1 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia La repetición bajo dos puntos de fuga: el psicoanálisis y la filosofía * David Santiago Mesa Díez Carrera Universidad Ciudad davidsantiagomsdz@gmail.com Resumen El siguiente escrito presenta algunas de las ideas más destacadas de Freud y Lacan sobre el concepto de repetición en psicoanálisis. La intención es poner en evidencia los aportes que cada uno de estos dos pensadores hicieron respecto al concepto de repetición, procurando resaltar el enfoque a partir del cual cada uno trabajó. Al final se entabla un diálogo entre psicoanálisis y filosofía, a partir de las ideas del filósofo danés Sören Kierkegaard sobre el concepto de repetición. Palabras clave: repetición, objeto a, saber, principio de placer. Abstract The following writing presents some of the most distinguished ideas from Freud and Lacan concerning the concept of repetition in psychoanalysis. The intention is to put in evidence the contributions that each of these two thinkers did with regard to the concept of repetition, trying to highlight the approach from which each one worked. At the end one begins a dialogue between psychoanalysis and philosophy, from the ideas of the Danish philosopher Sören Kierkegaard on the concept of repetition. Keywords: repetition, object a, to know, pleasure principle. * Expreso un especial agradecimiento a la profesora Beatriz Elena Maya, por los aportes y aclaraciones que me brindó desde el psicoanálisis para la elaboración de este escrito. 2 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia Résumé L'écrit suivant présente certaines des idées les plus détachées de Freud et Lacan a propos du concept de répétition dans l‘ensemble du psychanalyse. L'intention est de mettre à évidence les apports que chacun de ces deux penseurs ont fait par rapport au concept de répétition, en remarquant le point de vue à partir duquel chacun a travaillé. À la fin on commence un dialogue entre psychanalyse et philosophie, à partir des idées du philosophe danois Sören Kierkegaard sur le concept de répétition. Mots clefs : répétition, objet à, savoir, principe de plaisir. 3 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia El presente escrito tiene por objeto hacer un recorrido por las ideas más sobresalientes de Freud y Lacan respecto al concepto de repetición en psicoanálisis, haciendo una referencia al finalizar, y con la intención de mirar posibles rendimientos de ese concepto en filosofía, algunas ideas del filósofo danés Sören Kierkegaard sobre la repetición. En el tratamiento del tema, y con el fin de hacerlo de una manera ordenada, el texto está dividido en tres partes. En la primera parte, se intenta mostrar los progresos que fue haciendo Freud en la elucidación del concepto de repetición desde 1914 hasta 1920. Luego, en la segunda parte, se introduce algo del decir de Lacan sobre la repetición y se busca señalar a qué apunta él cuando afirma que en la repetición hay un saber que es medio de goce para el sujeto. Finalmente, en la tercera parte, se exponen algunas ideas sobre el concepto de repetición en Kierkegaard y se indican posibles puntos de encuentro y de desencuentro entre filosofía y psicoanálisis. 1. Freud ante el advenimiento de un más allá del principio de placer A todas luces 1914 representa un año de trascendental importancia para la humanidad; el inicio de la Primera Guerra Mundial produjo delicadas consecuencias para el orden mundial vigente hasta entonces, y creó fuertes conmociones al interior del continente europeo. En medio del tal alboroto, un hombre nada descortés, siguiendo el hilo de su experiencia e intentando lograr mejores formalizaciones para sus hallazgos, se encargaba de hacer, al mismo tiempo, la guerra al interior de las fronteras del aparato anímico. Este hombre –que para nadie es un secreto que se trataba de Freud– estaba tras la pista de un hallazgo que partiría su ―decir‖ en dos, ya que con éste no sólo lograría una mejor articulación del inconsciente, sino que a la vez abriría espacios para nuevas elaboraciones, todas ellas plagadas de abominables y prodigiosas consecuencias. Justamente en 1914, al igual que la guerra, aparece el texto de Freud Erinnern, Wiederholen und Durcharbeiten (Recordar, repetir y reelaborar), marcando nuevos rumbos para el psicoanálisis vigente. Por vez primera, el concepto de «compulsión de repetición» es usado por Freud y articulado medianamente. De acuerdo con la perspectiva 4 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia de aquel texto, a Freud se le hace muy singular que los pacientes que han seguido con él una terapia psicoanalítica, muchas veces no recuerden nada de lo que pudo haber ocasionado su padecimiento subjetivo pero que, a su despecho, se vean obligados a repetirlo. Según Freud, esto sucede sin ninguna autorización consciente de su parte, pues en el interés de fortalecer las resistencias frente al recuerdo, su conciencia —que mejor resulta aquí nombrarla yo, en tanto hay una parte inconsciente que también resiste— ha obstaculizado la verbalización del texto del malestar pero ha dejado espacio al inconsciente para manifestarse de formas más evidentes, a saber: por medio de la reproducción en acto. Tal como lo expone Freud, el analizado no se libera de actuar lo que su yo le impide recordar, hasta que sean