Las ánforas del vino bético altoimperial

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Las ánforas del vino bético altoimperial:
formas, contenidos y alfares a la luz de algunas novedades arqueológicas
II, (Colls y otros 1977) acerca de un contenido vinario para la
forma que desde la publicación de este naufragio ha dado en
llamarse Haltern 70. La solución aportada por los autores del
trabajo referido no ha satisfecho plenamente a un sector
amplio de la investigación, en el cual nos incluimos,
fundamentalmente por el hecho de que los tituli conocidos
sobre Haltern 70, y son ya muchos, no mencionan nunca
expresamente el vino como contenido.
LAS ÁNFORAS DEL VINO BÉTICO ALTOIMPERIAL:
FORMAS, CONTENIDOS Y ALFARES A LA LUZ DE
ALGUNAS NOVEDADES ARQUEOLÓGICAS
Enrique GARCÍA VARGAS
Universidad de Sevilla
1.- El vino sudhispano y las ánforas: avances y
desencuentros.
En la literatura “científica” dedicada al estudio de las ánforas
suele encontrarse a menudo la idea de que la definición del
repertorio anfórico bético dedicado al transporte del vino
constituye un “problema arqueológico” de compleja
resolución. Y no sólo para los años del llamado Alto
Imperio.
1.1.- Las ánforas Haltern 70 y el vino bético:
problemática actual.
La propuesta de contenido vinario para las ánforas del tipo
llamado Haltern 70 (fig. 1: 1 y 2) ha suscitado en los últimos
años, como se indica supra, una animada controversia que ha
enfrentado en términos de interpretación arqueológica al
sector “británico” de la investigación con el “francés”, que
desde J. André (1971) siempre consideró el defrutum como
un producto similar al vin cuit francés (Colls y otros 1977,
86-91; Etienne y Mayet 2000, 93-97). Para la “escuela
inglesa”, encabezada como es notorio por P.R. Sealey
(1985), el defrutum, con sus variantes (olivae albae, dulces,
nigrae...ex defruto), y la sapa que mencionan los rótulos
pintados no pueden considerarse bajo ningún concepto como
vinos, sino más bien como jarabes o melazas no alcohólicos
usados como edulcorantes per se o como conservantes de
otros productos (olivae, sobre todo). El punto de partida
técnico de esta interpretación reside en el hecho de que el
proceso de confección tanto del defrutum como de la sapa
incluye la reducción mediante cocción de la samsa o pasta de
uvas pisadas (Varr., ap. Non., 551. 18; Col. Rr., 19.1; 21,1;
Plin., Nat., 14.80), lo que, como ha demostrado la
experimentación arqueológica de la mano de H. Durand y de
A. Tchernia (1998; Tchernia y Brun 1999, 110-115, cit. en
Van der Werff 2002, 446), inhibe la fermentación de la
misma; ni un producto ni otro puede considerarse, por tanto,
propiamente como un vino. A decir verdad, no sólo la
“arqueología experimental”, sino también la jurisprudencia
romana parece poder argumentarse a favor de esta
interpretación, por cuanto, en diversos lugares, el Digesto
(33.6.9) se muestra taxativo, normalmente a propósito de
legados de los lagares y de los vinos producidos en ellos,
acerca de que el defrutum no entra en la categoría de estos
últimos.
La publicación reciente de una serie de tituli que mencionan
el mulsum como contenido para las ánforas Haltern 70
(Beltrán Lloris 2000; Galve y Paracuellos 2000; Pesavento
Mattioli y Buonopane 2002) ha entreabierto de nuevo la
puerta a la consideración vinaria de la forma (Van der Werff
2002). En otro lugar (García Vargas e.p.), hemos
argumentado en extenso contra esta idea, basándonos en la
tradición literaria y en la jurisprudencia que de nuevo pueden
proponerse como argumentos a favor de la no inclusión del
mulsum en la categoría de los vinos, siendo en este caso
necesario distinguir entre el mulsum propiamente dicho,
fermentado con posterioridad a la adición de miel a la pasta
de uvas (Col. R.r., 12.41) y el oenomelli (Pal. 11.17),
confeccionado añadiendo miel al mosto fermentado. El
Digesto (33.6.16.1) parece también en este caso sustentar la
interpretación, por cuanto considera al segundo de estos
productos entre los vinos y al primero sólo entre los dulcia.
