132 LA E S P A S A MODERNA facciones delicadas, pero varoniles, y sus elegantes movimientos de hombre libre, robusto y decidido. Se dedicaba al comercio de esclavos y traía m u y valiosas piezas al m e r c a d o . Este último detalle bastó para hacérmelo antipático. Mientras t a n t o , el recinto de El Bercá se había llenado deg e n t e . Los compradores acudían á la subasta, no faltando desocupados que buscaban buenos puestos p a r a disfrutar á su; sabor del espectáculo. U n a vez llegado el adul ó notario encargado de legalizar las transacciones, reuniéronse los mercaderes y corredores, y tendiendo las manos hacia adelante con las palmas levantadas hacia el cielo, entonaron una p l e g a r i a , p a r a que el omnipotente Allah protegiese los negocios de la t a r d e . ¡Singular contraste! Invocar el nombre augusto del Todopoderoso con objeto de que santificase un acto inhumano y cruel que se iba á cometer con seres creados á su imagen y semejanza. Tales son las anomalías de la religión mahomet a n a , que mezcla á la divinidad en todos los actos de Ioshombres. Terminada la plegaria dióse comienzo á la venta, y el interés de la escena se aumentó sobremanera. Los mercaderes llegaron á los soportales donde se hallaban los esclavos que pretendían exhibir al público, y tras haberles dado los últimos toques para realzar su atavío, los entregaron á los corredores, que empezaron á pregonar el precio de tasación. Formóse entonces una procesión extraña, que daba l e n t a m e n t e vueltas en derredor del pórtico levantado en el centro del patio. Los esclavos marchaban pausadamente, exhibiéndose á las miradas de los circunstantes sin el menor asomo de pudor,, como si fueran animales. Los hombres, indiferentes á todo, sin parecer tener idea de la dignidad; las mujeres, descocadas, andando desgarbadamente, y sonriendo estúpidamente con el fin de soliviantar á los compradores. E n u n rincón del patio se había formado u n a reunión de ancianas que, según m e dijeron, eran las encargadas de hacer el peritage de las mercancías; pero muy pocas personas recurrían á sus buenos.