p AA p 40 - Revista de la Universidad de México

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"Primer Ciudadano"
de la Escuela
HIJO de un soldado de San Martín y de una
tejedora ejemplar que echó sobre sus hombros
el sostén del hogar y la educación de sus niños,
Domingo F. Sarmiento nació e! 15 de febrero de
1811 en la 'pequeña ciudad argentina de San Juan.
Situada al pie de los Andes, separada de Buenos
Aires por centenares de leguas, desprovista de
las industrias que hubieran podido. asegurarle vidá
propia, la pequeña ciudad apenas si procuró a
Sarmiento niño la educación más que rudimentaria de su tiempo. Tanta era, sin embargo, la sed
de aquél por aprender y estudiar, que muy pronto adquirió las más altas distinciones de la es-.
cuela, y él mismo recordaría, después, con cuárita emoción fué proclamado en la fiesta pública,
"e! primer ciudadano de la escuela".
El alumno-maestro
Pero una vez concluída la enseñanza primaria,
la pequeña ciudad le resultó insuficiente. Perdidas
las esperanzas de conseguir una becá para estudiar en Buenos Aires, un tío de Sarmiento, capellán de San Martín en otros tiempos, se 10
llevó consigo a su iglesita. Perdida en medio del
campo, en un villorrio aún más miserable que
San Juan, la capilla del presbítero fué para Sarmiento el comienzo de su nueva educación. Bajo
la vigilancia de su tío y a la sombra de los árboles, las lecturas comentadas le abrieron un horizonte que ni siquiera sospechaba. Y como en él
la vocación de enseñar fué muy temprana, instaló en unos troncos de árboles los bancos de su
escuela y empezó a instruir en las primeras letra.,
a un montón de mocetones que, casi casi, le doblaban los años.
Gue;rillero, m~nero y desterrado
Empleado de un ingeniero, después; dependiente de una tienda, luego; en sus' ratos perdidos
continuó formando, a duras penas, su propia cultura. Malos eran los tiempos para aprender y
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enseñar. La guerra de la Independensia habIa:,
traído a la Argentina, como al resto de Améri,
ca, la desaparición de todo poder central. Multitud de pequeños 'señoríos, imponían en cada pueblo su propia voluntad. Conflictos pern1?-nentes
surgían así a ~ada paso, y entre e! desquicio que
la guerra civil vino a añadir a la lucha por la
emancipación, el joven Sarmiento fué él;rrastrado
como todos. Guerrillero, por' ahí anduvo también
dando sablazos, hasta que un día la cárcel le dió
unos meses de sosiego, y el destierro en Chile'
unos años de aventuras. Maestro de escuela, otra
vez; tenedor de libros, capataz de una mina,
en varias formas continuó defendiendo su derecho
a la cultura; y si en la cárcel argentina aprendió
francés a fuerza de voluntad y diccionario, en la
mina chiléna aprendió inglés con idéntico sistema.
La cultura superior
En su patria, mientras tanto, ocurrían algunas .
transformaciones favorables. Las sociedades se-o
cretas que en Europa reencendieron el movimiento liberal, despertaron también en la Argentina, alrededor de 1837, no sólo una viva curiosidad por las doctrinas sociaiistas de Saint Simón
y Leroux, sino un ligerO auge de las izquierdas
políticas. De regreso a su país natal, con más
tranquilidad ahora, y en la compañía de camara~
das muy al tanto de las más recientes producciones europeas, francesas, sobre todo, Sarmiento
encontró por fin la posibilidad de adquirir y sistematizar, en buena parte, la cultura superior pór
la que venía suspirando. Pero hombre de acción,
tanto como de pensamiento, no guardó esa.cultura
para sí. En la escuela, en el periodismo, en la
tertulia,. difundió incansable el socialismo utópico
que constituía su credo. Alarmado, el tirano Rosas, que ya señore~a en la Argentina, dió orden
de concluir con el osado. Apresuradamente, Sarmiento tomó por segunda vez el camino .del destierro. Pero seguro, más que nunca, de la victoria de su causa, escribió en la puerta de un rancho, distante apenas unos metros de la frontera
chilena, estas palabras expresivas que serían desde entonces su divisa orgullosa: "No se matan
las ideas".