vencidas sus resistencias y lo reprimido inconsciente pueda recobrar el lugar que ocupó en el origen —que no es otro que la conciencia—, y ser depurado por los caminos que por entonces se hicieron imposibles. Lo anterior deja en evidencia que el acontecimiento causante del padecimiento subjetivo no es para nada un episodio histórico que sólo se rememora, como si al repetirlo no se produjera ningún malestar; al contrario, las exteriorizaciones actuadas de esos recuerdos olvidados son tan displicentes e insoportables para el sujeto, que pareciera que los recuerdos que se repiten se trataran de episodios actuales, vigentes en las condiciones fácticas del momento. Igualmente, en Recordar, Repetir y Reelaborar, Freud hace hincapié en la transferencia y dice que su causa es la compulsión de repetición. El fenómeno neurótico de la transferencia, inevitable y grávido de consecuencias para el trabajo analítico, es el intento inconsciente del analizado de tomar como objeto de eso que repite, ya sea en sus relaciones interpersonales o en aquellas que hacen parte de su cuadro clínico, a la persona del analista. Por esto, Freud considera que el efectivo cuidado de la neurosis de transferencia influye enormemente en el éxito de la terapia psicoanalítica; éxito que para Freud consistía en convertir en recuerdo, venciendo las resistencias, todo aquello que sólo es repetición. Así, cuando el sujeto logra vencer todas las resistencias que encubren el recuerdo, es posible conseguir la reelaboración. El término ‗reelaboración‘ es usado por Freud para indicar la 5 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia pieza del trabajo analítico en la que se logra la catarsis o el reencuentro entre un afecto y su huella mnémica correspondiente. ¡No obstante, como lo revela la historia de la producción intelectual de Freud, solamente hasta 1920 logrará mejores rendimientos sobre lo que en 1914 había dado en llamar «compulsión de repetición». Por aquella época la atención de Freud sobre la compulsión de repetición se había centrado en ella como un fenómeno clínico; después de 1920, como lo haremos ver a continuación, la compulsión de repetición adquiere para Freud las características de una pulsión. Pues bien, a finales de 1920 aparece un texto bajo el título Jenseits des Lustprinzips (Más allá del principio del placer), en donde Freud habla de la compulsión de repetición como una función del aparato anímico que actúa independientemente del principio de placer. Con este texto Freud confirma las intuiciones que desde 1914 lo habían invadido en el ejercicio de la clínica, cuando observaba que sus pacientes incurrían en una inevitable repetición siempre que querían dar cuenta de los recuerdos que podían ser la causa de sus padecimientos subjetivos. De esta manera, con el texto Más allá del principio de placer, Freud afina el concepto de repetición e inaugura la fase final de sus articulaciones. La tesis que sostiene Freud a lo largo del texto de 1920, consiste en que la repetición es algo que está adelante del principio de placer o actúa más allá de las legislaciones que él ejerce sobre el aparato anímico. De acuerdo con Freud, aunque el imperio del principio de placer reciba una particular hegemonía en todo individuo, no puede lograr sus exquisitos resultados si al interior del aparato anímico no se llevan a cabo, de una forma adecuada, todos los procesos excitativos que de continuo exigen tanto las condiciones externas como las mociones pulsionales que se originan al interior del propio organismo. En suma, existe un imperio del principio de placer sobre el decurso de los procesos anímicos, mas no todos 6 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia los procesos anímicos van acompañados de placer o llevan a él; el placer sólo se logra con toda regularidad cuando se alcanza una adecuada ligazón de investiduras 1. Estas afirmaciones se hacen evidentes para Freud por el análisis de tres fenómenos en los que la ligazón de investiduras falla e instaura, como consecuencia, una tendencia a la repetición. Se trata del juego infantil, de la neurosis traumática y de las neurosis de transferencia. Excluyendo el comentario a la última, pues tal ha sido el objeto de las elaboraciones que hemos reseñado arriba respecto al texto de 1914, intentemos mirar qué dice Freud, grosso modo, respecto al juego infantil y a la neurosis traumática. En primer lugar, sobre el juego infantil, Freud relata el siguiente caso: un niño — seguramente su nieto de 2 años—, con el que tuvo la oportunidad de vivir cierto tiempo, exterioriza una relación muy afectuosa hacia su madre y no parece sentir ningún dolor cuando debe despedirse de ella y verla partir para el trabajo. Este niño tiene la costumbre de realizar siempre el siguiente juego: lanza un carrito asido de un carretel y lo hace perder detrás de su cuna, cuando tira el juguete balbucea una expresión ‗o-o-o-o‘ que todos en casa interpretan como «se fue» y luego lo hace aparecer y dice al tiempo ‗da‘ que quiere decir «aquí está» (Cf., Freud, 1999 pp. 14-15). Para Freud es imposible que la partida de la madre resulte agradable para el niño o le fuera indiferente. Pero el niño, al realizar su particular juego, pone las cosas de su lado y convierte una experiencia desagradable en algo sobre lo cual él tiene el control. Con la observación