Palabras para un prócer a 164 años de su paso a la eternidad Una línea de tiempo nos convoca a permanecer en esta fecha que equidista de aquel 17 de agosto de 1850, que marca la partida hacia la eternidad del padre de esta patria y de otras de América. La historia del Gral. . José de San Martín, muestra la trayectoria de un ser iluminado nacido para el arte de la conquista territorial, para la defensa de los ideales y las causas, y para la trascendencia de sus acciones para el bien de todos. Para nosotros, San Martín se nos figura en la emblemática y nevada cordillera, tal como lo describe Olegario Víctor Andrade en el poema “Nido de Cóndores”: ¡Todo es silencio en torno! Hasta las nubes van pasando, calladas, como tropas de espectros, que dispersan las ráfagas heladas. ¡Todo es silencio en torno! Pero hay algo en el peñasco mismo, que se mueve y palpita cual si fuera el corazón enfermo del abismo. Grandes historiadores, ensayistas, políticos de estado han escrito largamente sobre la vida, y la obra de San Martín. Bartolomé Mitre, en su ensayo sanmartiniano, afirma que nuestro prócer (cito) “concibió grandes planes políticos y militares, que al principio parecieron una locura y luego se convirtieron en conciencia que él convirtió en hecho”. Que tuvo, afortunadamente para nosotros “ la primera intuición del camino de la victoria continental, no para satisfacer designios personales, sino para multiplicar la fuerza humana” (…) Qu, por ser un hombre cabal, íntegro y virtuoso, “ tuvo el instinto de moderación y del desinterés, y antepuso siempre el bien público al interés personal”. Que, por estar a cargo de tamañas empresas, “mandó, no por ambición, y solamente mientras consideró que el poder era un instrumento útil para la tarea que el destino le había impuesto”. Que, por entender los límites del poder, “ no dudó en abdicar conscientemente el mando supremo en medio de la plenitud de su gloria (…) cuando comprendió que su tarea había terminado, y que otro podía continuarla con más provecho para la América” San Martín, por ello, “se condenó deliberadamente al ostracismo y al silencio, no por egoísmo ni cobardía, sino en homenaje a sus principios morales y en holocausto a su causa”. El Che Guevara, hablando de las figuras de San Martín, Bolívar y José Martí, expresó que aquellos hombres no pertenecen a un solo país, que son “productos de nuestra civilización, de nuestro sustrato cultural, producto de todo lo que ha madurado durante años y años, de lo que se ha agregado al indígena primitivo, con el negro que se trajo, con el español que vino a colonizar, con las razas de otros lugares del mundo, por nuestras condiciones sociales específicas”. Salvando las distancias, me atrevo a resignificar la utopía de estos tiempos; somos de esta misma civilización, y entonces, por lo que existe como fervor, pasión, principios morales en nuestra sangre, también somos capaces de continuar creando al hombre americano. Además de sus hazañas militares, que nos legaron la libertad, San Martín siempre deja traslucir una personalidad íntegra en todos los aspectos, valores que el pregonaba para la educación de su hija, valores esenciales que aún hoy en nuestra sociedad encontramos ausentes. Esas máximas, mandamientos que nos ha transmitido la escuela de una época, , tenían como claves centrales la necesidad de humanizar el carácter y hacerlo sensible, Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira, Inspirarle una gran confianza y amistad, pero uniendo el respeto, la caridad con los pobres, el respeto sobre la propiedad ajena, la indulgencia hacia todas las religiones, y otras que hoy se traducen como principios y virtudes de igualdad, respeto por la diversidad, fraternidad, palabras fundantes de todos los nacimientos y los cambios. La inmortal poesía de Olegario Víctor Andrade, señala el don de la valentía y el coraje del prócer frente a la adversidad: ¿Dónde van? ¿Dónde van? Dios los empuja, amor de Patria y libertad los guía, donde más fuerte la tormenta ruja, donde la onda bravía más ruda azote el piélago profundo ¡Van a morir o libertar un mundo! Desde nuestro lugar, en estos tiempos de grandes individualismos, nuestra causa, más que una promesa-para invocar en las palabras la misma esencia del prócer-nuestra causa debe ser una cotidianidad plena de valores puestos en acciones sencillas y fraternas. Conocer profundamente esos territorios conquistados. Defender la libertad y la identidad de nuestros espacios comunes: la universidad, la ciudad, la vida que transitamos, legada por la genialidad y el arrojo de un verdadero hombre americano. Lic. Sandra López Paz Escritora-PoetaEmpleada No Docente de la UNSE