la esperanza de la niña de poseer algún día un pene. La niña abandona a la madre como objeto amoroso con mucha más amargura y decisión que el niño. Ella intenta transferir su libido hacia el padre, una transferencia rodeada de dificultades que provienen de la tenacidad de la unión preedípica activa y pasiva a la madre. En la niña normal son especialmente vas en la identificación las tendencias pasi- con la madre castrada, las que son transferidas con éxito al padre en la fase edípica y en la vida adulta al esposo. Las tendencias activas son sublimadas en este tiempo y solamente mucho más tarde hallan su real alcance en la relación de la mujer con su propio hijo, con su definitiva y completa identificación con la madre activa. Aquí quisiera llamar la atención sobre una pequeña observación clínica. Entre el período de enlace a la madre y el de enlace al padre, en la niña puede ser observado a veces un breve período intermedio, semejante a un período de latencia. Pudiera llamársele período preedípico latente. Es una especie de suspensión de la libido que ha sido desligada de la madre y no ha encontrado aún la conexión con el padre. Puede encontrarse, o por lo menos observarse, especialmente en niñas con un desarrollo de la libido algo retardado, en las cuales el enlace a la madre ha persistido más allá del tiempo usual. Precede a la nueva ola de sexualidad del complejo de Edipo activo o pasivo. El último par de antítesis, masculino-femenino, sobreviene en la pubertad. En el varón la inundación por la libido viril trae consigo primeramente el deseo de penetrar en la vagina recientemente descubierta. Se establece una nueva relación hacia la mujer que de todas maneras tiene sus raíces en aquellos residuos del complejo de Edipo que no han sido destruídos. Estos varían en cantidad y calidad. Una saludable cantidad de actividad hacia la madre en las fases preedípica y edípica es de inmenso valor para la esencial relación del hombre con la mujer. En la niña adolescente la ola de libido pasiva, es decir, libido con un destino pasivo, puesta de manifiesto por la menstruación y el despertar de la vagina, es dirigida hacia el padre intensificando la posición libidinosa edípica que ahora llamaríamos femenina. Esto en cuanto a la investigación del curso de nuestros tres pares de antítesis. Volvamos ahora a nuestro punto de partida para intentar el examen del fenómeno principal del período preedípico, la relación exclusiva madrehijo. La relación del niño con la madre es obviamente el fundamento de su FASE PREEDÍPICA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 413 vida psíquica, la base y prototipo de todas las ulteriores relaciones amorosas. Lo examinaremos desde dos puntos de vista: primero en relación a las zonas que comprende: la oral, anal y genital; segundo, de aquel otro punto de vista del desarrollo de la libido, que estuvimos considerando; primero y más importante en esta primera fase, desde el punto de vista activo-pasivo y más adelante, desde el fálico-castrado. Desearía decir una palabra con respecto al concepto de la madre fálica, un concepto familiar para nosotros por las fantasías de los neuróticos, psicóticos y niños normales y anormales. Mientras que la madre activa y castrada tiene existencia real, la madre fálica es pura fantasía, una hipótesis infantil elaborada a raíz del descubrimiento del pene y de la posibilidad de su pérdida o ausencia en la mujer: Es una hipótesis para asegurar la posesión materna del pene, y como tal surge probablemente en el momento en que el niño no tiene la seguridad de que la madre lo posea en realidad. Previamente, en la fase activa-pasiva, parece probable que el órgano ejecutivo de la madre activa es el seno; la idea del pene es luego proyectada a la madre activa, recién después de haberse reconocido la importancia del falo. De este modo es una fantasía de naturaleza regresiva, compensadora. Continuaremos utilizando el término "madre fálica", primero por la prevalencia de esta idea en las neurosis y psicosis, segundo porque siendo la idea ya primaria o regresiva, aquel término es uno de los que mejor designan la madre omnipotente, la madre que es capaz de todas las cosas y que posee todos los atributos preciosos. En esta temprana edad la única relación con el niño es física; por esto probablemente nada iguala en importancia el cuidado físico del niño por la madre o la niñera. La vida psíquica íntegra del niño corre paralela a este cuidado. El papel del niño es principalmente pasivo, haciéndose activo solamente como respuesta directa a ciertos estímulos. El cuerpo como unidad, con las zonas erógenas en particular, incluyendo la piel, la cual en esta época tiene un papel tan importante, debe necesariamente ser aseada y. manoseada. Sabemos que un cuidado físico bien dirigido es una fuente de intenso placer para el niño, lo mismo que un manejo grosero y mal llevado tiene un