del juego infantil queda claro que la existencia y el imperio del principio de placer no impide que otros medios y otras vías más originarias —e independientes— conviertan en objeto de recuerdo y elaboración anímica lo que en sí mismo es displacentero. De este modo, cuando no es alcanzado el proceso de ligazón de investidura de una forma adecuada, entra a operar la compulsión de repetición hasta lograrlo. Como el 1 Es una de las funciones más tempranas e importantes del aparato anímico y consiste en ―ligar‖ las mociones pulsionales libres que llegan a éste desde el exterior, que siempre están gobernadas por un proceso primario o de energía libremente móvil, por energía segundaria o de investidura predominantemente quiescente (es decir, de quietud cuando dicha energía pudiera permanecer en movimiento). 7 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia niño está menos adiestrado para hacer esas ligazones, sus acciones y actividades suelen ser más repetitivas. No obstante, no siempre es verdad que la repetición en los niños sea contraria al principio de placer, pues en el niño ―es palmario que la repetición, el reencuentro con la identidad, constituye por sí misma una fuente de placer‖ (Freud, 1999 p. 35). En segundo lugar, mirando de cerca la neurosis traumática e intentando distinguir la lógica a la que ella obedece, podríamos decir con Freud sintéticamente lo siguiente: la angustia, en la neurosis traumática, busca una sobreinvestidura energética, última trinchera de la protección antiestímulo. Cuando alguien se enferma de neurosis traumática sus sueños se convierten en repeticiones continuas del evento causante del trauma. Con ello el aparato anímico está buscando dominar el volumen elevado de excitación que en aquel momento irrumpió irrestrictamente sobre el organismo. Los sueños en la neurosis traumática obedecen por ello a algo más primario que el principio de placer, lo cual, resuelta su tarea, busca devolverle su imperio. Eso más primario es una compulsión de repetición, que lo que quiere es convocar lo olvidado para poder reprimirlo. Por esta razón, los sueños de angustia no pueden verse como cumplimiento de deseo, y aun cuando ellos se encaminan hacia el cumplimiento de deseo tienen que salvar primero un requerimiento para llegar a él; ese requerimiento consiste en lograr la represión del recuerdo traumático a través de su repetición onírica, proceso que se renovará continuamente hasta que por fin se consiga una tramitación satisfactoria del hecho trágico que fue vivido, que permanece como un recuerdo, y que es causante del trauma que ocasionó la neurosis. Recogiendo todo lo dicho sobre estos fenómenos es posible puntualizar ahora lo que Freud está nombrando cuando habla de algo que está Más allá del principio de placer. A saber, existe una transposición que lleva a cabo el aparato anímico y que consiste en cambiar la energía libremente móvil por energía ligada o quiescente, es decir, el aparato anímico realiza una transformación de la energía excitativa mudando su tendencia por una que sea capaz de ―armonizar‖ bajo sus propias legislaciones. De esta manera, dice Freud, ―la ligazón es un acto preparatorio que introduce y asegura el imperio del principio de placer‖ (Freud, 1999: 60). No obstante, el proceso de ligar energía excitatoria no puede 8 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia comprenderse como ajeno al principio de placer, al contrario, está a su servicio y se pone en marcha para asegurar su imperio. No es el mismo caso, en cambio, el de la compulsión de repetición, pues ella no sirve a los fines directos del imperio del placer y antes, por el contrario, le estorba en sus propósitos. En síntesis: la compulsión de repetición es lo que se opone al principio de placer. ¿Y por qué osa ésta estorbar el imperio de aquél? Porque un proceso de ligazón de investidura no fue hecho como se debía. Resulta, por consiguiente, que más allá del principio de placer se encuentra la compulsión de repetición, cuyo trabajo es forzar al proceso de investidura a llevar a buen término la ligazón de las excitaciones cuyo influjo se mantiene libre dentro del aparato anímico. Por eso, para Freud, ―[l]as exteriorizaciones de una compulsión de repetición que hemos descrito en las tempranas actividades de la vida anímica infantil, así como en las vivencias de la cura psicoanalítica, muestran en alto grado un carácter pulsional y, donde se encuentran en oposición al principio de placer, demoníaco‖ (Freud, 1999, p. 35). Si espejamos con más detalle una descripción de la compulsión de repetición, teniendo en cuenta el carácter pulsional que la acompaña, podríamos decir lo siguiente: la compulsión de repetición procura que el individuo repita o convierta en actual un momento pretérito de la vida inhibiendo el imperio del principio de placer, que se esfuerza siempre por procurar una descarga. Por lo tanto, el mecanismo de la compulsión de repetición es hacer evidente un plus de energía que no pudo ser tramitado antes y que se esfuerza por una descarga directa. Sin embargo, esta descarga que ahora busca no puede ser satisfecha por los antiguos medios y se mantiene obstinada en una investidura libremente móvil (Cf., Freud, 1999, p. 60-62). En este orden de ideas, el sometimiento que se opera debido al proceso de ligazón de