Contiene: - ARL XV Domingo Tiempo Ordinario B - PAGOLA 13 Tiempo Ordinario B - Semana del 12 al 18 de julio de 2015 - 6 Homilías ARL XV Domingo Tiempo Ordinario B Todos somos enviados especiales “Comenzó a enviarles” Para salvar a los hombres, Dios necesita a los hombres. Es una ley fundamental de la historia de la salvación. Para salvar, Dios necesita comunicarse con nosotros, pero si lo hiciera directamente, si hablara una lengua divina o angelical, ¿quién le entendería? Entonces, debe comunicarse “por medio de los hombres, a la manera humana” (DV 12), y es precisamente lo que ha hecho: en la antigüedad, en el Antiguo Testamento, el Señor “ha hablado por medio de los profetas”. Luego, cuando llegó la plenitud de los tiempos, “nos ha hablado por medio del Hijo” (Hebr 1, 1s). Pero, ¿cómo hará el Hijo de Dios para hablar a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares, en tantas situaciones? A través de sus discípulos a quienes envía por todo el mundo a hacer más discípulos de todas las naciones: es la historia de la misión. El Evangelio de hoy relata lo que se podría llamar una iniciación o “noviciado” misionero para los primeros discípulos. Hasta ahora, Jesús los ha escogido uno por uno, después los llama a todos juntos y funda la comunidad de los “doce”. Ahora los llama de nuevo para realizar el segundo de los dos objetivos para lo cual les había reunido junto él: el primero era “para que permanecieran con él”, -nos ha dicho san Marcos-, y el segundo, “para enviarles a anunciar” (el Evangelio) (Mc 3, 14s). Ha llegado para los discípulos el momento de alcanzar el segundo objetivo de su llamada; hacerse misioneros, como Jesús e ir a hacer lo que hasta ahora han visto hacer a su Maestro de modo ejemplar y paradigmático. Hasta ahora, él ha ido por ahí anunciando el Reino de Dios y curando a los enfermos. Por lo tanto, ellos deberán desarrollar una doble actividad: la primera, relacionada con el servicio de la palabra, y la otra relacionada al ministerio de la liberación de los varios tipos de mal que encontrarán a lo largo del camino. Pero más que a los objetivos de la misión, el Evangelio de san Marcos se detiene sobre el estilo del misionero. Tratemos de describirlo siguiendo el hilo del relato. Sobre todo, el misionero es un llamado. Una llamada tipo la hemos escuchado en la primera lectura, tomada del profeta Amós. Estamos por el siglo VIII (a.C.), en tiempos del rey Jeroboám II, en el reino del Norte, el reino de Israel. Son tiempos de grande prosperidad material. Como sucede en esas circunstancias, a la descarada riqueza de algunos, contrasta la penosa pobreza de muchos, con graves desequilibrios sociales. Aún la religión oficial está en auge, pero lo fastuoso de las ceremonias esconde el vacío de una fe auténtica, enmascara la avidez más desenfrenada y la más violenta injusticia. El choque entre el profeta pastor-campesino llegado del reino hermano-enemigo de Judá, y Amasías, el sacerdote de la corte, es inevitable y concluye dramáticamente con la expulsión de Amós. Al sacerdote que le reclama no tener ninguna autoridad y de perturbar el orden, Amós contrapone su historia: era un pastor que iba por follaje a los sicomoros para alimentar los animales: en esta situación lo “alcanzó” el Señor. Esta palabra deja significar como el profeta no se pertenece, porque ha sido “tomado/alcanzado” por Dios, sin poder oponer resistencia alguna. No se es profeta por profesión sino por vocación. La misión no es un autodestino, y el misionero no es un turista ni un vagabundo; es un mandado, un enviado especial, No se va a la misión por iniciativa propia, sino porque se ha sido enviado. El enviado a evangelizar no es ya el dueño de sí mismo. Escribiendo a los cristianos de Roma, san Pablo se califica como “esclavo de Cristo Jesús” y en la carta a los Filipenses se autodefine como “alcanzado por Jesucristo”. El misionero no tiene un proyecto que realizar a o una palabra propia que decir. No se es apóstol por una decisión personal sino por una llamada. Y la llamada requiere un amor grande: no se va a la misión por interés o por necesidad, sino por amor, y no primero por amor hacia las personas sino a Cristo Jesús. “nosotros somos sus servidores por amor de Jesucristo” (2Cor 4, 5). Además, se va en misión de dos en dos, no solos, ni en desorden, mucho menos como pioneros “desconectados” sino siempre como cristianos “conectados” en un solo corazón y en una sola alma, en completa comunión al cien por ciento, unidos a Cristo, el primer misionero, y a todos los demás. El mensaje fundamental de los “apóstoles” cristianos será necesariamente su propia vida, un signo de unidad, una semilla de comunión. Se cuenta que un día san Francisco de Asís le dijo a un hermano que se preparara para ir junto con él a predicar por el pueblo. Y salieron los dos, pasaron una plaza donde se hacía el mercado, pero Francisco no predicó; entraron en las dos, tres iglesitas encontradas en el recorrido y tampoco predicó Francisco ahí, ni le dijo al hermano que lo hiciera. Al final regresaron al convento y el hermanito desilusionado preguntó al santo: ¿Y la predicación?, Francisco le respondió: Pero, ¿no la hemos hecho? Como diciendo: la primera misión se da por medio de nuestra relación de fraternidad vivida y testimoniada. Una relación auténtica, marcada por verdadera caridad, es por sí misma un “hecho de Evangelio”, que mucho más y mejor que tantas palabras, anuncia la palabra de Jesús: “Donde están dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18, 20). Otra característica de los discípulos misioneros es la pobreza: no deben “llevar nada para el camino… ni pan, ni garrafa, ni dinero en la cintura”… el Maestro les quiere libres y ligeros, sin ayudas y sin privilegios, seguros solamente del amor de él, que los envía, fuertes solamente por su palabra que deben anunciar. Solo se permiten el bastón y las sandalias, el equipo de los peregrinos, porque eso son los mensajeros del reino de Dios, no directores superocupados y ultraseguros, no funcionarios inamovibles, no divos en pasarela. Tal vez en la excepción del bastón y las sandalias se vea una alusión sutil al equipaje de los hebreos que debían comer el cordero pascual “con el bastón en mano y las sandalias en los pies” (Ex 12, 11). Como diciendo: los discípulos del Señor deben ir a anunciar su Pascua, su paso de la muerte a la vida, su peregrinar de Resucitado por los caminos del mundo. Ante estas condiciones, la misión es una gracia, “la gracia del apostolado” (Rom 1, 5), un don gratuito, antes que un deber agotador. Es cierto que será también sacrificio, incluso habrá riesgo y tal vez martirio, pero es sobre todo una “señal de la misericordia que se nos ha tenido” para “hacer resplandecer el conocimiento de la gloria divina que brilla en el rostro de Cristo” (2Cor 4, 1.8). De aquí la perfecta alegría, el humilde y luminoso gozo del misionero: el apóstol no podrá no vivir en una exultación límpida y radiante, más allá de toda tribulación, aun cuando le dieran con la puerta en la cara, como previó explícitamente Jesús. Aún cuando nuestro anuncio fuera rechazado, nosotros hacemos memoria del Señor resucitado en la santísima Eucaristía. Revivamos ahora esa historia prodigiosa de amor y pidamos porque alimente nuestra vida y se manifieste en la expansión del Evangelio en el mundo. Fr. Arturo Ríos Lara, OFM. Roma, 12 de julio de 2015 PARA UN EXAMEN COLECTIVO Jesús no envía a sus discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de Dios y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida. Si no es así, podrán hacer muchas cosas, pero no introducirán en el mundo su espíritu. Marcos nos recuerda algunas recomendaciones de Jesús. Destacamos algunas. En primer lugar, ¿quiénes son ellos para actuar en nombre de Jesús? ¿Cuál es su autoridad? Según Marcos, al enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre los espíritus inmundos». No les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino para curar. Como siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las gentes su fuerza sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando un poder sobres las personas, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la fraternidad. Llevarán solo «bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca instalados. Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Solo con lo imprescindible. Con esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para caminar. No llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero». No han de vivir obsesionados por su propia seguridad. Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra y su Autoridad para humanizar la vida de las gentes. Curiosamente, Jesús no está pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo que no han de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan encerrados en su propio bienestar. Tampoco llevarán «túnica de repuesto». Vestirán con la sencillez de los pobres. No llevarán vestiduras sagradas como los sacerdotes del Templo. Tampoco vestirán como el Bautista en la soledad del desierto. Serán profetas en medio de la gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios a todos, sobre todo, a los más necesitados. ¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de su espíritu? José Antonio Pagola Semana del 12 al 18 de Julio de 2015 – Ciclo B Domingo 15º de tiempo ordinario Domingo 12 de julio de 2015 Domingo 15º de tiempo ordinario Juan Gualberto, Filomena Am 7,12-15: Ve y profetiza a mi pueblo Salmo 84: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación Ef 1,3-10: Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo Mc 6,7-13: Los fue enviando de dos en dos Am 7, 12-15: Conflicto en Betel con el sacerdote Amasías El santuario de Betel tenía también su significación política para el Reino del Norte. Por eso el sacerdote Amasías tiene que cuidar su puesto defendiendo los intereses del rey. Amós, en el comienzo de su misión profética, encuentra rechazo de parte de la estructura religiosa, esto le augura problemas y dificultades pero está dispuesto a enfrentarlos. Vive de lo que hace, su vida no depende de su labor profética, de ahí que puede actuar con libertad tanto frente a la estructura religiosa como a la estructura política. Yahvé mismo le ha pedido que vaya a profetizar a Betel, así que Amasías va a tener que escucharlo aunque se incomode y aunque él no sea del Reino del Norte. El papel político e «ideológico» (justificativo) que toda religión juega –en un sentido o en otro- en el contexto sociológico en el que se mueve, es ya un descubrimiento de la conciencia moderna que a nadie se le escapa. Ya nadie es tan ingenuo como para pretender que su discurso o su práctica religiosa no hagan ninguna referencia a lo social, a lo político o a lo económico. El apoliticismo de la religión es simplemente imposible, o bien ilusorio o ingenuo. La religión hace política de alguna manera, inevitablemente, como Jesús asumió definidamente su postura social y política frente a la realidad de su momento. No se trata de negar las implicaciones sociales y políticas de nuestra práctica cristiana: lo que es necesario es que esa política sea secundum Marcum, secundum Matheum, secundum Lucam. O sea, «según el Evangelio». Es el Evangelio mismo el que nos obliga a hacer política. Pero no una política según los intereses del rey, o los intereses de los poderosos, o los intereses del sistema, o nuestros propios intereses, sino según el interés del amor, de la fraternidad, de la justicia, de la opción por los pobres, de la Utopía (del Reino, del «otro mundo posible» del Evangelio). Aparte de los casos individuales locales (cada templo, cada comunidad cristiana...) ¿qué papel ideológico-político está jugando el cristianismo respecto al capitalismo occidental y su sistema explotador? La visión de «otros» puede ayudarnos: el mundo musulmán, por ejemplo, mira al sistema económico occidental como capitalista, explotador, invasor, imperialísticamente globalizador, fuera de todo derecho internacional y del mínimo respeto a la convivencia entre los pueblos, y como «el sistema cristiano», el de los actuales «cruzados»... Para muchos pensadores musulmanes, el cristianismo es el sistema religioso ideológico justificador del capitalismo mundial. El cristianismo como conjunto hace política y economía, y no precisamente «según el Evangelio». Por su parte, los movimientos populares emancipatorios, la izquierda mundial, sabe que, excepto la gloriosa excepción de la teología de la liberación y sus comunidades eclesiales y sus mártires, en la gran mayoría de los casos el cristianismo ha «justificado» a -y se ha identificado conla derecha, el capital, el patriarcalismo, el «orden», el poder... como sucesor del imperio romano, que es. Lo contrario ha sido –y sigue siendo- minoritario y excepcional dentro del cristianismo. Veinte siglos de historia están ahí para demostrarlo. El cristianismo como conjunto es un «santuario de Betel», en el que Amasías tiene como punto de referencia al Rey, y Amós no es acogido en él. Amós –que no era sacerdote, que ni siquiera era «profeta profesional»- es la personificación de los cristianos individuales y grupos de base de corazón sencillo, que sienten la exigencia de la Justicia de Yahvé y denuncian la complicidad del Santuario. Los representados aquí por Amós no son sólo los teólogos críticos, ni los obispos proféticos, sino todos los cristianos de a pie de corazón limpio de intereses y sensibles a las exigencias del Evangelio. Ef 3, 1-14: El misterio que no fue dado a conocer en tiempos pasados... Para Pablo es claro que no sólo los judíos sino también los gentiles están ahora en Cristo y participan de la bendición de Dios que tiene lugar también en Cristo. La gran dificultad en el comienzo de la Iglesia fue aceptar a los gentiles. Pablo se esfuerza en esta alabanza de bendición a Dios por mostrar que quien se bautiza participa también de la elección, de la gracia o remisión de los pecados y de la iniciación en el misterio de Dios. Los miembros de la Iglesia somos, según el apóstol, los que hemos recibido la bendición: elegidos desde siempre y antes de todas las cosas, elegidos y destinados por Cristo para la condición santa de hijos y para que lleguemos a la plenitud de nuestro ser al transformarnos en imágenes de su Hijo, gracias a la acción del Espíritu y al haber sido agraciados en el Amado con el perdón de los pecados mediante la sangre de Cristo, elegidos para que mediante la sabiduría y la prudencia que, proceden del mismo Espíritu, penetremos en el misterio de Dios. En el misterio de la voluntad de Dios, de su propósito y realización en Cristo, nos hallamos incluidos también nosotros los cristianos procedentes tanto del judaísmo como de la gentilidad, porque en él está definida nuestra esencia, en él experimentamos el perdón de los pecados. Pablo siente que esta realidad terrena