Resumen de obra de teatro “Ankali, aventuras de un niño aymara” Ankali y Amankai son dos hermanos huérfanos que viven con su abuelo en un pueblo aymara del norte de Chile. Es un día caluroso de verano y están llenando un canasto con choclos. Ankali no está conforme, él sueña con conocer otros lugares y sobretodo, sueña con tocar con la banda del pueblo para el carnaval de la Pachamama, madre-­‐tierra para la cultura aymara. Deja a Amakai con los choclos y se va. Entonces parte donde su abuelo, un sabio anciano del pueblo, además artesano, que construye instrumentos musicales. Ankalí le pregunta si será posible que este año toque el charango en la banda del carnaval. El abuelo le dice que aún es pequeño para eso y que charanguistas hay varios, que lo que se necesita es alguien que toque la quena. Ankalí no sabe tocar la quena, ni siquiera tiene una. Sin embargo, está dispuesto a aprender, a estudiar y a esforzarse para ello. Entonces su abuelo le regala una, explicándole que trate de aprender sin ansiedad, que si no lo logra este año, será el próximo. Ankalí feliz, le muestra la quena a su hermana y trata de sacarle algún sonido, pero es muy difícil y no le resulta. Se esfuerza mucho sin resultados, decepcionado se va al corral de las llamas y se acurruca sobre una de ellas. Una de las llamas, Chuquitinta, le pregunta qué le pasa y Ankalí le cuenta su historia. Ella lo anima a seguir esforzándose, a no dejarse vencer y a preguntarle a su sabio abuelo dónde encontrar al Sereno, un ser que lo puede ayudar en esto. Ankalí no sabe quién es el sereno y Chiquitinta cree que es muy pequeño para saberlo aún, de manera que no le cuenta nada más y lo invita a conversar este tema con su abuelo. Al día siguiente, Ankalí se anima y le cuenta al abuelo cuánto le ha costado aprender a tocar la quena sin éxito y finalmente le pregunta por el sereno. El abuelo se extraña y se molesta que alguien le haya hablado de ese tema a su nieto. El abuelo no quiere contarle sobre este místico ser, ya que Ankalí es aún muy pequeño, pero Ankalí insiste tanto, tanto, que termina revelándole la verdad: Según la creencia aymara, en el Manqa Pacha o mundo de abajo habita el “Sereno” que es “el sonido mismo de la música”. Se presenta como el sonido de las hojas movidas por el viento, el canto de la aguas, el silbido de las alas de un cóndor o un flamenco en pleno vuelo. Los sonidos de la naturaleza están regidos por el poder del señor de la música. Es un ser mágico, pero a la vez peligroso. Cuenta la leyenda que el sereno tiene la capacidad de otorgarle a los instrumentos los sonidos más maravillosos que jamás alguien haya escuchado, pero que también es muy celoso de su espacio, por eso quien cruza mirada con él, puede llegar a ser maldecido y contraer graves enfermedades. Ankalí le pide al abuelo que le cuente dónde puede encontrar al sereno, pero el abuelo no lo hace ya que puede ser muy peligroso para el niño. Ankalí busca muchas maneras de convencer a su abuelo para que le diga lo que él necesita: limpia el taller, cocina, le lleva una torta, se disfraza de anciano, en fin, pero nada le da resultado, por lo que queda triste tratando de sacarle algún sonido a su quena. El abuelo siente compasión de él. Sabe que Ankalí sueña con ser músico como su padre y lo ha visto esforzarse por conseguir su objetivo. Entonces decide contarle dónde habita el sereno y se lo dice: en la vertiente sagrada, cruzando el valle, llegando a la gran montaña. Pero es peligroso ir solo, por lo que le dice que deberá ir con su hermana Amankai, pues ella ama su tierra y su cultura y porque para ir en busca del sereno es condición ir con algún familiar. La hermana no está muy de acuerdo al principio pero acepta luego de que Ankalí le cuenta la razón de este viaje y lo importante que es para él Finalmente llega el día en que los niños parten a su aventura por el desierto de Atacama. Van muy felices cantando hasta que llegan a unas ruinas dónde comienza a soplar el viento y los asusta. El viento les habla y les pide que se vayan, que esos territorios son sagrados. Luego aparece un extraño ser parecido a un choclo llamado carbunclo, que les canta una canción mientras les explica que todos lo quieren atrapar pues él lleva oro y riquezas. Los niños se sorprenden pues a ellos no les interesan esas cosas, sin embargo, poco a poco se van interesando en el oro del carbunclo, como hipnotizados, lo persiguen, se pelean por atraparlo hasta que se dan cuenta que algo les pasa, le pegan con la quena en la cabeza y se van. Se ríen por el chichón que le debe haber quedado al carbunclo y siguen su camino. Se dan cuenta que no tienen el mapa pues a Ankalí se le quedó en la casa. Comienzan a discutir hasta que de pronto aparece un cóndor que vuela majestuoso sobre ellos. Los niños lo contemplan maravillados y en silencio. El cóndor deja caer un papel que los niños recogen. Es el mapa que habían olvidado y en el reverso hay una carta que los padres escribieron a sus hijos, para guiarlos y cuidarlos en su vida y en esta aventura. Ellos la leen y se abrazan emocionados. Después descubren que por fin han llegado a la vertiente sagrada, se refrescan con su agua y dejan la quena en la orilla. Se esconden detrás de la roca, en espera que venga el sereno. Ya es de noche y se acurrucan mirando las estrellas hasta que se quedan dormidas. Al día siguiente son despertados por unas graciosas libélulas que habitan en la vertiente. Ankalí observa su quena en el mismo lugar en que la dejó la noche anterior. La toma, la sopla y por primera vez, de ella salen sonidos muy hermosos. Amankai comienza a bailar de alegría, saca su zampoña y toca música también. Antes de regresar le dan las gracias a la Pachamama por haberlos ayudado y hacen una pequeña ceremonia. Vuelven al pueblo felices, cantando. El pueblo ya está adornado y preparado para el gran carnaval. El abuelo los está esperando y los recibe con alegría. Los niños se integran a la fiesta riendo y tocando sus instrumentos.