Aproximación a la persona antes de nacer, por Alberto Rodríguez Varela, 2ª ed., Buenos Aires, EDUCA, Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2006, 268 págs. - [ED, (24/05/2007, nro 11.765)] Por Casanova de Cabriza, Alicia Nora Las amenazas que se ciernen sobre la vida de la persona antes de nacer se han venido agravando sensiblemente; al presente, nuestro país vive una situación muy inquietante en cuanto "las perspectivas para la salvaguardia de la vida inocente son bastante sombrías", no obstante lo cual en el contexto mundial "algunos indicios... nos hacen vislumbrar que tan nefastas tendencias homicidas serán finalmente revertidas" (págs. 28/9). La contradicción entre enaltecer y pisotear al hombre en su dignidad connatural como característica del siglo XX es el punto de partida del recorrido histórico desde el paganismo que, ajeno a la noción de persona humana, al valor infinito del hombre por el solo hecho de serlo y a los fundamentos metafísicos del derecho de nacer, respetó empero la vida humana entre la concepción y el alumbramiento; el autor contempla la realidad griega en la que el hombre estaba sometido a la polis con su yo íntegro, carente de derechos personales frente al Estado, pero desde la cual grandes precursores y propulsores del pensamiento filosófico pusieron las bases de una antropología que más tarde alcanzaría su plenitud; observa el papel que le cupo a Roma en el camino del iusnaturalismo, y el de Israel que, al colocar al ser humano en lo más alto del Cosmos, reconoció la individualidad y la dignidad del hombre desde la concepción (Capítulo I, La persona humana). Esa visión humanista alcanzó nuevos fundamentos, dimensiones infinitas, en la Encarnación del Verbo; puesto que todos los hombres fueron redimidos al precio de la Preciosísima Sangre, y el servicio de Dios tiene lugar en el prójimo sin lugar a distinciones basadas en las condiciones concretas de cada uno. La expansión del Cristianismo modificó profundamente los ordenamientos jurídicos y políticos, merced a una visión original de la persona humana, su dignidad y sus derechos inalienables, porque está hecha a imagen y semejanza de Dios y ordenada sobre todo y en primer lugar a Él, su Último Fin, "y al mundo de las otras personas con las que naturalmente entra en comunicación singularmente profunda" (pág. 54); la comunidad política es la expresión de la sociabilidad connatural del hombre, el Estado está sujeto a normas objetivas y heterónomas irrenunciables de inexcusable observancia por gobernantes y gobernados, quienes deben obedecer ante todo a Dios; una antropología novedosa que se difundió a lo largo y a lo ancho del planeta. El Capítulo II (La persona concebida) se centra en un punto hoy altamente controversial, la humanidad del nasciturus, que nuestro siglo niega reiteradamente de espaldas a la tradición hebrea, cristiana e islámica (pág. 123) que durante dos mil años inspiró a las leyes sancionadas bajo su influjo. La ciencia moderna confirma que el no nacido pertenece a la especie humana; el óvulo fecundado es una nueva realidad biológica distinta de la materna, con un patrimonio cromosómico propio, con un código genético programado que se mueve hacia una existencia humana adulta. Esas definiciones permiten concluir en clave filosófica en el sentido del surgimiento coetáneo de la vida humana y del concepto metafísico y jurídico de persona. Por lo demás, conforme las enseñanzas de la Iglesia Católica, depositaria del Mensaje Evangélico en el que "las vidas de Jesús en María y de Juan en Isabel tienen un claro reconocimiento en el mismo capítulo de San Lucas" (pág. 68), la vida humana debe ser protegida y favorecida desde su comienzo, siendo dable destacar que hoy, bajo el predominio de una mentalidad hedonista, la eliminación directa y voluntaria de seres humanos inocentes, "sea a través de la destrucción de la vida embrional concebida en forma extracorpórea, del aborto o de la eutanasia, adquiere especial universalidad" (pág. 76). Analiza muchas cuestiones puntuales, concluyendo v. gr. que la división gemelar y las quimeras no habilitan para objetar que el embrión sea una sustancia individual desde el comienzo de su existencia, que en momento alguno existe un preembrión susceptible de ser tratado como un objeto, que las teorías que postulan la "humanización retardada" son inaceptables por fallar su coherencia interna y contrariar las evidencias de la experiencia y la razón; se refiere a la trágica realidad actual de los sujetos concebidos in vitro y crío conservados y descalifica a la fecundación artificial heteróloga con variados argumentos. La propuesta del Capítulo III (Derecho natural y persona humana) es analizar los fundamentos suprapositivos de las leyes humanas, avocándose luego a las aberraciones cometidas en las últimas décadas y a la legislación dictada al efecto; en ese cometido se adentra en el pensamiento de la modernidad, en la inteligencia de que los embates del racionalismo, el positivismo y el historicismo sin esencias fueron superados por el iusnaturalismo que "en vísperas del siglo XXI... suministra la respuesta a la que pueden acceder los hombres de buena voluntad, aunque no hayan alcanzado la fe cristiana, para enfrentar todas las extralimitaciones totalitarias" (págs. 135/6), y explicita el contenido de muchas admoniciones papales en torno del relativismo moral, los límites de la democracia, la dignidad del embrión humano y el deber de resistir el mandato injusto, con específica atinencia a los temas en trato. En el Capítulo IV, que se titula El mundo contemporáneo, descubre que las tendencias permisivas del siglo XX han socavado la intangibilidad del derecho a nacer, abriendo paso a una nueva mentalidad que se ampara en una versión corrompida de la libertad, con el favor del materialismo, el inmanentismo, el relativismo y el neomalthusianismo; el siglo XX desincriminó en general el aborto, que en principio había sido merecedor de la pena capital tipificándoselo en el siglo XVIII bajo severas sanciones penales. Reseña la experiencia mundial en la materia, trae a colación acabadas muestras de desprecio por la vida del humano por nacer y también algunas ejemplificadoras conductas como la del monarca belga, auténtico príncipe cristiano que en 1973 y sin atribuciones para vetar un ordenamiento inicuo prefirió abdicar; y la del Presidente de Polonia que se negó a promulgar una ley similar en 1994. En suma, el presente trabajo luce una singular riqueza de fuentes, expuestas sin retaceos; las Sagradas Escrituras, el Magisterio, los Padres y los Doctores de la Iglesia, pensadores de la antigüedad griega y romana a través de los textos mismos y sus comentarios llegando hasta los más recientes; la voz de los pastores, la filosofía general, moral, política y jurídica, el aporte científico proveniente de diversas especialidades, la legislación vigente interna (nacional y local) y comparada, los proyectos normativos más relevantes, la jurisprudencia nacional (CS) y extranjera, la doctrina jurídica, manifestaciones de las entidades intermedias, publicaciones periodísticas. El Dr. Rodríguez Varela compulsa la realidad hasta en sus más mínimos detalles, se adentra en ella profundamente; el resultado, una síntesis valiosa y acertada que clama en favor de que las espeluznantes tendencias regresivas en boga reviertan con urgencia, a riesgo de que en breve sea demasiado tarde. voces: bioética - aborto - persona - filosofía del derecho - iglesia católica