tiene que evolucionar, que el plan de Dios es recapitular todas las cosas en Cristo y que los cristianos no debemos permanecer al margen de las transformaciones sociales. Hemos sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo para ser sensibles a la acción transformadora de Dios, acción transformadora que tampoco es exclusiva de los cristianos. El compromiso del cristiano es hacer que este mundo de injusticia se transforme en una sociedad de hermanos pues se supone que entendemos cuál es la voluntad y el plan de Dios sobre la humanidad y el cosmos. Esta tarea no es fácil, porque no vivimos aislados de los demás y porque el mal ha sido institucionalizado por el ser humano. Mc 6, 7-13: Jesús envía a los doce. Comienza una nueva etapa en el proceso del seguimiento, la etapa de la misión. Ahora les corresponde a los Doce proclamar lo que han visto y oído. Jesús es consciente de que tendrán que enfrentar el mal en todas sus dimensiones por eso les da poder para hacerlo y les da algunas recomendaciones, les indica que es necesario un cierto estilo de pobreza, tener capacidad para acomodarse a las circunstancias y saber que van a ser aceptados o rechazados. La proclamación de la Buena Nueva debe hacerse en libertad, a nadie se puede obligar a aceptarla. Jesús les está hablando desde su propia vida, les está aportando desde su práctica pastoral. Todos los comienzos tienen sus dificultades -así lo vemos también en la experiencia de Amós-, pero además están llenos de esperanza y de alegría porque se tiene la motivación de sacar a adelante un proceso. Jesús les advierte a los discípulos cómo son las cosas, para que nada los tome por sorpresa. Sin embargo, la experiencia para cada evangelizador será siempre diferente y a veces donde creemos que nos va a ir bien quizá no logramos nada. Quien evangeliza debe tener presente que es Dios quien hace que surja el fruto, pero también debe disponerse para que el mensaje que transmita motive, inquiete y sea más creíble. Jesús sabe lo que les espera a los Doce. Los envía de dos en dos. La compañía es apoyo, fuerza y motivación para cumplir mejor con la misión y para resistir a las dificultades. La tarea que van a realizar es una tarea liberadora pero, ¿están capacitados para hacerla? Al final del texto se nos dice cómo los discípulos expulsaron muchos demonios y curaron muchos enfermos. De esta forma los Doce van adquiriendo autonomía y confianza en sí mismos, se dan cuenta de que son capaces de hacer lo mismo que hace Jesús. El que es enviado sabe que debe permanecer en el lugar hasta que cumpla con su misión, así lo vemos en Amós y en las indicaciones que Jesús les da a los Doce. El enviado no va a nombre personal, va en nombre de quien lo envió. Además Jesús cuenta con la buena voluntad de muchos hombres y mujeres que son solidarios, que abren la puerta de su casa para compartir, de ahí que se atreva a decirles que se queden en la casa donde entren hasta que vayan a otro lugar. Pero también les dice que donde no los reciban ni los escuchen, al marcharse sacudan el polvo de los pies. El gesto de sacudir los pies se hacía públicamente y expresaba condena y separación. Este gesto lo podemos leer también como señal de intolerancia de parte del evangelizador que no soporta que lo rechacen y que no lo reciban. No se puede obligar al otro a que reciba la Buena Nueva, también los demás tienen derecho a disentir, a manifestar que no están de acuerdo y el evangelizador debe tener una actitud más tolerante y comprensiva, debe esperar una nueva oportunidad. Contrariamente a lo que fue la práctica de Jesús, el anuncio del Evangelio, en la mayoría de los casos y de los tiempos, se ha impuesto a los demás, unas veces en forma violenta empleando la fuerza del poder o de las armas, otras veces con las leyes o con la presión social o la presión psicológica, manejando el miedo por la amenaza de la condenación. También ejercemos una cierta violencia cuando insistimos en la costumbre de bautizar a los niños en vez de arriesgarnos a que sean ellos quienes elijan hacerse cristianos libremente cuando sean adultos. Entre las grandes religiones, el cristianismo por lo menos tiene una historia que desacredita mucho la supremacía numérica mundial de la que está tan orgulloso. Su gran magnitud cuantitativa deja mucho que desear y suscita muchas dudas sobre su futuro en un mundo cada vez menos susceptible de coerción religiosa. Se adivina un futuro –que ya es presente en regiones de vieja cristiandad- de disminución y abandono, una situación que no debería interpretarse catastróficamente, sino como la oportunidad de recuperar la calidad que se sacrificó a la cantidad. Jesús dice a sus enviados que si no es recibido el mensaje, sacudan el polvo de sus pies y se vayan, y es claro que no quiere que obliguen a nadie a aceptar el mensaje. Es más coherente con la «política de Dios» ser menos en número -por ser celosamente respetuosos de la libertad religiosa-, que ser más cuantitativamente a base de bajar el nivel de la calidad evangélica de los métodos evangelizadores. Para la revisión de vida Jesús siempre llamó a la conversión, no entendiendo ésta cómo una cuestión meramente moral, sino como la transformación de nuestra manera de entender y vivir la vida; convertirse no es tanto cambiar algunas cosas que hacemos cuanto dejar de vivir la vida sin esperanza, sin confianza en la realidad de la presencia del Reino ya entre nosotros. ¿Cómo entiendo yo la conversión a la que me llama Jesús? ¿De qué tengo que convertirme? Para la reunión de grupo - Amós no fue un profeta "profesional", no era un “funcionario”, sino que se sentía llevado interiormente por una pasión religiosa, vocacionalmente; por eso proclamaba su mensaje sin miedos y sin acepción de personas; eso le llevó a denunciar incluso a los propios sacerdotes del templo, a la religión institucionalizada que sólo busca agradar a los poderosos y se olvida del respeto al derecho y la justicia. ¿Pueden ser "buenas" las relaciones entre las instituciones -incluso religiosas- y los profetas? Llegar a unas conclusiones en el grupo y después poner ejemplos del mundo de hoy. - A lo largo de su vida, Jesús se dedicó con insistencia y prioridad al anuncio de Reino; el Reino fue el tema prioritario, el fundamental en su vida, su Causa, su Utopía. Todas las demás cosas que hizo y dijo no fueron sino explicitaciones y explicaciones acerca de ese Reino. La profecía en la Iglesia no proviene de voces misteriosas interiores que puedan escuchar sólo algunos espíritus exquisitos, sino de la confrontación del cristiano con la utopía del Reino. Porque la Iglesia debe reconocer al Reino también como su Causa y lo que le da sentido, es posible que sus miembros individuales o en comunidad- puedan "criticar" a la Iglesia al confrontarla con el ideal al que ella misma debe servir. ¿Sería ése un fundamento claro de la profecía al interior de la Iglesia? Para la oración de los fieles - Por la Iglesia, para que no caiga en la trampa de callarse ante las injusticias por conseguir riquezas, honor, poderes o tranquilidad. Oremos. - Por los gobiernos de los pueblos, para que estén al servicio de las personas, buscando el bien común, especialmente el de los pobres y marginados. Oremos. - Para que cada día haya más personas dispuestas a decir las verdades que duelen pero ayudan. y a no dejarse comprar por los que están interesados en acallar sus voces. Oremos. - Para que los medios de