Las ánforas del vino de la Ulterior son prácticamente
desconocidas, a pesar de que desde hace más de treinta años
se documentan producciones provinciales de Dressel 1
(Sotomayor 1969; Domergue 1969; Fernández Cacho 1995;
García Vargas 1996; 1998; Lagóstena Barrios 1996), cuya
dedicación al trasporte de vino ha sido reiteradamente
cuestionada, suponiéndose últimamente para ellas un
contenido salsario y planteándose su clasificación como
Dressel 12 arcaicas (Étienne y Mayet 1994; 2000; Hesnard
1998). La propuesta, que incorpora interesantes aportaciones
acerca de la relación entre las Dressel 1, y sus antecesoras
también en la provincia, las grecoitálicas tardías, con las
salsas de pescado, no cierra, a nuestro entender,
definitivamente el debate. Y no sólo porque, como ocurrirá
más tarde con las Dressel 7-11 y las Beltrán II, la dedicación
salsaria de ciertas series de la forma sea compatible con la
existencia de series vinarias de ésta (García Vargas 1998;
e.p.), sino también y sobre todo, porque la presencia de
producciones de Dressel 1 con las pastas características del
valle del Guadalquivir en lugares como La Loba Fuenteovejuna, Córdoba- (Blázquez y otros 2002) para
fechas tan tempranas como fines del siglo II-principios del I
a.C.), sigue apuntando hacia la exportación temprana de
caldos provinciales en ánforas Dressel 1.
Para el siglo III y el llamado Bajo Imperio recientes
excavaciones en el litoral andaluz han puesto de manifiesto
la producción no precisamente marginal de tipologías
vinarias de fondo plano (Dressel 30, Gauloise 1 y 4 similes)
o de pivote cilíndrico hueco (Beltrán 68) que comienzan a
dibujar un panorama más o menos articulado al respecto de
las ánforas vinarias béticas tardías, bastante coherente, por
cierto, con lo que vamos sabiendo para las provincias
limítrofes con la Bética: Lusitania y Tarraconense (García
Vargas 1998; 2001; Bernal Casasola 1995, 1998, ed.; 2001).
El “problema” en lo que respecta a los años del Alto Imperio,
que centrará en este artículo el debate y las propuestas para
su resolución, pareció definitivamente zanjado en tiempos
con la idea formulada por los editores del pecio Port-Vendres
Actas del Congreso Internacional FIGLINAE BAETICAE. Talleres alfareros
y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C. – VII d.C.),
Universidad de Cádiz, Noviembre 2003, B.A.R., int. ser., 1266, Oxford,
2004, pp. 507-514.
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Enrique García Vargas
Mártires (Beltrán Lloris 1977), asociada a Dressel 7-11, si
los fragmentos publicados por M. Beltrán fueron fabricados
en el alfar. En el tramo final de la forma, se detecta también
en el alfar de Puente Melchor (García Vargas y Lavado
Florido 199; García Vargas 1998), fase II, hacia el tercer
cuarto del siglo I d.C., con recipientes completos carentes de
boca y fallos de cocción bordes con boca “acampanada”
propios de los últimos estadios de la producción. En el Cerro
de los Mártires y en Puente Melchor, las Haltern 70
acompañan al tradicional repertorio “salsario” gaditano, sin
que existan indicios en este momento de otras producciones
vinarias locales, aunque como se verá más adelante, la
posibilidad de que una parte al menos de los vinos gaditanos
se envasase en ánforas de los tipos Dressel 7-11 y
relacionados con éstos es algo más que una conjetura. Al
norte de la bahía, el alfar de El Olivar -Chipiona, Cádiz(Ramos Millán 1981) presenta igualmente una producción
amplia de Dressel 7-11 junto a evidencias de producción de
Haltern 70 para el siglo I d.C.
De lo dicho hasta ahora no debe deducirse una oposición
radical por nuestra parte al empleo de las Haltern 70 como
contenedor vinario, pues en cualquier caso resta el problema
de la ingente cantidad de ejemplares del tipo que no llevan
rótulo, sino que solamente puede argumentarse que su
calidad de contenedor vinario está aún por demostrar. En
cualquier caso, la extensión geográfica de los alfares que
produjeron Haltern 70 indica el cultivo de la vid y el
envasado al menos de elaborados de la uva en distintos
ámbitos de la provincia. Dado que el defrutum es un
subproducto de la uva y que se emplea además activamente
en los procesos de bonificación de los vinos, como sabemos
que hacía Marco Columela, tío del agrónomo gaditano (Col.