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Tan ptonto401vió a Chile, Sarmiento arremetió.
c.ontrá. todoqo viejo y 10. caduco. En unión de al-.,
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.gun,?s .otr.p5': émigra~0s argentinos, alzó el pendón
·del - roman kismo)iter~rio
y social, 'y en defensa
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<fe esos ideafés' removió la atmósfera chilena con
, . 'án:io~ó~as:pofériíis:asqúe le. dieron .enseguida· exha~rdinaria nljlllbradía. Director de la Escuela
~ Norrriál ~'e. :Preceptores, en 1842; académico' de
/ la Fa<;uitad'de- Huuianidades, en 1843, Sarmient'0 .aumtptabci suagrésividad 'a medida que mas
alta le" r~s'u1faba, la tribuna.
- Y como desde ella vociferaba d!a~.a oía, nO. sólo contra los reaccioharios'de :Chile~en la literatura y las ideas, sino también-y quizárnás...:.....contra el tirano Rosas, que
oprimía ,na Arg~ntiria, intentó. éste que el Gobierno'deGhile 10 expul~ara a la Argentina. Comprendiend9-·Sarmi.ento que las circunstancias 10
obligabán' aúna of.ensiva a fondo, empezó a publicar, en folletín, de mayo a juma de 1845, los
capítulos.vehem:ent~sde su magnífico "Facundo".
Este Úbro~ clásico en la litératura americana y
traducido hoy a todos los idiomas, es un análisis
sociológico- de la realidad argentina, con la intención di' esclarecer las causas de las luchas que
en es'e mismo instante la desgarraban e inhibían.
. Un caudillo cél!:~bre en las pampas, Facundo Qui!oga,' le sirvió de motivo, y con el pretexto de
- escribir su biografía y narrar sus aventuras, Sarmiento hizo un. cuadro magistral-válido hasta
hoy por más de un aspecto y para más de un país
arrÍericano---del conflict~ entre .el feudalismo, que
él llamó "barbarie" y la burguesía naciente que
llamó "civilización":
El éxito del libro fué tan resonante que sus
propios amigos le 'aconsejaron que abandonara
Ohile. Y con una vaga misión que el Gobierno le
confió,' S,?-rmiento emprendió viaje para Europa.
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truirla desde los cimientos, y enseñar al puebl6,
e,s decir, al soberano, los rudimentos de todas las
artes, de todas las industrias. Con más vigor que
nunca, reinició sus campañas de maestro. En' su
opinión, los males de la América nuestra no te:
nían más remedio que la úlseñanza popular.
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La caída del Tirano
, En esos mismos años, la tiranía de Rosas llegaba a su fin. Un podero~o ejército en que los argentinos alternaban con brasileños y uruguayos,
puso fin, en 1852, alrégimen.de oprobio que había manchado a la Argentina. Avisado a tiempo,
Sarmiento tuvo la dicha de incorporarse a las filas del ejército libertador y de entrar triunfante en Buenos Aires.
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. Sarmiento; viajero
¿ Será necesario decir 10 que ese viaje representó para una mentalidad fo.tan deseosa. de aprender
como la suya] Con el ojo alerta recorrió la Europa culta, y puesto que la educación popular.
seguía siendo el tema central de sus preocupaciones, resolvió completar. con un viaje por los Estados Unidos las múltiples ei?señanzas que el viejo Contillente le había procurado. La vigorosaburguesía yanqui, en pleno ascenso triunfal, 10
llenó de entusiasmo. La "civilización" ¿ no estaba
allí concluyendoyara, ~iempre con los' "bárbaros" ?
((Educdr al soberano JJ
De.egreso a 'Chile en 1848, Sarmiento afirmó
que a 'la Am~rica Hispánica había· que recons-
La organización de la Argentin.a
.