comunicación social sean informadores veraces y no estén al servicio de los intereses de las fuerzas dominantes. Oremos. - Por todos nosotros, para que seamos más consecuentes con nuestra misión como cristianos y estemos dispuestos a vivirla con todas sus consecuencias. Oremos. Oración comunitaria - Dios, Padre nuestro, que continuamente nos llamas a anunciar a todas las personas tu Reino, la utopía de justicia y en fraternidad que Tú nos darás; ayúdanos a caminar por la vida anunciando a todos la Buena Noticia de tu amor materno y paternal, y nuestra condición de hijos tuyos destinados a la Vida plena. Te lo pedimos por Jesucristo N.S. Lunes 13 de julio de 2015 Enrique, Teresa de los Andes Éx 1,8-14.22:: Vamos a vencer con astucia a Israel Salmo 123: Nuestra ayuda es invocar al Señor Mt 10,34–11,1: Quien pierda la vida por mí, la conservará Otra característica de los discípulos se nos muestra hoy: ser hombres y mujeres que han tenido que hacer rupturas sociales, grupales, familiares y personales, hasta llegar a la pequeñez. El evangelio de hoy las especifica bien y pone un énfasis repitiendo por tres veces el estribillo “no es digno de mí”. Los discípulos deben elegir entre la familia y Jesús; la familia entendida como grupo que le daba sentido al individuo. Rompiendo con ella se rompe con el grupo social. La ruptura personal se expresa con el “tomar la cruz y seguirle”, logrando al final una comunión o identidad total entre el Maestro y el discípulo, que llega hasta el punto de imitar la entrega y alcanzar una vida plena entregando la propia vida. Al final, como recorrido del camino discipular, se llega a ser pequeño en el reino; y ya sabemos qué puesto ocupan los pequeños allí. El reinado de Dios y el Evangelio que lo anuncia es un acontecimiento que cambia todas las estructuras sociales y personales. El versículo 11,1 es simplemente la conclusión del discurso misionero con la fórmula típica: “Cuando Jesús terminó…”; a nivel de mensaje relaciona la misión de los discípulos (la comunidad) con la misión de Jesús que se ha leído en los capítulos 5 al 9. Ser discípulo de Jesús nos exige hoy realizar muchas rupturas que nos ofrece la sociedad de consumo y asumir la pequeñez del reino de Dios. Martes 14 de julio de 2015 Francisco Solano, Camilo de Lelis Éx 2,1-15a: Lo llamó Moisés, porque lo había sacado del agua Salmo 68: Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor Mt 11,20-24: Sodoma será juzgada con menor dureza Las palabras de Jesús contraponen la actitud de las ciudades paganas que reciben y aceptan el mensaje del reino, y el pueblo judío que lo rechaza. Los habitantes de Cafarnaún, Betzaida y Corozaín fueron testigos de muchas acciones milagrosas de Jesús que señalaban la cercanía del reinado de Dios. Sin embargo, no se abrieron a él. Jesús se lamenta por semejante actitud. En cambio, aquellos pueblos paganos simbolizados por Tiro y Sidón sí comprendieron que los milagros realizados por el Señor eran signos evidentes de la llegada del reino. Ellos se abrieron al mensaje de salvación. Es posible que algo parecido suceda entre nosotros. Formamos parte de familias tradicionalmente religiosas. Hemos sido bautizados de niños, y muchos hemos recibido otros sacramentos. Seguramente asistimos a actos religiosos con cierta frecuencia. Pensamos que ya estamos salvados y que no necesitamos signos que nos indiquen que el reino de Dios exige una conversión continua. Nadie tiene asegurada la salvación. En primer lugar, porque es un gracia, un don de Dios. Es decir, no depende de nuestros méritos. En segundo lugar, porque el reino de Dios es una fuerza que mantiene al creyente en continuo movimiento, en cambios permanentes, en actitud de conversión durante toda la vida. Este evangelio nos llama a superar la autosuficiencia religiosa que a veces nos engaña y confunde. Miércoles 15 de julio de 2015 Buenaventura Éx 3,1-6.9-12: El ángel del Señor se apareció Salmo 102: El Señor es compasivo y misericordioso Mt 11,25-27: Has ocultado estas cosas a los sabios Al finalizar este capítulo, Mateo retoma algunos temas que ha desarrollado antes. Hoy, concretamente son dos muy importantes, complementados con una serie de detalles. El primer tema es el de la revelación de Dios, al que Jesús llama Padre, “abbá”, y que se convertirá para los cristianos en la mejor revelación que se haya hecho de Dios. Es una revelación a los pequeños, marginales y excluidos —recordemos que los discípulos son considerados pequeños—, algo que se ha ocultado a los sabios y entendidos, que corresponderían a los grupos que se opusieron o no escucharon el mensaje del reino: fariseos, saduceos y otros. El segundo tema es el contenido de esa revelación. Tanto en el bautismo como en la Transfiguración, Dios se ha manifestado como el abbá, Padre de Jesús. El es su Hijo predilecto. De ahí la relación íntima entre Dios Padre y Jesús. El conocimiento del Padre y del Hijo es mutuo. Es un conocimiento fundamentado en una relación amorosa entre Padre e Hijo. Jesús revela el reino con signos y palabras a los sencillos y pequeños. Sólo ellos lo comprendieron y acogieron. Los demás, los letrados, los poderosos, los prepotentes, no comprendieron ni recibieron el reino. Sólo desde nuestra pequeñez podemos comprender la grandeza del amor de Dios Padre revelado en Jesucristo. Jueves 16 de julio de 2015 Ntra. Señora del Carmen Éx 3,13-20: Soy el que soy Salmo 104: El Señor se acuerda de su alianza eternamente Mt 11,28-30: Soy tolerante y humilde de corazón Tenemos hoy el tercer y último tema del capítulo 11 de Mateo. Hay un contraste muy fuerte que a veces no somos capaces de captar en su genialidad. Ante la propuesta y vivencia del judaísmo, con sus leyes, reglas y “mandamientos”, que se convierten en un peso para la gente que los asume o en un imposible para los pobres y pecadores, Jesús lanza una nueva propuesta: “Vengan a mí los que están cansados y agobiados”. Si bien es cierto que el camino de Jesús es difícil e implica sacrificio, entrega, persecución y martirio, también es cierto que éste se ofrece como alivio, consuelo, esperanza para los que han asumido con radicalidad la cruz. Propone la mansedumbre y la humildad como criterios esenciales para el seguimiento. Sin estos dos elementos, el sufrimiento que comporta seguir a Jesús se convierte en arrogancia, resentimiento o soberbia. Pero esto no significa que Jesús proponga una actitud de resignación pasiva ante el sufrimiento. El dolor y el sufrimiento no son ideales de vida. Al contrario, se pueden considerar como antivalores. Pero la propuesta del Maestro es una invitación a llenar de sentido salvífico y liberador el sufrimiento humano, sobre todo el que se desprende del anuncio del Evangelio. Así lo han demostrado muchos mártires, confesores y testigos a lo largo de la historia, en especial de nuestra América Latina. Viernes 17 de julio de 2015 Alejo Éx 11,10–12,14: Matarán un cordero al atardece Salmo 115: Cumpliré mis promesas al Señor Mt 12,1-8: El Hijo del hombre es Señor del sábado En este pasaje se subraya la tensión existente entre Jesús y sus seguidores con los fariseos y maestros de la ley. El punto de quiebre es la importancia del sábado. Sabemos que para los judíos el sábado es un día sagrado. En él no se puede realizar ninguna actividad material. Está dedicado al descanso y al culto a Yavé en la sinagoga. Sin embargo los discípulos sienten hambre y cortan trigo para comer; los fariseos se escandalizan