efecto traumático. Parecería que el primer enlace con la madre, el cual es de naturaleza tan pasiva, obtienesu fuerza y tenacidad en gran parte de su cuidado físico, y naturalmente ante todo de la alimentación del niño. No hay duda de la naturaleza sexual de la respuesta del niño. Solamente debido a que por la tan temprana edad los genitales juegan un papel tan reducido, la relación 414 REVIST A DE ,PSICOAN ALISI S madre-hijo tiene una apariencia tan inocente; por otra parte .la naturaleza del amor infantil es sin objeto y difusa, pareciendo "inocente". El placer se obtiene de. innumerables fuentes; el deseo del niño es para él casual y sin una meta particular, una razón quizá, porqué este deseo permanece insatisfecho. Hemos dicho que el desarrollo trae consigo una actividad creciente. De tal 'manera que podemos esperar, si realmente esto es así, que el niño trate de repetir activamente cada detalle de su cuidado físico que ha experimentado pasivamente. Aquí también estoy obligada a omitir ejemplos prácticos con una sola excepción: la madre al bañar al niño está obligada a tocar sus genitales. Un poco más de actividad aparece cuando el niño, en vez de que sus genitales sean tocados por la madre, experimentando placer por esta experiencia pasiva, toca sus propios 'genitales, no para lavarlos, sino simplemente con el objeto de provocar estas sensacionesplacenteras que se le han hecho familiares a través -de los cuidados maternos. Aquí tenemos en realidad la primera base de la masturbación infantil, la primera prueba de que la masturbación es.su repetición voluntaria. La fantasía fálica más precoz del niño es indudablemente aquella en que juega el papel de la madre con respecto a sí mismo tocándose sus genitales, despertando de tal modo la misma sensación placentera, provocada originariamente por la mtllre. De tal manera el cuidado físico de la madre ha constituído una verdadera seducción, siendo considerado como tal por el niño. La falta en que incurre la madre aumenta cuando ella más adelante prohibe lo que ella misma ha provocado: la masturbación fálica. La observación de niños, así como de cierto tipo primitivo de adultos en el curso del análisis parece hacer probable que el propósito genital pasivo persiste mucho después de que el niño ha tomado posesión.del papel materno. A pesar de un gran despliegue de actividad, el niño, al comienzo de la fase fálica, aun desea fundamentalmente de que sus genitales sean tocados por la madre. Si se afirma que este cuidado físico del niño por la madre constituye la base para la masturbación infantil, el significado de la escena primaria como el estímulo sexual que frecuentemente inicia la masturbación, no se halla disminuído o desatendido. El hecho es que la madre, por el cuidado físico, da la pauta, de acuerdo con la cual el niño 'puede reaccionar al estímulo de la escena primaria. Es más fácil percibir la fase fálica, que las fases oral y anal. La verda- FASE PREEDÍPICA DEL DESARROLLO DE LA, LIBIDO 415 dera fase oral es atravesada mientras el niño es aún demasiado pequeño para proporcionarnos mucho material. El estadio anal que comienza aproximadamente a los dos años de edad, es más expresivo. El dar es iniciado más tardíamente, a diferencia del recibir pasivo, que se inicia más temprano. El dar activo ha estado presente, como es natural, en cierta medida, desde el primer día de vida y se exterioriza por la defecación y el orinar espontáneos. En la fase fálica la actitud activa se hace preponderante. En la regresión que generalmente sigue a la aceptación de la castración de la mujer, al final de la fase fálica, es posible observar las fases oral y anal claramente debido a su mayor desarrollo y muestra mayor semejanza con él. Hemos dicho que el cuidado físico del niño suministra la base para la masturbación infantil con sus fantasías orales, anales y fálicas y sus intercambiantes papeles activos y pasivos. Pero como se ha dicho antes, hay algo más que eStamos acostumbrados a asociar a la masturbación infantil, que es la escena primaria. Mientras predomina la relación exclusiva madre-hijo, al niño no le interesan tanto las relaciones entre los padres. Pero en el momento en que se ha formado el complejo de Edipo, tanto en el niño como. en la niña, las relaciones entre los padres se hacen objeto de intenso y celoso interés. Sabemos que el niño aprovecha toda oportunidad para observar la vida sexual de sus padres y cuando falta la oportunidad para ello, halla alguna sustitución y aunque fuese sólo la fantasía. Siempre nos hemos preguntado cómo es capaz el niño de entender las relaciones sexuales de sus padres. Quizás pueda encontrarse la respuesta en la relación física precoz entre el niño y la madre. Frecuentemente observamos que no solamente el niño se identifica con el padre rival en lo que respecta al amor hacia la madre; sino también identifica al padre consigo mismo. ¿Qué