investidura y al principio de realidad que se erige como instancia reguladora del placer, hace imposible una descarga no mediada por un proceso de transposición de energía. El 9 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia problema es que las mociones pulsionales de perturbaciones anímicas del pasado han quedado libres y abogan por una descarga directa, soslayadas por las demandas del principio de placer. Ante estas circunstancias entra a operar la compulsión de repetición e intenta sobrellevar estas descargas no tramitadas; por eso la compulsión de repetición ―nos aparece como más originaria, más elemental, más pulsional que el principio de placer que ella destrona‖ (Freud, 1999, p. 23). El desentrañamiento que Freud hace de la compulsión de repetición deja en evidencia una nueva caracterización de la pulsión, y la ilustra como queriendo siempre restablecer estados anteriores. El carácter pulsional de esta cuestión se entrama en el hecho de querer reincidir en vivencias de satisfacción ancladas en el pasado, en tanto huellas mnémicas, y en el querer encontrar por ellas una satisfacción actual. ―Una pulsión sería entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior‖ (Freud, 1999, p. 36). La noción de objeto de deseo es aquí muy importante, pues la idea central que se pone en juego al introducir esa noción es que no existe ninguna pulsión sin objeto. Por lo tanto, lo que se origina con la «compulsión de repetición » es una tendencia a encontrar en nuevos objetos aquello que pueda obturar las demandas de satisfacción que permanecen unidas a vivencias [de satisfacción] pretéritas. Pese a que todo lo dicho resulta por sí mismo escandaloso, Freud va mucho más allá, ya que para él la «compulsión de repetición», en tanto fuerza pulsional, no sólo empuja hacia vivencias de satisfacción pasadas, sino que llevada hasta el extremo puede conducir a la muerte. Esto puede resultar irrisorio, pero en realidad no lo es. La muerte es el estado anterior más elemental que se puede alcanzar, y la compulsión de repetición obliga a Freud a considerar este hecho como posible. Si la compulsión de repetición tiene características regresivas, el punto más anterior al que puede alentar está en el regreso a la muerte. En este mismo orden de ideas, buscar siempre la repetición puede resultar mortífero. El hecho importante que hay que resaltar es que Freud, a partir de la consideración de la «compulsión de repetición», admitirá la existencia de dos tipos de pulsiones únicamente: las pulsiones de muerte, o del yo, que fuerzan al individuo a restablecer estados anteriores a 10 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia la animación de la sustancia viva, por caminos que ellas mismas determinan; y las pulsiones de vida, o sexuales, que comandan el motor de la existencia y buscan la renovación de la vida a través de la unión de los sexos. 2. El decir de Lacan sobre la repetición Si la función de la repetición es pulsional, podemos deducir con Freud la existencia de un objeto perdido que la inaugura. Con relación a este punto se abre el decir de Lacan respecto de la misma. Freud es claro, se repite, siempre se repite algo, y eso que se repite está en relación con algo no tramitado, con algo que se escapó en un momento dado y permanece perdido, con algo que obstaculiza el transcurrir de la vida anímica y merma la fibra del principio de placer. En este orden de ideas, Freud articula la repetición alrededor de un fracaso, se repite en tanto existe una deficiencia, un saldo que permanece sin abono, algo frente a lo cual el aparato anímico sólo puede reaccionar repitiendo. Con esto Freud hace patente la guerra que se libra al interior del aparato anímico, y desde 1914 —en parte sin darse cuenta— introduce la causa, la verdadera dialéctica del objeto perdido, la función que él instaura, el movimiento que nunca cesa, la repetición. Lo que Lacan resalta en Freud es, precisamente, la función del objeto perdido, la función de lo que él va a llamar el objeto a. Desde esta perspectiva se introduce en la dimensión del goce, pues el goce es lo que está en juego en la repetición, es decir, la repetición se funda en un retorno al goce. La justificación de este hecho la encuentra Lacan en el mismo Freud, en la medida en que toda repetición tiende hacia una satisfacción, su búsqueda es esencialmente esa. Pese a esto, el resultado siempre suele ser otro, y ―la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante‖ (Freud, 1999: 42) que es la causa de un profundo displacer. El término que utiliza Lacan para referirse a este movimiento pulsional que lleva al displacer es el «goce» (Cf. Lacan, 1988 pp. 217230; Cf. Lacan, 2002, p. 41-56), con él señala el lugar de la satisfacción —en tanto repetición— e insiste que de lo que se trata es de una proporción aritmética de sustracción, 11 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia en la medida en que el resultado va implicar siempre una resta, es decir, siempre con la repetición habrá más displacer que placer. El papel del objeto a es lo que se introduce en la dimensión del goce porque es lo que surge en el lugar de la pérdida que implica la repetición. Todo se remonta a la primera vivencia de satisfacción, porque allí es donde adviene el objeto a como agujero. ¿Cuál es el significado de esto? Lacan lo intenta