de tal actividad que quebranta la ley; Jesús responde fundamentado en las escrituras. Finalmente, el Maestro pone el énfasis en la misericordia por encima del culto. No es que Jesús anule el sábado. El pone al ser humano por encima de la ley y del culto. Pues tanto la ley como el culto y las instituciones deben estar al servicio de las necesidades de las personas. Es indudable que el descanso sabático había sido instituido para garantizar el justo descanso de los trabajadores, las mujeres, los esclavos, los animales y la tierra. Jesús no anula el sábado, sino que le recupera su verdadero significado: garantizar la justicia, la misericordia y el derecho como aspectos importantes para la convivencia humana. Miremos a nuestro alrededor. Muchas normas, instituciones, costumbres nos esclavizan, nos quitan la libertad de los hijos de Dios que Jesús nos garantiza. Incluso a nivel eclesial hay tradiciones y normas que no tienen fundamento en el Evangelio y son instrumentos de opresión y deshumanización. Recordemos, una vez más, que el fundamento de nuestra fe es Jesucristo, y él nos liberó de toda opresión que atente contra nuestra dignidad. ` Sábado 18 de julio de 2015 Arnulfo, Federico Éx 12,37-42: Noche en que el Señor sacó a Israel de Egipto Salmo 135: Demos gracias al Señor, porque él es bueno Mt 12,14-21: Les pidió que no lo divulgaran Los fariseos y escribas quieren eliminar a Jesús porque no resisten sus duros cuestionamientos, sobre todo a las grandes instituciones religiosas de la época, como son el culto, el Templo y la ley. Por una parte, los maestros de la ley lo acusan de blasfemia (manipulación del nombre de Dios para provecho propio), porque perdona los pecados (Mt 9,3); los fariseos no toleran que mantenga una buena relación con publicanos y pecadores (Mt 9,11); por otra parte, lo acusan de no respetar el sábado (Mt 12,1-13). De esta manera, las controversias de Jesús con sus adversarios se van complicando. El evangelista Mateo introduce un comentario en la narración que conecta la práctica de Jesús con el cumplimiento de una profecía de Isaías (42,1-4). Jesús es el siervo sufriente del Señor que asume los conflictos de sus adversarios con humildad y mansedumbre. Sin embargo su objetivo es hacer triunfar la justicia de Dios sobre la injusticia humana. La persecución contra cristianos comprometidos con los empobrecidos ha sido un eje transversal de la historia del cristianismo. Muchas páginas se han escrito con la sangre de mártires que han confirmado con su vida la fidelidad a Jesús y su mensaje. Su testimonio nos ratifica que el Señor sigue actuando en medio de su pueblo, y “la justicia y la paz se besarán” como Palabra definitiva de Dios. 6 Homilías 1.- DECIR LA VERDAD Y HACER EL BIEN 1.- Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. La predicación cristiana debe tener siempre estas dos dimensiones: predicar el evangelio, la Palabra de Dios, y hacer el bien a las personas a las que se predica. Así lo hacía Cristo y así lo hicieron todos los verdaderos profetas cristianos. Hablar es necesario, pero no es suficiente; las palabras deben estar siempre corroboradas con las obras. Si uno habla y habla, y lo que dice es verdad, pero sus acciones son contrarias a sus palabras, automáticamente está perdiendo credibilidad. Cristo predicaba a los enfermos y los curaba, hablaba a los pecadores, los acogía y los convertía, predicaba la humildad y la pobreza y él era pobre y humilde. Criticaba la hipocresía de fariseos y jefes del pueblo y él era sincero a carta cabal, anunciaba el reino de Dios y él vivía ya dentro de ese reino. Si los cristianos del siglo XXI, además de predicar el evangelio lo cumpliéramos de verdad, el mundo nos vería como veían a los cristianos de los primeros siglos, con admiración y respeto. Las palabras hoy día están bastante devaluadas, porque nuestros gobernantes están acostumbrados a decirnos unas cosas y a hacer otras, y los grandes medios de comunicación son más servidores de quienes les pagan que de la verdad. En cambio, los más grandes santos de nuestro calendario cristiano fueron personas que sobresalieron tanto por sus hechos como por sus palabras. Hagamos nosotros lo mismo, si queremos ser cristianos de verdad hoy. 2.- Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja. Es evidente que los tiempos han cambiado, pero el mensaje que nos transmiten estas palabras del evangelio sigue siendo válido para nosotros. Sobre todo, en estos tiempos de crisis económica los cristianos debemos ser sobrios y austeros en nuestros gastos y en nuestra vida en general. La pobreza no debemos entenderla como miseria y falta de lo necesario para vivir, sino como sobriedad y austeridad en nuestros gastos. Además de ser pobres en este sentido, la pobreza cristiana debe tener siempre una dimensión social; así lo predicaba siempre san Agustín con su palabra y con su ejemplo: en los monasterios agustinianos no había diferencia alguna económica entre los monjes, porque todo era de todos y lo que les sobraba lo daban a los pobres. San Agustín decía a sus fieles que lo que no necesitaban, los bienes superfluos, se lo dieran a los pobres, porque los bienes superfluos de los ricos son los bienes necesarios de los pobres. 3.- El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: “ve y profetiza a mi pueblo de Israel”. El profeta Amós hizo una dura crítica social y religiosa contra el sacerdote Amasías y los que dirigían el santuario de Betel. Los dirigentes del santuario le piden al rey que lo expulse de su territorio porque está predicando contra ellos, pero Amós dice que a él lo ha enviado el Señor a predicar allí y que allí seguirá predicando. El ejemplo de Amós como profeta es un ejemplo que debe servirnos a todos, cuando predicamos el evangelio. La obligación de todo predicador cristiano es ser fiel al evangelio, guste o no guste a los jefes religiosos o políticos. Aunque esto no haya sido siempre así en la historia de nuestra Iglesia, sí es verdad que así lo hicieron los mártires y muchos de los grandes santos del calendario cristiano. Hagámoslo así también nosotros. 4.- Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Este himno cristológico que aparece en la carta a los Efesios resume la fe de los cristianos de los primeros tiempos en Cristo Jesús. Todo el himno es una alabanza a Dios por habernos bendecido en Cristo. Demos también nosotros gracias a Dios y alabémosle por habernos dado a su Hijo, como camino, verdad y vida. Toda nuestra vida, como dice el salmo, debe ser un sacrificio de alabanza a Dios. 2.- LA TAREA DE EVANGELIZAR 1.- Hacen falta hoy día profetas como Amós. El profeta Amós, pastor y campesino del siglo VIII a. C., condenó la injusticia social y la violencia del lujo, la depravación religiosa y el formalismo de un culto vacío; anunció por vez primera el castigo del Día de Yahvé y el exilio del Reino del Norte. Habló donde era preciso hablar y en el momento oportuno, que es cuando hablan los profetas y callan los maestros y sacerdotes que viven de su oficio. Por eso sus palabras resultaron insoportables. No es de extrañar que le salga al paso el sumo sacerdote Amasías que, como buen funcionario, debe velar por los intereses del rey de Israel. Amasías denunciaría la predicación del profeta Amós ante Jeroboán II. Amós le responde enérgicamente y le dice que si él predica la palabra de Dios no lo hace por vocación humana o por simple interés, sino porque Dios le ha mandado profetizar contra Israel. Por encima de la voluntad de Amasías y la presión del poder está la autoridad indiscutible de Dios, que le dice “ve y profetiza”. Hacen falta hoy día profetas como Amós. El Papa Francisco lo es, como ha demostrado en la encíclica “Laudato sii”. 