R.r., 12.37.1), en sus posesiones béticas, una geografía de los
alfares béticos que produjeron Haltern 70 es en cierta medida
una geografía del viñedo y del vino béticos.
1.2.- Ánforas Haltern 70: geografía de la producción y
asociaciones tipológicas.
Comenzaremos a interrogarnos sobre las producciones
dedicadas a transportar el vino bético a partir, por tanto, de la
producción de Haltern 70, que es la más conocida de las
ánforas de elaborados de la uva. Y no sólo porque la
presencia de Haltern 70 delate en cierto modo la presencia de
viñedos, sino también porque, en el caso de que no se trate
como suponemos de un ánfora fundamentalmente vinaria, las
asociaciones tipológicas de la forma pueden conducirnos a la
definición del repertorio de ánforas vinarias destinadas a
envasar los caldos de los mismos lagares que produjeron el
defrutum, la sapa o el mulsum.
La misma asociación tipológica (Haltern 70 y Dressel 7-11)
se da en los alfares, hoy varios kilómetros tierra adentro, que
se relacionan con el amplio seno litoral en que desembocaba
el Guadalquivir (Carreras Monfort 2001), desde Lebrija a
Orippo (Dos Hermanas). El más occidental de los alfares
costeros de Haltern 70 conocidos hasta hoy: el de Pinguele,
en Bonares (Huelva), también ofrece Haltern 70 junto a
Dressel 7-11 (Pérez Macías 2002), a lo que hay que añadir la
presencia de Beltrán II b y Dressel 14, esta última constatada
hasta la fecha para la Bética occidental sólo en Venta del
Carmen y en las fases avanzadas de Puente Melchor. En la
Venta del Carmen (Los Barrios, Cádiz), las Haltern 70
aparecen de nuevo asociadas a las tipologías salsarias, pero,
significativamente, también junto a otros tipos vinarios,
como una serie muy inicial atribuida a Dressel 28, una ánfora
vinaria de fondo plano (fig. 1: 4) de producción bética cuyos
centros de producción se nos escapan en su mayoría (Bernal
Casasola dir. 1998b)
La geografía de la Haltern 70 bética es bastante amplia: se
conoce su producción en la costa de la provincia: en la Bahía
de Cádiz, en la de Algeciras (Bernal Casasola ed. 1998b) y
en otros lugares de la Bética atlántica, así como en el Valle
del Guadalquivir .
Las series gaditanas de la forma se encuentran entre las más
antiguas desde el punto de vista cronológico. Haltern 70 de
tipología “arcaica”, con amplias bocas de borde apuntado y
largos cuellos cilíndricos comparecen en el alfar de la calle
Javier de Burgos de El Puerto de Santa María (García Vargas
1998), donde se datan hacia mediados del siglo I a.C., una
fecha que no está lejos de las dataciones más antiguas
proporcionadas por los pecios. Aquí se asocian a Mañá C2b
y Dressel 1b-c, lo que indica coexistencia desde el principio
de la forma con otros tipos vinarios, el último de los
mencionados, si es que las Dressel 1 de la Bahía de Cádiz
envasaron también vino. Una cronología coincidente con la
de este alfar presenta el de El Rinconcillo (Fernández Cacho
1995), en la bahía de Algeciras, donde se identificaron las
primeras Dressel 1c provinciales, y donde las Haltern 70, con
bordes rectangulares, datan de fines del siglo I a.C. momento
en el que conviven con las últimas producciones de Dressel 1
(todavía casi la mitad de los fragmentos presentes) y las
primeras de Dressel 7-11.
En la Bahía de Cádiz la producción de Haltern 70 se
documenta igualmente en el siglo I d.C. en el Cerro de los
Decimos en su mayoría, porque una reciente intervención en
la sede del Parlamento de Andalucía, antiguo Hospital de las
Cinco Llagas de Sevilla, la vieja Hispalis, ha sacado a la luz
un conjunto no despreciable de fragmentos de Dressel 28
cuya producción puede asignarse al alfar en el que
comparecen. Aquí, se asocian en la segunda mitad del siglo I
y los primeros decenios del II d.C. a Beltrán IIa en muy
reducido número, y sobre todo, Dressel 20 y Haltern 70, lo
que muestra una vez más la aparición conjunta de otras
tipologías vinarias junto a las ubicuas Haltern 70 (García
Vargas 2000; 2003).