hace el padre con la madre? La respuesta del niño es que indudablemente ejecuta aquellos actos que han sido la fuente de placer intenso para él mismo: en la fase oral, por ejemplo, la madre amamanta al padre. Ya que si bien mamar es parcialmente activo, siendo cualquier acto humano mixto, es sin embargo en su origen ampliamente pasivo, y ello es indudable porque ocurre en una época de la vida en que el niño es predominantemente pasivo. Debe recordarse que aun no percibe la diferencia sexual de los padres. De este modo en la fantasía de la relación oral de los padres, el papel del padre es en parte pasivo. Un papel paterno pasivo resulta contradictorio hasta el absurdo. Pero la capacidad infantil de proyectar sus propios deseos a otros sería creada en la mente igualmente que el 416 REVISTA DE PSICOANALlSl,S hecho que activo y pasivo en esta época no están asociados con la diferencia sexual, por cuanto esta última no existe aún. La contraparte de la fantasía pasiva de ser amamantado es la fantasía oral activa de amamantar. Aquí la madre- es amamantada por el niño o por el padre (5) . Nunca debe perderse de vista el hecho de que cualquier fantasía pasiva adquiere su contraparte activa y que este juego de papeles intercambiantes es una de las principales características de la infancia. Recuerdo especialmente a una enfermita, cuya única fantasía consciente de masturbación era la de amamantar su muñeca. Debajo de esta fantasía manifiesta en la cual la madre juega un papel dominante, se hallaba la fantasía de alimentarse en el pecho de la madre. Conocemos la importancia del acostumbramiento infantil a la defecación y al orinar y con qué facilidad puede esto resultar traumático. Hablamos del plano de desarrollo analsádico, haciendo notar que el despertar de la zona anal corresponde a una época de producción de intensos impulsos agresivos en el individuo que en esta época tiene mayor capacidad expresiva que en la fase oral. En la crianza podemos observar que durante el período anal cualquier estímulo de la zona anal (o en el curso de un análisis de un adulto, cualquier estímulo de mecanismos o elementos anales) provoca una violenta manifestación de rabia. AqUÍ hay una conexión etiológica entre el estímulo anal y la producción de ira. Los enemas tan frecuentes en la infancia tienen toda la apariencia de un trauma; el niño reacciona con violenta aunque impotente manifestación de rabia, lo que puede ser comparado únicamente al orgasmo. La ira parece ser la genuina expresión motriz del erotismo anal, el equivalente anal del orgasmo genital (6). En la fase fálica, el deseo del niño, primitivamente pasivo, es el de ser masturbado por la madre. Este deseo pasivo es por lo tanto también adjudicado al padre, de acuerdo con el mecanismo descripto en la fantasía del amamantamiento. Al mismo tiempo se forma el deseo activo de tocar los genitales de la madre: generalmente las influencias inhibitorias y las prohibiciones resultan casi siempre suficientemente fuertes para mantener en sus límites (5) Con el objeto de evitar confusiones por parte del lector, debe recordarse que amamantar es siempre un verbo transitivo, aunque frecuent~me'l1te es utilizado en el sentido opuesto, resultando una confusión que también es típica de esta fase precoz. (N. del T. Esto se refiere a la palabra inglesa suckling.) (6) FREUD: loe. cit., pág. 134. FASE PREEDÍPICA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 417 los actos pero no la imaginación, ni mucho menos el deseo de ver los genitales maternos. Por lo tanto el concepto más corriente del coito o equivalente de la fase fálica, en ·la cual la .vagina es aún desconocida y el deseo de penetración no se ha formado aún, es el del tocamiento mutuo de los genitales. Es esto lo que frecuentemente los niños hacen entre sí al intentar imitar el coito de los padres. Vemos así que aunque el coito de los padres es incorporado a la fantasía edípica del niño y en su masturbación, sin embargo la comprensión e interés que el niño presenta por el coito de los padres está basado en las experiencias preedípicas del propio niño con la madre y sus deseos resultantes. El factor biológico prepondera evidentemente sobre todos los demás. Los animales son capaces de realizar el acto sexual aparentemente sin ningún proceso de aprendizaje. Indudablemente al entrar en juego las fuerzas de la pubertad que capacitan al individuo a tener relaciones sexuales, no necesita las anteriores observaciones o experiencias. Pero lo que nos ha sorprendido siempre no es la capacidad del adolescente para el comercio sexual, sino la asombrosa comprensión que demuestra el niño de tres o cuatro años para las relaciones sexuales de sus padres. Esta comprensión se hace menos misteriosa siconsideramos no solamente el conocimiento heredado e instintivo, sino también las experiencias físicas actuales del niño a través de las manos de la-madre