2.- Él nos ha elegido desde toda la eternidad. El prólogo de la carta a los Efesios es un himno y a la vez una auténtica oración, una contemplación teológica de todo el plan salvífico de Dios. El nos ha elegido desde toda la eternidad para ser sus hijos en su Hijo, para que vivamos una vida de amor y de acción de gracias, para reproducir en nosotros la imagen de su Hijo querido. Cristo es así nuestro Señor y nuestro hermano: el que con su sangre borra nuestro pecado, y nos llena de la gracia y del favor del Padre. Cristo, nuestro hermano, es la síntesis y el cumplimiento del plan de Dios: en El, todos nosotros y toda la creación somos una sola cosa; El es el centro de todo, y nosotros no podemos menos de girar en su órbita, y vivir en una segura esperanza de la herencia que nos está destinada. Pero todo este plan de Dios no es una bonita teoría, sino una realidad tangible en nuestra celebración eucarística. En la Eucaristía, cuando hacemos de nuevo presente el sacrificio salvador de Cristo, el Padre nos salva de veras y nos une más estrechamente en la vida de amor; y el Espíritu nos da nueva fuerza para vivir nuestra vida de auténticos hijos de Dios. 3.- La urgencia de la evangelización. Jesús envía a los discípulos a proclamar la Buena Nueva. Son colaboradores suyos en el anuncio de la llegada del Reino. El envío por parejas era una costumbre habitual en el judaísmo. Según la legislación judicial judía, para la validez de un testimonio se requerían al menos dos varones adultos. Los doce, enviados de dos en dos, serán testigos de Jesús, darán testimonio en favor de él en un momento en que los indicios de rechazo de Jesús empiezan a hacer su aparición con fuerza. La misión de los doce no es para enseñar, sino para proclamar la conversión, que expresa un cambio radical de mentalidad, un giro copernicano en las categorías mentales, las cuales, a su vez, determinan la actuación del hombre. La misión de los doce busca provocar una transformación. Los doce deben ser ellos mismos signo visible de la conversión que proclaman. En las circunstancias concretas de su momento histórico, los doce no necesitan más bagaje que un bastón, que casi resultaba imprescindible como protección, y unas sandalias, sin las que no se podía caminar por el suelo pedregoso de Palestina. La fuerza y credibilidad de su misión no estriban en los modelos socioeconómicos constituidos. Tomemos nota de ello hoy día que creemos que lo fundamental son los medios empleados. Lo que cuenta de verdad es el testimonio auténtico y veraz. Jesús proclama la urgencia de dedicación a la proclamación de la Buena Noticia y advierte de la gravedad que lleva consigo el rechazo del proclamador o de su proclamación. Quien rechaza la Buena Nueva se pierde la alegría de recibirla. 3.- FUE LA PRIMERA MISIÓN Y TUVO UN ÉXITO ROTUNDO 1.- EL CORAJE DE UN PROFETA.- Amós era labrador. Allá por las tierras del sur, cultivaba las verdes higueras de Judá, pastoreaba su rebaño, inmerso en la soledad ancha de aquellos paisajes llenos de historia santa. Y un día llegó a sus oídos la voz recia de Yahvé, esa voz de muchas aguas que estaba buscando quien proclamara su mensaje de justa indignación. Israel, la adúltera del norte, se había olvidado de Dios. Y era preciso recordarle las exigencias de este Dios enamorado. Y Amós fue escogido y enviado. Y esa vocación y misión serán su carta de garantía, como la firma que avala la autenticidad de sus palabras. Y es que el verdadero profeta sólo lo es el llamado por Dios, el que recibe la misión de hablar en su nombre. Por eso en la Iglesia, en el pueblo de Dios, sólo se puede considerar verdadero profeta al que llama Dios a través de sus apóstoles, de sus obispos. Y será buen profeta cuando transmita el mensaje que se le ha confiado. Tanto es así, que cuando caigan en la tentación de pronunciar palabras propias, o palabras ajenas a las que le fueron confiadas, estarán traicionando al que le envió. Estamos necesitados de verdaderos profetas, de hombres llamados por Dios, enviados con la misión de proclamar el divino mensaje. Hombres fieles que no se dejen llevar de sus propios intereses, que no pretendan estar de moda, atraerse el aplauso de la multitud. Hombres que no traicionen al que le envió, al Obispo que le confió la delicada misión de hacer resonar en las mentes y en los corazones la palabra de Dios. Amós ha llegado hasta Betel, llevando palabras de fuego contra los que no cumplen la ley de Yahvé, contra todos aquellos que reducían el culto de Dios a una serie de prácticas meramente externas, a un vivir cómodo y sin complicaciones personales, sin entrega total y sin abnegación de sí mismos. Su palabra escuece, levanta inquietud y zozobra en los espíritus aburguesados, en los que quieren vivir a gusto, sin lucha, sin doblegarse ante el criterio del que hace cabeza. También Amasías, el sacerdote de Betel, ha sentido en su carne el golpe rudo de la palabra de Amós. Y protesta y se revuelve rabioso: Vete a tu tierra, visionario. Come allí tu pan y predica a los tuyos. Déjanos en paz... Amasías estaba a gusto, tranquilo en su vida fácil, sin lucha. Por eso las exigencias de este hombre de campo que brama en nombre de Dios, le molestan, le resultan insoportables. Y le manda callar. Como hemos hecho nosotros cuando la palabra de Dios nos ha llegado preñada de exigencias y de renuncias. Nos hemos rebelado, nos hemos justificado, hemos buscado mil razones para escabullirnos, para seguir haciendo lo que nos ha resultado más fácil. Y hemos protestado contra los que, en nombre de Dios y enviados por él, nos han hablado claramente de entrega, de justicia, de verdad, de humildad. 2.- ENVIADOS DE CRISTO.- El Señor fue preparando de forma paulatina a sus apóstoles; aquellos hombres que, a pesar de sus limitaciones, fueron escogidos para la misión de implantar el Reino de Dios sobre la tierra. Eran hombres rudos, algunos incluso ignorantes, torpes a menudo para entender las cosas de Dios. Sin embargo, fueron generosos, audaces a la hora de seguir a Jesús. Se olvidaron de sus propios defectos y confiaron plenamente en el poder divino. Para aumentar su confianza en Dios, fueron enviados sin dinero, con lo puesto casi. Ellos no lo pensaron dos veces y marcharon por los caminos de Palestina, recorriendo los pueblos y alquerías para anunciar que la salvación había llegado con Jesús de Nazaret, el joven Rabí que enseñaba la comprensión mutua, la conquista de un mundo mejor a través de la propia renuncia, de la entrega por amor a Dios en el servicio a todos los hombres. Era una aventura para gente joven, para hombres y mujeres que supieran de amores limpios y nobles, para "locos de remate" que se olvidaran de sí mismos y se preocuparan de los demás. Se trata de una tarea de redención universal, de una guerra donde las armas son la persuasión amable, la oración ferviente, el sacrificio escondido, la santidad personal en una palabra. Aquellos pescadores y labriegos emprendieron una marcha que ha de durar durante siglos, la marcha de los misioneros evangélicos. Fue la primera misión y tuvo un éxito rotundo. Volvieron gozosos y radiantes porque la paz y la alegría habían brotado al conjuro de sus palabras. Aquello era sólo el principio, una prueba fehaciente de que quienes se ponen en camino en nombre de Cristo, a pesar de sus limitaciones personales, sembrarán con eficacia la semilla de la fe, del amor y de la esperanza. 