explicar por medio de tres registros: el Real, el Simbólico y el Imaginario 2. Empecemos por el registro de lo Real, que es donde toma raíces el goce y en donde adviene el objeto a como agujero, el cual tiene su razón de ser en un primer encuentro con un Real que se instaura en el sujeto. En propiedad, el advenimiento de lo Real se funda por la marca que produce el lenguaje y que hace ver al sujeto que se encuentra en sí mismo dividido. Pero bien, ¿cómo sucede esto? Para ello recurramos al objeto a e intentemos articular lo siguiente: en todo instante el sujeto se percibe a sí mismo como algo completo, esa es la ilusión que lo sostiene aun cuando muchas veces la experiencia sepa mostrarle lo contrario; en los albores de su existencia esto fue radicalmente así. Sin embargo, ocurrió un encuentro inesperado: un encuentro que instauró un Real en el sujeto, y desde entonces una parte de lo que creía propio pasó a no pertenecerle. En otras palabras, lo Real adviene cuando el objeto a cae del propio cuerpo3. En la propedéutica psicoanalítica se intenta figurar este encuentro con lo Real con el momento en el que el niño se da cuenta que el seno de su madre, que creía propio y parte de sí mismo, se le aparece como ajeno o más bien se le desaparece como parte de sí. El advenimiento de lo Real es un momento grávido de consecuencias. El sujeto, además de perder algo que creía propio, ve que algo cae de sí mismo y lo divide, y como si esto fuera 2 Los pongo en mayúsculas para señalar que son tres términos acuñados por Lacan para nombrar los campos, dimensiones o ―lugares‖ topológicamente representados, por medio de los cuales él explica que cómo ocurren los registros en el aparato anímico humano. 3 Aquí es donde se encuentra el momento inaugural de la hiancia, del agujero insalvable que lo extrañó por primera vez consigo mismo; a partir de entonces el sujeto se juega la vida en el intento de recuperar lo perdido, y lo hace recurriendo a diversos tipos de objetos. 12 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia poco, el sujeto queda marcado y señalado por la pérdida. Diferentes objetos pueden venir alternativamente durante su vida e intentar obturar esa pérdida, pero nunca se podrá deshacer de la marca que lo marca, es decir, el sujeto nunca se podrá librar del rasgo unario4. Con esto Lacan nos introduce en el registro de lo Simbólico, en la medida en que el rasgo unario en su repetición inaugura la entrada del sujeto en lo Real. De esta manera, al advenimiento de lo Real, por la caída del objeto a, no le corresponde una mayor relevancia respecto a lo Simbólico, como podemos concebirlo desprevenidamente si tomamos sin cuidado lo que se ha dicho en el párrafo anterior; al contrario, es el rasgo, en tanto marca al sujeto en el orden Simbólico, lo que permite la entrada de lo Real en el horizonte en donde se juega la vida anímica del sujeto. Por lo tanto, lo que corresponde en propiedad al registro de lo Real es indicar el campo en donde se cifra todo aquello que por el advenimiento del rasgo unario impide al sujeto concebirse como algo completo. Consiguientemente, dado que el sujeto no soporta la situación en la que ha quedado plantado, el registro Imaginario es donde introduce los objetos que cree que pueden obturar la falta y ―borrar‖ el rasgo. Éste es el ámbito de lo que Lacan llama el fantasma, pues en tanto lo Real es siempre algo que se escapa, solamente de manera imaginaria el sujeto puede poner objetos en el lugar de la falta y construir su propio fantasma. Teniendo como telón de fondo la caracterización de estos tres registros, podemos introducirnos en el decir de Lacan respecto a la repetición. Lo primero que hay que señalar es que para Lacan la repetición encierra un saber del sujeto, un saber inconsciente que lo lleva inexorablemente a repetir. Esto se debe a que la repetición, para Lacan, encuentra su punto de anclaje en el registro Simbólico del sujeto. La repetición tiene que ver esencialmente con la marca que ha dejado el lenguaje al introducirse la pérdida del primer 4 Concepto que Lacan introdujo en su discurso, después de haber hecho una lectura atenta de los textos de Freud e inspirándose en ellos, con la intención de hacer referencia a la identificación simbólica que todo sujeto hace con un objeto que funciona en su psiquis particular como causante de su deseo e instaura, por lo tanto, un rasgo que siempre determinará la elección de los objetos con los cuales busca dar satisfacción a su deseo. De acuerdo con Freud, en el momento en el que el objeto se pierde, la investidura libidinal que se dirigía a él es remplazada por una identificación que es parcial, extremadamente limitada y que toma solamente un rasgo del objeto. A partir de esta noción freudiana de identificación con un rasgo único, Lacan elabora el concepto de rasgo unario. 