Aguas arriba del Río Grande, diversos alfares dedicados casi
en exclusiva a lo que parece a la producción de Dressel 20
olearias fabrican también Haltern 70, en cantidades que no
pueden precisarse con exactitud dada la ausencia
generalizada de excavaciones, pero que en cualquier caso son
muy secundarias con respecto a la gran producción zonal de
ánforas olearias: en Las Delicias (Écija, Sevilla), sobre el
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Las ánforas del vino bético altoimperial:
formas, contenidos y alfares a la luz de algunas novedades arqueológicas
Figura 1.- Principales tipos de vino y productos de la uva: 1 y 2, Haltern 70; 3, Dressel 2/4; 4, Dr. 28 (a partir de Martín-Kilcher 1994)
asignación a producciones locales es posible no sólo en
función del aspecto macroscópico de las pastas, sino, sobre
todo, gracias a la presencia del sello L. VALE. AMETHYSTI
sobre un par de asas geminadas. El sello se repite en Dressel
20 del mismo alfar, fechados en época flavia y de los que se
encuentran publicados ejemplares con la leyenda L. VALE
AME, (Chic García 2001) existiendo otros inéditos con la
lectura completa del cognomen en sellos con la misma matriz
de los conocidos sobre Dressel 2-4.
Genil, tributario del Guadalquivir, sólo dos asas de Haltern
70 contra casi un millar de fragmentos anfóricos de la última
intervención puede atribuirse a Haltern 70, siendo sólo
probable la confección local del tipo (García Vargas 1998b;
Sáez Fernández y otros 2001); en El Remolino y El Mohino
(Palma del Río, Córdoba), aparecen como material
superficial, sin que pueda proponerse una fecha precisa para
la producción del tipo, aunque las cronologías de ambos
establecimientos remontan hasta época julio-claudia
alcanzando hasta al menos 120 d.C. el primero y 150 d.C. el
segundo (Chic García 2001).
La tríada Haltern 70-Dressel 28-Dressel 2-4, con predominio
notable en lo que se sabe de la primera de estas formas,
parece pues peculiar del interior del valle del Guadalquivir
entre Sevilla y Córdoba. En la costa de la provincia, como se
ha visto, las asociaciones tipológicas son, sin embargo,
diversas. Prescindiendo aquí por razones de cronológicas de
la dualidad Dressel 1-Haltern 70 propia de tiempos
tardorrepublicanos y tempranoaugusteos en Cádiz y
Algeciras, lo evidente es que las Haltern 70, allí donde
aparecen se relacionan en los mismos contextos cronológicos
con Dressel 7-11, Beltrán II a y b y otras tipologías salsarias,
sin que estén ausentes del todo las Dressel 20, muy
minoritarias en Puente Melchor. Una relación de nuevo
mecánica entre Dressel 7-11 y Beltrán II con salsas y
salazones nos devuelve la impresión salazones-vino como
propia de esta dualidad, pero lo cierto es que se tienen desde
antiguo evidencias de la existencia de series vinarias de
Dressel 7-11 y de Beltrán II a partir de diversos tituli
conocidos en pecios y lugares de consumo: Ti Caesare V cos
/ Gaditanum, en Dressel 9 de Roma (CIL XV, 4570);
Has(tense vinum?) en Dressel 10, también de Roma (CIL XV
Tenemos, de este modo, atestiguada la producción de Haltern
70 hasta la confluencia misma del Guadalquivir con el Genil,
e incluso aguas arriba del Baetis hasta el alfar de
Guadalbaida, en Posadas (fig. 2.2). En todos estos lugares, la
asociación tipológica habitual es Dressel 20-Haltern 70, que
uno se sentiría tentado a convertir mecánicamente en la
pareja aceite-vino. Pero ya se ha visto que en Sevilla, la
presencia de Dressel 28 complica el panorama tipológico al
respecto de las ánforas béticas para derivados de la uva. Y si
a esto añadimos la identificación reciente de Dressel 2-4 (fig.
1.3) de producción local en el alfar de Dehesa de Arriba o
Guadalbaida en Posadas (Córdoba), la siguiente localidad
tras Palma del Río aguas arriba del Guadalquivir, la
articulación tipológica de las ánforas “vinarias” del valle
bético para época altoimperial comienza a presentar matices
interesantes (García Vargas e.p.).