4.- ¿UN MUNDO SIN DIOS? Un estudio de hace unos años que utiliza datos de censos de nueve países muestra que la religión está por extinguirse en esas naciones. Australia, Austria, Canadá, Finlandia, Irlanda, Nueva Zelanda, Países Bajos, República Checa y Suiza. ¿Drama u oportunidad para presentar de nuevo el mensaje de Cristo? ¿Motivo de alegría para los movimientos ateos y laicistas o, por el contrario, una razón más para ponernos las pilas y proclamar el Reino de Dios con más energía y compromiso? 1.- Recordemos que la fe tiene una dimensión positiva de contagio: cuando uno la descubre, la siente y la vive, la transmite. Sabe que, ese tesoro, es imposible guardarlo bajo cuatro llaves. Así lo entendieron y lo dieron a conocer los apóstoles y la mismísima Iglesia. Durante siglos no nos ha resultado fácil, aunque algunos les parezca lo contrario, presentar a Dios como el centro de la humanidad o del cosmos. Mucho menos ofrecer el camino de Jesús como una alternativa a otros senderos tortuosos o engañosos. Pero, la realidad, está ahí: un porcentaje altísimo sigue sin tener conocimiento, sin haber oído nada ni a nadie de Dios, de su Encarnación, de la Salvación que nos ofrece por la muerte y resurrección de Cristo. -No olvidemos que el secreto del evangelio no reside en nuestras capacidades, sino en su misma fuerza -No pongamos en acento en nuestros medios técnicos, sino en la capacidad transformadora del Espíritu Santo -No impidamos, por supuesto, con nuestra apatía, que sea el mismo Cristo (verdadera riqueza) quien salve -Demos a conocer, primero conociéndolo nosotros, a ese Jesús que ha despertado los más bellos sentimientos en músicos, artistas, pintores, escritores, gente sencilla, santos, etc. 2.- Hubo un tiempo en que se nacía cristiano y no hacía falta catequizar ni evangelizar porque se transmitía la fe como por ósmosis o contagio. Hoy, por el contrario, esa mecánica ha desaparecido. Para hacer frente a este momento crucial se requieren algunas características que tuvieron y vivieron los primeros seguidores de Jesús: -Conocimiento de aquello que decimos creer y de Aquel al cual decimos seguir -Formación católica y cristiana. Se nos impone, para la formulación y presentación de nuestra fe, un paso serio y urgente en la fundamentación y defensa de los criterios de nuestra fe cristiana. Nadie puede ofrecer lo que no tiene pero, también es verdad, hay que saber cómo vender lo que uno posee como riqueza. -Salir de las trincheras de nuestra timidez apostólica. ¿Hacemos algo por nuestra fe? ¿La cultivamos en nuestro ámbito familiar, afectivo, social, económico? ¿Somos conscientes de que, la fe, además de personal tiene un componente colectivo? 3.- Que el Señor nos ayude a dar con esas claves que nos permitan hacerle presente en esta etapa que estamos viviendo. Sin Él todos nuestros esfuerzos serán estériles. Sin su mano, nuestros medios y nuestras capacidades, crearán un ambiente, posibilidades o nos harán estar a la última moda. Con Él, por el contrario, vislumbraremos una puerta abierta por la que puedan entrar nuevos hermanos que descubran, celebren y se sientan motivados por Jesucristo. A Él todo honor y gloria por los siglos de los siglos. 4.- ILUMÍNAME, SEÑOR, Y MÁNDAME Con tu Espíritu para que ofrezca y cante tu plan de salvación, tu locura por la humanidad Con tu presencia para que lejos de sentirme sólo en la tribulación seas mi consuelo en las dificultades un cayado donde apoyarme en los fracasos un aliento para seguir adelante ILUMÍNAME, SEÑOR, CON TU PALABRA Para que, las mías, nunca sean las más importantes ni mis gestos sean el centro de muchas miradas ni mi persona sea un muro entre el hombre y el Misterio ni mis ideas eclipsen la grandeza del evangelio ILUMÍNAME, SEÑOR, CON TU MIRADA Para que mire al mundo con amor y no con pena Para que observe los acontecimientos con esperanza Para que cerrando mis ojos sienta que, los tuyos, miran por donde yo avanzo Para que, sin juzgar y trabajando, sepa que no soy yo el que siembro sino tu mano poderosa quien sostiene la mía ILUMÍNAME, SEÑOR, CON TUS BRAZOS Para que, con ellos, mantenga alzada la luz de la fe ayude a quien necesite una palabra o un amigo levante al que, la vida, lo ha dejado arrastrado ame a los que, incluso, rechazan mi misión En Ti confío, Señor, no quede defraudado envíame y, que seas Tú Señor, el centro de lo que digo, siento, predico y hago Amén 5.- EJERCER EL APOSTOLADO 1.- El Señor Jesús manda a sus Apóstoles a predicar. Han de ir de dos en dos. Y sin medios, sin dineros, sin alforjas. Eso es lo que se ha venido en llamar la pobreza apostólica. A veces las buenas obras –el apostolado, la ayuda a los hermanos—no se llevan a cabo porque especulamos y calculamos en demasía los medios que necesitan para cumplir esa misión. Y al final el primer impulso queda ahogado de tanto planificar. Y no debe ser así. En cuanto el Señor nos lo mande hemos de salir inmediatamente a la calle. Vamos a recibir gracias suficientes para realizar nuestro trabajo. Los Apóstoles van a ser capaces de expulsar a los espíritus malignos y curaran con la unción con aceite. Ya se anuncia aquí lo que será después el sacramento de la Unción, sacramento este que es de vivos y no de muertos. Y que debe recibirse para ser curado y no a modo de extremaunción. Solo el poder divino puede expulsar demonios y curar enfermos. Y esa es la prueba que el Señor va a dar mucho poder a los Apóstoles –y a todos los que quieran dedicarse al apostolado—para mejor cumplir su misión. Y la difusión de la Palabra de Dios debemos confiar más en la ayuda del Señor, que en nuestras propias fuerzas, aunque para evitar tentaciones del Maligno, hemos de poner todo nuestro esfuerzo en ese empeño. Hemos de salir al campo inmediatamente y comenzar a trabajar. 2.- La característica de ese trabajo evangelizador está excepcionalmente bien reflejado en fragmento del Capítulo Siete del Libro de Amós, que hemos leído hoy. El encargo al profeta es muy preciso y sin lugar a dudas. Y así suele presentarnos Dios sus proyectos. Pero eso sí: debemos tener muy abiertos los “oídos del corazón” para comprender su mensaje. Igualmente, Jesús cuando manda a los Doce les indica lo que tienen que hacer, incluso “sacudirse el polvo de los pies o llevar solo un bastón. 3.- Hemos comenzado la lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios. Y ese inicio se ha convertido en uno de los himnos más bellos que utiliza la Iglesia. Pero es además una declaración teológica de gran hondura y la confirmación como proyecto divino de lo que es la Iglesia. La doctrina de Pablo sobre Cristo como cabeza y los demás fieles (la Iglesia) como cuerpo es un designio de Dios que da vida a nuestra actividad común, entonces y ahora. No hemos de olvidar la substancia divina que reside en la Iglesia. No es una organización estrictamente humana, mejor o peor dirigida o intencionado. Es una fundación de Dios, basada en la misión de su Hijo Unigénito para reconciliar al mundo. 4.