13 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia objeto de satisfacción, es decir, tiene que ver con el rasgo unario que ha marcado al sujeto y produce la caída del objeto a. En este orden de ideas, el rasgo unario, como significante de la tacha que marca al sujeto con un Real, se convierte en la expresión de una deficiencia que se proyecta en diversos ámbitos de la existencia del sujeto, dando lugar, de esta manera, a un sistema de continuas repeticiones. En consecuencia, es la incidencia del rasgo unario lo que inscribe al sujeto en el goce propio de la repetición. Repetición que, por un lado, lleva al sujeto a gozarse en reavivar la pérdida del objeto y a regodearse en ella y, por otro, porta en sí misma el deseo del sujeto por propiciar un reencuentro con el objeto perdido, frente a lo cual éste sólo puede conformarse con construcciones imaginarias alternativas, que se sostienen en la ilusión de tomar objetos ―reales‖ del mundo pero que no dejan de ser, finalmente, meros bastimentos antiasmáticos que construye el sujeto alrededor de su falta. Por consiguiente, siendo el rasgo unario el significante originario de la falta, a él apuntan todos lo demás significantes con los que el sujeto construye su fantasma. La incidencia del rasgo unario en la articulación significante es lo que inscribe al sujeto en el goce propio de la repetición. Visto desde esta perspectiva, el goce tiene para Lacan su fuente y su razón de ser en el efecto del rasgo unario que marca al sujeto en su falta. Y es goce porque nada volverá a completar al sujeto en su unidad, haciendo que su búsqueda por el objeto perdido, antes de lograr un aumento de placer, tienda hacia una disminución del mismo. A esto es a lo que Lacan se refiere con el efecto de entropía del goce (Cf. Lacan, 2002 p. 51), con el punto de pérdida de toda repetición; entropía que en la articulación significante se descubre como la incidencia del significante falta, del cual parten todos los significantes y al cual regresan todos, forzosamente, en su intento infructuoso de apuntar a él y dotarlo de significación. La dimensión de la pérdida es lo que caracteriza al goce, y por consiguiente, la repetición adquiere sentido porque siempre hay algo que recuperar. ―De hecho —dice Lacan—, el 14 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia goce sólo se caracteriza, sólo se indica en este efecto de entropía, en esta mengua. Por eso lo introduje en un principio con el término Mehrlust, plus de gozar. Precisamente porque se capta en la dimensión de la perdida‖ (Lacan, 2002 p. 53). De acuerdo con esto, y teniendo en cuenta lo dicho en el párrafo anterior, el saber del sujeto frente a la repetición se manifiesta en el efecto creador de todo lo que se puede articular en la cadena significante; esto se hace patente en el hecho de que el sujeto se empeña en apuntar siempre a lo mismo —al significante falta o S1— pero sirviéndose cada vez de nuevos y renovados significantes para hacer cadena con el mismo, es decir, con el S1. De lo anterior se desprenden las palabras de Lacan cuando afirma que el saber es medio de goce, ya que el saber del sujeto frente a la repetición es un saber que trabaja introduciendo nuevos significantes para bordear la falta original. De aquí se sigue que la repetición apunta siempre hacia lo mismo pero intentándolo por nuevos caminos, es decir, trata siempre de bordear un S1. Sin embargo, todos lo intentos del sujeto son infructuosos y lo dejan sumido en el goce, frente a lo cual el sujeto vuelve a intentarlo de nuevo, porque con cada repetición siempre hay un plus de goce que recuperar. De esta forma, todo se cifra en intentos fallidos, en los cuales el saber del sujeto frente a su falta se convierte en un medio para caer de nuevo sobre las sendas del goce. ¿Qué sentido tiene entonces para el sujeto intentar atrapar con otros significantes lo que hay de cierto en el significante falta o S1? ¿Qué encierra ese significante para que el sujeto se dirija a él tan insistentemente, incluso a despecho de su propio placer? ¿Es el S1 en donde se encuentra lo que el sujeto cree saber? ¿Es el S1 el saber por el que se repite? Sólo una cosa es posible adelantar aquí: el intento del sujeto por profundizar en su falta y llegar a aquello que se esconde tras el S1 puede ser prueba de que allí, precisamente, se encuentra el saber del sujeto; un saber que parece inaprensible para el sujeto porque él mismo no ha sido su autor, en tanto en su advenimiento lo único que pudo hacer fue padecerlo; pese a esto él insiste en volver sobre S1 e intentar atrapar algo de lo que allí se esconde. Con todo, lo que el sujeto sabe, en tanto repite, es que en su repetición va en búsqueda de un saber al que le 15 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia atribuye una verdad, una verdad que cree que puede ser develada, y por eso es insistente en un eterno retorno sobre lo mismo. Finalmente, es preciso reiterar que el saber del que habla Lacan no se trata de un saber con las cualidades que le atribuye la ciencia. Se trata, más bien, de un movimiento repetitivo en el sujeto que figura tener un saber, porque siempre apunta hacia lo mismo —hacia el S1— intentando llegar a él por nuevos caminos. No obstante, como no logra el fin propuesto, se genera un efecto tensionante a través del cual el sujeto tiene acceso al goce, y por el cual se siente motivado a seguir repitiendo. En este orden de cosas, lo que Freud expone en términos económicos sobre la repetición, debido a la energía pulsionante que ella exhibe, Lacan lo hace tomando apoyos en el lenguaje y refiriéndose a ella como ‗repetición significante‘, ya que de acuerdo a sus investigaciones en psicoanálisis, no hay fenómeno como la repetición que muestra con más evidencia que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. 