o de la niñera. Describiré ahora éronológicamente y relacionados, uno con otro los dos grandes deseos de la infancia: el deseo de tener un niño y el deseo de tener un pene. El deseo primitivo, asexual, "inocente" de tener un bebé aparece muy temprano, está basado enteramente en la primitiva identificación del niño de ambos sexos con la madre activa y en ausencia de una real relacióndc objeto hacia la madre no es ni activo ni pasivo. El niño quiere todo laque tiene la madre, omnipotente y poseedora de todo, con el objeto de hacer todo lo que la madre hace y la madre es ante todo la poseedora de un bebé. En la fase anal con su nuevo concepto de dar y recibir y con la creciente relación de objeto con la madre, el deseo de tener un bebé adquiere un segundo origen: tanto el niño como la niña desean un bebé de la madre. Este deseo primitivamente pasivo adquiere, como todos los demás deseos, una forma activa: el deseo de obsequiar a la madre con un bebé. Cuando en el varón comienza a predominar la actividad él abandona el deseo pasivo de tener un bebé. Cuando desarrolla el complejo de Edipo, la identificación con el padre reemplaza 418 REVISTA DE PSIo,oANALISIS la más precoz identificación con la madre activa. La niña, por otra parte, abandona su deseo activo de poseer un bebé en e! momento de aceptar su propia castración yla consiguiente imposibilidad de fecundara la madre. Sin embargo, el deseo. pasivo es conservado y transferido normalmente de la madre al padre, donde, como sabemos, adquiere la mayor importancia. La normalidad exige que e! varón abandone su deseo pasivo de tener un bebé y la niña su deseo activo. Pudiera ser tentador afirmar que existen tres tipos de actividad infantil. El primer tipo, corriente, es la actividad de la madre proveedora de todo, tal como la observa e! niño en su identificación más precoz con la madre. La segunda, también corriente pero mucho más tardía, tiene su origen en la identificación con el padre edípico. La niña es incapaz de llevar a cabo por completo, este tipo, aunque lo intenta. (Estos intentos y fallas los conocemos perfectamente a través de las relaciones homosexuales entre mujeres y su rivalidad con los hombres). El varoncito con un desarrollo temporario más bien que con una insuficiencia anatómica irremediable, y por esto en posesión de una total identificación potencial paterna poderosa, consigue realizar un papel paterno íntegro hacia la madre que abandona únicamente bajo la amenaza edípico de la castración por el padre. Pero existe un tercer tipo de actividad, no corrientemente conocida, en los niños de ambos sexos,' aparentemente inherente al individuo e independiente de los mecanismos de identificación. Nuestra ignorancia con respecto a la actividad hace dificultosa la descripción y nos vemos obligados a hacer uso de analogías. El joven paje de! teatro, un pape! siempre representado por mujeres, personifica este tipo de actividad, siendo característica del niño no castrado o más bien sexualmente indiferenciado. Hace poco una enferma con una fuerte ligazón materna dijo: "No es realmente que yo quisiera ser un hombre. Creo que en realidad quisiera ser Un varoncito." La fantasía infantil de esta niña era la de ser un paje de la corte real. La actividad necesaria para la identificación paterna sin duda utiliza toda forma preexistente, añadiendo finalmente e! sello de la masculinidad. Este tipo último y que todo lo incluye, no es realizado nunca enteramente por la niña. El deseo activo de la niña de poseer un pene tiene su comienzo en la observación de la diferencia entre los sexos y la determinación de poseer lo que posee el varón. Esta base primitiva es narcisista. Se forma un funda- FASE PREEDÍPlCA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 419 mento real cuando la niña se da cuenta que sin el pene ella es incapaz de conquistar a la madre. Normalmente coincide el abandono del deseo activo de poseer un pene y el enlace con la madre. Contrariamente a nuestras ideas anteriores, el deseo de posesión del pene no es cambiado por el de poseer un bebé, pues como hemos visto, este último lo ha precedido. En el curso normal del desarrollo lo imposible es abandonado y lo posible retenido. La. niña concentra su energía en el deseo permitido y legítimo de poseer un bebé. El deseo activo de posesión del pene, este deseo de posesión completa y permanente de un pene, da lugar al deseo pasivo de poseer un pene, el deseo de recibir el pene del hombre en el coito. Fuera de ello, como lo sabe la niña, ella desea tener un niño. De tal manera ambos deseos se unen en definitiva. Primitivamente narcisistas, ambos deseos encuentran' el siguiente fundamento pasajero en la relación materna, antes de que se liguen definitiva y permanentemente al padre. Examinemos ahora la masturbación fálica de la niña, tanto menos familiar para nosotros que la del varón. Es un hecho sorprendente