La atribución formal de las Dressel 2-4 de Guadalbaida (figs.
2.1 y 3) se hace a efectos tipológicos gracias a las
características asas geminadas del tipo (fig. 2.1), así como
en virtud de los pivotes cilíndricos macizos (fig. 3), bien
diferenciados de los cónicos presentes en las Haltern 70. La
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Enrique García Vargas
identificar este lymphatum o vino aguado (lympha = agua
clara) con la lora latina (Plin. Nat., 14. 86; Cato, Agr.,
Figura 2.- Asas de Dressel 2-4 (1) y Haltern 70 del alfar de Guadalbaida
(Posadas, Córdoba).
4731); amin(eum vinum) / C. Alfi Papiriani (CIL XV, 4533)
en Dressel 10 o similar de Roma; vin(um) r(ubrum)
Aur(elianum) / ve(tus) (Liou 1987, 70; Liou y Gassend 1990,
209-210), en el pecio Saint Gervais 3 y en Beltrán IIb;
vi(num) / si(-) ve(tus) Diadu(meni?) también en Beltrán IIb
de Arlés (Liou 1987, 117-118, A2; [vinu]m vet(us) en Beltrán
IIb de Fos (Liou 1987, 70, F100). Y no debe tratarse de casos
de reenvasado (desaconsejado en ánforas que hubieran
contenido conservas marinas por el fuerte olor de éstas) ni
fortuitos o aberrantes, sino de un evidencia más del carácter
poli- o bivalente de estos tipos anfóricos, como con
sagacidad intuyó Bernard Liou (ibidem). Ello nos remite a
diversidad de envases para el vino bético costero, envases
que deben unirse a las Haltern 70 de la zona para contar con
un panorama lo más completo posible para los envases
“vinarios” de la costa bética.
Figura 3.- Pivotes de Dressel 2-4 del alfar de Guadalbaida (Posadas,
Córdoba).
153.1.1), también denominada (Varr.,R.r., 1.54) acinaticium,
un subproducto de la vinificación obtenido mediante el
prensado del orujo procedente de la elaboración de los
mostos al que se le añade agua (nuestro aguapié). Columela
(R.r., 212.40.1) refiere que debe añadirse espuma de
defrutum (seguramente para darle “cuerpo”) y que, como
hacía su tío Marco, era posible añejar el agua empleada, lo
más probable con idea de decantarla y purificarla,
permitiendo así una mayor conservación del producto. El
empleo de estas “recetas” consentía conservar el lymphatum
sin agriarse durante más de un año (el ánfora de Pisa indica
que el producto tiene tres), lo que hacía posible su
exportación en ánforas a largas distancias. A la luz del ánfora
de Pisa, cobran sentido ahora los rótulos sobre ánforas
“salsarias” que indican lump(hatum), lum(phatum),
lymp(hatum) o lym(phatum), lo que hace factible rastrear la
exportación de esta clase de vinos béticos de ínfima calidad a
lo largo del Imperio.
El reciente hallazgo en un ánfora Dressel 9 del pecio B de
Pisa (Pesavento Mattioli y Buonopane 2002) de una Dressel
9 (fig. 4) con la inscripción VINLVMP / AIIIA / LXVIII / M
¿VAL[---]? aporta una variedad específica de vino a los
contenidos en las ánforas Dressel 7-11 béticas: el vinum
lymphatum. En otro lugar (García Vargas e.p.) hemos
propuesto sobre la base de la tradición “literaria” disponible
La relación de los títulos que indican esta clase de vino,
desestimado ya y mientras no se aporten pruebas de lo
contrario, el carácter de salsa de pescado (oenogarum) del
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Las ánforas del vino bético altoimperial:
formas, contenidos y alfares a la luz de algunas novedades arqueológicas
incluso puede ponerse en duda si la atribución a Beltrán II b
de algunas piezas con la indicación defrutum publicadas en
los últimos veinticinco años se confirma- hacia la definición
de calidades de vino concretas para cada tipo. Si ni tan
siquiera existe una especialización cerrada en cuanto a
grupos alimenticios completos, por ejemplo en el grupo de
las ánforas salsarias que, como se ha visto, llegaron en no
pocas ocasiones a contener vino, cuánto más improcedente
resultará descender al detalle de la especialización al respecto
de calidades diversas del mismo producto.