Una nueva vida comenzaba. Después del ataque y de la crítica, era necesario construir. De un
lado, Buenos Aires, con su puerto, que quería para sí las rentas copiosas de la primera áduana del
país; del otro, las provincias empobrecidas que
aspiraban a compartir el rico botín de la hermána privilegiada. Desórdenes, batallas, crímenes,
agitaron de nuevo a la Argentina. Partidario de
unidad nacional; en el Gobierno, unas veces; en
el destierro, otras, Sarmiento particípó ardorosamente en los mil y un incidentes de aquellos tiempos de zozobra. Concejal, director de escuelas,
senador, gobernador, no hubo una sola iniciativa
de progreso que no llevara al pie la firma de
Sarmiento.
Otra vez en Estados Unidos
Como Ministro Plenipotenciario, de la República Argentina volvió en 1864 a los Estados Uni. dos que tanto amaba. El aprendiz del primer viaje
regresaba hoy, hombre de estado. En inmejorables condiciones se encontraba para observar y
juzgar. .Viajó por eso, infatigablemente, "pegado
al vidrio de la ventanilla de los trenes"; hurgó
los secretos d~ parlamento y de la escuela; se
vinculó con las figuras más ilustres. La Universidad de Michigan le confirió el diploma de doctor; el Gobierno de la Unión, le invitó a presidir
el Senado Nacional, como honor especialísimo.
Presidente de la República
Su patria, mientras tanto, no, le perdía de viEta.
Manos amigas lanzaron en' 1868 la candidatura
de Sarmiento a la Presidencia de la Nación. Ante
el asombro de muchos, la candidatura triunfó.
Por vez primera en la historia d'e la América
nuestra, un maestro de eséuela alcanzaba la más·
alta ·dignidad reservada a un ciudadano. De 1868
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a 1874, Sarmiénto 'presidió los destinos del país
que tantas fatigas'~e había -dado. Hombre deactión comó liasta ento'nces no se vio ninguno en la
.' Argentina, Sarmiento impuso', desde el '9¿bierno
su robusto -lema' de esJadista: "Hacer las cosas,
/hacedas ;lal, pero hacerlas". El país' se. convirtió
p.ato' su~ _órdenes ·en un· taller de arteSános revol~osos que se burlab~p a veces de si.l jefe y se arro- .
jaban a un dos por tres las herramientas; pero
el impulso. 'formidable que supo trasmitirles le- .
vantó a la Argentina de su inercia; la impregnó
- ,de cultura y alm.a modernas y-le aseguró por ese' entonces sobre las otras naciones del continente
latinoamericano, el mayorazgo indiscutible de la
, instrucción 'primaria. Tanta acción civilizadora y
tanta energía ejecutiva, le trajeron, como e~a de
_esperarse, el odio cerrado de todas las 'derechas.
Yel 23 de agosto de 1873, a escasos meses. de
.concluir la Presidencia, un miserable puso en la
vida de, S'armiento, el detalle que nunca falta en
la biografía de los grandes hombres: escondiéndose en la noche, esperó eí paso, de su coche y
le' descerrajó un tiro de trabuco, Por fortuna, el
arma había sido cargada con exceso· y explotó en'
la mano del agresor.
Al día siguiente del atentado se iñició en la
Bolsa una espontánea manifestación para saludar
al Presidente. Pero ni en la Cámara de Diputados, ni en la de- Senadores, una sola voz se l~­
vanto para condenar 10 sucedido. Poco tiempo
faltaba para concluir la Presidencia, y Sarmiento pudo ver en aquel silencio hostil cuántos rencores había levantado con sus obras, cuántas resistencias con su sinceridad, cuántas envidias con
su talento.
MI LIBRO DE --HORAS"
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Pero no' es aqttí el caso de aplicar i~' palabra
·nuevo. Lbs versos de González León son un 'puip
eco de su vida, y su' vida es' la. de sierrip~e: la misma casa vieja con ·'sus limpios 'corr~doresj
con sus cuartos' hoodos; con sus muebles anti,guas tapizados de reps; con sus palomas de. viñeta romántica espulgándose al sol ~ con sus ám- .
plias azoteas y sus tejados de tejas rojas con escurriduras de musgo; con las puer'tas y ventanas
de vidrieras verdosas.
La misma botica-en la plaza--:-:con &u letrero
ya un poco l)lás borroso.
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