que muchas mujeres adultas desconocen la masturbación y el orgasmo. Quizás no sea correcto denominar a estas mujeres frígidas; ellas son sensibles al coito, y su placer, aunque difícil de describir, es innegable. Pero es más bien difuso que específico, y carece de la curva alta, aguda y típica del verdadero osgasmo. Sabemos que el clítoris es el 'órgano ejecutivo de la sexualidad infantil de la niña. Sabemos también que el primer objeto de esta sexualidad es la madre. Una de las diferencias mayores entre los sexos es el enorme grado con que la sexualidad infantil es reprimida en la niña. Excepto en estados profundamente neuróticos, ningún hombre recurre a una represión semejante de su sexualidad infantil, La represión de la niña da frecuentemente como resultado una severa limitación de toda su sexualidad con lesión permanente de su psiquismo. Freud ha explicado la aversión de la mujer por la masturbación en base al trauma de castración: cada acto (o intento) de masturbación revela de nuevo a la niña el hecho físico de su castración. Las niñas parecen abandonar el uso de las manos en la masturbación más temprano y con más frecuencia que los varones, aunque naturalmente el mismo fenómeno se encuentra en los varones. La masturbación es entonces realizadapor la compresión de los muslos. El uso de la mano revela con demasiada claridad tactil ra naturaleza actual del genital de la. niña, siendo en consecuencia abandonado. 420 REVISTA DE PSICOANAL1SIS La castración es indudablemente -la base narcisista para la represión de la masturbación en las mujeres. Pero hay otra razón. Hemos visto que el abandono del primer objeto amoroso por la niña es acompañado de gran amargura. Mientras el varón adquiere lo que hemos llegado a considerar el desprecio normal del varón por la mujer, la niña, incapaz de tal desprecio por su misma naturaleza, se libera de la madre con un grado de hostilidad mucho mayor de lo que comparativamente puede encontrarse en el varón. La madre y la masturbación fálica de la niña están tan íntimamente ligadas, que parece razonable creer que la pérdida de una está de algún modo relacionada con la pérdida de la otra. Mientras el clítoris es usado indudablemente durante el complejo de Edipo positivo debido a que la niña está obligada a utilizar lo que está a su alcance, resulta cierto que el objeto primitivo y, pudiera decirse, el más apropiado de la actividad clitoridiana. es la madre. Por lo tanto, aunque la niña utiliza su clítoris para la masturbación con fantasías edípicas pasivas, su papel primitivo ha sido abandonado, en otras palabras, reprimido, con el objeto primitivo. Todos estamos familiarizados con aquellos casos difíciles en los cuales la masturbación ha sido.reprimida tan intensamente y en una edad tan temprana que su recuperación en el curso del análisisparece ser casi imposible. Estas mujeres pueden presentar sin embargo una fuerte fijación paterna, puesta de manifiesto en diversas fantasías edípicas que, sin ernbargo,no se acompaña de ninguna actividad masturbatoria tísica. Recuerdo un caso especialmente instructivo de una mujer con una fijación paterna muy fuerte pero sin poderse asegurar masturbación física alguna. Su análisis demostró que había estado profundamente ligada a una niñera que había sido despedida cuando la enferma tenía dos años de edad. La enferma transfirió inmediatamente su amor por la niñera al padre, al cual quedó ligada en forma extraordinaria. Pero la masturbación tan absolutamente reprimida a los dos años de edad fué recuperada al final de un análisis prolongado y exitoso, en el curso del cual fué esclarecido que esta represión coincidió con la represión del enlace materno, o· en este caso con la sustituta de la madre. La sensibilidad de la vagina, como sabemos deriva primariamente del clítoris y secundariamente del ano. Es un problema si, como se ha afirmado anteriormente, la vagina es siempre o casi siempre un "órgano silencioso" hasta la adolescencia. Parece ahora probable que exista una sensibilidad va- FASE PREEDÍPlCA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 421 ginal precoz de origen anaL Un grado notable de sensibilidad anal parece favorecer el desarrollo de sensaciones vaginales precoces, probablemente porque el ano como la vagina son órganos receptivos y como tal transfiere el ano su sensibilidad pasiva a la vagina mucho antes de que lo haga el clítoris activo. Es innecesario decir que aun cuando tal sensibilidad vaginal existe, su papel es decididamente menor y secundario al del clítoris como órgano de la sexualidad infantiL U na correlación de la sensibilidad clitoridiana y vaginal con la edad de la niña cuando abandona la madre y se liga al padre aclararía mucho las relaciones entre la naturaleza del órgano sexual y su objeto amoroso. Como sabemos no todas las niñas abandonan la masturbación al. tiempo que abandonan su enlace con la madre. Las