lympahtum es la siguiente: lump(hatum) ve(tus) / III del
mercator M. Porcius Nymphodus en Dressel 9 (CIL XV,
4736); lump(hatum) ve(tus) / AIIIIA (CIL IV, 2585),
lun(phatum) ve(tus) / AIIIIA (CIL IV, 2599-601), lympa(tum)
En cuanto al contenido de las Dressel 28 poco es lo que se
puede avanzar ante la falta generalizada de rótulos, aunque
su carácter vinario se deduce por analogía con otras formas
de base plana tarraconenses y galas. Ya se ha visto, por otra
parte, que el lymphatum, un vino de calidad muy deficiente,
se exportó en Dressel 9, Beltrán IIa y b y hasta Dressel 12 (y
Dressel 2-4) si admitimos las atribuciones al respecto de
Pompeya. La existencia de series vinarias de Dressel 12 no
es del todo improcedente (lo que invierte ciertamente la
situación propuesta al respecto de las Dressel 1c de la
provincia) a la luz, por ejemplo, de CIL IV 5603
(pa[.]s[uum?] ex].s[cellens?] Vet(us) III) y ha sido
recientemente invocada a propósito de un ejemplar de pasta
sudhispana con el sello del productor tarraconense Sextus
Domitius (SEX DOMITI) (Berthault 1995) conservado en el
museo del Périgord. La variedad formal de contenedores de
lymphatum excluye, pues, el transporte del mismo en un
envase especializado. Lo mismo ocurre con otros vinos
béticos de mejor calidad, como el amineum de CIL XV 4533,
el Gaditanum de CIL XV 4570 y el Has(tense) de CIL XV
4731, si este último no es en realidad, dado lo sumario del
rótulo, un ha(llex) s(combri) o salsa salada hecha con
caballa.
Figura 4.- Inscripción sobre Dressel 9 del pecio B de Pisa (Pesavento
Mattioli y Buonopane, 2002).
[v]e(tus) A//A,(CIL IV, 5611-5612); lympa(tum) [v]e(tus)
(CIL IV, 5613-18b); lymp(hatum) vet(us) (CIL IV, 5620),
lympha(tum)? Vetus? / III (Giordano y Casale 1990), todas de
M. Valerius Abbinericius y todas Pompeya VII, aunque al
menos CIL IV, 5611-5617 son Beltrán IIB; lum(phatum), en
Pompeya VII (CIL IV, 2598); lum(phatum) / III de M.
Achivius, en Cala Rossano (Arata 1994); lum(phatum)
vet(us) (CIL IV, 5605, 5609-10) y lump(hatum) (CIL IV,
5607) de C. Hostius Agathemeros sobre Pompeya VII (CIL
IV, 5605, 5607-8, 5610), Pompeya XII? =Dr. 2-4 (CIL IV,
5606) y Pompeya. XIV= Dr. 12 (CIL IV, 5609);
lum(phatum) / III de Aemilianus Acivius en Cala Rossano
sobre Dressel 9 (Arata 1994); lump(hatum) ve(tus)
transportado por C. Holconius (CIL IV, 5628) en Pompeya
VII; lump(hatum) ve(tus) en Dressel 9 del mercator Q.
Caecilius Cr[--] en Port-la-Nautique (Liou 1993, 143, PN
19); lump(hatum) vet(us) / AIIIA en Dressel 9 de P. Licca[--]
hallada en el puerto de Pisa (Pesavento Mattioli y Buonopane
2000, 794, nº 1); lymp(hatum) vet(us) de Antonius [--] en
Beltrán IIA de Arrabona -Györ, Pannonia- (Kelemen 1990)
156, nº 1; lymp(hatum) vet(us) / AIIIA (CIL IV, 5622),
lump(hatum) vet(us) (CIL IV, 5623-24) de M. Valerius
Heliadis en Pompeya VII; lymph(atum) vet(us) / AAA (CIL
IV, 5627), en Pompeya VII de Nicander Dorotheus;
lympha(tum) vetus / AIIIA en Dressel 9 de Mainz (MartínKilcher 1989-90, 275), transportada por Domitius;
lympha(tum) (o lacc(atum?) vetus penuarium? / excelens de
Pompeya (Giordano y Casale 1990, nº 374-5) en Dressel 12
de M. Aurelius [--].