- Y sirvan estas últimas palabras a modo de epilogo y recordatorio para toda la semana. El comienzo de la Carta de San Pablo a los Efesios se utiliza como himno en la Liturgia de las Horas. La mayoría de los inicios de las epístolas paulinas contiene bellísimos actos de acción de gracias por la conversión de sus discípulos. La obra que conocemos de San Pablo es más que monumental y muy importante para el desarrollo de la Iglesia. Es un compendio doctrinal de tal naturaleza que bien podríamos decir que "ya no ha hecho falta más". Pero la importancia de San Pablo no eclipsa el mensaje evangélico propiamente dicho a cargo de los cuatro evangelistas. En el texto de San Marcos de esta semana hay un encargo para salir a predicar. Es un como un entrenamiento previo apara acciones mayores y futuras. Les da poder para expulsar a los espíritus malos y para curar y no puede dejarse de pensar la gracia recibida. Unos rústicos pescadores van a tener inmediatamente capacidad para exponer que es el Reino de Dios y, además, curaran del cuerpo y del espíritu. 5.- Hay siempre en la acción del apostolado una aportación de fuerzas que no parece propia. Ciertamente, no es una cuestión "automática". Donde uno cree que va a ser más fácil convencer, resulta muy complicado; pero, inesperadamente, aparecen otros momentos que todo se presenta como más fácil. Jesús estaba con los apóstoles --predicadores y peregrinos-- que salieron al mundo. Está, también, con todo aquellos que se inician en la misión de llevar la Palabra de Dios a los otros hermanos. Dios está con todos los apóstoles, con quienes ejercen con esperanza el apostolado. LA HOMILÍA MÁS JOVEN PROFETISMO Y AUDACIA 1.- Si alguno de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, se acuerda de lo que os decía la semana pasada, en referencia a los profetas, debo advertiros que seguramente encontraríais a faltar alguna persona ejemplar en este estilo de vida y que vosotros conocisteis, conocéis, supisteis o sabéis, pero que yo no mencioné. Por mi parte, lamento no haberos mencionado al admirado obispo Casaldaliga. Mi error es más culpable porque, aunque no le he tratado personalmente, amigos de ambos, nos han relacionado y tengo un libro suyo con dedicatoria y firma, de su mano temblorosa ya, por el párkinson que le atenazaba. Olvidé también a la fascinante Chiara Lubich, y esto también es garrafal, ya que fue ejemplo de profetismo y de que este carisma no es cosa exclusiva de varones. En el Antiguo Testamento se menciona ya a dos profetisas, María hermana de Moisés y Hula. A esta última se le dedica una de las puertas del templo de Jerusalén, que todavía se conserva hoy. 2.- El profeta puede ser de condición social elevada o un simple plebeyo. Es el caso del protagonista de la primera lectura de la misa de este domingo. Para entender bien el texto, os recuerdo que el pueblo escogido se encontraba por entonces, dividido en dos reinos. Algo semejante a lo que ocurre hoy con Corea, China o Chipre. División que no implicaba alambradas, ni muros, eso sí. Amos era un pobre hombre del sur, de Judá y ha ido a profetizar al reino del norte. El mandamás se enoja, evidentemente, y manda que lo expulsen. Un hombre pobre, pastor de oficio y conservador a destajo de los frutos de los sicomoros. Son estos unos árboles corrientes por aquellas tierras. Corrientes por aquellos tiempos y vueltos a plantar con abundantemente ahora, por lo que vengo observando. Es un árbol majestuoso, de hoja semejante a la de la morera, pero de fruto muy parecido al higo. 3.- De ambas realidades deriva su nombre. Por el contexto y por mi experiencia, os confieso que es de inferior calidad y tamaño, pero que no deja de ser sabroso. Lo curioso del caso es que, a diferencia del de la higuera, brota de los troncos y uno cuando los observa, tiene la impresión de que está afectado de verrugas. Si se recogen y se ponen al sol, se secan y se pueden guardar o hacer con ellos, prensándolos, unas tortas manejables, que fácilmente se pueden cortar o partir. El pastoreo y la ocupación de la vengo hablándoos, eran propios de gente pobre, que no permitían a los que los practicaban, llevar vida boyante. 4.- Y un individuo de estos, se permite atravesar límites, adentrarse en terreno ajeno e increpar a la autoridad que no es fiel a sus deberes. Las leyes internacionales de hoy en día lo prohíben y al que no las cumple le ponen de inmediato de patitas en su tierra, si no recibe castigo adicional previo. A nadie le gusta que se entremetan en su vida. Los trapos sucios se lavan en casa, dicen algunos enojados. Son normas establecidas, reconocidas, de bien obrar. Pero son otros los criterios de Dios. Y aquí radica el profetismo, consecuencia de una fidelidad a la vocación de Señor, no de capricho, ni de ambición. Ser profeta significa sin duda ser persona incómoda, hueso social dislocado. Pero es un signo de fidelidad y una muestra, para quien le escuche, de que Dios no olvida a nadie. 4.- El texto evangélico es muy simpático. Es preciso traducir lo que dice el Señor a nuestra realidad. Ni calzamos siempre sandalias, ni vestimos túnica, evidentemente. Cada uno debe examinar lo que para él significa. En primer lugar supone salir de casa. Y no precisa y exclusivamente, de viajes de vacaciones o de negocios. El viaje que propone el Maestro es de misión. ¿Para qué voy a meterme yo con los demás? Que cada uno viva de la manera que mejor le parezca o quiera, piensan muchos. ¿Quién soy yo para increpar a la gente? Si no sabéis la respuesta, que cada uno se lo pregunte a Amós. 5.- Los viajes hay que prepararlos, reservar hoteles y tener muy en cuenta los restaurantes que existen y merecen confianza. Así se piensa. Cada uno en su casa. Y el que no la tenga, que viva de pensión. Y que tenga póliza de atención sanitaria, válida para el territorio por donde se va a mover. No dudo que es lo correcto para el tipo de viajes que se acostumbra a practicar. Hasta no hace mucho, los domicilios tenían su cuarto de huéspedes, a disposición del que se presentase, aunque pudieran ser pequeña al vivienda. Hoy no, que son muy caros, se añade. Lo son y no es extraño que, pese a ello, se disponga de un segundo domicilio. Sea un “refugio” en la sierra, o un apartamento junto al mar. Cada uno con doble baño y jardín. 6.- Perdonadme mi inmodestia, mis queridos jóvenes lectores. Salgo a veces de viaje. Mi vocación y profesión, me obligan, así lo creo. Trato de estar prevenido, pero no del todo. Antiguamente en el utilitario llevábamos la tienda de campaña, el butano y algunos alimentos. No siempre era fácil encontrar sitios donde poder acampar, hoy es todavía más difícil. Ahora no viajo de esta manera, pero también tiene sus inconvenientes. Hay que advertir que las guías de albergues o refugios, sorprenden por sus errores, o que uno llegue a un lugar donde ni siquiera no existen. Va pensando en donde encontrará acogida, sin estar seguro del todo. Me atrevo a decirle entonces al Señor: ayúdame, que sea recibido y admitido, como yo en mi casa hago con los demás. 7.- Y puestos a traducir a realidades de hoy, pienso que tal vez sea importante y general, tener a disposición del que viene a casa, un lugar en donde pueda aparcar. Que a veces una visita pasa más tiempo buscando donde poder estacionarse, que compartiendo un rato con el que busca. Una tal vida, de la que habla Jesús, es una aventura, implica riesgo, pero permite gozar de libertad. Y transcurrida como nos la programa el Maestro, nosotros también gozamos de grandes ocasiones, de frutos ni imaginados, que no pensábamos estuvieran a nuestro alcance. Una vida así, asegura un encuentro satisfactorio con el Señor. Que el que ría el último, reirá mejor.