razones para la continuación de la masturbación son múltiples y no necesitan ser expuestas aquí. Pero es importante hacer notar que la represión de la masturbación en las niñas coinciden en la realidad frecuentemente con el abandono de la madre como objeto de amor. Si se recuerda qué difícil es penetrar en las represiones que rodean al primer objeto amoroso de la niña, se llega a un indicio en la búsqueda igualmente difícil de la sexualidad de ciertas mujeres. Sabemos que la relación' exclusiva madre-niño está destinada a la extinción. Diversos factores conspiran contra ella, siendo quizás el más fuerte de todos su naturaleza primitiva, arcaica. La ambivalencia y pasividad caracterizan a la relación primitiva destruyéndola finalmente. Predomina la hostilidad y la rebelión cuando el impulso pasivo es demasiado fuerte, o cuando factores externos dificultan la actividad deseada. La actitud edípica del varoncito frecuentemente nos permite una visión dentro de la actitud preedípica. Un complejo de Edipo excepcionalmente intenso, combinado con una dificultad excepcional de abandonarlo, aun arriesgando la castración por parte del padre, casi siempre significa la existencia de obstáculos en la producción de una actividad edípica normal, o ha habido demasiada agresión .contra la madre por cualquiera de las razones conocidas por nosotros, o por razones desconocidas la unión pasiva ha sido demasiado fuerte. En estos casos el varón se aferra obstinadamente a su relación edípica activa que él ha logrado con tanta dificultad. El cuadro clínico es el de una profunda fijación materna en el plano edípico, pero un estudio más minucioso revela que mucho de la fijación es pasivo en vez de activo y preedípico en vez de edípico, • 422 REVISTA DE PSICOANALISIS Ya hemos investigado el destino de la relación de la niña con la madre y hemos visto que el fracaso del período preedípico suministra las bases para los celos y antagonismos manifestados por la niña en el complejo de Edipo normal. Agregando al hecho de que estos planos más tempranos del desarrollo' son los más amenazados por cambios, represiones y extinciones, hay rencores definidos que el niño guarda hacia la madre que son generalmente el resultado de acontecimientos traumáticos exteriores. En nuestra consideración de las causas de la agresión contra la madre, estos rencores ya han sido mencionados. Pero además de ser una fuente primera de agresión contra la madre, tiene posteriormente un papel en la disolución final del enlace materno. El destete es indudablemente la interferencia mayor en las relaciones entre en niño y la madre. Probablemente es cierto que no importa cuan temprano el destete se produzca. El niño reacciona emocionalmente no sólo a la falta de alimento, que puede ser compensado de otro modo, sino a la falta del seno mismo. El desengaño con la madre en esta temprana edad, constituye un debilitamiento latente de las relaciones, un debilitamiento que traumatismos ulteriores reactivan. Sabemos que un embarazo inrercurrente por lo general modifica la ·leche materna en tal forma que el destete se impone. Luego el nacimiento de un hermano o una hermana ocupa más adelante a la madre, que, por lo menos en la fantasía ha sido hasta ahora de pertenencia exclusiva del niño. Los celos y la hostilidad están dirigidos primero contra el recién nacido, luego de vuelta hacia la madre, que naturalmente es la responsable de la presencia del intruso. Ahora comienza a ser percibido el papel del padre, relacionándolo al nacimiento del hermano o hermana más joven. La rivalidad con el padre resulta inútil a los niños de ambos sexos. Por lo tanto, el rechazo sexual por la madre resulta inevitable. Debe recordarse que la madre que por sus cuidados físicos del niño ha estimulado o aún iniciado su actividad fálica, ahora intenta prohibir la masturbación infantil que ella misma ha provocado y de la cual es el objeto. Estamos todos familiarizados con las reacciones más o menos traumáticas del niño ante cualquier intento por parte de la madre de suprimir la masturbación, sea o no acompañado por las usuales amenazas de castración. Es inva- riablemente la madre la que expresa la amenaza de castración. Pero a pesar de este hecho práctico es el padre, por cierta necesidad biológica, el que castrará FASE PREEDÍPICA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 423 el niño mientras que la madre' permanece. con dicho poder sobre la runa, La castración de la niña por el padre parece ser, como tantas otras cosas, simplemente la segunda edición de la castración primitiva por la madre. La reacción hostil del niño a la amenaza de castración es bien conocida. Pero hay otra reacción debida indudablemente al temor de culpabilidad del propio niño ante los peligros de la masturbación. El niño, temiendo la masturbación y sin embargo incapaz de abandonarla, realiza un pacto no pronunciado' con la madre o