El amíneo no es una calidad específica de caldo, sino un vino
obtenido de la variedad de uva aminea (Sáez Fernández
1987), de la que Plinio (Nat., 14.21-22) distingue siete tipos
y Columela seis (R.r., 3.2.8-13), siendo uno de ellos el
hispano. Convenientemente injertado, el viñedo amíneo
podía ser muy feraz, llegando a igualar, según Columela
(Col., R.r., 3.9.6), la productividad de las viñas de uvas
bituricae y baliscae, conocidas en la Provincia estas últimas
como Coccolobis, de las que Plinio (Nat., 14. 29-30) alaba la
abundancia de su jugo (copia larga). La diferencia entre
aminea y coccolobis era notoria si no en cuanto a capacidad
productiva, sí al menos al respecto de su calidad. Algunos
tipos de la primera al menos fueron considerados por Plinio
como nobilis uva, mientras que la coccolobis era, a decir del
mismo Plinio, capiti inimica, aunque los vinos obtenidos con
ella ganaban algo con la edad (loc. cit.). La apuesta por la
productividad del viñedo amíneo presente en Columela podía
ciertamente afectar a la bondad de sus caldos, pero parece
claro en este contexto que es precisamente la abundancia lo
que se pretende de la uva, abundancia que debe haber
constituido el secreto de la expansión de los vinos béticos,
pues sin duda ésta incidía en la “competitividad” de sus
precios en los mercados exteriores (Tchernia 1986; Sáez
Fernández 1987). Los vinos béticos más logrados, amíneos o
1.3.- Dressel 28, Dressel 2-4, Dressel 7-11, Dressel 12 y
Beltrán II béticas como contenedores vinarios.
En el actual de la documentación la oposición Haltern 70producciones propiamente vinarias, que reproduciría en
líneas generales la dualidad derivados de la uva no vínicosvinos parece en líneas generales defendible. Pero tal vez no
sea lícito ir más allá de esta simple constatación -cuya rigidez
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Enrique García Vargas
latitudes aparece indicada mediante este procedimiento: CIL
XV 4582 sobre ánfora Dressel 6 adriática de 36 d.C.: Sex.
Papinio. / et. Plautio. co(n)s(ulibus) / mul(sum) fact(um)
(kal. vel non. vel id.) Nov(embribus). / sum[m]issa in
vetusta[tem] (sc. amphora).
no, y aun dentro de ciertos mínimos de calidad, no eran, por
tanto, grandes crudos, sino vinos de uso corriente.
Se ha propuesto que la producción a partir del siglo I d.C. en
la Tarraconense de la Dressel 2-4 como ánfora vinaria remite
a la adopción de ciertos estándares de calidad para el vino de
la región que le permitiera alcanzar en los mercados
exteriores alguna reputación (Berthault 1989). Siguiendo esta
idea, la producción de las Dressel 2-4 béticas podría haber
tenido las mismas miras, pero lo cierto es que las Dressel 24, que imitan ánforas egeas de vinos salsi, especialmente el
Choum o vino de Cos, están lejos de ser ánforas exclusivas
de los mejores caldos. En Dressel 2-4 campanas se envasaron
desde luego los grandes crudos regionales (Surrentinum y
Vesuvianum), pero otras muchas de ellas debieron envasar
producciones menos afamadas de la región, como el vinum
Pompeianum (Tchernia 1986). Lo mismo puede decirse de
las Dressel 2-4 tarraconenses, de las que las saguntinas, por
ejemplo, transportaron uno de los vinos menos apreciados de
Occidente, a pesar de que en su exportación alcanzaron
puntos relativamente lejanos, como la misma Roma. El único
elemento que puede abogar por una cierta distinción
cualitativa de los vinos béticos envasados en Dressel 2-4 es
precisamente su escasez, pero esta es una realidad que
pueden remediar futuros descubrimientos, como el
presentado en este mismo Encuentro, acerca de un taller de
Dressel 2-4 excavado en la bahía de Algeciras, lo que de
paso reabre quizás la puerta a la “rehabilitación” de las
“Dressel 2-4” de Guadarranque (Beltrán Lloris 1977), hasta
ahora consideradas “sospechosas” y sistemáticamente
asimiladas a Dressel 14.