3. Perspectivas en filosofia: Kierkegaard y la repetición En el ámbito de la filosofía ningún pensador antes de Kierkegaard se había atrevido a calificar la repetición como una nueva categoría filosófica. Esta nueva forma de pensar la repetición toma toda su fuerza en la filosofía griega, en las ideas de dos pensadores presocráticos que sostuvieron puntos de vista contrarios sobre la naturaleza del mundo: por un lado Parménides y los Eleatas, que pensaban que no había movimiento en el mundo y que todo permanecía estático, y por otro lado, el enigmático y oscuro Heráclito, que explicaba que la esencia del mundo era el movimiento y que todo era un continuo devenir de los contrarios. El contraste entre estos dos pensamientos, entre la inmovilidad y la movilidad del mundo, trae como resultado la nueva categoría filosófica propuesta por Kierkegaard: la repetición, categoría que se vincula más estrechamente, por supuesto, con el pensamiento de Heráclito y sus ideas sobre el continuo devenir del mundo. 16 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia ¿En qué consiste entonces la repetición? Kierkegaard es categórico, la repetición es la vida misma y toda la vida es una repetición; incluso considera que sólo la vida que constituye una auténtica repetición puede hacer feliz (Cf. Kierkegaard, 1997, p. 5) al hombre. Al respecto se expresa el filósofo: ¿Qué sería, al fin de cuentas, la vida si no se diera ninguna repetición? ¿Quién desearía ser nada más que un tablero en el que el tiempo iba apuntando a cada instante una breve frase nueva o el historial de todo lo pasado? ¿O ser solamente como un tronco arrastrado por la corriente de todo lo fugaz y novedoso, que de una manera incesante y blandengue embauca y debilita al alma humana? (Kierkegaard, 1997, p. 5) La repetición es la condición de lo humano, y el olvido de la filosofía moderna para Kierkegaard es no haber considerado que la vida sea una repetición. Kierkegaard señala que la repetición, tal como él la entiende, expresa de un modo decisivo lo que la reminiscencia representaba para los griegos en el ámbito del conocimiento. De esta manera: como todo conocimiento es reminiscencia, toda la vida es una repetición (Cf. Kierkegaard, 1997, p. 4). De acuerdo con lo anterior, la inmanente característica de la existencia es renovar en la actualidad estados de cosas pasados pero sin implicar por ello ningún retroceso en el tiempo. Es más, la idea de repetición sostenida por Kierkegaard se aleja radicalmente de cualquier atisbo de involución. La repetición, lo afirma el filósofo con un total convencimiento: ―es y siempre será una trascendencia‖ (Kierkegaard, 1997, p. 42), es decir, lleva en sí misma la consigna de que con ella se puede ir más allá. En este punto es preciso señalar un posible lugar de encuentro entre la concepción filosófica de la repetición en Kierkegaard y la que el psicoanálisis encuentra en su experiencia y estudio de la vida anímica del ser humano. En ambas se descubre que la repetición siempre implica un querer ir más allá y trascender los límites de lo establecido. Para Kierkegaard cada repetición hace trascender al hombre hacia algo nuevo, hacia algo que no había considerado y que ahora se hace evidente por un retorno del pasado en el 17 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia presente; no obstante, la repetición no se agota sólo en esto, pues Kierkegaard también habla de la repetición como trascendencia en la medida en que lleva al hombre hacia nuevos estadios de su perfeccionamiento, lo cuales se plenifican en la experiencia del hombre religioso y en una relación más profunda con todo lo que está por fuera de los límites de lo meramente humano y vive en unidad con Dios. Para el psicoanálisis el sentido del más allá es completamente diverso, pero cuando se dice que el sujeto repite no se está hablando de una rememoración de los acontecimientos del pasado sin ninguna finalidad ulterior, se sostiene, por el contrario, que con la repetición el sujeto va hacia un más allá del principio de placer —hasta el estadio del goce o incluso hasta la muerte— porque quiere alcanzar, con cada nuevo retorno de lo mismo, algo que trasciende los límites de su existencia actual y se acerca a una experiencia de plenitud, próxima a la que había experimentado en los albores de su existencia, antes de la caída del objeto a. Esto, sin embargo, es imposible para el psicoanálisis porque el deseo de trascender del sujeto con cada repetición no lo conduce a mejores estadios, sino que lo lleva más y más atrás, como si se tratara de un movimiento de trascendencia siempre fallido. No obstante, lejos de bifurcar la filosofía y el psicoanálisis diciendo que para ambas la repetición encierra un movimiento de trascendencia pero con diferentes sentidos, Lacan recuerda que las reflexiones de Kierkegaard sobre la repetición surgen de una experiencia que para el filósofo constituyó un verdadero fracaso: Kierkegaard quiere escapar a unos problemas que son precisamente los de su acceso a un orden nuevo, y encuentra la barrera de sus reminiscencias, de lo que él cree ser y lo que sabe que no podrá llegar a ser. Trata entonces de cumplir la experiencia de la repetición. Vuelve a Berlín, donde en ocasión de su última estadía había sentido un infinito placer, y vuelve sobre sus propios pasos. Verán lo que le sucede, por buscar su bien en la sombra de su placer. La experiencia fracasa por completo. Pero a consecuencia de ello nos guía por el camino de nuestro problema, a saber, cómo y por qué todo lo que significa un progreso esencial para el ser humano tiene que pasar por la vía de una repetición obstinada (Lacan, 1983, p. 138). 