la niñera prohibidoras. Son éstos los niños que no pueden ira dormir no estando la madre con ellos, cuya vida se vuelve insoportable al ausentarse la niñera durante los días francos. Se pega a la madre o a la niñera en la esperanza que sean advertidas las funestas consecuencias de la masturbación. Se rebela contra la prohibición de la masturbación pero queda agradecido por la ayuda dada en su lucha contra la masturbación. Es obvio que en estos casos, el abandono de la masturbación por orden de la madre, ha terminado en un excesivo grado de dependencia regresiva, pasiva, de la madre. Pero la madre no solamente rechaza y descuida al niño y le prohibe la masturbación. Su mayor crimen consiste en ser despreciada como objeto amoroso debido a su castración. A esta castración el varón normal reacciona con un grado de desprecio el cual, modificado, persiste a través de su comportamiento posterior con respecto a las mujeres. Hemos visto ya antes que la niña reacciona Inucho más intensamente a la castración materna que el varón. Por una parte la madre no ha dado a la niña' un genital adecuado. Por otra parte la niña se ve obligada a admitir que esta omisión es indudablemente debida a que a la madre misma le falta el pene. La madre que se hace asi responsable por la insuficiencia sexual, cesa simultáneamente de ser el objeto de amor debido a su inferioridad. Cuando la niña se conforma más o menos con la falta del pene, ella se propone tomar como objeto de amor un individuo cuya posesión del pene está asegurada y por cuyo amor aun vale la pena sufrir o, en realidad, aceptar' la castración. La castración por el padre adquiere un valor libidinoso, haeién- . dose una virtud de una necesidad. En este caso la niña se identifica con la madre castrada; y éste es su papel, por supuesto, durante el complejo de Edipo pasivo. Es imposible delinear la influencia de la fase preedípica en el ulterior desarrollo, sin una descripción completa y minuciosa de la sexualidad infan- REVISTA 424 til íntegra. DE PSICOANALISIS Consideramos por lo tanto uno o 'dos cuadros clínicos en los cua- les la influencia preedípica era especialmente notable. La primera enferma en la cual la sexualidad preedípica se ponía de manifiesto inequívocamente fué la mujer paranoide a la cual me he referido anteriormente. Lo más notable de este caso era la total -ausencia del complejo de Edipo normal. La seducción traumática había fijado ala enferma tan fuertemente a su primer objeto de amor homosexual que todo ulterior desarrollo estuvo bloqueado. La pobreza del desarrollo intelectual determinó un ser simple, infantil, en el cual quedaron pendientes las actitudes y mecanismos preedípicos, normalmente cubiertos por las complicaciones del complejo de Edipo. Juzgo este caso extraordinariamente raro, debido a que su existencia es debida a la naturaleza poco común de las circunstancias del traumatismo. Pero el conocimiento obtenido en este análisis y aplicado a otros enfermos demostró que la diferencia era sólo de grado, y que además no es esencialningún traumatismo particular, como por ejemplo la seducción, para la formación de este cuadro clínico, el cual, en vez de ser excepcional ha demostrado ser completamente común. Las mujeres no desarrolladas, primitivas con una heterosexualidad insuficiente y un enlace infantil incuestionablea la madre, se presentan casi siempre con regularidad a una analista. Este tipo de sujetos no consultan al analista masculino debido a que hay una falta absoluta de contacto con el hombre. El grado de éxito que tuvo la mujer al abandonar su primer objeto de amor y de concentrar su libido en el padre influyó en toda su vida ulterior. Entre el enlace exclusivo a la madre y la transferencia completa de la libido al padre existe una innumerable cantidad de casos intermedios. Casi pudiera decirse que el éxito parcial es más bien la regla que la excepción, tan grande es la proporción de mujerescuya libido ha quedado fijada la madre. a La fase preedípica del varón, a pesar de ser en comparación más breve, es quizás menos dramática que en la mujer, pero de igual modo trascendente. Resulta ·10 que hemos llegado a considerar la neurosis típica del hombre: su enlace pasivo al padre en el denominado complejo de Edipo negativo. En esta. introducción me veo obligada a limitarme a aquellas observaciones que me han permitido creer que la actitud sumisa del .hombre con respecto al padre tiene su origen en la fase preedípica. Se omite necesariamente otros factores etiológicos, como el masoquismo. Hemos visto, cuánto se parece la niña en su enlace activo preedípico J FASE PREEDÍPlCA DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO 425 la madre al varón en su complejo de Edipo activo. Vemos ahora que el varón se parece mucho en su complejo de Edipo negativo o pasivo a la niña en su relación edípica pasiva positiva, con el padre. Incapaz de llevar a cabo