La propuesta de un contenido salsario para algunas Haltern
70 a partir de la leyenda muria en éstas (Galve y Paracuellos
2000; Carreras Monfort 2001) ha podido ser reconducida
hacia mulsum como lectura correcta (Van der Werff 2002),
pero la presencia de restos de pescado en el interior de una
Haltern 70 hallada en Britannia (Carreras Monfort 2003),
aunque en principio circunstancial (¿reutilización?) abre la
puerta a otros productos en este tipo de envases, de momento
francamente minoritaria.
Un problema distinto es el representado por el destino de las
exportaciones del defrutum bético una vez desaparecidas de
los mercados las ánforas Haltern 70. Las Beltrán IIb parecen
en cierta medida haber ocupado su lugar a partir de fines del
siglo I d.C., si es que los rótulos “tardíos” conocidos en
diversos lugares corresponden realmente a la forma y si es
que, por ejemplo, la Beltrán IIb hallada con su contenido casi
intacto en Marsella (Boyer 1986) no es una reutilización
(García Vargas 1998). Esto significaría la desarticulación
progresiva de la oposición tipológica Haltern-70-resto de
envases vinarios, si es que ésta existió con alguna
consistencia para tiempos anteriores.
La definición tipológica de imitaciones de Haltern 70 flavias
y post-flavias (Carreras Monfort 2001), sobre la base, por
ejemplo, de las London 555 de origen galo y la existencia de
series sucesoras de las Haltern 70 béticas a lo largo del siglo
II (Verulamium 1908) se encuentra parcialmente contra esta
solución. Lo que parece más evidente es que existe una cierta
contracción de las exportaciones de Haltern 70 a partir de
fines del siglo I d.C., tal vez relacionable, como defiende
Fabião (1998), con una cierta regionalización a partir de
estos momentos de la producción y el consumo de vinos y
similares, provocada en este caso por la emergencia de
sucedáneos y producciones locales de defrutum que habrían
dado al traste con la predominancia de la Bética en la
producción de este compuesto y de otros similares. Es
probable que el “éxito” y la ubicuidad del defrutum bético a
lo largo del siglo I pueda relacionarse con su carácter de
sustitutivo de la miel, bastante más cara, como edulcorante.
Lo mismo puede proponerse para el mulsum, que a pesar de
llevar miel en su composición resultaba más asequible que la
miel pura, como ha demostrado Mrozek (1972) a propósito
de las distribuciones públicas y privadas de mulsum y
crustulum (una especie de torta de cereal) a capas
desfavorecidas de la población.
Los interrogantes son, todavía demasiados, pero en la
situación actual no creemos que sea improcedente seguir
manteniendo la relación general entre Haltern 70 y
contenidos no propiamente vinarios, aunque en este campo
como en muchos otros conviene quizás evitar un
dogmatismo a ultranza. Hay mucho por hacer todavía sin
duda con respecto a estos temas.
2.- Conclusiones y perspectivas de trabajo.
La asociación en contextos productivos de ánforas Haltern 70
béticas con otras tipologías de carácter total o parcialmente
vinarias permite proponer en el estado actual de la
documentación una cierta dualidad formal entre ánforas
béticas que envasaron fundamentalmente derivados de la uva
(defrutum, mulsum, sapa) o frutos en ellos conservados
(olivae albae, nigrae, dulces ex defruto) y producciones
propiamente vinarias. La misma asociación se observa en
algunos pecios de procedencia bética, como Port-Vendres II
(Colls y otros 1977), donde las Haltern 70 comparecen junto
a Dressel 28 (además de Pompeya VII salsarias y Dressel 20
olearias) o el pecio B de Pisa (Pesavento Mattioli y
Buonopane 2002), donde en una misma carga los tituli
documentan la presencia de vinum lumphatum y lumphatum
vetus en Dressel 9 junto a Haltern 70 que contuvieron
defrutum y ¿mulsum?. Las evidencias de un contenido
vinario en Haltern 70 son aún demasiado débiles para
sostener claramente la dedicación al transporte de vino en sí
de algunos de estos contenedores. Esta evidencia está
constituida fundamentalmente por CIL XV 4533, sobre un
ánfora clasificada por Dressel como forma 10 similis que a
veces se propone sea en realidad una Haltern 70, aunque la
dedicación vinaria de las Dresel 10 no es sorprendente, así
como por la presencia de una fecha consular en una Haltern
70 de Celsa (Carreras Monfort 2001), que no resulta
inapropiada a un ánfora de mulsum, un producto que
sabemos se envejecía y cuya edad en ánforas de otras
512
Las ánforas del vino bético altoimperial:
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