18 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia De acuerdo con lo anterior, para Kierkegaard la repetición encierre muchas cosas buenas que la alejan de todo el sentido de lo ominoso que descubre en ella el psicoanálisis, el filósofo danés también constata que la repetición lleva en sí misma el carácter de lo adverso. Pese a esto, el punto en el que quizás no puedan estar de acuerdo el psicoanálisis y la filosofía, es que para el psicoanálisis es palmario que la repetición es un asunto de causalidad psíquica del que difícilmente se pueda derivar con toda regularidad la posibilidad de una verdadera trascendencia; en cambio, para la filosofía, toda repetición conlleva en si misma la posibilidad de una trascendencia que progresa hacia los mejores estadios de la existencia. Ahora bien, si renovamos un regreso a Kierkegaard e indagamos cuál sería la dialéctica que él descubre en la repetición, nos dirá lo siguiente: ―La dialéctica de la repetición es fácil y sencilla. Porque lo que se repite, anteriormente ha sido, pues de lo contrario no podría repetirse. Ahora bien, cabalmente el hecho de que lo que se repita sea algo que fue, es lo que confiere a la repetición su carácter de novedad‖ (Kierkegaard, 1997, p. 16). Fuera de lo que podría dar a entender Kierkegaard con estas palabras, ellas introducen otro lugar de encuentro entre la filosofía y el psicoanálisis con respecto al delicado asunto de la repetición. Freud y Lacan lo sostienen, y el último apunta a Kierkegaard en el seminario once, sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, cuando expresa que la repetición no se asienta sobre lo natural, sobre el retorno del instinto que siempre apunta a la misma necesidad, por el contrario, la repetición exige lo nuevo; todo en la repetición puede variar y ser diverso cada vez que se repite, pero lo único que siempre permanece igual es su sentido: la hiancia hacia la cual se dirige el sujeto (Lacan, 2003). Finalmente, vale la pena destacar una idea respecto del diálogo intentado aquí entre filosofía y psicoanálisis. Ha sido evidente el interés que encuentra el psicoanálisis y la filosofía en el concepto de repetición para dotar de sentido a muchos fenómenos que tienen que ver con el psiquismo humano; ambas, desde su campo teórico particular, proponen cosas que parecen contraponerse y muchas otras en las que parecen tener un punto de vista análogo. Fuera del debate que se podría generar alrededor de estas cuestiones, el diálogo 19 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia entre filosofía y psicoanálisis no sólo es oportuno sino que también es algo necesario; los progresos de ambas disciplinas han señalado la pertinencia de ponerse en contacto para afinar conceptos e ideas, y sería insensato afirmar que el problema que ambas tienen entre manos no establece correspondencias entre ellas. Con todo, muchos de nuestros círculos filosóficos reniegan con revelada aversión e indiferencia los progresos que por otros caminos realiza otras disciplinas, como el psicoanálisis, con respecto a los problemas que consideran que son netamente competencia de la filosofía. Sin embargo, no se trata de concederle la razón al psicoanálisis ni de rebajar el valor de las reflexiones filosóficas. Por el contrario, se trata de entablar vínculos de comunicación que revelen la verdadera naturaleza de lo humano, manteniendo siempre el ánimo de lo que señalaba Platón en la República (395b) cuando afirmaba: ―la naturaleza del hombre está desmenuzada en piezas menores‖, y por lo tanto, es imposible que un sólo saber pueda tener la única verdad sobre toda la magnitud de aquello que corresponde a lo humano. Bibliografía FREUD, S. (1999) ―Más allá del principio de placer‖. En Obras completas, Vol. XVIII, (Ed. J. Strachey, Trads. J.L. Etcheverry y L. Wolfson). Buenos Aires: Amorrortu, pp. 7 – 62 (Trabajo original publicado en 1920). (2001) ―Recordar, repetir y reelaborar‖. En Obras completas Vol. XII, (Ed. J. Strachey, Trads. J.L. Etcheverry y L. Wolfson). Buenos Aires: Amorrortu, pp. 149 – 157. (Trabajo original publicado en 1914). KIERKEGAARD, S. (1997) La repetición. (Trad. Karla Astrid Hjelmstrom). Versión digital, recuperado el 28 de abril de 2010, en: http://media.twango.com/m1/original/0131/ e80d80755f3d48d3a737478a367af4ec.pdf LACAN, J. (2002) ―«El Reverso del Psicoanálisis» 1969-1970‖. En El seminario de Jacques Lacan, libro 17 (Trads. Eric Berenguer y Miguel Bassols) Buenos Aires: Paidós. (2003) ―«Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis» 1964”. En El seminario de Jacques Lacan, libro 11 (Trads. Juan Luis Delmont-Mauri y Julieta Sucre) Buenos Aires: Paidós. (1988) ―«La Ética del Psicoanálisis» 1959-1960.‖ En El seminario de Jacques Lacan, libro 7 (Trad. Diana S. Rabinovich) Buenos Aires: Paidós. 20 CUADRANTEPHI No. 21 Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia (1983) ―«El yo en la teoría de Freud» 1954-1955‖. En El seminario de Jacques Lacan, libro 2 (Trad. Irene Agoff) Buenos Aires: Paidós.