completamente la actividad del varón en su identificación con el padre, la niña regresa a su identificación con la madre activa. Bajo la influencia de la castración ella transfiere su pasividad ante la madre, al padre. Pero el varón también llega a tener obstáculos en su identificación edípica con el padre. El primero de éstos es lo que quisiera llamar la "pasividad nuclear" del niño, esta pasividad primitiva de amplia variabilidad constitucional y con la cual ya nace. A veces, o como el resultado de una fuerte tendencia a la regresión, o por la presencia de un punto de fijación desconocido en el plano preedípico, o debido a cierta imposibilidad constitucional de vencer la inercia primitiva, el desarrollo de la actividad es perjudicada. Un obstáculo adicional es una fuerte agresión contra la madre. Las causas externas dé la hostilidad son múltiples, pero además ciertos seres humanos problablemente poseen, actual o potencialmente, un número de impulsos agresivos mayores que otros. Si la actividad es dañada de este modo en sus orígenes, parece muy probable que rasgos de este daño, como aquellas manifestaciones somáticas por lesiones del plasma germinativo, se hagan evidentes en cualquier momento del curso ulterior del desarrollo. Durante el complejo de Edipo activo del varón la agresión contra la madre se puede manifestar como amor sádico. Pero una hostilidad fundamental se opone seriamente a un completo desarrollo del amor edípico normal y una ambivalencia persistente socava más la relación. Estos individuos están sensibilizados a los traumatismos y el rechazo o desengaño edípico frecuentemente termina en una regresión al enlace más temprano con la madre, enlace que pertenece, como sabemos, más bien al plano activo-pasivo que al fálico-castrado. Esta regresión le permite al varón esquivar completamente el asunto de la castración. .La imposibilidad de aceptar la castración de la madre es por sí misma frecuente causa de regresión. Bajo estas circunstancias solamente, sujetos fálicos son aceptables como objeto de amor. En este cuadro clínico de homosexualidad masculina manifiesta, la influencia de la fase preedípica es innegable. Pero el tipo neurótico principal que resulta de la fijación preedípica es aquel del hombre con un complejo de Edipo pasivo. Ante la evidencia de la castración materna, el varón se ha identificado con la madre habiendo to- 426 REVISTA DE PSICOANALISIS mado al padre como objeto amoroso. Hemos descripto la forma en que la niña transfiere su pasividad ante la madre al padre y hemos visto también que el varón neurótico sigue una senda similar. Pero el varón, el cual debido a la castración de la madre ha transferido su pasividad de la madre al padre, no se ha beneficiado con esta transacción. Su posesión del falo es más adelante amenazada por su amor por el padre. Las diversas maneras (métodos) " de- resolver este problema.son reflejadas en las innumerablesmanifestaciones Clínicas-de las neurosis. Puede resultar una psicosis paranoica cuando -el amor por el padre es tan intenso que no puede ser soportado. A veces; por otra parte, el individuo tiene éxito al transferir su pasividad del padre de vuelta al primitivoobjeto, la madre, esquivando de tal manera la esfera paranoica del padre. En estos casos resulta una neurosis que está caracterizada a través dé toda la vida por una oscilación periódica de unpadre al otro. Donde estos individuos han tenido éxito en un enlace más o menos permanente con la madre, resulta una "fijación materna". Se ha supuesto siempre que estos individuos no pueden abandonar su objeto edípico. Pero un examen más minucioso revela que la madre que no puede ser abandonada, es la madre fálica-y que la relación no es dominada por el habitual amor edípico activo, sino por un enlace que en gran parte es preedípico y pasivo. Debido a la naturaleza primitiva de este enlace pasivo, tenaz, a la madre, resulta una relación intensamente ambivalente entre el hombre y la sustitución materna. Su pasividad y su dependencia de -la madre fálica se resienten y rebelan contra esto, por su entera masculinidad. Aquí es evidente que la persistencia de la pasividad preédípica ha llevado auna mal formación del complejo de Edipo mismo, habiendo jugado un papel quizás mayor en la génesis y seguramente en el mantenimiento del amor pasivo del hombre por su padre. Mientras yo me inclino a creer que esta pasividad no asimilada y no resuelta es ampliamente responsable de estas anomalías del desarrollo, existe posiblemente también una actividad primitiva, cuya naturaleza y posible papel patogénico, no han sido estudiados aún. Constituye un axioma que las dificultades de investigación y las tentativas de nuestros descubrimientos varían inversamente con la edad del niño en tratamiento. Este axioma es mi excusa por la naturaleza fragmentaria de mi trabajo. Traducción del inglés por el doctor E. PICHON RIVIERE.